Anhelo

By NAE_JAZ_97

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"Anhelo", guarda para desatar una tormenta de emociones que solo se intensifica después de haber recorrido la... More

♠️ PERSONAJES ♠️
♠️ Nota de Autora ♠️
PARTE 3
PREFACIO
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Extra: Konexiõ
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22 parte I
Capítulo 22 parte II
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 26 parte I
Capítulo 26 parte II
Capítulo 27
Capítulo 28
Extra: Pasado.
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34 parte I
Extra: LOVE YOU LIKE A LOVE SONG
Capítulo 34 parte II
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
PARTE 4
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45 parte I
Capítulo 45 parte II
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60 parte I
Capítulo 60 parte II
EXTRA: COME AND SAVE ME
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65 parte I
Capítulo 65 parte II
Capítulo 66
Capítulo 67

Capítulo 25

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By NAE_JAZ_97

—Su alteza ¿La están tratando bien? —pregunto haciendo que Narel voltee a mirarme.

—Sí señor Hoffmann, Viktor está siendo un buen empleado. —dice tensándome por escucharla llamarme "señor" pero haciendo que el coreano se ria.

—Es un placer complacerla su majestad. —agrega el coreano haciendo una reverencia, como ya lo suponía mi hija no tardaría en tenerlos a todos de rodillas dispuestos a servirle, sonrío ya que si ahora la adoran cuando se muestre como es la van a idolatrar.

—¿Me acompaña? —le pido y asiente bajándose de la silla con ayuda del coreano.

—Le dire al señor empleado que te mande la lista con el equipo que voy a necesitar, nada de esto me sirve. —le dice y Viktor asiente.

—Todo estará aquí cuando regrese su alteza. —le asegura volviéndose a inclinar.

Narel me extiende la mano y se la tomo, odio tener que fingir que no es mi hija, si por mí fuera le habría reunido a todos mis hombres y ella los hubiera encontrado de rodillas ante ella, pero trato de ir al tiempo de Alena, de no presionarla a pesar de las ganas que tengo de que libere a ese fénix que tanto me enloquece.

Camino con Narel, la niñera y la jaguar avanzando hasta el elevador, hombres que me encuentro hombres que me bajan la cabeza, ninguno se atreve a mirarla sabiendo perfectamente que no son dignos.

—Te quedas aquí. —le ordeno a la africana y asiente cuadrándose.

Bajo con Narel hasta llegar a mis calabozos, los gritos de las ratas no sé hacen esperar, determino a Narel pero esta solo sonríe ignorándolos, caminando como si caminara en un parque de diversiones.

—¿Esta es la madriguera de ratas? —me pregunta mirándome con ese brillo en los ojos, ese brillo que le vi la primera vez que la vi, sabiéndome perfectamente que nació con el instinto asesino, viendo el sadismo en cada gesto infantil que hace.

—Guarden silencio que me desesperan. —ordena imponiéndose a la ratas que se callan al oírla, soltando solo pequeños sollozos, algunas quienes se encuentran fuera de sus jaulas se abrazan las rodillas conforme ella pasa.

—Lo prometido es deuda su alteza. —le digo llegando donde están siendo azotadas las sumisas, ella las mira y les sonríe ladinamente, burlándose de ellas, el ego se me dispara cuando veo como sus ojos se expanden a la hora en que mis hombres le muestran las espaldas destrozadas, la carne les cuelga dejando ver el rojo vivo.

—¿Estas son las ratas que se te acercaron? —me pregunta y asiento.

—Prometí que usted misma le sacaría los ojos su alteza. —le digo y salta emocionada, veo el carmín en sus mejillas, adorando la sonrisa de su madre en ella.

El esclavo se aproxima con una reverencia, sosteniendo en sus manos una caja tallada meticulosamente en madera de sequoia, abre el cofre ante ella, haciendo que los ojos de mi hija se expandan al ver la deslumbrante creación que descansa en su interior.

La daga es una obra maestra, una exquisita pieza de arte en sí misma. Su hoja dorada brilla con intensidad como si estuviera imbuida de la esencia misma del sol. Una profusión de diamantes y esmeraldas adorna su empuñadura, parpadeando con un fulgor hipnotizante a medida que los reflejos de las gemas juegan con la luz.

A pesar de su opulencia, la daga es increíblemente ligera en las manos de su destinataria la cual la toma como si supiera exactamente qué puede hacer con ella, la mira girándola, detallando desde la curvatura elegante de la hoja hasta la ornamentación de las gemas volviendose una compañera perfecta para quien está destinada a portarla.

—¿Le gusta?

—Si papi. —confiesa y todos la miran al escucharla, Narel se da cuenta y se lleva la mano a la boca.

—Descuide se alteza que nadie aquí hablara. —le confieso tomando su mano acercándome a la primera rata.

—¡Amo piedad! —suelta entre balbuceos.

—Callate. —le dice mi hija mirándola mal. —Haces que me duelan mis oídos. —le suelta haciendo que la sumisa comience a temblar.

—Aún estás muy pequeña para cortar la carne humana, pero aquí, —tomo su mano con la daga colocándola en uno de los ojos de la sumisa quien es sometida por los esclavos para que no sé mueva. —Puedes enterrarla sin lastimarte. —le muestro encajando la daga en el ojo de la sumisa quien grita presa del dolor pero Narel no sé inmuta, abre su boquita sorprendida moviendo la daga en círculos jalándola de tirón arrancando el ojo.

—Nina —llama a su jaguar, toma el ojo mirándolo como si fuera una joya preciosa y se lo arroja —Essen. —le ordena en alemán y la jaguar comienza a masticar el ojo.

(Essen — Come)

—Ahora yo sola. —me dice y asiento. —No te muevas que un solo ojo no es suficiente para llenar a Nina. —le ordena con su voz infantil, la miro y despues me concentro en los esclavos dándome cuenta de que a pesar de su edad y su tamaño logra infundir un miedo atroz.

—Mira papi asi, no dañas tanto el ojo —me muestra y no puedo evitar una carcajada cuando la miro introducir la daga lentamente, causando más dolor en la rata que sigue llorando, se le nota el hueco de lo otro ojo pero mi hija no sé intimida, al contrario, disfruta de esto.

Me yergo cuando un escalofrío me recorre, dándome cuenta de que su madre parió una bestia mil veces peor que yo, una combinación de mi sadismo con la fatalidad de su madre, un ser completamente extraordinario, la veo sacar de nuevo el ojo, esta vez con algunos nervios, lo toma y se lo lanza a la cachorra quien lo devora en segundos.

—La lengua. —le pide al esclavo que no puede ni mirarla, asiente tomando la pinza sacando la lengua de la rata, Narel coloca la daga y ejerciendo más fuerza la arranca, arrogándosela al jaguar. —Eso te pasa por tocar lo que no te pertenece, papi es de mami y mío. —sigue y sin yo verlo venir le clava la daga en cuello, la sangre le salpica el rostro me acerco inclinándome para ver que su mano esté bien, pero lo está, está en perfectas condiciones.

La miro y esta se pone a reír, llenándome por completo el alma, su risa es angelical, una risa que contagia y hace que todos se rian con ella.

—Me gusta. —dice y asiento, yo maté hasta los 23 porque a diferencia de ella, tuve quien me controlara, pero yo no pienso hacer lo mismo con ella, quiero que sea fuerte, imparable, que teman y veneren el piso por el que camine, que nadie sea capaz de lastimármela, que sea igual de letal que su madre.

Me siento dejando que haga lo mismo con las otras dos con quienes practica perfeccionando sus movimientos logrando esta vez más precisión.

—Saquen los pulmones y los corazones para llevárselos a As. —dicta y los esclavos asienten, se acercan partiendo el cuerpo de las sumisas, me acerco a ella inclinándome a que sienta los órganos aún calientes.

—¿Sientes la diferencia? —le pregunto y asiente estrujando el corazón de la sumisa, lo toma y con ayudá de su daga lo arranca del pecho, la jaguar ruge y ella le regresa el rugido mostrando sus dientes, se lo arroja y la cachorra lo destroza en segundos.

—Aún me falta los ojos de ese señor. —me dice y asiento.

—De ese señor se encargará mami. —le digo y sonríe emocionada.

—¿Crees que me deje sacarle los ojos también? —pregunta y asiento, pero eso será hasta después que me canse de él.

La tomo levantándola, salimos por una compuerta secreta la cual sube directamente a las habitaciones, Alena no puede ver bañada en sangre a Narel, no aún, así que me encargo de ella, aseándola, mandando a Max por ropa para cambiarla.

Minutos después llega junto a Inés, esta se acerca a mi hija entregándole la ropa no sin antes ver la sangre en su antiguo vestido.

—Señorita ¿Está bien? —pregunta y Narel asiente bostezando, ya que el baño la canso.

—Quiero dormir un rato ¿Puedo?

—Claro, el señor empleado la llevará a mis aposentos, mientras iré por tu madre.

—Vale —me dice dejando que Inés la levante. —¡Papi! —me llama cuando estoy a punto de salir. —Gracias me divertí mucho.

—De nada su alteza.

—Dímelo.

—Te amo.

Me doy la vuelta avanzando por los pasillos escuchando jadeos en los mismos, logro reconocer una voz, con eso me basta para callarle la boca a la entrometida de Valeria.

El corazón me retumba con fuerza, los ojos me arden cuando los archivos se despliegan ante mí, no sé ni donde mirar, ya que son demasiados, le doy clic al primero encontrándome con un reportaje en cuál se describe a lujo de detalle la masacre que sucedió en el psiquiátrico en Pensilvania, las imágenes grotescas inundan mi mente pero por más que deseo apartar los ojos no puedo.

Más de 300 vidas fueron masacradas, sin contar las 200 muertes externas, sigo leyendo y en el reportaje describen a la autora como un ser sádico y sin piedad, un fénix que arrasa con todo a su paso, la describen como un monstruo, un jinete del apocalipsis, alguien quien es capaz de traer el infierno a la tierra.

«Alena Russell»

Repaso mi nombre una y otra vez, como si quisiera que las letras cambiaran, la sien me comienza a palpitar, estallando cuando llego a un video, uno que no sabía que había sido tomado, en ese video se me muestra matando a una mujer desnucándola, a pesar de estarme viendo no me reconozco, suelto una expresión de asombro cuando me veo matar a sangre fría a los hombres que tratan de someterme, disparo con precisión al entrecejo de cada uno y cuando me quedo sin armas peleo cuerpo a cuerpo contra cada uno de ellos. «¡No, no puede ser verdad!», suelto negándome a la realidad.

Mis dedos se mueven solos poniendo el siguiente video el cual me muestra piloteando un avión.

"Sabes soñé que era yo quien lo piloteaba, siendo como esta Natasha Romanoff" El recuerdo de ese día en el que desperté confundida me avasalla, la sangre me empieza a hervir como nunca antes, la mente no me da tregua trayendo fragmentos de lo sucedido logrando que la cabeza se me quiera partir a la mitad por eso.

«¡Dios no!»

Suelto al verme pelear con Alexander bajo la lluvia, peleando cuerpo a cuerpo con él, la mirada que tengo no muestra ninguna expresión, lo estoy atacando a matar, cada golpe que le propino lo siento como si me lo estuviera dando a mí, veo como él en ningún momento me ataca, sus hombres no me hacen daño.

Me veo convertida en un monstruo, en un ser que no tiene control, las nauseas me avasallan cuando miro como le encajo el cuchillo en el hombro, como me pongo a pelear con Jared, el cual trata de someterme.

Alex me sujeta logrando que Jared mi inyecte dejándome inconsciente, sigo mirando, adelantando las escenas que no puedo ver, al saber que queme gente viva, al ver las imágenes de los cuerpos incinerados.

«¡Basta!» Suplico cuando no puedo más con el dolor, verme encerrada, ver como Alex se la paso la mayor parte ebrio, verme gritarle, maldecirlo, verme diciéndole de Thomas, viendo su sufrimiento me tortura de una manera que jamás creí posible.

Me sujeto la cabeza cuando siento como si me clavaran miles de dagas en la cabeza, sintiendo como si mis huesos se fracturaran, el dolor es insoportable, siento como escurre de mi nariz sangre, me aferro a mi cabeza mientras caigo al suelo, me arrastro tratando de llegar a la puerta para pedir ayuda.

—¡AHHH! ¡Basta! ¡Por favor! —grito con todas mis fuerzas poniéndome en posición fetal, sujetándome la cabeza con más fuerza, arrancándome la peluca en el proceso, las imágenes siguen sin darme tregua, siento como si algo dentro de mí quisiera salir, pero no lo dejo, no quiero ser ese monstruo, esa no soy yo.

«¡Eres tú maldita sea deja huir!»

—¡No! —grito con todas mis fuerzas, no quiero olvidarlo de nuevo, no quiero que salga para lastimármelo, no quiero olvidarme de que lo amo, ni de que tuve una hija con él.

«¡Eres el fénix! ¡Eres esa abominación que el mundo teme!»

—¡No, no lo soy! —grito sintiendo que estoy a punto de enloquecer.

—¡Alena! —escucho la voz de Alexander, lo siento rodearme. —¡¿Qué pasa?! —me pregunta, trato de incorporarme para verlo pero eso solo prolonga mi dolor, no puedo verlo, no después de todo lo que le echo pasar, yo lo convertí en esto, ese monstruo que asesina por mi culpa, el antes de mí estaba bien, antes de conocerme, de conocer mi lado oscuro, me levanto tratando de alejarme pero me es imposible el dolor me doblega dejándome en cuatro mientras lo miro, viendo al hombre que más me ama en este mundo completamente en shock.

—Haz que pare, haz que se detenga. —suplico sintiendo un dolor inimaginable, empiezo escuchar un maldito silbido, un silbido que quiere arrastrarme, todo el cuarto se cierne ante mí, las imágenes de la bodega, de mí partiendo hombres a la mitad, de las viseras, de los chillidos me estan arrastrando —Quiere salir. —le suelto con los ojos llenos de lágrimas, veo como mancho el suelo por el carmín de mi sangre.

—Dejala salir Alena. —me dice y niego, se que lo voy a olvidar, que apenas ella salga no volveré a ser la misma, y tengo miedo de lastimarlo, de lastimar a mi hija.

—No quiero olvidarlos. —le digo aferrándome a su camisa, retorciéndome, gritando cuando las imágenes siguen reproduciéndose en HD, mi vida entera se reproduce ante mis ojos pero es solo un destello ya no logro reconocer nada.

"¡No por favor, no! ¡Vasilisa te lo suplico! ¡No, mi hijo no!" "¡Por favor! Lo siento, siento mucho todo esto, por favor mi hijo no"

—¡AHHHHH! —grito completamente desesperada, perdiendo el control de mi cuerpo sintiendo que estoy perdiendo la razón, observándome en es cloaca, viendo como me sacan a mi bebé del vientre. —¡Alex! Por favor, haz que pare que se detenga, por favor mi amor. —le suplico, su rostro está paliado, veo que no sabe qué hacer.

—Bambi dejala ser. —sigue y niego.

—¡No! No te voy a recordar, ella no te va a recordar, no voy a recordar a Narel amor. —le explico, se que ella saldrá y yo me perderé, lo que soy ahora, lo que siento por él dejara de ser y no quiero, no puedo lastimarlo de nuevo.

—Tú no me vas a olvidar. —asegura pero sigo negando aferrándome a la manga de su saco, mientras me entierro las uñas en el cuero cabelludo.

—Lo haré, si ella sale lo haré mi amor, tomame. —le pido desesperada haciendo que mire confundido. —¡Alex tomame! —le grito y el maldice tomándome las manos ciñéndose sobre mí, me somete apoderándose de mis labios, besándome con firmeza.

Lo recibo mordiendo sus labios, abriéndole el labio pero no le importa sigue besándome con furia, con vehemencia, su lengua se abre paso dentro de mi boca, consumiéndome con este beso cargado de impotencia.

—No me vas a olvidar Alena. —me dice dejando una estela de besos por mi cuello arrancándome el vestido, enrojeciendo mi piel, toma las bragas y las jala de un solo tirón. —No la vas a olvidar a ella. —sigue completamente enloquecido, siento su miedo, su impotencia, escucho el cierre de su pantalón y sin juego previo se funde en mí ensartándomela de un tirón.

Me bombea con firmeza mientras devora mis pechos, mis cuerpo se enciende y como si sus embestidas fueran anestesia siento como el dolor se disipa, como la lava me enciende, me zafo enterrándole las uñas en el camisa, jadeado con descaro sobre su boca mientras mis tacones se entierran en sus glúteos.

Lo miro mientras sigue sin darme un segundo para pensar, la polla se engorda dentro de mí palpitando, siento los relieves de las venas, el capullo me golpea mi cérvix, Alex me toma del cuello con fuerza, soltando lamidas en mi clavícula, mordiendo mis pechos, chupando y succionando a su antojo.

—Mirame, mirame y que no sé te olvide nunca quién es tu dueño —sigue tomándome de los glúteos levantándome del piso como una muñeca de trapo, me carga subiéndome y bajándome sobre su polla.

—¡Ahh! ¡Nunca! —jadeo sobre su boca mientras sigo mirándolo, le rompo la camisa de un solo tirón, y me inclino a besar sus pectorales, chupando y mordiendo todo a mi paso, tira todas las cosas de su escritorio colocándome boca abajo, lleva mis manos a mi espalda y comienza a follarme como un poseso. —¡Mierda! Sí. —jadeo sintiendo como mis pechos se refriegan con la madera, su gemidos guturales me erizan la piel, me suelta varias nalgadas mientras me repite que soy suya, su mujer.

—¡Tu coño me está matando Hexe! —suelta mientras acomete sin piedad, las embestidas me nublan la mente, disipando cualquier rastro de dolor que pudiera quedar, mi cuerpo comienza sudar, sintiendo como el sudor baja por mi espalda.

Alex me toma del cabello haciendo un semi recogido jalándome hacia atrás, me sujeta con firmeza las caderas dejando mis manos libres, las cuales llevo a la orilla del escritorio sujetándome con fuerza.

—¡Alex te quiero atrás! —jadeo aferrándome a la madera, el placer me saca gemidos que no controlo y sin saber qué mierda, me introduce algo por detrás, suelto un gemido al sentir el frio metal. —¡Oh joder sí! ¡Más! Alexander más. —gimo sintiendo como soy penetrada por los dos orificios, su polla sigue tocando mi punto g, medio me levanta prendiéndose de mis pechos, estrujándolos mientras sigue con las embestidas, me da la vuelta sacando el frio metal, abre mis piernas y ambos vemos como mi coño se expande cada que la polla sube y baja, gimo abriendo la boca, y Alexander aprovecha para escupirme mientras me dice que soy su puta, y eso me enciende como un maldito volcán en erupción.

Convirtiéndome en esa ninfómana en llamas la cual está siendo follada por el amor de mi vida, Alexander jadea sobre mis labios, araño su pecho enterrándole las uñas, sigo apretando y soltando la pelvis, siento como le abro la piel pero no sé queja ni disminuye la velocidad, sigue bombeándome sin control.

Ambos escuchamos como el escritorio cruje, las patas de este fallan rompiéndose, Alex alcanza a levantarme antes de irnos junto con el escritorio al suelo, ambos reímos y nos fundimos en un beso carnal, un beso lleno de lascivia, muerdo todo, chupo, lamo su boca mientras me aferro a su nuca.

—Eres una delicia nena, mi puta delicia —gime y aprieto con más fuerza su polla, sintiendo como me teletransporta a otro nivel, gozando de un inmenso placer, mi cuerpo se colisiona cuando las olas de placer me avasallan una tras otra, sin tregua, cada una acompañada de un estamos gloriosos que me ponen los ojos en blanco. —Correte para mi Bambi, bañame la polla. —jadea mientras baja la mirada viendo como le estrujo la verga con el orgasmo que arrasa conmigo y con él, ya que siento como me llena de su leche.

Lo beso fundiéndome de nuevo en sus labios mientras sigo con en ese punto de placer puro, Alex se aferra a mis glúteos mientras sigue logrando arrasarme a un segundo orgasmo casi después del otro.

Alex se deja caer en el sillón conmigo encima de él, nuestras respiraciones quedaron vueltas mierda, jadeo sobre su cuello mientas me compongo del orgasmo, medio desvío la mirada viendo con que objeto me penetro por detrás.

—¡Estás demente! —le suelto golpeando su pecho débilmente.

—Que te quejas, bien que te entro bambi. —suelta y los dos no burlamos miro la pequeña estatua completamente bañada con mis fluidos. —Mirame. —me dice tomando mi barbilla.

Lo miro idolatrando esos ojos azules por los que daría mi vida entera, él no dice nada, solo me ve el rostro, detallándome, inundando mi estómago de mariposas, se que debemos hablar, y él también pero me da mi espacio, hace mi cabello para atrás llenándome el rostro de besos. —Te amo. —me comienza dejando en jaque, ya que nunca le había salido con tanta facilidad. —Te amo tanto Alena. —reafirma y asiento abrazándolo con fuerza negándome a perderlo.

Días después...

—Alex tienes que prepararte. —le digo bajando mis manos por toda su espalda, besándolo de nuevo.

—No quiero irme. —sigue jugando con mi nariz, dándome pequeños besos, sonrío mientas acaricio sus glúteos, entierro mis uñas en ellos sacándole una sonrisa genuina.

—Ya quiero ver que le digas eso a tu hija. —le digo y bufa dejándose caer de lado.

—No eres muy considera. —suelta y me incorporo dejando un beso en su hombro mientras tomo la polla erecta en mis manos. —Ven con nosotros. —me pide y niego besando su cuello mientras lo escucho gruñir.

Llevamos días así, como suspendidos en el tiempo, disfrutándonos, él no me dice nada acerca de lo que paso en su oficina y yo tampoco, no puedo ni quiero conversar de eso, solo quiero fingir que soy una esposa caliente y deseosa esperando a su marido en la cama mientras él sale a trabajar.

Según un libro que leí hace unos días de Narel estoy en la primera etapa del duelo, negación, me niego a ser esa persona que vi en su computadora y se que eso es algo que lo frustra porque se que él quiere a esa mujer, quiere que salga pero no estoy muy segura a quien ama más, si a ese monstruo o a mí.

—¿Me amas? —le pregunto mordiendo su oreja, mientras sigo masturbándolo.

—Sabes que si.

—¿Cuánto?

—No existe medida para lo que siento por ti Hexe. —me dice con voz ronca colocando mi cabello detrás de mi oreja.

—¿Y me seguirías amando si ella no vuelve? —le pregunto y no sé tensa, solo siento como su pecho sube y baja por el placer que le provoco.

—No me interesa, puedes volver o no, puedes ser lo que sea Alena y nunca dejaré de amarte, de desearte y de proclamarte como mía, mi mujer. —dice basándome gruñendo sobre mis labios cuando se corre.

—Quiero otro hijo Alex. —le digo y esta abre los ojos mirándome confundido.

No sé porque pero desde ese día he sentido que algo me falta, algo que no me permite sentirme completa.

—No. —dice y me acerco a jugar con su nariz.

—Quiero otro hijo Alex. —sigo dejando pequeños besos en sus labios.

—Alena estamos a punto de entrar en guerra, no. —me dice firme y suspiro rodeando los ojos.

—¿Y? ¿No te crees con la capacidad de cuidar a tu mujer embarazada de tu hijo? —le pregunto dejando pequeñas mordidas sobre su mentón.

—Sí, pero no y ese es un tema que no pienso discutir. —me dice levantados.

—¿Por qué? ¿No quieres verme embarazada? Dejame decirte que me veía fabulosa. —sigo quedándome de rodillas sobre la cama mientras lo veo de arriba abajo, viendo ese cuerpo que se carga el condenado.

—No Alena, no haría nada para lastimarla y sabes que un hermano no lo aceptaría. —me dice y entiendo porque no quiere.

«Narel» Por ella se niega pero lo necesito, necesito ese algo que me falta y no me permite ser completamente feliz.

—Claro que querría, seria su hermanito o hermanita.

—Aja ¿Porque no le preguntas? —me dice y me tenso. —¿Quieres que vaya por ella?

—¡No! —le digo sintiendo como un nudo se forma en mi garganta, no he podido mirarla, ni estar cerca de ella, temo que me convierta en ese monstruo y le haga daño, la vergüenza de lo que soy no me deja ni mirar a mi hija a los ojos, no puedo.

—No puedes seguir huyendo de ella Alena, te extraña. —me dice y niego.

—Aún no. —le pido y asiente, suspira pero me sonríe acercándose, no me juzga, no me odia, me abraza llenándome el rostro de besos, besándome de forma lenta.

—Bien, trataré de volver temprano. —me dice y asiento sonriéndole de vuelta.

—Estaré aquí, esperándote. —le digo mientras acaricia mi rostro con sus nudillos.

—Dímelo.

—Te amo. —le digo y noto esa chispa que suelta cada que le confieso lo que siento, se separa de mí y se va al baño a arreglarse, yo por mi parte salgo al balcón, observando la ciudad, esa hora azul cuando no es de día ni de noche, sintiendo el fresco del aire colarse por cada poro de mi piel, recordando su poema y esa época en la que mi mayor problema era que la universidad no sé enterara de nuestra relación.

Minutos después su perfume se cuela por mi nariz, lo siento acercarse, me abraza dejándome un beso en el hombro, me susurra que me ama y se retira, espero hasta que pasan algunos minutos, bajo mi mirada viendo como ellos dos salen en Karlmann del edificio.

Esa es mi señal de cada día que me indica que puedo salir, entro al baño a asearme, viendo de donde Narel saco la perfección, ya que pareciera que Alex no sé aseo hace un momento aquí, a diferencia de mí que siempre dejo un rastro, me tomo mi tiempo disfrutando del baño, salgo colocándome un juego de lencería negro, me coloco las medias de encaje pero antes de ponerme el vestido me tomo una foto mandándosela.

Yo: ¿Cómo se me ve? ¿Te gusta?

Mi marido: Voy a partirte ese coño.

Siento las mariposas, las mejillas me arden, me muerdo el labio saltando de la emoción.

Yo: ¿Premio o premio? 😏🙄 Te espero ansiosa, amo.

Mi marido: Verdammte Hexe

Sonrío poniéndome el vestido morado, a pesar de estar aquí y que nadie me vea quiero sentirme bonita, así que también me maquillo un poco. Salgo y yéndome a donde me la paso la mayor parte de mi día que es la oficina de Alexander.

Al entrar cierro la puerta, me sirvo mi desayuno habitual el cual es una copa de coñac mientras enciendo la computadora, colocando los videos de la clínica, viendo esos videos en los que sufrí pensando que Alexander amaba a otra, en los que me convertí en arma, viendo el video que me muestra como procreamos a Narel, siempre me pregunte la fecha exacta de su concepción pero no fue hasta que vi el video que lo supe.

Me obligo todos los días a mirarlos, tratando de recordar pero no hay nada, mi mente está en blanco, sigo viendo como fui secuestrada, viendo los videos del acuario donde pelee con el africano, las manos me hormiguean, la ansiedad quiere ganarme, pero no sé lo permito, no dejaré que me gobiernen, ahora se dé lo que soy capaz y consciente de que puedo evitarlo, evitaré a toda costa que esa persona salga.

«Sigues diciendo "Esa persona" Como si no fuéramos la misma, mientras más rápido aceptes que soy tú, más rápido podremos capturar a esos hijos de puta»

He aprendido a no escucharla, no la voy a escuchar. «Jodete»

Sonrío y levanto la copa de coñac en su honor, bebo lo que resta y me levanto regresándome al escritorio cuando escucho mi celular.

—Bueno. —hablo.

—Señorita Elena. —me tenso cuando escucho la voz de la asistonta, pensaba que ya estaba en el otro mundo, que había muerto debido a que le exploto la vejiga, de inanición o mínimo de deshidratación.

«¿Y según dices que no soy tú? Ha, síguete mintiendo»

—¿Qué quieres?

—No he logrado contactar al señor Hoffmann, supuse que usted podría, la señorita Melinda está aquí, es importante que el señor se aparezca. —me confiesa con cierto temor, la sangre se me dispara al escuchar ese nombre.

—Dile que saque una cita para el 30 de febrero. —le suelto y sonríe.

—¡De que te ríes estúpida! —escucho el grito por el altavoz. —¿Es el? Si es pasámelo, dile que tenemos algo importante que tratar, que es algo que le cambiara su vida. —dice logrando que el estomago se me revuelva.

—¿Qué le digo Elena? —me pregunta Agatha y miro la hora en mi teléfono.

—Dile que Alexander la vera en cuatro horas. —suelto colgando la llamada, sea lo que sea ni loca dejo que Alexander se reúna con esa mujer.

—Entendido. —dice colgando la llamada, camino hacia mi recámara sin prisa, ya que no va a venir una aparecida a apresurarme, me coloco la peluca y tomo mi cartera bajando al estacionamiento donde tomo mi Bugatti.

—Hexe, llevame al centro comercial Hoffmann.

—A la orden señora Hoffmann.

Bajo del auto encaminándome al centro comercial, donde al llegar y como si supieran uno de los empleados me recibe.

—Bienvenida. —me dice y lo miro extrañada. —El señor Hoffmann aviso que vendría señorita. —agrega al ver mi conjunción.

«A ese hombre no sé le pasa ninguna»

Saco el celular cuando este me vibra, sonriendo como tonta al leer el mensaje.

Mi marido: Disfruta la compras.

Yo: ¿Cuánto puedo gastar?

Mi marido: Lo que desees.

Yo: Es usted muy generoso señor Hoffmann.

Mi marido: 2 y contando.

Niego guardando el celular, ingreso al centro comercial donde me percato que el lugar está vacío, todos los empleados se encuentra afuera de la tienda y apenas ingreso me saludan bajando la cabeza.

—¿A qué tienda desea ingresar señorita?

—Channel —respondo avanzando seguida del hombre que me recibió, entramos a la tienda donde la gerente se me acerca, me entrega una compa de champán y me indica donde sentarme.

—Seré breve, quiero un vestido blanco, que sea liso y no tenga ningún estampado.

—Enseguida. —se despide solo para llegar con el vestido perfecto. —¿Qué le parece? Es un diseño único en el mundo, con un valor de 42,000 dólares.

—Lo quiero.

Me levanto y lo tomo yéndome al vestidor a probármelo, sonriendo ya que se ajusta como una segunda piel a mi cuerpo por lo que no tendré que arreglarlo de nada.

—¿Y? ¿Cómo luzco? —les pregunto a los empleados del lugar pero quienes por alguna razón no levantan la mirada.

—Hermosa señorita. —dice la mujer y le sonrió. —Ese vestido queda perfecto con estos, al igual que el vestido solo existe un par en el mundo, están hechos de diamantes de 24 quilates, cuestan 500 mil dólares. —me dice enseñándome unos tacones hermosos, descubiertos, me siento y ella se inclina.

—Espera.

—Déjeme atenderla señorita. —me dice y no me queda de otra, me coloca los tacones, los cuales rodean mis pantorrillas. —Divinos como usted. —me halaga y le sonrío.

Salgo del lugar yéndome hacia la joyería del centro, al entrar los empleados ya tienen varias joyas afuera, miro cada una pero por más que las observo ninguna me llama la atención, suelto una mueca de disgusto, ya que no siento que ninguna diga mi nombre.

—¿Algo más? —cuestiono y niegan, suspiro tomando una gargantilla de diamantes al no quedarme de otra, se la entrego al hombre mientras me encamino al salón de belleza donde hago que me recojan el cabello y me maquillen, la señoritas no solo hacen eso, sino que me decoran las uñas de las manos y los pies, esto me toma unos cuarenta minutos al salir no puedo ni reconocerme, luzco hermosa, imagino la expresión de Alexander al verme así y las mejillas se me encienden intensificando el rubor en mi rostro.

El deseo de quitarme la peluca y dejar mis rizos se impone pero contengo las ganas, él será el único que me vea sin peluca, camino hacia la entrada convencida de que ya nada me falta.

—Señora Elena. —volteo cuando Max se aproxima a mi lado, le sonrío, sabiendo quién lo mando, Alexander puede ponerse celoso de él pero sabe que es el hombre más leal que tiene, que con él estoy segura, ya que se que Maxi daría su vida sin dudar ya sea por mí o por Narel.

—¿Cómo luzco? —le pregunto y mira hacia arriba como si estuviese siendo vigilado. —Descuida que no creo que sea un Dios para estar en todos lados.

—Lo es. —me dice y niego percatándome de algo, miro las cámaras del lugar mandándole un beso y guiñándole un ojo, me doy la vuelta mostrándole como luzco.

Saco el celular cuando este vibra de nuevo.

Mi marido: Deja de exhibir mis cosas Alena.

Yo: Las estoy exhibiendo a su dueño ¿No te gusta como luzco?

Mi marido: Tu insolencia me tiene duro Hexe.

Yo: Mmmm rico 🤤

Mi marido: Te voy a partir.

Yo: Lo estoy hacinado mi amor 🙄

Guardo el teléfono sintiendo como un escalofrío me recorre el cuerpo, se que no puede venir, Narel piensa que me dio gripe y que si no me acerco a ella es porque no quiero enfermarla, por eso juego con él, ya que no saldrá de la organización hasta que Narel termine lo que tenga planeado para hoy.

—Mando esto para usted. —suelta Max sacando una caja de terciopelo negra, la abre mostrándome el juego de joyas más impresionante que mis ojos hayan visto, con formado por: Collar, aretes, pulsera y anillo.

—¿Son esmeraldas? —señalo las piedras verdes que centellean preciosamente.

—Son diamantes verdes de 41 quilates. —responde Max.

Sonrío emocionada, tomo el collar para verlo mejor y quedo fascinada, esto sin duda dice Alena por todas partes.

—¿Me lo pones? —le pregunto y se aclara la garganta.

—Alena a veces pienso que te caigo mal. —me dice en voz baja llamando a una empleada quien se acerca, no puede disimular la sonrisa cuando ve la joya, y la entiendo, las mujeres nacimos con esta debilidad.

Me quita la gargantilla de diamantes y me coloca el collar, mientas me pongo el anillo y la pulsera, seguido de los aretes.

—Tome señorita. —me extiende la gargantilla.

—Quedátela. —le digo y expande los ojos.

—Muchas gracias. —dice sonriendo, salgo del centro comercial entrando a mi auto, se que Max me va a seguir por lo que acelero antes de que arruine todo y le diga a Alex con quien me voy a encontrar.

—¡¿Dónde está?! Ya pasaron más de 20 minutos. —salgo del elevador escuchando los gritos de la mujer, sus hombres se dan la vuelta apenas me ven enfocándose en mí.

—Baja la voz que no estás en un mercado. —suelto viéndola de arriba abajo, sintiendo un fuerte ardor en mi estómago, ya que me esperaba un miss universo o algo parecido no está insignificancia.

—¿Tú quién eres? —me cuestiona cruzándose de brazos, trata de sonar segura pero el que la ceja le tiemble me dice que para nada se esperaba que alguien como yo apareciera.

—La novia de Alexander ¿Y tú? —cuestiono con una sonrisa, la sumisa se tensa al escucharme decir eso pero sigue con la cabeza baja.

—¿Qué? —pregunta la rubia con la voz temblándole. —No...yo soy su novia, su prometida. —aclara haciendo que la saliva se me amargue.

—Pues no te veo el anillo querida, ni la clase, ni mucho menos su tipo. —le digo acercándome, sus guardias se paran enfrente de ella, son altos por lo que no puedo verla por un momento. —Quíntense. —ordeno pero no obedecen, no hasta que la rubia los hace un lado.

—¿Clase? ¿Si sabes quién soy? ¿Quién es mi padre? En mil años tendrías lo que yo tengo, así que no sé te ocurra querer rebajarme, que tú y yo no somos iguales. —me suelta y tenso mi mandíbula.

—Claro que no, tú eres una ex...—suelto levantando una ceja burlándome en su cara. —Sumisa, yo soy la dueña de su corazón, claro que no somos iguales. —termino. —Así que puedes tomar tu clase, el dinero de tu papi y largarte por donde viniste, que a mi empresa no vuelves a entrar, y mucho menos vuelves a encontrarte con mi hombre. ¿Te queda claro?

—¡A mí no me vas a venir a imponer nada golfa! —grita, los ojos le saltan, la sien se le dispara. —¡El no es tuyo, es mío, que te lo diga ella! ¡Es mío y ahora más que le daré a su primogénito! —confiesa tomándose el vientre haciendo que mi mundo entero se colapse ante su revelación.

No puedo oír, por un momento mi mente se queda en blanco, siento como los ojos me arden, el pecho se me comprime y la respiración se me corta.

«No, todo menos eso, ¡Dios no!»

«¡Dejate de pendejas! ¡Es tuyo! ¡Tu hombre, tu esposo! ¡Deja de lloriquear y dejale claro quién manda! ¡Importa una mierda si está embaraza, si cree la muy estúpida que tiene futuro, EL ES NUESTRO!»

Me yergo apretando la quijada.

—¡Vete, salte o te saco! —le grito de manera fría haciendo que de dos pasos para atrás, sus guardias se vuelven a interponer —¡Te vuelvo a ver y te juro que te arranco a tu bastardo y te lo coso en los ojos! ¡Largate de mi empresa! —grito enloqueciendo sintiendo como un velo rojo se apodera ante mí.

—¿Quién se cree para amenazarla así? —me pregunta un guardia sacando su arma viéndome con ira, la miro burlarse y eso termina por hacerme perder el control, con la ira corriéndome en las venas le arrebato el arma, los dos guardias son rápidos a la hora de quererme sujetar pero no lo consiguen y en menos de nada disparo a sus pechos haciendo que caigan al suelo.

Los gritos de la maldita no sé hacen esperar, me acerco a ella pero un guardia me toma del talón, le disparo a su asquerosa mano haciéndolo gritar zafándome de su agarre. —¡Soy la puta ama hijo de perra! —suelto clavándole con furia el tacón el ojo sintiendo como le perforo los sesos.

—¡Auxilio! ¡Ayúdenme! Se volvió loca. —grita la maldita pero no oigo no capto la ira de saber que la maldita posee un bastardo me ciegan, el odio hacia Alexander me inunda.

«¡Hijo de puta!»

La tomo del cabello soltándole dos cachetadas.

—¡Callate maldita zorra de mierda! ¡Callate o te juro que te vuelo los sesos! —grito tomándola, jalándola a rastras mientras algo de mí se apodera de mi cuerpo, siento como si me fusionará con algo, la ira me tiene el pecho al sien, quiero quemarla viva.

—¡Está embaraza! —grita la puta sumisa quien trata de quitármela. —¡El hijo que lleva es del amo! —sigue asiendo que todo en mi colapse de nuevo.

«¡No!»

No, antes le arranco el útero que permitir que esta maldita mujer le dé un hijo.

—¡Dejame! —le suelto pero la maldita sigue galoneándome, me arta, suelto a la maldita rubia que no para de gritar y me acerco a la sumisa, la tomo del cabello y recordando todo lo que la perra muy posiblemente le hizo a Alexander comienzo a azotar su cabeza contra el escritorio, una y otra vez. —¡Si te ordeno que me dejes me dejas puta de mierda! —suelto azotando su rostro rompiendo el cristal, la cara le queda vuelta mierda, la tomo y le rompo el cuello dejándola tirada, volteo percatándome de que la rubia se fue.

—ебаное дерьмо! —bramo en ruso, tomando el arma de uno de los guardias, bajando las escaleras corriendo.

(ебаное дерьмо!- ¡Puta mierda!)

«¡Ay que bien se siente volver!»

Sonrío, si que se siente bien, llego al lobby de la empresa, viendo a la maldita correr despavorida suplicando por ayuda.

—¡Ayúdenme! ¡Por favor, se volvió loca! Quiere matar a mi bebé. —sigue y comienzo a silbar aquella canción que no me abandona, la rubia voltea cayendo al piso, todos se quedan en silencio, siento la sangre caliente en mi rostro, sintiendo como escurre por mi cuello manchando mi hermoso vestido nuevo.

—¡Alejate! —grita gateando para atrás tratando de huir de mí, camino hacia ella y los hombres de Alexander no tardan en rodearme.

—¡Elena! —reconozco la voz, volteo y miro a Maxi. —Baja el arma. —me pide y el que lo haga me enfurece.

—¡La defiendes! —grito y niega.

—No, nunca pero no es lugar. —sigue y niego disparando al aire.

—¡No les queda claro que no deben verme! ¡Bajen sus putas armas! —suelto mirando a los guardias del edificio quienes sacaron sus armas. —¿Cuál es la ley? —pregunto a uno de los guardias.

Recita la ley y es cuando entienden quién soy, la ira sigue comprimiendo mi pecho no estaré satisfecha hasta que ese maldito que la preño no me dé la cara así que me acerco tomándola de nuevo del cabello sacándola arrastras, no quiero escucharla en el camino por lo que le quito la camisa amordazándola, arrojándola a mi auto.

—¡Te mueves y te vuelo los sesos perra! —grito al entrar, esta llora pero no sé mueve, arranco acelerando a toda velocidad, en el camino las imágenes se me reproducen queriendo arrastrarme pero la rabia me puede más y no sé lo permito.

—Hexe pon música. —suelto tratando de distraerme pero se que es inútil, mis ojos arden, mi piel igual, imagino todo lo que le voy a hacer a ese hijo de perra cuando lo tenga en frente, como se le ocurre embarazarla.

El odio no me permite pensar, lo odio por preñarla, lo odio por cogérsela, lo odio por todo, lo odio, lo odio, por no tener su verga quieta. Llego a la organización donde bajo arrastrando por todo el camino a la perra que sigue forcejeándome.

—¡Alexander! —bramo mil veces, avanzando lo más rápido que mis piernas me lo permiten. —¡Sal maldito cabrón de mierda! —suelto llena da ira, los hombres se quedan pasmados, llego a la sala donde están todos sus hombres de confianza, donde está mi hija quien me mira abriendo su boquita y a lado de ella el maldito perro al que le voy a arrancar las bolas.

—¡Alexander ayudame! —suplica la perra.

—¡¿La preñaste?! —le pregunto y se yergue mirándome de manera fría.

—No. —responde tranquilamente, veo como Narel se le zafa de su mano y es Inés quien la aleja.

—¡Estoy embaraza! ¡Voy a darte un hijo, tengo tres meses de embarazo, no puedes dejar que esta nos lastime, mi amor! —le suelta la tipa arañándome para que la suelte.

—¡No lastimes a mami rata! —le grita Narel pataleando, tratado de zafarse de Inés.

—No la preñe. —suelta Alexander mirándome de no sé de qué manera.

—¡Si lo hiciste! Puedes hacerle las pruebas necesarias cuando nazca, es tuyo, tu descendencia, tu primogénito.

—¡El ya tiene una primogénita y se llama Narel perra de mierda! —suelto arrojándola a los pies de Alexander levantando mi arma —¡Soy la única que te va a parir hijos, hijo de puta! —suelto vaciando mi arma en el estomago de la rubia.

—Nadie dijo otra cosa Bambi. —suelta acercándoseme, bajando mi arma. —Como me prenden tus celos Hexe. —suelta besándome arrancándome la peluca.

—¡Alena! —escucho un susurro pero el beso de Alex me arranca la ultima neurona con vida que me quedaba.

—¡Inés mis papis volvieron! —escucho gritar a Narel, me separo de Alexander yéndome con ella ignorando a todos quienes siguen con la mandíbula desencajada.

—¡¿Qué esperan para arrodillarse?! —brama Alexander y todos exceptuando al ojiverde se ponen de rodillas.

—Usted también señor Jack, mi mami regreso y es la dama de la bestia. ¿Verdad papi? —le pregunta y asiente.

Jack solo se inclina y Narel acepta este gesto.

—Levantate. —le ordeno a Valeria quien tiene los ojos rojos, me mira y baja la cabeza. —Mirame.

—Alena yo...

—Nada, parate. —le ordeno, se lo que hizo, ella me lo confeso, pero aún así, me lo confesó cuando tenía lagunas, cuando solo tenía una parte de la historia, se incorpora y noto como el africano se tensa en su lugar.

—Alena...—la callo cuando le volteo el rostro con una cachetada.

—Eso lo menos que te mereces por maldita doble cara. —ella me mira con los ojos llenos de lágrimas. —No te atrevas a llorar teniente, firmes. —le dicto y se me cuadra. —Ya hablaremos de los demás por ahora quiero a todas las putas sumisas de Alexander, para ayer Valeria.

—De esas ya me encargue mami, les saque los ojos y se los di a Inés ¿Verdad papi? —le pregunta emocionada al papa.

—Esa es mi princesa. —suelta el coreano con la cabeza baja.

—¿Mato? —le pregunto y asiente. —¡¿Y no lo vi?!

—Yo no la vi caminar por primera vez, estamos a mano. —se me burla tomando a la hija, rodeando mi cintura. —Levántense.

—¿Quién eres? —pregunta, se lo que quiere que diga pero aún no me tiene muy contenta que digamos.

—Alena Russell, excoronel del ejército, ex capitana de las fuerzas armadas, el fénix, la puta ama. —suelto y Narel suelta una carcajada.

—¿De quién eres? —pregunta formulando otra pregunta veo como sus ojos se apagan y como la carótida se le dispara.

—De nadie —lo reto.

—¿De nadie? —suelta con voz ronca, la hija se sonroja tapándose los ojos.

—No seré tuya hasta que no sé me pase el coraje.

—¿De quién eres Alena? No lo voy a volver a repetir. .

—DE. NA. DI. E. —le respondo y su mirada se enciende.

—¡¿Quién es ella?! —le pregunta a los hombres de la sala.

—¡La dama de la bestia! —sueltan todos en unísono.

—Eso eres Alena, grabátelo bien.

—¿Y quién es él? —cuestiono y los hombres se miran confundidos.

—¡El hombre de mami! —responde Narel y asiento.

—Mío, mi hombre, mi todo.

Alexander me mira con esos ojos poseídos de ganas, sonríe, apretando la mandíbula, se lo que me espera pero no dice más, miro a Jack quien levanta la copa de coñac.

—Por la dama de la bestia. —suelta sonriéndome.

—¿Ya lo oíste? —susurro sobre la oreja de Alexander, para que Narel no oiga. —Soy tu dama, tu mujer, así como tú eres mío, vuelve a poner lo que me pertenece en el coño de otra y te lo arranco para dártelo de cenar ¿Te queda claro?

—Te voy a partir Alena. —suelta furioso viéndome con esa mirada que me pone a palpitar el coño.

—¿Ya me la puedo quitar también? —pregunta Narel agarrándose la peluca, asiento quitándosela mientras que Inés me ayuda con sus lentillas.

—No volverás a esconderte ante nadie, eres mi hija, la dueña del puto mundo si así lo pides. ¿Te queda claro? —le pregunto alborotando sus rizos.

—¿Quién eres? —le pregunta Alexander cargándola.

—La hija del fénix y la bestia, heredera del imperio Hoffmann Russell, dueña de la organización de la bestia y dueña del puto mundo si así me lo propongo. —dice mi hija orgullosa ante sus hombres.

—¡A la mierda! —suelta el coreano, mirándola sin poder apartar su vista.

—Narel Hoffmann Russell. —dice Alexander presentándosela a sus hombres.

—¿Verdad que luzco más hermosa así? —les pregunta y todos asienten, hasta Jack quien no puede apartarle la mirada.

—Digna hija del bestia y el Fénix. —dice mientras sale del lugar.

—Es preciosa coronel. —me dice Valeria, según mis recuerdos ella también tiene una hija.

—¿Y la piraña? —le pregunto y sus ojos se llenan de lágrimas.

—Murió. —suelta y mi estómago se me revuelve. —Descuida que no voy a descansar hasta llenarle el culo de plomo a quien me la arrebato.

—Eso vamos a hacer. —le digo y me sonríe.

—¡Esto merece una celebración, la señora volvió! —grita el coreano.

—Es un placer verla de nuevo señora —me dice el africano. —Encantando de pelear de nuevo a su lado.

Sonrío pero gracias a un reflejo mío sobre un cuadro de cristal me doy cuenta de que estoy bañada en sangre por lo que subo a la recámara de Alexander a cambiarme, dejando a Narel con el padre para que lo entretenga, no quiero coger con él ahora, quiero que me desee por el resto de la tarde, me baño colándome el vestido morado que Max mando a subirme, me coloco de nuevo las joyas y bajo a la celebración.

Al llegar ya no está el cuerpo de la maldita mujer, tomo una copa brindando con Alex quien sigue mirándome con hambre «Rico» Se como esta, se lo que necesita pero no pienso dárselo aún, así que me acerco a Narel y por lo que resta de la tarde me concentro en ella.

Narel me platica con lujo de detalle como mato a las sumisas de Alexander, como les arranco los ojos y la lengua, me pregunta varias veces si creo que es rara y en cada una le aseguro que no, que es perfecta.

Los demás por su parte están que se caen de borrachos, beben, cantan, y bailan, mientras alagan a Narel toda la noche.

—¿Tienes sueño? —le pregunto y asiente. —La llevaré a descansar señora. —me dice Inés y asiento dejando que se la lleve.

Me levanto y Alexander me que me encamino también a los dormitorios, no creo que nos vayamos a esta hora al departamento así que camino sintiendo como me sigue por detrás, me desabrochó el vestido mientras ingreso a su recámara, dejándolo caer al suelo, quedándome solo con las joyas puestas.

—No te las quites. —suelta caminando hacia mí, veo su sombra cubrir la mía, me rodea la cintura dejando un beso en mi hombro.

—Quiero ducharme, estoy cansada. —le digo y gruñe.

—Alena no me provoques, quiero a mi esposa. —suelta besando mi cuello, lo miro por el espejo, veo mi cuerpo desnudo con solo las joyas puestas, el levanta la cabeza fijando sus ojos en mi atrevés del espejo. —¿Ves porque me tienes como me tienes? —suelta recorriéndome el cuerpo con una mirada llena de lujuria.

—¿Cómo te tengo? —pregunto llevando mi mano a su nuca, dejando mi cabeza sobre su pecho observando como me acaricia.

—Duro Alena, jodidamente duro. —suelta pegándome a su erección haciéndome apretar los muslos.

—Sigo molesta Alexander, no mereces tocarme esta noche. —le digo arqueándome sobre él dándole paso a que se prenda de mi cuello, sus manos bajan por mis costillas llevándolas a mis tetas, apretándolas con firmeza.

—Ya te dije que no la preñe. —suelta dejando besos ardientes sobre mi clavícula.

—¿Y como me consta a mí? —le pregunto. —Por que apuesto que tú estarías peor si me hubiese embarazado de otro. —le suelto haciendo que se tense, me voltea mirándome completamente furioso.

—Eso no lo vuelvas a decir nunca ¿Te queda claro? —cuestiona con voz ronca, veo como su sien le palpita, los ojos se le vuelven fuego.

—¿Entonces como le hago para quitarme el coraje Alexander? —le pregunto sobre sus labios. —Te juro que si no me encantara tanto esto. —toco la erección. —Te la arrancaría en este momento.

—Ya te dije que no la preñe, haya tú si no me quieres creer, porque mi derrame. —suelta en todo dominante. —Solo podría preñar un útero y es el tuyo maldita bruja.

—¿Te la follaste sin condón?

—No.

—¿Te corriste dentro de ella?

—No.

—¡No mientas!

—¡Que no con un demonio! ¡No la preñe porque ni siquiera...—se detiene bufando molesto desprendiéndose de mí.

—¿Ni siquiera? —pregunto viendo como se le enrojece el rostro. —¡Ni siquiera que Alexander?

—Olvidalo piensa lo que quieras. —suelta caminando hacia la salida pero antes que pueda abrir lo tomo arrojándolo sobre la cama poniéndome encima de él.

—¿Ni siquiera qué?

—¡Bajate! —grita y niego refregándome sobre la erección.

—No, dime mi amor ¿Ni siquiera qué? —suelto rompiendo su camisa acariciando su cuadros mientras le beso el cuello. —Dime, ni siquiera se te levantaba ¿No es así?

—Alena juro que te parto. —suelta sometiéndome arrogándome sobre la cama, soltándome varias azotes en el culo.

—¡Ah! Rico. —me le burlo disfrutando de esto. —¿Es todo? —cuestiono logrando que me azote con más fuerza.

—No vas a poderte levantar en días, Hexe. —sentencia levantándose, me doy la vuelta viéndolo tomar mi vestido. —Sentada. —dicta y mi cuerpo obedece, como si me hubiese sido hechizado. —Manos. —sigue y extendiendo mis muñecas, hace un nudo con el vestido atándome para después atarme a la cabecera dejándome en cuatro.

Kak ty menya zavodish', sukin syn. —le suelto mirando como se desviste, se saca el cinturón y trago seco viendo como ve como un león vea a su presa.

(Kak ty menya zavodish', sukin syn— Como me prendes hijo de perra)

—Ne tak sil'no, kak ty menya vozbuzhdayesh', ved'ma. —me responde en mi idioma haciéndome apretar los muslos.

(Ne tak sil'no, kak ty menya vozbuzhdayesh', ved'ma.. — No tanto como me excitas tú, bruja.)

—¿Qué haces? —pregunto viendo como se hace idiota al irse a servir una copa de coñac.

—¿Qué piensas que hago? ¿Crees dejaría pasar todas tus insolencias Hexe? —pregunta dándome la espalda, le veo el culo y eso solo me enciende más.

—¡Alexander! —le suelto tratando de zafarme pero el maldito me ato bien. —¡Ven! —le grito pero hijo de puta no sé mueve, se recarga en el mueble, la verga la tienen hinchada y gruesa, la miro viendo ese brillo de excitación que le baña el capullo.

Me mira extendiéndome la copa bebiéndose el trago de un jalón, veo como la bebida le cae por las comisuras del labio bañando su cuello de coñac, muerdo mis labios conteniendo la puta saliva.

—¿Qué esperas? —pregunto con la voz ronca. ¡Joder! Estoy que no resisto más.

—Solo juego tu mismo juego Alena. —dice tomando la polla en sus manos, subiendo y bajando mientras me mira.

—¡Ni se te ocurra Alexander! —suelto forcejeando pero no puedo zafarme del amarre, es imposible deshacer este tipo de nudo.

—¿Qué? Solo te estoy devolviendo el karma Alena, ¿No te gusta? ¿La ansiedad, las ganas, la frustración? —sigue y veo como su estómago se contrae.

—Te juro Alexander que si derramas una sola gota no me vuelves a escuchar gemir tu nombre, y hablo muy en serio. —le suelto y se me burla el infeliz.

Suelta la polla segundos después la cual no cae, se mantiene; erguida, ancha, y deliciosa, me saboreo los labios cuando recuerdo lo bien que me sabe.

—Alex, me tienes con el culo levantado ¿De verdad no me vas a tocar? —le pregunto y noto como se mueve ligeramente su manzana de adán, va a contestarme pero entonces su celular vibra. —¿Me estás jodiendo? —pregunto cuando lo veo acercarse a tomar la llamada, rodeo los ojos incapaz de creerme esto.

—Señor. —escucho el altavoz. —Tengo los estudios, la sumisa si estaba embarazada pero solo tenía tres semanas, el bastardo que trato de hacer pasar como suyo, no lo es. —dice el hombre y me tenso, sabiendo muy bien lo que se me espera.

—Mi amor. —suelto tratando de aminorar su ira. —Solo para aclarar, era entendible que dudara. —agrego viendo como toma el cinturón haciendo que un sudor frío me recorra toda la espina dorsal.

—¿Ahora dime tú como me bajo esto Alena? ¿Cómo me bajo la rabia que sentí cuando desconfiaste de mí? —pregunta soltando el primer azote, me arqueo sintiendo como el culo se me enrojece.

Sonrió internamente, girando mi cabeza.

—¿Eso es todo? —me le burlo, logrando que me azote de nuevo, suelto un jadeo sintiendo como mi excitación empieza a bañar mis muslos. —¡Más! —sigo jadeando con el segundo azote en la espalda mientras lo escucho bufar.

—Ty svodish' menya s uma, chertov mazokhist! —brama soltando otro.

(¡Me vuelves loco, masoquista de mierda!)

—YA prevratilsya v luzhu, khozyain. —respondo gimiendo con el cuarto azote.

(Estoy vuelta un charco, amo)

Gruñe, siento como sube a la cama, sus manos se posan sobre mi piel enrojecida aliviando el ardor, me arqueo cuando me suelta una nalgada, la cual duele más que el cinturón.

—Amo. —jadeo contoneándome sobre la erección.

Siento como su polla se azota contra mi culo, quiero voltear y ver pero le maldito me coloca el cinturón alrededor del cuello apretándome con fuerza para que no pueda voltear.

—Eres caprichosa, celosa, altiva...—suelta azotándome con la polla erguida, sacándome jadeos.

—¿No le gusta?

—Al contrario, me excita sobremanera Alena, me pones dura la polla cuando te compartas así, pero por desgracia tu culo no dirá los mismo en unos segundos. —suelta erizándome la piel, siento como el capullo lleva mis fluidos a mi ano, me abre los glúteos y en medio de un jadeo me la deja ir completa.

—¡Puta mierda! —jadeo arqueándome cuando siento como me parto, como me la introduce por completo, sintiendo cada centímetro de su miembro llenar mi canal, el cual lo recibe estrujándolo provocándole gruñidos guturales que no contiene. —¡Joder! Me rompiste. —suelto sintiendo que las piernas me tiemblan, es demasiada carne, demasiado tamaño, la mente me repite que no volveré a caminar.

—¡Mierda Bambi! —jadea comenzando con las embestidas, sacándome miles de jadeos, el corazón se dispara, las neuronas de cordura se me mueren, gimo moviendo mis caderas, siguiendo el ritmo de sus acometidas, sincronizándonos perfectamente, sigo con fuerza, ya que necesito que dolor se disipe.

—¡Oh si, mierda así! —jadeo mientras lo siento separarme los glúteos tratando de disminuir la presión, el sudor me baña completamente, mis pechos rebotan junto con la cama, mientras sigue penetrándome con firmeza, la estatua no sé compara con su polla, la cual me taladra el culo de manera bestial, sus bolas golpean mis labios, sus jadeos se mezclan con el sonido de sus acometidas haciendo fricción con mi jugos.

—¿De quién eres Alena? —pregunta azotándome el culo mientras me sujeta las caderas y jala el cinturón privándome de aire. —¡¿De quién mierda eres maldita puta?! —se desespera y el que lo haga me pone como nada antes, mi cuerpo entra en ebullición, mi mente se pone el blanco, las olas de placer no me permiten hablar, todas mis venas del rostro saltan cuando el oxigeno me falta, las lágrimas me salen solas, el cabello se me pega a la espalda, mientras sigue bombeándome con rapidez, taladrándome en un vaivén glorioso el culo.

—¡Tuya! —trato de hablar pero el amarre del cinturón no me lo permite, suelta el cinturón el cual es remplazado por su mano, lo siento agacharse y eso solo me hace abrirme más de piernas por la profundidad a la que llega su polla. —Alexander...—jadeo sintiendo que me la metió toda, sigue mientras las bolas cargadas me golpean la entrada de mi coño.

—No te oí Bambi ¿De quién eres? —pregunta cerca de mi oído, erizándome el cuerpo entero.

—Suya amo. —suelto en un jadeo sintiendo su dominación cernirse sobre mí, los jadeos que suelta sobre mi odio me mantienen en un trance de placer, las embestidas me vuelven un monigote en sus manos, y me encanta que me tenga así, que sea el único quien pueda contenerme, que sea el único capaz de someterme.

Alex me abraza, y la mezcla de nuestros jadeos alcanzan el punto máximo cuando nos corremos a la par, siento como su leche me llena por completo y como le baño la polla cuando alcanzo semejante orgasmo, me convulsiono, y el sobre mi, por primera vez escucho este tipo de jadeo en el, el cual tiembla al igual que yo, el placer y la intensidad es tanta que termino arrancando la cabecera de la cama, logrando que esta se destroce por completo.

Quedo con la cabeza entres mis brazos, soltando jadeos que no puedo controlar mientras Alexander hace lo mismo sobre mi cuello, no sé cuanto tiempo pasamos en esta posición donde ninguno es capaz de decir algo, por un tiempo eterno solo se escucha nuestra respiración hecha mierda, mi cuerpo escurre en sudor al igual que el suyo.

Su erección comienza a tomar vida dentro de mi culo, por lo que le pido que salga, si vuelve a follarme de esta manera temo terminar parapléjica.

Lo siento salir lentamente, pero es un el resplandor y el sonido del flash lo que me hace girar.

—Esto es digno de recordar. —suelta tocándome el culo, y es cuando me doy cuenta de lo que me hizo.

—¡Alex! —le grito, este me desata dejándose caer a un lado de mí poniendo su antebrazo detrás de su nuca, la piel le brilla hermosamente, su rostro no deja de verse apetecible a pesar de que acaba de follar. —Dejame ver. —le pido tratando de quitarle el teléfono pero no logro moverme, el miedo a que realmente me haya dejado invalida me avasalla.

—La pondré de fondo de pantalla. —suelta mirando el puto celular.

—¡Dejame ver! —le pido tragándome el dolor subiéndome sobre su pecho hasta alcanzar el celular, lo tomo encontrándome con el vacío que me provoco, viendo como escurre el semen de el. —¡Alexander! —suelto llevando mi mano a mi culo dándome cuenta de que este está volviendo a la normalidad, soltando un suspiro de agradecimiento.

—Ahora vez porque me tienes como me tienes. —dice y lo golpeo.

—¡¿Y si no vuelve a lo que era antes animal?! ¡Tendré que usar pañales de por vida! —grito viendo la imagen, maldiciendo el que haya disfrutado tanto el acto, sabiendo no será la ultima vez.

—Volverá. —me asegura.

—¿Lo prometes?

—Sí, si no, no me molestaría cambiarte el pañal.

—¡Alex!

—Calmate que tu esfínter aún es medio virgen. —suelta y niego.

—¿Qué pasa si me da incontinencia temprana por esto? ¡Alex! —sigo imaginándome los peores escenarios posibles.

—No pasará Alena. —suelta muerto de risa.

—Aja ¿Cómo lo sabes? ¿Me dejarás meterte un consolador de tu tamaño por detrás? Es lo único que nos falta. —le digo haciendo que la sonrisa se le borre.

—Temblaste puto. —le suelto muriéndome de risa, haciendo que me dé la vuelta dejándome debajo de él. —Pidos, pidos que no puedo mover las piernas. —le digo muerta de risa, él solo niega sonriéndome, besándome todo el rostro.

—¿Qué haré contigo?

—Amarme.

Asiente cayendo de nuevo a mi lado abrazándome, mi pierna le rodean las suyas y me acurruco en su pecho.

—¿Cómo fue? —le pregunto imaginándome a mi hija matar por primera vez.

—Extraordinario.

—Por favor dime que la grabaste.

—Lo hice, es algo que ella le enseñara a sus nietos.

—¿Nietos? ¿Dejarás que tenga marido? —pregunto levantando la mirada encontrándome con esos ojos posesivos.

—Sí, pero debe ser mil veces peor que yo. —me suelta con una sonrisa burlona.

—Ya estuvo que se quedo para vestir santos.

—Que te digo, soy tan perfecto que es imposible superarme.

—Hablo don humilde.

—¿Humilde? ¿Yo? Alena tienes a la persona equivocada. —dice y ambos reímos, las mejillas me duelen de tanto sonreír. —¿Me dirás que recuerdas? —pregunta poniéndose serio.

—Nada, ósea, si se lo que hice, y ya no escucho la voz, así que supongo que ella salió, pero no siento que me gobierne, es complicado, pero me siento feliz, es increíble no sentir culpa ni remordimiento, sentirme así poderosa, capaz de volver el mundo mierda por mi cuenta, no recordaba lo que se siente matar, lo que disfruto hacerlo.

—Con eso basta, ella tiene una parte del fénix y la bestia que hay en nosotros. —me dice orgulloso, siempre voy a sorprenderme de verlo amarla así, de ser con ella como no es con nadie mas, ni siquiera conmigo fue tan rápido a la hora de entregarse, creo que por eso no quiere otro bebe.

—Sí un 30% bestia y un 70% fénix. —le digo y suelta un bufido.

—Aja, cuando veas su video no dirás lo mismo.

—Amor entre los dos, soy la más letal.

—Uno se engaña con la mentira que más disfruta.

—¿Te recuerdo mi pasado?

—¿Te recuerdo a Isfahán?

—Tus bombitas no cuentan, en sadismo me superas eso sí pero en letalidad, no hay quien se me compare, así que ya sabes amorcito.

—¿Qué?

—Es mejor que digas si señora, cada que te pida algo. —le digo y suelta una carcajada que me llena.

—¿Qué? Te estoy evitando años de frustraciones mi amor. —le digo y solo me abraza con más fuerza.

—Estás loca.

—Algo así, pero ya, hablando en serio ¿Que pasara?

—Viene la guerra Alena, no tardarán en descubrir que regresaste y los estaremos esperando.

—Nadie la va a lastimar, nadie me alejará de ella. —le digo y asiente.

—Es por eso que viajaremos en un par de días.

—¿A dónde?

—A todas partes. —responde y lo miro confundida. —Todos mis hombres deben conocer a su reina y a su princesa, cada centro, cada presidente que depende de mi caridad, cada mafia, les brindara pleitesía.

—¿Sabes que significa? —le pregunto y niega.

—Iremos de compras. —suelto emocionada haciendo que suelte otra carcajada. 

AHHHHHHH!!!!! Y SE PRENDIO ESTO???

QUE LES PARECIO EL CAPITULO? 

NO SE OLVIDEN DE LA META.

LES DEJO UNA IMAGEN DE LA DAGA DE NAREL Y DEL OUTFIT DE NUESTRA REINA. 

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