Éxtasis (Saga Adrenalina II)

By DreamingwithMark

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"Hasta un perro sabe proteger a los suyos." Kiara ya no es Kiara. No al menos Capaldi. Tras la muerte de su h... More

Prólogo
Capítulo I
Aviso
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Aviso
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Nota

Capítulo XI

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By DreamingwithMark

La habitación 6:00 tenía una enorme ventana que abarcaba prácticamente toda la pared frontal. Fue en lo único que se fijó Kiara cuando entró y dejó la mochila junto a la puerta. Llevaba productos de aseo personal, lápices y libretas. Lo había comprado todo en la boca del metro con Hell y ahora recordaba que no había cogido un paquete de tampones. Siempre tan atenta.

"Tu madre era muy amiga de Rosa", esas eran las únicas palabras que Hell había dicho acerca de su familia. "¿Cómo de amigas?", preguntó. "Muy amigas, pero ella no sabe quién eres tú. Ahí radica lo divertido".

La cama de matrimonio estaba vestida con sábanas blancas y una colcha color rosa muy suave. Toda la habitación estaba adornada con cuidado, con delicadeza, en tonos cálidos. A mano derecha había un cuarto de baño con forma circular y con una bonita bañera con patas. A Kiara no le sorprendió la manera en la que se cuidaban todos y cada uno de los detalles, sino la forma pura con la que se trataba aquel cuarto. "Se supone que es un prostíbulo", pensó. "Todo es tan, tan... Tan puro". Se abrazó a sí misma y respiró hondo. No iba a ponerse a llorar ahora. Ya había cruzado la línea, ya estaba todo hecho. Sentía una carga menos en el pecho, sentía la libertad aflorando por todos y cada uno de los poros de su piel. Se dejó caer en la cama y vio la pared de enfrente totalmente desnuda. Ni un solo cuadro.

-¿Cómo he acabado así? - preguntó en voz baja.

Las próximas horas se dedicó a instalarse, si se le podía llamar así, en aquel nuevo hogar. Podía escuchar música a través de las paredes y el entrar y salir de las habitaciones contiguas. Desde el gran ventanal que daba a la avenida, se veía los coches de lujo estacionando frente a la puerta y gente con trajes y muy bien vestidos pavoneándose por allí. Las primeras luces anunciaban el comienzo de la noche en Nueva York. Era magnífico.

-¿Puedo pasar? - se oyó una voz del exterior.

Kiara dio un respingo. Tantas horas allí encerrada la habían aislado. Ni siquiera se había dado cuenta del hambre que tenía. Le rugían las tripas. Se dirigió con paso cauteloso a la puerta y quitó el pestillo y la llave de la cerradura. Una rubia despampanante subida en tacones rosas y con un kimono negro estaba frente a ella. Tenía una expresión felina en el rostro y una sonrisa seductora que habría hecho arrodillarse a cualquiera. Entró sin siquiera pedir permiso y se quedó en medio de la habitación, sobre la alfombra de terciopelo. Parecía una modelo de Victoria's Secret.

-Kiara – saboreó su nombre y chasqueó los dedos.

Ella asintió sin saber exactamente qué decir. Ella debía ser una de las prostitutas del lugar. Al menos bailarina.

-Yvonne – se presentó y le plantó dos besos sedosos, uno en cada mejilla -. ¿Eres la que se tira a Capobianco? Bueno, una de ellas.

La rubia rio ante la cara de Kiara. Estaba más que asombrada, se sentía ofendida. Se había sentido incluso palidecer. ¿Por qué todo el mundo preguntaba lo mismo?

-Lo siento, era una broma para romper el hielo – dijo dándole una caricia y se sintió realmente extraño -. Mamá me ha pedido que te eche una mano por aquí, para que no te aburras y eso. Siento llegar tan tarde, pero no suelo levantarme antes de las seis.

-No te preocupes, estaba instalándome. Necesito algo de tiempo para... Pensar.

-Oh, ya.

Yvonne no captó la indirecta para que se marchara y se dirigió hacia la pequeña nevera junto a la televisión. La abrió y estuvo un rato hurgando. Kiara, que no era estúpida y a la que había tocado las narices, se decidió a decir también algo. No estaba en su territorio pero comenzaba a controlar aquella zona de cuarenta metros cuadrados.

-Entonces tú trabajas aquí... - hizo una pausa premeditada antes de soltarlo -. Eres puta.

Cualquiera se habría girado de forma brusca, pero como Kiara comprobaría con el paso del tiempo, Yvonne no era cualquiera. Sacó dos trozos de tarta de manzana y cerró la puerta de la nevera con un golpe de tacón.

-Sí, claro. ¿Tú no?

"Zas, en toda la boca", le soltó el Sheldon Cooper de su interior.

-No, no lo soy.

-¿Y entonces qué haces aquí?

Kiara entreabrió los labios. Buena pregunta. La rubia esperaba una respuesta con ambos platos de tarta de manzana en las manos. Seguía con su expresión felina.

-¿Sabes quién soy?

-Capaldi – le tendió uno de los platos.

Se sentó con las piernas cruzadas sobre la cama y un codo apoyado.

-¿Te parece poca razón para estar aquí?

-Me parece peculiar – se metió un trozo de tarta en la boca y masticó recatadamente -. Una niña pija y bien vestida en un lugar como es el club de Mamá Rosa. No cambiaría mi lugar en las rodillas de papi Rhett por nada del mundo. A no ser que Hell Capobianco se comprometa a echarme un polvo diario, claro.

Kiara tensó la mandíbula. Se estaba pasando. Aquella guarra se estaba pasando y comenzaba a enfadarse. Iba a agarrarla de esa melena rubia y la iba a arrastrar fuera de su habitación. Y le quitaría los tacones rosas.

-Lo siento, estoy siendo falsa – Yvonne dejó el plato a un lado y se puso seria -. Ya sé por qué estás aquí. Solo quería cotillear un rato, ya sabes... No tengo muchas amigas y me aburro.

-Yo tampoco tengo muchas amigas y también me aburro. Podemos solucionar eso si quieres, pero no soy la guarra de Hell.

Yvonne entornó los ojos.

-Mamá puede creerse ese cuento, o hacer que se lo cree, pero yo no. No puedo hacer que me lo creo. El putón de Vermont y el mujeriego de Nueva York en una misma cama y no sucede nada, por supuesto.

Esa rubia de bote acababa de llamarla putón y solo tenía ganas de estrangularla. Ganas locas de estamparla contra el suelo. Pero agradecía su sinceridad. Una parte de sí misma se veía reflejada en ella y por eso no hizo lo que estaba pensando. La razón principal, sin embargo, es que había calificado a Hell, y calificar a Hell constituía conocerlo.

-¿Conoces a Hell? - preguntó.

-Mucho. Aunque hace bastante que no lo veo.

-¿Te has acostado con él?

-¿Por qué crees que he dicho lo del polvo diario? - Yvonne chasqueó los dedos -. Y encima paga bien. Tranquila, estoy segura de que fue antes de conocerte a ti.

Kiara volvió a tensar la mandíbula. Una sensación extraña se apoderó de ella y se asentó en su pecho. Y encima pagaba bien el muy... Pero se tragó lo que tenía que decir. Era demasiado curiosa.

-Eres jodidamente insoportable – soltó sin pensar.

Yvonne se levantó y se ajustó el kimono negro mientras se lamía del labio inferior el azúcar de la tarta.

-No soy yo la que necesita mi ayuda. Si mamá te ha dejado a mi cuidado es por algo. Además no escuchas, ya te lo he dicho, no tengo muchas amigas y hay un motivo.

La próxima hora, Kiara se dedicó a pasear con Yvonne por el edificio. Le regaló un par de cigarrillos así que con eso calmó su fiera interior. Aquel lugar, había que admitirlo, era un verdadero palacio. Había averiguado que el lugar donde dormía era la suite del edifico, por así decirlo. Eran las habitaciones de las prostitutas más caras. Las tres plantas inferiores también estaban repletas de cuartos en las que vivían bailarinas y más prostitutas. Aquello parecía una residencia de estudiantes. En la planta principal se encontraban los salones principales y más abajo, en el "sótano", por así decirlo, las habitaciones que utilizaban los clientes.

Conforme pasaban los días más cómoda y a gusto se sentía. Hablaba con Yvonne casi todos los días puesto que era ella quién iba a su habitación, y la ayudaba de vez en cuando a vestirse y maquillarse. Yvonne tenía un vestidor enorme y una habitación preciosa. Llevaba siempre conjuntos de lencería fina y siempre olía a Channel nº5. No le importaba pasearse desnuda por las zonas comunes de la planta de las "prostitutas de lujo" como lo llamaba Kiara. A las demás chicas que las había visto un par de veces tampoco parecía importarles. Todas eran muy distintas entre sí y le llamó extrañamente la atención la forma en la que hablaban de Rosa. Era cierto que se dirigían a ella como mamá. Kiara todavía no podía asimilar bien esa palabra.

-Nunca te había visto sin los tacones rosa – dijo Kiara una mañana que fue a recogerla Yvonne para ir a correr.

Claramente, Yvonne no había dormido. Eran las siete de la mañana, justo cuando acababa de trabajar pero desde la llegada de Kiara se había empeñado en sacarla a pasear como un perrito.

-Son parte del uniforme.

-Siempre había pensado que las putas los preferiríais rojos.

-Prefiero Lady, guapa.

-Ah, sí, perdona.

-Y no, el rojo es el color de mamá. Nosotras llevamos rosa.

Fuera el ambiente era húmedo y frío. Kiara se sentía extraña cada vez que salía con ella a la calle. Lo primero porque era puta, y para ser sincera consigo misma, había tenido amigas mucho más promiscuas pero no lo admitían tan a la ligera. Lo segundo, porque tenía la sensación de que en cualquier momento uno de los tipos de su padre la amarrarían y la meterían en un furgón blindado.

-Eso no va a pasar – dijo Yvonne al exteriorizar sus temores -. Mamá se habrá encargado de que nadie sepa que andas por aquí.

-¿Cómo lo sabes?

-Lo sé – hablaba entrecortadamente por estar corriendo -, porque ha prohibido a gente acercarse por aquí. De los Capobianco sobre todo. Para que no los sigan, ya sabes.

-Tienes muy buena relación con Rosa, ¿no? - preguntó Kiara observando su perfil - ¿Por eso te llevas mal con las demás?

Yvonne chocó con un hombre trajeado que le miró el escote. Ella sonrió, apoyó las manos en su pecho para disculparse y continuó corriendo junto a Kiara. Le acababa de robar la cartera.

-Toda morena necesita una rubia. Desde que se fue Hannah yo he pasado a ser la nueva hija predilecta de mamá. Las otras no lo soportan.

Kiara volvió a mirarla y se detuvieron en un paso de cebra.

-¿Te refieres a la chica de Hell? - murmuró.

-Sí, esa. ¿De quién crees que era la habitación que estás ocupando? Era con la única con la que me llevaba medianamente bien.

-¿Y por qué se largo?

-Hay quiénes dicen que le hicieron un bombo y quería volver a Florida con sus padres.

-¿De Hell?

-No, yo creo que si estuviese embarazada y fuese de Hell, él se habría hecho cargo. Otros defectos tendrá el cabrón, pero ese no es uno de ellos.

-¿A qué te refieres?

-Dímelo tú, que has estado tan relacionada con él y su familia. Si Hannah se largó fue por él. A mí no me lo dijo nunca, claro, pero esas cosas se saben. Un jodido maltratador.

Kiara se quedó un momento en blanco. Dejó de correr y Yvonne hizo lo propio. Habían dado la vuelta a la manzana y estaban de vuelta frente a la puerta del club de Mamá Rosa. El frío le caló en los huesos.

-¿Le pegaba?

-No que yo sepa. A mí, al menos, no me puso nunca una mano encima y te aseguro que tengo a diario clientes que se creen con el derecho hasta de cortarte la garganta por la cantidad que han pagado. Pero la engañaba. Maltrato psicológico. Pobrecita, de verdad que me daba pena.

-Sé lo que quieres decir – contestó en un hilo de voz -. Conmigo también lo ha hecho.

Yvonne la miró con sus ojos felinos y sacó pecho.

-Conozco a Hell desde hace muchos años, ambos éramos unos críos cuando comencé a trabajar aquí. Había oído tantas cosas de él: la mierda de la droga, sus peleas, lo de su hermano, la pistola que siempre llevaba encima...

-¿Qué hermano? - la cortó Kiara.

Ella mostró sorpresa por primera vez en todos aquellos días.

-¿No lo sabes?

-No. ¿Hell tiene un hermano?

Yvonne volvió a sorprenderse y soltó un joder en tono bajito. Había comenzado a llover y cuando llegaron a la habitación se habían mojado enteras. Kiara se cambió en su habitación y fue rápidamente a la de Yvonne descalza y con el pelo húmedo. Intentó rescatar de sus recuerdos algún indicio de que la familia Capobianco tuviese otro integrante pero no lo consiguió. Habría jurado que en la casa de los Capobianco no había fotos de ningún otro chico y se había molestado en mirarlas todas detenidamente, de eso estaba segura. ¿Era alguien, tal vez, demasiado cabeza-hueca? "Eso es imposible", pensó, "Si lo hubiesen echado de la familia por cabeza-hueca, tendrían que echar también a Hell porque no hay nadie en el mundo más alocado que él".

-A ver, esto son solo habladurías, yo nunca se lo he preguntado directamente – la advirtió Yvonne mientras se tomaba un café para no quedarse dormida -. Pero...

-Pero...

-Hell tenía un hermano gemelo. Clavaditos. Sé que al menos esa parte es cierta por una foto que tiene mamá en el cajón del escritorio de su despacho. Murió a los cinco años, o eso dicen. Las malas lenguas dicen que Hell, jugando en la bañera...

Yvonne hizo un gesto como si hundiera una cabeza invisible en el agua. Kiara se quedó callada. Tragó saliva y después preguntó si creía que era cierto. Por un extraño motivo, no la sorprendía. Es más, era como si acabasen de decirle que había aprendido a caminar a los once meses. Se había molestado mucho más al saber que Yvonne se había acostado con él.

-Ya te lo he dicho, no lo sé ni pienso preguntárselo. Supongo que todo ese rumor surgiría a raíz de la etapa más gamberra de Hell al cumplir los diecisiete y que el niño moriría en cualquier accidente. Aunque tú sí podrías preguntárselo...

-¿Yo? Ni de coña. ¿Qué te hace pensar que si hubiese matado a su hermano se dignaría a contármelo?

-Si estás aquí es por él, y si él te protege es por algún motivo. Añadámosle el plus de que eres la hija adoptiva de su mayor enemigo. Tienes algo de interés para Hell y pienso descubrir el motivo antes de una semana. ¿Haces buenas felaciones?

-Deberás preguntárselo a otro chico – contestó Kiara entrecerrando los ojos -. Buena suerte para averiguar nuestra enfermiza obsesión del uno por el otro porque yo no lo sé y él no va a venir por aquí en una buena temporada, ¿no?

Yvonne se tumbó en la cama y cerró los ojos dándole a entender que se marchase ya.

-Puede que mamá le haya prohibido la entrada, pero ya sabrás que cuando a un Capobianco se le mete algo en la cabeza no hay quién lo pare.



¡Hola! Este capítulo es un poco más largo de lo normal. Siento si se os hace un poco pesado >.< Os he dejado aquí arriba gif de Yvonne y la canción Shades of cool de Lana del Rey. Espero que os haya gustado el capítulo, ¡un beso! ^.^

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