Un nuevo comienzo

By EmilNeel

80.8K 8.3K 2.8K

En vez de apuñalar a Will, Hannibal decide llevárselo con él a Italia incluso si Will no está de acuerdo. Wil... More

1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31 - Final
Epílogo

12

3.1K 291 206
By EmilNeel

Los primeros pensamientos de Hannibal al despertar giraron en torno a una sola palabra: Will. El seductor aroma de su amado lo envolvía, atrayéndolo como una polilla a la luz. Gimió satisfecho ante tan embriagador olor. 

Sus otros pensamientos fueron empañados por el intenso dolor que martillaba su cabeza.

A medida que lograba abrir los ojos, se dio cuenta de que no estaba en su propia habitación, sino en la de Will. Las sábanas lo envolvían mientras yacía en lo que supuso era el lado de la cama de Will. Se incorporó con cuidado, tratando de aplacar el dolor que reverberaba en su cráneo, mientras luchaba por reconstruir los fragmentos de la noche anterior.

Sus recuerdos eran como piezas dispersas de un rompecabezas. Recordaba el momento en que, impulsado por la necesidad de llenar el vacío de Will, había comenzado a beber, pero después de eso, todo se volvía difuso. Pero si recordaba el momento en que Will había aparecido y lo había alzado del suelo, llevándolo en sus brazos como si su mera presencia pudiera brindarle consuelo. El recuerdo del beso que habían compartido era vívido y nítido, y el sabor de los labios de Will se mantenía como una marca tentadora en su memoria. 

Los labios de Will, su textura y sabor, eran un placer exquisito que había olvidado. Una sensación adictiva, peligrosa y exquisita. La necesidad de más se anclaba en su mente, impulsándolo a desear un nuevo encuentro con esos labios que ahora lo obsesionaban. Se preguntaba si se le permitiría saborearlos nuevamente o si sería privado de ese deleite, dejándolo anhelando más.

A pesar del dolor que atravesaba su cuerpo, se levantó y se dirigió al baño con la intención de bañarse y tomar una pastilla para el dolor de cabeza. Aunque la fiebre parecía haber cedido, la debilidad persistía y su garganta le dolía, aunque no podía discernir si era a causa de la enfermedad o del ardor provocado por todo el alcohol que había consumido.

Bajo el agua caliente de la ducha en la habitación de Will, permitió que el vapor relajara sus músculos. Disfrutó del aroma del shampoo y la loción para después del afeitado de Will, fragancias familiares que se aferraban a la habitación. Tuvo la fugaz idea de masturbarse pero estaba demasiado dolorido para eso. 

Con una toalla envuelta alrededor de la cintura, salió de la habitación sintiéndose gratamente complacido por haber sido invitado al espacio personal de su amado. Sus ojos se posaron en la cómoda y recordó que le había confesado a Will su secreto acerca de entrar en su habitación para oler sus camisas. Tendría que asegurarse de robar una o dos prendas antes de que Will tomara medidas preventivas para evitar que Hannibal continuara con sus furtivas incursiones.

Después de cambiarse en su propia habitación, descendió las escaleras y percibió un tentador aroma a comida y café recién hecho que emanaba de la cocina. Al entrar, encontró a Will de espaldas, sosteniendo un sartén en una mano mientras revolvía su contenido con una cuchara. La escena era hogareña y acogedora, y la simple visión de Will en esa actividad doméstica llenó a Hannibal de una sensación cálida que lo abrazó como una manta protectora. 

Al escucharlo entrar, Will volteó a verlo con una sonrisa en los labios.

—Hey —saludó Will—. Dormiste mucho, empezaba a pensar que te habías muerto. Eres demasiado viejo para tomar esa cantidad de alcohol.

Hubo varias partes de esa oración que Hannibal quiso replicar, pero lo que más lo afectó fue la referencia a su edad. ¿Will lo consideraba viejo? A pesar de que había una diferencia de unos nueve o diez años entre ellos, nunca había considerado su edad como algo relevante en su relación. La idea de que su amado pudiera considerarlo viejo le dolió.

Trató de ocultar su molestia y respondió con un amable: 

—Buenos días, Will.

La sonrisa en el rostro de Will parecía insinuar que sabía el impacto que sus palabras habían tenido en Hannibal.

Para cambiar el enfoque, Will regresó su atención a la cocina, sirviendo unos huevos estrellados en platos separados, acompañados de tocino fresco y pan tostado. Con los platos en mano, llevó todo al comedor sin decir nada. Hannibal lo siguió, trayendo los utensilios necesarios y sirviendo dos tazas de café antes de sentarse a la mesa.

Una vez sentados, Hannibal desvió su mirada hacía el desayuno, dejando que una pequeña sonrisa curvara sus labios 

—Ya sé que es horrible, no te tienes que burlar —gruñó Will, como si anticipara una crítica.

—No es eso. Creo que es la primera vez en mucho tiempo que alguien me prepara el desayuno —admitió antes de agregar en voz baja—: la última persona que lo hizo fue mi madre.

Las palabras de Hannibal parecieron tocar una fibra sensible en Will, quien dejó sus cubiertos sobre el plato y miró el desayuno con una expresión melancólica.

—Oh… —fue la única respuesta que pudo encontrar Will, ya que no había mucho más que decir. 

—Lo agradezco, Will. Es agradable que alguien cocine para ti.

Will respondió con un sonido evasivo, como si quisiera restarle importancia al comentario, mientras apuñalaba con cierta fuerza un pedazo de tocino.

El desayuno era grasoso, lo que llevó a Hannibal a pensar que Will tal vez había exagerado con el aceite de cocina o no había dejado escurrir la comida. A pesar de ello, Hannibal disfrutó cada bocado.

—Estuvo delicioso, gracias, Will —dijo Hannibal, terminando de beber su taza de café negro.

En lugar de responder de manera verbal, Will empujó un vaso en dirección a Hannibal, invitándolo a beber su contenido. Confundido, Hannibal llevó el vaso a sus labios y bebió un sorbo. El líquido era extraño, de textura grumosa, con un rastro de aceite, y sabor a pastel de vainilla rancio. Apartó el vaso de sus labios de inmediato, con una expresión de asco.

—Mi padre solía decir que el remedio para curar la resaca era un desayuno grasoso. Comer grasa, beber grasa —comentó Will con una sonrisa.

Entonces, la conversación finalmente giró hacia los acontecimientos de la noche anterior.

—Aunque no pareces tener resaca. ¿Recuerdas algo de anoche? —inquirió Will, apuntando directo al asunto que ambos habían estado evadiendo.

—No recuerdo mucho después de que te fuiste —admitió Hannibal—. Pero puedo recordar todo a partir del momento en que regresaste.

Will asintió y, tomando un trago de su café, ocultó su expresión tras la taza, como si buscara un momento para procesar la respuesta.

—Ya veo.

—Viste una parte de mí bastante desagradable. El alcohol y los medicamentos no se mezclan bien por estas razones. Te pido que olvides mi comportamiento de ayer.

Había llorado frente a Will, una muestra de vulnerabilidad que no se sentía cómodo admitiendo. 

—¿Nunca te habías emborrachado? —preguntó escéptico. 

—Nunca vi la necesidad. Tampoco tenía curiosidad —respondió Hannibal, su tono firme pero calmado.

—Eres un borracho bastante... táctil —se burló Will, su tono ligero a pesar de todo—. No querías dejar de tocarme.

—Siento discrepar, querido Will. Estaría pegado a tu lado todo el día si me lo permitieras, sin importar mi estado. Pero sí, el alcohol parece haber amplificado mi sensibilidad.

Las palabras se agolparon en la punta de la lengua de Hannibal. Necesitaba preguntarle algo pero no quería arriesgarse a poner nervioso a Will. Estaban en un frágil equilibrio y temía asustarlo o alejarlo. Además, sentía dudas. No deseaba saber si las acciones de Will eran un gesto de lástima; si resultaban serlo, sería doloroso aceptarlo.

—¿Me besaste porque te sentías culpable por mi estado o porque de verdad querías hacerlo? —preguntó, eligiendo ser directo en busca de respuestas.

Will soltó el cubierto que aún tenía en la mano. Parecía haber estado esperando esa pregunta, pero a la vez esperaba que no la hiciera.

—Fuiste tú quien me besó —gruñó Will—. Y, honestamente, ni siquiera yo lo sé.

Will se levantó para limpiar la mesa y fue a la cocina llevándose los platos sucios. Hannibal lo siguió. Will estaba de espaldas a él, abriendo el grifo para lavar los platos. Una mano en su hombro lo hizo voltear, solo para ser recibido por Hannibal, quien estaba demasiado cerca. Aprovechando la cercanía, Hannibal se inclinó y le dio un beso rápido en los labios.

La acción tomó a Will por sorpresa, haciendo que se sobresaltara y casi golpeara su cabeza con la estantería detrás de él.

—¡¿Qué demonios fue eso?! No te di permiso para besarme —exclamó Will, con su voz agitada por la sorpresa.

—Me disculpo —dijo Hannibal, sin ningún arrepentimiento—. Eres muy atractivo, Will. Es difícil contenerse. 

—Bueno, has hecho un gran trabajo conteniéndote estos últimos meses —gruñó Will, mientras un encantador rubor coloreaba sus mejillas—. No puedes besarme cuando quieras. Te golpeare si lo haces.

—Will, ¿puedo besarte?

—No.

El rubor se extendió hasta las orejas de Will y se alejó. Hannibal no se desanimó ante el rechazo. Su amado necesitaba tiempo. Sus sentimientos y pensamientos eran un desorden, Hannibal podía verlo. Algo había sucedido para que Will aceptara el beso de la noche anterior, algo lo llevó a acurrucarse junto a Hannibal mientras dormían. Will estaba luchando consigo mismo para entender lo que quería. Sea lo que fuera, Hannibal aprovecharía el estado frágil de Will para acercarse más.

Habían avanzado más de lo que Hannibal esperaba. Solo faltaba empujar a Will un poco más para que cediera a sus deseos. 

—Por cierto, mi estimado y amado Will —dijo Hannibal, recibiendo un sonido gutural por parte de Will indicando que lo escuchaba—, estoy seguro de que solo había dos perros en la casa. ¿Quién es ese? 

Acostado junto a Winston y Buster en el piso de la cocina, había un perro negro con un pelaje abundante y rizado. Era un poco más pequeño que Buster y apenas se diferenciaba de una bola de pelos. 

—¿De qué estás hablando? Siempre ha estado aquí —contestó Will, fingiendo ignorancia.

—Will —lo amonestó.

—Lo encontré ayer cuando me detuve en una gasolinera —admitió Will encogiéndose de hombros—. Es apenas un cachorro y parece haber tenido una vida muy dura. Tiene signos de maltrato.

Hannibal asimiló la información, observando al nuevo integrante peludo de la familia.

—Supongo que ya te estabas tardando en traer a otro extraviado —dijo Hannibal mientras miraba al nuevo perro con cierto recelo, observando la densidad de su pelaje y pensando en el pelo que podría soltar en toda la casa. Buster no era tan peludo, y Winston no soltaba tanto pelo, pero ese nuevo perro parecía haber llegado para arruinar sus preciosos muebles. 

—Anthony llamó —informó Will, llevando la conversación hacia un nuevo tema—. Le dieron nuestro número uno de tus compañeros de trabajo.

Hannibal miró a Will, habían pasado muchas cosas y ese hombre ni siquiera había cruzado por su mente Pero sabía que tenía que tener cuidado. Si las sospechas de Will resultaban ser ciertas, Anthony podría convertirse en alguien que amenazara la paz entre ellos. Hannibal no dudaría en matarlo si eso sucedía.

—¿Qué deseaba? —preguntó Hannibal, con interés.

—Dijo algo sobre una conferencia que sobre Dante, o algo así. 

—Ya estoy recuperado, creo que es hora de volver al trabajo y resolver el asunto del señor Dimmond cuanto antes —dijo Hannibal, reconociendo que tenía asuntos pendientes que atender.

Las cosas entre Will y él estaban progresando, y no necesitaban a un hombre extraño entrometiéndose en su relación. 

—Todavía necesitas estar en reposo —resopló Will—. Ayer estabas muriendo en tu propio sudor. No voy a cargar tu cadáver si desfalleces en el trabajo.

—Gracias por tu preocupación, mi querido Will. Pero me encuentro mejor.

Will puso los ojos en blanco y antes de que pudiera replicar, un estornudo violento casi lo hizo tropezar.  

—¿Estás bien? —preguntó Hannibal con genuina inquietud.

Will pareció querer decir algo, pero estornudó de nuevo, esta vez con más fuerza.  Hannibal se adelantó, colocando el dorso de su mano en la frente de Will. Notó que estaba caliente, no demasiado, pero definitivamente por encima de su temperatura corporal habitual.

—Creo que podrías tener indicios de fiebre —observó Hannibal.

La habitación se sumergió en silencio mientras ambos se miraban. Hannibal podía sentir la confusión y la frustración en Will. 

—¿Me contagiaste?

—Dormimos en la misma cama, es posible.

Will maldijo entre dientes, molesto por la situación.

—No te preocupes, amado. Cuidaré de ti todo el tiempo que necesites.

—Eso es precisamente lo que me preocupa.


——————



Will había pasado dos días postrado en cama, víctima de la fiebre, antes de comenzar a experimentar una mejoría. Durante ese período, Hannibal lo cuidó y atendió las veinticuatro horas del día, deleitándose con tenerlo inmovilizado y a su merced. Lo alimentó, lo bañó, lo vistió e incluso lo afeitó, aprovechando que Will estaba sumido en la fiebre. Su comportamiento se mantuvo impecable y no cruzó límites inapropiados, comportándose como un perfecto caballero.

Las cosas volvieron a la normalidad entre ellos, Hannibal no volvió a intentar besar a Will en la boca, y tampoco habían vuelto a dormir abrazados. Pero Hannibal se mostraba más cariñoso y meloso con respecto a Will. Siempre que tenia la oportunidad, lo tocaba, eso no era algo nuevo, pero ahora incluía un beso en la mejilla, la frente o el cabello. A Will no le molestaban esas nuevas muestras de afecto, siempre que se respetarán sus límites era poco lo que Hannibal podía hacer para molestarlo.

Una vez que ambos se habían recuperado por completo, regresaron a sus actividades laborales.

Después de haber roto por accidente un costoso jarrón, Will se retiró al otro extremo del Palazzo. Mientras huia, una voz acentuada y bastante pretenciosa llamó a Will por su nombre completo.

—¡William!

La voz era irritante y, aunque Hannibal también tenía un marcado acento y emitía cierta pretensión con cada sílaba, nunca lo encontró tan molesto como la voz que estaba escuchando en ese momento.

Anthony Dimmond se acercó a él, una sonrisa tonta brillando en su rostro. Ambos se saludaron, y Will se vio obligado a ser cortés o, al menos, a no insultarlo.

—¿Sabe dónde está su esposo? Fui a la biblioteca, pero no lo encontré allí 

—No soy su niñero —respondió Will, aunque técnicamente lo era. Y si sabía dónde estaba Hannibal; había ido a recoger unas muestras que habían sido entregadas.

—Por supuesto que no lo eres —dijo Anthony—. Debe ser divertido trabajar los dos juntos en el mismo lugar. Es raro encontrar a una pareja tan afín consigo misma.

Aunque acompañaba a Hannibal al trabajo todos los días, en realidad Will no sabía mucho sobre las actividades que su "esposo" llevaba a cabo. Solo lo veía examinar objetos y leer.

En ese momento, una mano en su hombro lo giró bruscamente y apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando unos labios se posaron sobre los suyos. Hannibal colocó una mano en la nuca de Will para atraerlo y otra en su cadera para mantenerlo cerca mientras se inclinaba para besarlo.

Will no tuvo oportunidad de apartarse, ya que Hannibal lo soltó tan rápido como lo besó.

—Te estaba buscando, amado —ronroneó Hannibal con una sonrisa gatuna

Will se mordió el interior de la mejilla. El desgraciado sabía que no podía rechazarlo o golpearlo en público, por que eran "esposos", y se aprovechaba de ello. Aunque no tenía intención de agredirlo, deseaba obtener un poco de respeto.

—Señor Dimmond, un placer verlo de nuevo —saludó Hannibal, como si acabara de percatarse de la presencia de Anthony. 

Aunque Hannibal lo soltó, su brazo se deslizó en la cintura de Will, acercándolo a él de manera firme para dejar en claro que Will ya estaba "tomado" y no necesitaba la atención de otra persona.

—Dr. Larser, el placer es mío —respondió Anthony encantado—. Justo lo estaba buscando; había intentado encontrarlo en días anteriores, pero me informaron que estaba enfermo.

—Sí, fue un infortunio. Pero mi querido esposo me cuidó y ya estoy mejor.

La conversación derivó hacia una conferencia que Hannibal estaba a punto de dar. Will se desconectó, permitiéndose fantasear con nombres para el nuevo perro. Como era hembra, buscaba un nombre apropiado. Había considerado la idea de que Hannibal eligiera el nombre, pero temía que optara por algo extravagante como Afrodita o Aristóteles.

—Mi esposo y yo deseamos invitarlo a cenar. Sería una oportunidad para conocernos mejor —escuchó decir Hannibal casi junto a su oído.

Will se sobresaltó y volvió su atención a la conversación. Anthony los observó a ambos, manteniendo su mirada en Hannibal por un poco más de tiempo.

Después de discutir los detalles, se acordó que la cena tendría lugar la próxima semana. Por fortuna, eso le daría a Will tiempo para prepararse mentalmente para las conversaciones tediosas entre Hannibal y Anthony. 

Anthony se fue cuando Hannibal lo ignoró para centrar toda su atención en Will. Will se apartó un poco, luchando por no borrar de un golpe la sonrisa triunfante en el rostro de Hannibal.

—Eres un idiota.

—Nuestra tapadera es una pareja de esposos. Es normal que bese a mi esposo —respondió Hannibal, su tono llevando un toque de diversión.

Will ya no se sentía culpable de que el cachorro hubiera destrozado los finos zapatos de Hannibal durante la noche. Dio media vuelta y se alejó, con Hannibal pisándole los talones, manteniéndose detrás de él todo el tiempo. Will estaba seguro de que Hannibal estaba observando su trasero.

Volteó varias veces para atrapar a Hannibal mirándolo, pero cada vez que lo hacía, Hannibal fingía mirar hacia otro lado. Sin embargo, Will sabía que estaba siendo observado, podía sentir la mirada de Hannibal sobre él.

Su regreso al trabajo no fue del todo agradable.




Will se examinó en el espejo, asegurándose de que su atuendo estuviera impecable, antes de dirigirse a la acogedora cocina donde Hannibal estaba ocupado finalizando la preparación de la cena. Dado que habían decidido que llevar a Anthony a su hogar en el bosque podría ser peligroso por que todavía desconocían sus intenciones, Hannibal sorprendió a Will al llevarlo a un apartamento bastante lujoso ubicado en el corazón de Florencia.

Hannibal había adquirido el apartamento después de su llegada a Italia, manteniendo la esperanza de que en algún momento se convertiría en su hogar permanente, y ahora parecía ser el momento perfecto para estrenarlo. Will había llevado consigo a los tres perros, y ahora los caninos exploraban el lugar, olfateando y examinando cada rincón del lujoso espacio.

—Es la primera vez que Winston y Buster están en Florencia —comentó Will—. Después de cenar, podríamos dar un paseo para que se familiaricen con el lugar.

—¿Qué pasa con el señor Dimmond? ¿No crees que tendremos que lidiar con él después de la cena? —inquirió Hannibal. 

—No lo vas a matar —repitió Will—. Estoy seguro que solo quiere dinero y coger contigo.

—Will, por favor, no seas vulgar.

—Coger, coger, coger —repitió Will con una sonrisa traviesa. 

Hannibal contempló el vacío, evaluando las opciones que tenía

—Me he comido a mucha gente por menos, Will —declaró Hannibal.

La franqueza de su comentario tomó desprevenido a Will. Estaba tan acostumbrado a las alegorías e indirectas que escuchar a Hannibal hablar de manera tan directa sobre el canibalismo resultaba extraño.

—Desde que nos conocimos tuviste muchas oportunidades. Ahora estamos en Florencia con tres perros. Tus amenazas no funcionan conmigo —respondió Will, firme en su postura.

Decidiendo que no podía matar a Will, Hannibal comenzó a poner la mesa. El nuevo miembro de la manada, alterado por el malhumor de Hannibal, corrió contento hacia Will en busca de unas caricias. 

—Chloe parece ser un buen nombre —admitió Will mientras pasaba sus dedos por el suave pelaje del cachorro.

Había visto ese nombre en una revista y le pareció adecuado, el perro tenía cara de "Chloe".

—Chloe —murmuró Hannibal—. Es un nombre bastante femenino.

—Bueno, es una perra hembra. Creo que merece un nombre femenino —explicó Will, mientras Hannibal asentía y continuaba preparando la mesa.

—¿Qué ocurre con esa actitud?

Hannibal no respondió de inmediato, pero su irritación era evidente.

—No es nada.

Will arqueó una ceja, confundido. Lo analizo, notando su malestar por el nombre de Chloe, pero no captó inmediatamente la razón detrás de su enojo. Una idea cruzó por su cabeza y, aunque casi la descartó, decidió burlarse un poco. 

—No he tenido ninguna ex pareja con ese nombre —informó divertido. Para su sorpresa, Hannibal pareció aliviado—. Pensabas que era el nombre de alguna mujer en mi vida.

—Muchas personas nombran a sus perros en honor a personas importantes en sus vidas, incluso a personas con las que solían salir 

La actitud de Hannibal era absurda. Sin dignificar eso con una respuesta, Will se limitó a ayudar a terminar de poner la mesa. La decoración era excesiva y sofisticada, adornada con colores oscuros que evocaban una atmósfera siniestra. Jarrones de cristal negro sostenían ramos de flores del mismo tono, sus pétalos oscuros contrastando de manera intrigante con las velas blancas cercanas.

Media hora después, a las seis en punto, llamaron a la puerta y los perros corrieron para recibir al invitado.

—Quietos —ordenó Will.

Winston y Buster obedecieron y se retiraron, pero el perro más pequeño y nuevo no lo hizo. No ladró, se limitó a sentarse cerca de la puerta, esperando que esta se abriera.

Hannibal esquivó al perro y abrió la puerta, encontrándose con Anthony Dimmond, quien traía consigo una botella de vino.

—Bienvenido, señor Dimmond. Por favor, pase.

Anthony obedeció, entregó la botella a Hannibal y se quitó el abrigo, mientras Will permanecía inmovil, pensando en qué decir o qué hacer. Se le había olvidado preguntarle a Hannibal qué se esperaba de él como anfitrión.

—Will, amado, por favor. Lleva esto a la cocina —indicó Hannibal, notando la lucha interna de Will.

Feliz de escapar a un lugar sin gente, Will tomó la botella y se dirigió a la cocina. Sin embargo, su alivio fue breve ya que Anthony y Hannibal llegaron unos minutos después.

—He preparado Punch Romaine, una bebida refrescante que combina con este clima cálido.

Hannibal sirvió tres vasos de cristal tallado, llenándolos con una bebida dorada que reflejaba la luz, el hielo raspado en la superficie se mantenía frío y refrescante. Cada vaso estaba adornado con una sutil ralladura de naranja que añadía un toque cítrico y aromático. Con las bebidas listas, se dirigieron a la sala para charlar y disfrutar de algunos aperitivos mientras la cena terminaba de cocinarse. 

La sala estaba decorada con un aire de elegancia clásica. Dos amplios sillones de terciopelo oscuro acomodaban a dos personas cada uno. Además, dos sillones individuales estaban dispuestos cerca de una mesa auxiliar, creando un ambiente de conversación íntima. Anthony se sentó en uno de los sillones individuales, y cuando Will se disponía a hacer lo mismo, Hannibal lo tomó de la muñeca y lo guió hacia el sillón más grande, asegurándose de que se sentara junto a él.

Aunque había espacio suficiente para los dos en el sillón, Hannibal se acercó a Will, dejando que sus costados se tocaran para evitar cualquier intento de escape. Entrelazó su brazo con el de Will y unió sus manos, apoyándolas en el muslo de Will de manera posesiva.

Will hizo un leve intento por liberarse, pero Hannibal intensificó su agarre. Tuvo que quedarse así, sin poder decir nada al respecto. Su mano unida comenzó a sudar, y aunque pensó que eso podría disuadir a Hannibal, este pareció estar bastante bien con tener el sudor de Will contra su palma seca.

Durante la conversación con Anthony, Will intentó obtener más información sobre sus intenciones o al menos empatizar con él, pero no logró sacar una conclusión clara. Lo único que mencionó Anthony fue la extraña desaparición de Roman Fell, el profesor al que Hannibal había reemplazado. Will no le dio mucha importancia, pues estaba seguro de que Hannibal no podría haber tenido nada que ver con eso bajo la estricta vigilancia de Will.

Cuando la cena estuvo lista, se sentaron a la mesa, con Anthony en la cabecera. 

—Esta noche cenaremos paella, un plato típico de España  

Con su habilidad característica, Hannibal sirvió los platos rebosantes de arroz amarillo acompañado de varios mariscos, especialmente camarones.

Cuando Hannibal puso un plato lleno de comida frente a Will, se tomó un momento para espolvorear encima del arroz un extraño polvo naranja rojizo. El olor fue familiar para Will, ya que había reconocido que Hannibal había estado empleando ese ingrediente distintivo en sus creaciones culinarias en los últimos días.

Casi suspiro cuando notó las flores moradas con pistilos naranjas delicadamente dispuestas en su plato. Era una decoración que Hannibal había estado usando en su comida desde que se recuperó. Se preguntó si era una especie de moda italiana que había adoptado, Will se cuestionaba el significado de esas extrañas flores, pero era demasiado vago para buscarlo en internet.

—Azafrán —señaló Anthony con interés—. Qué detalle tan curioso.

Will se dio cuenta de que él era el único con esa decoración en su plato. 

—Me pareció que el azafrán resaltaba el sabor de la comida —respondió Hannibal con una sonrisa.

Anthony asintió, llevándose su copa de vino a los labios con una expresión dubitativa, como si quisiera decir algo pero no estuviera seguro de si era apropiado.

—Se dice que el azafrán tiene componentes afrodisíacos —comentó Anthony finalmente—. Aumenta el libido y, en la antigüedad, se creía que intensificaba las sensaciones placenteras.

Las palabras de Anthony hicieron que Will perdiera el color en el rostro, y volteó a mirar a Hannibal en busca de alguna reacción. Hannibal parecía bastante satisfecho consigo mismo, y su sonrisa se amplió al notar la mirada de Will. Le guiñó un ojo mientras tomaba un bocado de su comida.

Las porciones de azafrán eran pequeñas, por lo que era difícil que tuvieran un efecto afrodisíaco significativo, pero la intención estaba allí y eso era lo que contaba. Will se preguntaba por qué Hannibal lo había estado alimentando con un afrodisíaco, pero decidió conservar su paz mental y no indagar más en el asunto.

—Por sus reacciones, supongo que fue intencional —dijo Anthony.

Will se llevó una cucharada de arroz a la boca y masticó con la boca abierta, buscando molestar a Hannibal.  La expresión horrorizada de Hannibal no se hizo esperar, lo que hizo que Will se sintiera triunfante. 

—Mi esposo, al parecer, quiere "comerme" esta noche en especial —dijo Will, su mirada fija en Hannibal, ignorando por completo la presencia de Anthony y dejando claro que Hannibal ya lo había amenazado previamente con comérselo.

Hannibal seguía divirtiéndose con la situación, y Will le dio un pequeño puntapié por debajo de la mesa. Fue en ese momento que notó la mirada inquisitiva de Anthony, quien los observaba alternativamente.

—¿Es ese tipo de fiesta? —preguntó Anthony con una sonrisa sugerente, insinuando sus propias conjeturas sobre la conversación.

Al principio, Will no entendió a qué tipo de estúpida fiesta se refería. Sin embargo, cuando escuchó el sonido del tenedor de Hannibal chocar contra el plato, lo comprendió. En efecto, Anthony era tan idiota como para sugerir un trío a una pareja casada que apenas conocía. No estaba seguro de qué parte de su respuesta Anthony había interpretado como una invitación para tener sexo salvaje esa noche, pero estaba claro que Anthony lo vio como una oportunidad. 

Un gruñido apenas audible escapó de los labios de Hannibal, y Will volvió a la realidad en ese momento. Hannibal estaba enojado, muy enojado. No quedaba ni rastro de su actitud juguetona anterior. Su expresion parecía decir: "No lo he podido tocar ni yo, ¿crees que tienes el derecho de siquiera pensar en tocarlo? ¿Crees que puedes poner las manos en algo que no es tuyo?".

La posesividad y los pensamientos irracionales de Hannibal abrumaron a Will, y sintió como si estuviera siendo sofocado por esa intensidad.

—Creo que la cena terminó —declaró Will, su voz firme—. Es mejor que te vayas, Anthony.

Hannibal liberó el agarre tenso de su servilleta de tela. 

—En efecto, no es ese tipo de fiesta —dijo Hannibal con una mirada fría.

—Qué pena, empezaban a parecer interesantes —comentó Anthony en tono juguetón, sin darse cuenta de la tensión en el aire.

La cena llegó a su fin y Anthony se retiró, aunque Hannibal prácticamente lo echó del departamento. 

Will se aseguró de cerrar la puerta con llave para evitar que Hannibal saliera corriendo tras Anthony y tomara acciones violentas. Quería darle un momento a Hannibal para que pudiera calmarse, así que silbó a los perros y los guió a la habitación de invitados, donde encontrarían refugio temporal. 

No se dio cuenta de lo cerca que estaba Hannibal hasta que oyó su inhalación. Will detestaba que Hannibal lo oliera.

—Hueles delicioso —murmuró Hannibal, su voz cargada de deseo.

—Es la loción para después de afeitar que me compras.

—Sí, en parte es eso. Pero por otra parte, es tu olor natural. Difícil de describir, pero tan delicioso como tú —Hannibal continuó, con su tono profundo y provocador.

Will retrocedió, sintiendo cómo sus mejillas se encendían. Los perros se dispersaron a su alrededor, excepto el cachorro, que comenzó a saltar sobre Hannibal, ensuciando la parte inferior de sus pantalones. A Hannibal no pareció importarle mucho.

—Supongo que ya no estás tan enojado si tienes tiempo para olerme —dijo Will con sarcasmo.

—Le dijiste que se fuera —dijo Hannibal, refiriéndose a Anthony. 

—Sí.

—Estaba a punto de matarlo —murmuró Hannibal con una nota oscura en su voz.

—Lo sé. Por eso lo eché. No puedes matar a nadie, ni siquiera a él —dijo, aunque Anthony era un idiota, no representaba una amenaza real en su estancia en Italia.

Hannibal tarareo, estiró la mano para acomodar un mechón de cabello detrás de la oreja de Will. 

—A menos que tú lo digas, no lo haré. Pero ese hombre me sobrepasa —admitió, se perdió en sus pensamientos antes de agregar—: No, no te lo daría de comer, haría algo más con él.

—¿Qué harías con él?

—Una obra. Un espectáculo digno para ti —respondió Hannibal en un tono que dejaba claro que ya tenía una idea en mente.

Siguiendo su instinto, Will alzó la mano para tocar a Hannibal. Acarició el flequillo del hombre y deslizó sus dedos hasta el pómulo de Hannibal, trazando un suave recorrido hasta su mandíbula, percibiendo el escozor de su barba apenas afeitada esa mañana. Hannibal jadeó, sus músculos tensándose. Will sabía que estaba conteniéndose para evitar saltar sobre él.

Luego, llevó su pulgar a los labios de Hannibal. Aplicó presión en el labio inferior y su pulgar se adentró en su boca hasta topar con un colmillo. Estaba muy afilado, como los de un depredador.

En un movimiento audaz, Will enterró su uña en el labio de Hannibal, desgarrando la piel sensible. Hannibal soltó un leve quejido que se asemejaba a un gemido. Una gota de sangre brotó de la pequeña herida y se adhirió a la punta del dedo de Will. Sin pensarlo demasiado, Will llevó el dedo al centro de la boca de Hannibal. Hannibal sacó la lengua y rozó la punta del dedo de Will, lamiendo su propia sangre, lo que provocó un escalofrío en Will al sentir su lengua húmeda y suave.

—Los perros necesitan su paseo —susurró Will, dejando escapar su aliento cálido a centímetros del rostro de Hannibal.

Hannibal asintió, incapaz de hablar por el momento. Sus ojos se habían cerrado en algún punto, y cuando se abrieron, Will pudo percibir un brillo salvaje en ellos.

—Iré por las correas —se ofreció Hannibal con voz ronca.

Cuando se pusieron los abrigos y los perros tenían puestas sus correas, Will le entregó el poder de la correa de Buster a Hannibal, mientras él llevaba a Winston y al cachorro.

—Debes darle un nombre —dijo Will señalando a la perrita.

—¿Me darás ese honor?

—Sí, es decir, ella también es tuya —murmuró Will—. Pero no le pongas un nombre horrible ni pretencioso, los otros perros se burlarán de ella.

—Haré mi mejor esfuerzo.

Salieron a las calles de Florencia. A pesar del frío, era bastante agradable pasear a la luz de las farolas en compañía de Hannibal y los perros. La ciudad tenía su propio encanto de noche, y Will encontraba cierta serenidad en el simple acto de caminar junto a Hannibal. Los perros corrían y jugaban a su alrededor, y la perrita movía el rabo de un lado a otro, feliz, adaptándose rápidamente a su nuevo entorno. La noche era tranquila y el ambiente estaba lleno de una sensación de intimidad y calma que solo compartían ellos dos.

Ninguno habló. Will no necesitaba palabras para entender a Hannibal, y parecía que Hannibal tampoco necesitaba hablar para comprender a Will. Sus miradas se encontraban de vez en cuando, comunicando mucho más que cualquier conversación.




—————




Próximo capítulo: su relación avanza (un poco). Will descubre sus dibujos de él dormido.

 

Continue Reading

You'll Also Like

466K 47.5K 119
La verdad esta idea es pervertida al comienzo, pero si le ves más a fondo en vastante tierno más que perverso. nop, no hay Lemon, ecchi obviamente, p...
150K 8.9K 16
El maldito NTR pocas veces hace justicia por los protagonistas que tienen ver a sus seres queridos siendo poseidos por otras personas, pero ¿Qué suce...
624K 90.5K 88
Toda su vida fue visto de menos y tratado mal por las personas que decían ser su familia, estaba cansado de que todas las noches llorara por aunque s...
122K 3.2K 29
la tipica historia de universos viendo otros universos atraves de pantallas flotantes que aparecerán en sus mundos aunque también agregare otras cosa...