ENAMORADA DEL DIABLO

By florenciaJaen

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Halley Roosevelt ingresa a estudiar a un internado gracias a una beca. Al llegar allí lo primero de lo cual e... More

Capítulo 2- Problemas a la orden
Capítulo 3 - En las manos del diablo
Capítulo 4 - Imán de problemas
Capítulo 5 - El héroe anónimo
Capítulo 6 - Incidente inesperado
Capítulo 7 - La debilidad del diablo
Capítulo 8 - Pequeño ruiseñor
Capítulo 9 - Confusión
Capítulo 10 - La verdad oculta
Capítulo 11 - Corazón indeciso
Capítulo 12 - Tú también me gustas
Capítulo 13 - Bésame
Capítulo 14 - Encubriendo la mentira
Capítulo 15 - El dolor de la despedida
Capítulo 16 - La novia de Hunter Hayes
Capítulo 17 - Hazme lo que quieras
Capítulo 18 - Irremediablemente
Capítulo 19 - Contratiempo
Capítulo 20 - La tragedia de Halley
Capítulo 21 - Consuelo
Capítulo 22 - Me enamoré de ti

Capítulo 1- La llegada

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By florenciaJaen

Bajo la tenue luz que apenas entra en un viejo salón abandonado, ahora usado como depósito, un chico de rasgos asiáticos orientales llamado Min Ho está siendo acorralado contra la pared por un chico, uno es rubio y el otro pelinegro.
—¡Habla! —El rubio exclama mirándolo a los ojos con ira, de modo que agarra de la camiseta a Min Ho—. Habla o te juro que lo lamentarás.
Min Ho, aterrorizado, cierra los ojos.
—Déjenme ya.
—Nosotros decidiremos cuándo te vas, y si lo haces con vida o no —dice el rubio de nombre Jacob.
El otro chico, quien contribuye a atemorizar a Min Ho, decide hablar.
—Por lo tanto, te recomiendo que empieces a hablar, ser de inmunda e insignificante existencia. —Lo lanza al suelo.
El chico asiático mira a su alrededor. Sabe que ese sitio en donde se encuentra está muy alejado como para que alguien pueda escucharlo. Donovan, el chico de cabello negro, se cruza de brazos.
—Si intentas gritar perderás tu tiempo. Aquí nadie te oirá.
—Pero… Yo ya les dije que no sé nada.
Un cuarto chico, el cual estuvo sentado en las sombras, se levanta y camina hacia Min Ho. Él es alto, de apariencia fuerte y con una mirada sombría que intimidaba. Solo le faltaban un par de alas negras para parecer un ángel caído. Al llegar a donde estaba Min Ho se agacha hasta quedar a su misma altura.
—¿Y piensas que yo me tragaré ese cuento? —Le da una palmada en su mejilla, la cual al igual que la otra tenía la marca de un golpe— ¿En serio quieres más de eso? Porque créeme, hay de sobra. Así que decide: o paramos aquí o te juro que cuando acabe contigo no te reconocerán, tu rostro quedará tan desfigurado que pasarás a parecerte a un alien. —Se levanta—. Tú sabes algo, así que me lo vas a decir en este preciso instante. —Lo agarra del cabello y le levanta la cabeza para que lo mire—. Aquí se hace lo que yo digo. Si te digo “Ladra” tú ladras. Y si te digo que me digas todo lo que sabes, me lo vas a decir.
—Pero es que… no sé nada, lo juro.
Hunter, quien es quién lo interroga, lo mira a los ojos, irradiando oscuridad en su mirada.
—¿Sabes qué? Detesto que me mientan cuando ya sé la verdad. Quiero oírlo de tu boca. Sé que sabes algo de lo que pasó, y por ello tienes información para darme.
El chico se queda callado. Hunter mira a Jacob y a Donovan, luego le hace señas con la cabeza y ellos asienten y proceden a obedecerlo. Sujetan a Min Ho de los brazos y después lo llevan hacia un tinaco con agua.
—Creo que te hace falta un baño, amigo —comenta Donovan con una sonrisa.
Meten la cabeza de Min Ho al agua por algunos segundos. Luego lo sacan. El rubio lo mira.
—¿Está muy fría?
Min Ho sacude su cabeza.
—Por favor, ya paren.
Hunter arquea una ceja.
—¿Parar? —Niega con el dedo—. Oh… no, no, no. Esto apenas inicia.










Halley Roosevelt está en su habitación leyendo. Ella es la definición de una niña bien. Es obediente, respetuosa, estudiosa y muy tranquila. No sale a fiestas, solo va a la iglesia con su padre o a cualquier cosa simple. En el colegio apenas tuvo una amiga como máximo. Es una cerebrito tímida, reservada y sencilla. Vive sola con su padre, pues su madre falleció cuando nació.
—Halley, ven aquí —dice su padre desde la sala.
Ella se apresura en ir.
—¿Me llamaste, papá?
Él levanta una carta.
—Me llegó esto.
Ella junta las cejas, luciendo confundida.
—¿Una carta?
—Al parecer no todo el mundo usa la modernidad de los correos electrónicos.
Le indica a Halley que se siente y ella lo hace.
—Verás, la carta es del internado Santa Teresa. Te aceptaron.
Halley levanta las cejas, luciendo sorprendida ante la noticia. Pero luego agacha la mirada.
—Papá, yo… yo sé que ese es un buen colegio, pero no sé si quiera ir.
—Linda, no desperdicies la oportunidad que la vida te da. Aceptaron incluso darte la media beca. Yo puedo perfectamente pagarte la otra mitad. —Se levanta de su asiento y la mira con dulzura—. El Santa Teresa es un lugar de prestigio en el que te educarás muy bien.
—Es que solo me faltan dos años para terminar la escuela y pensé que la terminaría aquí.
—No me gusta para nada esta escuela local. Hay mucha gente rara aquí. Por ello creo que es mejor para ti estudiar en este sitio.
Halley ajusta sus gafas.
—Tienes razón. Tal vez sea lo mejor para mí.
Su padre sonríe.
—Esa es mi pequeña. Ahora vete a cambiar. Iremos a cenar a un restaurante para celebrarlo.
Halley asiente y se va a su habitación.










Semanas después, Halley llega al internado Santa Teresa. Desempaca sus cosas y las acomoda en su parte de la habitación.
Su compañera de dormitorio, una chica con expresión seria, entra y le toma por sorpresa.
—Así que eres la nueva, ¿no?
—Sí. Soy Halley, mucho gusto.
—Jade —se presenta a duras penas, con mala cara—. Vamos a dejar las cosas claras. Somos compañeras de habitación, pero eso no nos hará mejores amigas. No me gusta que toquen mis cosas, así que no te atrevas a hacerlo. Tú en tu mundo y yo en el mío, ¿quedó claro?
Halley luce nerviosa, pero asiente. Jade toma una chaqueta de su ropero y se va.




Al día siguiente Halley está lista para su primer día de clases. Se coloca el uniforme, cepilla sus dorados y largos cabellos, y se coloca sus gafas.

Minutos después está caminando por el pasillo mientras busca su salón. Cuando pasa por una puerta por poco es golpeada, pues alguien la abrió desde el interior en ese instante.
—Perdona —se disculpa un chico con gafas—. ¿Estás bien?
—Sí, lo estoy.
—Disculpa, es que venía luchando con esto —explica, mostrando un montón de libros que lleva en sus manos.
—Descuida —responde Halley agachando la mirada tímidamente.
—Bien, adiós. —Él continúa caminando.
—Espera.
El chico se detiene y la mira.
—¿Me podrías ayudar? Yo… estoy perdida. No encuentro mi salón.
—¿Eres nueva?
Halley asiente.
—¿Qué salón buscas?
Ella le enseña el papel con su horario.
—Está arriba en el tercer piso. Es el segundo después de la escalera.
—Gracias.
James camina, pero al ir hacia su casillero tropieza con alguien. Esta persona lo mira molesto.
—Óyeme, cuatro ojos, ¿qué no te fijas por dónde vas?
—Perdón, Jacob.
Jacob le tira los libros y se va. El chico se agacha a recogerlos y Halley se sorprende, pero se acerca a él para ayudarle.
—Toma —murmura ella entregando un libro.
—Gracias. —James toma los libros y se levanta.
Halley mira en dirección hacia donde se había ido Jacob.
—¿Por qué ese chico hizo eso?
—Supongo que simplemente así es él. Es Jacob Parker, el hijo de la directora. Es de esos que se sienten los líderes del internado, la ley. Hay muchos aquí.
En ese momento ven a otro chico pasar, luciendo como si se tratara del Hades del infierno.
—Pero ninguno como él —le informa el chico de gafas a Halley en un bajo murmullo.
Ella mira en dirección hacia un chico de cabellos castaños y ojos cafés.
—¿Y quién es ese?
—Hunter Hayes. Él es el chico más temido de aquí. Todo el mundo le tiene miedo. Es el matón más peligroso del colegio. Los demás matones le obedecen porque hasta ellos le temen.
Halley mira a Hunter, quien se detuvo a tomar agua de una fuente. No hizo falta que James dijera eso, se nota que Hunter es una especie de demonio. Todo en él grita «peligro».
—Si sabes lo que te conviene, mantente lo más alejada que puedas de él.
Ella observa a aquel chico de apariencia intimidante, ya sabe que su nombre es Hunter Hayes. Halley no tiene idea de por qué el chico de gafas le dijo eso de él, pero por algún motivo ella le creyó. Por ello espera a que el chico deje de tomar agua y se vaya para continuar camino a su salón.
Al llegar a su salón para su primera clase, la de Historia, se sienta en una silla de las de adelante. Estaba acomodando sus cosas cuando una chica, cuyo nombre es Alexa, llega y se para a su lado cruzada de brazos.
—¿Qué haces en mi silla? —inquiere, lo que hace a Halley levantar la mirada—. Te pregunté… ¿Qué haces en mi silla? —repitió.
Halley mira su asiento, incómoda.
—Yo… Yo no sabía que era tu silla.
—Pues ya lo sabes, así que mueve tu trasero.
Jade aparece tras Alexa.
—Oye, tú, esta silla no tiene tu nombre, así que no es tuya —le dice a Alexa.
Esta la mira.
—¿Y quién te llamó a ti, rarita?
—Nadie. Yo me invité sola.
Se miran como si estuvieran a punto de pelear. Halley se encoge en su puesto.
—¿Y si yo me quiero sentar aquí qué harás? —pregunta Jade, desafiante—. ¿Me lo impedirás? Quiero verte intentarlo.
Halley se levanta.
—Tú te quedas ahí —ordena Jade, haciéndola sentarse otra vez.
Alexa, sin atreverse a pelear con Jade, solo mira a Halley.
—Te ganaste una enemiga hoy, cuatro ojos. —Seguido de su advertencia, se marcha bastante molesta.
Halley mira a Jade.
—¿Qué hiciste? Yo no quería provocar eso. Le iba a dar el puesto.
—No tenías que hacerlo. Esa zorra baja novios no hará lo que se le pegue la gana. —Señala a Halley con un dedo—. Así que te quedas ahí, y punto —ordena convencida para dirigirse a su puesto.
Halley se queda allí pensando en su situación. Lo que menos quiere son líos, ni con la tal Alexa ni con más nadie, pero ya los tiene. Mira a sus espaldas y ve algunos asientos al fondo que están disponibles. Piensa que tal vez deba tomar uno de ellos, pero pronto algo la hace cambiar de opinión: ve entrar al salón al chico del que le advirtieron. Él va con su mochila y camina hacia el fondo del salón, sentándose en el último puesto que está en una esquina.
En ese instante, ella piensa que lo mejor es quedarse allí sentada, ya que por lo visto ese chico es su compañero, y así ella estaría lo más lejos sentada de él.
Poco después una profesora hace acto de presencia en el aula.
—Sentados, jóvenes. Ya vamos a iniciar la clase —saluda con una sonrisa. Enfoca su mirada en Halley y ella sabe lo que vendrá—. Tú debes ser Halley Roosevelt.
Asiente con timidez.
—¿Qué tal si te presentas a la clase?
—Preferiría evitarlo. Es que…
—Nada de eso. Arriba. —La levanta.
Halley se pone roja al ver a toda la clase con la vista sobre ella.
—Vamos, sólo preséntate con tus nuevos compañeros.
Halley traga profundo.
—Eh… Hola. Soy Halley Roosevelt. Vengo de Ohio. —Se sienta rápidamente, demasiado nerviosa. Ser el centro de atención no era lo suyo.
Desde su esquina Hunter levanta la vista y la observa.


Más tarde Halley se encuentra en su clase de deportes. Está caminando, cuando de pronto un balón le golpea y hace que pierda el equilibrio, cayendo al suelo.
Alexa, quien es la responsable de haber pateado el balón, se ríe junto con otras más. Un chico se acerca a Halley y la ayuda, también le ofrece sus gafas, las cuales estaban en el suelo por la caída.
—¿Estás bien?
—Sí. Gracias. —Se limpia las manos.
—Halley, ¿verdad?
Ella asiente.
—Soy Thomas.
Alexa mira a Thomas, está cruzada de brazos y tiene una expresión molesta.
—Thomas, ven para acá —ordena mirándolo firmemente.
Thomas mira a Alexa y luego mira a Halley. Le da una modesta sonrisa de disculpa a esta última y se va.
El profesor llega en ese momento.
—Voy a pasar asistencia. —Empieza a llamar en la lista por orden alfabético de apellidos. Cuando llega al apellido Hayes se detiene, pues nadie contesta—. Hayes, Hunter. —Todo se queda en silencio—. ¿Por qué no me sorprende?
Luego de la clase, Halley toma un baño para refrescarse. Lava su cuerpo desde sus rubios cabellos hasta sus pies. Ella no es consciente de lo muy hermosa que es. Tiene un cuerpo de delicada figura y finas curvas, tapizado por una piel suave y blanca cual seda. Su belleza es tímida, al igual que ella.
Al salir de la ducha se percata de que no hay más chicas y se ha quedado sola. Empieza a vestirse. Cuando se está colocando su sostén escucha un ruido; mira a su alrededor, pero no ve a nadie. Tiene la sensación de no estar sola, pero aunque observe a todos lados no encuentra nada. Prefiere vestirse rápidamente y salir de allí.
Al hacerlo se topa con el chico de lentes.
—Hola, ¿te acuerdas de mí? Creo que no nos presentamos hace un rato. —Le ofrece la mano—. Soy James.
Halley sonríe tímidamente.
—Y yo soy Halley —le devuelve el saludo.
—¿Qué tal te va en tu primer día?
—Pues… creo que está bien.
—Bueno, al menos ya tienes un amigo. Digo, si me quieres aceptar.
Halley sonríe y se acomoda el cabello tras la oreja.
—Desde luego.
—¿Vamos a la cafetería?
Halley asiente y empiezan a caminar.
—Cuéntame, ¿de dónde eres?
—De Ohio. Vine aquí gracias a una media beca.
—Pues, cuidado con andar diciendo eso. De por sí aquí los cerebritos la pasamos mal; ahora imagínate si saben que no eres rica y que estas aquí por una media beca. No te dejarán en paz.
—Oh, no. Quiero que mi estancia aquí sea lo más tranquila posible.
—Suerte con ello.
Halley ve a Alexa llegar junto con Thomas. Este se sienta con ella y otros más en una mesa al fondo del sitio.
—La mesa de los populares —informa James.
—¿Hay mesas para cada grupo?
—Por decirlo así. —Mira hacia una mesa al fondo colocada al lado de una ventana—. Esa es la de los bravucones.
Halley ve hacia la mesa, la cual estaba vacía.
—Aunque sus ocupantes no están allí ahora.
—¿Te refieres a aquel chico rubio que te tiró los libros y al otro que mencionaste?
—Sí, y uno más. Por lo general siempre ves a Donovan y a Jacob juntos.
—¿Y el otro? El otro chico que me mostraste.
—¿Hunter? Oh, no. A ese ocasionalmente se le ve acompañado. Casi siempre anda solo. No sé si es que él lo prefiera así, o simplemente nadie se le acerque porque le temen.
—¿Y por qué le temen tanto?
James muerde su emparedado.
—Por un par de cosas que es mejor no decirlas. Solo hazme caso y no te le acerques, porque él es malo. No en vano le apodan «El diablo».


Al día siguiente, Halley camina por el patio de la escuela. De pronto, a lo lejos, escucha un ruido que llama su atención. Sintiendo curiosidad, se acerca lentamente hacia el lugar de donde provenía el sonido. Ve a dos chicos acorralando a otro; estos eran los chicos cuyos nombres recordaba que James había mencionado: Donovan y Jacob.
El rubio, Jacob, toma al chico que acorralaba de la camisa y lo levanta.
—¿Tú qué? ¿Qué dijiste? —pregunta molesto.
El chico acorralado niega con la cabeza. Donovan habla.
—¿Te crees muy astuto? —Lo sujeta con fuerza del hombro.
Halley agranda los ojos. Luego piensa en irse antes de ser vista. Retrocede unos pasos, pero al hacerlo pisa una rama, la cual se quiebra y provoca ruido. El sonido llama la atención de Donovan y Jacob, quienes la miran.

Agradecimientos por la portada a EditorialArtico y a AndreinaCP

También, agradezco a EditorialSalem y a marroseon por la corrección de los capítulos 1 y 2.

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