Juegos del Corazón

Od Rosa_BiancaRoUl

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El destino tiene giros inesperados, da y quita. El corazón ama intensamente y no olvida, pero a veces se con... Více

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Od Rosa_BiancaRoUl

Paso una semana después de aquel hermoso día, las jóvenes habían salido juntas más de una vez a diferentes lugares, pareciera que incluso sus corazones se unían cada vez más.

Mahidevran regreso a casa después de haber pasado casi todo el día fuera, cerró la puerta y se dispuso a entrar, camino hacia las escaleras que daban a los cuartos de arriba y camino tranquilo hasta que escucho la voz de su padre llamarla desde el salón principal.

Camino con tranquilidad a pesar de que pocas veces le hablaba de buenas noticias en aquel lugar.

Entro y beso la mano de su padre, acto seguido el hombre le hizo una seña para que se sentara delante de él, Mahidevran así lo hizo y espero a que el hablara para hacer lo que le pidiese, realmente nunca desobedecía sus órdenes por más que así lo quisiera.

El hombre la miro con seriedad, pero no fue capaz de mantener la mirada fija en ella, casi de inmediato la bajo para no ver su expresión al darle la noticia que esperaba.

—Prepara tus cosas, te enviare al imperio otomano como regalo para el sultán— dijo serio.

El mundo de Mahidevran se le cayó encima en aquel momento.

—Todo este tiempo te han estado entrenando para este día, es un honor ser una de las mujeres de aquel hombre y en tu caso ser la primera de sus mujeres que le dará un hijo es algo mayor, tú serás la madre del príncipe de la corona, así que prepárate— dijo el hombre con una sonrisa orgullosa.

Mahidevran no dijo nada, bajo la mirada simplemente, el corazón le dolía bastante, detestaba la idea de que en el fondo siempre supo que aquella educación llevaba un precio alto que pagar y este seria.

Mahidevran se reusó por un momento así que se levantó molesta—Lo lamento padre, pero no puedo, mi corazón le pertenece a alguien y hare lo que sea necesario para que podamos ser felices, aun cuando eso signifique renunciar a este gran honor y a este nombre y titulo que tengo gracias a mi madre— dijo segura.

El hombre se levantó con furia y se acercó a ella dándole una bofetada —Jamás aceptare esa relación, ¿acaso crees que su familia si lo hará? —

Mahidevran con una lagrima rodando por su mejilla siguió defendiéndose —No importa, al final nosotras manejaremos nuestras vidas, me casare con ella no con su familia o título, a ninguna nos importa nada de eso aun cuando tuviésemos que iniciar desde cero sin el reconocimiento de nuestra familia— dijo firme.

El hombre la tomo del brazo y la hizo subir a su habitación, estando ahí la arrojo al suelo —No es negociable, hare cualquier cosa para cumplir la promesa que ya hice— dijo serio antes de cerrar aquella puerta.

—¿Serias capaz de dañar a alguien inocente por tu propósito? — dijo dando a entender que solo enfrentándose a hacerle algo a la otra joven podría separarlas.

—Mejor dímelo tu hija, serias capaz de vivir con ello en tu corazón, al final del día no importara si yo lo hago, importara quien lo provoco— dijo seriamente y cerró la puerta.

Mahidevran no se levantó del suelo, simplemente gateo hasta quedar cerca de su cama y se recargo contra el dosel, dejo que cada lagrima cayera pues su corazón estaba herido y tenía razón su padre, ella no podría con la idea de que le hicieran daño a Hürrem por culpa suya y solo podría enviarlo haciendo lo que su padre le estaba pidiendo, tendría que ceder y prepararse para lo que venía, no tenía otra opción.

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Al día siguiente Hürrem caminaba por el hermoso jardín del palacio, respiro hondo llenando sus fosas nasales de los maravillosos olores de las flores, amaba estar afuera, sentía que siempre estuvo predestinada para vivir en el campo rodeada de hermosas flores.

Caminaba con tranquilidad, aquella tarde no quedo de verse con Mahidevran, de hecho, se habían despedido la noche anterior por que Hürrem viajaría con su madre al hogar de una de sus tías y de paso conocerían el próximo posible hogar de uno de los príncipes.

Era hora de meterse al palacio, tenía cosas que empacar pues viajarían por la mañana así que tenía que dormir temprano, dio la vuelta y vio a Mahidevran, su mirada era diferente, parecía haber tristeza en su mirar, algo debía haber pasado.

—Mahidevran, ¿estas bien? — pregunto con una sonrisa melancólica

—Si, es solo que quería estar antes de que te fueras, ya sabes me pongo triste cuando no estas— dijo sonriendo.

—Tranquila, nos veremos muy pronto, jamás te dejare de querer aun cuando me vaya por años— dijo con una sonrisa.

Mahidevran sonrió y la abrazo fuertemente —Bien, debo irme, nos veremos después— dijo con calma.

Hürrem entro al palacio a paso apresurado pues su madre la regañaría si pasaba demasiado tiempo fuera y no cumplía con su tarea de preparar su ropa, quizás ella no lo hacía directamente, pero debía supervisar que fuese la ropa indicada.

Mahidevran camino de regreso a su hogar, no tuvo el corazón para decirle que se iría y mucho menos para romper su corazón así que prefirió dejarlo en las manos de su padre.

Volvió a casa y se encerró en su habitación dejando únicamente a la criada que guardaría sus pertenencias, esa misma noche partiría a su destino, aquel destino que será el más cruel y que le había arrancado de golpe un futuro amado.

Ahora estaba condenada a vivir por un hombre que no amaba, a darle una familia a ese hombre para que su vida siguiera adelante por su familia a pesar de que eso significase que una parte de ella moriría.

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Hürrem llego a casa dos semanas después, tuvieron que extender su viaje por su padre, estaba feliz de haber vuelto, fue recibida por los sirvientes, pero en su bienvenida no vio a quien quería ver, entro a sus aposentos un poco confundida, estaba demasiado cansada por el viaje, que más daba esperar unas cuantas horas más.

Se recostó a dormir, a era tarde, quizás por ello no había ido a recibirla.

Por la mañana tomo un relajante baño y se pudo un hermoso vestido color beige, salió muy temprano y sin avisarle a nadie.

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La madre de Hürrem había hablado con su esposo, caminaba a paso lento por el pasillo que llevaba a los aposentos de su hija, tenía que hablar con ella antes de que saliera a casa de Mahidevran.

Sabía que su corazón se destrozaría, tan solo esperaba aligerar un poco su carga diciéndoselo ella misma y no aquel hombre que seguramente la trataría con desprecio.

Abrió la puerta lentamente y entro en la habitación encontrándose con una de las odaliscas que arreglaban la cama.

—¿Dónde está mi hija]? — pregunto tranquila.

—Salió, fue a la casa de la señorita Mahidevran— dijo con calma.

La mirada de la madre de Hürrem cambio drásticamente, salió rápidamente para ir a buscar a su esposo o a su hijo para llegar a ella y que no cometiese ninguna locura.

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Hürrem llego con una gran sonrisa al palacio del padre de Mahidevran, bajo del carruaje y arreglo su vestido, traía una pequeña bolsa, en compensación con el tiempo le traía una hermosa caja de música.

Los guardias de la entrada la dejaron pasar sin problema alguno, fue anunciada y al momento recibida, entro con cautela, sonrió al padre de Mahidevran —Buenos días, espero que su salud sea favorable— dijo con calma.

Aquel hombre la miro con dureza, evidentemente no la quería ahí —Gracias señorita, ¿A qué debo tan distinguida visita? — pregunto con arrogancia.

Hürrem simplemente le sonrió —Vine a ver a su hija, ella no fue a verme cuando llegue a sí que supuse que era por que llegue ya tarde, pero le he traído un regalo— dijo con una sonrisa. —Como sabe hemos crecido prácticamente juntas y la estimo mucho— dijo con calma.

—Tendrás que regresar tu regalo a casa, ella no se encuentra y no volverá— dijo fríamente.

Hürrem se preocupó y su semblante cambio —¿Ella está bien? — pregunto preocupada.

—No... mi hija está muerta, creí que tu padre te lo diría— dijo serio.

Hürrem dejo caer la bolsa, su mundo se rompió en un momento.

—Vete niña, quiero estar solo— dijo el hombre sin comprensión alguna y la tomo del brazo para sacarla de su casa.

El hermano menor de Mahidevran tomo la bolsa y saco la cajita y la llevo a su cuarto.

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Hürrem camino sin subirse al carruaje, se fue por otro lado donde nadie de los presentes podía verla, que caso tenía tener tantos lujos y títulos si al final lo único que quería ya no estaba entre ellos quizás era mejor que ella la acompañase a donde se había ido, ahora entendía por qué sus cartas no habían sido contestadas como antes y por qué no había ido a verla.

La lluvia incesante comenzó a caer, los rayos caían no muy lejos y no le importo, de hecho, una parte de su alma estaba pidiendo a gritos que cayera uno sobre ella y la llevara también.

Quien podía entenderla, nadie entendería nunca su dolor pues afortunadamente no habían sufrido su perdida.

Camino sin rumbo bajo la lluvia, su hermoso vestido beige se tornó gris de sus pies pues el lodo que se formaba lo estaba manchando, su velo quedo varios pasos atrás cuando ella se lo quito, su collar y sus aretes estaban en el suelo, estaba quitándose todo lo de valor porque nada le servía ahora.

En dado momento su fuerza se fue y se dejó caer de rodillas al suelo, ahora su vestido estaba más manchado. Así con las manos llenas de lodo tomo su vestido por las mangas e intento arrancarlas, rompió su propio vestido sin piedad.

Lo desgarro tal y como estaba su corazón en aquel momento.

Ahí en medio del camino su respiración comenzó a fallar hasta que se quedó sin aire y se desmayó, quedando tirada en el suelo en medio del camino a la nada, lejos de todo y de todos con la lluvia aun cayendo del cielo, a la intemperie con el vestido y corazón completamente roto.

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De pronto despertó, se miró un poco, estaba limpia y con una bata de dormir completamente cuidada, no estaba en medio del camino, estaba en sus aposentos, no entendía como pudo haber llegado hasta ahí, solo sabía que su corazón seguía doliendo.

Una de las jóvenes odaliscas entro con un té, lo dejo en la mesita de un lado y le pregunto qué vestido le gustaría usar, no eran de color sus vestidos, ambos eran negros, solo que tenían bordados diferentes.

La joven bajo la cabeza —Lo lamento, supongo que para usted cualquiera de los dos es bueno en este momento— dijo tomando uno de los dos vestidos —¿Quiere que la ayude? — pregunto con calma.

Si algo había aprendido era que en situaciones como esas algunas personas preferían hacerlo solas.

—¿Cómo llegue aquí? — pregunto confundida.

—Después de que se fue, su madre vino a buscarla, supongo que quería darle la noticia, partieron momentos después sin embargo uno de los guardias la había seguido desde que salió del palacio y aparentemente la siguió después de que le comunicaron la noticia pues él fue quien la trajo al palacio— dijo mientras acomodaba algunas cosas.

Hürrem no dijo nada, sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.

—Sultana, sé que quiere estar sola, pero considere que su mundo debe continuar, no creo que ella quisiera que usted se ponga mal, al contrario, ella querría que usted viva— dijo con calma y se dispuso a salir de la habitación.

Una vez sola Hürrem comenzó a llorar de nuevo y no salió de sus aposentos en todo el día y por supuesto nadie fue a molestarla pues sabían que no querría ver a nadie por el momento.

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La madre de Hürrem entro al día siguiente, Hürrem estaba sentada en el sofá mirando por la ventana, no había dormido en toda la noche, se notaba en su mirada que había llorado durante horas, su vestido negro estaba mal puesto, mientras el otro estaba bien acomodado donde la joven odalisca lo había dejado.

—Quien trajo estos vestidos aquí— pregunto en voz alta a pesar de saber que nadie contestaria.

—Mi odalisca, ella sabe lo que quiero usar, no te lo lleves— dijo con la voz entrecortada.

La madre de Hürrem se acercó y la abrazo fuertemente, sabía que su dolor no se iría tan fácilmente y si su hija quería vestir de negro entonces la dejarían que viviera su luto.

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Habían pasado cinco meses, las cosas no mejoraban, Hürrem no salía de sus aposentos y no hablaba con nadie, tampoco estaba comiendo bien y no dormía casi nada, estaban demasiado preocupados, así que tomaron la decisión de mandarla lejos, eso la haría mejorar quizás estando sola entendería que no lo estaba realmente.

Prepararon sus cosas y fue enviada a uno de los palacios de caza de su padre junto a dos odaliscas y algunos guardias, además del personal esencial que la atendería.

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Mahidevran celebraba junto a todo el palacio que estaba embarazada, no hizo falta intentarlo demasiado aparentemente basto con un par de veces en la cama del príncipe.

Era guapo y parecía tener buenos sentimientos, pero no podía amarlo, al menos no por ahora, en su corazón siempre estaría una hermosa pelirroja a la que había tenido que abandonar.

Sentada en el sofá leía un libro mientras sonaba una melodía hermosa proveniente de una pequeña caja de música situada sobre la mesa que ante todos había sido un hermoso regalo por parte de su hermano, el único que sabía de quien venia aquel regalo en realidad.

Entrar a los aposentos del príncipe había sido difícil la primera vez, sin embargo, conforme pasaban las veces fue más fácil, bastaba con repetir en su mente que lo hacía por su familia hasta que termino de convencerse diciéndose a si misma que aun cuando se negase jamás saldría de ahí y que ahora le pertenecía a aquella dinastía.

Su voluntad se fue doblegando, Hürrem la olvidaría y viviría de nuevo, pues creía que estaba muerta, así que ella tenía que intentar hacer lo mismo y claro que lo haría, intentaría con todas sus fuerzas amar al hombre al que ahora le daría un hijo.

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Hürrem miraba la ventana, el vestido de hoy era negro y otro de un color diferente, era de un hermoso color lila, por primera vez en mucho tiempo quiso usar aquel otro color, con aun dolor en su corazón llamo a la joven odalisca que la había acompañado todo ese tiempo —Nurvahar, por favor deshazte de todos los vestidos negros, de hoy en más solo usare vestidos de colores vivos y si son negros deben tener detalles de otros colores, los vestidos de luto han acabado— dijo con calma.

Nurvahar sonrió y acato las ordenes, comenzó a sacar los vestidos negros de aquella habitación y se dirigió a donde el sastre para pedirle que hiciera vestidos de otros colores.

Hürrem había adelgazado demasiado, pero entendió por fin que debía vivir por su familia pese a su dolor, tenía que levantarse de nuevo por ellos y por el recuerdo de Mahidevran.

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Daba un paseo por el jardín, no había salido en meses del palacio, recordaba la primera vez que llego que las flores estaban marchitas y el palacio entero se veía desmejorado, ahora las flores eran hermosas y se venían muy vivas.

Ya no había olor a humedad en cada esquina del palacio, ahora el olor de las flores inundaba el lugar, además de eso el palacio se veía mejor restaurado y parecía que la luz entraba mucho más que antes.

Sonrió, al menos su visita había servido de algo, solo tenía que agradecer a la persona responsable de aquel trabajo.

Camino con calma y vio a un hombre agachado plantando algunas flores en aquel jardín, sonrió delicadamente y se acercó, tomo su hombro y este le levanto rápidamente e hizo una reverencia, no parecía el jardinero, aunque si estaba ahí suponía que debía serlo.

—Gracias por recuperar el jardín, supongo que te debo eso y la restauración del palacio— dijo con calma.

—No es nada sultana, usted se veía tan destrozada que me dije a mi mismo que haría florecer todo a su alrededor para el día que usted floreciera por dentro nuevamente—dijo con calma, pero sin mirarla.

—No pareces un simple trabajador— dijo mirándolo.

—En efecto sultana, en realidad soy su guardia, pero como no ha salido de su habitación en todo este tiempo, me dejo mucho tiempo libre— dijo con una sonrisa.

Hürrem sonrió y bajo un poco la mirada.

—Me alegra haberle sacado al menos una sonrisa después de tanto tiempo— dijo con calma.

—Gracias por eso, me hundí en lo más profundo de mi dolor, tanto que después no pude salir hasta que entendí que tenía que hacerlo por todos a mi alrededor— dijo con calma.

—Aquel día cuando la vi así de destrozada supe que sería difícil, pero saldría de ese dolor en algún momento— dijo con calma.

—Tu eres el guardia que me devolvió al palacio ¿Cierto? — pregunto con calma.

—Si, mi sultana, me alegro de haberlo hecho, espero que este sea el primero de muchos días más que saldrá a pasear y que poco a poco l volverá a la vida— dijo con calma.

Hürrem le sonrió y siguió su camino examinando cada rincón del palacio, sin duda quería familiarizarse con su nuevo hogar pues no volvería al palacio de su madre, sería demasiado doloroso recordar todo lo que ahí paso.

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