Frontera de caza

By katiealone

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Cumplir dieciocho años en la tradicional y poderosa familia Bautista-Montagny es todo un acontecimiento. Y Da... More

Sinopsis
📜 Epígrafe 📜
🩸 Introducción 🩸
1. Los barrios altos
2. Preparativos
3. La caja
4. Sangre
5. En aprietos
6. Culpable
7. Pagar el precio
8. Frente a frente
9. Sangre nueva
10. Primera vez
11. Matamos a un Edevane
12. Bebe
13. S.O.S
14. Primero, las balas
15. Momentos de debilidad
16. La historia según Arabella
17. Nos preparamos
18. Dulce escape
19. Verdades sobre la mesa
20. Tuya
21. Tenemos visita
22. Enemigos
23. En nuestras venas
24. La escena de Jack
25. Sin esperanza
26. Sin lugar en el cielo
27. La cazadora
28. Lo que perdimos
29. Tal vez es tarde
30. Poder ancestral
31. Relish
32. Fugitivos
33. Sin culpa
34. Sombras
36. Sangre de mi sangre [Final]
🧛 Nota de la autora 🧛
🩸 Epílogo 🩸
Extra 1: Lover
Extra 2: Aquella niña perdida
Extra 3: Ternura
Especial de Halloween 2023 [Parte 1]
Especial de Halloween 2023 [Parte 2]
🎨 Ilustraciones para FDC 🎨
😜 Memes 😜
📚 Otras historias de la autora 📚

35. No me sigas

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By katiealone

Por supuesto que todos allí sabían lo que pasaba, que estuvieran encerrados no quería decir que todos sus sentidos se hubieran apagado. No pasó mucho desde que Jack lanzó su amenaza, cuando todo empezó. Los cazadores escucharon las balas, y luego los gritos. Se desesperaban, y se movían inquietos de un lado a otro. En cambio, para ella... Para ella era peor.

Si, podía escuchar lo mismo. Pero también podía oler. La sangre, la muerte. Si bien al inicio la primera sangre derramada que se mezcló con la pólvora fue de vampiro, pronto esta quedó eclipsada por la abrumadora cantidad de sangre humana. Sangre de cazadores. Podía escuchar todo, incluso como algunos cuerpos eran mutilados, como el olor profundo de las vísceras empezaba a disiparse por el ambiente.

Era imposible saber si Danielle o José Alonso estaban allí. Si bien la sensación de peligro era más fuerte que nunca antes, no tenía la certeza de nada. Y si, estaba aterrorizada, sin saber qué decir o qué hacer para escapar. 

No muy lejos de ella, Jack la miraba con una sonrisa llena de burla, seguro de su triunfo. Solo por eso Aliz intentó mantener la compostura, no iba a darle gusto a ese miserable de verla derrotada. Y, un poco más allá, Jerika observaba todo en silencio. Lucía inquieta, y no decidía qué hacer. Era claro que Jack estaba traicionando al clan que ella tanto honraba, pero tampoco podía fiarse de la vampira, eso lo tenía claro.

—¡Vas a pagar por esto, hijo de puta! —gritó Arabella desde su prisión, dando un golpe en la pared hasta quebrarla, pero eso no la liberó del encierro—. Voy a salir, te juro que voy a salir. Me las vas a pagar, lo juro, lo juro... —repetía, intentando convencerse. Jack ni siquiera la miró.

—¡¿Qué demonios tienes en la cabeza?! —exclamó Almeric, intentando sacudir las rejas de su jaula—. ¿En serio creen que vamos a unirnos a su plan de mierda? Van a pagar por esto, no quedará ni uno de ustedes. ¡Tú y esa maldita nueva orden se pueden ir al demonio! ¡Somos sus enemigos ahora!

—No es algo que me preocupe, muchacho —contestó Jack, mirándolo de lado—. ¿Piensas que podrás contra nosotros? ¿Que las amenazas de un cazador significan algo? Vas a colaborar, sí. Tú y la perra que te acompaña se van a rendir.

—En tus sueños, bastardo —respondió el cazador entre dientes. A su lado, Arabella gritó de frustración, pues las cosas en el otro lado parecían empeorar. Y, de hecho, así fue.

La primera en sentirlo fue Aliz, y se paralizó unos segundos. Cruzó una mirada con Jack, y la sonrisa del vampiro se ensanchó. Para él, es espectáculo acababa de empezar. Cuando la puerta se abrió, podría jurar que a todos se les cortó el aire. Era Arthur el que arrastraba a Danielle.

La chica apenas podía moverse, la había paralizado. La veía esforzarse, pero era en vano. Al menos no estaba herida, y a duras penas apretaba su daga. Ni Arthur ni Jack podían tocar esa arma, algo que la creadora de los cazadores ideó, y la única razón por la que no podían quitársela. Aunque, tal como estaban las cosas, no iba a servir de mucho.

—Suéltala... —siseó, mirando a Arthur, quien solo le mostró su sonrisa más diabólica—. ¡Que la sueltes! ¡Suéltala! ¡Suéltala! 

Y así, en cuestión de un segundo, perdió todo su autocontrol. Sus colmillos crecieron, sus ojos brillaron. No podía soportar ver como la lastimaba, saberla indefensa. Si no hacía algo pronto, todo acabaría. ¿Y qué hacer? ¿Qué demonios hacer para salvarla, cuando la magia la seguía bloqueando?

—Tranquila, señorita Drak —dijo Arthur—. Todo esto terminará rápido si colaboras con nosotros.

El brujo cogió a Danielle de los cabellos y la arrastró hasta ponerla frente a Jack. La arrojó ante este, quien sin demorar puso un pie sobre su vientre. La aplastó con su bota, y Dani se quejó poniendo un gesto de dolor. En su prisión, Aliz se removió, y se lanzó contra las rejas que igual la repelieron. No podía salir, solo ver como la maltrataban, y eso empezaba a enloquecerla.

—¿Qué quieres? ¿Qué nos rindamos? ¡Bien, perro asqueroso! Tú ganas, déjala —le pidió Arabella. Apenas había reparado en ella, pero le fue imposible no notar la desesperación en su voz—. Suéltala, trabajaré para la nueva orden. Lo juro, lo juro por mi padre, por mi sangre, por lo que quieran. Pero no la toquen más.

—Me rindo —añadió Almeric—. Se acabó, ya tienen lo que quieren. Somos parte de la nueva orden. —También se rindió. Y ella debería hacer lo mismo, no tenía alternativa.

—Interesante —dijo el brujo, caminando frente a ellos—. Solo que no estoy convencido del todo, han sido muy insolentes. Y lo mínimo que pedimos es algo de respeto.

—Por favor —pidió Arabella, y Almeric repitió lo mismo—. Perdonen mi insolencia, no debí ser irrespetuosa con ustedes. Por favor, perdonen la vida de mi prima, por favor... —rogaba, sí, pero aún se sentía esa rabia escondida en su voz.

Eso no fue suficiente para Jack, él seguía presionando con su bota el vientre de Danielle, quien se retorcía de dolor. Aliz se secó con fuerza las lágrimas, verla así la estaba rompiendo por dentro. Porque a la cazadora le dolía, porque había perdido el control de su cuerpo. Dani apretaba los ojos, intentando aguantar. Pero Jack seguía inconforme, y además de aplastarla, la pateó echándola a un lado.

—¡Detente! —gritó ella, sintiendo que se le desgarraba la garganta. No bastaba con rogar, querían verlos humillados. En especial a ella. Por eso no lo dudó más, se echó al piso, de rodillas.

El orgullo, quizá lo único que le quedaba, se rompió. ¿De qué valía conservar eso? ¿Qué importaba a esas alturas? Jack golpeó a Danielle otra vez, hasta hacerla escupir sangre por la boca. No se conformaba. Se agachó tomando a Danielle de los cabellos, tirándola hacia atrás y mostrando su cuello.

—¿Qué decía, señorita Drak? —preguntó el vampiro—. No la escuché.

—Me rindo, déjela, por favor. Déjala, te lo ruego. Por favor, por favor... —pidió con fervor, sintiéndose desesperada.

No parecían tener intención de parar, quizá sabían que nada de lo que estaban haciendo garantizaba que fueran a colaborar con ellos de verdad. Que por más que aparentaran rendirse ante la Nueva orden, iban a contraatacar. Lo entendió de pronto. No iban a liberar a Danielle, solo los harían rogar y rogar hasta ejecutarla. Luego acabarían con los cazadores, y quizá la mantendrían como rehén para presionar a su clan. Pero en ninguno de esos escenarios Danielle sobrevivía.

—Así que al fin estás aprendiendo a respetar a tus superiores —le dijo Jack, mientras tiraba de los cabellos de la chica con más fuerza. 

Entonces, y para su horror, sacó un puñal. Uno de acero brillante, con una empuñadura antigua que pudo reconocer. Esa era el arma con la que mató a todas esas mujeres en Whitechapel, la que siempre cargaba con él y reservaba para ocasiones especiales.

—Es mi favorita —añadió el vampiro con una sonrisa—. Con esta le corté la cabeza a un cazador. Para humanos es difícil hacerlo con un arma así, pero con mi fuerza... —miró de reojo a Arabella. Se refería a su padre. La cazadora estaba inmóvil, mirando con atención el arma asesina. E intentando contener las lágrimas, consciente del destino que le aguardaba a Danielle. Claro que era lista, y claro que intuyó lo mismo que Aliz.

—Ya te dijimos que serviremos a la Nueva orden —le dijo Almeric—. ¿Qué más necesitas? ¿Nuestra sangre? ¿Algún pacto de magia? Lo haremos, pero detente. No es necesario, no tienes que...

—Un maldito cazador no me dirá qué hacer —interrumpió Jack. Su voz, a pesar de intentar sonar calmada, escondía la molestia en cada palabra—. ¿Acaso crees que ya rogaste lo suficiente?

—¡¿Qué demonios quieres entonces?! ¡¿Qué quieren?! —gritó Arabella, ahora mirando a Arthur, pero este también se mostró inflexible.

—¿Sabes qué hice con esto, angelito? 

Lo escuchó con claridad, y podría jurar que sintió como si le hirviera la sangre. Jack le habló al oído a Danielle, burlándose. Esa palabra en los labios de ese maniático le daban arcadas, y odió  que supiera todo. Cada detalle de su relación, incluso como la llamaba. Quería lastimarla de verdad, y lo estaba consiguiendo. Con Diego se llevó la mitad de su alma, y no se rendiría hasta hundirla hasta el fondo.

—Esto estuvo dentro de tu prima, ¿se llamaba Magdalena? Si, eso creo. —Jack siguió hablando. Paseó la navaja por el rostro de Danielle, misma que puso a la altura de su cuello—. ¿Sabes lo que más me gusta? Sentir la sangre caliente mojar mis manos, aunque lo que más disfruto en verdad es hundirme en la carne, hacerme paso en las vísceras, y a veces sacarlas a la luz. Creo que lucen más lindas fuera del cuerpo, tienen un aroma peculiar casi encantador...

"Lo va a hacer", se dijo Aliz, sintiéndose de verdad al borde del colapso. Danielle no podía ni moverse, ni hablar. Pero su cuerpo reaccionaba por instinto. Los ojos los tenía empañados por las lágrimas, los labios le temblaban. Y así, en ese lamentable estado, la miró. Se miraron. 

Si alguna vez dudó, si de su boca salieron palabras y acusaciones hirientes, le dolió recordarlo. Ella, su ángel, la miraba como si fuera la despedida. Tal vez hasta ella era consciente de que así sería. La miró con pena, y sus ojos parecían rogarle algo. ¿Ayuda? ¿Una palabra de adiós? ¿Qué podía darle cuando todo parecía perdido?

Hizo un esfuerzo, y le dolió la cabeza. Un mareó fuerte le nubló la vista un instante. Apenas habían pasado unas horas desde que usó su poder ancestral, y hacerlo otra vez significaría su condena. No resistiría el esfuerzo, quizá colapsaría antes de terminar. Por eso tenía que hacerlo bien, ser firme y no fallar. Solo tendría una oportunidad para ser contundente y acabar con eso.

Tenía que hacerlo. Ya lo vivió una vez, y tuvo varios siglos para sufrir y superarlo. No pensaba pasar por eso otra vez, no iba a dejar que ella pagara por una guerra de clanes en la que nunca quiso estar.

Porque si la dejaba morir, seguir viviendo no tendría sentido.


*************


La hoja estaba fría, era muy consciente de eso. Y también podía evocar con claridad como encontró el cuerpo de Magdalena, y tuvo miedo. Mucho. No quería morir así, no quería que la ejecutara delante de ellos, ni sentir ese dolor. No quería que su muerte le diera placer a Jack, no quería ser una más en su lista de asesinatos. 

¿Qué hacer? Era el brujo quien con su poder la mantenía quieta, y este no se distraía. ¿De qué valía tener la daga en su mano? Cuando la magia la paralizó, ella la apretaba mientras era arrastrada fuera del almacén de la muerte. Y así se quedó, esperando su turno. Uno que no iba a llegar.

—¿Qué se sintió matar a un Edevane? ¿Valió la pena?— sururró ese vampiro a su oído. Nunca lo había visto, pero con lo que dijo le quedó muy claro que se trataba del destripador—. No solo vine por la nueva orden, ¿sabes?

"Solo hazlo y deja de hablar". Ya no quería escuchar a Arabella llorar y rogar, a Almeric intentando negociar. A Aliz mirándola con dolor, sufriendo cada instante. Al menos se iría mirándola a los ojos, y eso era mejor que lo que pudo pasarle en la masacre del almacén. Pero entonces, Aliz apartó su mirada de ella, cosa que la desesperó. ¿Por qué? ¿Por qué lo hacía? ¿No quería verla? "Por favor, Aliz... Por favor..."

Todo pasó a la vez. El golpe le llegó por sorpresa, pero con un gran dolor. El puñal se clavo allí, directo en su vientre, lastimando sus entrañas, destrozándola por dentro. Solo que a Jack no le dio tiempo de más, ni siquiera de removerlo. Escuchó el grito de Arabella, pero también el de alguien más.

—¿Pero que...? No, no, no... detente... ¡Deten...!

Esa fue la voz del brujo. Y lo siguiente, lo que quedó de él. No sabía cómo pasó, solo que escuchó una explosión que los cogió de sorpresa a todos. En medio de su dolor, con el puñal hundido en ella, quiso girar a ver. Lo intentó... ¡Y pudo hacerlo! ¡Ya podía moverse! El brujo murió, y ella podía, podía...

La situación era confusa, sí. Ni siquiera Jack reaccionó a tiempo por lo increíble que era todo. La primera en hacer algo fue una vampira, la había visto esa noche en el ataque en el bosque de los olivos. De pronto corrió, y arrancó una de las rejas. Justo donde estaba Arabella. Incrédula, y manchada de la sangre y restos del cuerpo del brujo, su prima dio unos pasos. Era libre. Todos lo eran.

—¡¿Qué haces, estúpida?! —le gritó Jack. E, intentando detener a la vampira, la soltó.

Ese fue su error.

Danielle sabía que igual ese sería su fin, sabía que se estaba desangrando. Pero no podía perder esa oportunidad. Cuando Jack la soltó, ella apretó fuerte la daga. Y la hundió en su espalda.

El vampiro intentó sacudirse, pero ya era muy tarde para él. La cazadora cayó de espaldas, lo escuchó gritar. Cerró los ojos, sabía que la muerte roja lo mataba, que al fin estaba recibiendo su merecido. Y ella, a pesar de sentirse cada vez peor, también notó como las marcas crecían en su piel. Más grandes esta vez, más profundas. Después de todo, acababa de matar a un vampiro que fue convertido por un hijo Edevane. "Ahora si... Ahora si papá estará orgulloso..."

—¡Dani! —La voz le sonó lejana, los párpados le pesaban. Tenía frío, temblaba. Alguien sostuvo su cabeza, y con esfuerzo intentó mirarla. Era Arabella—. No te duermas, por favor. Quédate aquí, respira despacio. Vas a estar bien, vas a estar bien... —repetía, aunque sabía que no era cierto.

—¿Me voy a morir? —preguntó, sintiéndose estúpida. Ya casi no percibía el dolor en su vientre.

—No, no... Tú no, tú no...

Cerró los ojos otra vez, aunque intentó mantenerse despierta. Todo era confuso, incluso los sonidos. Le parecía escuchar su nombre, gritos, voces dando órdenes. Cuando volvió a abrir los ojos, el escenario había cambiado. José Alonso estaba allí, sosteniendo a Aliz. Solo por eso se esforzó en mantenerse despierta. Ella tampoco lucía bien, ni siquiera podía caminar.

Sus ojos antes violetas, de pronto parecían llenos de sangre. De hecho, así era. Al mirar bien, notó que lloraba sangre, que parecía mareada, a punto de colapsar. José Alonso le secó la sangre del rostro, y cuando la vampira intentó dar un paso, acabó cayendo de rodillas. Pero no dejó que su hijo la ayudara otra vez, al menos no por unos segundos. Se acercaba a ella, casi arrastrándose, y solo entonces Alonso quiso detenerla.

—¡No puedes! ¡No vas a resistir más! —gritaba él, desesperado.

—Déjame... Tengo que... Que hacerlo —contestó, casi al tiempo que llegaba a su lado. Aliz llevó una mano a su rostro frío, y lo acarició despacio. Al fin entendía lo que pasó, que ella los salvó a todos a costa de su vida. Hizo explotar al brujo, quien sabe cómo. Solo tenía claro que ya no tenían mucho tiempo.

—Aliz... —murmuró. No podía creer que le quedaban fuerzas para hablar.

—Mi ángel —dijo ella, mientras aún acariciaba su mejilla. También apretó su mano, y ella la imitó con debilidad—. Perdóname. —No contestó, no porque no quisiera, sino porque ya no podía. Solo confió que leyera en su mirada la respuesta, que entendiera lo que quería decirle, lo que sentía. Tenía que esforzarse, tenía que hacerlo. Sobre todo porque era la última vez.

—Ya no te odio —respondió, y la vampira sonrió a medias—. No quise...

—Shh... No digas nada —le puso un dedo sobre los labios. Danielle cerró los ojos cuando sintió su beso, uno suave y hasta tierno. Como jamás pasó entre ellas. 

Siempre fue en medio de la pasión, por arrebatos, en momentos donde el deseo las dominaba. Pero esa vez tenía la sensación de que le acariciaba los labios, que la confortaba. No imaginó que el último beso sería así. Y tampoco imaginó que, cuando aún estaba embelesada por ese beso, sentiría sangre en la boca.

Al abrir los ojos, notó que la vampira se había hecho un corte, y mojó sus labios con su sangre. Cuando volvió con su familia y entrenó con Arabella, su prima le dijo que la sangre de los vampiros tenía poder. Ellos podían resistir heridas y regenerarse con cierta rapidez, por eso su sangre podía curar. Solo que no siempre era así, en heridas mortales como la de ella, tendría que beber mucho. Y Aliz no estaba en condiciones de soportarlo, eso era obvio.

—No quiero... No quiero que te mueras —respondió Danielle. La vampira olvió a abrirse el corte y lo acercó más a su boca, casi forzándola a tomar.

—Bebe —le dijo, como si fuera una orden. No quiso al inicio, intentó resistirse—. Muchacha idiota, no va a funcionar si estoy muerta, ¡solo bebe mi maldita sangre!

—Pero...

—Moriré de todas maneras, déjame salvarte, maldita sea. ¿No puedes obedecerme al menos una vez...? 

No terminó de hablar, la notó mareada. José Alonso la sostuvo de los hombros, y la sangre que hacía un momento salía de sus ojos, volvió a caer en forma de gruesas lágrimas. 

—Aliz...

—Solo me queda la vida para darte. Así que bebe y acabemos con esto.

Aliz presionó de nuevo la herida contra sus labios, la sangre seguía manando, aunque otra vez en menor cantidad. La única forma de mantener abierto el corte era sorbiendo. La vampira no se rendía, la tercera vez que se abrió la herida, fue más grande. No tenía voluntad de oponerse, solo le quedaba pasar la sangre para no atragantarse. Y, mientras lo hacía, Aliz seguía apretando su mano.

En medio de toda esa confusión, Danielle miró a quienes la rodeaban. Lanslet no estaba, ¿había sobrevivido? Le hubiera gustado darle las gracias, si no fuera porque le regaló esos anillos de garra, hubiera muerto en la oscuridad del almacén. Almeric tampoco estaba, ¿le había pasado algo? Lo escuchó rendirse, rogar para que le perdonaran la vida. No lo esperó de él, creyó que era tan indiferente con ella como los demás Montagny.

También miró a Arabella, quien se mantenía de rodillas a su lado. Poco podía hacer, si eso no funcionaba, no habría forma de sacarla a tiempo para que la atiendan en algún hospital. Al menos ya no se veía desesperada como al inicio, ¿acaso pensaba que podría salvarse? Porque ella no lo creía. No se sentía ni un poco mejor.

Y miró a Aliz, quien le seguía dando su sangre. Ya no le apretaba la mano como antes, ella también estaba débil. La vampira se detuvo, apartándose un poco. Cuando Dani quiso decirle algo, esta se derribó sobre ella, posando la cabeza en su pecho. Apenas respiraba, y estaba casi tan fría como un cadáver. Parecía quejarse, tampoco la escuchaba con claridad.

Casi de forma inconsciente, Danielle estiró la mano a la altura de la cabeza de la vampira, y le acarició los cabellos. Solo entonces fue consciente de que la herida del vientre ya no le dolía, o tal vez estaba tan cerca de la muerte que no lo percibía. Los ojos se le llenaron de lágrimas, no quería morir así, no quería que ese fuera el fin.

—No me dejes —le susurró la cazadora.

—No me sigas —contestó Aliz. Danielle ahogó el llanto, y la rodeó con sus brazos. La abrazó tan fuerte como pudo, que no era mucho en realidad.

Se le quedaron atoradas las palabras. Una despedida, tal vez. O decirle que había descubierto que sí se querían, que no podían existir la una sin la otra. Tanto que pudo decir, que expresar. Perdones, cariño, adioses. Pero todo quedó ahí, sin segundas oportunidades. Así se fue, con solo cerrar los ojos.



***************

Adiós, me voy a esconder en el bunker de las escritoras genocidas

EN CUALQUIER MOMENTO DE LA SEMANA SE PUBLICA EL FINAL, ATENTAS



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Adaptacion de The Stripper (Traducción) Escrita por @SheWantsFlorencia traducida por by camilipstick