Danielle restregó sus ojos entre sus nudillos con cansancio. Había dormido doce horas, y eso era demasiado para ella. Se levantó, estirando sus brazos hacia el techo y cerrando sus ojos con satisfacción.
Caminó hacia el lavabo para hacerse su rutina de skincare y para lavarse los dientes. Volvió a acostarse en su cama, tronandose sus nudillos.
—Buenos días Bella durmiente —saludó su padre, notando la cara de muerta de la Marsh menor—. ¿Cómo dormiste?
—Bien, muy bien —bostezó.
—¿Y aún así tienes sueño? —rió su padre—. Ya me voy a trabajar. Pórtate bien. Hazle caso a tu hermana.
—Pa —llamó Danielle, antes de que su padre se fuera—. ¿Puedo ir a una fiesta más tarde?
—Claro. Sí.
—Perfecto. Gracias papi. ¡Te amo! —dijo al ver cómo su padre salía de su habitación, para finalmente irse del hogar—. ¡Sí!
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