Witchblood

By Srtadarkees4

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(Primer libro de la Saga Ojos Malditos) Dicen que todas las familias tienen una manera distinta de funcionar... More

Advertencias
Prólogo
Los Witchblood
Bienvenidos a...
Demasiado pronto
El peligro tiene ojos negros
Caníbales en el campus
Acorralando al cazador
Chantaje emocional
Rueda de fuego
Una esmeralda perdida en el bosque
Respuesta ambigua
¿Monstruo o estafador?
Las piernas tienen un precio
Predicción maldita
¿Cuánta azúcar en la sangre, señorita?
Recopilación de personajes
Retazos del pasado
Pijamada con los Witchblood
La Organización
Carlotta
El pueblo oculto
Viva el intercambio cultural
Madre de un mostruo

La verdadera predicción, es la tuya

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By Srtadarkees4

Capítulo 14

Las sonrisas más perfectas pueden llevarte al infierno, porque la perfección es oscura, y la oscuridad ama corromper almas.

Privet dorogaya —acató Giselle con aquella sonrisa diabólica.

No tenía otra palabra más aceptable para describir aquella mueca en sus labios.

—En mi idioma —le recordé con la garganta seca. Estaba tentada a arañar mi cuello por la sensación de sed.

¿Qué hacía ella aquí?

—¿Vas a querer azúcar o no? —repitió de nuevo.

Mis huesos temblaban de anticipación. Mi realidad se encontraba distorsionada, solo podía sentir el olor de la sangre en mi nariz cosquilleando con insistencia.

—¿Qué mierda quieres? —no tenía cabeza para pensar racionalmente, sentía que podría desmayarme. Y eso no era nada bueno.

Tantas personas que podrían haber atravesado esa puerta, y justamente pasa la tipa que me rajo el cuello hace, ¿cuánto tiempo fue? Bueno, eso era irrelevante. Ahora mismo solo podía pensar en mil maneras de encajarle el diente.

—¿No es obvio? Vine a alimentarte, Daf —mi nombre en sus labios sonaba tétrico.

Empecé a cortar el interior de mi boca con mis propios colmillos. Este estado tan incomodo no era natural, parecía el inicio de un ataque de locura. Estos eran frecuentes en vampiros recién convertidos, mi padre me había hablado de ellos, pero yo no debería sufrir nunca uno de esos. Yo siempre había tenido el control. La saliva se empezó a acumular en mi boca, provocando que algún hilo se escapara por mis labios. ¿Sentir asco de mi misma dos veces en menos de media hora era posible? Claro que si.

Apreté mis labios con fuerza para que dejaran de escurrir saliva como perro con rabia, y le envié una mirada asesina a la chica sonriente frente a mi. Subir la cabeza para verla me daba mucho mareo, porque además de hambre, estaba demasiado débil.

—Tu definitivamente buscas que te maten, ¿cierto? —dije entre dientes.

—La muerte para nosotros no es un obstáculo, y cuando veas lo que tengo que mostrarte... —se arrodilló para quedar a mi altura—, tu vida tampoco lo será.

Me dio mucha intriga cómo nos incluyó a ambas en aquella frase.

La taza en sus manos ni siquiera temblaba. Sentía como una fuerza superior me llevaba hacia el frente y el dolor en mis colmillos aumentaba. Mi estómago se sumó al malestar y empezaba a sentir un frío insoportable calar mis huesos como el filo de una navaja.

Ella me acercó la sangre y yo quedé indecisa entre retroceder o arrancársela de la mano. Sacudió la bolsita con terrones de azúcar con la otra, mostrándomela como si fuera un premio.

—¿Quieres la azúcar o no?

Fruncí el ceño molesta por escuchar de nuevo aquella pregunta estúpida.

—¿Qué me hiciste?

Solo ella pudo haber causado esto. No tenía idea de cómo, pero era la única opción que se me ocurría en esos momentos.

—No te hice nada. Lo que te sucede solo es una de las primeras señales.

—¿Que señales? ¿De que estás...—suspiré profundamente, mientras sentía como mil agujas se me incrustaban en la garganta. Inevitablemente hice una mueca de dolor y me tomé la garganta con la mano—. Solo...¿cómo se que eso no tiene algo raro?

—Supongo que tendrás que confiar en mí.

—¿C-res que...s-soy tan idiota?

—Tu voz se está empezando a apagar —declaró como si nada—. Bebe.

Eso no me iba a saciar , pero no tenía fuerzas suficientes para intentar tomar su sangre.

—N-nada d-de azú-car.

—Tu te lo pierdes —dejó caer la bolsa en el suelo y me extendió la taza.

Me apresuré a tomarla sin mucho cuidado , ocasionando que se vertieran algunas gotas en mi ropa. Sentí el líquido caliente entrar a mi boca y una inmensa satisfacción me inundó la garganta. La sangre me sabía a gloria pura, todo el dolor que sentía se había esfumado en miseros segundos. Tomé todo el contenido con dos grandes sorbos, ya que como había previsto , no era mucho, pero extrañamente cuando me acabé lo que tenía la taza, dejé de sentirme mal.

Mis sentidos volvieron a establecerse, y mi cabeza dejó de sentirse pesada, además de eliminarse por completo los dolores que me habían invadido. Todo mi cuerpo pareció haber sufrido una renovación total, como si nunca hubiera sentido una una pizca de sed.

Miré la taza ensangrentada en mis manos y luego a la chica enfrente de mi. Sus iris esmeraldas cargaban una alegría inexplicable, que me causaba mucha curiosidad. Giselle tenía una presencia atrayente, pero eso a mí me provocaba comezón en la nuca. No me trasmitía ni una pizca de confianza.

Y también lo que había escuchado de ella, obvio. Todo eso del legado y un montón de cosas que al final no entendí nada de nada, pero si se que buenas no son.

Creo que ella trabaja para los Kustenovi.

—No me mires así dulzura, te estoy ayudando.

—Ya, ¿pero a que costo? ¿Esa sangre que tenía?

—¿Te alivió cierto? —preguntó inocentemente mientras se levantaba.

—Tal vez.

—Bien, entonces levántate y sígueme.

Me levanté y quedé frente a frente con ella. Su mirada no vacilaba ante la mía, parecía que ni siquiera parpadeaba. Sus ojos escandilaban seguridad y locura. Nadie con un mínimo instinto de preservación al peligro hubiera hecho lo que ella estaba pidiendo.

Pero la cantidad de preguntas que yo tenía no se iban a responder solas.

—Pues adelante.

—¿La oficina directiva? —dije viendo cómo paraba exactamente frente al cartel que tenía escrito aquello.

—Es menos probable que seamos molestadas aquí, que en ese baño recién bendecido por ti —declaró tranquilamente y abrió la puerta, mirándome para instarme a pasar primero.

—¿Y el director? —pregunté entrando delante y mirando por todo el lugar. No había nadie.

Sentí como cerró la puerta y me giré, dándole la espalda al escritorio del director y recostándome en ella con los brazos cruzados en el pecho.

—Por ahí —dijo despreocupadamente.

—¿Lo mataste?

Ella se rió airadamente por mi pregunta y se acercó hasta donde estaba.

—Claro que no.

—¿Entonces de que te ríes?

—De felicidad, eres tan perfecta como dice el legado.

Ladeé el rostro intentando descifrar lo que me estaba diciendo. Ella imitó el movimiento inconsciente de mi cabeza y conectó sus ojos con los míos.

Eran demasiado verdes.

—Quítate las lentillas.

—¿Para qué? —solté a la defensiva. Mis ojos no eran algo que me gustara estar mostrando.

—Para mostrarte lo que me has estado preguntando.

—¿Qué tiene que...

—Daphnet, necesito que lo hagas. Es la única manera que tengo de ayudarte.

¿Porqué estaba haciéndole caso a la persona de la que supuestamente debería esconderme?

—¿Ayudarme o ayudarte a ti misma?

—Tu suspicacia es digna de admirar —alegó divertida—. Pero justo ahora, lo que necesitas es tu instinto. ¿Qué te dice tu instinto, Daf?

Mi instinto se mantenía sereno. Justo en ese momento no tenía ganas de hacerle daño a Giselle, era como si solo me causara curiosidad su presencia tan extraña, pero algo en mí decía, que la chica no quería hacerme daño. Pero mi conciencia pensaba todo lo contrario.

¿A quién le hacía caso?

Lentamente, me saqué las lentillas con los dedos y las coloqué en la mesa de detrás. Parpadeé varias veces disfrutando de la comodidad de estar sin esas cosas en los ojos.

Giselle extendió sus dos manos con las palmas arriba hacia mí.

—Toma mis manos y no dejes de mirar mis ojos.

Hice lo que me pidió, recibiendo un apretón en cada mano y una sonrisa de labios pegados que resultaba orgullosa.

Miré fijamente sus verdes iris, como ella me había indicado, y de repente sentí un tirón en mi interior. Todo a mi alrededor parecía empezar a dar vueltas y vueltas, quedando nosotras paradas en medio de aquel remolino de realidades. Sentí el tirón empujarme hacia dentro de sus ojos, como si algo dentro de mi fuera a salir e infiltrarse en aquel vacío esmeralda.

No los cierres, ven conmigo. Deja que te guíe.

No hubiera podido cerrarlos aunque quisiera. De repente, yo ya no estaba en la oficina del director, sentía como si estuviera flotando un una nube. Casi no podía distinguir mi cuerpo de mi espíritu. Física y mentalmente, me hallaba a la deriva, rondando por algún lugar donde todo parecía un sueño lúcido. No tenía color, no tenía forma, no tenía tiempo. Era simplemente yo, y a la vez, no era absolutamente nadie.

Lo era todo y no era nada.

Me sentía, como una partícula diminuta en el inmenso espacio.

Hasta que de nuevo, un tirón fuerte y arrollador me empujó hacia abajo.

Caí de culo en una superficie dura, con un horrible dolor de cabeza. Aún sostenía las manos de Giselle y sentí como si volviera a tener el control de mi cuerpo. Era como si hubiera estado fuera de mi misma por unos instantes.

—Bien hecho.

Lo más extraño, es que todo eso había pasado sin dejar de mirarla a los ojos. Un olor fresco a bosque me llegó a la nariz, provocando que mirara a mi alrededor.

Quedé impactada.

No estábamos ya ni siquiera en la universidad. Nos habíamos trasladado a un inmenso bosque, pero este no era uno común. Algo en el aire me hacía sentir extrañamente alerta.

—¿Dónde... que hiciste? ¿Cómo llegamos aquí?

—En realidad, no estamos aquí —aclaró ayudándome a levantarme—. Solo nuestras mentes y espíritus están convergiendo aquí. Nuestros cuerpos físicos siguen en Geralds.

¿Qué mierda?

—¿Es una bro... —cerré la boca—. No, olvídalo. Es obvio que no lo es.

—Vaya, lo aceptaste muy rápido.

—No tengo tiempo para escandalizarme por esto. Ahora me explicas, ¿qué hacemos aquí?

—Vine a mostrarte lo que los Kustenovi vieron de ti.

—En un bosque.

—Ya verás, Daf.

Ella se dispuso a caminar hacia algún sitio en específico, y yo obviamente la seguí. No tenía idea de donde carajos estaba levitando mi espíritu en estos momentos, ni como íbamos a volver. Me imaginaba que ella hiciera de nuevo el truco de los ojos para llevarnos de vuelta. La verdad, no notaba mucho la diferencia entre mi cuerpo real y pues, según ella mi espíritu.

—Entonces, ¿esto no es Geralds, verdad?

—No.

—¿Qué es eso en el aire?

Ella soltó una risa a mi lado mientras caminábamos sin rumbo, por lo menos a mi parecer. De vez en cuando tenía que sacarme un par de hojas que se me interponían en el camino. Creo que el sitio se estaba volviendo un poco más estrecho.

—¿Así que lo notaste? Eso, querida Daphnet —se detuvo y me miró a los ojos intensamente—. Es magia.

Miré hacia el frente de nuevo, y abrí los ojos como platos al ver lo que teníamos en frente. Era un árbol enorme, el más grande que había visto en mi vida. De tal vez unos veinte metros de altitud, no estaba segura. El tronco no parecía de madera. Tenía una tonalidad plateada que contrastaba de manera exótica con la vegetación exuberante de aquel bello bosque. Ramas igualmente plateadas, con algunos destellos esmeraldas, que me recordaron al color de los ojos de Giselle. Algunas sobresalían de la enorme base metalizada como si fueran púas a la defensiva. Pero lo más escandaloso de aquel monumento, eran las hojas, finas, puntiagudas y rojizas. Como si cambiáramos de invierno a otoño en un solo lugar y se quedara congelado en plena transición. Coronaban de manera majestuosa aquel gigantesco ser, como si desearan darle calor a toda aquella frialdad plateada.

—¿Qué es esto? —dije con un hilo de voz sin poder dejar de mirar aquel árbol.

—El es el árbol guardián. Es como el templo de los espíritus del bosque. Algunos dicen que es una entrada a su mundo , pero no hay nada comprobado.

—¿Cómo dices? ¿Espíritus?

—Si. Estas en Belburg. El bosque perdido de los espíritus que le brindan su magia a las brujas verdes.

—Aguanta un segundo —le puse un dedo en su boca para que se callara—. No estoy entendiendo nada.

Me quito la mano con delicadeza y me hizo un gesto con la cabeza para que volviera a mirar el árbol.

Volví a prestar atención y ella me siguió hablando.

—Las brujas verdes fueron bendecidas por los espíritus de la naturaleza. Consiguen absorber su magia de fuentes naturales. Ya sabes, rocas, plantas, agua, cualquier elemento que no sea creado por seres mortales. Los espíritus vieron cómo estás supieron aprovechar su regalo, y decidieron brindarles su energía también. Con el paso del tiempo, todas las brujas terminaron huyendo de los humanos. Ya sabes, en la época de cacería de brujas, que todos los humanos pensaban que las brujas eran enviadas por el Diablo y esas porquerías —suspiró pesadamente—. Así que ellos crearon este sitio para cuidarlas del mundo exterior.

¿Y yo que tenía que ver con eso?

—Hasta que fueron destruidas por una traidora.

Para estar hablando de algo tan horrible como una traición, no sonaba para nada compasiva, mucho menos triste.

—¿Fueron asesinadas?

—Algo así, pero lo importante es lo que pasó después de la caída de Belburg. Los Kustenovi encontraron el árbol sagrado, y con la ayuda de la traidora —acercó su mano al árbol y lo acarició con su mirada perdida en el—. Lograron encontrar una manera de ver lo que decían las antiguas profecías.

—No entiendo —aclamé confundida , sus palabras eran simples, pero no lograba comprender todavía la carga de información—. ¿No habían leído esas escrituras hace mucho?

—No Daphnet, las escrituras no pueden ser leídas por humanos.

—Eso significa...

—Kustenovi sirve a los vampiros, desde hace siglos trabajamos en conjunto con ellos, pero solo tenían una teoría de lo que podían decir aquellas profecías sagradas. La traidora hizo un pacto con un miembro de la familia. Kustenovi destruía a su pueblo, y ella les leería las escrituras.

—¿Hizo un pacto, en contra de su pueblo?

—¿Tanto te cuesta creerlo?

—Espera —me giré hacia ella—. Entonces, ¿ustedes si tienen contacto directo con los vampiros?

—Eso es información confidencial de la familia.

—Pero entonces, ¿qué tengo que ver yo con todo eso? ¿Dónde están esas malditas escrituras que todo el mundo habla de ellas y nadie me enseña nada?

Giselle solamente tomó mi mano y la colocó en el árbol. Pude sentir la textura metalizada del tronco y pude oler mejor la magia que se respiraba en todo el bosque. Una energía pura y sobrenatural me recorrió las venas, como el caudal de un río. Sentí como mi sangre se enfriaba y canalizaba aquella fuente tan magnífica. Era la verdadera sensación de sentirse viva.

—Están frente a ti.

Luego, todo se volvió oscuro. Sentí esa sensación de estar navegando en la nada.

—¿De nuevo esto?

Lo único diferente esta vez, era que los ojos de Giselle no eran lo que estaba mirando. Intenté mover mi cuerpo, pero no podía sentir nada más que mi mente flotando. Era como si mi cuerpo estuviera flotando en agua, y que solo mi cabeza estuviera afuera en la superficie.

Luego, comencé a sentir un calor arrasador. Hilos de fuego me rozaron con fuerza, logrando que casi consiguiera sentir mi cuerpo , pero como si por arte de magia se tratara (qué la expresión le quedaba perfecta porque esto era definitivamente magia), una imagen se formó frente a mis ojos.

Y entonces, vi mi reflejo.

Nunca pensé que el miedo pudiera tener una representación física.

Y mucho menos que este, fuera yo.

Mis ojos estaban vacíos, ya no tenían color alguno. Solo eran dos cuencas con un iris nublado y tétrico que no expresaba emoción alguna. Hilos de sangre seca cubrían mis mejillas, saliendo desde mis globos acularles, y goteando calladamente.

Me encontraba parada cara a cara conmigo misma, con un vestido victoriano , blanco y ajustado. Tenía ceñido a la cintura un corset rojo sangre, que estaba amarrado con cuerdas negras de cuero, haciendo resaltar mis caderas y pechos. Las mangas iban pegadas a los brazos como guantes, entretejidas con lo que parecían tirantes de oro cocidos a la tela. Miré hacia abajo, y vi sangre. Muchísima sangre. Esta pintaba los bordes elegantes del amplio vuelo de la falda, que era de una larga longitud, la cual conseguía tapar mis pies.

Mi pelo iba recogido en un moño alto en la cima de mi cabeza, dejando mi rostro pálido y etéreamente maligno a la vista. Una sonrisa estiraba mis labios, pero no llegaba a mi ser. No parecía estar feliz, parecía renuente.

Lágrimas de sangre caían por mis ojos. De repente, una mano salió de la oscuridad, agarrándome el cuello con fuerza.

Parecía una bestia apresada en una jaula.

El dueño de esa mano salió de detrás de mi, y me robó el aliento de solo ver quien era.

La oscuridad en sus ojos ya no me era agradable, ni satisfactoria, ni cálida. El frío recorrió mi espina dorsal, y lentamente comencé a sentir mi cuerpo nuevamente. Sudando frío y temblando.

La sonrisa en su boca era cruel y dolorosa. Sus uñas se clavaban en mi reflejo como si deseara arrancarme la carne de los huesos. Me miraba como si deseara destruirme, y a la vez tuviera mil maneras en mente de usarme.

Sus ojos encontraron con los míos y me sentí retorcer de miedo.

¿Que hacía Káliz en aquella visión?

—Tantos infiernos, y tú viniste a reinar el mío —dijo con la voz envenenada—. Pronto estarás aquí conmigo Daphnet, y nada ni nadie, podrá evitar que tu alma sea mía.

Sus ojos de repente, se volvieron de un escarlata escandilante. Como si el vino y la sangre se hubieran diluido para pintar sus iris de manera instantánea.

Tanta crueldad en sus facciones, y aún así yo no podía dejar de mirar sus ojos.

Después, todo volvió a tornarse negro.

Y yo caí de espaldas nuevamente al vacío.

Ejem, estoy viva 🤓.

Votitos y comentarios plis, me ayudan muchísimo 😇.

Nos leemos pronto.

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