No acercarse a Darek

By MonstruaMayor01

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Meredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Adelanto
Capítulo 8
Capítulo 9
Carta recibida por Darek
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Adelanto
Conociendo a Darek
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
¿Crees en los monstruos?
Adelanto
Capítulo 24
Capítulo 25
Adelanto
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Dae
Capítulo 30
La chica
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Piano, sangre y amor
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Adelanto
Capítulo 38
Un pasado marcado
Capítulo 39
Ese «te quiero»
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
NOTA
El cerezo
Capítulo 43
Capítulo 44
Ajedrecista
El villano
Capítulo 45
Antes de todo
Capítulo 46
Capítulo 47
Ella
Capítulo 48

Capítulo 10

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By MonstruaMayor01

Los parpadeantes destellos de la pantalla iluminan mi rostro cuando con manos temblorosas lo alzo y leo el contacto que llama.

Damien.

Ese es el nombre que se muestra en la pantalla.

Una vez pongo mi mirada al frente para buscar a Darek me percato que ya es demasiado tarde, y aunque hago mi mayor esfuerzo por esconderme tras un cobertor viejo que cuelga de un mueble antiguo, mis pies se enredan y no me dan tiempo de nada. Ya Darek viene hacia mí como una fiera. Yo, por mi parte, me quedo paralizada en medio de la escasa luz que se escurre por las ventanas. Darek es dueño de mi radar, emergiendo de las sombras. Cada paso que da resuena en el ambiente, colmando mis oídos de un sonido ominoso y amenazante. Su mirada está fija en mí, es siniestra y promete un peligro que me congela la sangre.

Mi corazón late desbocado en mi pecho mientras sus ojos clavan su oscura intensidad en los míos. No consigo apartar la vista, estoy hipnotizada por la amenaza que emana de él. Es como si el mismísimo Satanás se hubiera apoderado de su ser y estuviera a punto de hacerme pagar por haberlo seguido.

Mi instinto me grita que salga corriendo, que corra por mi vida, pero mis pies se niegan a obedecer. Me siento un insecto atrapado en su tela, a merced de todas las preguntas que se formulan en su cabeza.

La casa parece encogerse, como si sus paredes silenciosas quisieran abrazar la escena que se avecina.

Finalmente, él se lanza hacia mí con una rapidez felina. Sigo inmóvil cuando se detiene justo frente a mi cuerpo, a unos escasos milímetros de mí, está tan cerca que intento retroceder, sin embargo, el mueble que tengo a mis espaldas no me lo permite.

—¿Qué mierda haces aquí? —suelta en un gruñido, puedo sentir su aliento mentolado mezclado con el rastro de olor a tabaco acariciando mi rostro.

Me quedo en silencio, aún y cuando quiero articular alguna palabra nada sale de mi boca. Mi pulso se acelera más, hasta el punto de sentir que está a un paso de estallar.

—¿Qué carajo haces aquí? —insiste, con su voz cargada de un rastro de enojo.

Trago saliva, luchando contra el nerviosismo que se adueña de mi interior.

—Yo solo quería...queria darte tu celular —susurro, subiendo la mano en la que tengo apretado su teléfono que no deja de sonar.

De golpe me arrebata el artefacto, descuelga la llamada y responde con un seco: —Más tarde te llamo. —Cuelga y guarda el teléfono en el bolsillo de su pantalón. En ningún momento me pierde de vista.

—Yo... ya me voy —digo en un torpe titubeo que solo deja al descubierto lo asustada que estoy.

—No, no te vas —responde él.

Con mis manos en un manojo de nervios, aprisionadas entre su pecho desnudo y mi cuerpo, inconscientemente dejo que ellas caigan sobre su pecho. El contacto accidental provoca que Darek se tense al instante, pero para mi sorpresa no me aparta. De pronto las yemas de mis dedos rozan la rugosa marca en su piel. Puedo sentir incluso el calor residual de la quemadura bajo mis dedos.

Darek no relaja sus músculos en ningún momento, lo único que hace es recorrer mi semblante con sus escrutadores luceros ámbar. Yo sostengo el aliento y muevo mis dedos al centro de la cicatriz, mientras que mis ojos también bajan hasta lo que mis dedos tocan.

—¿Qué te sucedió? —pregunto sin poder tragarme mi inquietud.

Es cuando estas palabras quedan suspendidas en el aire que comprendo que es lo peor que pude haber preguntado. Darek se separa bruscamente de mi cuerpo. El escenario cambia en un santiamén: la rabia se dibuja en su cara, y noto como sus ojos brillan a través de la oscuridad de las paredes.

—¿Quién más sabe de esto? —Tan pronto deja escapar esta pregunta, se pasa una mano por el pelo y retrocede un par de pasos. —Mierda, dime quién más sabe de este lugar —exige.

Paso saliva y desvío la mirada al suelo, evitando que nuestros ojos se vuelvan a encontrar. Mi tono es apenas audible cuando contesto:

—Nadie...yo viene sola.

Escucho como su fuerte respiración se alza en un suspiro lleno de frustración.

—Te lo voy a pedir una vez más: deja de seguirme —sentencia, luego oigo sus pasos volviéndose a acercar a mí. Apenas me da tiempo de levantar el mentón cuando me vuelve a acorralar entre el mueble y su cuerpo. Con cuidado presiona sus manos a cada lado de mi cabeza. La electricidad me recorre la piel en el preciso instante en el que agrega: —No me gustas y te aseguro que jamás vas a llegar a gustarme.

No sé por qué, pero una punzada se entremete en mi pecho y de repente tengo ganas de llorar. Luego de permanecer en silencio entiendo que es por él, con el simple hecho de tenerlo cerca y que sea tan insensible, me conmueve.

Agarro valor para sostenerle la mirada. Una ola de rabia comienza a crecer en mi interior, amenazando con inundar cada rincón de mi ser.

¿Quién carajo se cree para tratar a las personas como objetos? Él no es más que yo y no voy a seguir permitiendo que quiera hacerme sentir inferior.

—Sabes que, Darek —comienzo sin darle tregua a nada, que no sea la furia que se apodera de mi cuerpo —, tú no me gustas y nunca me has gustado. El día que te confesé que me gustabas fue una estúpida equivocación, ya que estaba segura de que el se sentaría a mi lado iba a ser Adán y no tú —escupo cada palabra contra su perfecta y ceñuda cara.

Veo como él parpadea lentamente, dejando entrever que mi confesión no causa nada en él. Incluso una pizca de diversión danza en sus ojos. Darek es impenetrable, no creo que se haya permitido ser vulnerable ante nadie.

—Eso explica muchas cosas —habla al fin y de golpe se separa de mí.

Una vez más soy yo la que queda desconcertada por su comportamiento y sus palabras. Entonces, sigo con mi arremetida:

—No me gustas, Darek. El que me ha gustado todo este tiempo ha sido Adán.

A medida que hablo atisbo a ver como su expresión cambia. Sus cejas fruncidas denotan un tanto de sorpresa y al esbozar una sonrisa asiente con la cabeza.

—Eso explica muchas cosas —repite en un tono desafiante.

Sin querer seguir escuchándome me da la espalda y comienza a caminar hacia el piano que hace unos minutos se fundía con él. Este sería el momento perfecto para salir corriendo, no obstante, mis piernas se lanzan hacia él, pisándole los talones.

—¿¡Qué mierda!? Te estoy diciendo que no me gustas —digo y me voy exaltando cada vez más.

Me frustra su comportamiento y no poder comprenderlo. Esperaba que su reacción fuera de decepción o de alivio. Pero nada de eso sucede. Justo ahora me siento invisible, casi como si mis sentimientos y emociones no importaran en lo absoluto, lo peor es que no entiendo por qué me siento de esta forma.

Sin decir absolutamente nada, Darek se dirige hacia el suéter que se encuentra tendido en el piso, lo agarra y con un simple movimiento se lo pone. Una vez se cubre su pecho, la confianza en sí mismo crece, es como si estar cubierto le diera un poder extra.

—¿Te gusta Adán? —es lo que dice al segundo que sus ojos se topan con los míos.

Asiento, exasperada.

—Sí, me gusta Adán.

Sus ojos se iluminan con una llama de diversión mientras una sonrisa socarrona se dibuja en la comisura de sus labios. Y es esto lo que me termina por frustrar. ¿Qué le ve de divertido a esto?

—Eso tiene mucho más sentido.

Doy un paso más cerca de él y sus ojos me siguen.

—¿Qué rayos quieres decir con eso? —cuestiono con firmeza, esforzándome por mantener la calma de mi voz.

Él se ríe con ligereza, dando por sentado que mi pregunta le parece muy graciosa.

—No te podía gustar alguien como yo.

Sus pasos se dirigen hacia el bolso que arrojó al piso y lo recoge. En cuanto se endereza y regresa a mirarme, hay una oscuridad profunda en sus ojos. Por un segundo lo que dice me conmueve. Quizás mi confesión sí le ha afectado, solo que yo no supe verlo. Quizás fui demasiado dura con él

—¿De qué hablas?

Me dedica un gesto que pretende ser acogedor y entonces da dos pasos hacia mi dirección. Cada que se acerca los latidos de mi corazón retumban en mis oídos. Al final se frena al estar más o menos un metro de mi cuerpo para acto seguido saborearse los labios y hablar:

—Te tenía que gustar alguien tan básico como tú. —La sonrisa en sus labios se ensancha y su mirada no refleja ni un poco de compasión por lo que dice. —Adán no tiene nada de interesante, junto como tú. Harían una pareja perfecta por lo predecible que son sus vidas. —Asiente con la burla saliendo por sus poros. —Sí, estoy seguro de que Adán es el chico indicado para complementar tu aburrida vida.

La contundencia de sus palabras me golpean como puñales afilados en el corazón, dejándome sin aliento, hasta llego a cuestionarme si estoy respirando.

Con los ojos bien abiertos y con un nudo que amenaza con formarse en mi garganta, cierro los puños a mis costados, sintiendo el cosquilleo de las uñas al enterrarse en mis palmas.

—Vete a la mierda, Darek.

Sin darle más tiempo de que siga haciéndome sentir mal, me doy media vuelta y empiezo a caminar a la puerta de la casa, pero de pronto el tono de su voz me detiene en seco.

—Nadie puede saber que uso esta casa —habla a mis espaldas, añadiendo advertencia a lo que dice. —Será mejor que mantengas tu boca cerrada...

—¿O sí no qué? —lo interrumpo antes de remolinar mi cuerpo y enfrentarlo con la mirada. Con la rabia contenida en mi cuerpo me muevo a su encuentro, me detengo justo frente a él. Arqueo una ceja y prosigo: —¿Me vas a desaparecer, Darek? No te tengo miedo.

Cada palabra que sale de su boca parece ser una afilada espada, destinada a lastimarme, así que voy a pagarle con la misma moneda.

Él me observa con recelo, sus ojos indescriptibles buscan penetrar mi alma y revelar mis secretos más profundos. Sus labios se tuercen en una leve sonrisa burlona.

—No me tienes miedo, pero mi voz te sobresalta. —Tras decir esto se lanza hacia adelante y entre nosotros queda una pequeña abertura que provoca que mi respiración se acelere. —No me tienes miedo, pero evitas mi mirada. —Desliza su boca hasta el hueco de mi cuello y al sentir su respiración en mi piel mis pies me piden retroceder. Entonces, sin verlo venir, me toma de la cintura con una mano y sella nuestros cuerpos. Un soplo de su perfume masculino me acaricia el olfato y yo lo aspiro. Mi cuerpo entero tiembla. —Meredith, no me tienes miedo, pero estás temblando ante mi presencia

Una ola de calor rompe en mi pecho. Sin embargo, busco retroceder y su agarre se intensifica.

—Todo el pueblo sabrá que usas esta casa —lo desafío.

Sé que es importante para él que nadie sepa sobre qué viene a pasar el rato en esta vivienda, así que voy a usar eso a mi favor.

—No, eso no pasará —replica, me suelta de la cintura como si ya hubiera obtenido su dosis de diversión y se separa de mí —. No quieres hacerlo.

Nos enfrentamos en un duelo de mirada. Una idea se empieza a crear en mi cabeza y entonces la suelto en voz alta:

—No le diré a nadie si haces algo por mí —propongo, sorprendida por la confianza que impregno en cada sílaba.

Alcanzo a ver como arruga su ceño, claramente intrigado por mi ofrecimiento. Un ápice de curiosidad surca el color ámbar de sus ojos.

—¿Qué quieres?

La verdad no me esperaba esa respuesta, mas sin embargo, no pienso desaprovechar esta oportunidad. Trago saliva, reuniendo todo el valor que tengo dentro. Darek es capaz de lograr lo que se propone y sé que podrá ayudarme, aún y cuando es un auténtico imbécil.

—Quiero que me ayudes a que Adán se fije en mí.

El chico con el cabello, color gris ceniza, me mira con atención durante un largo rato, evaluándome. Su expresión es hermética. Pero al estar al borde del colapso, la dureza de su mandíbula se suaviza y un atisbo de sonrisa se asoma en la comisura de sus labios.

—Está bien. Hagamos que el chico más insulso del pueblo se enamore de ti.

Ambos nos quedamos sumergidos en un silencio tenso, consciente de que nuestras vidas ahora estarán unidas por un secreto y un trato. Sé que esto es una locura, pero Darek, sin darse cuenta, me ha lanzado a tomar riesgos que nunca imaginé tomar.         

◇◆◇◆◇◆

NOTA DE AUTORA:

DIOS MÍO, EN LO QUE TE ACABAS DE METER, MER.

¿Qué les va pareciendo la historia? ¿Les gusta?

Ya saben, si quieren que actualice rápido me motivan dejando su voto y comentario. 

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