DAZZLING #PGP2024

Galing kay ivanquiroga9

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Embárcate en un emocionante viaje a través las peripecias de cinco felinos con vidas diferentes, pero con un... Higit pa

DEDICATORIA
NOTA DEL AUTOR
SETENTA Y TRES
01 CACERÍA
02 CAUTIVERIO
03 L10N
04 NACIMIENTO
06 EN LA NOCHE MAS OSCURA
07 ESCAPE
08 EL DOLOR DE UNA MADRE
09 EL MAESTRO Y LA APRENDIZ
10 CUESTA ABAJO
11 DESTELLOS DE LIBERTAD
EPILOGO

05 LOTE SETENTA Y TRES

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Galing kay ivanquiroga9

Garra Afilada ha pasado los primeros días de maternidad alimentando a sus pequeños mientras esperaba que abrieran los ojos. Una vez que esto ocurre, decide que es hora de darles las primeras lecciones para prepararlos a la vida. La jaula en la que están se convierte en un espacio improvisado de enseñanza. Su primera lección, dada la situación, es sobre el idioma del bosque, una forma especial de comunicación que puede ser útil incluso estando fuera de su hogar. Este idioma permite la comunicación con otros animales, incluso si no lo conocen.

La lección comienza en el centro de la jaula, donde los tres cachorros están atentos, sus ojos curiosos siguen cada movimiento de su madre. Garra Afilada comienza a maullar, pero entre cada vocalización emite unos ligeros sonidos, como un arrullo melodioso que llena el aire con una magia sutil. La madre los envuelve con su voz y estos sonidos ancestrales, una lengua que trasciende las barreras de las especies, los rodea.

Los cachorros escuchan con atención, sus sentidos agudos captan cada matiz de la melodía que Garra Afilada crea con sus vocalizaciones. En esta lección, se transmite una conexión profunda, mostrando cómo el lenguaje puede ser más que meros sonidos. Los cachorros se miran entre sí, fascinados por este nuevo aprendizaje.

La madre prosigue su enseñanza con paciencia infinita. Pronuncia sonidos que imitan el susurro del viento y el murmullo del agua libre. Cada uno de estos sonidos evoca una imagen, despierta una emoción y lleva consigo una intención.

Entre los cachorros, la pequeña hembra destaca al avanzar rápido en su aprendizaje. Sus ojos brillan de entendimiento mientras se esfuerza por imitar los sonidos que su madre emite, entrelazando su voz ellos. El lenguaje del bosque comienza a fluir natural en ella, a diferencia de sus hermanos que luchan por combinar ambos sonidos. En ocasiones se distraen jugando entre ellos, lo que lleva a reprimendas de su madre.

Mientras la lección avanza, Garra Afilada les explica a sus cachorros la importancia de este lenguaje ancestral. Les cuenta cómo, según cuentos de su madre, incluso los humanos solían conocerlo, pero con el tiempo se alejaron cada vez más de los bosques y lo olvidaron. Esto los desconectó por completo de la naturaleza. Ahora, incluso los animales que viven cerca de los humanos lo han olvidado, a diferencia de aquellos que habitan en los bosques, donde está lengua aún persiste..

—Esta lengua es un regalo, —murmura Garra Afilada, sus palabras llevan consigo una mezcla de tristeza y esperanza. —Nos permite comunicarnos con todos los seres que comparten nuestra tierra. Es una forma de recordar quiénes somos y de mantener vivo el vínculo entre nosotros y el bosque que nos rodea.

Los cachorros ante la explicación la miran con admiración. Sus corazones jóvenes laten en sintonía con las palabras de su madre. A medida que la lección avanza, los cachorros empiezan a intentar emitir sonidos propios, mezclando el lenguaje del bosque con sus propias voces. Garra Afilada sonríe con orgullo, viendo cómo sus cachorros empiezan a encontrar su propia voz en este antiguo lenguaje.

Sin embargo de forma repentina Ámbar emerge de las sombras con un siseo burlón interrumpiendo la lección. Sus ojos amarillos brillan con malicia mientras observa a Garra Afilada y su camada. La serpiente se desliza con su característica elegancia hacia la jaula, su lengua bífida se agita con satisfacción mientras saborea el momento.

—Vaya, vaya, ¿Para qué enseñarles algo que nunca les servirá a tus cachorros mi querida Garrita? —susurra Ámbar con voz sibilante—. Mi amo por fin ha decidido que es hora de que vuelvas a la realidad. No importa cuánto les hables en tu "lengua del bosque" de nada les servirá, espero que tampoco hayas pensado en ponerles nombres a la mercancía, el humano viene con sus "nombres" y si tienen suerte aquellos que los compren les asignarán otro diferente, ¡ah lo olvidaba! escucha por última vez tu nombre querida "Garrita", que tu destino en una vitrina de trofeos ya está escrito.

La gata montés clava sus ojos en la serpiente, una mezcla de ira y determinación brilla en su mirada. Pero antes de que pueda responder, el humano se acerca con paso seguro llevando varios collares de metal de diferentes tamaños en la mano. La tensión en el aire es palpable, un recordatorio constante de la amenaza que se cierne sobre ellos.

El cazador se acerca a la jaula y abre despacio, sus ojos llenos de avaricia se fijan en los cachorros. Su voz es ronca, una demostración de su ambición que envía escalofríos por la espalda.

—¡Es momento! ¡Es momento! —Sisea Ámbar mientras su largo cuerpo ejecuta un baile triunfal —¡Esto será tan divertido de ver! ¡Lo esperaba desde que me arrebataste mi comida!

Garra Afilada siente el corazón latir con fuerza en su pecho. Sus músculos se tensan mientras se coloca en posición defensiva frente a sus cachorros. No permitirá que les arrebaten su identidad, no permitirá que les quiten su libertad antes siquiera de haberla conocido.

—¡Vamos Garrita! ¡Defiéndete y todo será más divertido! —grita la serpiente extasiada.

El cazador avanza sus dedos ásperos extendiéndolos hacia los cachorros, pero Garra Afilada no vacila, sus garras emergen como dagas en la oscuridad. Con un movimiento rápido y feroz, ataca al cazador, sus garras arañan la piel del hombre, provocándole una herida en la mano y demostrando con creces la razón de su nombre.

El cazador grita de dolor y furia, su rostro retorcido se convierte en una máscara de ira reconoce su error al tratar a la gata salvaje tan a la ligera, por lo que entre su ropa saca una pequeña arma, su brillo metálico resplandece en la penumbra. Un dardo tranquilizante emerge de la pistola y es lanzado hacia Garra Afilada.

El corazón de la gata montés se acelera mientras se da cuenta del peligro que enfrenta. Intenta esquivar el dardo, pero la velocidad del proyectil es abrumadora. El proyectil impacta en su costado, y una sensación de adormecimiento se propaga rápido por su cuerpo.

La impotencia envuelve a Garra Afilada mientras lucha por mantenerse en pie. Su visión comienza a nublarse, sus patas se vuelven débiles. La madre mira a sus cachorros con angustia mientras el sedante hace efecto, robándole la fuerza y la conciencia.

La última imagen que ve antes de caer en la oscuridad es la mirada de Ámbar, una mezcla de triunfo y malicia. La serpiente se desliza hacia los cachorros con su lengua bífida agitándose en el aire mientras saborea su victoria. La oscuridad se cierra a su alrededor, y la incertidumbre del destino de sus cachorros es un peso que la acompaña en su inconsciente.

Al cabo de un tiempo el sueño inducido se convierte en una pesadilla donde los amarillos ojos de Ámbar amenazan por todos lados y entre sollozos y agitaciones la conciencia retorna a Garra Afilada en un frenético despertar del oscuro y nebuloso delirio. Su mente es como un rompecabezas fragmentado que poco a poco se va recomponiendo. Sus ojos se abren con un destello de alarma, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Busca a su alrededor, busca a sus cachorros con desesperación.

Un suspiro tembloroso de alivio escapa de sus labios cuando sus ojos se posan en las formas dormidas de sus crías. Los tres cachorros están cerca, sus cuerpos pequeños se mueven rítmicamente con la respiración tranquila del sueño. Garra Afilada no puede evitar que sus ojos se llenen de lágrimas mientras los observa, la mezcla de amor y preocupación llenan su corazón.

Pero la sensación de alivio es efímera. La gata se da cuenta de que están en un lugar diferente, sigue dentro de su jaula pero su cuello siente el peso de una cadena fija al suelo, intenta moverse pero el objeto le limita sus movimiento. Sus patas tocan el suelo duro y frío. Sus ojos comienzan a explorar a su alrededor para descubrir que hay más jaulas con otras hembras de diferentes especies, todas ellas con evidentes signos de maltrato, algunas se encuentran gestando y otras pocas amamantan a sus crías, por alguna razón el humano hasta este momento no deseaba provocarle daño a lo que recuerda las palabras de la serpiente "tu destino en una vitrina de trofeos ya está escrito".

La gata montés trata de mantenerse de pie con torpeza, sus patas aún están adormecidas por el sedante. Sus sentidos confundidos intentan mantenerse alerta, su mente corre tratando de comprender su situación. Pero antes de que pueda reaccionar por completo, su atención es atrapada por la figura que se encuentra cerca de la jaula.

Ámbar emerge de las sombras, su cuerpo enrollado afuera de la jaula como una sombra acechante. Sus ojos amarillos brillan con triunfo mientras observa a Garra Afilada y sus cachorros. La serpiente se agita con satisfacción, su lengua bífida se desliza en el aire, llenando el espacio con su presencia amenazante

—Bienvenida de vuelta, Garra Afilada, o debería decir, lote setenta —susurra Ámbar con voz sibilante, su tono lleno de burla—. Espero que hayas disfrutado de tu pequeño descanso.

La gata montés aprieta sus mandíbulas con rabia, su corazón late de impotencia y odio dirigido hacia el reptil.

— ¡Oh! lo olvide. A partir de hoy y hasta que el humano que te compró te lleve, tu nombre es Lote Setenta, y tus cachorros son los Lotes Setenta y Uno, Setenta y Dos y Setenta y Tres, —dice la serpiente con desdén. —Ya eres propiedad de alguien más ahora. Respecto a tus cachorros, los machos pronto tendrán un comprador y se convertirán en mascotas humanas. Pero quien más disfrutaré torturando será a tu hija, quien pronto solo servirá para criar a nuevos lotes de venta.

Garra Afilada siente su corazón apretarse con un dolor agudo. La pequeña hembra mira a su madre con ojos inocentes y, en una voz diminuta, pregunta —¿mi nombre es Setenta y tres? —la gata no sabe qué decir, se queda callada mientras la serpiente se comienza a alejar de lugar, regocijándose por la tragedia de la familia.

—¡Pequeña Setenta y tres tendremos tanto tiempo para conocernos! —son las últimas palabras que se escuchan del cruel reptil antes de desaparecer del lugar.

Todo está perdido, por fin la voluntad de Garra Afilada está quebrada, la esperanza está perdida, lo único que puede hacer por el momento es rodear a sus cachorros para brindarles la poca protección y seguridad que su debil cuerpo puede darles. 

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