Todo lo que sube tiene que ba...

By Hubrism

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Valeria y Salomón son vecinos de toda la vida que no se soportan... hasta que se quedan atrapados en un ascen... More

Resumen + Nota de la autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24

Capítulo 5

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By Hubrism

PASADO 4

11:28am

—¿Se te ocurre otra idea?

Observo todo alrededor, casi esperando que aparezca la puerta mágica que Salomón mismo buscaba hace rato.

—¿Y si lanzamos tus peroles por el hueco? —Señalo las bolsas repletas de cosas—. O sea, a alguien eventualmente le parecerá raro ver un pote de jugo de naranja y una lechosa regados en el suelo.

—Me mata mi madre, si me mandó a comprar todo esto. —Se pone una mano en su pecho como una señora mayor con sofoco—. ¿Por qué no lanzáis los tuyos?

Levanto mi mentón. Con movimiento resoluto, recojo mi morral del suelo y lo lanzo fuera del agujero entre el ascensor y la planta del edificio. Cae con un ruido sordo a medio camino entre las cuatro puertas de los cuatro apartamentos de la planta.

—Listo —anuncio en caso de que haya duda—, ahora esperemos.

Salomón abre y cierra la boca, pero no consigue palabras para rechistar.

Esperamos en silencio por al menos diez años, y aún así no pasa ni una sola persona. Hay dos ascensores para el edificio y acercándose la hora del almuerzo, donde tanta gente regresa del trabajo para comer y traer a los niños de la escuela, no puedo creer que nadie se haya percatado de que al menos uno de los ascensores está dañado.

—Acéptalo, sois nuestra única solución. —Salomón lanza sus brazos al aire, rindiéndose solo.

—Esperemos un poco más.

—Ya llevamos aquí al menos una hora. Estoy harto. Quiero libertad.

—Espero que nunca te metan preso, entonces.

—Por eso me porto como un santo. Vení acá. —Hace ademán con las manos para que haga no sé qué.

—Yo sé que tenéis planes pero paciencia. A veces hay cosas que uno no puede solucionar.

—Valeria, deja de darle a la lengua y salte por ese hueco pero ya. —Su ceño está fruncido tanto como sus labios. No le voy a decir nunca que de esta manera se ve demasiado cuchi—. Entiende que después de que salgas seguro va a pasar bastante tiempo hasta que me puedan sacar a mí, ¿okay?

Con eso sí me amilano porque tiene razón. Salomón es demasiado grande para salir por su cuenta, así que alguien tendrá que venir a hacerle mantenimiento al ascensor hasta que se pueda mover, y eso puede tardar entre dos horas y tres días, yo que sé. Ni por ser tan ladilla se merece eso.

Okay. —Me desinflo con un suspiro.

Sin advertencia, me carga en sus brazos tan fácilmente que me da vértigo. Mis reflejos se activan y me agarro de su cuello con toda mi fuerza. Eso hace que nuestras narices tropiecen.

Los ojos negros de Salomón se abren de par en par. Sé que los míos están igual.

—Este...

—A ver. —Él se aclara la garganta y vuelve su atención al hoyo—. ¿Cabeza o pies primero?

Tuerzo la cabeza para medir la altura y ancho del espacio. Como sea que intentemos, voy a quedar a un ángulo incómodo que me va a hacer caerle encima.

—Así no, bájame. —Por primera vez en la historia me hace caso y me regresa los pies al suelo—. Arrodíllate.

Él levanta una ceja.

—Yo estoy dispuesto a hacer muchas cosas por vos, Valeria, pero no entiendo.

—Deja de darle a la lengua —imito lo que dijo hace rato—, y abre las orejas. Me voy a sentar en tus hombros.

—¿De frente o de espalda?

—Voy a ignorar eso porque sino te meto un coñazo en la jeta.

Se arrodilla de frente al objetivo y yo me posiciono detrás de él. No me queda más remedio que agarrarme de su cabeza mientras rodeo su cuello con mis piernas. Vagamente me doy cuenta de que su cabeza rapada es más suave de lo que pensaba. Pero mi cerebro se apaga cuando sus manos agarran mis muslos con fuerza. Son enormes y sé que no me dejarán caer. Todo su cuerpo es caliente como una fogata, y jamás me hubiera imaginado que iba a llegar un día en que lo sintiera tan cerca de... bueno, ciertos sitios.

—¿Lista?

—No pero igual lo vamos a intentar.

—Tranquila, voy lento.

Es su culpa que ahora tenga la mente llena de cochinadas. Me obligo a concentrarme en la situación que no tiene nada de picante.

Salomón se levanta lo más suavemente posible, que para mí es demasiado rápido.

—¡Cuidado!

Se frena justo antes de que yo le estrellara la cabeza al techo del ascensor. Me encorvo hacia adelante sobre su cabeza y me balanceo con el borde del piso que ahora queda a mi nivel.

—¿Eso que siento son tus lolas sobre mi cabeza?

—Concéntrate, por favor. —Pero sí, lo son.

—Es duro pero lo voy a intentar.

Casi le pregunto qué es lo que está duro pero me contengo. Y como ahora sí tengo el agujero al alcance, saco mi cabeza y mis brazos pero no hay nada de qué agarrarme salvo del borde de la pared.

—Échate pa' alante —ordeno.

—Mira, si me echo más pa' alante me fusiono con la pared —gruñe debajo de mí.

—Entonces empújame, no sé.

Sus manos se deslizan de arriba de mis muslos hacia abajo y siento la presión del empuje. Logro salir hasta la cintura.

—Ya casi. Empuja otro poco.

—Valeria, me estáis matando. —No sé si con mi peso o por otra razón.

En eso lo siento deslizarse entre mis piernas y por un instante la falta de su cuerpo debajo de mí hace que empiece a caer hacia adentro de nuevo. Chillo no solo del susto, sino porque el borde se encaja en mi estómago. Pero en eso sus manos detienen mi caída.

Por mis nalgas.

—Salomón.

—¿Valeria?

—¿Me estáis agarrando el culo a propósito?

—Fue lo más grande que logré agarrar en el instante.

—Aja, ¿y por qué lo seguís agarrando? —Sus manos están firmemente explayadas una sobre cada glúteo, apretando con firmeza.

—O sea, te puedo agarrar por las piernas pero seguro te vais a caer.

Lo debato en mi mente. El microsegundo que tarde en cambiar posición seguro que me va a hacer precipitar hacia adentro de nuevo.

—Bueno, empuja pues.

Lo hace con más fuerza. Pongo toda mi energía en mis brazos en que hagan oposición contra la pared a mi lado y así poder expulsarme del hueco. Pero sigo en el mismo punto.

—No me vais a creer lo que voy a decir —jadea Salomón detrás de mí—, pero creo que sois muy culona pa' este hueco.

—Mira, después de que todo esto acabe no vas a quedar con vida.

—Mátame luego pero ahora decime si queréis seguir intentando o no.

—No —respondo de una—, el piso se me está clavando en el estómago y me duele. Ayúdame a entrar otra vez.

—Aguanta pues.

Todo mi cuerpo se tensa porque sin duda esa es su cabeza contra la parte interna de mis muslos. Sus manos ruedan de mi trasero hacia mis piernas otra vez y tengo que apretar la quijada para que no salga el ruido que dejo prisionero en mi pecho.

Carajo, si así se siente su toque en un momento extraño como este, ¿cómo será en otras circunstancias?

Maniobramos igual que hace un rato pero en reversa. Exclamo cuando siento un raspón en la barriga pero más me alivia poder poner mis pies sobre suelo firme. Me espero a que Salomón gatee hacia atrás hasta darme la vuelta. Él se levanta y...

Se empieza a ahogar.

—¿Qué?

Con una mano se tapa toda la cara mientras tose. Con la otra señala hacia mí.

Bajo mi mirada y pego un grito que sí lo debe haber oido todo el vecindario. En la refriega perdí mi franela, y Salomón me acaba de ver en sostenes.

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