Una Noche Sin Luna ✅

By MJ-Frost

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|| C O M P L E T A || Cuando menos lo esperas, el destino te puede traer sorpresas a tu vida. Sorpresas que... More

Prólogo
Adelanto
Último adelanto
Especial: un 27 de septiembre del 2022...
01 | Fragancia de pizza al choque
02 | No me llames chica salsa, por favor
03 | Eros se cree Buzz Lightyear
04 | Sí, no soy la «gran» Diane Reynolds
05 | Una tarde de chicas
06 | Un choque con el mesero cogote golpeado resulta mal... otra vez
07 | El ¿infierno? que es la casa Jackson
08 | Creme De La Chips
09 | Mi vida sería mejor si fuera la de Baloo
10 | Soy una doble moral, lo reconozco y lo acepto, ¿Vale?
11 | Unos dejan su marca en deportes, yo la dejo en química avanzada
12 | Eroscito y Didi
13 | Una extraña frase hawaiana que no debo olvidar
14 | Cuatro letras, mucha atención, muerte a Eros
15 | Una imprudente acción
16 | Felicitenme, que me he graduado de la prepa
17 | Los hermanos Jackson
18 | I was Enchanted to meet you...
19 | La nicna de nueva Andalucía
20 | Nervios
22 | ¡Corre, chica salsa, corre!
23 | Pisaste la línea, ¿Cómo te va?
24 | Entre temprano y tarde, prefiero que sea nunca
25 | Beso, beso, mosquito, ¡Plap!
26 | Cumpleaños feliz, me deseo yo a mí
27 | Fiesta, piscina, alcohol y Taylor Swift
28 | Eros no está siendo Eros
29 | Quedarse de palo en el momento menos oportuno es mi especialidad
30 | Baloo, ¿Dónde rayos aprendiste a...?
31 | Cita
32 | Gelato rico con amigos se torna no tan rico después
33 | I hate accidents except when we went from friends to this
34 | El «Eroscito» cobra sentido
35 | Olvidar las cosas a veces no está mal, eh
36 | ¿Quién eres? Intenta no morir buscando la respuesta
37 | Llorar no es malo, es algo que debemos aprender
38 | La historia romántica de Louis Reynolds y Dalia Blake
39 | ¿Celosa, Reynolds?
40 | Ella... ella no es ella. Ella es un... oh
41 | I was Enchanted to meet you...
Epílogo
Agradecimientos
Curiosidades + Fotitos de los personajes
¡¡ANUNCIO SÚPER DUPER IMPORTANTE!!
Extra I

21 | Eroscito y Didi: el regreso

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By MJ-Frost

Podría describir mi inicio de verano con tres palabras:

Peine saca piojos.

Y no porque haya acogido a una familia de piojos en mi cabello, no fue mi cabeza la residencia gratis de tan feos animalillos.

Fue Baloo.

Resoplo quitando con mi brazo un mechón de mi pelo que me estorba en la cara, no quería tocarme el cabello ni la cara porque tenía las manos sucias, así que no, gracias. No quiero alguna infección. Vuelvo a pasar el peine saca piojos por el esponjoso pelaje de Baloo, él al instante emite un chillido por el jalón que le di.

-No te quejes -le dije-, te buscaste tú solito tus piojos, aguántate.

Baloo emite otro chillido y baja la cabeza, él sabe que tengo razón.

Me distraigo un segundo cuando escucho el sonido de mi móvil en la silla que tengo al lado, de una forma bastante extraña consigo ponerlo en el apoyo de la silla con los codos y contestar la videollamada que me hacía el mesero cogote golpeado.

Con ese también estoy molesta.

Eros del otro lado, se rasca con una mueca la cabeza, ese es otro que se consiguió una familia de piojos a la que darle hogar.

-Traigo malas noticias -anuncia, aún rascándose-. Parece que me van a cortar el pelo.

Arqueo una ceja hacia él, no veía lo malo en eso, ¡Se lo merece!

-¿Entonces?

-¿Entonces? -repite, indignado-, ¡Que todo mi bello y precioso cabello terminará en el suelo de la barbería!

-Aún no veo lo malo, Eros.

Su mirada grisácea solo refleja indignación hacia mí, hasta que suelta un suspiro y, al igual que Baloo, agacha la cabeza.

Ambos saben que estoy cabreada con ellos.

-Vale, sigues molesta, ¡Pero fue un accidente!

-Eros, ¡Tú y mi perro terminaron infestados en piojos porque sin mi permiso lo llevaste al parque y un grupo de niños con los que estaban jugando los contaminó! -recalqué los hechos del fin de semana-, ¡Y ahora tengo que sacarle los piojos y es algo totalmente asqueroso! ¡Veo muy bien que te corten el pelo!

Él desvía la mirada a un lado y vuelve a rascarse la cabeza, sus labios estaban en un puchero culpable.

-Vale, pero no tenías por qué repetirlo -murmura, aún haciendo ese puchero tonto.

-Te mereces la pena del corte de pelo -aseguro, dándole una mirada molesta de ojos entrecerrados.

Me arrepiento de haber dejado a Baloo con Eros en vez de Zharick. Tenía una simple tarea, cuidarlo el fin de semana que mis papás y yo salíamos de la ciudad por unos trámites de papá en el que no podíamos llevar a Baloo, le di todas las instrucciones en una hoja de papel, el juguete favorito de Baloo y su caja de croquetas preferidas. Su trabajo era sencillo, estar con él y no dejar que se sintiera solo.

¿Y qué hizo Eros? Llevarlo al maldito parque donde un grupo de niños con las cabezas llenas de piojos los infectaron a ambos.

Quise golpear muy fuerte a Eros, y solo me resistí porque su madre me dejó regañarlo. Algo era algo.

-Está bien, sí, me la merezco -dijo, alzando la mirada. Aún tenía ese brillo de «lo siento»-. ¿Cuándo me vas a perdonar?

-Jamás.

-¡Oh, vamos, Didi, fue un accidente!

-Número uno -alzo mi dedo índice, la uña la tenía sucia de cadáveres de piojos-, no me llames Didi. Número dos -alzo mi dedo medio, también sucio-, a menos que encuentres una solución a qué mi perro ya no tenga piojos, puede ser que te perdone.

-Me encanta como pones condiciones para que me perdones -él sonríe con ironía, yo también-. Eres rencorosa, Diane Reynolds.

-Y tú muy idiota, Eros Jackson.

-Es parte de mi personalidad -esta vez, su sonrisa es más divertida.

Resistí todo el impulso de reírme, esto es algo que odio de él, no me deja estar cabreada.

-Ser rencorosa es parte de la mía, así que a menos que descubras como quitarle los piojos a Baloo, seguiré molesta contigo.

Y vuelvo a pasar el peine saca piojos desde la cabeza de Baloo hasta casi llegar a su cola, en cada pasada sacaba nuevos piojos que morían aplastados.

-Bueno, si así serán las cosas -dijo Eros, miro de soslayo como parece moverse de su lado-, estaré en tu casa en quince minutos, me llevaré a Baloo.

De inmediato giré la cabeza en su dirección, sentí un tirón en el cuello, una mueca rápida se formó en mis labios.

-Auch -murmuré, adolorida. Volví a prestar atención a Eros, se estaba poniendo una gorra de los New York Yankees-, olvídalo, no te vuelvo a dejar a solas con mi mascota.

Se detiene en su andar para arquear una ceja a mí.

-¿Quieres que ya no tenga piojos?

-Pues... sí.

-Entonces, déjame llevármelo. Serán solo dos horas.

-¡¿Dos horas?! -el peine se cae de mis manos en el frasco con agua donde flotan cadáveres de piojos, lo saco haciendo otra mueca y sacudiendolo-. ¿Cómo que dos horas?

Eros suspira y me dirige una mirada muy diferente a todas las que le he visto desde que empezamos socializar, no era divertida o brillante, o la clásica que anuncia que hará una broma o dirá algo estúpido, es más una seria y segura. Le quedaba bastante rara, como si no compaginara con su personalidad.

-Diane, ¿Confías en mí?

-Eros, dejé mi perro un fin de semana contigo y cogió piojos, ¿tú qué crees?

-Oye, es en serio, ¿Confías en mí?

Ah, vale, esto era algo raro. No solo su mirada era seria, también su tono y algo me decía que quería una respuesta sincera. Esto no era un cuestionario de broma o para ponerse irónicos, Eros quería una respuesta honesta de mi parte.

Entonces me repetí su pregunta, ¿Confío en él?

Realmente no me lo había puesto a pensar, Eros y yo empezamos a tratarnos gracias a los choques que hemos tenido en los últimos meses, todos tan extraños y casuales, como si hubieran sido previamente preparados por algún ser mítico. Hemos tenido grandes momentos juntos, otros dónde cosas locas pasaban conmigo y unos simples como ir caminando a casa comiendo dulces de la máquina expendedora de la cafetería de la preparatoria.

Analizando todo eso, la pregunta era absurda.

-Claro que sí, Eros.

Es gracioso el suspiro de alivio que despide y exagerado como se pasa la mano por la frente para limpiar inexistente sudor.

-Vale, confías en mí, si haces eso, me dejarás llevarme a Baloo solo dos horas para solucionar mi metida de pata.

-No lo sé...

-Vamos, Diane, quiero arreglar lo que hice.

Quise rascarme la nariz, me detuve en el momento justo cuando mi mano estuvo solo a unos pocos centímetros de mi cara.

Miré a Baloo, se había acostado sobre sus patitas delanteras y tenía sus ojitos cerrados, aprovechaba el momento dónde no le daba jalones para dormitar, como le encantaba. Después miré su pelaje, brillante, esponjoso y en tonos acromáticos. Pasé mi mano por su lomo, haciendo que él abriera los ojos.

Su mirada colorida azul y verde me pide que ya deje el peine saca piojos.

Termino rascando detrás de su oreja, soltando una respiración por la nariz.

-Vale, dejaré que vaya contigo -le digo a Eros, quién festeja con un salto que, sí, me hizo reír y no lo evité-. Pero cuídalo, y no dejes que más piojos le caigan encima.

-Lo juro, es una promesa -con una sonrisa infantil y también tierna, Eros extiende el dedo meñique a la pantalla. Entendí qué quería hacer.

Así que también acerqué mi dedo a la pantalla de mi móvil, haciendo una promesa de meñique vía videollamada.

-¡Te veo en quince minutos! -tras decir eso, colgó.

Yo volví a acariciar a Baloo.

-Ojalá no me arrepienta, mesero cogote golpeado.

-

Como dijo, Eros se apareció frente a mí puerta quince minutos después.

Tenía una enorme sonrisa a dientes completos, la semana pasada fue su cirugía de extracción de muelas y ahora está mucho mejor. Ya no se queja y, en definitiva, no hace comentarios raros como los hizo anestesiado. Tampoco hablaba del tema y eso se lo agradecía mucho por mi salud cardíaca.

En la calle ví aparcado el coche de sus padres, en el asiento de conductor visualicé a su padre, que me sonríe y saluda con un gesto. También me saludó su madre, ella en el asiento de acompañante.

-Hora de irnos, amigo -anuncia Eros y el traidor de Baloo mueve emocionado la cola.

Eros extiende la mano, pidiendo el paseador de mi perro. Aprieto los labios, dudando. Quería que ya no tuviera piojos, pero me asustaba un poco dejarlo ir con Eros.

Mi duda debió reflejarse en mi expresión y porte, porque el mesero cogote golpeado dejó caer la mano a un costado suspirando.

-Chica salsa...

-Perdón -mascullo-, es mi mascota, entiéndeme.

-Y lo hago, pero vamos, déjame solucionar mi metida de pata. Te prometí que lo cuidaría y eso haré.

No tuve más opción que entregarle el paseador, Baloo se fue entre saltitos con Eros. Ni siquiera me echó una mirada de despedida, nada. Eso significaba lo harto que debía estar Baloo de mí.

Ladeo una sonrisa y sacudo la mano, despidiéndome. Veo el auto de la familia Jackson salir de mi calle.

Cerré la puerta con un golpe de mi pie, voy hacia la sala donde me detengo a mitad de camino. Todo estaba desordenado, habían papeles en la mesita de café, los cojines estaban fuera de su lugar y detecté polvo en el suelo y los muebles.

Lo peor de todo es que hoy era mi turno de limpiar.

-Bueno -digo a la nada, mirando ahora al estéreo-, un poco de Taylor Swift no viene mal.

Las dos horas que estuve sola en casa las aproveché para limpiar escuchando, claramente, a Taylor Swift. Su música es la más inspiradora a la hora de la limpieza. Cómo mis padres ni Baloo estaban, hice provecho de ello para limpiar todo mejor y que nadie me fastidie. Mis papás suelen rondar por ahí y van a ensuciar todo lo que limpie, Baloo va a morder las celdas del cepillo creyendo que quiero jugar.

Así que ese era el único punto positivo de que Eros se lo haya llevado.

Con Paper Rings de fondo me dispuse a limpiar el polvo de los muebles y después barrer. No entendía a esos swifties que dicen que Lover no es el mejor álbum de Taylor, a mí me encanta.

-Kiss me once, 'cause you know I had a long night (oh)
Kiss me twice, 'cause it's gonna be alright (uh)
Three times, 'cause I've waited my whole life -canté usando la escoba como esos micrófonos de los años cincuenta, deslizándome de un lado a otro al ritmo de la música.

Entre bailes con canciones de Taylor y un trapo para limpiar y la escoba, se me pasó la tarde. Para cuando terminé, en el estéreo empezó a sonar una canción que ahora tenía un nuevo significado para mí.

Una sonrisa estúpida se forma en mis labios tan solo escucho el inicio de Enchanted, mi mente reprodujo el recuerdo del baile y, sin darme cuenta, estaba meneandome de un lado a otro con la escoba.

Cuando caí en ese hecho, di un respingo y la dejé caer al suelo, el golpe resonó por la sala y me hizo encoger los hombros, asustada.

Menos mal nadie había visto eso.

Decido que es mejor cambiar la canción a otra, busco entre mi lista de reproducción hasta que dejo Home We'll Go de Walk Off The Earth, moviendo la cabeza a la par y haciendo bailes tontos al ritmo electrónico del coro con el banjo de fondo, guardo los implementos de limpieza que utilicé, acomodé unas últimas cosas y, al fin, me dejé caer en el sofá despidiendo un suspiro cansado.

Me sentía agotada.

Claro que mi descanso no dura tanto como me habría gustado.

El toque en la puerta me hace ver en esa dirección, gruñir he ir hacia allá porque no tenía más opción. Giro el pomo y abro la puerta.

Mi boca forma una mueca confusa a la par de incrédula arrugando la nariz. Parpadeo, viendo lo que hay frente a mí.

-¡Estamos fuera de piojos!

-¡Guau, guau!

Miro a Eros, luego a Baloo. Eros. Baloo. Eros. Baloo. Así sucesivamente. Mi cerebro no procesaba lo que veía.

-¿Chica salsa? -me llama él.

Yo seguía sin encontrar mi voz.

Primero vayamos con mi perro, que ahora no lo parecía tanto. Algo que siempre a caracterizado a Baloo es su abundante pelaje tricolor, lo hacía ver abrazable y tierno. Ahora... podía ver su flaco y pequeño cuerpo porque ya no tenía nada, absolutamente nada de pelo.

Que a rapado a mi mascota...

También estaba Eros, que ya no tenía encima la gorra de los Yankees, él antes también tenía un abundante cabello castaño oscuro. Y no es que esté rapado al estilo militar, pero sí que muchas de sus ondas habían desaparecido.

-Ay, no, ¿Te descompuse?

Balbuceos incoherentes salen de mi garganta, es que... yo... no hallaba qué decir. No creí que de verdad iría a cortarse el pelo.

-¿Diane?

-Te... te cortaste el pelo -los miro a ambos, tan inocentes uno al lado del otro-, los dos...

Eros se pasa la mano detrás de la cabeza, riendo nervioso.

-Era la única solución rápida para deshacernos de los piojos, así que... sí.

Parpadeo.

-¿Estás... molesta?

Meneé la cabeza en respuesta. En realidad, estaba sorprendida.

-Solo... impactada -tomo el paseador de Baloo sin quitarle la mirada de encima a él-. Creo que... te ves mejor con la gorra.

Asintió, ajustandosela, cubriendo ahora su falta de pelo.

-Creemos lo mismo.

-Ahm, nos vemos pronto, Eros -me despedí, aún incapaz de dejar la mirada incrédula.

Seguía sin palabras.

-Nos vemos luego, te aviso cuando llegue a casa.

Asentí, viéndolo volver al auto de sus padres.

Cerré la puerta, aún asimilando el hecho de que estos dos se raparon.

-Bueno, al menos ya no tienes piojos.

-¡Guau, guau! -ladra él, feliz por lo mismo que yo.

Ya no volveré a desestimar a Eros.

-

Para mí suerte, la de Baloo y la de Eros y sus padres, el episodio de los piojos quedó atrás. Eso sí, ya Eros ni Baloo pueden salir solos al parque sin alguien más que les haga compañía.

Esa, obviamente, soy yo.

Tuvimos algunas salidas al parque en las tardes, Baloo y yo visitabamos a Eros en la pizzería, le habían cambiado el turno a la tarde, lo que nos convenía a Baloo y a mí porque podíamos verlo a la hora del paseo.

Sí, a Baloo y a mí, no solo a mí, a los dos, porque a los dos nos gusta estar con Eros.

En fin, en una de esas visitas a la pizzería, (ya el personal nos saluda a Baloo y a mí con toda confianza) Eros me hizo una propuesta un tanto... particular.

-¿Quieres que qué? -alzo una ceja en su dirección.

-Repetir una salida.

-¿Y esa sería...?

-Cuando fuimos a pintar a la reserva.

-Oh, no, no pienso volver a esa subida.

Eros se ríe, poniendo debajo de su brazo a bandeja redonda de aluminio.

-Espera, no iremos a la reserva. Solo digo que sería lindo repetir el momento, pintura, fotografía, bocadillos y buena música.

-¿Y a dónde iríamos? -frunzo el ceño.

-Eso ya es sorpresa.

Y hasta el día de la salida no me dijo a dónde iríamos.

Como aquella vez, alisté mi mochila con todas las cosas necesarias y también bocadillos. Lo he dicho, me gusta estar preparada.

-¡Ya me voy, nos vemos más tarde! -exclamé, yendo hacia la puerta. Mis padres musitaron desde la sala un «cuídate»

Afuera, tras ajustarme mi casco, el golpe del déjà vu me dejó descolocada. Así mismo fue aquella vez.

Meneé la cabeza y me centré en lo que hacía. Busqué mi bicicleta en el cobertizo y subí a ella para, acto seguido, salir de mi calle.

En la esquina de siempre encontré a Eros, jalando incómodo la cinta de seguridad de su casco, comprendía por qué estaba incómodo, se había puesto el casco aún llevando la gorra. Se negaba a quitársela hasta tener más pelo sobre la cabeza.

-Oh, Didi -él sonríe al verme.

-No me llames Didi, Eroscito.

Me entrecierra los ojos.

-¿Pero tú sí puedes llamarme Eroscito? -me señala.

Encojo los hombros. Eros resopla.

-Mejor no le demos cuerda, pon la música, relájate y sígueme.

Tomo mi móvil de la canastilla de mi bicicleta y escojo una canción al azar. La elegida terminó siendo Stitches de Shawn Mendes. Eros esboza una enorme sonrisa, empezando a menear la cabeza al ritmo de la canción.

-¡Me gusta, andando!

Cómo no tenía la menor idea de a dónde iríamos, solo lo seguí a su par o pocos pasos atrás, no siempre conseguía seguirle el ritmo. Este momento fue otro déjà vu de la salida a la reserva, fue lindo recordar ese momento.

Las calles por las que pasamos se me hacen más familiares, cada vez que salgo con mis padres me obligo a ver el camino por si alguna vez me perdía, tenía una técnica para diferenciar las calles: con cosas particulares o tiendas en específico.

Y por estas calles había pasado muchas veces.

-¿Por qué estamos yendo a Kendall Square? -pregunto a Eros, pedaleando más rápido hasta alcanzarlo.

-Ya verás.

Esa respuesta no disipaba mis dudas.

El área de Kendall Square es muy linda, con sus montones de altos edificios que brillan al sol por sus cristales, el enorme campus del MIT por el que pasamos frente hasta detenernos frente a uno de esos edificios altos y brillantes.

Eros baja de su bicicleta quitándose el casco con la mirada clavada en lo más alto del edificio.

-Mmm, ¿Eros? -le llamo, imitando sus acciones-, ¿Por qué nos detuvimos aquí?

-Porque aquí, mi querida chica salsa, es donde pintaremos.

Me toma de la mano para dejar las bicicletas en el lugar designado y ponerles seguro. No estaba entendiendo nada de lo que pasaba, por lo que solo me dejaba guiar por Eros, quién se mostraba muy emocionado. Me lleva hasta la entrada del edificio donde, antes de presionar el botón del panel, se aclara la garganta.

-Hola, buenas tardes -saluda, cambiando su tono-, ¿Me permite entrar? Es que vengo a visitar a la señora Bernadette.

Pasan unos segundos en silencio de espera, yo miro con el entrecejo fruncido a Eros, ¿no que veníamos a pintar?

-Claro, pase adelante -accede la voz del otro lado, la puerta del edificio se abre con un ruido.

-Vamos, chica salsa -y como no me moví, Eros volvió a tomarme de la mano.

Todo esto resultaba más confuso a medida que avanzabamos por el... elegantísimo lobby, Eros saludaba a todos con su carisma de siempre, como si conociera a todas las personas que ahí trabajan.

Llegando al área donde estaba el ascensor, no lo soporté más, solté el agarre de nuestras manos, haciendo que él se gire a verme.

-¿Qué pasa?

-Eso debo preguntarlo yo, ¿Qué demonios pasa?

Su ceño se frunce.

-¿Eh?

-¿No se supone que veníamos a pintar o yo qué sé? ¿Qué estamos haciendo en este edificio? ¿Y quién es Bernadette?

A esa última pregunta, se encogió de hombros.

-No lo sé, alguna residente del edificio.

-Espera, ¿No conoces a nadie aquí?

Meneó la cabeza.

-Es decir, ¡¿Que estamos de intrusos?! -grité en un susurro.

-Así es.

-¡¿Y lo dices tan calmado?!

-Mientras no nos pillen, todo cool.

Es que lo voy a matar.

Aprieto mi puño sin dejar de mirar mal a Eros, que solo se ríe de mí, el muy idiota. Se estaba ganando un guantazo.

-Quieres golpearme -comenta, aún muy relajado.

-Demasiado.

-Vamos, chica salsa, no puedes ser tan aburrida. Corre un poco de riesgo.

-¡¿Correr riesgos?! -me escandalicé, aún en tono bajo-. Eros, ¡Nos pueden llevar a la comisaría!

-Una visita a la comisaría es parte de toda adolescencia.

-Pues, yo no quiero que sea parte de la mía.

En vez de darme una de sus réplicas, Eros solo se toma el puente de la nariz entre los dedos índice y pulgar, luego me sujeta de los hombros.

-Diane, diviértete un poco, vive tu vida. ¿Qué si nos llevan a la comisaría?

-¡Nos pueden arrestar!

-No estamos cometiendo un acto ilegal, que yo sepa -su agarre se vuelve delicado y su mirada se suaviza-. Por una vez, deja tu lado estructurado y solo diviértete como la adolescente de diecisiete años que eres, no es un crimen vivir tu vida.

Agacho la mirada, sus palabras hacen eco en mi cabeza. Demonios, ¿Por qué Eros siempre tiene razón en lo que dice? Hace que quiera golpearlo.

-Podemos irnos, si quieres. No te voy a obligar a nada de lo que no estés cómoda.

Mantuve el silencio, pensando en qué respuesta darle. Era verdad eso de que rehuía mucho a las típicas aventuras adolescentes, no suelo meterme en problemas, hacer cosas «rebeldes» o alocadas. Me limitaba a estar en casa, jugar con Baloo, visitar a Zharick y... ya. No hacía nada realmente productivo por mi vida.

Era triste darme cuenta de eso ahora.

-¿Entonces, Diane? -insiste Eros sin soltar su agarre.

Tuerzo los labios, pensando. Miro de reojo el ascensor, luego el lobby, nadie se daba cuenta de que no éramos residentes o visitantes. Para ellos, nada más éramos dos adolescentes esperando el ascensor.

Y si no nos pillaban... no habría problemas.

-Vamos... vamos a pintar -acepto en un murmuro, cuando alzo la vista, Eros me regalaba una de sus bonitas sonrisas. Vale, ahora ya no quería golpearlo tanto.

-Nada saldrá mal, es una promesa.

Y para darme más seguridad, toma mi mano y entrelaza nuestros dedo. Juro que mi corazón dió un vuelco, mis mejillas tomaron un poco de color.

Debía dejar de tener estas cosas locas internas cuando estoy con Eros, ¡no es normal en los amigos!

-Ven, será mejor ir subiendo.

Dimos solo dos pasos cuando planté los pies en el suelo, resignandome a ir a las escaleras.

-Eros, son veinte pisos, no pienso subir veinte pisos por las escaleras. Vamos por el ascensor.

-Pero es que...

El ruido del antes mencionado le interrumpe, las puertas metálicas se abren, dejando salir a varias mujeres y un par de hombres. Arrastro a Eros conmigo cuando estuvo a punto de irse por las escaleras.

Dentro sonaba una de esas musiquitas fastidiosas que ponen en los ascensores. Las odiaba.

-Entonces, ¿Solo vamos a... -interrumpo mi propia pregunta al ver a Eros, su pecho subía y bajaba rápido, veía aterrado las paredes metálicas, sus manos se empuñaban contra las alas de su chaqueta-. Eros, ¿Qué pasa?

-No... no me gustan los ascensores -su tono es agudo, temeroso, pasa saliva con fuerza-. L-les tengo p-pavor a los... los espacios cerrados.

El recuerdo de la tarde en la reserva se pasa por mi memoria, el momento dónde él me dijo que era claustrofobico.

Quise darme fuerte en la cabeza justo ahí, nada más me resistí porque Eros estaba teniendo una crisis nerviosa. No se movía de su sitio como si de solo moverse el espacio se reduciría más. Noté una gota de sudor correrle por la sien.

Lo primero que pensé fue abofetearlo, lo descarté porque no serviría de nada. Lo segundo fue, simplemente, tomar con delicadeza su mano que se empecinaba en apretar su chaqueta, estaba fría.

-Tranquilo -digo con mi mejor tono calmado-, nada malo pasará.

-¿Cómo lo sabes? Esto... esto en cualquier momento se puede caer, o... o...

-Eros -le tomo del mentón, obligandolo a verme-, no se caerá, esto es muy seguro, tampoco las paredes te aplastarán. Es imposible.

-No... igual no quiero...

Lo tercero que pensé fue algo absurdo, pero que salió de mi boca sin antes meditarlo.

-¿Sabías que no le tienes miedo a los espacios cerrados?

Su mirada contrariada la tengo encima en tiempo récord.

-Estoy seguro de que sí le tengo miedo a los espacios cerrados porque justo ahora estoy teniendo una crisis por estar en un espacio cerrado.

-No, no, no. No le tienes miedo.

-Créeme que sí le tengo miedo.

-Eros, escúchame -fue mi turno de poner mis manos en sus hombros-, no le tienes miedo a los espacios cerrados, es solo tu subconsciente jugandote una mala broma. No eres un niño encerrado en un armario, no estás solo -involuntariamente, mi mano se mueve a dar caricias en su mejilla, él cierra los ojos, concentrandose en mis palabras-, yo estoy contigo.

Seguí con mis caricias a su mejilla y él aún se mantenía con los ojos cerrados y con los labios apretados. Estuve más tiempo del necesario viendo su rostro, notando pequeños detalles que antes pasé por alto, como pequeños lunares en su barbilla o que cuando tiene tenso el rostro se le marcaba ligeramente el hoyuelo.

Eros despide un suspiro, abriendo los ojos, asiente varias veces.

-Sí, sí... no... no le tengo miedo a los espacios cerrados.

Le sonrío de labios cerrados, él imita mi gesto, aún nervioso pero seguro.

-No, claro que no.

Entonces, eso vuelve a pasar. Las mismas miradas de aquel día en su casa después de su cirugía. El mismo nerviosismo, el mismo brillo en su mirada. Las mariposas en mi estómago emprendieron vuelo y mi pulso se aceleró, quise alejar mi mano pero ella se negaba, quise apartar la mirada y mis ojos también se negaron.

El ambiente en el ascensor en solo segundos pasó de ser nervioso a tenso, la musica tonta que sonaba de fondo ya no llegaba a mis oídos.

No sabía qué estaba pasando aquí, ni porque todo esto, la cercanía, las miradas, el pulso acelerado de alguna forma se... sentía bien.

-Yo...

El sonido del elevador nos sobresalta a los dos, nos alejamos el uno del otro como si nos hubieran dado una descarga eléctrica. Eros se aclara la garganta y yo dejo un mechón de mi pelo tras mi oreja.

Todo eso fue muy raro.

-Será... será mejor subir a la azotea -anuncia él y yo solo asentí, siguiéndolo.

Mi corazón seguía latiendo de forma descompensada, aún tenía el rostro caliente y los cosquilleos en mi estómago. Aunque también esa sensación de que... era linda la cercanía, las miradas y ese sentimiento de expectativa y ansias de algo.

No, solo era una cosa rara. Nada más que una cosa rara.

----------

Nota de las autoras:

¡Buenas, gente bonita y comadrejas!

Aquí estamos nosotras de vuelta con un nuevo capítulo de Una Noche Sin Luna, seguimos amando a estos chicos más que nunca.

Y hablando de estos chicos, para nosotras hoy es un día súper especial, y es bastante irónico que esta fecha haya caído en día de actualización. En fin, lo bonito de este 27 de septiembre del 2023 es que justo hace un año, mi querida Jaidys27 y yo estábamos formando la idea de crear esta bonita historia.

Así que, técnicamente, Eros, Diane y parte de los personajes que conforman esta novela cumplen un año de haber... ¿nacido? ¿Ser creados? Cómo suene mejor.

Quizá convenza a Jaidys de hacer un apartado de curiosidades, los que me leen saben que se me da bien ;) también pronto les traeremos un especial que queríamos publicar hoy, pero ya será para otro día :(

Ojalá este capítulo les haya gustado.

Besos y abrazos en la cola con piojos, crisis de Eros y miradas intensas

~Jai
MJ.

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