Factura al corazón © DISPONIB...

By sophiatramos

5.1M 337K 121K

DISPONIBLE EN ESPAÑA Y LATINOAMÉRICA POR NOVA CASA EDITORIAL 💕 --- ALGUNAS DEUDAS SON PARA TODA LA VIDA. Em... More

¡DISPONIBLE EN FÍSICO!
Anuncio importante
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31 - Especial: Responsabilidades
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35 [Final]
Epílogo
POR SIEMPRE EMMA

Capítulo 26

98.9K 7.2K 3.4K
By sophiatramos

[En Multimedia: Vista de la Aguja Espacial de Seattle, el suelo de metal donde Emma y Matt están sentados y la "gráfica de Internet" de los hemisferios del cerebro]

----

Éste es Matthew Sinclair. El chico que conocí hace tres semanas durante un robo armado en la ferretería más remota de Los Ángeles y a quien le salvé la vida. El que prometió que iba a sanar mi corazón a toda costa y me gustó de inmediato porque me pareció que estaba tan chiflado como yo.

El héroe que logró sacarme de la oscuridad en la que me encontraba a causa de un patán que no supo valorar cuánto lo quería.

El bienaventurado que me enseña todos los días el valor verdadero de la felicidad y los grandes beneficios de disfrutar las pequeñas cosas de la vida.

El desvergonzado que me confesó sus sentimientos durante un evento social enfrente de su familia y treinta invitados más, siendo irrelevante para él lo que ellos pudiesen pensar.

El abnegado que me trajo a mi ciudad natal a visitar a mis padres, sin importar cuánto pudiese dolerle a él revivir sus propias memorias paternales.

El demente que acaba de tirarse de espaldas desde el penúltimo piso de la 'Aguja Espacial' para demostrarme cuánto ansía tener una relación seria conmigo.

"Dile que sí, tonta", mi subconsciente me apunta la sien con una pistola. "Lo más lógico es que aceptes", mi raciocinio suena tan sabio como siempre.

Solo ha pasado un segundo. Y un segundo ha sido más que suficiente para rememorar todos los momentos tan positivos que este loco desquiciado me ha hecho vivir, sin esperar absolutamente nada a cambio.

¿Entonces por qué estoy tan insegura? ¿Por qué no puedo pronunciar un rotundo 'sí' sin temer qué pueda pasar si lo hago?

Siento un temblor en mis piernas y manos. La adrenalina que recorría a mil por hora mis tejidos, desciende, porque ahora tengo la seguridad que Matt está ahí enfrente mío, vivo. Que todavía podré disfrutar de esa demencia suya que tanto me fascina.

Tartamudeo, mientras Matt me observa esperando pacientemente una respuesta sincera. Will está pasmado, lleno de ansiedad.

Inhalo aire.

—Dijiste que... no me ibas a presionar—suelto las palabras más ridículas que he dicho en mi vida.

No puede ser. Me mato. Juro que me mato. Me tiro de esta asquerosa torre con forma de platillo volador.

Matt se petrifica. Deja de mostrar signos vitales tras mi respuesta tan nefasta que seguro no se esperaba.

Will, en cambio, suelta un grito.

—¡"SÍ"! ¡SOLO DI QUE SÍ!—se quita la cuerda que tenía alrededor de su cintura para estrellarla contra el suelo lo más fuerte que puede—. ¡NO TIENE NADA DE MALO DECIR QUE SÍ!

Desajusta la cuerda que recubre mi cintura para estrellarla también contra el piso. Luego, descontrolado, corre hasta el ascensor y entra en él cuando las puertas se abren.

—¡ESTAN DEMENTES LOS DOS! ¡DEMENTES!

Las compuertas se cierran.

Y eso es lo último que sabemos de Will.

Entretanto, contemplo al Matt sin signos vitales, que está ahí, incrédulo enfrente mío, porque no puede creer cuán malagradecida soy.

Malagradecida e idiota.

Pero sobre todo idiota. De hecho, mi idiotez es directamente proporcional a las ganas que tengo de matarme ahora mismo, porque acabo de rechazar disimuladamente la petición de noviazgo de la centuria.

—Matt, no quise...—intento justificarme.

Él niega con la cabeza. Gruñe, me pasa de largo sin pronunciar una sola palabra y sale por la puerta del nivel que da con el piso de metal por el cual se acaba de tirar.

¡Oh, Cielos! ¿Será que se va a tirar de nuevo?

Me apresuro en llegar hasta la puerta para asomarme.

No se ha tirado. Está sentado en el suelo y tiene un rostro de enfado que jamás le había visto. No desde que el socio de su hermano se me insinuó y lo estampó contra la pared.

—Matt...—con cuidado, me arrodillo a su lado.

Ni siquiera se inmuta en mirarme. Está muy enfocado en el horizonte y el cielo estrellado que deberíamos estar disfrutando juntos, en vez de vivir este momento tan incómodo.

Con un dedo, toco su hombro.

—Oye...—digo suavemente.

Suelta un gran suspiro, se inclina hacia la maleta de Will que dejó con todo el equipo de bungee y saca una cuerda que amarra a mi cintura para asegurarme a la ventana. Oh... hasta enojado se preocupa por mi bienestar.

—Vamos, no seas así, sabes que soy una tarada—toco su hombro de nuevo intentando atraer su atención—. Anda, pregúntame de nuevo, diré que sí.

Me siento a su lado.

—Anda, pregúntame—insisto.

Guarda silencio unos segundos más. Luego niega con la cabeza.

—No funciona así—dice cortante.

—¿A quién le importa cómo funciona?—bufo—. Pregúntame, prometo que diré que sí.

Exhala el aire con fuerza. Gira su cuerpo en dirección a mí para arrodillarse y agarra mis manos. Entonces, clava sus ojos en los míos hipnotizándome.

—Emma Bennett—oh por Dios, está pasando—. Sé que es un poco apresurado porque solo han pasado tres semanas, pero han sido tres semanas que me han dado la certeza que no quiero a más nadie que a ti.

Parpadeo.

—¿Me estás pidiendo noviazgo o matrimonio?—se me escapa el sarcasmo y me arrepiento enseguida.

—No se puede contigo—suelta mis manos.

—¡No, no!—agarro sus manos—. Me callaré, lo juro.

Se concentra de nuevo.

—Emma—no sé cómo, pero enternece su rostro en menos del segundo—. Robaste mi corazón y ni siquiera lo estabas intentando, solo estabas siendo tú misma.

Cuántas cursilerías, pero vaya que me fascinan.

—Así que lo único que intento decir es...—inhala aire y besa mis manos, una a una—. ¿Serías mi novia?

Me petrifico. Literalmente me quedó atónita aún mirándolo directo a los ojos. Tartamudeo, porque el "sí" no logra salir de mis labios.

¿Pero qué demonios está mal conmigo? ¿Será que la palabra "novia" alias "tengamos un compromiso serio que podría terminar en un matrimonio y tres hijos, de los cuales uno será rebelde y los otros dos más inteligentes que Einstein" es lo que me asusta? ¿O será que Matt en verdad no es correspondido?

Trago.

No sale nada de mi boca. Ni aliento.

Matt comprende la lucha interna que estoy teniendo, por lo que suelta mis manos y se acomoda contra la pared que tenemos detrás.

Mi alma sí que es un verdadero desastre.

—Lo siento—exhalo el aire.

Matt guarda silencio otra vez, pero lo rompe pronto.

—Ven acá—libera sus brazos del cruzamiento en el que se encontraban para indicarme con ellos que me acerque. Al menos tiene compasión de mí.

Con precaución, llego hasta donde está para sentarme en medio de sus piernas poniendo mi espalda contra su pecho. Me abraza, como para protegerme de la perdición que tenemos debajo y recuesta su mejilla contra mi cabeza.

—Sabes que seguiré intentando—dice—. Lo sabes.

¿Que si lo sé? Me aterra que le dé por tirarse de nuevo por este abismo. Suspenderé las visitas a Seattle por un tiempo.

—En verdad vas enserio con esto—murmuro.

—¿Qué? ¿Pensaste que estaba jugando?—dice divertido—. Por supuesto que voy enserio—me abraza más fuerte—. Tú no mereces que alguien juegue contigo, el que se atreva a hacerlo es un idiota.

Doy un hondo respiro.

—Matt...—exhalo—. Tienes todas las cualidades de un hombre de ensueño, podrías conquistar a la chica que quieras.

Niega con un movimiento de cabeza.

—Aparentemente no las tengo todas, porque la chica de la que estoy enamorado, no se deja conquistar.

Mi corazón se estruja. Antes que pueda decir algo, él prosigue.

—Pero seguiré intentando—busca mis dedos para enlazarlos con los suyos—. Soy persistente y seguiré intentando. Todavía me quedan muchas cartas secretas.

Matthew Sinclair: el héroe, desvergonzado, abnegado, bienaventurado, demente y ahora persistente chico que conocí hace tres semanas. Al que quiero decirle 'sí' a un futuro juntos, pero mi rebelde corazón no está preparado todavía para ello, ni siquiera cuatro años después de aquella maldita ruptura.

Me acojo más en el abrazo deleitándome con la calidez que me proporciona.

—Somos tan diferentes—pronuncio—. Yo el hemisferio derecho del cerebro y tú el izquierdo. Y esto es lo que sucede cuando los dos hemisferios opuestos chocan entre ellos.

—¿Y qué sucede?

—La lógica termina saltando de la 'Aguja Espacial' y la creatividad tratando de convencerlo de que no es sensato hacerlo.

Siento la sonrisa de Matt en mi mejilla.

—Eso es bueno—murmura—. Quiere decir que nos complementamos.

—No—protesto—. Quiere decir que perdimos el sentido de lo que somos.

—O que nuestros sentidos cambiaron.

Mi corazón se sobresalta. Late a mil por hora y ni siquiera sé por qué.

—Matthew Sinclair, ¿qué le hiciste a mi hemisferio?

Se queda en silencio durante unas milésimas de segundo.

—Le di un nuevo sentido—declara, confiado, y más que nada, orgulloso.

Frunzo el ceño.

—No puedes darle un nuevo sentido a los hemisferios del cerebro, es química del cuerpo humano—discuto—. ¿Al menos tuviste la decencia de ver la gráfica que te envié? La mandé a tu correo como dos veces.

O tres, creo. Recuerdo que le puse de asunto: "Eres la lógica, definitivamente".

—Me envías tantas incoherencias a mi correo, Emma...—Matt ríe—. ¿Qué fue la semana pasada? ¿Ese gato bailando en un arcoiris?

Abro la boca, impresionada.

—¡Es el 'nyan cat'! ¡El video más famoso de Internet!

Como dije: leo y veo muchas babosadas en Internet.

—Fueron tres minutos de mi vida que jamás recuperaré—Matt suena decepcionado.

—Ese salto te arruinó totalmente el cerebro—río con sarcasmo, pero Matt suelta una carcajada que me contagia de su buen humor.

¿Cómo lo hace? Hasta hace dos minutos estaba enojado y decepcionado de mí y ahora se está riendo de mis ocurrencias como de costumbre.

Cuando las risas cesan, un silencio nos invade.

—Te quiero, Emma Bennett.

Se me va el buen humor y me petrifico.

—¿Qué?

—Dije que te quie...—lo detengo.

—Sé lo que dijiste—me tenso—. Solo... no lo digas.

Matt suspira.

—¿Cómo puedes no disfrutar del amor?—cuestiona suavemente acariciando mis brazos, quizás para hacer que me relaje—. Es el único sentimiento que refuerza cuán vivos estamos.

Pero no me relajo. Me tenso más.

—Reforzar cuán vivos estamos es reforzar que nada dura por siempre—digo—. Y no puedo imaginarte rompiéndome el corazón.

—Es porque no lo voy a hacer.

Admiro el cielo estrellado. Pareciera como que los cosmos se pusieron de acuerdo para brindarnos esta vista tan especial. Nunca, en todo el tiempo que estuve en Seattle, contemplé un cielo tan hermoso.

—Debes dejar ir el pasado, amor—sigue acariciando mis brazos hasta que logra relajarme de nuevo—. Y creo que es el momento oportuno para enseñarte la regla número ocho.

"Oportuno"... Nunca es el momento oportuno para sus estúpidas reglas de felicidad.

—"Vive el 'ahora' ", ésa es—proclama—. El 'ahora' somos nosotros, no tú y el tal Olivio que te rompió el corazón.

Se llama Oliver. Maldita sea, se llama Oliver. Definitivamente Matt nunca se aprende los nombres de la gente que no le importa: Lannah (la rubia sensual) y ahora Olivio (mi ex-patán).

—Voy a cambiar esa regla—manifiesto.

—¿Qué regla?

—La número ocho: "Vive el 'ahora' ", voy a cambiarla—persisto—. Está demasiado trillada.

Matt ríe en mi oído.

—No puedes cambiarla.

Bufo.

—¿Qué quieres decir con que no puedo cambiarla?

—¡Son las reglas!—exclama—. No puedes cambiarlas.

Alzo una ceja.

—¿Qué? ¿Acaso la caída te trastocó el cerebro?—discuto—. Las reglas se hicieron para romperlas o cambiarlas.

—Estoy seguro que la frase solo incluye romperlas.

Me tiro hacia atrás para acomodarme en su pecho.

—Entonces voy a cambiar esa frase también.

Sabiendo que estoy relajada de nuevo, Matt quita uno de mis mechones de cabello que está contra su rostro y se recuesta otra vez sobre mi cabeza.

—De acuerdo—accede—. ¿Y qué sugieres que sea la regla número ocho?

Las estrellas me titilan. Iluminan mis ojos con tanto fervor, que me convenzo que no habrá otro cielo igual.

—"Pide un deseo a una estrella"—digo, anonada por tan preciosa iluminación que tenemos enfrente.

—Eso está todavía más trillado.

—No lo está—protesto—. Le da esperanza a la gente. Así que pidamos un deseo a...—estiro mi brazo para señalar la estrella que más está destellando—. Esa estrella de allá. Vamos, tú primero.

Matt se queda callado. Siempre me sigue mis juegos, así que cierra los ojos, tratando de concentrarse, me parece.

Pero no puedo con tanta concentración. Solo ha pasado tres segundo o quizás menos y ya siento que me desespero con su silencio.

—¿Estás pidiéndole que acepte ser tu novia?—interrumpo.

—No—se mantiene con los párpados cerrados—. No necesito desear eso, sucederá sin la ayuda de una estrella.

—¿Y qué pides?

—Otra cosa.

Otro silencio nos invade. ¿Pero qué tanto desea? Son solo estrellas, no genios mágicos.

—¿Qué pides?—insisto.

—Demonios, Emma—abre un ojo—, ¿puedo pedir mi deseo sin que me interrumpas?

Pongo los ojos en blanco.

—Bien—digo cortante.

Abre ambos ojos, más pronto de lo que imaginé.

—Listo—dice sonriente—. Tu turno.

Cierro los ojos. Sé exactamente lo que quiero, así que lo pido rápidamente.

—Listo—digo—. ¿Qué pediste?

Matt se fastidia.

—¡No te voy a decir lo que pedí!—exclama—. ¿Sino cuál es la gracia?

Pero qué gran tarado.

—¡Ah, vamos!—discuto—. ¿Tú me creíste la babosada de la estrella? Es lo más tonto que he dicho hoy.

—No, lo más tonto fue lo de Obama.

Suelto una risotada.

—Sí, en verdad sí—lo acepto, fue el peor chiste del día. Pero, oye, yo también tengo mis rachas de chistes malos, ¿de acuerdo?

Empiezo a sentir hambre. La comida debe estar tan fría, Matt la sirvió hace como una hora o quizás más, de seguro mucho más.

Aun así, decido quedarme callada y controlar mi monstruoso estómago. Quiero seguir disfrutando de este momento, aunque sea unos minutos más, porque de verdad dudo que se vuelva a repetir.

—El pasado es el pasado, amor—Matt reanuda el sermón y juega con mi cabello, lo que me ocasiona un leve cosquilleo—. Y el presente, una gran dicha llena de obsequios que debemos disfrutar.

Me encanta cuando es así de filosófico, porque me confirma cuánto disfruta la vida y con qué vehemencia.

—Y habrá heridas—prosigue—. Pero las heridas se transforman en cicatrices de guerra. Las que nos indican que hemos sanado, pero que nunca olvidaremos por qué fuimos lastimados.

Me separo, porque necesito mirarlo. Y cuando lo hago, sus ojos azules centellan más que las estrellas.

—También está bien sentirse triste de vez en cuando—sostiene mi rostro con una mano para acariciarlo—, porque la tristeza nos hace humildes.

Como por un impulso nervioso, me tiro en sus brazos apretándolo muy fuerte. No se sorprende, porque cada vez se vuelve más común que tenga esta clase de afecto con la gente que quiero. La gente que de verdad importa.

—Seguiré intentándolo—reitera Matt mientras me abraza y besa mi cabeza—. Voy a seguir intentándolo hasta que digas que sí, porque de verdad quieras decir que sí, no porque me tiré de la 'Aguja Espacial' para presionarte.

Así que sí admite que fue presión. Y presión de la más peligrosa, aunque pareciera que para él fue de lo más normal. No quiero ni imaginarme qué deportes tan alocados hará con Will.

—Aunque...—ríe—. La próxima vez lo harás conmigo.

No sé, no estoy muy segura que haya una Emma extrema en mí, aunque lo del paracaidismo fue genial.

Sonrío, porque me parece que sí la hay.

—Cuenta con eso—me aferro a su pecho.

Después de eso, comemos. Porque tristes, felices, enojados, decepcionados o cualquiera que sea el sentimiento que haya en el momento, los dos tenemos un feroz estómago. No podemos negar que es algo en común.

Lo más gracioso de todo es que no lo hacemos en la mesa de adentro, sino en el mismo lugar exterior donde nos encontrábamos sentados previamente, a centímetros del peligro.

Y de pronto... tengo una de mis maravillosas dudas.

—¿Puedo hacerte una pregunta?—pido permiso primero.

—Dos—Matt me hace la seña con sus dedos—, puedes hacerme dos preguntas.

—¿Qué hiciste en la regla número cuatro?—cuestiono—. ¿La de 'amarte y consentirte a ti mismo'? En la que me mandaste de compras con Isabella y Jane.

—Oh...—sonríe—. Pues... fui al salón de belleza de Jane por un nuevo color de cabello.

Sí, sí, muy gracioso.

—¿Enserio? ¿Ese no es tu color natural?—finjo sorpresa—. Ya decía yo que era muy bonito para serlo—río, mordaz—. Vamos, hablo enserio.

Pero mira nada más: comiendo, conversando, admirando un cielo hermoso... después de todo sí estamos teniendo una cita normal, excepto por la perdición que tenemos debajo, pero ¡oye!, ¿quién en este mundo es completamente normal?

—A ver...—replica—. ¿Recuerdas el lienzo con la foto familiar que tenemos en nuestra casa?

Asiento con la cabeza.

—Me paré enfrente de él, admiré a mis padres durante casi una hora y finalmente acepté que se habían ido—hace una pausa. Nunca es fácil para él hablar de sus padres, pero cada vez lo hace con más fluidez—. Aceptar tu vida, lo que eres, lo que tienes y lo que no tienes, es una manera de amarte a ti mismo.

—¿Y lloraste?

—¿Qué?—pregunta Matt jocoso.

—¿Lloraste en ese momento?

Lo piensa un momento.

—Sí, mucho...

Suelto un bufido.

—Los hombres no lloran—declaro.

Matt frunce el ceño.

—Si los hombres no lloran, entonces las mujeres no le pegan a los demás—contraataca.

Balbuceo. Punto para Matt. Maldita sea, de verdad no creo que haya nadie que pueda ganarme así de esta manera todo el tiempo.

—De acuerdo, tienes un punto—le doy la razón.

Conversamos durante mucho rato más. Me desconecto totalmente del tiempo, porque pues, mi teléfono móvil se cayó por este abismo y debe estar vuelto añicos.

Cuando ya estamos por irnos, busco mi vestido por todas partes para cambiarme, pero no lo encuentro. Oh demonios, apuesto que salió volando por los aires cuando me lo quité en mi intento desesperado de saltar de este lugar. Isabella me va a matar. De por sí ya quiere hacerlo y ahora tendrá más razones para ello.

Descendemos en el ascensor, Matt recoge con cautela todos los implementos de bungee que dejó por ahí tirados y huimos del lugar.

Agarrados de la mano, corremos por la entrada principal pasándole de largo al guardia de seguridad, que está sentado en una silla roncando. Clásica. Seguro ni se dio cuenta del salto épico de Matt.

Entro al auto y Matt lo enciende. Entonces, gracias al reloj que está en el tablero, me doy cuenta que son ¡las 3:00a.m! ¡Cielos! Qué rápido se pasa el tiempo cuando arriesgas tu vida en la 'Aguja Espacial'.

Llegamos pronto a la casa de mis padres, porque a esta hora no hay ni un alma en la calle.

Entramos despacio.

—¡Shhh...!—exclamo a Matt cuando escucho que se le cae la maleta de bungee de Will ocasionando un estruendo—. Vaya, mi mamá hablaba enserio cuando dijo que no nos esperarían despiertos.

—Por supuesto que hablaba enserio, tus padres confían en mí.

Gran logro para él, ¿no?

Ascendemos las escaleras y dejamos de caminar a través del pasillo tan lóbrego, cuando estoy delante de la puerta del dormitorio de invitados. Mis padres ni siquiera dan señales de vida, aun con todo el ruido que hemos hecho.

—Buenas noches—me inclino sobre la punta de mis pies para besar la mejilla de Matt.

—Buenas noches—besa mi mejilla también.

—Descansa—beso su otra mejilla.

—Tú también—besa rápidamente mis labios.

Cielos...

—Pero tú más—beso sus labios.

—No, tú más—me besa y se tarda más en separarse.

Ya nos quedamos sin despedidas.

—Tú descansarás más—lo beso—, la cama de invitados es muy cómoda.

En verdad no lo es. Me he quedado dormida ahí.

—Estoy seguro que la tuya debe ser mejor—me besa.

Oh... vi lo que hiciste ahí. Y debo decir, es una terrible idea.

Tan terrible que lo siguiente que sé es que nos estamos adentrando apresurados en mi habitación, besándonos, tumbando todo lo que hay en el paso, haciendo mucho ruido, pero ni así despertamos a mis padres. Son dos rocas, definitivamente.

Abrazo la cintura de Matt con mis piernas y pateo la puerta con un pie para cerrarla. Para mi buena suerte, no hace ruido.

—Linda habitación—Matt se separa por un instante.

—Gracias—rodeo su cuello con mis brazos y presiono mis labios sobre los de él.

Me recuesta sobre la cama para posar su cuerpo encima del mío y continúa aventurándonos en la pasión. El calor incrementa tanto, que empiezo a sudar de la agitación.

—Ese uniforme de salto sí que te queda bien...—susurra en mi oído mordiendo el lóbulo de mi oreja.

Y eso que solo lo traigo de adorno. Matt y sus fetiches con deportes extremos.

—¿Mejor que el vestido?

—No—me mira a los ojos—. No hay nada mejor que ese vestido.

Qué lástima que se perdió. Supongo que el gris es el color de la mala suerte.

—Qué mal que debo quitarlo...—susurra sosteniendo la cremallera para tirarla hacia abajo—. Pero ya sabes cómo es esto.

Río, divirtiéndome con su intento de ser sensual. Pero lo es, lo es y mucho. Tanto que hasta "uniforme de salto" suena provocativo.

Retira el uniforme de ambos de mis brazos y lo tira hacia abajo para retirarlo por mis piernas también. Entonces, junta sus labios con los míos, llenándome de ansiedad.

—Cierra los ojos—suena como una orden.

Obedezco, porque estoy demasiado emocionada. Todo está oscuro para mí, pero siento sus labios sobre los míos, luego sobre mis mejillas, cuello, hombros, brazos... ¡ombligo! ¡Cielo Santo!

Entonces no siento nada. Ni siquiera el cuerpo de Matt sobre el mío.

—Este es el momento de la película en que los personajes que se gustan van a hacerlo por primera vez y el chico le pide a la chica que cierre los ojos porque está a punto de...—río nerviosa—. Hacer algo muy salvaje.

—Sí... muy salvaje—la voz de Matt se oye algo lejana. ¿Qué demonios está haciendo? ¿Por qué se demora tanto?—. Mantén los ojos muy bien cerrados.

—Y de pronto se escucha el papelito de aluminio de...—no quiero decir esto, me apena mucho—. Ya sabes qué.

Matt ríe, pero se contiene.

—Oh sí, nena, lo estoy buscando—suena seductor.

¡No puedo esperar!

Su presencia se posa encima mío de nuevo. ¿A qué juega? Besa mis labios, muerde el labio inferior y acerca su boca a mi oído para besarme alrededor.

—No deberíamos...—balbuceo, no puedo ni hablar de lo nerviosa y emocionada que estoy—. Hacer esto aquí.

—No, no deberíamos...—susurra Matt en mi oído, besa una vez más alrededor y suelta una risa—. Y no lo haremos.

Entonces siento que pasa una tela muy suave a través de mi cabeza para ajustarla a mi torso.

—¿Qué?—abro los ojos.

Se baja de encima mío. Antes que pueda hacer otro movimiento, sube un pantalón por mis piernas. Un pantalón de... ¡pijama! El descarado me las jugó para buscar mi pijama en la maleta que traje y ponérmela.

—Has visto las peores películas de romance—amarra en un nudo las cintas que tiene el pantalón. No le creo, ¡no le creo!—. "Papelito de aluminio"...—ríe—. ¿Así le dicen? ¿Cuál es el tabú con decir la palabra verdadera?

Se baja de la cama. Me apoyo sobre mis codos para mirarlo con desprecio. No puedo creer lo bien que me la jugó.

—Se llama preservativo—declara.

Gruño.

—¡Papelito de aluminio!—corrijo, señalándolo—. ¡No puedo creerte, Matt, no puedo! ¡Eres malévolo! ¡Acabas de jugar con mis sentimientos!

No lo hizo, no jugó con mis sentimientos. En verdad me está protegiendo, pero no tiene nada de malo hacerse la mosca muerta a veces.

Me levanto de la cama, cruzada de brazos.

—Cuando aceptes ser mi novia, lo haremos—se acerca a mí—. Pero mientras tanto, te doy permiso para que sigas viendo esas terribles películas románticas.

Frunzo el ceño.

—Buenas noches, amor—besa mi frente—. Te quiero y por eso hago esto por ti.

¿Y ahora piensa que me lo puede decir a diestra y siniestra?

Justo cuando Matt está por salir de la habitación, se posa en la puerta. Estoy horrorizada con su mente malévola.

—Por cierto... ¿Te dije que habías ganado?—me ataca con su arma mortal—. Obviamente soy yo el victorioso.

¡No se atrevió!

Agarro la almohada que tengo al lado y la aviento contra él, pero logra huir antes que lo alcance.

Me tiro contra la cama. Gruño, suelto mis brazos y me volteo a un lado para arroparme con la sábana. Está por empezar el frío.

Abro un ojo. Algo me está picando la nariz y me está dando ganas de estornudar. La luz de afuera también está molestando mucho.

—¡Atchuuuu!—estornudo.

De mi nariz cae un pequeño pétalo rosado, que agarro con dos dedos y lo observo detenidamente. ¿Y eso de dónde salió? ¿Lo tenía en mi nariz?

Sin prisa, me levanto de la cama para sentarme sobre ella. Bostezo, termino de abrir mis ojos y mientras estoy estirando los brazos, noto que hay algo diferente en mi cama.

Alrededor mío hay un montón de pétalos rosados.

Frunzo el ceño.

Sostengo un par con una mano para examinarlos. Pétalos rosados... ¡Flores de cerezo! ¡Flores del árbol de cerezo de mi mamá!

Pongo ambos pies sobre el suelo.

—Oh, por Dios...—me quedó atónita al notar que todo mi dormitorio está infestado en flores de cerezo. En el suelo, la cama, mis muebles, algunos se pegaron en las paredes, sobre mi pijama, piel, cabello, alma.

—¿Pero qué demon-?—corro hasta la puerta para abrirla—. ¡MAMÁ!—grito con todas mis fuerzas.

Responde casi enseguida, también gritando.

¿Sí, hijita linda?—su voz es tierna, como de costumbre.

—¡¿Tú me dejaste el cuarto lleno de flores?!

Ríe con picardía. ¡Porque la oí!

No...

Sacudo los pies, los cuales tienen flores pegadas también, pero no se caen.

—¿Qué?—me inclino para quitarlas y me doy cuenta que... ¡están pegadas con cinta adhesiva! Lo mismo sucede con las que están en mi ropa y cabello.

Si hay otro color que odio casi tanto como el gris es el color rosa. Otro estúpido híbrido entre el rojo y el blanco. ¡Tampoco debería ser un color!

Y hablando de rosa... hay una caja con un lazo rosa encima de la mesa de noche que está al lado de mi cama. ¿Eso estaba ahí cuando me desperté gritando como la loca desquiciada que soy?

Con cautela, porque puede ser una bomba adornada con un lazo, me acerco a ella. Hay un papel encima.

Leo en voz alta lo que dice:

Sé mi novia :)

Esa caligrafía... ¡Maldito desgraciado!

Quito el lazo para encontrarme con que es la caja de un teléfono móvil. Uno nuevo, de último modelo. Uno más grande que el mío (quien tuvo la muerte que Matt debió tener). Oh... puedo hasta dibujar en él y tomas fotos espléndidas. ¡Me encanta!

Me auto-cacheteo. Concéntrate, inepta.

Alzo la vista apreciando el reflejo de mí misma en el espejo que está pegado encima de la mesa de noche. Tengo algo diferente. Hay otro papel, pegado en mi frente.

Me lo quito para leerlo:

Obviamente soy Matt. No aceptes ser la novia de nadie más, por favor :(

Hijo de...

Agarro la caja con una mano y con la otra, tomo un puñado de flores de cerezo del suelo. Salgo de mi habitación.

Corro por todo el pasillo, bajo velozmente las escaleras y me paro justo en la entrada de la cocina, donde mi madre y Matt están sentados en la mesa chocando sus tazas de café, como si estuviesen brindando por algo. ¡Brindando porque me sacaron de quicio!

No veo rastros de mi papá, seguro se fue a trabajar temprano. Genial, el único que de verdad me puede apoyar y está ausente.

—Mmm... qué café tan exquisito, Matt—mi mamá no se ha dado cuenta que estoy ahí parada, ni Matt tampoco.

—¡¿Estás aceptando café de él?!—entonces se percatan y me miran—. ¡Se supone que debes estar de mi lado!

Mamá balbucea.

—Lo estoy...—finge una sonrisa—. Es solo que Matt hace un café espectacular.

—Oh, hola amor, buenos días—Matt me ataca con su arma mortal.

—¡No soy tu amor!

—No, no... revisa la sintaxis—Matt alza el dedo índice y bebe un sorbo de su taza—, nunca dije que eras "mi" amor.

Sigo por toda la cocina hasta posarme frente a él.

—No estás jugando limpio—arrugo el rostro.

—Estoy casi seguro que te advertí que iba a usar todas mis cartas secretas para conquistarte.

Río con sarcasmo.

—¿Crees que con un teléfono nuevo, flores de cerezo, una carta y una carita feliz vas a conquistarme?—tiro las flores que tengo en mi mano contra su cuerpo.

Todavía con la sonrisa en el rostro, pasa una mano por su camiseta para remover las flores.

—Sí, puse toda mi esperanza en la carita feliz—hace un chiste, pero a mí no me hace gracia.

—Oh... déjame adivinar—me preparo para mi siempre útil mordacidad—, pensaste que iba a despertar, sonriente por el detalle de las flores y el teléfono nuevo...—observo cómo se ríe en mi cara—. Y que iba a correr a donde ti y abrazarte, besarte y decirte: "sí quiero ser tu novia, Matt, por favor, seamos la pareja más feliz de este universo".

Niega con la cabeza, mientras bebe otro sorbo de la taza.

—En realidad me aterraba que te despertaras y te resbalaras con una de las flores—contraataca—. Porque, ya sabes, eres un imán de accidentes.

Me sulfura más. No le voy a permitir esta falta de respeto y menos enfrente de mi familia.

Pongo la caja del celular con brusquedad sobre la mesa y giro mi cuerpo entero hacia mi madre.

—¡Mamá! ¡¿Dónde está el encendedor?!

Mamá tartamudea y pensando que no me daré cuenta, esconde el encendedor debajo del mantel de la mesa.

—No sé...—pone cara de loca.

Gruño.

—¡Mamá! ¡Dame el encendedor!—insisto—. ¡Voy a quemar esas malditas flores!

—Hija... hemos hablado de esto—suena decepcionada—. No quiero que enciendas la casa.

—¡Pero Matt trasquiló tu preciado árbol de cerezos!—intento tirar a Matt al agua.

—'Trasquilar' es una palabra muy fea, amor mío...—Matt intenta sonar dulce—. ¿Ves? Ahí sí dije que eres "mi" amor.

Lo ignoro.

—Querida... yo le di permiso—mamá se hace la tonta—. Lo estaba podando esta mañana, Matt solo agarró las que sobraban.

—¡Los árboles de cerezo no se podan!—exclamo.

—¡Pues yo podo el mío!—disimuladamente, mamá le guiña un ojo a Matt. ¡Lo está encubriendo!—. Así que deja el drama y siéntate a desayunar con nosotros. Preparamos de esas tostadas francesas que tanto te gustan.

"Preparamos"... No juegues. No, me rehuso a permitirles esto. Así que me volteo y corro hasta la puerta de la cocina para atravesarla, dispuesta a sacar todas esas flores de mi habitación.

¡Hija, espera! ¿A dónde vas?—resuena la voz de mi madre, todavía desde la cocina.

—¡Voy a sacar todas esas flores! ¡No te necesito!—exclamo, fuera de mis cabales.

Llego hasta mi habitación, examino todo el asqueroso rosa que está esparcido por doquier y me dedico a agarrar puñados de flores con ambas manos para tirarlas por la ventana que está en el fondo.

—¿Qué haces?—la voz repentina de Matt me sobresalta.

Ni siquiera me inmuto en echarle un vistazo. Lo conozco, debe estar posado sobre el marco de la puerta de brazos cruzados con su sonrisa sensual burlándose de mí.

—¡Lo que dije!—tomo otro puñado—. ¡Voy a sacar todas estas malditas flores de aquí!

—Oh... de acuerdo, pero...—suena apacible—. ¿Puedes venir a desayunar primero?

—¡No!—tiro el siguiente puñado de flores por la ventana.

—Pero tengo que reunirme con un amigo dentro de un rato y quisiera que tú y yo desayunáramos juntos antes de eso.

Bufo.

—¡Pregúntame si me importa!—exclamo.

—¿Te importa?

Tiro otro puñado.

—¡NO!

Una inesperada ventolina invade mi dormitorio haciendo que todas las flores que estaban en el suelo se revuelvan por todo el espacio, muchas pegándose al techo, donde no las puedo alcanzar.

Algunas se enredan en mi cabello y otras se meten en mi pijama causándome un picor en la piel. Doy brincos tratando de evadir las últimas que intentan atacarme.

Decepcionada, me siento sobre la cama soltando un profundo suspiro. Esto va a ser imposible.

—Entonces... ¿tostadas?—Matt me sonríe fervientemente.

Tan imposible como decir que Matt se rendirá conmigo.

Matt pone un plato de tostadas francesas enfrente mío, en la mesa de la cocina. También ubica un frasco de miel.

—Estás fuera de mi equipo—me cruzo de brazos, arrugo el rostro y me acomodo en la silla sobre la que estoy sentada.

Esas malditas tostadas francesas huelen muy bien y aunque me está rugiendo el estómago, haré huelga de hambre porque quiero dejar muy claro que estoy en desacuerdo con lo que ha sucedido en lo que llevamos de la mañana.

—¿Lo estoy?—Matt se sienta a mi lado.

—¡Sí!—aseguro—. ¡Tarjeta roja! ¡No puedes volver más nunca!

Matt ni siquiera me presta atención. Está muy concentrado saboreando las estúpidas tostadas francesas que preparó con mi mamá.

—¿Escuchaste lo que dije?—insisto—. ¡NUNCA MÁS!

—Escuché lo que dijiste—replica—. Estoy enamorado, no sordo.

—Emma Rosalie, deja el drama ya y cómete el desayuno—regaña mi mamá—. Lo hicimos con mucho amor para ti.

Parpadeo tres veces. Bueno, a ella no le puedo llevar la contraria, así que adiós huelga de hambre. Tomo el tenedor y corto un trozo de tostada.

—Entonces...—mi mamá cambia el tono a uno afectuoso—. ¿Qué tal la cita de anoche?

Miro al reloj de pared de la cocina. ¿Qué hora es? ¿Las 11:00a.m? Por supuesto que no, es la hora de la venganza.

—Bien...—mastico la tostada—. Matt saltó desde el penúltimo piso de la 'Aguja Espacial'.

Matt se ahoga con el café que bebía.

—¿Hablas metafóricamente?—mamá se lleva la mano al corazón, asustada.

Sonrío, llena de maldad.

—¿Hay alguna manera que eso sea metafórico?—me hago la idiota. Corto otro trozo de la tostada y la llevo a mi boca.

Mamá contempla horrorizada a Matt, quien guarda silencio por unas milésimas de segundo, pero luego, veo maldad en sus ojos también.

—Emma se quitó la ropa en público—suelta el contraataque.

Es mi turno de atragantarme con lo que tengo en la boca. Ah... con qué esas nos traemos. ¡A ver quién es más inteligente!

—¡Matt me hizo comer comida fría!

—Emma dejó caer su teléfono por la torre.

Gimo de la conmoción. Mi pobre madre no sabe hacia donde mirar, creo que no está acostumbrada a nuestras contiendas por el liderazgo en la tabla de puntuaciones ficticia.

¡No dejaré que este inepto me gane!

—Matt invitó a uno de sus amigos a nuestra cita porque se estaba aburriendo conmigo—lo señalo con mi dedo índice.

Matt ríe. Disfruta tanto esto.

—Emma aceptó ser mi novia.

Mi madre se levanta emocionada de la mesa.

—¡Oh, por Dios!—exclama como si se hubiese ganado la lotería.

—¡¿Qué?!—me petrifico—. ¡No, no!

—¡Hija mía!—se me tira encima para abrazarme fuerte—. ¡No hay nada de qué apenarse! ¡Al fin superas a Olivio!—se separa y corre hasta la puerta para salir por ella—. ¡Llamaré a tu padre!

Y así, una vez más, Matt gana puntos. Cinco esta vez.

—Eres un idiota...—digo despacio, sin poder creer que he perdido contra este chico de nuevo.

—Pero soy tu idiota—agarra mi mano y la besa. Luego, toma la caja del teléfono nuevo que había tirado previamente sobre la mesa en medio de mi arrebato y la posa frente a mí—. Quiero que lo veas antes de irme.

—¿Por qué? ¿Le pusiste alguna droga que me hará aceptar ser tu novia?—agarro la caja, no me queda de otra—. No me extrañaría.

Matt no dice nada. Mi sarcasmo ya es tan habitual para él, que solo me contempla mientras abro el regalo.

—¿Cómo hiciste para conseguirme un teléfono nuevo en menos de diez horas?—saco el aparato de la caja y le quito el plástico que lo recubre.

—Tengo mis contactos... hasta en Seattle—responde encogiéndose de hombros—. Y hablando de contactos, logré que mantuvieras tu mismo número.

Claro, es míster maravilloso en su totalidad.

—Gracias—pongo los ojos en blanco.

Enciendo el teléfono. Tiene la carga al cien por ciento. Oh... y qué colores tan hermosos muestra la pantalla.

Inmediatamente entran correos, notificaciones de mis redes sociales y un mensaje departe del sistema operativo alertándome que debo hacer la configuración inicial.

—Debo confesarte que el hecho de que hayas dormido tanto me hizo un poco de tiempo—recita Matt—. No dejas de sorprenderme, Emma, ni siquiera te diste cuenta cuando pegué las flores en tu rostro.

¿Qué puedo decir? Lo de dormir como roca se hereda.

¡Ping! Recibo, de pronto, un mensaje de texto:

Operadora: Le informamos que tiene 500 minutos disponibles para hacer llamadas y conexión ilimitada a Internet.

—Hasta tumbé los lienzos que tienes al lado de tu cama y ni siquiera te moviste—prosigue Matt.

¡Ping! Otro mensaje:

Operadora: Y posiblemente debería considerar agradecerle a Matthew Sinclair por regalarle el teléfono.

¿Qué?

¡Ping! Otro más:

Operadora: El Sr. Matthew se conforma con un abrazo de su parte.

¡¿Qué demonios?!

Antes que pueda decir algo, entra otro mensaje:

Operadora: Sugerimos que le diga 'sí' a su petición de noviazgo. Y que mantenga su teléfono alejado de la 'Aguja Espacial'.

—¡Matt!—exclamo, a punto de estallar de la risa, sin embargo, presiono los labios para no hacerlo.

Matt se acerca para ver la pantalla del teléfono.

—Juro que no tengo nada que ver con eso—se hace el tonto.

¡Ping! Entra un último mensaje.

Pensando que es otro de la operadora, río a carcajadas y enfoco mis ojos en la pantalla para leerlo:

Número desconocido: Te vi saliendo de la 'Aguja Espacial' con un chico alto.

La sonrisa se borra de mi rostro.

Este mensaje... no parece de la operadora.

----

¡Acabamos de llegar a la página 364 de la novela! Aún me cuesta creerlo, hace 4 meses inició este maravilloso proyecto y ya estamos entrando en el conflicto final.

Mmm... ¿De quién será ese misterioso mensaje?

Si te gusta la historia, recuerda votar... comentar... compartirla. Así más personas podrán descubrirla (y además me llenas de felicidad <3).

Un abrazo,
S.

Continue Reading

You'll Also Like

7.1M 599K 24
Doug McQueen lo ha conseguido: Ha conseguido a la chica junto a un pequeño príncipe rubio que puede llamar hijo. Tiene a sus mejores amigos que perte...
10.6M 686K 57
¿Y si descubres que el chico que te detesta en realidad está loco por ti? Hugo no soporta a las feministas y Bea no soporta a los fuckboys como él...
1.8M 80.4K 39
Amelia creó el grupo: Cumpleaños de Thomas :) Amelia añadió a Jorge Amelia añadió a Carla Amelia añadió a Laura Amelia añadió a Paula Amelia añadió a...
599K 67K 32
¿Quieres saber como tener un demonio a tus pies? * 💗* El príncipe más encantador del infierno fue expulsado por fallar su prueba de coronación, Bel...