Divorciados [Harco]

By Just_a_MultiFan_06

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Cuando Draco y Harry, protagonistas de una fogosa relación desde su adolescencia, uno de los matrimonios más... More

Resumen
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Draco se reclinó contra la mesa de su oficina, respiró hondo y, cuando pensó en todas las personas que habían afuera, cada grupo, núcleo familiar o amigos, sentados en en una mesa, pensó: ¡Qué le den a todo el mundo! Y con eso, dejó caer unas lágrimas lo más tranquilo posible. Tenía todo el derecho de llorar. Su hija más pequeña, su Lily Luna Malfoy Potter estaba a punto de casarse.

¡Por supuesto que podía llorar!

¿Cómo se habían atrevido a decirle que no llorara?

Su hija era una niña. Bueno, tenía 18 años, aun así, la consideraba demasiado joven. Draco había intentado decírselo la noche que Lily, con ese cabello lacio, brillante y rojo (herencia de la madre de Potter), había aparecido en Malfoy Manor con una sonrisa radiante en el rostro, sus ojos avellana brillante y sus mejillas sonrojadas, enseñándole la sortija de compromiso que Vincent Goyle le había puesto en el dedo, pero su hija había replicado con un argumento indiscutible:

—¿Y cuántos años tenías cuando te casaste, papá? —había dicho. Draco casi no fue capaz de responder.

Maldición.

Draco se había casado con Harry a los 18 años, meses después del fin de la guerra, unos pocos meses después de verse cuando Harry declaró en su favor en los juicios, y un mes exacto después de enterarse que había quedado embarazado de su hijo mayor, James Sirius Potter.

—Dieciocho —le respondió a regañadientes, pero Draco se había muerto por agregar: "Y mira cómo he terminado, solo con cuatro hijos, siendo la fuente de cotilleos del mundo mágico. No quiero que mi hija pase por lo mismo que yo." No lo hizo, sólo porque su hija no tenía la culpa de que el matrimonio con su padre hubiera terminado en divorcio.

Respiró hondo, hundiendo el rostro entre sus manos.

—Es demasiado joven —lloró otra vez—. Demasiado joven —repitió.

—¿Draco? —oyó que decía Luna Lovegood, al abrirse la puerta de su oficina ¿Cuándo lo había encontrado?—¡Oh! Aquí estás —escuchó sus pasos acercarse—. ¿Te encuentras bien?

—No. —contestó con tristeza, conteniendo a duras penas un nuevo sollozo.

—Draco —insistió Luna—, debes salir, hay cerca de 200 invitados esperando. La boda debe comenzar.

—187 —sollozó—. 189 con Lily y Vincent —aclaró.

Luna le sonrió. Luna era la madrina de Lily, también era socia y amiga. Estaba hermosa, con una túnica amarillo claro, ajustada en la cintura, y el pelo recogido en hebillas de esos animales que jura que existen pero nadie ha visto jamás. Nunca creyó que se convertiría en una gran amiga, y menos en su socia, pero aquí estaba, y se lo agradecí muchísimo.

—188 —le dijo la chica, con esa sonrisa suya particular—, no te olvides del oficial que hará la unión, que de hecho, está empezando a impacientarse.

Argh. La boda no debería llevarse a cabo. Mierda.

—Ya lo había contado. —dijo, respirando hondo.

—¿Y a Harry? ¿Ya lo has contado?

Draco se quedó paralizado.

—Sí. —respondió, aunque tenía la esperanza de que no llegara.

—Oh, entonces tienes razón, 187 personas.

—¿Potter ya llegó? —preguntó, con un poco de esperanza, aunque sabía, muy en el fondo, que Potter no se perdería un día tan importante para su hija.

—Sí. Llegó hace unos cinco minutos. Sólo faltas tú. Por cierto —Luna borró su sonrisa y miró al cielo—, Harry se ve maravilloso, Draco. Se nota que ha estado jugando Quidditch. Tiene unos músculos perfectos —Draco se sonrojó—. ¡Oh! No le digas Rolf que dije eso —sonrió la chica—. Ni a mis hijos.

—Descuida —Draco levantó la varita y se limpió el rostro. Seguro tenía los ojos rojos y se negaba a aparecer con los ojos así frente a un inmaculado Potter. Ya podía ver los próximos titulares.

—¿Draco? —la voz de Luna ahora era cautelosa—. Tranquilízate. Todo saldrá bien.

—Estoy tranquilo, Luna. Supongo que ya es hora de que salga de aquí. Vamos.

Luna, sin embargo, lo detuvo. Lo miró con una sonrisa y estirando su mano, le arregló el cabello y le acomodó el cuello de su camisa debajo de su túnica de gala.

—Gracias.

—De nada. Ahora te ves hermoso.

***

Harry Potter permaneció en los escalones de la entrada de la pequeña carpa que Malfoy había levantado en los jardines de Malfoy Manor para la boda, intentando aparentar que tenía todo el derecho del mundo a estar allí. No fue fácil. Harry creía que no se había sentido más fuera de lugar en toda su vida. Odiaba este lugar.

Ni siquiera cuando los mellizos, Scorpius y Albus, se acercaron para abrazarlo, logró relajarse. Intentó ver a sus hijos.

Mierda.

Sus dos pequeños tenían 21 años. Eran mellizos, pero muy diferentes entre sí. Scorpius era más alto que Albus pese a que Albus era mayor por cinco minutos. Scorpius tenía el cabello rubio, ojos grises y piel muy blanca. Era tan parecido a Draco que dolía. Albus era lo opuesto, tenía el un cabello negro sin control, ojos verdes detrás de unos anteojos que en ese momento le miraban con cautela. Era su imagen en su juventud.

—¡Merlin, papá! —dijo Albus al fin—. Relajate. Estás aquí por Lily. Que no te vea así.

—Lo sé —dijo, intentando relajar sus hombros—, lo siento. Por cierto... —miró detrás de sus hijos—. ¿Y James?

James era su hijo mayor, hoy de 22 años, y era con quien tenía una relación más difícil, tal vez porque recordaba a consciencia gran parte de las peleas entre Draco y él. Harry vio a Scorpius mirar una de las mesas a lo lejos. Por supuesto, si fuera por James, con suerte se acercaría a saludarlo al final de la boda. Respiró hondo. La mansión le causaba escalofrío. Nunca había vivido en Malfoy Manor. Cuando Draco dejó Grimmauld Place y le dijo que iba a trasladarse a Malfoy Manor con sus cuatro hijos, Harry había estado a punto de morir de susto y disgusto. Recordó ese día:

¿A Malfoy Manor? —había replicado en un estrangulado gruñido—. ¿Cómo te atreves? ¡Sabes lo que pienso de esa casa!

Esa casa —le enfatizó Draco —, fue mi casa. Allí crecí, y es la que mis padres y antepasados me dejaron.

Los padres de Draco habían fallecido luego de contraer una enfermedad devastadora para su sistema.

Claro —Harry intentó aplicar todo el sarcasmo del que fue capaz—. ¿Qué harás? ¿Les harás una habitación en donde torturaron a Luna? ¿Comerán donde torturaron a Hermione? —Ok, hasta el día de hoy Harry se arrepiente de esas palabras. El dolor de los ojos de Draco es algo que no puede olvidar—. No pienso ir a verlos en esa Mansión. ¿Sabes a cuántas personas mató Voldemort ahí? —eso tampoco debió preguntarlo nunca. Por supuesto que Draco lo sabía, se lo confesó una vez, después de una pesadilla que no le dejó dormir en toda la noche. Había sido un bestia, pero en el calor de la pelea, pensó eran las palabras indicadas.

Eres un idiota —le espeto Draco—. No te preocupes, no voy a obligarte a ir a donde el Gran Salvador no quiere. Solo porque mis hijos me importan, yo mismo los llevaré a donde estés —había replicado—. Y no te atrevas a gritarme de nuevo —le había advertido.

No te estoy gritando —intentó buscar paciencia en lo más profundo de su ser—. ¿Por qué no te quedas aquí? Yo puedo mudarme —De verdad, no quería que sus hijos vivieran en Malfoy Manor, pero Draco no cedió:

Esta no es mi casa. No es nada más que un montón de habitaciones y un montón de cosas de las que... —Lo recuerda respirando hondo—. Odio esta casa, Potter.

Eso lo había golpeado desprevenido. Grimmauld Place era donde estaban criando sus hijos, donde pasaron una buena cantidad de años en sacar esta familia adelante, y ahora Draco le tiraba en la cara que odiaba este hogar.

¿La odias? —preguntó atontado.

Si de verdad te interesa saberlo, sí, la odio.

Había sido un golpe muy duro para Harry aquella revelación. Fue la última vez que Draco pisó Grimmauld Place. Cumplió su promesa. Harry nunca fue a Malfoy Manor, Draco siempre mandaba a alguien a Grimmauld Place con los niños.

¡Merlin, Harry adoraba a sus hijos! Y nada, absolutamente nada de lo que ocurriera entre Draco y él podría cambiar eso.

Respiró hondo y decidió que era hora de perder el orgullo.

—Iré a saludar a su hermano —le anunció a los mellizos.

Mientras avanzaba, Harry miró alrededor. Malfoy no estaba por ninguna parte. Eso era raro, y bueno a la vez, podría saludar a James más relajado. En la mesa solo estaban Gregory Goyle y su mujer. Echó una ojeada a las otras mesas. Había mucha gente que no conocía.

—Vaya —fue el saludo de su hijo—. Pensé que esperarías eternamente a que fuera yo quien me acercara a saludar.

—James —advirtió, mirando y dedicando un rápido saludo a los padres del novio. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Lily no era lo suficientemente grande para casarse, apenas tenía 18.

Argh.

La culpa la tenía Draco. Si hubiera prestado menos atención a su propia vida y se hubiera ocupado algo más de la de Lily, él no estaría en ese momento allí, en una mansión donde su amiga casi había sido asesina, vestido de etiqueta y esperando el momento de entregar a su hija a un muchacho que ni siquiera tenía edad suficiente para limpiarse solo el trasero.

Mierda.

No. Harry tenía que ser justo. Vincent le agradaba. No se parecía nada a sus padres a su edad. Era alto, musculoso debido al Quidditch, de hecho aún hoy nadie podía sacarle el título del mejor Guardián del Hogwarts, y cuando sonreía, tenía un hoyuelo en su mejilla que le daba el aspecto de bebé en un cuerpo demasiado grande. Además, tenía un sólido futuro como Rompedor de maldiciones. Harry fue testigo de primera mano, una tarde cuando fue a visitar a Bill en su trabajo.

Carajo.

Había visto a Lily y Vincent juntos, era imposible no ver cómo se miraban el uno al otro, como si el resto del mundo no existiera. Y ése era precisamente el problema: el mundo existía, y su hija todavía no lo conocía. Ante la ley, sin embargo, Lily era adulta. Y, como su hija se había apresurado a comunicarle, Malfoy ya le había dicho que casarse le parecía una idea estupenda. Harry no tuvo más opción que tragarse sus pero, darle un beso en la frente, estrechar la mano a Vincent, y desearle la mejor de las vidas. Si eso sirviera de algo...

Su matrimonio con Draco había sido bendecido, tenía los mejores deseos de muchas personas, y hasta habían sellado la unión bajo todas las leyes mágicas, y al final de cuentas, no significó nada.

Harry no creía en el matrimonio juvenil, estaba seguro que era solo una locura hormonal.

—¿Y tu papá? —le preguntó a James, volviendo al presente.

—Está dentro, llorando.

Harry miró a su hijo como si estuviera gastando una mala broma. James suspiró.

—Tiene derecho a llorar, su bebé se está casando. Y ya te adviento, padre, si vas a poner esa cara, mejor vete —James se puso tenso y Harry no entendió.

¿Derecho a llorar? ¡Por favor! Si Malfoy debe de haberle puesto a Vincent por los ojos a su hija.

Esto es por Lily, se recordó y apretó los dientes.

—Será mejor que vayas a buscar a Lily —le susurró James—. Papá vendrá en cualquier momento, Luna fue a buscarlo.

Harry asintió. Ojeó un poco más y encontró una mesa con Hermione, Ron y sus dos hijos, Rose y Hugo. Vaya, pensó, fueron invitados. Más aún, Hermione había aceptado asistir. Podía verla sonreír. Por Lily, recordó Harry. En la misma mesa estaban Molly y Arthur Weasley. Cuando lo vieron, Harry les sonrió. En ese momento fue cuando la puerta de Malfoy Manor se abrió y lo vio. No contaba con ver a un Malfoy de aspecto sorprendentemente juvenil y, era absurdo negarlo, increíblemente hermoso. Su pelo continuaba siendo el que él adoraba. En su rostro y ojos grises, nada indicaba que estaba llorando.

Cerca de Malfoy , Luna caminaba sonriente. Venían a su mesa. Lo mejor era irse. Entonces, algo más llamó su atención. A Malfoy se le unieron Albus y Scorpius, ambos abrazando cada lado de su papá, como firmes guardianes.

Argh.

—En serio, si dices una burrada, te vas —advirtió James a su lado. Buscó exageradamente relajar sus hombros y saludó lo más cordialmente que pudo, Malfoy apenas lo miró antes de que se fuera por su hija.

***

Draco en verdad debió morderse los labios y apretar sus manos tan fuerte hasta que sus nudillos se pusieron blancos con tal de no dejar salir ni una sola lágrima. Su hija se veía hermosa, lucía un vestido crema muy pálido, ajustado en la parte de arriba, con caída en cascada de cintura para abajo. Su cabello fuego estaba adornado con una tiara que Molly Weasley prestó, terminando de caer en suaves ondas sobre el lado derecho de su rostro. Sus ojos avellana brillaban en felicidad y amor.

Potter, en cambio, camufló cada una de sus emociones en ese momento en una máscara de granito. Había sonreído a su hija, solo mientras la acompañaba por el pasillo hasta el altar. A continuación, cuando ocupó su asiento en la mesa reservada para la familia, al lado de sus hijos, los Goyle y él, activó su máscara.

Draco había sentido que se tensaban todos los músculos de su cuerpo en cuanto Potter tomó asiento a lado y colocó esa maldita cara de poker. ¿Cómo se atrevía a mirarle de esa forma? ¿Qué le molestaba? ¿Qué la boda se hubiera celebrado en Malfoy Manor? ¿Los arreglos florales, de los que se había ocupado personalmente? Respiró hondo. No debería ser una novedad que Potter pensara que nunca hacía las cosas bien. No debería sentirse afectado. Veía a Potter por el rabillo del ojo, a su lado, erguido y orgulloso, como siempre. La voz del hombre que uniría a su hija en matrimonio distrajo a todos:

—Si nadie tiene una razón por la que no deba celebrarse el matrimonio entre...

Draco deseó poder decir "Yo. Yo tengo una razón. Mi hija es solo una niña." No lo hizo. Lily jamás se lo perdonaría. Unos minutos después, la ceremonia había terminado.

***

Maldición. Harry había tenido que aferrarse a la mesa y apretar sus dientes para no gritar que él tenía una razón para que su hija no se casara, gritarle "el matrimonio juvenil solo termina en divorcio." No lo hizo. No solo por la fría mirada de sus hijos, sino porque la misma Lily lo había mirado y había alzado significativamente las cejas. Y ahora que era oficialmente la señora Goyle, y estaba en su mesa, sacandose fotos, volvió a hacer lo mismo.

De acuerdo, se dijo Harry a sí mismo. Tenía que intentar salvar la situación. Miró a Malfoy y se aclaró la garganta.

—Bueno, ¿y qué tal estás?

Incluso los Goyle se tensaron. Malfoy volvió la cabeza hacia él. Harry estaba seguro que escuchó un clic en su cuello.

—Lo siento, Potter —dijo educadamente Malfoy—. Estaba distraído con Greg... ¿Estabas hablando conmigo?

Harry, se gritó, debes mantener la calma. Esbozó una nueva sonrisa.

—Sí, te he preguntado qué tal estabas.

—Muy bien, gracias. ¿Y tú, Potter?

Harry miró a la mesa de Ron. Lily estaba allí, sacando fotos y echándole una ojeada. Sonrió de forma automática a su hija.

—Muy bien. No puedo quejarme —se obligó a sonreír de nuevo y al ver que Draco callaba, inició de nuevo la conversación—. De hecho, no sé si te lo habrá comentado algunos de los chicos o Lily, pero acabamos de conseguir un importante contrato con una marca para patrocinar mi propio equipo de Quidditch, que ha logrado acceder a la liga.

—¿Acabamos? —preguntó Malfoy en un tono frío como el hielo.

—Bueno, me refiero a Ginny y a mí —aclaró Harry—. Hemos conseguido...

—Cuánto me alegro —lo interrumpió Malfoy de inmediato, sin dejarlo terminar—. Y sí, Ginnevra me lo contó —replicó, y se volvió en dirección a Goyle—. Greg, ¿qué estabas contándome de ese negocio en el que quieres invertir?

Harry sentía que la sangre se le iba a la cabeza. Por educado que pretendiera mostrarse, Malfoy continuaba mostrándose frío y desinteresado como un cadáver. Lo único que tenía era esa belleza inmaculada.

—¡Draco! —interrumpió alguien en la mesa—. Chicos—saludó a sus hijos, Albus, Scorpius y a James. A Harry le hubiera gustado que hubiera sido Ron, pero no, se trataba de... no tenía ni idea. ¿Quién era este hombre?—. Greg, gusto verte —y volvió a Malfoy. El maldito tenía la osadía de ignorarlo.

—Matt —sonrió Malfoy.

¡Merlin, sus hijos le sonrieron a este Matt! James hasta se puso de pie y lo abrazó. ¿Qué carajo pasaba aquí?

—¿Quién es ese tipo? —preguntó Harry sin poder contenerse a Scorpius, que ya estaba en su lugar, porque también se había puesto de pie y lo había saludado como si fuese su tío o algo peor. Su hijo le dedicó una sonrisa antes de mirar a su papá, demasiado ocupado mirando al tipo en cuestión y sonriéndole.

—Ese tipo —dijo su hijo—, es Matt Lovegood, primo y socio de Luna, ya sabes, la madrina de Lily. Tu amiga, y amiga de papá. Y por lo tanto, Matt también es socio de papá —Argh, El Boticario. Malfoy y Luna tenían buena cantidad de su dinero en un boticario importante en el Callejón Diagon.

Harry observó al tipo mientras éste se sentaba al lado de Malfoy. Era un hombre alto y delgado, de cabello, al contrario que Luna, castaño y ojos celestes. Llevaba una túnica azul marina y una pajarita. Era todo sonrisas, y eso estuvo a punto de sacar a Harry de quicio.

—Draco —dijo Matt. ¿Cuántas veces había dicho Draco ya? ¿Cinco?—, una ceremonia muy hermosa.

—Gracias, Matt.

—Las flores son perfectas.

—Gracias, Matt. Son lirias.

—Y la música, la decoración... Todo es maravilloso, Draco.

—Gracias, Matt.

¿Qué cojones?

—Y tú también te ves estupendo, Draco.

—Gracias, Matt —respondió Harry antes que Malfoy abriera la boca. Por el rabillo del ojo vio a Albus hacer una mueca. Draco y Matt giraron sus cuellos al instante hacia él. Harry esbozó una radiante sonrisa—. Es cierto, ¿verdad? —preguntó a Matt, señalando a Malfoy—. Me refiero a su aspecto. Está magnífico.

Malfoy y James lo miraron con una dura advertencia en la mirada que Harry decidió ignorar. Él solo se dejó llevar, inclinándose hacia delante, rodeando los hombros de Malfoy con el brazo y mirándolo a los ojos.

—Es especialmente bonito como has dejado tu cuello al descubierto, cariño, como si fuese natural cuando estoy seguro que has pasado horas ordenándole a tu elfo que le diera ese aire —le dirigió a Matt una retorcida sonrisa mientras seguía hablándole a Malfoy—. Tienes suerte, algunos tipos se fijan en esos detalles.

—¡Potter! —chistó Malfoy con los dientes apretados.

—¡Padre! —lloró Albus, pestañeando violentamente tras sus gafas.

Pero Harry sólo tenía ojos para Matt, que finalmente lo notó, y por supuesto, sus ojos se fueron a su frente, donde estaría viendo su tan característica cicatriz en forma de rayo.

—El marido de Draco, Harry Potter.

—No es mi marido —aclaró Malfoy, sacudiendo el brazo de Harry—. Es mi ex- marido —recalcó—. Oye, Matt, quédate. Después del vals podemos pasar la noche bailando.

Harry sonrió. Casi podía sentir los colmillos de Draco agarrándose como los de un vampiro sediento de sangre al cuello de este tipo.

—¿Me dejas darte un consejo, Matt? —le dijo con falsa amabilidad.

—¡Padre! —le advirtió esta vez Scorpius entre dientes—. Déjalo ya —notó su mano tirar de su ropa, pero Harry lo ignoró y se inclinó un poco más, esta vez en dirección a Matt.

—Draco es un excelente bailarín, pero ten cuidado, cuando bebe mucho Whisky, hay que tenerlo vigilado —le guiñó el ojo antes de mirar a Malfoy—. ¿Verdad, bebé?

Draco abrió la boca y la cerró mientras su hijo James lo asesinaba con la mirada. Harry sabía que estaba cavando su tumba, pero no podía parar.

—¡Padre! —dijo Albus con un susurro estrangulado una vez más.

—¿Cuál es el problema? —intentó preguntar de forma inocente mirando a sus hijos. Merlín, se iba a arrepentir de esto, ¿por qué no se detenía?—. ¿Matt no es primo de Luna? No tenemos que tener secretos para él —volvió a mirar a Malfoy —, ¿no te parece, bebé?

—¡Deja de llamarme así, Potter! Y deja de mentir. No he estado borracho jamás.

Harry sonrió.

—Amor mío, ¿no me digas que ya has olvidado la noche en que nos enamoramos?

—¡Potter!

Harry escuchó una silla correrse y pasos alejándose. Debía ser James. Harry continuó su absurdo teatro:

—Allí estaba yo, un inocente estudiante de cuarto, pensando en mis propios asuntos, era el año del Torneo de los Tres Magos, seguro que sabes lo que fue, Matt. Bueno, estaba bailando con una chica a la que no había querido invitar.

—Por favor, Potter —suplicó Draco.

—Entonces, —Harry siguió—, divisé a nuestra Draco, tambaleándose hacia la puerta del Gran Salón, agarrándose el estómago como si se acabara de comer un montón de caramelos de Hagrid.

—Eso no es cierto —interrumpió Draco—. Pansy me había echado algo en la bebida. Ella quería... —respiró hondo. Carajo, Harry sabía lo que esa chica había querido—. ¿Cómo iba a saber yo...?

En ese momento, fueron interrumpidos por fuertes fuegos artificiales, cortesía de Sortilegios Weasley, no había duda, y dando paso a quien Harry reconoció como el encargado del entretenimiento para la boda.

—... Y ahora —se oyó decir—, el señor y la señora Goyle disfrutarán de su primer baile.

La gente empezó a aplaudir mientras Malfoy le dirigió a Matt, que se ponía de pie, una mirada de súplica, Matt, sin embargo, negó:

—Escucha, es la boda de tu hija, Draco. Te llamaré mañana —lo buscó a Harry con la mirada—. Ha sido... interesante haberlo conocido, señor Potter. Creo que mi prima Luna tenía razón en algunas cosas.

¿Qué?

—Llámame Harry, por favor —le dijo—. No es necesario ser tan formal, teniendo en cuenta todo lo que tenemos en común —susurró antes de llevar su vaso de licor a la boca.

Cuando Matt se fue, Harry descubrió tres cosas al ser capaz de pensar en otra cosa:

Una, los Goyle habían salido huyendo a bailar el vals con los recién casados.

Dos, Albus y James no estaban.

Tres, Scorpius le dijo con una mirada llena de decepción que Albus estaba intentando calmar a James.

A Draco le picaban nuevamente los ojos. Esta vez no por lo hermosa que se veía su hija y la sensación de estar viéndola cometer uno de los peores errores de su vida. No. Draco se enfrentó a Potter.

—No podías haber caído más bajo, Potter —le reprochó.

—Malfoy, escucha...

—No, escúchame tú —lo señaló con un dedo tembloroso—. Sé lo que estás intentando. Sé lo que te propones, Potter. Estás intentando arruinar la boda de Lily porque no he hecho las cosas como a ti te habría gustado.

—¿Qué?

—¡Oh, no disimules! Tú querías una boda pequeña, seguro que en La Madriguera, porque para ti todo debe festejarse allá, para poder invitar a tus importantes amigos.

—¡Estás completamente loco! Yo nunca...

—¡Y baja la voz, Potter!

—No estoy gritando. Eres tú el que...

Draco no lo dejó decir más nada:

—Déjame decirte algo, Potter. Esta boda está siendo exactamente como Lily quería.

La voz del animador rompió el ambiente de nuevo:

—... Los padres de la novia: ¡El señor y el señor Potter!

Las miradas de Draco y Potter volaron hacia el centro de la pista. Alrededor, los invitados comenzaron a aplaudir. Finalmente, como ninguno de los dos se movía, Ron Weasley se acercó.

—Draco, Harry, tienen que bailar el vals junto a los novios.

—No soy ningún señor Potter —masculló Draco.

—No pienso moverme —gruñó Potter entre dientes.

Pero cuando ambos miraron a su hija en busca de ayuda, Lily se limitó a encogerse de hombros, como si estuviera meditando una disculpa mientras Vincent la guiaba en las notas exactas del vals.

—Argh —escuchó a Potter, pero lo vio extender su mano.

—De acuerdo. Acabemos con esto cuanto antes —murmuró Draco, alzando la barbilla y aceptando la maldita mano de Potter—. Realmente te odio, Potter.

—El sentimiento es mutuo, Malfoy.

Con la furia llameando en sus miradas, ambos tomaron aire, intercambiaron un par de civilizadas y falsas sonrisas y salieron a la pista de baile. De reojo, Draco alcanzó a ver a James, brazos cruzados, evitando su mirada, y a Albus y Scorpius intercambiando miradas preocupadas.


Nota: En fin, intentando una dinámica un poco a "como perro y gato" (?

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