EL MOTOCICLISTA Y EL UNIVERSI...

By MariaRose95

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Park JiMin, un omega universitario de veinticinco años, se da cuenta un día de que acaba de llegar un nuevo v... More

INTRO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISÉIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE

CAPÍTULO DIEZ

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By MariaRose95

En su adolescencia, a pesar de las adversidades que cualquier persona podía atravesar en esa etapa de su vida, JiMin no era alguien que se preocupara demasiado. Durante muchos años él trató de ser mucho más lógico que emocional cuando se trataba de cuestiones que pudieran quemarle la cabeza un poco de más, como reprobar un examen o hablar con desconocidos.

Comenzó a volverse obsesivo con sus pensamientos cuando salió con HyunSoo.

Empezó con un par de comentarios pasivo-agresivos sobre lo exageradamente amoroso que podía llegar a ser JiMin, luego con quejas sobre cosas mínimas que JiMin pedía (como que le dijera cumplidos de vez en cuando), continuó con cuestionamientos sobre si sus problemas en serio eran tan importantes (como aquella vez que JiMin le contó sobre lo estresado que se sentía cuando su madre se volvía insoportable), y finalmente acabó con él ignorándolo por periodos prolongados de tiempo con la excusa de que necesitaba espacio.

JiMin perdonó cada una de esas veces y se calló todo el llanto.

Cada pequeño evento desencadenó en él la habilidad de pensar demasiado las cosas. Cuando HyunSoo lo ignoraba él sentía que su corazón se quemaba, pensaba que ya no lo amaba, su cabeza se convertía en un tornado de preguntas sin respuesta que no lo dejaban dormir. Cuando HyunSoo volvía, él le decía lo mucho que lo amaba y lo mucho que lo había extrañado antes de irse otra vez con la excusa de que JiMin estaba siendo muy intenso.

JiMin nunca fue realmente intenso, sólo era un adolescente enamorado. HyunSoo fue su primer amor y era lógico que su vida girara en torno a él porque no sabía cómo lidiar con sus explosivos sentimientos, pero eso lo entendió mucho después.

Actualmente, JiMin es un padre sobre-pensador que quizás se preocupa demasiado por no verse insoportable, demasiado cerrado en sí mismo como para dejar que alguien más entre en su pequeño espacio que cuidó con mucho esmero a través de los años.

Él estaba perfectamente consciente de que era un problema, todavía seguía trabajando en ello. Es sólo que a veces él sentía que era un poco insoportable incluso para sí mismo, como ese momento en el que miraba ensimismado el techo de su habitación y pensaba que quizás estaba yendo demasiado lejos al imaginar cientos de escenarios románticos con YoonGi, pero no podía dejar de hacerlo. Una sonrisa enorme pintada en su rostro por culpa del YoonGi imaginario que en su cabeza le regalaba flores, que lo invitaba a citas en cafeterías, que besaba su frente cuando estaban en la cama y que lo abrazaba por la cintura mientras hacían panqueques.

De repente, se sentía ridículo.

Resopló sonrojado y quitó la sonrisa tonta de su cara lo más rápido que pudo, luego frotó su rostro con ambas manos como si con eso pudiera lavar sus pensamientos. Fantasear y delirar al respecto solo sería contraproducente para lo que estaba construyendo con YoonGi, pero era como si algo dentro de él lo empujara a flotar en una nube de fantasía que le hacía sentir cálido el corazón.

—Qué problema —se quejó, masajeando sus ojos con sus dedos—. Estúpido YoonGi... —murmuró con un poco de resentimiento, pero terminó sonriendo otra vez—. Alfa ridículo.

—Papi.

JiMin giró con flojera sobre el colchón, encontrando a su encantador hijo asomándose en el borde de la cama.

—¿Sí? —alzó su mano para acariciar el cabello de JungKook, ah, tenía que llevarlo a cortar.

—¿Qué vamos a comer?

—¿Ya tienes hambre?

JungKook asintió.

JiMin suspiró y se sentó en la cama. Esa mañana le había hecho el desayuno a JungKook alrededor de las nueve de la mañana y regresó a dormir después de verlo comer porque se seguía muriendo de sueño. El niño se quedó en la sala viendo sus caricaturas y cuando JiMin volvió a despertar, no se había movido de la cama hasta entonces.

Revisó la hora y se dio cuenta de que era casi la una de la tarde, así que era momento de comenzar a cocinar para que su hijo tuviera algo decente en el estómago. Sin embargo, le llamó la atención que tenía un par de mensajes para leer de YoonGi y se preguntó en qué momento habían llegado porque no recordaba haber silenciado el celular. Si seguía ensimismado de esa manera podría transformarse en un problema.

—Dame un segundo —le dijo a JungKook mientras abría la app de mensajería.


Ah, era justo lo que necesitaba.

Mientras tecleaba una respuesta rápida, sintió a JungKook treparse a su cama con cuidado. Cuando estuvo sentado, el niño dejó caer su cabeza contra el hombro de su papá, llamando su atención.

—¿Qué pasa? —lo miró después de enviar una afirmativa al alfa.

—Te extrañé.

JiMin frunció un poco sus cejas y dejó su celular a un lado.

—¿Me extrañaste? Pero si estoy aquí, amor.

JungKook lo miró con ojos tristes.

—Pero estabas dormido.

El corazón del joven padre dio un vuelco de manera dolorosa y de inmediato acunó a su hijo en sus brazos, apretándolo contra él con la culpa pesando en su pecho. JungKook lo abrazó con gusto y JiMin suspiró, pensando en las cientos de veces que había preferido dormir a estar con JungKook, lo cual era horrible, ¿cómo no podía dedicarle el tiempo suficiente? No podía hacerlo todo, lo sabía, pero le molestaba que no pudiera.

—Perdón, amor. Es que estaba muy cansado, llegué muy tarde ayer —le explicó.

—Ya lo sé —murmuró, dejando que JiMin acariciara su cabello mientras él tenía su frente contra el pecho de su papá. Su voz se escuchaba resignada—. Pero quería jugar contigo, ¿podemos jugar la próxima vez?

—Claro que sí —le aseguró con un asentimiento—. ¿Qué otra cosa quieres?

—¿Ir al parque de BT21? —levantó la cabeza y sonrió emocionado.

—Bueno, eso es más complicado... —hizo una mueca dolorida, JungKook formó un puchero—. Dime qué otra cosa.

JungKook miró hacia un lado, pensando.

—¿Podemos comer con el señor YoonGi?

—¿Quieres? —le preguntó, acariciando su espalda—. Dijo que iba a hacer bibimbap, me mandó un mensaje.

—Me gusta el bibimbap.

—¿Sí, verdad? —tomó las piernas de JungKook y lo sentó sobre su regazo—. ¿Cómo estuvo ayer? ¿Te divertiste?

JungKook asintió.

—El señor YoonGi jugó mucho conmigo, hicimos disfraces de cartón y me hizo hamburguesas con quesito —sonrió—. ¿Viste mi espada? Me la hizo antes de que se transformara en un dragón y yo lo perseguí por toda la casa, y le gané. Después lo transformé en un perrito y me monté en su espalda.

JiMin se rió.

—¿En serio lo hiciste pasar por todo eso? Pobrecito.

—Fue un ratito nada más —mostró su palma, como si quisiera explicarse—. Después vimos una película de los "Super Humanos" —contó—. El señor YoonGi se estaba quedando dormido, pero creo que le gustó.

—Ya veo —acarició su cabello—. ¿Te gustaría quedarte con él otra vez?

—¿Puedo? —apretó sus puños con emoción.

—Le podemos preguntar, pero si no quiere, tú vas a tener que venir conmigo, ¿está bien?

JungKook asintió eufórico y JiMin se rió enternecido.

—Bien, vamos —palmeó su espalda.

JungKook se bajó del regazo de su papá y corrió hacia su habitación para ponerse los zapatos. JiMin hizo lo mismo, también se cambió la camisa de pijama por una un poco menos desgastada y decidió que se quedaría con sus realmente cómodos pantalones rojos a cuadros. La sala no era necesariamente un desastre de cosas, pero JiMin se encontró con un par de juguetes regados por ahí, luciendo un poco más abandonados de lo que deberían.

Definitivamente no podía seguir quedándose dormido.

—¡Vamos, papi! —apuró JungKook, andando a tropezones porque quería llegar a la puerta lo más rápido posible, pero también estaba en proceso de ponerse su croc derecha.

—Con cuidado —le dijo con gracia, divertido por la manera en la que su hijo seguía haciendo equilibrio—. ¿No vas a llevar a Jojo? —miró un momento al oso de peluche que se encontraba sentado con los demás juguetes.

—No, Jojo tiene que vigilar que nadie se coma las frutas mágicas —explicó como si fuera lo más lógico del mundo y JiMin zumbó en entendimiento.

—Tienes razón —volvió a mirar al peluche antes de abrir la puerta de la casa—. Ya volvemos, Jojo.

Cuando YoonGi abrió la puerta de su casa momentos después, se veía mucho más informal que ayer. Sólo vestía un par de pantalones de chándal de color gris y una camisa blanca que le quedaba un par de tallas más grandes. JiMin sonrió y dejó ir a JungKook cuando este entró a la casa con toda la confianza del mundo.

—¡Hola, señor YoonGi! —saludó rápidamente el niño, corriendo a encontrarse con Holly.

—Hola chiquitín —YoonGi arrugó su nariz y se hizo a un lado para que JiMin entrara a la casa—. Hola, JiMin —cerró la puerta—. Por un momento pensé que no iban a venir.

—Hola, Yoon —saludó, pasando a su lado con sus manos detrás de su espalda y ojos vivaces delineando el cuerpo del alfa—. JungKook quería venir así que tenía que cumplirle el capricho.

—¿Sólo JungKook quería venir? —preguntó con diversión, cruzándose de brazos antes de acercarse un paso más a JiMin.

—Puede ser —fingió mirar los alrededores de la casa, sabiendo que YoonGi sólo lo escaneaba con su mirada—. Creo que le gusta mucho venir a comer.

—Hm, sí, me imagino que sí —le siguió un poco el juego, colocando su mano en la espalda baja del omega, lo suficientemente cerca para que el hombro de JiMin chocara contra su pecho—, yo me puedo acostumbrar a hacer esto los fines de semana.

—Me gusta la idea. Disculpa que no puedan ser citas románticas en restaurantes a la luz de las velas o algo así —lo miró con un poco de culpa.

YoonGi viró los ojos y se inclinó un poco hacia JiMin, plantando un pequeño beso en su mejilla para darle a entender que eso era lo de menos. El gesto hizo a JiMin encogerse en su lugar con una risita, la sensación de mariposas en su estómago revoloteó inmediatamente después y él supo que en definitiva estaba jodido, ya había caído por su vecino.

Por otro lado, JungKook no se dio cuenta del pequeño intercambio entre el par de tortolitos que todavía no se habían movido de la entrada porque él estaba muy ocupado hablando con Holly y dándole besitos, diciéndole lo mucho que lo había extrañado en su solo día.

—Holly, no lo llenes de baba —YoonGi intervino desde la distancia, llamando la atención del perro.

El pequeño poodle toy pareció darse cuenta que JungKook no era el único que había llegado, así que corrió hacia JiMin para saludarlo, dando brincos y moviendo su cola con euforia. El omega acarició su cabeza y saludó al pequeño perro con palabras dulces que parecieron ponerlo mucho más contento.

—Señor YoonGi, ¿vamos a comer bibimbap? —JungKook se acercó, lleno de confianza ahora.

—Sí, acabo de terminar de cocinar. ¿Quieres comer ya? ¿Tienes hambre? —el niño asintió, sobando su pancita—. Bien, comenzaré a servir entonces.

—Te ayudo a poner la mesa —se ofreció JiMin luego de dejar ir a Holly, caminando en dirección a la cocina en donde el aroma del almuerzo se concentraba—. ¿Qué necesitas?

—En el primer cajón están los palillos, los platos están arriba —señaló con un movimiento de su mentón.

JungKook buscó un cojín del sofá y se fue a sentar en la mesa, mirando con interés el movimiento en la cocina mientras Holly movía la cola a su lado, expectante por si algún trozo de algo caía al piso.

—Toma, amor —JiMin le tendió un plato ya servido y le entregó un par de palillos antes de ir a la cocina a recoger el siguiente—. Puedes empezar a comer si quieres, Kookie.

—¡Está bien! —tomó los palillos y miró su plato hondo, su boca salivando por el rico aroma de todos los ingredientes combinados frente a él. Con los palillos, revolvió un poco los vegetales con el arroz y tomó un bocado con la habilidad que un niño de su edad tenía para los palillos—. ¡Hmmm! ¡Está muy rico, señor YoonGi! —le avisó desde la lejanía.

YoonGi se rió en silencio, arrugando su nariz por la ternura que le producía el pequeño niño.

—Gracias, chiquitín —lo miró orgulloso.

JungKook continuó comiendo, despacio en sus movimientos no sólo porque los palillos se le estaban complicando un poco, sino porque también estaba haciendo su mejor esfuerzo para esperar a que los dos adultos se sentaran con él en la mesa. Desde su lugar podía ver que el señor YoonGi y su papá se reían y sonreían mientras conversaban. JungKook estaba contento, ahora ellos se estaban volviendo buenos amigos como él lo era con HoSeok y esta amistad no sólo le hacía feliz porque el señor YoonGi le parecía genial, sino porque sabía que iba a poder visitar a Holly más seguido.

—Toma, toma —le entregó a su amigo peludo un pedazo de carne a escondidas. El perro se lo comió de inmediato y levantó sus patas delanteras para apoyarse sobre la silla, olfateando el regazo de JungKook en busca de más comida—. ¡Ay! —se rió.

—No, Holly —YoonGi dejó su propio plato sobre la mesa—. Ven, ya te voy a servir, ven a comer.

Holly ladró contento y corrió en dirección a la cocina, sentándose como el buen perro que era mientras YoonGi rebuscaba entre los cajones inferiores sus croquetas.

El ambiente se sentía hogareño para JiMin, se dio cuenta de esto cuando se sentó con su propio plato a esperar a que YoonGi llegara a la mesa. Cuestiones como estas podían tornarse peligrosas, ya que en caso de que lo que estaba formando con YoonGi no funcionara, sabía que iba a extrañar momentos como este o que iba a llorar desconsolado deseando volver a sentirse tan pleno como lo estaba haciendo en ese momento. Cualquiera le diría que no había razón para ser tan catastrófico, pensamientos como esos también podían joder todo, pero una cosa que suelen hacer los humanos es pensar en lo peor antes de tiempo y él no era muy bueno controlando su cabeza.

Su trance se quebró cuando YoonGi dejó un par de vasos frente a ellos y se sentó en la mesa, esta vez frente a él. El alfa lucía sereno, tan cómodo en la situación como lo estaba JungKook. Por un segundo, JiMin se sintió fuera de lugar, extrañado por lo etéreo que era ese preciso momento y sacudió sus ideas extrañas para concentrarse en vivirlo más que extrañarlo.

—Buen provecho —YoonGi les dijo con un cariño palpable en su tono y JiMin sintió que se le estrujaba el corazón.

—Buen provecho para ustedes también —respondió JiMin, igual de cariñoso.

—Buen provechooo —agregó JungKook, tomando otro bocado—. Señor YoonGi, usted cocina muy, muy, muy rico.

—Él no es tan halagador cuando se trata de mi comida —comentó JiMin con una expresión que hizo reír a YoonGi.

—Lo siento, no tengo intenciones de robarme el estómago de JungKook.

—Me parece que no estás siendo sincero —acusó.

JungKook rió bajito, metiendo otro bocado a su boca antes de tomar su vaso de jugo, pero sus manos se resbalaron y el vaso se volcó hacia el centro de la mesa. JiMin se apresuró en levantarlo y YoonGi se saltó de su asiento para buscar un par de servilletas, JungKook sólo se quedó estático, mirando el pequeño desastre.

—Ay —miró a su papá con ojos culpables, luego a YoonGi—. Lo siento...

—Tranquilo, sólo hay que limpiar —YoonGi se apresuró en decir—. La mesa resiste, así que no se va a dañar.

—No pasa nada, Kookie —consoló JiMin cuando vio la expresión desolada de su hijo y tomó las toallas de papel del rollo que trajo YoonGi para dejarlas sobre la mesa—. Sólo ten más cuidado la próxima vez.

—Yo siempre tengo cuidado, no sé qué pasó —se arrodilló sobre la silla para tener mejor visión de su accidente y tomó una de las toallas de papel—. Yo te ayudo, yo lo tiré.

—Está bien, gracias —JiMin lo dejó ayudarlo.

Aunque los movimientos de JungKook eran torpes, él estaba esforzándose por hacer un buen trabajo limpiando su pequeño desastre. YoonGi también se sumó a ello, limpiando los bordes del vaso empapado antes de servirle un poco más de jugo al niño.

Cuando la mesa quedó limpia una vez más, JungKook se acomodó en su asiento, mirando a YoonGi con ojos culposos y arrepentidos. El alfa lo notó en el instante que JiMin se fue a la cocina para tirar a la basura las toallas empapadas.

—¿Qué pasa, chiquitín? Ya lo limpiamos —le dijo despreocupado.

JungKook apretó sus labios y juntó sus manos, jugando nerviosamente con sus dedos.

—Sí, pero es que si el señor YoonGi se enoja, no me va a dejar quedarme en su casa...

JiMin se sentó en el instante que el niño terminó la frase y sus ojos se sobresaltaron por la conclusión a la que había llegado su hijo. YoonGi se veía igual de sorprendido, buscando alguna explicación de parte del padre, pero JiMin se encontraba abochornado.

—Ah, Kookie... —JiMin no estaba seguro de qué decir ahora—. Ni siquiera le hemos preguntado al señor YoonGi si puede hacernos el favor. También te dijo que no estaba molesto, ¿no? —miró a YoonGi.

El alfa asintió de inmediato.

—Claro, no estoy molesto —y esa era la verdad—. Pero, no entiendo, ¿quieres quedarte de nuevo aquí?

—Bueno, se supone que te íbamos a preguntar después de comer —se adelantó JiMin—. Claramente puedes decir que no si no quieres, tampoco quiero verme como un aprovechado. Es que JungKook se divirtió mucho ayer, pero no es oblig...

—JiMin, no pasa nada —calmó YoonGi, sonriendo con dulzura—. Claro que puedo cuidarlo, sería todo un placer para mi.

—¿De verdad? ¡Yay! —aplaudió Jungkook, contento—. ¡Gracias, señor YoonGi! ¿Podemos terminar mi armadura? —preguntó sonriente, asomándose por el borde de la mesa.

—Claro que sí, chiquitín.

JungKook volvió a celebrar por la afirmativa y JiMin suspiró con alivio.

—Cuando llegue, te voy a pagar —le aseguró.

YoonGi negó, mirándolo como si hubiera acabado de decir una tontería.

—No me molesta hacerlo, JiMin. Es un favor, no tienes que pagar.

Sin embargo, había algo que JiMin tenía más que claro, y es que nada es gratis en esta vida.

—Podremos discutir de esto todo el día —comenzó, tomando los palillos para continuar con su almuerzo y señaló a YoonGi con ellos—, pero lo justo sería que te pague por tu esfuerzo y, además, me sentiré menos culpable si lo hago, así que no seas necio, Yoon.

El alfa bufó, mirando a JiMin con sus ojos entrecerrados. No tenía una respuesta para ese momento, pero eventualmente se le ocurriría una.

—Sólo come el almuerzo que les hice y dime que está rico —y el tono quejumbroso con el que le dijo le dio a entender a JiMin que estaba haciendo un pequeño berrinche por haber perdido la discusión.

El omega rió.

—Está muy rico, eres un excelente cocinero, todo un alfa —halagó con un tono inquisitivo, el coqueteo entre líneas, y vio cómo el pecho del alfa se inflaba de orgullo—. ¿Verdad, Kookie? —lo miró.

—¡Sipi! —apoyó con la sinceridad e inocencia de un niño.

YoonGi fingió que no se había emocionado, así que continuó comiendo, una sonrisa tonta amenazando con colarse entre sus labios.

—Gracias —murmuró, ligeramente sonrojado.

Esta vez, fue turno de JiMin de sentir ternura por el otro.

El almuerzo no se alargó demasiado luego de eso, ellos simplemente compartieron de conversaciones cortas que siempre eran propuestas por JungKook, el niño lleno de imaginación ya estaba planeando las próximas horas de juego que iba a tener con su divertido vecino y YoonGi estuvo de acuerdo con cada una de ellas.

JiMin alargó todo lo que pudo ese momento, pero llegó el momento en el que tuvo que irse a casa para darse una ducha y ponerse el uniforme del trabajo. Antes se colocaba el uniforme del restaurante dentro del establecimiento, pero encontró mucho más práctico quitarse un par de minutos de encima al hacerlo en casa. Además, hace un tiempo uno de sus compañeros fue acosado por un alfa que aprovechó la hora de cambio para acorralar a uno de los omegas en los vestidores y JiMin quería evitar ser vulnerable a toda costa. Eventualmente el acosador fue sacado del trabajo, pero nunca se era "demasiado precavido".

Se despidió de YoonGi y JungKook con un abrazo y un beso en la frente respectivamente. La escena se le hizo excesivamente familiar, así que decidió no pensar demasiado en ello porque enloquecería. Caminó hacia la parada de autobús luego de salir del edificio, tratando con todas sus fuerzas de no perder el juicio por el cambio que estaba teniendo su vida y por los lazos cada vez más fuertes que estaba formando con YoonGi.

JiMin llegó al trabajo sintiendo que ya quería regresar a casa. La idea de que tendría que hacer esa misma rutina una semana entera hasta poder tomar un descanso como correspondía le hacía querer golpearse la cabeza contra una pared e imaginar que todo había sido por algo que ni siquiera fue su culpa provocaba que dentro de su pecho hirviera su sangre, pero no podía dejarse llevar por ello, no ahora, si no terminaría lanzándole a su jefe una mesa en la cara.

Él no estaba muy familiarizado con lo que implicaba un turno de fin de semana. Lo intentó en sus inicios hasta que se dio cuenta de que el dinero no le alcanzaba, así que cambió al turno de la semana. Aquellos que trabajaban el fin de semana lo hacían a tiempo completo, desde que el restaurante abría hasta que cerraba a las once de la noche, normalmente jóvenes que tenían los fines de semana libres y usaban el restaurante como un ingreso extra, era por eso que JiMin tampoco se sentía en demasiada sintonía con sus compañeros de esa noche, muchos de ellos rondaban los dieciocho y los veinte años, así como tenían un tipo de mentalidad diferente a la suya y era obvio considerando que él tenía otra vida de la cual preocuparse.

Una de las cosas que sí sabía, sin embargo, era que la familia de su jefe solía ir al restaurante los domingos. Era algo como una salida de fin de semana que se daba en determinadas ocasiones y nunca lo juzgó porque si por él fuera también llevaría a JungKook a comer una deliciosa cena cara si fuera el dueño.

JiMin recordaba que cuando empezó con este horario, se sintió incómodo y culpable por la esposa de su jefe, una mujer que adoraba a su alfa y que no tenía ni idea de que él se insinuaba indirectamente a los empleados que consideraba atractivos. Verla era un recordatorio de que ese tipo lo estaba mirando de más y esa también fue una de las razones de por qué prefirió cambiar de turno.

Cuando la encontró sentada en una de las mesas, hablando con su hija pequeña sobre la carta y sobre lo que iban a pedir esa noche, JiMin pasó de largo fingiendo que estaba apurado. Era la esposa del jefe, siempre había que mostrar respeto, pero verla lo hacía tener dolor de estómago.

Mientras dejaba las cosas en su casillero asignado, JiMin miró su celular un momento y se encontró con un mensaje de YoonGi, quien adjuntó una foto de JungKook sonriendo a la cámara mientras abrazaba a Holly. El mensaje de abajo decía: "ya te extrañamos".

JiMin sonrió tanto que le dolieron las mejillas y colocó su celular contra su frente, tomándose un momento antes de guardarlo en su bolsillo y empezar su turno, no sin antes responderle a YoonGi que él también los extrañaba.

Oh, estaba cayendo tan rápido.


YoonGi se dejó caer en el sofá con un bostezo agotado, deslizándose sobre el mullido espacio como si fuera peso muerto, desabastecido de cualquier gramo de energía que había en su cuerpo.

—Señor YoonGi, ¿ya tiene sueño? —le preguntó JungKook, corriendo para estar frente a él. Tenía su espada de cartón en mano, ahora mucho más detallada porque YoonGi le regaló una caja de colores nuevos—. Todavía no terminamos de liberar al reino champiñón de Bowser —señaló al villano, que era su peluche Jojo sentado en un trono improvisado.

—Sí, lo sé, es que necesito un momento para recuperarme de la batalla —se dejó caer a un lado como un tronco, provocando una risa en el niño—. ¿Tú todavía tienes energía para jugar? Ya son las once...

—¡Sí! —saltó y alzó la espada.

Bueno, YoonGi se lo merecía, cuando JungKook mencionó la idea de dormir una siesta a las seis y media de la tarde a él le pareció una idea fabulosa por la que ahora estaba sufriendo. Además, darle dulces a un niño que no tenía sueño era todavía peor que haber alterado su horario nocturno, ahora su cuerpo no daba más y el pequeño cachorro estaba dispuesto a hacerle pagar por sus malas decisiones como niñero.

—Bueno, dame un momento para recargar energía —se colocó boca abajo en el sofá, acurrucándose antes de cerrar los ojos un momento—. Bowser seguro tiene ganas de tomarse un descanso también.

JungKook resopló con gracia y miró a su oso de peluche, el cual se veía bastante emocionado por seguir jugando, igual que él.

—Bueno, está bien —cedió, dejando su espada a un lado al igual que su casco.

—Gracias, Kookie —murmuró medio muerto.

El niño se subió al sofá al lado de YoonGi, moviendo sus pies en el aire mientras miraba los alrededores en búsqueda de una actividad para hacer mientras su niñero despertaba. Holly estaba durmiendo y él no era un mal niño como para despertar al cansado perrito, así que sólo le quedaba jugar con YoonGi. La televisión estaba encendida en un canal que JungKook creía que era para bebés, pero YoonGi no le dejaba cambiarlo porque decía que a esa hora no había muchos canales para niños, así que sólo estaba de fondo en volumen bajo y no le llamaba mucho la atención.

—¿Ya tiene ganas de jugar? —le preguntó con cautela.

—Dame un segundo más.

JungKook suspiró y se bajó del sofá, caminando por la sala de estar hacia la habitaciones. La casa de YoonGi era como si la suya estuviera al revés, así que sabía que debía haber dos habitaciones, en una de ellas se encontraba Holly en su jaula durmiendo porque ahí estaba la habitación de YoonGi y la otra lo llenó de curiosidad porque sabía que el señor YoonGi no tenía hijos, así que no estaba seguro de qué podía encontrar ahí.

Con cautela, abrió la puerta de la habitación que sería la suya en su casa y miró un momento hacia el sofá para corroborar si YoonGi seguía acostado, cuando lo confirmó, volvió a mirar hacia la puerta y se puso de puntillas para tomar la perilla, girándola y empujando la puerta. La luz estaba apagada, pero no logró ver más que cajas acumuladas, estantes y algunos zapatos. No había ninguna cama, así que no se veía como un cuarto.

Se asomó para ver lo que podía haber detrás de la puerta y se encontró con una estructura que no supo reconocer.

De repente, la luz se encendió y él pegó un brinco.

—Hey.

JungKook juntó sus manos contra su pecho y se encogió en su lugar, mirando hacia arriba para encontrarse con YoonGi. Una sonrisa traviesa se coló por sus labios y el alfa enarcó una ceja, un poco divertido por la curiosidad ajena.

—¿Qué haces fisgoneando, chiquitín?

—Perdón —señaló la estructura—. ¿Qué es eso?

YoonGi miró el objeto.

—Ah, es una batería.

JungKook frunció sus cejas y miró con más detenimiento el objeto. Él había visto baterías antes, pero no se veía como una. Era solo una estructura negra con lo que parecían ser platos redondos colocados como simuladores de lo que deberían ser los tambores.

—No se parece a una batería.

—Es porque es una batería electrónica —explicó, dando un paso hacia el interior de la habitación. JungKook lo siguió—. Tengo una normal, pero esa hace mucho ruido y todavía está dentro de sus cajas, esta es para usarla con audifonos y no molestar a los vecinos.

—Oh —JungKook miraba con curiosidad la batería, tocando con cuidado lo que se suponía eran los tambores más cercanos a él—. ¿Suena como una batería? —alzó la cabeza para mirarlo.

—Claro, ¿quieres ver? —el niño asintió—. Ven aquí.

JungKook alzó sus brazos, dejando que YoonGi lo alzara para colocarlo encima del asiento de la batería, el alfa luego tomó un par de audífonos que reposaban sobre uno de los tubos y los colocó en la cabeza de JungKook.

—Bueno, creo que el volumen está bajo, pero dime si se escucha —YoonGi tomó el par de palillos clásicos de las baterías y golpeó lo que aludía a un tambor.

JungKook saltó por el repentino sonido característico del instrumento y sonrió emocionado en dirección al alfa, quien le devolvió la sonrisa.

—Es genial, ¿no? —el niño asintió eufórico—. Toma, puedes intentarlo —le tendió los palillos—. Sólo ten cuidado.

JungKook sacudió los palillos en sus manos, pensando en qué tambor tocar primero y se inclinó hacia uno que tenía a la derecha, golpeándolo con firmeza. El sonido lo hizo reír, encogiéndose en su lugar un momento antes de golpear otro. No sonaba como una increíble canción de rock, pero sí le gustaba poder experimentar con este nuevo instrumento que no se había imaginado que existía.

—¡Me gusta! —su voz se escuchó mucho más alta de lo esperado, a consecuencia de los audífonos—. ¿Usted se sabe alguna canción?

YoonGi asintió y se colocó al lado de JungKook en el pequeño asiento, tomó los palillos y comenzó a tocar con un ritmo que a JungKook le pareció increíble. Claro que no reconocía la canción porque YoonGi estaba tocando una de las pocas que hizo con su banda en la juventud, pero eso no quitaba que sonara lo suficientemente bien como para tener al niño rebotando su cabeza al ritmo de la música. La cara de JungKook se encontraba totalmente iluminada, encantado por la nueva habilidad que había descubierto del señor YoonGi y lo increíble que le parecía, tan absorto en el sonido de los tambores que no se dio cuenta cuando la puerta principal fue abierta.

—Oh —YoonGi se detuvo—. Creo que llegó JiMin —se levantó.

JungKook lo miró con extrañeza cuando le quitó los cascos, pero su atención fue rápidamente robada cuando escuchó la voz de su papi preguntar por él.

—¡Papi llegó! —se bajó del asiento de un salto y corrió hacia la sala—. ¡Papi, papi!

JiMin miró sorprendido cómo su hijo salía de una de las habitaciones, corriendo a sus brazos con una sonrisa enorme en la cara. Detrás de él venía YoonGi, quien lucía bastante tranquilo, sus manos dentro de los bolsillos de sus pantalones de chándal mientras sonreía.

—Ay, bebé. Estás despierto —lo cargó en brazos para abrazarlo y JungKook se aferró a él, frotando su mejilla contra el hombro de su papá—. ¿Qué haces despierto? —aunque le estaba hablando a él, sus ojos estaban fijos en YoonGi.

—Tomó una siesta a las siete —explicó el alfa—, y le di un par de chocolates...

—YoonGi —se quejó JiMin, pero no sonaba enojado.

—Lo siento —arrugó la nariz con culpa.

—Papi, el señor YoonGi tiene una batería eléctrica —contó emocionado—. Me estaba enseñando a tocarla, él lo hace muy bonito.

—¿Ah sí? —miró con curiosidad al alfa—. No sabía que tenías una batería eléctrica.

—En realidad es "electrónica" —hizo comillas—. Y te conté que estuve en una banda, era el baterista.

—Oh, tienes razón —abrió los ojos con sorpresa—. Lo había olvidado, ¿por qué no te he escuchado tocar? ¿Se supone que es silenciosa por ser electrónica?

—Exactamente.

—Qué genial.

—¡Sí! —JungKook estuvo de acuerdo—. Suena igualito a una batería de verdad, como esas que vemos en las películas. Papi, quiero aprender a tocar la batería como el señor YoonGi.

—Ah bueno... —JiMin miró al alfa con ojos culpables, sabiendo que su hijo siempre desarrollaba pequeñas obsesiones por cosas que le parecían divertidas en el momento y que luego abandonaría, no quería meter a YoonGi en eso—. No lo sé...

—No soy un excelente maestro, pero puedo enseñarle lo que sé —YoonGi se encogió de hombros.

—No lo sé, Yoon...

—Por favor, papi —JungKook hizo un puchero pronunciado, mirándolo con ojitos de cachorro mojado y manipulador.

—Bueno, podemos hablar de esto después, ¿por qué no mejor vamos a que te cepilles los dientes para ir a dormir?

JungKook negó con la cabeza y comenzó a moverse para que JiMin lo soltara. Cuando tocó el suelo, fue corriendo a buscar su espada de cartón y su casco de caballero. No lucía tan cansado como debería en ese momento, pero JiMin sabía que iba a caer cuando menos se lo esperara, su hijo no estaba acostumbrado a quedarse hasta tarde y el subidón de azúcar de los chocolates iba a bajar en cualquier momento.

—Vamos a jugar un ratito más —pidió—, el señor YoonGi estaba descansando y no pudimos terminar de salvar el reino champiñón de Bowser —volvió a hacer un puchero.

JiMin miró un momento a YoonGi, suponiendo que el otro estaba tan cansado como él, pero el alfa se encogió de hombros y señaló al niño con un movimiento de su cabeza, dándole a entender que él tenía la última palabra.

Bien, ya se lo había prometido después de todo.

—Está bien, un juego más y ya.

JungKook dio un brinco emocionado y tomó la mano de su papá.

—Papi, tú vas a ser el príncipe del reino champiñón —le explicó corto y conciso su importante papel, jalando para que caminara y tomara la mano de YoonGi—. El señor YoonGi va a ser de Bowser porque Jojo está dormido. Bowser te va a secuestrar a ti, papi, porque se quiere casar contigo y yo te voy a salvar, ¿sí?

—Está bien, amor —asintió JiMin.

—Bowser, tienes que secuestrar al príncipe —JungKook lo señaló.

—Sí, señor —asintió de igual manera.

JungKook sonrió y corrió hacia el sofá.

JiMin sonrió con dulzura y miró a YoonGi con una ceja alzada, casi preguntándole con la mirada qué se suponía que haría para secuestrarlo. El alfa sonrió de una manera que JiMin sabía que solamente había visto en niños que estaban a punto de hacer alguna travesura y no estaba seguro de qué estaba esperando exactamente, pero definitivamente no era que YoonGi lo cargara en su brazos.

—¡Mier...! —se calló la grosería—. ¡YoonGi! —chilló por la sorpresa, pero el alfa ni se inmutó.

¡Woah! —rugió como si JiMin no hubiera acabado de gritar—. ¡El príncipe es todo mío! —se jactó con exageración, dando pasos largos y pesados mientras JiMin se aferraba a su cuello para no caer al suelo—. Nos vamos a casar en la playa, ¡y no voy a invitar a nadie! —se rió como un villano.

—¿Es en serio? —JiMin le preguntó casi riéndose.

El alfa lo miró ofendido.

—JiMin, no te salgas del personaje —le reprochó con seriedad y el omega no pudo evitar carcajearse—. ¡Woahrg! ¡Nadie podrá detenerme!

—¡Alto ahí, Bowser! —cuando YoonGi se giró, ambos se encontraron con JungKook montado en el apoyabrazos del sofá, extendiendo su espada hacia adelante como si de una película de aventura se tratara—. ¡No dejaré que le hagas daño al príncipe!

JiMin retuvo el impulso de decirle a su hijo que baje de ahí porque se podía caer y decidió mantener la mente en el juego.

—¡Auxilio! —lloriqueó, moviendo sus piernas—. ¡Ayúdame, caballero! ¡No me quiero casar con este feo monstruo tan horroroso! —colocó una mano sobre su frente a modo de víctima.

YoonGi lo miró ofendido.

—No había necesidad de agregar tantos descalificativos.

—No te salgas del personaje —le sacó la lengua.

YoonGi hizo amago de soltarlo y JiMin se aferró más fuerte a él, maldiciendo por lo bajo.

—No te preocupes, príncipe. ¡Yo te salvaré! —JungKook juró al cielo.

Inmediatamente después, JungKook saltó desde el apoyabrazos al suelo, provocando que a JiMin casi se le salga el corazón del susto. El niño cayó en un cojín, sus movimientos fríamente calculados para no caer en la lava ardiente, pero JiMin estaba a punto de tener un infarto no sólo por eso, si no también porque YoonGi comenzó a moverse de un lado a otro para evitar al pequeño caballero que lo perseguía por la casa, amenazando con soltarlo en cualquier momento por lo brusco de los movimientos.

En otro momento, JiMin se preocuparía por las quejas de los vecinos a la mañana siguiente debido a los gritos y risas que se oían por toda la casa, pero en ese momento él mismo no podía parar de reír.

Los dos, el caballero y Bowser, comenzaron una lucha que no duró mucho tiempo, pero que desde la perspectiva de JungKook lucía heróica y sangrienta, ya que apuñaló al dragón un total de mil veces exactas con su espada mágica, y logró que cayera de rodillas al suelo con un grito de dolor. JiMin no dejaba de pedirle a la diosa que el alfa no lo golpeara accidentalmente contra una pared y lo dejara inconsciente, porque sería el colmo, pero sí terminó en el suelo cuando YoonGi fingió su muerte, cayendo sobre él y encima de un montón de cojines que amortiguaron la terrible caída de medio metro de altura.

—¡Oh no! —JungKook se acercó corriendo al lado de su papá—. Príncipe, lo rescaté, pero Bowser le cayó encima, ¡está atrapado!

JiMin analizó el escenario, mirando cómo YoonGi se hacía el muerto sobre su pecho, una pequeña sonrisa tonta en su cara.

«Tonto», pensó con gracia.

—¡Ay no! —se lamentó, retorciéndose sin fuerza debajo del alfa—. ¿Qué hacemos?

—No se preocupe, príncipe, lo voy a picar en pedacitos.

JungKook caminó hasta estar al lado del cuerpo de YoonGi, usando su espada para cortar el enorme cuerpo del villano en varios pedacitos pequeños que no fueran tan pesados. YoonGi se rió un poco por las cosquillas y se deslizó lejos del pecho de JiMin para que la ilusión no se perdiera. El pequeño caballero de brillante armadura de cartón suspiró cuando consideró que su trabajo estaba hecho y se pasó la mano por la frente como si hubiera acabado de hacer mucho esfuerzo, luego se acercó de nuevo a JiMin, quien ahora se encontraba sentado sobre sus rodillas.

—¡Listo! —alzó sus brazos contento—. Ahora tenemos mucha carne de dragón para comer por cientos de años y el reino de los champiñones no va a tener miedo nunca más —señaló el escenario.

—Gracias, caballero —JiMin extendió sus brazos para que el niño se recostara en su pecho, abrazándolo con cariño—. Eres mi héroe.

JungKook sonrió satisfecho, acurrucándose en el regazo de su papá.

YoonGi bostezó y se sentó en el suelo también, un poco más desordenado que JiMin. Tenía el cabello despeinado y cara de sueño, así que el omega no pudo evitar reírse cuando lo vio tan agotado.

—Buen trabajo para ti también, Bowser —le dijo.

YoonGi le sonrió, su propio lobo moviendo la cola contento por el reconocimiento.

—Ay, papi, te extrañé mucho —JungKook frotó su frente contra el pecho de JiMin—. Esta vez me quedé despierto, ¿viste? —levantó la cabeza—. Ya soy grande.

—Sí, mi amor, eres grande —pasó sus manos por su cabello, dándole mimos mientras JungKook volvió a acurrucarse contra él para disfrutar del contacto—. Es la primera vez que te quedas despierto hasta esta hora, ¿no tienes sueño? —a pesar de estar contento por verlo, le preocupaba que no fuera a dormir.

—No —bostezó—, no tengo sueño —cerró sus ojos para concentrarse en los cariñitos que le estaba brindando su papi—. Quiero jugar otra vez...

—Hm, ya veo —murmuró con voz dulce—. ¿Qué quieres jugar?

JungKook bostezó de nuevo.

—No lo sé —le dijo—. Podemos hacer un castillo.

YoonGi miró los cartones que sobraron de la noche anterior, no creía que hubiera suficiente material para hacer un castillo, pero suponía que JungKook iba a apelar a la imaginación.

—¿Qué tan grande? —preguntó JiMin.

Muuuy grande.

—Se oye divertido —comentó—. ¿Qué más va a tener el castillo?

JiMin comenzó a mecerse un poco mientras JungKook enumeraba las características de su castillo soñado, sus manos sobando la espalda del niño con cuidado mientras se oía el suave tono de su voz tarareando en voz baja alguna melodía tranquila. Así mismo, el aroma a rosas natural de su cuerpo comenzó a sentirse cálido, acogedor y abundante, anestesiando al niño que no tenía idea de lo que estaba sucediendo. Este era un truco común en los omegas, arrullar era algo así como un don innato de ellos, a algunos les salía mejor que a otros y JiMin sabía que él siempre había sido bueno en ello porque JungKook no aguantaba más de dos minutos despierto si lo hacía.

YoonGi se encontraba sentado a su lado, disfrutando de la misma manera el aroma a rosas. No iba a mentir, el efecto también estaba atentando contra su propio alfa, provocándole un bostezo que hizo reír bajito a JiMin.

—No te quedes dormido —le dijo en voz baja.

—Estoy haciendo el esfuerzo —parpadeó con flojera, pasando una mano por su cara para espantar el sueño.

JiMin sonrió por lo bajo, continuando con su trabajo para dormir a su pequeño niño. Bueno, ya no era tan pequeño, se dio cuenta de que le costó un poco levantarse debido al peso de JungKook y analizó el tamaño de sus extremidades, sintiendo que se veían un poco más largas que antes.

—Dame un momento —le avisó a YoonGi, caminando en dirección a su casa.

YoonGi lo acompañó para abrirle la puerta y esperó pacientemente a que el omega regresara a su casa. La distancia entre ambos departamentos era suficiente como para que JiMin se sintiera seguro de irse con YoonGi luego de acostar a JungKook y pensó en la suerte que tenía de que el alfa fuera su vecino de enfrente.

—Acabas de hacer que desbloquee un recuerdo con mi mamá, ella amaba hacer eso —le comentó YoonGi cuando JiMin volvió a entrar.

JiMin se encontró con el otro extendiendo un poco sus brazos, invitándolo a darle un abrazo. No dudó mucho, simplemente se acercó a él y rodeó su cintura, descansando su rostro en el hombro de YoonGi.

—¿Sí? ¿Eras así de hiperactivo de niño? —preguntó cómodo, sintiendo el fuerte aroma a madera venir del cuello del alfa.

—No tanto, pero sí me gustaba dormir tarde —le contó, una de sus manos acariciando su espalda—. Cuando no quería hacerle caso ella me decía "entonces déjame abrazarte antes de que me vaya a dormir" y lo último que yo recordaba era su olor a hierbabuena —se rió por lo bajo—. Yo sabía lo que ella hacía y trataba de no quedarme dormido, pero nunca pude vencerla.

JiMin le sonrió con ternura, imaginando a un pequeño YoonGi berrinchudo que no quería dormir y que, pese a saber las consecuencias, seguía aceptando los abrazos de su mami.

—Qué dulce.

YoonGi buscó su mirada.

—No te saludé como debería —le dijo cerca de su oreja, frotando un poco su rostro contra la mejilla de JiMin, quien sonrió en grande, tan contento que podía sentir a su lobo moviendo la cola como nunca lo había hecho antes—. Hola.

JiMin sonrió y sintió que estaba donde debería.

—Hola —respondió con el mismo tono dulce, levantando un poco la mirada para encontrarse con los ojos cariñosos de YoonGi—. ¿Cómo les fue?

—Bien, ya viste que nos divertimos mucho —hizo un pequeño movimiento con su cabeza, señalando el no tan pequeño desorden—. Sabía que no era buena idea dejarlo dormir, pero me descuidé un segundo y lo encontré acurrucado en el sofá, no tenía corazón para despertarlo —explicó, provocando que a JiMin se le estrujara el pecho—. ¿Cómo te fue a ti en el trabajo?

—Estoy tan cansado... —se quejó con un lloriqueo, YoonGi hizo un puchero para acompañar su dolor—. Limpié muchas mesas, atendí a mucha gente fastidiosa y me duelen los pies porque no me dejaron sentarme ni un segundo —contó como la peor de las desdichas, sintiéndose lo suficientemente a gusto como para comportarse un poco caprichoso.

—¿Qué? Ay, JiMin —YoonGi deslizó sus manos por su espalda, aflojando el abrazo para mirarlo con más comodidad—. Vamos al sofá, ¿sí?

JiMin pensó que YoonGi lo cargaría otra vez, pero sólo tomó su mano para guiarlo hasta el sofá como si él no supiera dónde se encontraba. Se rió de sí mismo por la estúpida idea y se pasó una mano por el cabello mientras veía a YoonGi sentarse primero. Él se dio cuenta de que alfa había dejado un pequeño espacio entre él y la esquina del sofá, así que decidió ser un poco más descarado esa noche y se sentó ahí, colocando sus piernas encima de las de YoonGi mientras se acurrucaba contra el apoyabrazos.

—Bueno, ya agarramos confianza —bromeó YoonGi, colocando su brazo libre sobre las piernas de JiMin, acercándose un poco más a él.

El omega le sonrió, encogiéndose de hombros como si no fuera la gran cosa.

—Pensé que podría ponerme cómodo ya que seguro voy a estar un rato más aquí.

YoonGi zumbó, acariciando el muslo de JiMin superficialmente con su pulgar. JiMin se dio cuenta de esto, pero no dijo nada, sólo dejó que continuara.

—Gracias por quedarte, lo aprecio —asintió, inclinándose un poco más hacia JiMin, una mirada coqueta decorando sus ojos—. Ya que estás aquí, ¿puedo pedir algo a cambio de mi espectacular trabajo de niñero?

—No lo sé, ¿te lo mereces? —JiMin ladeó la cabeza para apoyarla sobre el respaldo del sofá.

—Yo creo que sí —levantó sus cejas y JiMin zumbó, cediendo frente al impulso de querer colocar su mano en la mejilla de YoonGi—. No sabes lo duro que es trabajar de dragón, de super villano, de brujo y de caballo —enumeró con una seriedad tan mortal como divertida, provocando una pequeña risita en JiMin—. Además, me quedé sin chocolates, directamente me voy a morir.

JiMin se carcajeó en voz baja, como si no quisiera despertar a nadie. JungKook dormía en la casa de enfrente, pero él estaba siendo tan precavido que YoonGi no pudo evitar dejar de lado su actuación para mirarlo con ternura.

—Sólo dime que quieres besarme y ya —molestó.

—¿Qué tendría de divertido eso? —frunció sus cejas, viendo a JiMin como si lo que acababa de decir no tuviera sentido.

El omega viró los ojos antes de acercar su rostro hacia el alfa y YoonGi sonrió totalmente satisfecho antes de que sus labios se tocaran con cuidado. Fueron un par de picos cortos, tímidos y dulces, pero hicieron que ambos corazones revolotearan satisfechos y contentos. Ambos se miraron inmediatamente después, disfrutando del momento con calma, acurrucados en el sofá como si fuera el único lugar en el que querían estar por la eternidad.

—Te ves cansado —le dijo YoonGi en voz baja.

—Estoy muerto —frunció sus cejas en dolor, cerrando los ojos un momento—. Creo que podría dormir veinte horas seguidas —agregó, mirando a YoonGi con ojos cansados y expresión agotada—. Lo siento, seguro no imaginabas que la noche iba a acabar así. Estoy aguantando lo mejor que puedo.

YoonGi negó con la cabeza. Tenía su mano libre sobre el estómago del omega, acariciando superficialmente la zona con la pequeña necesidad intrínseca de mimarlo.

—No te preocupes, no tienes nada de qué disculparte —le dijo, inclinando un poco su cabeza para besar su mano. JiMin le sonrió, su corazón revoloteando con emoción—. De verdad necesitas un descanso, quizás pueda ayudar a relajarte, ¿hm?

JiMin parpadeó con sueño, sin estar seguro de a qué se refería YoonGi. Sin embargo, su confusión no duró mucho, ya que notó la manera en la que el alfa lo estaba mirando.

—¿A qué te refieres? —preguntó como si no entendiera, tratando de retener la sonrisa que quería salir.

—No lo sé —se encogió de hombros, fingiendo inocencia—. ¿Te gustaría un masaje?

JiMin tarareó, casi como un ronroneo.

—No sé si eres bueno dando masajes, ¿qué tal si me dejas adolorido?

YoonGi negó con la cabeza, lento de sus movimientos, como si los dos estuvieran sumergidos en una somnolencia propia de la noche, pero ahora estaban lejos de sentir sueño.

—Prometo ser gentil.

—¿Ah sí? —sintió que su interés aumentaba.

—Claro.

JiMin se rió por el claro doble sentido que estaba teniendo la conversación, sus propias mejillas rojas por la vergüenza que le daba entrar en este pequeño roleplay que formaron sin querer. YoonGi no dejó de mirarlo, absorto en su rostro mientras el omega reía.

—Creo que me encantaría un masaje.

YoonGi palmeó su cintura.

—Date la vuelta.

JiMin se sentó risueño en el sofá y se giró para colocar su pecho contra el apoyabrazos, dándole la espalda a YoonGi.

También se arqueó solo un poco con la excusa de ponerse más cómodo.

—Hazme saber si estoy siendo muy brusco.

JiMin rió por lo bajo.

—Claro...

YoonGi no se hizo de rogar demasiado, pronto colocó con cuidado sus manos sobre los hombros de JiMin para comenzar con su masaje, sus pulgares haciendo círculos lentos y firmes cerca de los omoplatos del omega. JiMin se dejó hacer, casi ronroneando por la sensación que recorría su espalda, disfrutando del contacto del otro. YoonGi no estaba aplicando demasiada fuerza, casi como si no quisiera pasarse de la ralla y lastimarlo, pero seguía usando una presión suficiente como para que se sintiera satisfactorio.

El lobo de JiMin comenzó a mover la cola, satisfecho, exudando su aroma a rosas como una muestra de que ese tipo de mimos le estaban gustando. YoonGi no podía decir que no se había dado cuenta, pero trató de disimular la manera en la que su propio lobo comenzó a olfatear el aire, interesado en la invitación que le estaba haciendo el otro. Él sólo siguió masajeando los hombros y cuello de JiMin, frotando lento y bajando solo un poco por su espalda antes de volver a subir.

Indiferentemente de las intenciones que podían venir ocultas dentro de ese íntimo contacto, JiMin se permitió sentirse atractivo bajo el otro, sonriendo de puro gusto mientras el calor de su cuerpo aumentaba. Por un segundo se preguntó si de verdad existía este alfa, uno protector, que arreglaba las cosas de la casa, que sabía cocinar, que adoraba a su hijo y que, además, era bueno dando masajes. ¿Acaso esta era la manera en la que la diosa lunar le estaba pidiendo perdón por envíarle un novio imbécil en su juventud? Era un sueño.

El toque repentino de la punta de la nariz de YoonGi hizo que JiMin abriera los ojos, sonriendo con picardía mientras el alfa olfateaba su cuello con calma, sus manos aún masajeando su cintura y espalda baja mientras aspiraba el aroma a rosas con el que omega que parecía querer tentarlo.

JiMin se asomó hacia YoonGi, mirándolo por encima de su hombro con una sonrisa ladina en su cara. El alfa lo miró de igual manera, ladeando su cabeza hacia él con ojos profundos mientras sus manos se seguían movimiento sobre su cuerpo.

No se estaban diciendo nada realmente, pero de alguna manera sabían perfectamente lo que el otro quería decir.

—¿Hm? —YoonGi zumbó, inclinándose un poco más sobre JiMin para plantar un beso en su hombro.

El omega negó con la cabeza para darle a entender que no tenía nada que decir y continuó sonriendo, acurrucándose un poco más contra el sofá por la timidez que le producía este tipo de atención tan íntima.

—¿Lo hago bien? —preguntó en tono bajo. Había algo en la manera en la que su voz acariciaba los oídos de JiMin que tenía al omega al borde del delirio.

JiMin simplemente asintió, haciendo un corto zumbido para que YoonGi entendiera la afirmativa. Las manos del alfa volvieron a bajar hasta su cintura, sus pulgares haciendo círculos en la zona en donde un par de hoyuelos se escondían debajo de la ropa de JiMin, provocando que él se removiera contento, deslizándose un poco más hacia el tacto del otro.

El calor de su cuerpo comenzaba a sofocarlo, por lo que JiMin tuvo que levantar un poco la cabeza para sentir que aire fresco entraba a sus pulmones. Sin embargo, terminó haciéndose un ovillo en el apoyabrazos cuando volvió a sentir la nariz del alfa fisgonear en su nuca, deslizándose por su cuello para olfatearlo. JiMin le dio espacio, descubriendo su cuello para él como su lobo le pedía que hiciera y no reparó en sus acciones, ni siquiera cuando se dio cuenta de lo sumiso que seguramente se estaba viendo.

Lo único en lo que podía pensar era en que quería verse atractivo para YoonGi, tentarlo para que tocara un poco más, para que se deslizara mucho más cerca de él, para que lo besara. Realmente ya lo tenía donde quería, no hubo necesidad de esforzarse demasiado, pero JiMin amaba que de igual manera lo estuviera haciendo.

Entonces YoonGi resopló y JiMin sintió un escalofrío.

Los labios del alfa se sintieron húmedos sobre su cuello cuando comenzó a esparcir besos desde atrás. JiMin jadeó, empujándose hacia el contacto del alfa, buscando que los besos y las caricias continuaran, que se profundizaran. De repente YoonGi deslizó sus manos hacia adelante, subiendo por su pecho y jalando hacia atrás. JiMin terminó sentado, su espalda pegada al pecho de YoonGi mientras el alfa seguía oliendo su aroma, manos traviesas escabulléndose en los espacios entre los botones del uniforme de JiMin.

—Qué atrevido —tomó sus manos, fingiendo un tono acusatorio.

—Oh, lo siento —YoonGi sonrió de igual manera—. Me atrapaste —formó un mohín.

JiMin dejó caer su cabeza contra su hombro, guiando las manos de YoonGi alrededor de su cintura para que lo abrazara con más fuerza.

—Sí, lo hice —sonrió con diversión, aunque no había nada realmente divertido en esa situación.

YoonGi se mordió el labio y rodeó por completo a JiMin con sus brazos, abrazándolo contra su cuerpo y presionándolo contra él como si no quisiera dejar que se escapara ahora que había descubierto su maquiavélico plan. JiMin no dejaba de reírse, aumentando el contenido de sus risitas con quejas porque YoonGi comenzó a besar su rostro y cuello con insistencia, ahora torpe en sus besos, actuando como un cachorro impulsivo.

Entonces se miraron.

Oh, debería ser ilegal mirar a alguien así.

Era como estar sumergido en la paz absoluta. Ellos simplemente se miraron como si fueran los únicos dos en el mundo, disfrutando de la presencia del otro como si el planeta entero se hubiera detenido y tuvieran todo el tiempo disponible para simplemente estar así por la eternidad.

Ambos se sonrieron.

JiMin solo acariciaba las manos de YoonGi, las cuales ahora reposaban sobre su regazo. El calor del cuerpo ajeno contra el suyo se sentía bien, cálido como sólo podía sentirse el hogar y JiMin sólo suspiró contento.

—¿Por qué estás tan risueño, hm? —preguntó YoonGi con curiosidad, su voz baja.

—No lo sé —negó con la cabeza, parpadeando lento, como si tuviera sueño. Una sonrisa tonta pintada en su cara.

—Yo tampoco lo sé.

JiMin resopló una risa y dejó a YoonGi moverse una vez más. El alfa metió su nariz en el cuello del otro, olfateando con calma. JiMin se sentía tan relajado que quizás estaba rozando los brazos de morfeo, demasiado ido por la sensación del otro acariciando la sensibilidad de su cuello, al menos hasta que sintió los labios de YoonGi tocar su piel y tuvo que tomar un poco de aire, repentinamente emocionado.

Los besos continuaron una vez más hasta sus hombros, pequeños y delicados mientras las manos del alfa se encargaban de desabrochar los botones que faltaban, recibiendo un poco de la ayuda de JiMin, quien podía sentir el remolino de la anticipación descansar en la base de su estómago, su corazón acelerado golpeando contra su pecho y su cara cada vez más caliente. Sentía que la piel se le erizaba con cada toque y estaba seguro de que el aroma de YoonGi lo estaba poniendo un poco tonto.

YoonGi levantó una de sus manos, deslizando un dedo por la clavícula de JiMin para jalar la tela y dejar que esta cayera por su hombro. De repente hacía un poco más de frío y JiMin miró al otro sobre su hombro, tímido frente a la pequeña desnudez. YoonGi no sonrió, pero sus ojos oscurecidos le daban la idea a JiMin de que lo que sucedía le estaba gustando tanto como a él.

Entonces las manos de YoonGi subieron por su pecho, cuidadoso en su toque. JiMin jadeó y cerró los ojos, dejándose hacer mientras el escalofrío que le producía el toque erizaba todo su cuerpo. Las manos de YoonGi se sentían rasposas contra su piel y él lo atribuyó a todo el trabajo que hacía el alfa siendo mecánico, lo cual quizás hizo que se sintiera un poco más caliente de repente, no estaba seguro del por qué.

La posición no era en absoluto cómoda y JiMin tenía muchas ganas de ver mejor a YoonGi, pero la manera en cómo el alfa estaba llevando la situación lo hizo sentir un poco más necesitado de lo que esperaba estar. Su lobo no cabía en su emoción, moviendo la cola y echándose al suelo para que el otro hiciera lo que quisiera, y él mismo no podía pensar en nada coherente porque las manos de YoonGi subiendo lo suficiente como para acariciar sus pezones estaban llevándose toda su atención. Del mismo modo, tenía al alfa detrás de él, respirando con pesadez contra su cuello y tocándolo como si quisiera recordar para siempre una réplica de su cuerpo.

—Me encanta cómo hueles —murmuró ronco.

JiMin sonrió con timidez.

—Gracias...

—Ven aquí.

JiMin parpadeó un poco confundido, levantando su mirada cuando tuvo a YoonGi parado a su lado. El alfa no le dio mucho tiempo para pensar, él simplemente lo tomó en sus brazos y lo cargó como si no se le complicara en absoluto, tomando por sorpresa al omega semidesnudo que no supo en qué momento el otro comenzó a caminar hacia la habitación.

—Por la diosa, estás actuando como un salvaje de las cavernas haciendo esto —le dijo JiMin con un deje de gracia mientras entraban a la habitación del alfa. El aroma madera lo recibió, así como una cama tamaño king que se sintió ridículamente cómoda bajo él cuando YoonGi dejó sobre ella.

—Soy un alfa, JiMin —le dijo con esa típica sonrisa ladina decorando su cara, su cabello despeinado cayendo sobre su rostro, erguido frente a él como si tuviera todo el control de la situación, y definitivamente lo tenía—. Soy un salvaje de las cavernas —agregó, tomando el borde de su propia camisa para quitársela.

De repente, un ladrido los alertó y miraron hacia un costado. Holly se asomaba encima de la cama, mirando el escenario con la inocencia de un cachorro. Claro, la jaula del perro estaba al lado de la cama de YoonGi, ellos lo habían despertado.

—Bueno —YoonGi carraspeó y se alejó un paso de la cama, luciendo solo un poco menos sexy y un poco más torpe—, Holly voy a necesitar que duermas afuera un momento —le avisó al perro, silbando para llamar su atención y que lo siguiera a la sala.

JiMin se rió cuando ambos salieron de la habitación y se tomó ese momento para estirarse sobre la cama, mirando el techo con ojos cansados y una sonrisa enorme en la cara. El corto instante de relajación hizo que el sueño volviera a su cuerpo, pero su corazón seguía golpeando con fuerza contra su pecho y su cara se seguía sintiendo caliente.

Entonces rió de nuevo, cubriéndose la cara con ambas manos.

Quería patalear de la emoción.

—Bien —la voz del alfa llamó su atención y JiMin lo miró en el momento justo en el que este cerró la puerta, sacándose la camiseta blanca de pijama un segundo después—, hagamos como que eso no pasó —lanzó la prenda a un lado y colocó sus manos sobre el colchón.

JiMin arrugó su nariz con diversión cuando YoonGi se inclinó sobre la cama y trepó hasta él. Sus piernas se enroscaron en la cintura del alfa, tomando su rostro mientras una nueva ronda de besos comenzaba enérgica sobre la cama. YoonGi lo presionó sobre el colchón, abrazando su cuerpo como hubiera estado esperando siglos para ese momento, o así lo sintió JiMin, su pequeño e ilusionado corazón que deseaba tanto estar haciendo la elección correcta le gritaba que las cosas estaban saliendo a la perfección. Después de todo, era imposible que fuera algo incorrecto cuando él se sentía tan feliz.

A pesar del sueño, no podía dejar de sonreír, recibiendo y correspondiendo cada beso, cada suspiro, aferrándose a YoonGi de la misma manera que el alfa lo hacía, su enorme y firme cuerpo cálido volviéndolo loco.

Necesitaba más, quería más, no estaba seguro de que alguna vez pudiera sentirse satisfecho. Los besos se volvían cada vez más profundos y húmedos, los jadeos morían en la boca del otro, las respiraciones erráticas hacían música en la habitación.

Entonces, YoonGi se apoyó sobre sus codos, alejándose del beso para mirar al omega debajo de él. JiMin le devolvió la mirada, sus manos sujetando los hombros ajenos en espera de que se inclinara hacia él otra vez para continuar con los besos.

—¿Qué pasa? —le preguntó.

—Te vas a quedar dormido en cualquier momento.

JiMin arrugó su entrecejo al igual que su nariz.

—Claro que no...

—Hm —zumbó, ladeando un poco la cabeza, mirando cada detalle del rostro de JiMin con atención. El omega lo siguió en sus movimientos, parpadeando lento—. Yo creo que sí —besó su mejilla con cuidado, provocando que JiMin cerrara los ojos de puro gusto—. Te voy a dar un par de besos más y te vas a quedar dormido como un bebé —le dijo con convicción, hablando contra la piel de su mejilla.

JiMin rió y frotó su rostro contra el de YoonGi, abrazando al alfa.

—Yo soy más resistente de lo que parezco —le dijo, reteniendo el impulso de bostezar.

YoonGi tarareó en reconocimiento, una de sus manos deslizándose por la cintura de JiMin para subir hasta su pecho, enroscando sus dedos alrededor de su cuello con delicadeza, simplemente acariciando la zona mientras el omega suspiraba y se dejaba hacer como si estuviera hipnotizado. Luego, YoonGi tomó su rostro y besó un par de veces más su mejilla, profundos besos amorosos que tenían a JiMin al borde de un abismo, tan ensimismado en la sensación que no era capaz de pensar correctamente.

Él estaba confiando ciegamente en el tacto de YoonGi, vulnerable frente a los mimos del alfa y eso debería preocuparle, pero no estaba pensando mucho en ese momento.

—No te tienes que obligar a quedarte despierto si te mueres de sueño —le dio YoonGi con calma y la mano que hace un segundo se encontraba en el cuello de Park, ahora bajaba por su pecho hasta llegar a su pantalón, su índice enganchándose en el borde—. No quiero escucharte lloriquear después...

JiMin tragó.

—Ay, cállate —se quejó, empujando el rostro del alfa lejos de él.

YoonGi rió y no lo hizo rogar mucho más, se acercó a su boca, apretando sus labios juntos en un corto beso flojo. Cuando se alejó, JiMin levantó la mirada, mortalmente consciente de que la mano de YoonGi estaba jugando con el botón de su pantalón, cerca a la zona que no muchos omegas dejaban que otros tocaran, cerca de la cicatriz de su cesárea.

—¿Puedo? —YoonGi preguntó como si no tuviera aliento.

JiMin tomó aire y asintió.

YoonGi desabrochó el botón con una sola mano y, por un segundo ,JiMin se planteó la pequeña habilidad como algo que tuvo que haber nacido de la experiencia, un tipo de experiencia que estaba seguro de que él no tenía del todo. Oh. ¿Qué tanta experiencia podría tener YoonGi? ¿A cuántas personas había visto antes que a él? ¿Habrían sido todas sus anteriores parejas tan hermosas como él creía que eran? YoonGi habría tenido que ver varios cuerpos a lo largo de su vida, ¿quizás las estrías y la cicatriz de su cesárea no eran algo que estuviera esperando mirar?

—Hum —JiMin se tensó y tomó la mano de YoonGi para detenerlo—, n-no toques mi vientre...

—Está bien —asintió sin titubear, plenamente consciente de lo delicada que era la zona para un omega, y simplemente jaló hacia abajo el borde del pantalón desabrochado, mirando sus propios movimientos con atención.

JiMin comenzó a sentirse nervioso por el hecho de que YoonGi estuviera tan concentrado en la zona de su vientre. ¿Por qué no volteaba? Él no creía que fuera necesario que lo mirara tanto.

—¿P-Puedes no mirar?

YoonGi frunció sus cejas confundido, pero miró el rostro de JiMin de inmediato.

—¿Pasa algo?

El omega sentía que su cara caliente hervía de vergüenza, pero de un tipo humillante.

De repente, se sentía demasiado expuesto.

—Es que... n-no me gusta...

—¿Qué no te gusta? —preguntó todavía preocupado. No se había movido más de ahí, su mano sujeta al borde del pantalón, sin saber si seguir tirando de él significaba hacer un movimiento en falso.

JiMin tragó, se estaba comenzando a arrepentir de esto.

—Lo siento —lo miró lleno de culpa, encogiéndose un poco en su lugar.

—JiMin, no pasa nada —YoonGi lo soltó y se colocó a un lado para darle espacio, pero JiMin no quería que se alejara—. ¿Quieres que pare? —le preguntó, buscando su mirada mientras JiMin se acurrucaba contra su cuerpo.

—No lo sé, perdón —negó con la cabeza, cubriendo su cara con sus manos, escondido en el pecho de YoonGi—. Perdón, lo siento mucho...

El alfa ya sabía la respuesta porque podía sentir el aroma amargo de JiMin poniéndolo nervioso. Definitivamente había algo que no estaba funcionado, así que decidió abrazarlo, dejando que se acurrucara contra él.

—No te disculpes, JiMin —le dijo con cuidado, sobando su espalda desnuda—. Está bien, ¿sí?

De repente, JiMin tuvo ganas de llorar y se sintió todavía más estúpido. No estaba seguro de si el repentino bochorno venía de la idea de que YoonGi viera sus cicatrices de cerca o el hecho de que el alfa fuera tan cuidadoso. Sin embargo, ahora la culpa calaba en su sistema, haciendo estragos en su cabeza porque él ya le había dicho a YoonGi una cosa y ahora estaba sucediendo todo lo contrario.

«Se va a hartar de mí», pensó.

—Hablame cuando estés mejor, ¿sí? —le dijo de inmediato, casi como si hubiera leído sus pensamientos.

JiMin asintió y tomó aire. No estaba seguro de qué iba a decir exactamente, pero se sentía mucho menos presionado ahora.

El silencio reinó en la habitación que hacía instantes había sido espectadora de besos fogosos y caricias con dobles intenciones, ahora resguardaba a un par de lobos acurrucados que disfrutaban de la compañía del otro y consolaban frente a los sentimientos de inseguridad.

—Lo siento por esto —murmuró en el escondite de su cuello, sintiéndose más tranquilo luego de la serie de mimos que el alfa se dedicó a esparcir por su espalda con cuidado—. No quería que terminara así...

—No creo que te tengas que disculpar —insistió YoonGi, su mentón apoyado en la coronilla de JiMin—. ¿Puedo saber qué pasó? Así no lo volveré a hacer.

JiMin negó con la cabeza.

—No hiciste nada, Yoon —aclaró con tristeza—. Fue cosa mía...

—Oh, ya veo... —con la punta de sus dedos, comenzó a delinear con suavidad la columna de JiMin—. ¿Quieres hablar de eso?

JiMin se mordió el labio inferior, haciéndose bolita contra el cuerpo del alfa.

—Creo que podré hablar de eso en otro momento —o quizás encontraría las palabras correctas, por ahora no sabía qué podía decir.

—Está bien —besó su frente.

JiMin casi se pone a llorar ahí mismo.

¿Por qué YoonGi se preocupaba tanto por él? Parecía ser demasiado perfecto para ser real. ¿O acaso era su propia mente jugando en contra? Él debería sentirse capaz de disfrutar de algo, de alguien, de un romance que no fuera complicado, que no lo hiciera llorar, con el que pudiera abrirse por completo sin el miedo a ser juzgado.

—¿Podemos estar así un rato más? —preguntó por lo bajo, temiendo una respuesta negativa.

YoonGi asintió.

—Todo el tiempo que quieras, cielo.

JiMin sintió su corazón pleno y consideró que, por ahora, un abrazo estaba bien.

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