REALEZA RETORCIDA (+18)

By erikagarciacruz

16K 2.1K 247

En una época donde usar corsé era obligatorio y contraer matrimonio un sueño anhelado, Aurora Brinworth se ve... More

ANTES DE LEER
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Capítulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Capítulo XXXV
Capítulo XXXVI
Capítulo XXXVII
Capítulo XXXVIII
Capítulo XXXIX
Capítulo XL
Capítulo XLI

Capítulo XIII

417 60 27
By erikagarciacruz

A la mañana siguiente fue Guillermo quien tocó el tema del golpe en Bartholomew.

—¿Has estado en una riña, hermano?

Papá no dejó de comer y mamá había fruncido las cejas.

—No —le respondió él sin apartar la mirada de su desayuno.

—¿Quién te ha golpeado?

—Guillermo, termina tu desayuno —le pidió papá. Guillermo solía ser demasiado impertinente si no lo detenían.

—Un pequeño accidente —respondió Bartholomew.

—¿Qué accidente? Me gustaría saberlo —mamá preguntó.

—Si, me gustaría también saberlo —opinó Guillermo.

—Una fastidiosa zarigüeya se me cruzó en mi camino, ya saben, animales enfadosos de muy mal gusto.

Ladeó una pequeña sonrisa, como si hubiese recordado mi vergonzosa anécdota de ayer y fruncí las cejas, concentrándome en mi desayuno.

—Como odio esos animales. Le diré a las criadas poner trampas para evitarlas en la villa —opinó papá.

—Yo no he visto nunca zarigüeyas por aquí —dijo Guillermo.

—Yo sí, una vez me atacó una, pero fue porque la molesté —dijo Alex.

—¿Quieres que mande a llamar al doctor, hijo? —le preguntó mamá a Bartholomew.

—Estoy bien.

—Parece haber sido una riña grave —opinó Cindy.

—No lo fue —dije.

—¿Por qué? ¿Acaso has estado allí? —dijo Anneliese.

—No.

—Hoy es noche de opera —dijo mamá sonriente.

—¿No es mal momento, tomando en cuenta que pasado mañana será la boda de mi hermana? —opinó Anneliese sin ninguna emoción.

—Claro que no, los preparativos están todos listos. Nada puede fallar, en realidad, todo va a salir perfecto. Soy la envidia de la temporada —dijo mamá emocionada—. ¡Oh, mi maravillosa Aurora estará esplendida!

—No hay duda de eso —sonrió papá mirándome con orgullo.

Bart carraspeó hondo y se levantó de la mesa.

—He concluido. Tendré un día ocupado, por favor no permitan que mi ausencia les arruine la noche. Ahora debo irme —avisó mi hermano mayor y se despidió de mi madre y de mi padre y salió de la casa.

—He terminado, debo ir a practicar mis lecturas —avisé rápidamente y me levanté de la mesa, yendo tras Bartholomew.

Lo encontré cruzando el jardín y rápidamente lo alcancé.

—Deberías ver a alguien por el golpe. Podría quedar una marca.

Dejó de caminar y se mantuvo firme mirando al frente, con las manos en sus bolsillos.

—Estaré bien. No es algo grave.

—¿No te duele?

—Siempre que recuerde tu forma salvaje de escapar de tu habitación lograré hacerme sentir mejor.

—Mi forma de escape no debería ser divertido —determiné, molesta.

—Lo es para mí.

—Y para que lo sepas, no soy ninguna zarigüeya.

Se encogió de hombros.

—Ya me ha quedado claro que eres todo un caballero, menos conmigo.

Sonrió de aquella manera tan agraciada que provocaría a cualquier dama suspirar y hacer agitar su abanico, sonrojada.

—Lo sería si no actuaras como una ardilla.

—¿Ardilla? ¡No soy ninguna ardilla!

Llevé mis manos a mis mejillas, humillada.

—¡Vas arrepentirte!

—¿De verdad?

Vi la manguera con la que el jardinero regaba los rosales y rápidamente la cogí y quise regar a Bart, pero al dar el siguiente paso, me tropecé con mi vestido y la manguera se abrió directamente a mi cara.

Una situación peor que humillante.

Bartholomew se echó a reír al verme en mi situación y yo patalee empujando la manguera lejos de mí.

—¿Es qué tienes calor? ¿O no has tomado tu baño matutino?

—¡Vulgar! —le ataqué, avergonzada.

Me tiré a él y le empujé dispuesta a hacer borrar la sonrisa encantadora de su rostro, algo que no logré y solo conseguí que se alejase, haciéndome tropezar como tonta.

—¡Ya lo pagarás!

—Guarda la compostura, o no te entregaré a Mía.

Dejé de pelear y le miré emocionada.

—¡¿La has encontrado?!

—Probablemente.

—¿Cómo que probablemente? ¿Lo hiciste o no?

—Depende como te comportes.

—Muy bien —me erguí, orgullosa como una dama—. ¿Dónde está, Bartholomew?

—En el establo.

—¿En serio?

—No miento.

—¿Dónde estaba?

—Muy lejos de aquí. Estuve toda la madrugada buscándola o alguien más la cazaría o la domaría.

—¿De verdad no dormiste nada por ir a buscarla?

Me sonrió de manera confidente.

—Debo marcharme.

No me dijo nada y solo se marchó, pero me había quedado claro lo que había hecho por Mía.

Sin volver a casa, corrí al establo y allí la vi amarrada y comiendo. La abracé y mi humedad la hizo refunfuñar.

Debí advertir que estar humeda era un peligro, pero me di cuenta demasiado tarde y cuando corrí a cambiarme, ya había dado mi primer estornudo.

Por la tarde, el Lord vino a verme y yo me encontraba en el sillón leyendo un libro. Se acercó a mí y rápido estornudé.

—¿Desde cuando eres alérgica a mí? —dijo divertido.

—Mi querida Aurora ha cogido una pequeña gripe —explicó mamá.

—¿Por qué?

—Ha tonteado con el agua y esos son los resultados. ¡Juegos que no son dignos de una dama!

—Solo ha sido un accidente.

—Accidente que podría arruinar tu boda.

—Manténgase alejado Lord, no quisiera contagiarlo —dije.

—Me arriesgaría a ello —dijo sentándose a mi lado.

—De verdad, no quiero enfermarlo.

—No se preocupe por mí. ¿Ya ha tomado té?

—Si.

—Uno de hiervas le vendrá bien.

Ordenó que me preparasen uno.

—Es probable que esté enferma para la boda —dije.

—No lo lamentes.

—Aléjese o también estará enfermo el día de la boda.

—No dejaré a mi futura esposa sola en esto.

—Lord, hágale caso. Podría caerle peor y eso arruinaría cualquier preparativo... —dijo mamá paranoica.

—Estaremos bien. Nada podría cancelar esa boda —sonrió—. Hablando de ello ¿La señorita Brinworth está lista para ello?

Asentí un poco incomoda. Jamás estaría lista, no quería casarme y menos con un hombre que no amaba, pero ya no podía hacer nada. Tenía mi final escrito.

—Su padre ha adelantado el Lote al cura.

—Eso es perfecto.

—Como también ha querido darme el dote que me corresponde.

—Espero ya lo haya guardado en un lugar adecuado.

—En realidad no lo he aceptado.

Mamá frunció el ceño y yo igual.

—¿Cómo de que no? —me adelanté.

—No necesito eso, con tenerla a usted me bastará...

—Es inadecuado, Lord, debe aceptar el dote. No puede pasar de ello, Aurora está de acuerdo en ello —dijo mamá.

—Tengo el suficiente dinero para mantener a mi esposa sin ese dote.

—Es algo que no puede dejarse de lado, es lo adecuado...

—No lo necesito.

—Aurora.

—Temo, Lord, que si no acepta el dote, no me casaré con usted.

—¿Cómo ha dicho?

Se alejó del asiento.

—Lo que escuchó. Acepte el Lote.

—Señorita Brinworth no puede obligarme a hacer eso.

—Acéptelo.

—De ser así prefiero que sea dado a la gente pobre.

—De ninguna manera —saltó mamá—. Iré por el Duque.

Mamá salió del vestíbulo.

—Lo siento —dije.

—Señorita Brinworth aceptar ese dote me hace sentir que ofendo su honor porque sería como ser pagado por casarme con usted y de ninguna manera anhelo sentirme así ya que si me caso con usted es porque la quiero y me honra ser su esposo. Es una costumbre de la sociedad que jamás me gustó.

—No se trata de eso, se trata del honor de mi familia, de sobrevivir, de mi apellido y del futuro de nuestros hijos.

—Mi dinero bastará hasta nuestros nietos.

—Acéptelo —presioné sonando severa.

Las puertas se abrieron y mamá entró con papá detrás.

—¿Qué es el escándalo?

—Aurora ha decidido no casarse si el Lord no acepta el dote.

Papá casi sonrió.

—Pues temo decir que no habrá boda.

—¡Duque Brinworth! —Mamá le miró asustada.

—Está en la decisión de nuestra hija, ya hemos acordado todo, pero el dote es demasiado importante.

—No pueden obligarme aceptarlo.

—Es eso o la boda —dije.

El Lord apretó los ojos, sintiéndose terriblemente mal.

—Vale, lo aceptaré —dijo por fin.

Mamá volvió a sonreír.

—Me alegro demasiado.

Papá frunció el ceño.

Y yo volví a estornudar, el té no me ayudó, pero logró que la garganta se me entumiera por un momento.

—Deberías acostarte, hija. Te hará mejor.

—Pero la ópera... —dije entristecida.

—Nada importa más que tú salud.

—Si, por favor obedezca a su madre señorita Brinworth. No queremos ningún imprevisto para la boda.

—Lo único bueno de esta enfermedad es que tu piel luce más pálida y tus ojos hundidos. Eso acentúa más tu belleza.

Me despedí del Lord y me marché a mi habitación.

Seguí estornudando hasta que me quedé dormida, al despertar, le llamé a Virginia y ella me hizo saber que mis hermanos se habían marchado con mi madre y padre a la ópera, lo cual me hizo sentir triste.

Me coloqué mi bata y salí de la habitación, Virginia se marchó a su habitación de inmediato. Bajé las escaleras por un poco de calor a la chimenea, aunque tenía una chimenea en mi habitación, bajar allí fue la excusa.

Escuché unos zapatos resonar en la madera de las escaleras y me levanté exaltada, viendo a Bart con traje, muy elegante y con un aroma acalorado.

—¿Saldrás a algún sitio? —pregunté confundida al verlo tan arreglado, preparado para una fiesta.

Parpadeó al verme.

—¿Qué haces aquí?

—¿Qué haces tú aquí? Dijiste que estarías ocupado.

—Tú deberías estar en la ópera.

—¿Irás a...?

No pude pronunciarlo.

—Aurora, hermana, es un asunto que no es tu incumbencia.

—Deberías comportarte como un hijo distinguido de los Brinworth.

—No me vengas con fundamentos morales, pues, debe quedarte claro que yo no sigo protocolos.

Solté un estornudo y apreté los ojos. Él frunció una ceja, y regresó a verme confundido.

—¿Qué ha sido eso? ¿Estás enferma acaso?

Asentí. Algo que lo hizo sonreír un poco.

—¿No te bañaste después de la pequeña ducha que te diste?

—Me quedé con Mía y se me olvidó hacerlo.

—No has actuado con serenidad.

Volví a estornudar y él sonrió, burlón.

—Es mejor que descanses, te sentirá mejor. El frío te hará mal. Vuelve a la cama.

—Si, será lo mejor.

Asintió orgulloso por mi decisión.

—Debo marcharme, buenas noches.

—No vayas —le pedí, estremecida.

Él frunció las cejas.

—¿Por qué no?

—Porque está mal.

Soltó un suspiro.

—Todo en mí está mal. No te preocupes por ello.

—Quizás, pero piensa en tu reputación.

Di un paso más cerca de él.

—¿Es mi reputación lo que te preocupa?

Bajé la mirada, entristecida.

—¿Qué?

—No me gusta verte con esas mujeres.

—¿Qué tratas de insinuar?

—Ellas no te merecen, Bartholomew. Ninguna de ellas...

—Estoy seguro de que merecen una vida mejor que servir a hombres con despecho, sí.

—No deberías buscar cariño en ellas —corregí.

—Es la única forma en que puedo apartarte de mí, ya te lo he explicado...

Le miré a los ojos sin dejar de dar pasos suaves hacia él, los ojos le brillaban. Tenía la mirada llena de vida, que provocaba no dejar de mirarlos y vivir eternamente en ellos.

—Es evidente que no puedes lograrlo, así que deja de apartarme de tu cabeza.

—Guarda tus palabras, cualquiera podría malinterpretarte.

Tragué saliva, trémula.

—Malinterprétame —pedí, con voz colgando de un hilo, harta por esconder mis sentimientos, harta por negarme a la realidad de lo que quería y era justamente a él, nada más.

Dio un paso atrás, alejándose de mí.

—¿Qué quieres decir?

—Ninguna de ellas merece tu cariño, Bartholomew. Me rehúso a que compartas con esas mujeres una mínima de ti. Eso solo debería pertenecerme.

Moría de enojo porque alguien más tuviese lo que yo tuve alguna vez de él: su forma de tratarme, su risa tan contagiosa, su manera de enseñarme tantas cosas como aprender a vivir y soñar. Su manera inteligente de explicarte sobre poemas y fisiología, su modo tan apasionado por vivir sin importarle lo que opinasen los demás y su manera caballerosa de tratar a todos, pese a no pertenecer a su rango social. Cada pizca de Bartholomew era extraordinaria, como un humano adelantado a la sociedad en la que fue criado y como pese a ser rectado a mostrarse por encima de los demás, nunca se comportó de tal manera, dejando claro la educación y caballerosidad de la que estaba hecho. Pensar que alguien más compartía lo que él y yo compartimos en la infancia me dolía, porque creía que solo era yo la niñita de sus ojos y ahora significaba que fácilmente podría reemplazarme, de una manera u otra pensarlo charlando del futuro, del clima, de las personas o incluso sobre sus planes, me dolía porque era algo que siempre compartió conmigo y después de diez años dejó de hacerlo, dejándome de lado como si alguna vez no nos hubiésemos conocido y solo fuéramos dos humanos más en la tierra.

Me miró, ofendido.

—Quieres que te quiera ¿no es así? Que jamás te supere, que no te olvide... ¿qué esperas de eso? —dijo enojado por lo que le había declarado.

—Yo solo...

—¿Crees que soy una marioneta, Aurora? No me ilusiones, no me hagas quedarme y creer que es lo mejor para mí porque mi única manera de escapar de ti es yéndome con otras mujeres. ¡Te sacaré de mi cabeza, eso quieres y eso quiero porque deseo dejar de sufrir por anhelar un corazón que jamás me corresponderá!

—¡No puedes hacer eso! ¡Está mal! ¡Ninguna de ellas merecen tenerte!

Pude notarlo en el rostro de esa mujer y la forma en que miraba alucinada al hombre a su lado, ese tipo de mujeres harían el esfuerzo por crearle un escándalo a un hombre como Bart para obligarlo a tenerlo como esposo, no le convendría el dinero que cargaba, sino su forma de ser tan elocuente y caballeroso, cualquiera lucharía por meterse dentro su corazón. Lo había notado en la fiesta y como todas las mujeres, hasta las casadas, se quedaban sin aliento al verlo, y como algunas suspiraban al verlo hablar, nadie podía ignorarlo con facilidad, todas deseaban llamar su atención.

—No me importa lo que creas, para ti yo siempre seré el malo, el enfermo, el trastornado que podría arruinar tu reputación y el apellido de la familia, pero tú no me dejas en paz, y haces que mi corazón sufra más. Soy un ser humano que se ha enamorado tontamente por su hermana, mátame por eso.

Tomo una bocanada de aire.

—Haré mi esfuerzo por olvidarme de ti, y si no es posible, entonces obligaré a mi corazón a dejar de anhelarte, si eso implica arrancármelo del pecho. ¡Piensas que no es justo para ti, bien, no es justo para mí que día a día cargo con este sufrimiento de amarte!

Di un paso hacia él y lo besé, simplemente reaccioné a mi instinto, a mi corazón latiendo con fuerza y al nudo en mi estómago. Fue un roce suave, lento sobre sus labios que él se mantuvo quieto, inexpresivo e impresionado. Me alejé rápido y le miré a los ojos, ansiosa y con dolor, él me miraba de la misma forma. Sin poder serenarse de lo que había hecho con la boca semiabierta, impactado por mi acto.

Observé sus ojos y volví a mirar sus labios que apenas un segundo había tocado como el roce de una pluma.

Por un momento creí que me acusaría de seducirle, pero lo único que hizo fue tragar saliva con fuerza y entonces él volvió a besarme, perdiendo la cordura, pero esta vez no fue una caricia, fue sus labios batallando por probarme, por chocar sus labios con los míos y terminar de derrumbar las barreras que nos separaban, recorrí mis manos a su cuello y le respondí con fuerza, recorriendo mis manos a sus hombros. Fue como volver a vivir después de diez años en estar muerta en vida, no pude batallar contra mis sentimientos y sabía que era lo que necesitaba, no había razón ni juicio, solo sabía que no podía alejarme y que la inocencia infantil se había tornado a algo más fuerte, algo apasionado que no podía romperse y nos había orillado a desarrollar sentimientos que jamás hubiesen nacido si no lo hubieran apartado de mí, provocando que mis anhelos de volver a verlo se convirtieran en constantes sueños, pensamientos, que de un momento a otro me dejaron claro que no podría olvidarlo nunca porque cuando matas un corazón, cuando le arrancas ese algo que lo hacía latir, provocas también que nunca vuelva a ser el mismo y eso provocó mamá, al menos en mí, y convirtió que mi amor por él en vez de esfumarse, creciese. Creciese más y más hasta que me di cuenta de que ya no era un amor como el de todos y que debía huir. Y marcharme, pero no lo hice, porque quizás mamá había cometido ese error, y no le permitiría que me borrase lo único que aún me quedaba.

Había quebrantado mis sueños, mis metas, pero no le permitiría quebrarme el amor que sentía por Bartholomew.

Lo quería, no deseaba apartarme de él porque probar sus labios era darle un balance a mi vida, reviviéndola y dejar claro que había resucitado después de tanto tiempo muerta.

Sus manos subieron por mis caderas y me apretujé a él, al calor de su cuerpo como si eso me diese oxígeno. Sus labios se movían suavemente sobre los míos, haciéndome olvidar de mi alrededor y dejándome claro que estaba besando el mundo entero porque no podía mentir... se sentía bien.

El calor se disipó entre los dos y después nos dimos cuenta de que era demasiado tarde. Muy tarde.

Tiré de su pelo aferrándolo más a mí, él soltó un pequeño gemido y algo en mí latió con más fuerza, haciéndome imposible querer apartarme porque aunque quisiera mentirme no quería hacerlo. Quería tenerlo para mí. Quería oler lo que él olía, quería ver lo que él veía, quería soñar lo que él soñaba y quería pensar todo lo que él pensaba, quise llorar en el simple hecho de pensar en todos los años que estuvimos lejos, perdiéndonos del primer momento de los dos. El primer momento cuando montamos a caballo, al hablar con el sexo opuesto, salir a una primera fiesta, al primer baile, el primer temor, el primer nervio... todos esos momentos ambos nos los perdimos y sabía que nunca más volveríamos a ser testigo de ello porque nos habían separado y habíamos crecido sin el apoyo del otro, para mí fue difícil y seguramente para él igual.

Su mano rodeó mi espalda, borrando cualquier centímetro de distancia entre los dos y provocando que me alejase cinco centímetros del suelo. Con ello fue suficiente para cargarme y bajar mi bata por mi hombro, donde mi piel pálida le deslumbró y sus labios húmedos me besaron allí, solté un quejido apretando los ojos al sentir su calor allí.

Estiré suavemente mi cuello, rogándole porque me besase allí y como las dos almas gemelas que éramos y nos habíamos convertido, él me besó allí. Mi cuerpo tembló y los hormigueos se esparcieron por todo mi cuerpo. Rodeé mis manos en su cuello y volví a besarle. Ya no hubo ningún temor en sus movimientos, ya no hubo ningún miedo por el qué dirán y me besó con más necesidad y anhelo y con mis hombros desnudos, me llevó a mi habitación. La tela ligera y suave de mi camisón se ondeó con sus movimientos al cargarme.

No lo paré, ni él me preguntó si era lo que deseaba porque con solo mirarme por un momento a los ojos descubrió que ambos lo necesitábamos. Nos queríamos, no extrañamos, teníamos el corazón roto por la ausencia del otro y nuestros anhelos nos habían llevado hasta ese mundo, siguiendo el ritmo de nuestro corazón y de nuestros sentimientos.

Parecíamos otras personas, dejándonos guiar por la fuerza descomunal de lo sobrenatural, no era salvaje, pero nos movíamos a la velocidad de un viento en las peores de las tormentas, porque sabíamos que en cualquier momento el hechizo desaparecería y al final de la noche volveríamos a la sociedad como hermanos, no como mujer y hombre, como nos sentíamos ahora.

La ropa desapareció y nos quedamos piel a piel, sentimientos con sentimientos, corazón con corazón, alma con alma, sobre mi lecho, y sus labios suaves, no dejaron de besarme mientras se acomodaba sobre mí y se abría paso con suavidad, ternura. Quise llorar, pero él no permitió que sufriera porque sus labios lo compensaron todo y sus brazos acariciándome de una manera tan tierna detuvieron aquella pena permitiendo conocer por primera vez lo que era ser amaba sinceramente y con fuerza. Sentí por primera vez lo que venía necesitando: su alma entera.

Cada parte de él me arregló, me prometió cuanto sentía por mí, solo rectificó lo unidos que estábamos, más que nunca las almas gemelas que habíamos sido y que después de mucho tiempo volvíamos a unirnos después de ser obligados a separarnos.

Allí sobre mi lecho no solo me dejó claro cuánto me amaba, ahí me di cuenta de que lo amaba demasiado y que me dolía no poder profesarlo a los cuatro vientos. En ningún momento dejó de besarme, de mirarme y prometerme que nadie en la vida lo había hecho sentir como yo en esa noche, y sobre todo juró que nunca volvería a tocar a nadie más como lo había hecho conmigo porque nadie podía hacerle sentir lo que yo le provocaba. Y eso fue lo que hizo esa noche algo más doloroso, fue el hecho de perdernos tanto del otro, y saber que jamás lo recuperaríamos. 


Estoy tiesa chicos, recuerdo que cuando escribí este capítulo no podía separar la Erika lectora con la Erika escritora jajajaja pero me encanta, se vienen cosas intensas x.x Ya estoy ansiosa porque conozcan al verdadero protagonista (no se ataquen, aquí hay tres protagonistas) 

Continue Reading

You'll Also Like

78.3K 7.1K 53
Júlia Fort García es la hermana mayor del joven lateral del Fc Barcelona Héctor Fort,el club invita al equipo a un partido de la sección femenina,est...
35.8K 5.9K 25
Que pasaría si tienes 17 años y de quién pensabas estar enamorada no lo estás y sin embargo te sientes atraída por una mujer 8 años mayor que ella...
77.1K 5.6K 20
Hazel, una chica que es famosa en la escuela por agarrar a patadas a todos y ser muy extrovertida y Noah, la chica mas popular de toda la escuela, a...