Besos en Guerra ©

By dayzaccardi

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"Solo físico. Beneficios. Cero sentimientos. Y ya" Regla uno: si una mujer ingresa al sistema será aniquilada... More

💋⚔️
ANTES DE LEER
⁰ Viento Negro
¹ Mushu
² El entrenador
³ Chat privado
⁴ Juego sucio
⁵ Yin Yang
⁶ El refugiado
⁷ Levántate, si puedes
⁸ Jugando con fuego
⁹ Tenemos un trato
¹⁰ Hola, ¿tú eres...?
¹¹ Apretados
¹² Vacío
¹³ Besame
¹⁴ Juguemos
¹⁵ Dibujos
¹⁶ Acurrucados
¹⁷ Ansiedad
¹⁸ Ultimátum
¹⁹ Las minas
²⁰ Debajo de ti (y de la lluvia)
²¹ Amigo
²² Sueños nublados
²³ Capitán
²⁴ Tú
²⁵ Quédate
²⁶ Mensaje
²⁷ Verdades a la luz
²⁹ Quererte
³⁰ Contigo
³¹ Adiós
³² Sueños oscuros
³³ Fregadero
³⁴ ¿Quién es?
³⁵ Personaje secundario
³⁶ Cobarde
³⁷ Decisión
³⁸ Error del sistema
³⁹ Auxilio
⁴⁰ Caos
FINAL 1/2
FINAL 2/2
EPÍLOGO
¿BEG EN FÍSICO?

²⁸ Otro amor

864 98 42
By dayzaccardi

"Pero todas mis lágrimas
las he gastado en otro amor"
~Another Love

Zayn

Terror.

Terror fue lo que sentí.

Mi cuerpo estaba sobre ella cuando escuché el primer disparo. Había jurado que ya la había devuelto al refugio donde el resto del campamento que no eran soldados se protegían del combate —como la gente que trabajaba en limpieza como ella, el comedor y cuidando a los caballos— pero al parecer, fue todo un sueño. Nos quedamos dormidos luego de hacer el amor en un sueño plácido, muy plácido. Y me arrepiento de eso, me arrepiento toda mi jodida vida.

Lidia lucía débil a mi lado, llevaba pocas prendas de ropa y, al oír el disparo demasiado cercano, creí que estaba delirando. A pesar de que ya nos habíamos excedido el tiempo para que ella se refugiara, el combate recién empezaba al día después y eso se debía cumplir por un pacto hecho en el pasado. No podía ser real lo que mis oídos acababan de captar.

Pero sí lo era.

Mis cejas se fruncieron y todos los malditos músculos de mi cuerpo se tensaron. No sirvo si me destruyen la rutina y menos si se trata de entrar en acción con rapidez, por algo me levanto dos horas antes de tener que socializar o combatir con alguien.

Parpadeé varias veces mientras me ponía de pie, intentando concentrarme en no caer al piso de lo dormido que estaba. Mi primer instinto fue cubrir a Lidia con todo lo que había cerca, almohadas, mantas, todo. Si se trataba de un atraco, quizás podía pasar desapercibida si no se movía. Lo segundo, hubiese sido ir a cubrirme con una buena armadura y tomar mínimo un arma de las buenas de mi habitación oculta, pero por obra del destino, el sensor no reaccionaba a mi tacto. Hasta el día de hoy, no sé si fue por el temblor que padecían mis manos o solo porque la vida me la quería poner difícil.

—Joder —pronuncié de la forma más desesperada que pude. Pateé la pared con intención de forzar su sensor al oír pasos sobre el techo de mi habitación. Estaban cerca y yo no tenía como defenderla. Y lo peor de todo era que ya estaba despierta. Me paralicé al verla sentada, ojeando el techo, austada y corrí hacia ella al ver en sus pequeños ojos miles de preguntas—. Están atacando. Los refugiados. Vienen. Debo... debo llevarte al refugio.

—Cariño —dijo al mismo tiempo que sus ojos se empezaron a llenar de lágrimas de la desesperación.

Se puso de pie en cuanto mis manos se juntaron con las suyas y, mientras se colocaba como podía unos shorts de los pesados para cargar armas que estaban tirados allí, yo tironeé de su brazo. No podía cambiarse en ese momento, todo quitaba tiempo de ventaja para huir.

—Respira y escúchame con atención
—le pedí acorralándola a la pared más segura que veía en mi habitación. El resto, tenía mucha visión a una de las ventanas que había antes allí y, cualquier persona que se asomara, podría romper un vidrio y lanzarse a ella—. No abre la pared y no tengo otra arma. Es peligroso salir de aquí —Se escuchó otro disparo y percibí al instante como volvió a temblar. La abracé con fuerza y pegué su cabeza a mi pecho. Me rompía el alma verla así por mi culpa, por no haberme resistido a ella la noche anterior—. Debo proteger al ejército —murmuré despacio—, pero también debo protegerte a ti y eso es físicamente imposible. Debes prometerme que no saldrás de debajo de mi cama y que te cubrirás la cabeza con las manos, ¿vale?

—No te vayas —me rogó, vulnerable—. Por favor.

El corazón se me estrujió al oír esas palabras junto a tres fuertes disparos de un arma que no conocía. Venía del pasillo y eso solo quería gritarme que debía apurarme. Apreté su agarre y besé su cabeza.

—Me buscan a mí, pequeña —le expliqué con la mayor delicadez del mundo—. Yo soy el único que sabe entrar al lugar que ellos buscan —miré a sus ojos buscando que use la razón un poco pese a todo su miedo—. Si te quedas conmigo, estarás en peligro, ¿comprendes? Son capaces de matarte solo para hacerme sufrir. Si entran y no ven que estoy, se irán.

—Te harán daño —murmuró suave, tragándose todas las lágrimas que sus ojos expulsaban.

Negué con la cabeza.

No podía seguir demorándome.

—Llevo preparándome toda la vida para esto —confesé, serio.

Sus labios se notaban temblorosos.

—No tienes arma —dijo ella para sí misma, preocupada más de lo habitual, hasta que sus ojos brillaron y cogió algo del bolsillo de su short, aquel que le había regalado para que siempre ande protegida con su cuchillo—. Ten. Iba a ser un obsequio para tu cumpleaños pero... —Otro disparo que se escucha aún más cercano corta su oración, tapé sus oídos y la miré, perplejo.

Quitó de su short una arma pequeña y me la dio con rapidéz. No podía dejar de sonreír, era un alivio menos para el combate que se me aproximamaba. Me atormenta el hecho de que nunca tuve ni tiempo para agradecerle, me gusta pensar que mi sonrisa habló más que mil palabras para no morir de la culpa.

—Debo marchar —Mi corazón latió con fuerza—. No te muevas de abajo de la cama por nada del mundo —le indiqué y tomé sus manos, llevándolas a sus oídos—, eso te será de ayuda, pequeña.

—Zayn —pronunció mi nombre una última vez.

—Dime.

Mis ojos volvieron a posarse sobre los suyos.

—Recuerda escribirme con el celular que te presté, si puedes en algún momento, claro, para... para saber si estás bien o si puedo salir o...

Le corté la frase con un beso en sus labios y, sin dar más vueltas para no seguir sobrepensando, me preparé para toda la guerra que se me venía encima. Cargué el arma y abrí la puerta de la habitación sin pensarlo ni una maldita vez. Por el olor que había a veneno, sabía que habían utilizado sus malditas treperas muy cerca de mí.

Estaba en medio de un estrecho pasillo, rodeado de caos y gritos. La tensión en el aire era palpable, lo sentí en la sangre y más cuando mis ojos conectaron con los de ellos. Tres refugiados vigilándome en la punta del pasillo como si yo fuera su mejor presa. Desde un comienzo sabía que iba a ser difícil y que iba a tener que luchar, pero no tan pronto, joder.

Les sonreí en respuesta, quizá aún no me habían reconocido y me querían tomar de rehén como suelen hacer todos los años con algún que otro de nuestros soldados para manipularnos luego. Al fin y al cabo parecía inofensivo, cara de dormido, sin armadura y, para agregar, me encontraba en medio de todo, llevando conmigo solo una pequeña arma, y una especie de cuchillo improvisado que apenas me ofrecía alguna ventaja a comparación de lo que realmente debería utilizar. Sabía que mis opciones eran limitadas, pero estaba decidido a luchar con toda mi fuerza para defender a los míos.

El ruido ensordecedor de disparos y explosiones llenaba mis oídos mientras decidía que hacer con ellos, porque para mi extraña racionalidad, todavía no me habían apuntado hasta que... bueno, él sí lo había hecho. ¿Por eso me miraban tanto? ¿Porque tenía a uno de ellos respirándome en la nuca creyendo que yo no tengo una maldita idea? Pues sí. Lástima por ellos, yo tenía todo lo sensorial bastante desarrollado y nunca, nunca en la vida podría ser tan idiota de no sentir esa presión de un aire pesado en mi nuca.

Roté el arma despacio para que los otros no noten mi ataque y le disparé a mi amigo sopla nucas justo en sus pelotas.

—Ha sido un placer. —Hice el saludo militar con las manos y corrí.

Corrí hacia otro lado porque los tres mosqueteros que me acababan de ver asesinar a su colega, no parecían muy contentos; y menos por mi vacilación que, ahora admito, que estuvo un poco de más. De hecho, al terminar de decir eso, ya estaban correteando hacia mí como si me quisieran comer el culo.

El problema estuvo cuando esos malditos refugiados dejaron de ser tres y se multiplicaron, parecía que tenían  algún dispositivo que les estaba avisando que allí estaba yo, Zayn Rogger, el capitán de todo el ejército que tienen en contra. Decenas de ellos aparecieron por mi espalda, se abalanzaban sobre mí con una determinación salvaje. Su mirada reflejaba su desesperación y su hambre de supervivencia o, mejor dicho, de asesinarme.

Me empecé a librar de ellos como pude, apuñalando uno a uno a los refugiados que se acercaban como si hubiera algo inhumano en ellos que los hacía mucho más débiles que yo, y sí, dije apuñalándolos porque el arma... el arma no la podía utilizar. La debía usar en otra situación de desesperación por si me herían más adelante. No sabía que tan cargada estaba.

Cada movimiento que daba era acelerado, mi instinto de correr sin parar buscando una salida rápida para poder respirar y pensar qué era lo más conveniente para reunirme con el resto se apoderaba de mí mientras esquivaba golpes y bloqueaba ataques. Aunque trataba de mantener una postura defensiva, me era difícil mantenerme firme cuando el número de refugiados aumentaba incesantemente.

Pese a mis esfuerzos, me llevé alguna que otra herida leve de trepera. Por suerte, pude esquivar las flechas por practicar seguido mis reflejos, pero tampoco era capaz de pretender ser la perfección en persona, varias de ellas me rozaron y me pasaron en pequeñas cuotas los efectos de su veneno: mareo, pérdida de la vista y náuseas.

Los golpes y rasguños eran inevitables. La falta de una mejor arma me ponía en desventaja, y aquellos malditos refugiados desesperados luchaban sin descanso. Era una situación desigual, una batalla en la que no tenía para nada cosas a favor.

Sin embargo, no estaba dispuesto a rendirme. Sabía que solo necesitaba una oportunidad para unirme con el resto y sentirme aún más protegido, usando las estregias grupales que tanto me esforcé para crear. Necesitaba una apertura en la defensa de los refugiados para poder escapar, fue por eso que mantuve mis movimientos rápidos y precisos, buscando cualquier brecha que pudiera aprovechar.

Luego de acabar con uno de los últimos refugiados que se me habían acercado —o al menos la primer tanda—, vi una abertura. Me lancé hacia adelante, alejándome de la multitud. Mi mente se concentraba únicamente en salir de aquel pasillo y poner distancia entre mí y mis perseguidores. Corrí tan rápido como pude, sin mirar atrás, sintiendo la adrenalina bombear por mis venas.

Un paso en falso y ya era ratón muerto, pues yo era un humano, no era inmune al veneno de esa horrorosa arma y el mareo era cada vez peor. Me costaba hasta moverme y eso... eso me aterraba cada vez más.

Pude salir.

Vi aquel paredón de piedra a lo lejos. Parecía ideal para descansar y respirar un poco aire fresco antes de asimilar las consecuencias de mis heridas y seguir combatiendo. Puse mi mano sobre mi vientre, justo en donde salía ese poquito de sangre fresca y avancé. La zona parecía despejada, así que me permití tomarme mi tiempo hasta que el sonido de un arma recargándose al llegar a mi supuesto refugio hizo que me sobresaltara. ¿Me estaban a punto de disparar? Si era un sí y había alguien más allí adentro, ya me quedaba poco.

Iba a morir.

No tenía escapatoria.

Tomé mi arma como pude.

Apunté a donde me pareció oír el ruido y...

—¡Jolines! ¡Eras tú! ¡Casi me cago encima! —Pipa soltó el arma, la dejó caer en el piso y avanzó hacia a mí, veloz—. ¿Qué te pasó, hombre? ¿Estás herido? Grillo te estaba buscando como loco.

Asentí, débil y me dejé mostrarme vulnerable ante sus ojos. Necesitaba que me ayude un poco a desinfectar las heridas o no iba a poder seguir luchando.

—Me dieron —contesté seco luego de largar un pequeño alarido del ardor que me estaba dando aquellos cortes—. ¿Tú también estabas escapando?

Pipa me obligó a sentarme en una de las esquinas de la enorme pared de piedra y me alzó la playera para colocarme un poco de la arena que estaba en el piso por encima. Sí, arena. Habíamos descubierto que eso amortiguaba el dolor de aquel veneno con propiedades extrañas.

—¿Yo? ¿Escapar? No, tío. Ni en sueños. Yo me estaba bañando, oí disparos, cogí el arma y alguna que otra venda, y me vine aquí a terminar de cambiarme —Lo miré con rostro de "No me jodas"—. No me mires así. No podía combatir en bolas y, además, si no me ducho antes de pelear mi cuerpo no responde.

Apreté los labios al sentir los granos de arena entrando en contacto con mi sangre.

—¿Se sabe cómo atacaron? —dije con hilo de voz.

—Pues con exactitud no —hizo más fuerza en mi corte—, pero al parecer no vinieron con ningún vehículo ni a pie porque de ser así ya hubieran saltado las alarmas terrestres que puso Henrik.

Bajé la mirada a mis abdominales e hice una mueca de dolor al ver que estaba peor de lo que creía.

Cerré los ojos.

Tengo que ir a ver a Lidia en algún momento.

No podía ir, acababa de salir de allí y, prácticamente, era el lugar más lleno de refugiados de todos. A pesar de que ya los disparos que se oían a lo lejos eran más dispersos, lo que significaba que o habíamos acabado con la mayoría de ellos o ellos habían acabado con nosotros, no podía no pensar en sí ella estaba segura o no.

Necesito ver a Lidia.

—¿Alguna otra información revelante? —inquirí, debía sacarmela de la cabeza por un segundo. De no ser así, nunca me iba a poder concentrar en el combate para que se alejen de aquí de una vez por todas.

—Vienen cargados con granadas de las fuertes —me explicó— y la verdad que dudo que vengan por el territorio como los años pasados.

—El hermano de Henry —le confesé por lo bajo—, él es parte de ellos y está claro que hierve de la envidia por todo lo que logró su hermano.

—¿El hermano de Hen...? ¿Qué? ¿Él es parte de los refugiados? ¿Cómo...?

—No hay tiempo para hablar de esto ahora —le recordé que estamos en el medio de una guerra.

—Ahora hablas —me exigió—. Por aquí no viene nadie hace un buen rato, créeme y, por otra parte, debemos esperar a que la arena absorba bien la sangre o será en vano todo mi trabajo.

Respiré hondo.

En cierta parte tenía razón, sería muy de psicópata salir a combatir sabiendo todo lo mareado que me encuentro.

—El primer ataque que tuvo Siria fue de unos tíos que simulaban ser ladrones del pueblo vecino Pertland y, como lo siguen haciendo por tradición ahora, secuestraban a algunos de nosotros y nos llevaban con ellos para sobornarnos ya que su pueblo era mucho más... humilde. Henry y su hermano mellizo, Joel, fueron parte de ese grupo de personas secuestradas. Eran pequeños cuando pasó, unos dieciséis años, ¿quizá? Y...

Colocó más arena en mi vientre, empezó a vendarme y volvió a abrir su boca:

—Sigue.

Me guardé la mueca de dolor.

—Y les pidieron a sus padres bastante dinero para salvarlos —expliqué para distraerme del ardor—. Eran una familia humilde, solo podían soportar la mitad de ese gasto, y en medio de toda la desesperación, optaron por salvar a Henry y luego a su hermano. Pero cuando iban a salvar al segundo luego de un mes de pleno ahorro y sacrificio, este se sintió abandonado, roto y... y fuera de sí, fuera de su hogar; y así fue como necesitaba buscar un refugio lejos de Siria y por una razón que desconozco, aquellos ladrones le perdonaron la vida y lo hicieron parte de su grupo.

—Joder —maldijo por lo bajo—. Por eso se llaman los refugiados, ¿serán todos tíos abandonados como él o...?

Negué.

—No podemos hablar más de esto, hay que ayudar al resto, ¿vale? —me bajé la playera y le tendí una mano a Pipa para que me ayude a levantarme.

Me puse de pie y recargué el arma junto a él.

—Oye —me llamó antes de salir.

—Dime.

Se pasó la lengua por sus labios secos.

—Por lo que estuve husmeando no dejan de llevarse aparatos tecnológicos de todas partes, cosa que es rara y, además, los veo más en la defensiva que en el ataque. Si quisieran luchar solo para apoderarse del territorio nos petarían a granadas para matarnos a todos y usurpar lo que tenemos, pero hay algo más detrás de todo esto. Estoy segu...

—Recién acaban de casi partirme el cráneo con un arma —le recordé—. Dudo que vengan en modo defensivo solo para buscarla algo y...

Un sonido se apoderó de mis oídos.

—¿Oíste eso? —me preguntó Pipa por lo bajo, apuntando con su arma a todos los lados, precavido. Imité su gesto pero a la inversa.

—Mantente alerta.

Debemos salir de aquí. Estamos muy acorralados como para escapar si nos rodean.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando esa granada estalló, sacudiendo el suelo debajo de mis pies y haciendo resonar el estruendo ensordecedor en mis oídos. El humo y el polvo nublaron mi visión y la de Pipa al segundo, dificultando nuestra capacidad para ver claramente qué era lo que sucedía a nuestro alrededor.

—¿Estás bien, viejo? —la voz de el flacucho me tranquilizó, al parecer no estalló por aquí cerca, solo era el humo de otra batalla que se estaría dando cerca de donde nosotros estábamos—. No veo una mierda.

Caminé hacia donde oía su voz, en esos momentos era mejor tenernos cerca.

—Sí. Bien.

Tosí en el proceso, el olor a treperas y a humo invadió mis fosas nasales. Pude notar al instante donde estaba Pipa gracias a que prendió su encendedor para hacerme señas con fuego.

—Por suerte el ruido vino desde el pasillo, deben estar tirando granadas por allí para despejar toda la zona —murmuró con la mayor tranquilidad del mundo y algo hizo clic en mi cabeza.

Se me alargaron las facciones.

Deben estar tirando granadas por allí.

Granadas.

Pasillo.

Granadas.

Pasillo.

Es entonces cuando mi mirada se dirigió a aquella puerta que se podía comenzar a ver lentamente gracias a que el humo se iba esparciendo.

Mi corazón dejo de latir, helándose por completo.

—¿Zayn? ¿Estás bien, hombre? ¿Qué has visto? —cuestionó preocupado y me zamarreó hacia los lados—. ¡Zayn! ¡Responde! ¡¿Qué has vis...?!

El miedo se apoderó de mí.

Esa granada.

El humo.

El maldito humo venía exactamente de  donde ella se escondía.

Un grito desesperado se escapó de mis labios mientras corría hacia esa dirección, olvidándome de todas las razones que tenía para no ir, luchando contra la corriente que me empujaba  hacia atrás.

—¡Zayn! —los gritos de Pipa quedaron tan lejos como el humo.

Decidido a encontrar respuestas, aceleré el ritmo de mis pasos. El camino parecían alargarse y retorcerse a mi paso, haciendo que pareciera una eternidad llegar a ella y, para agregar, el olor a quemado, a humo y a veneno era cada vez más intenso. Mi mente se llenó de escenarios desalentadores, temiendo lo peor mientras mi corazón se apretaba en mi pecho. El temor que tenía a causa  de que le hubiera pasado algo era abrumador y me hacía sentir como si me faltara el aire.

No obstante, seguí corriendo por el pasillo, encantilándome por el polvo y alguna que otra llama que se hacia notar allí. Mentiría si digo que no había ningún refugiado en el pasillo o que no me hicieron daño porque, realmente, mi mente no lo recuerda. No me importaba en lo absoluto recordarlo. En esos momentos —y siempre— solo me importaba ella.

Solo ella, joder.

El humo y el polvo se fueron despejando poco a poco, revelando un paisaje desolado y devastador. Mi corazón se hundió en mi pecho cuando finalmente llegué a lo que yo consideré que era mi puerta.

Estaba abierta.

Mi sangre comenzó a circular con rapidéz cuando lo vi. Vi los restos destrozados de lo que alguna vez fue nuestro refugio seguro, y mi corazón se detuvo por un momento.

Escombros.

Todo eran escombros.

Una granada había acabado con todo.

—¡Lidia! —grité sin aliento—. ¡Cariño! ¡Lidia! —no dejé de sostener su nombre en mi boca mientras quitaba todos los escombros que yacían en el piso para poder pasar sin quemarme con las pequeñas llamas que había a los costados—. Joder, cariño, responde, ya puedes destaparte los oídos —decía, iluso, buscándola en alguna parte, creyendo que aún seguía debajo de esa cama que ahora de encontraba con trozos del techo de mi habitación por culpa del impacto.

Me arrodillé junto a los escombros, buscando desesperadamente algún signo de vida. Mis manos temblorosas empezaron a remover los escombros con urgencia, a la vez que mi mente gritaba una y otra vez su nombre, esperando que de alguna manera ella aparezca ilesa, que todo eso haya sido solo una pesadilla.

Pero mis esperanzas se desvanecieron rápidamente cuando encontré su cuerpo inerte entre los restos. Sus ojos, una vez llenos de vida y amor, estaban inexpresivos, sin vida. Mi corazón se quebró en mil pedazos, y un grito desgarrador se escapó de mi garganta, invadiendo el silencio del campo de batalla en el que me encontraba.

Un hilo de sangre caía por su nariz.

Me lancé hacia Lidia, buscando que me mire con esos ojos como lo hacia siempre. Buscando que vuelva a ser ella.
La observé con una mirada incrédula, esperando que de repente abra los ojos y sonría, pero en el fondo, sabía que eso nunca iba a suceder.

La tomé en mis brazos, su cuerpo frío y sin vida. Mi mente se negaba a aceptar la realidad, luchando contra la evidencia que tenía frente a mí. No quería soltarla, no quería dejar que se vaya a pesar de que su corazón ya no latía.

Todo era mi culpa. Había llegado tarde y no pude protegerla.

Mis lágrimas caían, mojando su rostro inerte mientras le susurraba palabras de amor y desesperación, creyendo que eso la sanaría.

—Lidia, cariño, despierta —empezaba diciéndole hasta que me desesperaba y terminaba a los gritos, roto—: ¡Joder, tú no! ¡Despierta ya! —Sin respuesta. Mi corazón se terminó de quebrar en trozos justo cuando esa última lágrima cayó, antes de decir mis últimas palabras—: Sí lo haces, podemos ver la película juntos.

Pero nunca.

Nunca hubo respuesta.

Sentí un profundo dolor y vacío en mi pecho, como si algo me estuviera arrancando el alma. Mi mente se llenó de preguntas sin respuesta y de un sentido de injusticia abrumador. ¿Por qué ella? ¿Por qué ahora? No puedo, yo... no soy capaz.

El mundo a mi alrededor parecía empañado y distante, como si estuviera sumergido en una neblina de tristeza. Me sentía abrumado por la pérdida, por la sensación pesada de que una parte de mí se había ido para siempre.

No sé cómo seguir adelante sin ella.

Busqué en mi bolsillo el arma. El arma que me había dado horas atrás y la observé con el brillo anaranjado de las llamas reflejándose en aquella descripción:

" tienes dudas, ante la duda, dispara"

Mi mano tembló, esas eran las palabras que le había dicho a Lidia el primer día que tuvimos una interacción fuera de un saludo mañanero, aquel día en el que ella estaba limpiando las armas y me dijo que le gustaría aprender a usar una y yo le di su primera clase.

No puedo seguir con esto.

Las lágrimas seguían descendiendo por mis mejillas.

Mi vida no tiene sentido.

Sosteniéndola en mis brazos, me apunté con el arma en la sien.

—Siempre estaremos juntos —susurré por lo bajo—. Siempre.

Me intenté sostener de sus recuerdos, aferrándome a cada momento compartido, intentando encontrar consuelo en la certeza de que nuestro amor fue real. Pero el dolor seguía ahí, latente en cada latido de mi corazón, recordándome constantemente su ausencia, haciéndome incapaz de soportarlo.

Dándome ganas de irme con ella.

En mis brazos, la abracé una vez más, aunque en el fondo sabía que nunca iba a soltarla completamente. Y luego, luego disparé. Diría que me fui con ella y que fue un final feliz dentro de toda la mierda, pero todos sabemos como sigue la historia.







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