Lover of mine | George Russell

By walxleclerc

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Pocas personas notaban cuando el pulso de George se aceleraba ante la presencia de aquella joven de ojos agua... More

-author's note.
-lover of mine.
-rosé wine cheap.
-lucky charm.
-hiding places and adrenaline.
-the first time.
-the victory.
-dress.
-paper rings.
-good luck before the race.
-crossroads of emotions.
-night in london.
-reconstruction at Yas Marina.

-falling in love.

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By walxleclerc


-Septiembre del 2017-


Apenas había podido descansar unos pocos minutos después del día de hoy, la adrenalina de las carreras solía mantenerme activo por un buen rato, pero hoy no había descansado por una razón diferente.

Solo faltaba media hora para mi cita con Saya, y aún estaba tratando de procesar el hecho de que me dijo que sí.

Estaba ansioso.

Se sentía casi irreal.

Ya estaba listo y miraba con impaciencia cómo se movían las agujas del reloj colgado en la pared del cuarto de forma lenta, haciendo que la espera sea insoportable.

Tenía todo detalladamente planeado, pero el miedo a que algo saliera mal me aterraba. Los nervios me estaban jugando una mala pasada.

Al final, la ansiedad me ganó y salí de mi habitación para ir en busca de la suya.

Le envié un mensaje preguntándole por el número de su habitación, y cuando contesto no pude evitar sonreírle al celular.

Estaba actuando como un adolescente...

Saya: 222.

Tan pronto como encontré la habitación, mi corazón dio un vuelco.

Dos golpes en la puerta bastaron para recibir un dulce "ya voy".

Mi ritmo cardiaco se aceleró en el momento en que la puerta se abrió y mis ojos se encontraron con sus hermosos y brillantes ojos aguamarina. Su rostro pareció iluminarse tan pronto como me vio, pero su sonrisa permaneció igual de amplia.

Se veía tan hermosa y radiante como siempre, y aún más.

El tonto pensamiento de que se había vestido y arreglado para impresionarme a mí se instaló en mi cabeza y eso solo me provoco una sonrisa más grande.

Llevaba un vestido veraniego blanco con un poco de vuelo, el cabello suelto y un suave labial rojo que acompañaba el brillo de sus ojos.

Ella era perfecta.

―¿Estas lista? ―pregunte, saliendo de mi tonto embobamiento momentáneo.

Asintió con la cabeza.

―Lista.

Se giró para cerrar la puerta detrás de ella, y luego nos dirigimos al estacionamiento del hotel.

Saya hizo una especie de puchero con la boca al verme parado a un lado del auto con las llaves en la mano.

―¿Vas a conducir tú? ―preguntó con tono infantil.

―Oh sí, no quiero perder mi reputación de caballero. ―me reí y le abrí la puerta de copiloto. ―Tal vez puedas conducir la próxima vez.

―¿Asumiendo que habrá una próxima? ―cuestiono, con ambas cejas levantadas.

Ella subió y se abrochó el cinturón, mientras le cerraba la puerta y me dirigía a mi lugar.

―Estoy seguro que habrá una próxima vez.

Soltó una pequeña risa, rodeando los ojos.

―Solo no conduzcas tan lento. ―se burló.

Puse el coche en marcha y me giré para darle una leve mirada.

―Después del primer puesto de hoy, ¿Te parece que conduzco lento?

―Mmm, un poco. ―murmuró, girando su cuerpo para tener una mejor vista de mí. ―Yo podría ganarte.

Su voz salió con seguridad y confianza, ella realmente pensaba eso, lo que me dejaba un poco más maravillado.

Pero de forma inevitable, una carcajada se escapó de mí, provocando una mirada de odio de su parte.

―¿Tienes la edad necesaria para conducir al menos? ―bromeé.

Cuando frene frente a un semáforo en rojo, volví a mirarla.

Parecía divertida por la conversación.

―¿Estás sugiriendo que podrías estar saliendo con una menor de edad, Russell?

Levanté una ceja, sorprendido por la pregunta.

En realidad no me lo había puesto a pensar hasta que lo menciono.

Pero Lewis no me hubiera alentado a salir con ella si fuera demasiado joven para mí...

―Te has puesto pálido. ―apunto lo obvio.

Suspiré, volviendo mi atención al camino, pero sin palabras para decir.

―Tranquilo, no es como si fueras mucho más mayor que yo. ―aclaró entre risas.

―¿Cómo sabes eso?

―Papá tenía un archivo con tu información en casa. ―asentí, para que siguiera hablando y ella se aclaró la garganta. ―George William Russell, un nombre totalmente británico si me preguntas, naciste en King's Lynn el 15 de febrero de 1998, tienes diecinueve años. ―exhaló una gran bocanada de aire y pareció dudar por algunos segundos. ―En realidad no estoy tan segura que salir con un hombre de acuario sea una buena idea...

Me reí al escucharla ponerse a divagar sobre los signos y cosas astrológicas, de las cuales entendía muy poco o casi nada.

Estacioné el coche cuando vi la playa en la que debíamos bajar y apagué el motor.

―Ahora me siento un poco en desventaja.

Ambos bajamos del auto y nos dirigimos con pasos lentos hasta la playa.

Me acerco a ella, y le doy un ligero empujón con el cuerpo.

―¿No vas a revelarme tu información personal? ―se ríe cuando muevo mis dedos intentando tomar su mano. ―Ya sabes, nombre completo, edad, origen y esas cosas...

Me giré para mirarla, dirigiendo toda mi atención hacia ella.

Su risa resuena en el aire.

―¿Qué estás haciendo? ―dice, mirando fijamente como nuestras manos se rozan.

―Esperaba que tomaras mi mano, ¿Supongo que es demasiado pronto?

―Tal vez. ―responde tímidamente, tratando de no mirarme.

Era adorable cuando intentaba coquetear.

―¿Entonces no puedo tomar tu mano? ―pregunte confundido.

―No dije eso.

Con un movimiento lento, toma mi mano y la entrelaza con la suya.

Me sorprendió que fuera ella quien tomara una iniciativa como esa, pero también me sorprendió no vomitar al sentir sus delicados dedos sobre los míos.

Una pequeña corriente eléctrica me recorrió el cuerpo.

Saya hacía que todo a mí alrededor se sintiera insignificante y sentía que flotaba cuando me tocaba, era una sensación nueva. Pero por primera vez en mi vida, no odie experimentar una sensación como esa.

Era una tarde calurosa de verano y después de haber tenido una agotadora carrera en Monza, decidí llevarla a una de las playas más bonitas que conocía de Italia.

En mi mente, el plan parecía más romántico y extravagante de lo que en realidad lo era.

Una manta sobre la arena, una canasta de picnic con comida y lo que no podía faltar, una botella de vino rosado con vasos de plástico rojo, porque había olvidado llevar las copas.

Mis mejillas se tiñeron de escarlata cuando Saya vio la escena que había montado solo para ella.

―Esto es muy lindo, George. ―sonrió, apretándome de forma dulce mi mano, que minutos antes ella misma había entrelazado.

Me sentía un poco tonto, pero seguiría haciendo esas estúpidas cosas con tal de que me volviera a sonreír de esa forma.

Se sentía extremadamente bien estar bajo su atención.

Mientras disfrutábamos de lo que quedaba del día, no habíamos dejado caer sobre la manta.

Había sido justo lo que siempre habías imaginado en una primera cita. Un poco de coqueteo tonto e inocente, largas conversaciones sobre todo y nada, muchas miradas persistentes y toques "accidentales".

Era casi como en las películas.

El sol brillaba y brillaba, aunque la temperatura había empezado a bajar un poco y le ofrecí mi campera a Saya para que cubriera sus hombros desnudos.

―Entonces, ¿Vas a hacerte rogar por tu información? ―le pregunto jugando, y niega con una sonrisa en el rostro.

Sonríe, pero se toma su tiempo para beber un sorbo de vino y luego relamerse los labios, haciendo que mi atención se pierda en ese simple movimiento.

―Saya Isabella Wolff, soy de Westminster pero vivo con Papá y Susie en Ermatingen, nací el 2 de agosto del 2000, por lo tanto tengo diecisiete años. ―eligió la frutilla más roja que había y se la llevó a la boca. ―Y soy de leo.

La última frase sale casi en un susurro.

Me inclino hacia ella, notando como traga saliva, pero su cuerpo también avanza. Levanto mi mano de la manta y la muevo hacia su mejilla, mi pulgar acaricia su labio inferior.

Limpiando el color rojizo que dejó la fruta.

Podía sentir como todo mi cuerpo se encendía y el aleteo de nervios aparecía en mi estómago.

Todo esto eran cosas divertidas que nunca antes habías sentido ni experimentado.

―Entonces somos opuestos complementarios. ―sonrió, a pocos centímetros de ella. ―Tal vez, después de todo, no sea tan mala idea que salgas conmigo...

Mientras disfrutábamos de la luz de la luna que se reflejaba en el océano y el suave sonido de las olas rompiendo, había puesto música en su celular y por momentos se distraía tarareando sus canciones favoritas.

Porque así era Saya, se dejaba llevar por el momento sin importarle lo que los demás pensaran de ella.

Y yo quería exactamente eso, que lo que pensaban los demás también me dejará de importar.

Porque toda mi vida se había basado en intentar que los demás estuvieran orgullosos de mí, siempre intentando ser el mejor. Pero estaba cansado de eso, no quería seguir demostrando nada, yo sabía de lo que era capaz de lograr y eso era más que suficiente.

Una melodía tranquila comenzó a sonar y un pequeño destello en sus ojos apareció, fue mínimo, pero alcance a verlo.

―¿Te gusta esta canción?

Saya giró para mirarme, saliendo de su pequeño trance.

―Sí, es de mis favoritas...

Y la idea apareció.

¿Estaba delirando? Tal vez...

Pero quería recordar este momento como algo único, quería acordarme de la primera cita con la chica de mirada intensa y sonrisa dulce.

―Baila conmigo. ―susurre casi rogué, con mechones castaños cayendo sobre mi frente.

Ella levantó las cejas, sorprendida.

―¿Bailar?

Asentí con la cabeza mientras me paraba y le extendía la mano para que me imitara.

Ella dudó, pero segundos después tomó mi mano con más seguridad y le ayude a levantarse.

"When I hold you close to me,

I could always see a house by the ocean."

Con un poco de desconfianza coloque mis manos a los lados de su cintura para acercarla a mí, y ella subió sus brazos para posarlos sobre mis hombros, rodeándome el cuello con ellos.

"Last night I could hear the waves."

Bailamos cerca, nuestros cuerpos presionados juntos mientras ella cerraba los ojos y se dejaba llevar por la música, pero yo no podía apartar la vista de ella.

Estaba hipnotizado.

"As I heard you say, "All that I want is to be yours"."

Perdido en el momento, perdido en la noche estrellada sobre nosotros y perdido en sus ojos aguamarina, sentía como si fuéramos los únicos en el mundo.

"Falling in love."

Tal vez podíamos ser los únicos en el mundo, no me importaba realmente.

Solo quería seguir aquí, con sus brazos alrededor de mi cuello y sintiendo el ritmo de su corazón.

Finalmente me atrevo a volver a mirarla y lucia aún más adorable, si era eso posible, tenía las mejillas sonrojadas y los ojos entrecerrados por el cansancio del día largo.

―¿Por qué me estas mirando? ―pregunta, con los ojos cerrados.

―Porque luces preciosa.―murmuro, casi en un susurro.

Ella abre lentamente los ojos, y sonríe.

Y saber que yo era la razón por la que sonreía así, hizo que en mi boca se formara también una amplia sonrisa, y no pude detenerla.

Estaba sonriendo como un idiota por ella.

El cielo comenzó a oscurecerse cuando nos recostamos juntos en la manta, mirando lo que quedaba del atardecer. Las horas habían pasado tan rápido sin que nos percatáramos de ello.

Tenía el brazo envuelto alrededor de su cuerpo, mientras ella se apoyaba sobre mi pecho y el color dorado del atardecer nos bañaba por completo.

Solo se escuchaban nuestras respiraciones y las suaves olas de fondo.

―Esto es agradable. ―susurro con voz adormilada.

―Lo es.

Nunca había sentido algo así por ninguna otra persona. Realmente, nunca había sentido algo hacia una chica.

Saya era la primera.

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