The Black Orbe

By foxys02

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Nara es una bruja, que despues de perderlo todo, quiere dejar su naturaleza de lado y casarse con un alfa de... More

Nota de la autora
El INICIO DEL FIN
1. LA VALENTÍA DE UNA BRUJA
2. LA AMBICIÓN DE UNA OMEGA
3. AMOR DE HERMANAS
4. LA PALABRA DE LA ALFA
5. EL OTRO MUNDO
LOS CELOS ECKVAN, PARTE 2
7. EN LA LUNA LLENA
EN LA LUNA LLENA, PARTE 2
8. LA CAPITAL
9. LA PRIMERA VEZ
10. SALVAJES
11. LA PEOR BRUJA DE LA HISTORIA
12. LO PROHIBIDO
13. ENEMIGOS CRECIENTES
14. ALMAS GEMELAS
15. QUERER. DESEAR. ODIAR

6. LOS CELOS ECKVAN, PARTE 1

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By foxys02


KAHNARA CAVALIER

Siento como soy sacudida de un lado a otro sin cuidado alguno, y la paz de mi sueño se frena abruptamente.

—¡Nara, te volviste a dormir encima de mí!—Chilla Denisse, con su negro ceño fruncido.—Me babeaste el vestido, tonta.

Tallo mis ojos antes de dar un largo bostezo, por un momento olvidé donde estaba y tuve que echar un vistazo. Era un salón enorme, de grandes sillones de la mejor calidad, licores, ventanas alargadas y una biblioteca enorme, además frente a nosotros había una terraza, estaban en el tercer piso del castillo, así solo apreciábamos el cielo nocturno.

Denisse y yo debíamos de ordenarlo como castigo por quedarnos dormidas en plena ceremonia a la Diosa Luna en la catedral del castillo, causando un gran escáldalo solo porque Denisse ronca como si tuviera una tormenta en la garganta y si no fuera por Rhea, nos hubieran mandado a matar.

Pero es este estúpido horario, dormir de día y vivir de noche, me parece tan absurdo, que simplemente no me acostumbro.

Nuestro castigo empezó hace tres días, limpiar todos los cuartos de la Princesa Yris, pero debemos dejarlo de lado, apenas los híbridos se despierten para ayudar en la cocina y yo debo estar junto a Diana.

Así que nos levantamos cuatro horas antes para asear el lugar y terminar lo antes posible este calvario, llevamos tres días así y estoy exhausta.

Gracias a la Diosa que este es último cuarto que limpiar.

—Ve a limpiar el librero o yo qué sé, pero no estés a mi lado todo el tiempo—Denisse sacude una almohada del sillón.

—Pero hay arañas.

La pelinegra me voltea a mirar con una mano en la cintura.

—¿No me digas que le tienes miedo a algo tan insignificante como una araña?—Cuestiona ella, yo asiento. —¡Ve! Necesito terminar esto rápido para pedirle otra oportunidad a Dalma.

—Ha pasado una semana y lo único que has logrado con la Alfa Rhea, es que sepa que es imposible dormir contigo sin taparse los oídos o querer arrancarte la garganta— Insinúo con una sonrisa burlona. —Eso mata las pasiones.

—Maldita—Me lanza una almohada.

Comienzo a huir de sus ataques entre risas, ella mantiene una sonrisa macabra cada que me daba en la cara con la almohada de plumas, parece que le produce cierta satisfacción.

Logro tomar una de las que ella me lanza a la cara, y ahora soy yo quien la persigue.

Pero entonces Denisse frena en seco, y es mi momento de estamparle la almohada en el rostro con todas mis fuerzas. Ella no reacciona, es una estatua, giro mi cabeza a donde sus ojos están fijos: en la puerta.

Hay una mujer alta, vestida de un hermoso vestido dorado con detalles de flores bordados en hilo rojo y con la capa negra para el sol, nos miraba con una de sus cejas rojas alzada.

—¿Quiénes son ellas?—Le pregunta a Dalma con seriedad.

Dalma, que nos asesina con la mirada, enrojece de la rabia.

—Son nuevas, alteza, unas niñas licántropas, le ruego que me perdone—Dice ella, para luego volver a mirarnos. —Nara y Denisse, reverénciense ante la Princesa Yris ¡Ahora!

Eso hacemos con apuro.

—Discúlpenos, princesa—Ruega Denisse. —No volverá a pasar.

La pelirroja dirige su mirada azulada a mí, a la espera de algo. Relamí mis labios y endereza mi postura.

—Perdón, alteza.—Murmuro.

La princesa me da una última mirada de pies a cabeza con desagrado y gira su cuerpo para atrás a hablar con unos sirvientes. Dalma arruga su nariz del enojo, y sacude la mano en el aire.

—Quiero que los cuenten bien, son 582 libros y si falta uno, me avisan de inmediato—Ordena Yris a los hombres, que entran con enormes cofres. Nos voltea a ver—¡Largo!

Su voz resonó en todo el lugar logrando que me erice la piel, Dalma nos apresura para salir. Y lo último que veo antes de que cierren las puertas, es como se sienta con una elegancia impresionante frente a los hombres, solo observándolos y se quita la capucha, rebelando su melena roja y una tiara oro y diamantes rojos.

—Nara— Dalma gruñe mi nombre de mala gana, me volteo a ver esa cara de ceño y labios fruncidos.—Ve a despertar a la princesa Diana.—Asiento. —Denisse, me ayudarás a preparar el desayuno de los reyes… el carruaje nos espera.

Cuando salgo a los balcones, veo las enormes antorchas que rodean los jardines y la laguna. Extrañaba el calor del sol, porque aunque ese fuego irradiaba calidad de todas formas, el frío se instala en mis huesos con intensidad desde que llegue a este enorme castillo.

Me detengo cuando escucho esa inigualable risa y rápidamente me asomo por el balcón. Ahí, en el jardín, estaba mi hermana, junto a los príncipes y la Alfa Rhea.

El príncipe Ignis intentaba ganarle a Rhea en un duelo de espadas, pero estaba claro que le era imposible esta victoria. Mientras tanto mi hermana charlaba con una chica que me daba la espalda, sus ojos verdes se iluminaban al verla. La chica castaña de manos frágiles y vestido azul, le arregla la medalla de oro en su uniforme, mientras se ríe.

¿Acaso Kassia se atreve a cortejar a Diana mientras tiene una novia? Seguramente aprendió esa canallada de Rhea, que goza tener una fila de admiradoras observándola desde el balcón al otro lado.

Vuelvo mi mirada a la Alfa de Alfas solo para expresarle mi odio con todas las fuerzas que mis pobres ojos podían resistir. Ignis cae al suelo por un golpe certero del mango de la espada de su hermana mayor justo en la mandíbula.

Las omegas licántropas e hibridas enloquecen con sus ovaciones a la heredera y ella se los agradece con una sonrisa nada modesta.

—¡Entonces Rhea Eckvan, como todos ya lo suponíamos, gana otra vez!—Anuncia Kaiat.

—Es porque estoy sobrio—Se excusa Ignis, su hermano niega con la cabeza. Le quita la copa de vino y bebe hasta la última gota — Lo juro, el alcohol enciende algo en mí…

Se le lanza a Kaiat, provocando que ambos comiencen a pelear en el suelo de tierra y ahora, si era una pelea justa, ambos hermanos tiene el mismo tamaño. Mi corazón comienza a acelerarse cuando Rhea gira su rostro hacia mí y su mirada dispareja conecta con la mía.

Los escalofríos no tardan en llegar gracias a ella, y debo abrazar a mí misma, maldiciéndome por mostrarme débil ante ella.

Despiadada, mala influencia, infiel, mujeriega, asesina de padres, esclavista, aberración de la naturaleza… Diosa, como quisiera que me dieras el don de la telepatía ahora mismo.

Me mantengo sería a pesar de que me incita a enloquecer como las otras omegas con su boba sonrisa, pero no me causa más que desprecio y eso a ella le divierte; sin embargo, el brillo juguetón y descarado de sus ojos se desvanecen cuando observa a mi lado.

—¿Eres Nara Leroy?—Pregunta una voz, pero me niego a bajar la mirada. —¡Hey!

Me sacude su mano a un centímetro de mi rostro. Doy un suspiro, aceptando mi derrota y me giro para ver al chico pelinegro de ojos verdes. Él, un tanto aturdido y sonrojado, carraspea.

—¿Tú eres Nara?—Repite. Asiento. —Soy Eliot, Dalma me dijo que tú eras la doncella de la Princesa Diana.

Sus rasgos son suaves, como los de un omega.

—Lo soy. —Trato de sonreír, pero era difícil recuperarme de todo el odio que le tengo a esa híbrida.

—Traigo correspondencia para ella—Anuncia, rebuscando en su enorme bolso de piel, pero de un descuido caen varias cartas. —Mierda.

—Te ayudo.

Se me escapa una risita, qué él corresponde con una igual. Ambos nos agachamos para recogerlas, pero cuando él se inclina hacia adelante, del cuello de su camisa sale a relucir un collar idéntico al mío. Lo tomo entre mis dedos, asustando al chico.

—¿Eres un…—Mi pregunta queda a medias cuando alguien carraspea.

Los dos nos levantamos al mismo tiempo, y nos giramos hacia la híbrida. Rhea nos observa a ambos con sus ojos diferentes, fríamente. Fruncí el ceño, preguntándome como es posible que llegara tan rápido, si hace un segundo estaba, si estábamos en el segundo piso.

Eliot se reverencia ante ella de inmediato.

—Buenos días, Alfa Rhea, yo…—Su voz se desvanece sin dejar rastro cuando dirige sus ojos a él.

—Es el mensajero y se llama Eliot —Anuncie por mero impulso para acabar el silencio—Trae cartas… y trajo una para la princesa…

—Sé lo qué es un mensajero y lo conozco perfectamente—Masculla roncamente.

—Traje esto para usted, Alfa— Eliot le entrega una torre mediana de cartas. —Su esposa me manda a decirle que espera con ansias, que le responda esta vez.

Ella revisa los sobres sin mucho interés.

—¿Quién le manda la carta a Diana?—Pregunta.

—Una señora de la ciudad, una tal Isa—Le responde inmediato.

—Tal parece que estableció una amistad con esa anciana—Insinúa. Eliot luce un poco nervioso, pero asiente, le extiende la carta, pero ella niega. —Dásela a la omega para que se largue de una vez.

Bufe, un poco ofendida. El chico me da la carta, y observa fugazmente el collar en mi cuello. Le agradezco con una sonrisa, pero cuando intento acercarme un poco más para ver si encuentro la inscripción de mi abuela en ese collar, unas manos toman mi cintura y me alejan de él.

—¿Te quedarás aquí?—Le pregunta Rhea a secas.

Sacudo el rastro de sus manos de mi cintura con manotazos llenos de rabia y les doy la espalda a ambos.

—Mientras su padre termine de redactar las órdenes para Estalem—Dice. —Su madre me ofreció una habitación en la zona norte del castillo.

Eso me produce una emoción que agita mi pecho ¡Ahí estoy yo! Rhea alza su mirada dispareja hacia mí y con su rostro más que serio alza una de sus cejas. Eliot asiente, con una sonrisa pequeña y me doy cuenta de que lo dije en voz alta.

—No, te quedarás en la zona sur—Le ordena con frialdad. —¿Quiere algo más, señorita Nara? ¿O hay otra razón para quedarse ahí parada como una gárgola?

—Disculpe, Alfa Rhea. —Hago una seca y fría reverencia. —Me iré enseguida… con su permiso.—Le doy el último vistazo a Eliot y sacudo mi mano para despedirme

Ella asiente, y no me queda nada más que dirigirme a la habitación de Diana. Golpeo antes de pasar, la pelirroja estaba en su balcón comiendo unas galletas.

—¿Viste a la princesita favorita del Rey?—Pregunta. Asiento. —Llegó de día, y maldito sea el carpintero de ese carruaje que no dejo ni un agüero para que un rayo de sol le atravesara su puto y perfecto rostro.

—Llegó una carta de su amiga Isa, la anciana—Anuncio, con un guiño.

Eso le cambio el semblante de inmediato, sin duda era impresionante como esa híbrida salvaje: Ziah, puede influir tanto en su estado de ánimo.

—¡Siéntate aquí!—Chilla, señalándome la silla a su lado. Lo hago con prisa, y su felicidad de —Léala, Léala.

La abro.

—Querida Diana Eckvan, gracias por enviarme esos diamantes tan bellos, pero de lo que estoy plenamente agradecida es del collar que me hace caminar de noche —Paso saliva, y borre la sonrisa de mi rostro.—Porque tienen razón, las híbridas nocturnas son mejores en la cama que las salvajes y sin duda mejores que una humana débil y frágil como usted.

Me arrebata la carta de las manos, y solo puedo escuchar su grito de furia. Se levanta, aun gritando. Tengo que obligarme a cambiar mi cara de confusión cuando pone frente a mí: papel, tinta y pluma.

—Escribe—Ordena, yo asiento, sumerjo la punta de la pluma en tinta y escucho atenta. — Querida malagradecida, espero que goces de todo lo que has hecho hasta ahora, porque será la última cosa que disfrutes en esta maldita vida, y de eso me encargaré yo, haré que ruegues mi perdón y mi amor de rodillas, y aun si haré completamente miserable tu existencia

Escribo con mi rústica letra ese párrafo tan agresivo.

—Pero no seré yo la que vaya por ti esta vez, considera esto como el fin de nuestra relación. Ahora, me follaré a Kassia, a Luca y a quien se me cruce en frente para borrar cada rastro de ti en mi piel.

—¿Estás segura? Me parece algo vulgar…

—¡Escribe!— Hago una mueca de desagrado al escribir eso y al terminar doy un gran suspiro.—Firma con tu nombre y dile al mensajero que es para Ziah Myndar, Eliot conoce a todo el mundo.

—¿Estás segura?—Repito, con voz temblorosa — Si alguien más la lee pensará que ya no soy… pura.— Susurre con un creciente sonrojo en mis mejillas— Además… Kassia es mi hermana.

—¿Y a quién le va a importar si coges con alguien?—Gruñó.

Si esto llega a oídos de Gabriel Favre no me lo perdonaría jamás. Me muerdo los labios, pero ante la insistente e intensa mirada de Diana, firmo el borde de la carta. La puerta se abre de golpe, y yo oculto rápidamente en el bolsillo de mi delgado y desaliñado abrigo.

—¡Oye, animal, aquí no queda tu establo para que vengas a patear mi puerta, cuál yegua!—Mi princesa se levanta de la silla, roja de la rabia.

El príncipe Ignis entra, con una garrafa de alcohol en la mano, hace unos minutos estaba sobrio, de postura recta, como la sangre real que es y ahora está igual que los borrachos de mi manada. Me levanto para cerrar la puerta, mientras Diana le da un golpe en el pecho a su hermano.

—¡Ay! Tampoco me ataques de esa manera, hermanita. Solo vine de mensajero para que Rhea no patee el trasero otra vez —Exclama, desplomándose en la cama para, después, abrazar su garrafa como si se tratara de un bebé.

—¡Habla ya!

—La heredera de Hayes Eckvan, su alteza real de lo desagradable y aburrido, me envió a decirte que en breve saldrá a hacer su guardia por los alrededores y que aún le debes a Kassia 19 noches de paseos nocturnos, así que iras con ellas— Diana suelta un gruñido. —Y que la “cabellos de anciana” debe ir contigo.

Me señala con un gesto vago, lo cual me ofende de sobre manera el apodo, al punto de arrugar mi cara con desprecio, causándole risa.

—¿Es necesario?—Pregunta Diana.

—Sí, porque y cito a Rhea: “Es la encargada de proteger tu pureza y decencia”— Dice, antes de beber un largo trago. —Dos de las cosas que menos tienes, porque has sido tocada más veces que las espadas del salón de entrenamiento y tu virginidad están en los dedos de cierta híbrida salv...

No acaba la palabra cuando Diana le lanza una de sus almohadas directamente a la cara. Para luego ir a su aparador, donde tiene sus perfumes y joyas, toma uno de sus perfumes, y comienza a aplicárselo por su cuello y escote.

—Ni la menciones, que soy capaz de cortarle la lengua a quien diga su nombre. —Masculla con ira.—Ahora anda en burdeles y en cantinas ¿Puedes imaginarlo?

El pelirrojo suelta a reír.

—¿Imaginarlo? Yo se los enseñé.

Suelta como si nada, y quizás no ve la mirada macabra que le pega su hermana por el reflejo del espejo porque esboza una sonrisa.

—La pobre debe de pensar en algo más que en ti, después de que Kai casi la matara porque negaste conocerla—Continúa—¿Te follarás a Kassia? Haznos dichosos a todos y hazlo de una vez por todas, te lleva cortejando desde que tenías 12 años. Contenta a esa beta, Diana, para que su alfa dejé de ser una amargada.

Me tenso completamente, y Diana lo nota, ella me da una miradita divertida que logra calentar más mi pecho. Me extiende el collar de oro, para que la ayude y eso hago, me posiciono detrás de ella, mientras sostiene su cabello liso en la mano, dejando su cuello descubierto.

—Si Rhea se entera de que Kassia tocó un centímetro de mi piel, me obligara a casarme con ella—Masculla.

Aprieto mis dientes, y apresuro mis movimientos para colocarle su caro collar.

—Tal parece que mi padre ya se está encargando de eso.

Diana deja caer el cabello, se paraliza totalmente y su rostro se torna blanco, como si la sangre ya no le circulara.

—¿Te sientes bien?—Le susurro.

—¿Con quién?—Se gira a mirarlo.

Niega con la cabeza.

—Solo sé que está preparando su tropa para viajar a Sudeck sin Rhea, según él será para una “negociación” y madre no le habla… entonces, la cosa es seria.

—Rhea no lo permitirá—Asegura confiada.—Ella me prometió que seré la primera Eckvan en casarse por amor.

Veo en el rostro de Ignis que no está muy convencido de eso, pero la princesa sí, cree profundamente en su hermana, tal y como yo creía lealmente en mi padre. Y puedo decir que el exceso de confianza fue mi más grave error.

Bajamos a la parte trasera del castillo, donde en las escaleras que daban al jardín nos esperaba Dominik, el pelinegro idiota que me trajo aquí y el cual en cualquier ocasión se me insinúa sutilmente.

— No mires a Kassia, no hables con ella, a la mínima interacción suya, Dominik te atravesará el pecho con su espada.—Dice Diana, mientras bajamos las escaleras.

Miro al híbrido pelinegro, y él me guiña un ojo con aires de burla ¿Cómo? ¿Él recibe órdenes de Diana? Es parte de la tropa de Rhea, no debería. Al poner un pie en el jardín, Diana me obliga a mirarla.

—¿Entendiste?—Sé que no está jugando, cuando me muestra de determinación en sus ojos.

—Sí.

Ella asiente, y se adelante unos pasos. Nos encontramos a la entrada, las enormes puertas de la fortaleza estaban abiertas. Diana y Kassia intercambia solo dos palabras, antes que la princesa suba a su caballo, evitando que mi hermana la ayude.

Rhea estaba arriba de su caballo, es negro, con una mancha blanca en la una de sus grandes piernas de la forma de un círculo. Habla con una omega, delgada y de cabello dorado, quien le estaba acariciando a su caballo y parece que la joven omega tenía calor, por lo roja de sus mejillas.

Doy gracias que no me notó. Dominik se sube a su yegua marrón y lo miro, sin saber qué hacer. El pelinegro rueda sus ojos y me apunta el caballo plateado a su lado, el más pequeño de todas estas majestuosas bestias, pero aun así, yo veía imposible subirme en él y comencé a temblar.

—Sabes, una vez Dalma me hizo matar una rata que mordía los manteles de seda, era blanca igual a ti, con la diferencia que tenía más agallas.

—No sé montar—Me defiendo. —Jamás me enseñaron.

—Estarás bien, tu tío es uno de los mejores jinetes que conozco, lo llevas en la sangre.

Siento la presión, ahora tenía los ojos disparejos de Rhea sobre mí, expectantes, al igual que los de Kassia y Diana, como varios de la tropa Luna Negra que las escoltan.

Muerdo mis secos y partidos labios. Me acerco al caballo, sudando frío y las manos temblorosas. Yo era muy pequeña, o este no es de los animales que estoy acostumbrada. Pongo un pie en la montura de cuero y metal, y me impulso con mis brazos delgados.

Mi caída fue inminente y vergonzosa, suelto un quejido de dolor cuando me levanto de suelo. Sacudiendo mi ya sucio vestido. Rhea se está burlando de mí, al igual que su tropa de inútiles. Sin embargo, no ríe, solo suelto una sonrisa.

—¿No tienen otro más pequeño?—Le cuestiono molesta a Dominik. —No sé montar elefantes, aún.

—Tráiganle a la burra—Responde él, causando una oleada de carcajadas.

Entrecierro mis ojos azules, mirándolo con desprecio. Las risas cesan cuando Rhea se acerca a nosotros y desmonta.

—Sube—Me ordena, señalando su caballo.

—Con todo respeto, Alfa Rhea, pero preferiría ir caminando para no molestarla… ¡Ah!

Me interrumpe, sus manos rodean mi cintura y me alzan, sentándome en su caballo en cuestión de segundos. Ella también se monta, dejándome a la cabecera, lo hace con una agilidad tremenda que el animal ni se inmutó.

Pasa sus manos por mis costados para tomar las riendas con firmeza, logrando que me apegue más a su cuerpo. Mi corazón está acelerado, porque siento como respira, siento cada movimiento que hace con su cuerpo.

—Si ya acabaron con sus estupideces, los quiero atentos. Hay salvajes rondando todavía—Ordena con frialdad, recibiendo un “Sí, Alfa” retumbante.

Kassia va a la cabecera de la tropa, tratando que Diana le responda con algo más que “Sí” o “No”. Nos adentramos a unos campos cerca del bosque espeso. Una paz repentina se instaló en mi pecho cuando una brisa de aire puro y húmedo de los pastizales choca con mi rostro.

Y después de tanto, siento un poco de paz

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