ＷＩＣＫＥＤ ＧＡＭＥＳ
❛ 𝟎𝟓𝟒. recibir una bala por ti⠀҂
Con un fuerte golpe contra la mesa, Janson consiguió noquear a Teresa en un instante para arrebatarle la cura. En el momento que fue a inyectarla en su mordedura de crank, sintió un empujón que logró mandar su cuerpo por los aires.
Thomas, que por fin había logrado desatarse, agarró a Janson por su cuello y con un impulso contra la cristalera, ambos cayeron mientras que los pedazos de cristales se clavaban a través de todo su cuerpo, llegando incluso a arañar su ropa.
Tardaron unos segundos en recomponerse y, cuando se levantaron del suelo, la golpiza comenzó. Janson lanzó el primer puño, pero Thomas no tardó en devolverle otros dos.
— ¿Dónde está, maldito? ¡Dónde!
El cuerpo de Janson volvió a colisionar contra la pared metálica y, aunque Thomas estaba a punto de volver a golpear al hombre, este alcanzó a reaccionar rápido.
Janson devolvió el puño a Thomas y, antes de que pudiera caer al suelo por el impacto contra su mejilla, agarró el cuello de su camisa por la parte trasera para intentar asfixiarle.
La sensación oprimente comenzaba a causar estragos en Thomas. Intentó patalear, removerse en su sitio, meter sus dedos entre la tela para liberar espacio y lanzar codazos hacia atrás, pero nada funcionó. Sus jadeos desesperados eran el único sonido audible en la sala y, de repente, Janson liberó al chico.
Thomas cayó al suelo en busca de aire —agarrándose el cuello como acto reflejo— y miró hacia todos lados para ver la razón por la que lo había soltado en el último momento. Sus ojos se iluminaron al instante.
— ¿Beth?
Sin descentrarse, Elizabeth siguió con los golpes a Janson con la barra de metal que había tomado antes de llegar al lugar. Cabeza, brazos, cabeza de nuevo, entrepierna. Parecía que estaba descargando toda su ira en él, devolviendo la golpiza que anteriormente fue al revés. George, por su parte, fue hacia Teresa para intentar despertarla.
Uno de aquellos golpes hizo que Janson reaccionara de nuevo y, cuando Elizabeth volvía a acercar la barra de metal hacia él, la agarró en el aire. Cuando pensó que la arrebataría para devolverle los impactos, finalmente Janson elevó su pierna y con una patada mandó a Elizabeth al suelo. Soltó un quejido cuando impactó su cabeza contra la pared y al sentir algunos cristales clavarse en su herida de bala, la cual volvía a abrirse de nuevo.
— ¡No! — gritó Thomas.
Mientras que Elizabeth se recomponía, Teresa —que acababa de recuperar su consciencia— fue en su ayuda y George trataba de detener a Janson, aunque su desconocimiento en el campo de la lucha provocó que enseguida cayera al suelo.
— ¿Teresa? ¿Qué...? — Elizabeth tuvo que detener sus palabras al sentir un latigazo por todo su brazo derecho.
Los golpes entre Janson y Thomas eran constantes y recíprocos. Ninguno parecía acobardarse ante los impactos que recibían y daban, aunque el hombre mayor parecía tener ventaja. En un movimiento, logró que Thomas cayera al suelo.
Harto de no poder acabar con ellos, sacó su pistola y apuntó primero a Thomas.
Cuando estaba preparado para apretar el gatillo, varios misiles de la resistencia impactaron contra el edificio con intención de derribarlo. Janson cayó al suelo, y Thomas rápidamente se recompuso para ir hacia Elizabeth y Teresa.
Los cuatro —después de que despertaran a George— comenzaron a huir, Teresa con la cura y Elizabeth protegiendo con su otra mano el brazo afectado con un pulso tembloroso.
Thomas se colocó detrás de Elizabeth y apoyó su mano en su espalda, para asegurarse de que no detuviera sus pasos. Miró hacia atrás, y vio a Janson de nuevo con su arma en alto.
— ¡Cuidado!
Los disparos comenzaron, y Thomas rápidamente colocó su cuerpo detrás de Elizabeth para proteger y agarrar a la chica por la cintura, para poder manejar su cuerpo con mayor facilidad y para arrastrarlo hacia la izquierda en busca de una zona segura.
Entraron en la primera sala que encontraron, aunque maldijeron al ver que no tenía salida por ningún lado, tan solo era la sala de experimentos de C.R.U.E.L. Los cranks, encerrados detrás de una cristalera, delataron su escondite al rugir con fiereza.
— Diablos — maldijo Teresa — Tenemos que salir de aquí.
Elizabeth giró su cabeza en busca de Thomas, y fue cuando vio su abdomen herido. Había sido disparado por Janson.
— ¿Thomas?
Cuando iba a caer al suelo, Elizabeth alcanzó a atrapar su cuerpo. Con gran dificultad, dejó su cuerpo recostado contra una estantería mientras que él intentaba detener el sangrado con su propia mano.
Elizabeth se arrodilló a un lado suyo y empezó a desesperarse. Comenzó a mirar de un lado a otro en busca de cualquier cosa que pudiera ayudarle y, cuando no encontró nada, volvió al lugar inicial para posicionarse enfrente suyo.
— Thomas, aguanta. Encontraré algo que pueda ayudarte.
Antes de que pudiera volver a levantarse, Thomas agarró su mano y detuvo sus movimientos. Tan solo la miraba con una sonrisa débil.
— Thomas, ¿qué...?
— Debes irte — su tono de voz comenzaba a entrecortarse por el esfuerzo — Debes irte. Antes de que sea demasiado tarde.
— No entré al edificio en tu búsqueda para después abandonarte aquí. No me iré sin ti.
Se sonrieron mutuamente, sintiendo lágrimas empezando a formarse en sus ojos. George se acercó a ellos con varias gasas en sus manos.
— Esto servirá — dijo Elizabeth pasando como podía la venda por detrás del cuerpo de Thomas — Tienes que hacer presión.
De repente escucharon la puerta abrirse y, entre todo el humo que servía para la desinfección de alguna partícula del Destello que los doctores podrían cargar consigo ante la exposición, apareció Janson con su pistola en alto.
— Lo admito, Teresa, me engañaste. Creí que éramos amigos — comentó Janson dando varios pasos lentos por la sala. Los tres amigos se arrejuntaron para evitar ser vistos — Quizá sea parte de tu naturaleza traicionar a los más cercanos a ti... Tú también, George. Aunque pensaba que ya te habrías suicidado después de la muerte de tu esposa.
Al resultar ser un espacio pequeño, todos —menos Thomas— comenzaron a moverse por toda la sala, para que no interceptara al joven herido.
Cada vez que escuchaba algún sonido extraño, Janson dirigía su cuerpo en aquel sentido y, si veía cualquier movimiento, no dudaba en disparar.
— Vamos, no prolonguemos esto. Todos sabemos que no hay salida.
Thomas también empezó a moverse lentamente al sentir que poco a poco se acercaba a él.
— No lo hagamos más doloroso de lo necesario.
Cuando Teresa intentó moverse de nuevo, Janson se posicionó en frente suyo. Teresa comenzó a retroceder asustada.
— No. No.
— Creo que tienes algo mío.
Intentando hacer el menor ruido posible, Elizabeth comenzó a acercarse hacia el lugar, no sin comprobar antes el estado de Thomas. Teresa elevó la cura con una de sus manos.
— Eso no. ¿Dónde está él?
— Tómalo y ya — comentó con molestia Teresa.
— No. Lo quiero a él. Nació con un don. Nunca tuvo que luchar, no se lo ganó. No se lo merece.
— Tal vez — respondió ella — Pero es suyo.
— ¿Y tú, Elizabeth? ¿Dónde estás? — miró una última vez a Teresa, advirtiendo con su mirada para que se quedara quieta.
Janson comenzó de nuevo a caminar mediante la habitación en su búsqueda. Los otros tres, todavía dispersados, volvieron a huir.
Por el extremo de su ojo, Elizabeth vio cómo se acercaba hacia la zona en la que recientemente Thomas se había escondido, por lo que tomó una probeta con su mano y la arrojó contra una zona alejada de ellos para causar una distracción.
— Elizabeth... Estoy seguro que tú sí sabes en dónde se encuentra Thomas.
Exitosamente, Janson dirigió su cuerpo rápidamente hacia donde el vidrio acababa de eclosionar. Gruñó cuando vio que era una trampa.
Elizabeth sabía que si seguían en esta mecánica, Janson terminaría encontrándolos. Al ver a George en una de las esquinas, se acercó rápidamente a él.
— Necesito que te lleves a Thomas de aquí — susurró lo más bajo posible.
— ¿Y Janson?
— Lo distraeré, no te preocupes. Funcionará.
En realidad, Elizabeth ni siquiera estaba segura de que su plan tendría éxito, aunque no tenía más opciones si quería salvar a Thomas.
Gateando hacia él, George pasó el brazo del chico por encima de sus hombros, preparado para levantarse del lugar.
— ¿Qué haces? — dijo en un susurro casi inaudible Thomas.
— Nos vamos.
— ¿Qué? No — Thomas intentó liberarse de su agarre, aunque estaba demasiado débil para lograrlo — Beth.
Al otro lado de la sala, Elizabeth rompió un vaso de cristal adrede, esperando a que Janson se dirigiera hacia ella. Con una sonrisa socarrona, el hombre no tardó en colocarse enfrente suyo.
— Hola, Elizabeth.
Atrayendo toda la atención de Janson sobre ella, comenzó a levantarse lentamente de su asiento, con sus manos en alto. Puso la mejor cara de miedo posible, y detrás de la figura del hombre vio a George cargar el cuerpo de Thomas.
A pesar de que Thomas no decía nada, se sentía desesperado. Veía cómo poco a poco George lo separaba de Elizabeth, y su cabeza se giraba bruscamente hacia atrás en busca de la chica. Se temió lo peor al ver a Janson apuntándola con su arma.
— No eres tan astuta como creía, aunque siempre fuiste una piedra en nuestro camino.
De repente, la puerta de la entrada se abrió ante la cercanía de ambos chicos, generando un ruido mecanizado. Janson se giró rápidamente y comenzó a disparar hacia el lugar, ocasionando que George y Thomas cayeran al suelo para refugiarse.
Elizabeth se abalanzó contra la espalda de Janson y comenzó a forcejear contra él, consiguiendo desviar los balazos hacia el techo de la habitación para después parar abruptamente.
Teresa por fin pudo escapar del lugar y, al ver la resistencia que Thomas ponía contra el otro doctor, se dirigió hacia ellos para ayudar a George a cargar el cuerpo de su amigo. Thomas comenzó a rogar para que le soltaran, para que alguno fuera a ayudar a Eliza.
— ¡Beth! ¡No! ¡Elizabeth!
Janson soltó su puño de nuevo hacia Elizabeth y, aunque los primeros pudo esquivarlos correctamente, los siguientes sí golpearon su cara.
Esta vez ella sí pudo devolver los golpes, utilizando la mayor destreza posible con su brazo izquierdo. El hombre giró su cabeza ante el contacto, pero no tardó en volver a tomar las riendas de la batalla.
Elizabeth retrocedió intentando volver a recuperarse y, sintiendo toda la rabia del mundo, volvió a abalanzarse fuertemente contra él para intentar arrebatarle la pistola de sus manos.
Primero izquierda, después derecha, y finalmente izquierda. Intentaba detener el vaivén de sus cuerpos, aunque por la fuerza ejercida por ambos resultaba imposible.
Y, de repente, un disparo.
Ambos doctores por fin detuvieron sus pasos, viendo cómo Elizabeth lentamente se separaba del cuerpo de Janson.
— ¿Elizabeth...? — susurró Teresa.
Dio varios pasos con torpeza hacia atrás, y fue cuando finalmente pudieron ver qué había ocurrido. Elizabeth tenía otro disparo en su abdomen y, aunque trataba de omitir la salida de la sangre con sus manos, fue imposible. Sus manos temblorosas ya estaban repletas de aquel líquido.
Thomas sintió su mundo detenerse cuando vio a Elizabeth cayendo hacia atrás después de tratar quedar de pie. Las lágrimas salían incontrolablemente de sus ojos, aunque no podía despegar su vista de la chica.
Janson soltó una risa cínica y victoriosa, volviendo a acercarse de nuevo hacia Elizabeth. En un movimiento improvisto, aprovechando que el hombre había bajado su guardia, agarró la pistola y lo mejor que pudo le apuntó velozmente. Terminó disparándole en el mismo lugar que ella, en el abdomen.
— ¡Pedazo de mierda! — exclamó, volviendo a acercarse peligrosamente a la chica.
Thomas no aguantó más y, acumulando todas las energías restantes, se liberó del agarre que obstruía su cuerpo y caminó hacia una de las mesas. Tomó el primer microscopio que encontró y lo arrojó contra Janson, aunque alcanzó a esquivarlo a tiempo.
— Fallaste, basura.
— ¿Seguro?
La cristalera, que separaba a los cranks —utilizados en sus experimentos— para que no pudieran escapar, de detrás de Janson comenzó a quebrarse y, antes de que pudiera reaccionar, las criaturas se abalanzaron en contra suyo.
En vez de intentar alejarse de allí, Elizabeth tan solo se quedó viendo cómo devoraban al hombre vivo como si fueran ratas roedoras. Rugidos, sangre, gritos agónicos, mordeduras...
Fuera como fuera su propio desenlace, Elizabeth sentía que había ganado la guerra contra C.R.U.E.L.
Aunque todavía quedaba lucha si quería salvarse a sí misma.
ʜᴇʟʟᴏʙʙꜱ