ENAMORADA DEL DIABLO

By florenciaJaen

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Halley Roosevelt ingresa a estudiar a un internado gracias a una beca. Al llegar allí lo primero de lo cual e... More

Capítulo 1- La llegada
Capítulo 2- Problemas a la orden
Capítulo 3 - En las manos del diablo
Capítulo 5 - El héroe anónimo
Capítulo 6 - Incidente inesperado
Capítulo 7 - La debilidad del diablo
Capítulo 8 - Pequeño ruiseñor
Capítulo 9 - Confusión
Capítulo 10 - La verdad oculta
Capítulo 11 - Corazón indeciso
Capítulo 12 - Tú también me gustas
Capítulo 13 - Bésame
Capítulo 14 - Encubriendo la mentira
Capítulo 15 - El dolor de la despedida
Capítulo 16 - La novia de Hunter Hayes
Capítulo 17 - Hazme lo que quieras
Capítulo 18 - Irremediablemente
Capítulo 19 - Contratiempo
Capítulo 20 - La tragedia de Halley
Capítulo 21 - Consuelo
Capítulo 22 - Me enamoré de ti

Capítulo 4 - Imán de problemas

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By florenciaJaen

 Una chica estaba trotando por un área solitaria del internado. Iba distraída. Llevaba auriculares puestos. Por ello al pasar cerca de un arbusto no se percató de que alguien la espiaba desde las sombras.

 Ella se detiene a amarrar las agujetas de sus zapatillas. En ese momento la persona tras los arbustos sale cuidadosamente para atraparla, pero se detiene al oír los pasos de otra persona que se acercaba llamando a la chica.

Perdiendo su oportunidad, el acosador se da la vuelta y se va sin ser visto.






 Hunter, Jacob y Donovan estaban reunidos holgazaneando en el viejo salón tras el cuadro de béisbol.

 —¿Así que hiciste grupo de laboratorio con la nerd esa solo para vigilarla? —pregunta Jacob a Hunter lanzando una pelota de béisbol al aire.

—Sí —responde Hunter mientras muerde una paja—. No va a abrir la boca.

Donovan interfiere.

 —A ninguno de los tres queremos que nos expulsen. Yo porque mi padre me mata si eso pasa, Jacob porque su madre no cumpla con lo de mandarlo a una escuela militar, y tú por...—Se queda callado.

Hunter se saca la paja de su boca.

 —Yo no tengo ninguna otra motivación que no sea la que ustedes ya conocen. Me daría igual, pero solo en este lugar hallaré pistas para encontrar a ese maldito de Kyle que parece que se lo tragó la tierra —se sienta, lanzando al suelo la paja que mordía—. El único que podía guiarme a él era esa gallina coreana de su ex compañero de habitación, pero también se fue. Por eso no me iré de aquí. Necesito más pistas para encontrar a ese sujeto, y por ahora este es el único sitio que me las dará —mira al suelo fríamente—. Pero les puedo asegurar que cuando halle a ese sujeto va a lamentar lo que hizo, y lo haré pagar muy caro.

Jacob y Donovan se miran. Hunter se levanta de donde estaba sentado.

 —Y tal como ya les dije, estoy seguro que esa chica no será un dolor de cabeza. Me tiene tanto miedo como todos aquí.

Donovan ríe.

 —Pobrecita. Hasta me da pena por ella. Cuando nos ve es como si fuera un corderito en medio de una manada de lobos.

Jacob también ríe.

 —Sí. Hasta es divertido. Tal vez debamos seguir intimidándola para ver hasta dónde llega su miedo.

Hunter los mira.

—Basta de tonterías, que ese no es el objetivo.

—¡Oh, vamos! Admite que sería divertido.

—Jacob tiene razón. Tal vez eso te haga falta para divertirte un poco.

Hunter se recuesta en una pared y se queda pensando.






E n la clase de historia la profesora devolvía a los alumnos los ensayos que habían entregado la clase anterior.

—Alexa Dawson —dice la mujer llamando a su alumna.

Alexa se pone de pie y va por su ensayo. Al ver su nota le reclama a la profesora.

—¡¿Qué?! ¡¿Cómo que me puso cero?!

—Pues es lo que ganaste, ya que no hiciste nada.

—¿Cómo que no hice nada? Entregué el ensayo con la cantidad de palabras que pidió.

La profesora se quita las gafas y la mira seriamente.

—Deja de ser tan descarada. Ya sé que ese ensayo lo bajaste de una página de internet.

Alexa traga nerviosa.

—Eso no es verdad.

La profesora se pone de pie.

 —¡Por favor! Soy educadora desde hace varios años. Cuando ustedes van ya yo vengo de regreso. No se me puede engañar del modo en que usted lo intentó hacer, señorita Dawson. Así que por deshonesta tiene esa nota, y agradezca que no le va peor.

Alexa se va molesta hacia su asiento. La profesora se dirige a toda la clase.

 —Ojalá todos fueran tan buenos alumnos como la señorita Halley Roosevelt —sonríe y le ofrece el ensayo a Halley—. Felicidades. Estuvo perfecto.

Halley sonríe tímidamente. Alexa la mira mal y pone los ojos en blanco.

Al terminar la clase Halley pasa cerca de Alexa. Esta le mete el pie, haciéndola tropezar y caer.

—Oye, ¿qué no te sirven esos lentes para fijarte por dónde vas, nerd?

Otras chicas ríen. Halley se pone de pie.

Alexa se acerca a ella de forma amenazante.

—¿Acaso tú fuiste de soplona con la vieja amargada esa?

Halley se pone nerviosa.

—No, no. Yo no tuve nada que ver.

Alexa se cruza de brazos.

—Eso espero —pasa a su lado, chocando su hombro con el de ella a propósito.






 Más tarde Halley toma el ascensor. Entra y poco después la puerta empieza a cerrarse, pero antes de que se cierre alguien mete la mano.

 Hunter aparece en la escena. Se para un momento en la puerta. Ella lo ve por un momento sin decir nada. Luego se queda estática, sin poder hacer o decir algo.

 Él da un paso y se introduce al ascensor. Mira de reojo a Halley, para después presionar los botones del elevador, el cual comienza a descender.

Ella se mantiene en silencio y evitando el contacto visual. Abrazaba sus libros contra su pecho.

Él mira hacia el espejo del elevador y comienza a acomodarse el cuello de su camisa.

—No se te van a perder.

Halley levanta la mirada, luciendo confundida.

—¿Qué?

Hunter señala hacia los libros. Halley no dice nada.

 Él se da la vuelta y se acerca a ella, poniéndola nerviosa. Después toma su libro de biología y lo observa.

—Esta cosa me recuerda a algo.

—Si es lo del informe, yo lo haré.

Hunter levanta una ceja. Luego toca el botón de detener el ascensor, el cual se detiene.

Halley por poco pierde el equilibrio. Él se le acerca, haciéndola retroceder intimidada.

 —¿Estás diciendo que soy un bruto que no puede hacer nada y que por eso lo harás tú sola?  —la acorrala contra la pared— ¿Insinúas que soy un idiota? —Dice en un tono bajo que sonaba a amenaza.

La pobre Halley niega con la cabeza mientras todo su cuerpo tiembla.

—Yo no dije eso.

 Él la mira fijamente por un instante que parece eterno. Luego se aparta. Se dirige a los botones del ascensor, pero estos no responden.

—Perfecto. Parece que estaremos un tiempo aquí encerrados... solos.

 Halley lo mira, sintiéndose en pánico ante sus palabras. Trata de tocar los botones, pero cuando iba a hacerlo Hunter la detiene poniéndose delante de ella. Ella se aparta rápidamente y se va a la esquina contraria del elevador. Él se truena los dedos y el cuello.

—Ya que estaremos un buen rato aquí es mejor ponernos... Cómodos.

 Comienza a quitarse el saco del uniforme, procediendo a desabotonar su camisa lentamente mientras mantiene la vista fija en Halley. Ella se pone roja de la cabeza a los pies.

—¿Qué estás haciendo? —dice escondiendo la mirada.

 Él se quita la camisa, quedando con su pecho desnudo. Ella se impacta, ya que ella nunca había tenido tan cerca a alguien de ese modo. En su vida tranquila como una niña buena no había tenido muchachos con el pecho desnudo tan cerca de ella. Aquello la ponía extremadamente nerviosa, y más por quién era el que estaba haciendo aquello. Hunter, el chico que desde que ella llegó al internado solo oyó hablar cosas malas de él. Hunter, aquel que a simple vista se veía que no tenía ni una pizca de chico bueno, sino todo lo contrario.

—¿Por qué haces eso? —dice mirando nerviosa hacia la pared del elevador.

— ¿Qué tiene? —responde él cínicamente.

—¡Eso! ¡Quitarte la ropa!

 Él se acerca a ella, hasta quedar a escasos centímetros de distancia. Cuando está cerca de Halley, nota que ella estaba muy nerviosa. La mira detenidamente, para después esbozar una sonrisa cínica.

 Habiéndose divertido lo suficiente, toca el botón del ascensor, el cual nunca se había dañado realmente. Las puertas del sitio se abren en ese instante.

 Una de las monjas de la capilla del internado, quien pasaba en ese instante, se detiene al ver la escena dentro de la cabina.

—¡Ave María purísima! —dice la religiosa agrandando los ojos y persignándose.

 Hunter aún estaba sin camisa, y muy cerca de Halley. Esta se da la vuelta y mira a la monja, estando anonadada.

La monja continúa alarmada por lo que ve.

—¡Por los clavos de Cristo, nuestro Señor! ¿Se puede saber qué hacen ustedes dos?

 Halley se aparta rápidamente de Hunter. Acomoda su cabello nerviosamente, muy al contrario de Hunter, quien se agacha despreocupadamente a recoger sus ropas.

—Yo... le puedo explicar—Responde ella.

 —Lo siento mucho, pero no puedo pasar esto por alto. Me tendrán que acompañar los dos a la dirección.

 Halley acomoda sus gafas, y con la vista en el suelo sale del elevador. Hunter la sigue, pero la monja lo detiene.

—¿A dónde vas así, muchachito? Vístete primero.

Él se empieza a poner la camisa.

Momentos después los dos están reunidos con la madre de Jacob, la directora Parker.

Halley estaba sentada frente al escritorio mientras Hunter permanecía recostado en la pared.

La directora los regaña a ambos.

 —Es inadmisible esto. ¿Qué hacían los dos encerrados en el elevador, y en esa situación tan comprometedora?

La pobre Halley estaba tan apenada que agachaba la mirada.

—El elevador se detuvo.

 —Eso no explica y mucho menos justifica el hecho de que usted, señor Hayes, estuviese sin camisa.

—Hacía calor —responde él despreocupadamente.

La directora pone los ojos en blanco.

— Como directora del internado Santa Teresa no puedo pasar por alto cosas así —mira a Halley—. Señorita Roosevelt, su expediente es impecable en cuanto a conducta y desempeño escolar, por ello me dolería dañarlo.

Halley se ajusta las gafas.

La directora mira a Hunter.

 —Y en cuanto a usted, señor Hayes, ¿qué le puedo decir? —golpea el escritorio con un lápiz—Se salvan ya que tengo muchas cosas que tratar hoy. Por lo tanto, su castigo será toda una tarde en detención.

Halley agranda los ojos.

—¿Detención?

 —Sí, detención. La hermana Fátima, quien fue quien los encontró en esa situación, será quien se ocupe de velar que cumplan con ello. Pasarán la tarde con ella en la capilla.

—Tanto alboroto por una tontería —comenta Hunter desde la distancia.

La directora lo mira seriamente.

—Cuidado, a no ser que quiera un castigo más grande —les abre la puerta—. Ahora retírense.

 Halley asiente, toma sus cosas y sale. Hunter pone los ojos en blanco y después también abandona la oficina.






 En algún lugar de Oklahoma, una pareja de adultos mayores llegaba a una clínica de rehabilitación para personas que consumían sustancias ilícitas.

 Una enfermera los llevaba a una habitación, en donde se encontraba una joven. Las dos personas entran.

La mujer le habla a una chica que estaba sentada en una cama mirando hacia la nada.

 —Sarah, linda —le coloca una mano en el hombro—. Pequeña, somos nosotros, tu abuelo y tu abuela.

 Sarah, la chica, no reacciona ante eso. El hombre, de nombre Pierce Hayes, también se le acerca.

—Hemos venido a verte.

—Váyanse —dice la chica sin mirarlos—. No quiero ver a nadie.

Los abuelos se miran. Tratan de insistir.

—Cariño, solo queremos hablar contigo —dice el abuelo, Pierce.

Sarah se altera.

—No, no quiero ver a nadie —se tapa los oídos con la mano—. ¡Déjenme sola! ¡Los odio por traerme a este lugar! ¡No quiero estar aquí!

Dos enfermeros entran apresuradamente. Sujetan a Sarah, quien se altera más.

—¡Suéltenme! —dice forcejeando.

 Los enfermeros le piden a la pareja de esposos que abandonen la habitación, quienes, con dolor al ver a su nieta en ese estado, lo hacen.

Momentos después se encuentran hablando con la doctora encargada de la institución.

 —Sarah tiene aún esos ataques de ansiedad. Le ocurren con menos frecuencia, pero aún le dan.

—No puedo creer que haya terminado así. Mi nieta era distinta —dice la abuela de Sarah, Leila.

—Ella consumió muchas sustancias tóxicas en un periodo de tiempo muy corto —explica la doctora—. Esto creó demasiada adicción en su organismo. Por eso le está costando tanto poder librarse.

—Pero se va a curar, ¿verdad? —pregunta Pierce con preocupación.

 —Si sigue con el tratamiento, lo hará. Créanme que hacemos todo lo que está en nuestras manos.

—Por favor, no se detengan hasta que ella se haya curado.

Poco después la pareja sale de la clínica. La mujer solloza.

 —Somos malos abuelos. Antes de que nuestra hija muriera le prometimos que cuidaríamos bien de sus hijos, pero no lo hicimos.

El hombre la abraza y le besa la cabeza.






Luego de las clases, Halley va a la capilla. La monja la observa.

—¿Cómo te llamas?

—Halley.

—Bueno, sígueme, Halley.

Halley camina tras la religiosa.

 —Escúchame, lo que pasó en el elevador no estuvo bien. Este es un colegio católico. Tenemos ciertas reglas que cumplir.

—Le juro que yo no quería. La verdad, no es lo que piensa.

 —Mentir es malo. Estabas encerrada con un muchacho, quien estaba sin camisa. Además, ya la directora mandó a revisar y supo que el ascensor no estaba dañado, sino que fue detenido a propósito.

Halley intenta defenderse.

—Pero... —suspira.

—Por cierto, ¿en dónde está él?

—No tengo idea.

—Bueno, por mientras ve a rezar diez padres nuestros.

Halley asiente y va hacia una de las bancas. Se agacha frente a una cruz y empieza a rezar.

 La monja se va hacia el campanario. Halley continúa rezando, sin notar que tras de ella alguien llegaba y se sentaba en la banca de atrás, observándola.

 Luego de unos minutos, termina de rezar, se persigna y se pone de pie. Al darse la vuelta ve a Hunter, lo que la hace sobresaltarse.

—¿Qué haces aquí?

Hunter arquea una ceja.

—¿Olvidas que también me castigaron?

 Ella lo mira sin decir nada. Él coloca sus manos tras su cuello y cierra los ojos. Luego levanta las piernas y las pone sobre el espaldar de la silla que estaba delante de él. Aquello irrita un poco a Halley.

—Pareces muy tranquilo con esto, como si no fuera grave.

—Es solo un castigo. No es el fin del mundo.

—Pues a mí nunca en mi vida me habían castigado.

Hunter abre los ojos.

—Siempre hay una primera vez para todo —observa a Halley de arriba a abajo—. ¿No lo crees?

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