I Know Your Secret - (Jenlisa...

By -lwtlilsun-

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❝Jennie Kim, una agente del FBI especializada en investigaciones y rescate, se verá forzada a mantener guarda... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12

Capítulo 6

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By -lwtlilsun-

—¿Entonces me estás diciendo que el omega vendrá a vivir contigo? —no era una pregunta mal intencionada, más bien Lisa estaba un poco confundida.

—Wooyoung, su nombre es Wooyoung —Lisa pasó una de sus manos para limpiar el naciente sudor, y la miró con el ceño fruncido.—. Y sí, la jefa ya me dio el visto bueno. No tiene a dónde ir y la verdad es que me encariñé demasiado con él.

—Está bien... —la alfa asintió.

—Bien, entonces necesito que me ayudes a acondicionar un poco las cosas. Debemos armar su cama, algún closet o algo para guardar las futuras pertenencias y... No sé que más.

Lisa asintió rápidamente. Ató su cabello en un alto moño y colocó una bandana sobre su frente para evitar que algunos mechones se escaparan. Luego, cambió su uniforme por ropa en peor estado y a la cual no le importaría si algo le sucedía.

Su alfa interna aulló en alto cuando su compañera retiró su chaqueta, esa que llevaba sobre sus menudos hombros en todo momento, y una fina camisa de tirantes se hizo presente. Sin esa capa de ropa adicional Lisa podía apreciar a detalle el delicado torso contrario, coronado con una acentuada cintura. Era demasiado curvilínea para tratarse de una beta pero lo atribuyó a la genética que suponía el linaje de Jennie se cargaba.

El departamento de la agente castaña era pequeño pero pintoresco. Contaba con los detalles justos, aquellos que perpetuaban su aura. Libros regados por todos lados, ropa por doquier y tazas de té abandonadas a medio sorbo. Cómo había pensado desde el primer momento, era lindo.

—¡Lisa! —Jennie interrumpió su recorrido con un fuerte llamado.

—Lo siento, ¿por dónde empezamos?

Lo primero fue ensamblar un somier en la habitación continua a la de Jennie, porque sí, Wooyoung contaría con su propia habitación. Luego, se encargaron de colocar un mullido colchón y suaves sábanas de seda.

Por último, Jennie colocó un buró con un florero y varios ejemplares coloridos dentro. Quería que luego de un año de tanta oscuridad y tristeza Wooyoung siempre pensara en volver a su cuarto para encontrar allí algo de alegría.

—¿Qué te parece? —Jennie se recargó en el marco de la puerta mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho.

Lisa se recostó sobre el lado opuesto y le dirigió una mirada cargada de orgullo. Jennie era una mujer tan fuerte, que pese a sus propios problemas continuaba ayudando a los demás.

—Estoy segura que a Wooyoung le encantará.

Jennie le sonrió de vuelta. Pequeñas arruguitas, casi imperceptibles a menos que observaras cada detalle se formaron en las esquinas de aquellos tormentosos ojos celestes. La piel de la mujer castaña brillaba gracias al sudor producido por tanto esfuerzo, aunque tal vez esa solo era una de las causas. Frente a los ojos de la alfa esa beta de comentarios sarcásticos y expresiones pasivas era la mujer más atrayente y estaba comenzando a odiarse por tener que esconder un sentimiento tan hermoso como lo era el amor.

—¿Quieres limonada casera? Podría hacer una receta que solía tomar de niña... —Jennie llevó sus ojos al suelo presa de recuerdos inalcanzables.

—Claro. —Lisa se encogió de hombros para luego seguirla al salón.

Jennie sacó los limones del refrigerador, llenó una jarra con hielo y agua templada y la dejo reposar mientras rebanaba el cítrico. El aroma ácido de la fruta se combinó con el de la alfa haciéndola tragar con dureza. Recién en ese momento cayó en cuenta de que posiblemente el café recién hecho no saldría de los cojines de su sofá, no se despegaría del papel tapiz de las paredes y probablemente tampoco abandonaría sus orificios nasales en un largo tiempo. Algo dentro de su pecho se removió más enérgico de lo que le hubiese gustado.

—Entonces... ¿Con azúcar? —Jennie inquirió luego de un carraspeo.

—Así está bien. —Lisa le sonrió.

Con manos temblorosas, Jennie quiso cortar un último trozo cuando el cuchillo resbaló y terminó incrustandose en la palma de su mano.

Gimió en disgusto y pronto la vista se le nubló cuando mínimas gotas de sustancia viscosa intentaron huir hacia su muñeca.

—¡Jen! —Lisa borró su sonrisa rápidamente antes de desplazarse de dos grandes zancadas hasta la mujer.

—Yo... Estoy bien.

La verdad era que por diferentes situaciones de las cuales Jennie espera nunca más volver a reproducir en su mente, había desarrollado una especie de rechazo a sus propias heridas. Le perturbaba, pese a que su trabajo diario era encontrarse con escenarios decenas de veces más macabros, su sangre era algo que no podía controlar.

Sintió como alguien la elevaba levemente del suelo y volvía a depositarla un par de metros más alejada. No sintió el agua helada caer sobre el punzante corte y mucho menos la toalla de papel que Lisa presionaba.

La loba de Lisa estaba desesperada, confundiendo por completo a la humana. No se suponía que reaccionara de esa manera frente a su compañera de trabajo, por supuesto que la apreciaba pero no para que su primer instinto fuera querer pasar su lengua por la herida para curarla.

Ignorando por completo a su lado animal se aferró a los ideales humanos. Sin embargo, la sangre no dejaba de salir y Jennie cada vez tenía la mirada más perdida.

—Jen... Tranquila, ¿sí? Curaremos tu mano y todo estará bien.

Lisa intentó por todos los medios que el fluido dejara de propagarse pero le era imposible, por lo que se decidió que lo mejor sería llevarla a emergencia.

Jennie no podía caminar, había entrado en una especie de trance que le imposibilitaba todo, simplemente sentía el fuerte aroma alfa apoderarse de sus sentidos intentando tranquilizarla. Por lo que Lisa se apresuró a envolverla en uno de sus abrigos y cargarla hasta el automóvil.

Sintió la cabeza de la beta apoyarse en uno de sus hombros y la pequeña nariz enterrarse en su cuello. Seguro fue un acto inconsciente, pensó Lisa. Jennie no podía sentir su aroma por lo que marcarla sería en vano. De igual manera, y sin que la parte humana se diera cuenta, suaves feromonas fueron expulsadas por la loba interior.

—¡Necesitamos un médico! —Lisa entró vociferando al hospital con Jennie aún entre sus brazos.

Una beta de grandes gafas se acercó hasta ellas con el ceño fruncido.

—¿En qué la puedo ayudar? —preguntó recelosa.

—Mi... Amiga se lastimó haciendo limonada. El cuchilla casi atraviesa su palma. Intenté frenar la hemorragia con primeros auxilios pero la sangre no paraba de salir.

Lisa no sabía porque estaba tan asustada, claro que le había tomado cariño a la pequeña mujercita luego de tantos meses de trabajo contiguo pero había una vocecita en el fondo de su mente que susurraba algo que todavía no lograba descifrar.

—Déjela sobre la camilla dos, definitivamente está mano necesita puntadas. Una médica residente irá a atenderla en un segundo.

Un gruñido amenazó con escapar de lo más profundo del pecho de la alfa, ¿cómo se atrevía a seguir haciéndolas esperar? ¿qué acaso no le importaba que Jennie se desangrara?

Pese a querer quedarse ahí a partirle la cara a esa incompetente médica sabía que la salud de su compañera estaba en riesgo, por lo que siguió el camino que el dedo índice de la mujer indicaba.

—Tranquila, Jen... Pronto tu mano estará bien. —besó castamente su frente y depositó suavemente el cuerpo sobre la camilla.

Los ojitos de Jennie estaban entrecerrados pero se podía apreciar una fina capa de destello lastimoso, tal vez los pensamiento eran demasiado fuertes que necesitaban ser expulsados de alguna forma.

La alfa en ningún momento soltó la mano sana de Jennie, ni siquiera cuando una de las enfermeras la miró con el ceño fruncido por estorbarle en su trabajo, y pronto el procedimiento había concluido.

—Le recomiendo que no haga mucho esfuerzo por lo menos por un par de días, ya que sus puntos pueden soltarse. Puede trabajar pero solo tareas administrativas. Regresen en dos semanas para retirarlos.

Lisa asintió. Frente a sus ojos la beta lucía tan débil que quiso encerrarla entre sus brazos y nunca más dejarla salir, y claro que se arriesgaba a qué varias miradas juzgadoras cayeran sobre ellas pero, ¿qué le importaba? Si a ella lo que realmente le interesaba era lo que un solo par de ojos observara.

Quedando a solas con Jennie, se acercó cautelosa a su lado para no perturbarla aún más. Hace unos minutos, desde que le habían colocado la venda sobre su mano, que la agente había salido de esa especie de trance. Ahora, sin embargo, se encontraba sumamente mareada y no se ubicaba con precisión en tiempo y espacio.

—¿Cómo te sientes? —susurró a la vez que apartaba los plumosos mechones castaño de entre los ojos acuosos.

—Bien... Yo... Tengo que volver a casa... Debo ir a buscar a Wooyoung porque sé que no querrá venir con nadie más.

Jennie lucía fatigada y disgustada con su alrededor. Lo que Lisa no sabía era que los hospitales le traían recuerdos fatales a la pequeña mujer de fanales celestes. Le generaba extrema ansiedad y todo hubiese sido peor si su mente no hubiese bloqueado todo sentimiento ante el peligro aparente.

De igual forma, y pese a la situación actual, en el fondo Jennie seguía recordando que la hora de consumir su dosis de supresores se acercaba peligrosamente. No podía prescindir de ellos y menos ahora que su olfato estaba tan susceptible a delatarla.

—No te preocupes, te llevaré a casa y luego iré por Wooyoung.

La perfecta sonrisa de Lisa la convenció. Al fin y al cabo Wooyoung ya se había acostumbrado a la constante presencia de la alfa pelinegra, por lo que no supondría un problema permitir que Lisa se encargara de la situación.

Jennie asintió lentamente. Al ponerse de pie se tambaleó con lentitud pero el fuerte brazo de su compañera siempre se mantuvo cerca suyo, por lo que enseguida la estabilizó de la cintura.

Caminaron juntas y a paso tranquilo hasta el auto de la alfa. Jennie, por primera vez desde hace tiempo y atribuyéndolo a las horas que tardó en tomar sus supresores, sintió un leve cosquilleo en su pecho. Como si algo la empujara a mantenerse entre los brazos de la mujer que la miraba con ojos surcados por la preocupación. Le sonrió de lado, tratando de tranquilizarse y apagar un poco todo lo que estaba sintiendo dentro de su pecho.

Cómo había dicho, Lisa la dejó en su departamento recostada en el sofá y con una mullida manta sobre sus piernas. Pudo apreciar como la alfa fregaba de rodillas las manchas escarlata del suelo cosa que la sorprendió de sobremanera. Nunca imaginó que una alfa se sometiera a realizar tareas principales de omegas. Lo que Jennie no sabía era que Lisa nunca había crecido con el estereotipo en cuanto a castas se trataba. Sus padres habían omitido todas las críticas sociales y se centraron en criar a sus hijos con toda la amabilidad del mundo, dando como resultado dos increíbles alfas.

Poco después, y con los sentidos de Jennie adormecidos por las fuertes feromonas del café recién hecho, la alfa la dejó a solas para poder ir en busca de Wooyoung.

Recién en ese momento Lisa se permitió un poco de claridad. Su alfa había entrado en crisis total cuando la pequeña beta se lastimó. Sus instintos intentaron dominarla para tomar partido pero, ¿cuál fue el motivo de todo esto? No podía tratarse de simple atracción... Había algo más acechando desde las sombras.

—Buenas tardes, vengo por el omega Jung Wooyoung. —Lisa le sonrió a una de las encargadas.

La chica rápidamente le concedió el paso, presa de la carismática alfa, quien con la misma velocidad recorrió el pasillo hasta dar con las habitaciones del lugar.

Llamó a la puerta con un suave golpe y pronto dos ojos grisáceos la escaneaban de cerca.

—¿Y Jennie? —Wooyoung no quiso sonar grosero, simplemente su modo alerta se encontraba activado.

—Tuvo un inconveniente y me mandó en su lugar. Nos está esperando en tu nuevo hogar. —Lisa nunca abandonó su sonrisa y mucho menos modificó su tono de voz o su aroma, cosa que mantuvo un poco más tranquilo a Wooyoung.

Juntos, pero a una distancia considerable entre sus cuerpos, caminaron el par de calles que separaba el departamento de Jennie del edificio de investigaciones. No hablaron demasiado pero el saber que Wooyoung no se sentía en peligro a su lado la reconfortaba de manera más que suficiente.

—Hola... —Jennie recibió a Wooyoung con un cálido abrazo, ahora mucho más recompuesta.

Wooyoung rápidamente se aferró a ella, en busca de un poco de consuelo y protección ante el aparente peligro que su mente había creado. Fijó sus ojos en Lisa y desde el cuerpo de la agente más pequeña la escrutó.

Lisa cargó la única maleta dentro del departamento y la posicionó a un lado del sofá. Jennie se prometió ir de comprar lo antes posible.

—Puedes ir a recorrer un poco mientras me despido de Lisa —Jennie indicó—. Tu habitación es la segunda puerta a la derecha.

—¿Tendré mi propia habitación? —para este puntos los ojos de Wooyoung eran agua pura y su voz un fino titubeo.

—Claro que sí, necesitarás tu espacio... Y además te lo mereces, eres un buen chico.

Jennie acarició con su mano sana la pálida mejilla para después sentir un pequeño besó en su mejilla. Wooyoung empezó a observar todo con tranquilidad, al fin y al cabo tenían mucho tiempo para eso.

Una vez se quedaron a solas, Jennie se cruzó de brazos mientras sus mejillas se sonrojaban. La atenta mirada de la alfa sobre su cuerpo la estaba poniendo nerviosa, y ni siquiera tenía en claro porque reaccionaba de esa forma.

—Muchas gracias... Por todo. —Jennie le sonrió de lado.

—No fue nada. Me alegra saber que ayudé en algo.

Lisa cerró aún más el espacio entre ellas. Le preguntó con la mirada si podía abrazarla y cuando la agente se lo concedió unió sus pechos. Jennie se sintió desfallecer cuando el fuerte aroma la envolvió, y por más que quisiera quedarse años viviendo ahí dentro sabía que no era algo que se encontrara entre sus posibilidades.

Terminaron despidiéndose con delicados besos en las mejillas contrarias y con una promesa de verse al otro día en la oficina.

Al cerrarse la puerta principal, Wooyoung asomó su cabeza por la que ahora era su habitación. Los cabellos rubios le cayeron en la frente dándole un aspecto angelical, y tal vez eso era para Jennie, un ángel que había sido enviado a guiarla un poco entre tanta neblina, a demostrarle que los omegas valían lo mismo que los alfas y betas, y que con fuerza y un poco de carácter podían llegar a cambiar aunque sea un pensamiento retrogrado.

—Debes decirle cuánto antes. —el omega murmuró.

—No es el momento.

—¿Y cuándo lo será?

—No lo sé... —Jennie se encogió de hombros— Tal vez nunca. Ahora ven aquí, prepararé algo de cenar.

—¿Qué le sucedió a tu mano? —jadeó Wooyoung y corrió a su encuentro.

—Un pequeño accidente, ¿okey? nada de que preocuparse —Jennie removió sus cabellos y los encaminó a la cocina—. ¿Te apetece pasta?

Y así se pasó la noche, entre dos pequeños hombros abatidos por los retos de la vida pero que ahora habían cruzado sus caminos en la búsqueda de un nuevo renacer.


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