Yuanfen (BINGJIU)

De KumikoKazami19

2.1K 192 70

Tras arreglar las cosas y decidir empezar de nuevo, Shen Qingqiu y Luo Binghe comienzan a forjar una nueva re... Mais

2
3

1

798 66 14
De KumikoKazami19

缘份

Yuán Fèn

Principio que define

esos amores que

nacieron predestinados.

Luo Binghe había torturado a Shen Qingqiu. Lo había desmembrado y torturado hasta perder el interés después de quince años. Quince años teniendo al hombre bajo su poder, quince años buscando conseguir algo de él que jamás obtendría. Buscando una mirada, un reconocimiento, una palabra de cariño. Algo de su shizun, algo que le dijera que lo quería, que Luo Binghe era importante para alguien.

Jamás lo consiguió y al final lo dejó ir. Libre de todo, libre de él. Shen Qingqiu se marchó lejos, buscando un hogar ya que CangQiong había sido convertida en nada. Terminando en el Pabellón Rojo Cálido, donde Luo Binghe lo encontró tiempo después. Buscándolo luego de añorar su presencia y de recibir una visita inesperada en su mundo. Otro Luo Binghe, otro Shen Qingqiu, ambos con una relación que él envidiaba. Buscar a su shizun no tenía otro propósito más que volver a tenerlo cerca y ganárselo, conseguir su amor. Pedirle que fuera su estratega en parte había sido una excusa, una forma de ocultar sus verdaderas intenciones. Pero él aceptó, llevando cinco niñas más con él, como parte del trato ya que no aceptaría a su servidumbre para ser atendido.

Luo Binghe lo aceptó todo con tal de tenerlo cerca. Incluso, a medida que los planes de Shen Qingqiu funcionaban y él avanzaba en su conquista de territorios, lo llenó de regalos y beneficios. Amplió la zona en donde Shen Qingqiu se quedaba con las niñas y les dio libertades que otros miembros de su familia ni siquiera tenían. Incluso había plantado bambúes jóvenes en un inmenso jardín destinado a esas seis personas, para que disfrutaran del aire libre. Sin embargo, años después, cuando Shen Qingqiu fue mucho más beneficiado que sus esposas e hijos, ambos pelearon.

Shen Qingqiu le reclamó el haber matado a Yue Qingyuan, alegando que si el odio de Luo Binghe era por lo que le había hecho, entonces debió haberse limitado a torturar solo a Shen Qingqiu, recordándole que a pesar de todo, Shen Qingqiu jamás usó a nadie más para herir a Luo Binghe, limitando su odio solo al niño. Claro que Binghe hizo su reclamo, pero en medio del intercambio, Luo Binghe se dio cuenta de que durante muchos años, no supo qué estaba haciendo.

Luego de eso, se distanció de Shen Qingqiu por más de un año. Su mente sin dejar de pensar en todo lo que habían hablado y preguntándose una y otra vez qué era lo que realmente quería. Tardó más de un año, pero al llegar a una conclusión, habló con Shen Qingqiu y le pidió disculpas por lo que le había hecho. Shen Qingqiu no se disculpó, no pidió perdón, pero Binghe ya esperaba eso de todas maneras. No importaba. Al final, luego de una charla, ambos acordaron empezar de nuevo desde cero, sin olvidar el pasado, pero no dejando que eso nublara su futuro.

Ambos decidieron volver a empezar, una nueva relación para curar sus heridas y llevar adelante una buena relación. Aunque solo fuera una relación de emperador y estratega.

Era mejor que seguir con la relación de odio que habían tenido.

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

Como decidieron volver a empezar con su relación, Luo Binghe fue considerado y decidió no ser asfixiante. Sabía que podía llegar a ser pegajoso y molesto si quería mucho a alguien, pero también sabía que eso no era del agrado de muchas personas. Creía que era algo bueno, perder su dignidad solo para complacer el ego de alguien no parecía ser del todo un buen método para conseguir una buena relación. Así que decidió ir lento.

Considerando que Shen Jiu valoraba su espacio y disfrutaba de la tranquilidad, decidió visitarlo una vez a la semana, sacando de lado sus visitas para hablar sobre los planes que el erudito tenía.

Cada visita no tenía el objetivo de enamorar a su antiguo shizun, sino de conocerlo y al menos llevarse bien con él. Forzar algo que el destino no tenía planeado para él solo generaría más dolor. Era mejor permitir que fuera el destino quien lo guiara todo esta vez. Desafiarlo no le trajo cosas buenas a su vida.

Durante sus visitas, normalmente jugaban weiqi. Jugar con Shen Jiu era divertido porque al haber sido maestro de QingJing su habilidad en el juego era realmente buena. Sus partidas podían durar horas y difícilmente sabían quién ganaría.

En sus primeras partidas, apenas y hablaban algo, haciendo vagos comentarios por la tensión del ambiente. Pero a medida que avanzaron los meses, esa tensión desapareció y ambos se acostumbraron a jugar en silencio, a veces cortándolo con conversaciones casuales. Nunca hablaban sobre nada lo suficientemente profundo sobre el otro. Nunca nada del pasado íntimo del otro. Solo algo que habían visto o descubierto días anteriores. A veces Shen Jiu comentaba sobre los avances de las niñas con los instrumentos musicales o la pintura, incluso solía hablarle de sus avances en el cultivo. Luo Binghe, en cambio, le hablaba sobre los nuevos secretos descubiertos en una aldea o pueblo conquistado. Pequeñas cosas que no sabían pero que podían mejorar mucho lo que ya tenían. También le hablaba sobre lo ruidosa que eran algunas de sus esposas. Era entonces cuando Shen Jiu se burlaba de él y le decía que ese era su castigo por lujurioso. Binghe aceptaba la burla y reconocía que sí, ese era su karma.

No obstante, ocho o nueve meses después, cuando fue para una partida de weiqi, se encontró con que Shen Jiu no estaba. Buscó a las niñas, tocando las puertas de sus propias habitaciones, pero ellas tampoco estaban. Extrañado por la repentina desaparición, y preocupado porque alguna de sus esposas estuviera involucrada nuevamente con algún plan contra alguno de ellos, Luo Binghe prácticamente corrió por todo el sitio que habitaba Shen Jiu y las niñas, terminando en el enorme jardín.

Un suspiro de alivio salió de sus labios cuando los vio ahí, las cinco niñas practicando la espada. Caminando lentamente, se acercó a Shen Jiu que estaba sentado en el pasto observándolas practicar.

—Veo que has comenzado a enseñarles la espada—comentó llegando a su lado y sentándose en el suelo también.

—Creí que ya era momento—respondió Shen Jiu sin sacarle los ojos de encima a las niñas—. Además, el día hoy es inusualmente hermoso.

Binghe asintió y observó a las cinco niñas, que ya no eran del todo niñas, practicar movimientos de espada. Los mismos movimientos que alguna vez vio en Qing Jing. Lo mismo que alguna vez enseñó en la secta, Shen Jiu se los estaba enseñando a ellas. Era justo, en un mundo donde la mitad de su población eran demonios, cinco muchachas como ellas tenían que tener las herramientas justas para poder defenderse.

Un mundo donde tanto humanos como demonios convivían, era un mundo de caos. Solo pocos lugares eran seguros y solo eran aquellos cercanos a sus palacios. Las demás aldeas o pueblos eran un desastre diario. Binghe no se había interesado en eso antes, pero ahora que lo pensaba, quizás se había equivocado al permitir que los demonios habitaran con los humanos. Eran dos razas completamente diferentes que habían estado bien conviviendo cada quien en su mundo, juntarlas solo había sido una receta para el desastre. Incluso el mundo y sus tierras habían cambiado demasiado al fusionarlos. Todo destruido para ¿qué? No había conseguido nada haciendo todo esto.

—Tao-er es muy buena—elogió viendo a la joven de trece años realizar los movimientos de espada con precisión.

—En algo debía serlo. Su caligrafía todavía es muy pobre y su técnica de guqin no es muy fluida. Al menos se lleva mejor con la espada y la meditación.

—Podrían practicar conmigo, si Shen Jiu me lo permite, por supuesto.

—¿Un humilde estratega como yo tiene permiso siquiera de negarle algo al emperador?—preguntó Shen Jiu, su vista nunca apartándose de las cinco muchachas frente a él.

—Lo tienes—respondió sin dudar Binghe.

Shen Jiu se mantuvo en silencio, solo observando a las niñas practicar. Viéndolas mover la espada según como les había enseñado. Repitiendo una y otra vez los mismos movimientos hasta hacerlos parte de su rutina. Hasta que se volviera parte de ellas.

Las niñas siguieron moviéndose, como pimpollos persiguiendo al sol, cuando Shen Jiu volvió a hablar.

—En unos meses, cuando su práctica avance.

Binghe sonrió, mirando a Shen Jiu.

—Lo creo justo.

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

Durante los meses que siguieron, Luo Binghe no solo enfocó su atención en las cinco muchachas que cultivaban en su palacio o en el hombre con el que jugaba weiqi, también lo hizo en otras cosas en las que había estado pensando. Por ejemplo, su gran harén olvidado y sus innumerables hijos. Con ninguno ya tenía el contacto que había estado teniendo, incluso a pesar de que XinMo le exigía sexo y sangre para mantenerla callada, solamente le brindó sangre. Matando tantas bestias y formando parte del ejército para callar la horrible voz de la espada que le exigía follar o matar. Como no estaba de humor para tener algo con sus mujeres, decidió que lo mejor era asesinar.

Durante el tiempo que estuvo pensando en eso e ignorando las peticiones morbosas de XinMo, Luo Binghe visitó a los hijos que había enviado a otro palacio. Los muchachos y muchachas que lo recibieron eran prácticamente desconocidos para él, hijos e hijas con los que no tenía ningún apego. A pesar de ser su propia sangre, Luo Binghe se dio cuenta de que no podía fingir ser un buen padre si al final de cuentas no quería a ninguno de sus hijos. ¿Cómo era posible querer a alguien a quien nunca deseaste tener?

No lo dijo en voz alta, solamente decidió no regresar de nuevo al palacio. A sus hijos, que todavía habitaban en el mismo techo que Shen Jiu, tampoco fueron visitados. Si esos niños lo querían o no, realmente no podía buscar que le importara. Era simplemente difícil tener que relacionarse con personas que, para empezar, no quería relacionarse. Menos con personas que esperaban algo de él. Sus hijos esperaban reconocimiento y amor de él, no muy diferente a lo que él mismo buscó de Shen Jiu cuando era más joven.

Mierda, en verdad se había convertido en una mierda. ¿Qué se supone que podía hacer por ellos ahora?

—Creo que deberías ser sincero con ellos, hablar sobre esto para que sean libres y no esperen nada de ti. Después de todo, dudo mucho que alguno de ellos sea tu sucesor—dijo Shen Jiu una tarde mientras jugaban weiqi y Luo Binghe le contó sus problemas.

—Se molestarán mucho, les dolerá.

—Les dolerá más si no les dices nada y dejas todo a interpretación de ellos—los largos y blancos dedos callosos de su shizun tomaron la taza en la que bebía té—. No los quieres ni a ellos ni a sus madres, ¿no es mejor liberarte de esa carga y permitir que sean libres? Libera a tus hijos del peso que tienen por ser tus hijos. Tú mismo has visto como se matan entre sí por agradarte y ganar algo que seguramente a más de la mitad no le interesa, solo llevados por sus propias madres. Deja que ellos mismos elijan su propio camino.

Binghe agregó una ficha al tablero de weiqi, mientras pensaba. Liberar a sus hijos de ese enorme peso, quitarles la carga de tener que ser lo que sus madres querían para ganar su aprobación y ser sus sucesores. Sus madres se peleaban entre ellas y muchas veces hacían que sus hijos se pelearan entre sí por rencores de ellas o para demostrar que sus hijos eran mejores. Todos ellos vivían constantemente agobiados, queriendo ser los sucesores justos que llevarían la corona cuando Luo Binghe ya no estuviera. Todos ellos marionetas de sus madres.

Shen Jiu agregó otra ficha blanca al tablero. Sus ojos fijos en el juego.

—Si las cosas siguen así, no ganarás más que problemas—comentó el hombre, Binghe agregó una ficha negra—. Si dejas que se sigan matando entre sí, solo ganarás grietas difíciles de cubrir. Y si más grietas se suman a la base, entonces menos sólida es y más propensa al declive se vuelve. Y eso solo llevará a que tu imperio se caiga a pedazos—Shen Jiu agregó una ficha blanca—. Gané.

Luo Binghe miró el tablero. Sin ningún error, su antiguo shizun había ganado la partida. Miró las fichas blancas, rodeando las negras y cortando sus posibilidades de tener la victoria. Todas estratégicamente colocadas para encerrarlo y triunfar.

—Juguemos otra partida.

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

Sabía que reunir a sus hijos no sería sencillo. Tenía unas docenas de ellos repartidos en su palacio y otros palacios porque ya no había espacio en el principal. Los más grandes ya tenían veinte años o un poco más. Los más jóvenes tenían entre ocho y nueve años. Muchos de ellos se veían claramente enemistados con otros. Solo unos pocos eran neutrales y parecían desconcertados de tener esa repentina reunión. Desde que nacieron prácticamente no habían estado tan cerca de su padre como ese día.

Ninguno habló, esperando que fuera Luo Binghe quien hablara primero.

—Antes que nada, lo que diré a continuación afectará a todos ustedes, pero solo espero que sean lo suficientemente inteligentes como para comprender a este emperador—todos lo miraron, expectantes de sus palabras—. Este emperador ha decidido liberarlos a todos de su relación conmigo.

Hubo desconcierto y sorpresa. Solo sus hijos mayores se animaron a decir algo.

—¿Qué quiere decir con eso, padre?

—Desde el inicio, este emperador estuvo perdido en su camino y solo siguió adelante por mera supervivencia. No supe lo que hice por demasiado tiempo, pero ahora lo sé y por eso estoy tomando esta decisión. Sé que muchos de ustedes han sido influenciados para competir entre ustedes mismos para ganar mi favor y ser mi futuro sucesor. Cuando la verdad es que no estoy interesado en tener ningún sucesor porque no estoy interesado en cederle el poder a nadie. Mucho menos a personas en las cuales no confío—Luo Binghe suspiró, sus palabras serían crueles pero ellos debían escucharlo—. No puedo confiar en mis hijos, principalmente porque fallé en mi papel de padre y jamás lo cumplí. Y tampoco puedo esperar en que mis hijos confíen en mí.

—Pero padre—dijo una de sus hijas—, yo confío en usted.

—Confías en alguien a quien no conoces. Cometes el mismo error que yo cometí. No lo hagas—dijo Binghe, sus puños apretados—, solo te lastimarás.

—Padre, ¿qué significa todo esto?—preguntó uno de sus hijos, el que había heredado el temperamento de su madre, Sha Hualing— ¿Esto es influenciado por esa escoria de Shen Qingqiu? ¿Qué hizo ese hombre para hechizarte?

—Luo Huojian, detente y no seas como tu madre—pidió gentil pero severamente—. Por esos errores ella terminó en el Palacio de Invierno. No seas igual que ella, piensa correctamente y deja a este emperador continuar.

A su lado, Luo Mingfen, su hijo con Liu Mingyan, tomó la manga de su hermano y lo hizo sentarse de nuevo. Una mirada bastó para que Luo Huojian se quedara callado y lo dejara continuar.

—Esta competencia que muchos tienen entre sí gracias a la presión de sus madres no es sana y no es lo que deseo para ustedes—Binghe apretó sus puños—. Nunca fui un buen padre, ni siquiera supe cómo serlo y solo dejé que sus madres se encargaran de sus crianzas. No merezco ser llamado padre por ustedes ni reconocido como tal. Este error que cometí al no preocuparme por ustedes es inaceptable. Por eso, la única manera que he encontrado de compensarlos a ustedes es liberándolos de esta carga que significa ser mis hijos—hizo una pausa antes de seguir—. Este emperador no es capaz de mentir y fingir ser un buen padre para ninguno de ustedes. Así que como soy incapaz de ser su padre, he decidido que lo mejor es que cada uno de ustedes sea capaz de tomar el camino que deseen, sin la necesidad de ser mis hijos. He sabido que más de uno aquí no desea tener el papel de emperador o emperatriz una vez yo ya no quiera serlo. Sé que aspiran ser más que eso y muchos son limitados por sus propias madres. Así que, por favor, como único y último consejo que puedo darles como padre, solo sigan sus caminos. Sean libres de hacer lo que deseen, de ir donde deseen. No limiten su vida a los deseos de sus madres. No ganarán nada con eso.

Todos se quedaron en silencio. Podía ver alivio en algunos rostros, en otros veía solamente neutralidad y en pocos molestia. Sabía que algunos de sus hijos deseaban el puesto de emperador, completamente influenciados por sus madres. Pero Luo Binghe no iba a mentirles y prometerles algo que jamás tendrían. Él no cedería el poder y no se arrepentiría de matar a su propio hijo si este quería sacarle el puesto a la fuerza. Un hijo capaz de llegar a ese punto por poder, claramente no valoraba a su padre. Y por ese motivo, Binghe no sería piadoso.

Levantándose de su asiento, Binghe decidió regresar para seguir con lo que debía hacer: deshacerse de su harén. Le tomaría tiempo que sus mujeres se fueran del palacio o dejarlas en otros lugares, pero si quería hacer las cosas bien, entonces solo esto era lo que podía hacer.

—Mi Señor—llamó una de sus hijas, una que se había mantenido neutral todo este tiempo—, esta Huafan comprende la decisión de Mi Señor y agradece esta oportunidad. Pero esta tiene una petición que hacerle.

—Te escucho.

—Independientemente de lo que elija con mi madre, esta desea quedarse en el palacio para poder entrenar y ser una cultivadora justa. He visto desde mi habitación a las cinco muchachas que Shen Qingqiu entrena casi a diario y quisiera hacer lo mismo que ellas, si Mi Señor me lo permite.

—Si es el camino que deseas, entonces este emperador te permitirá quedarte en el palacio para entrenar.

—Mi Señor—habló otra de sus hijas poniéndose de pie, a su lado su hermano se levantó con ella—, nosotros deseamos lo mismo. Por favor, permita que nos quedemos aquí a entrenar.

Luo Binghe se giró, viendo que unos cuantos de sus hijos se habían puesto de pie.

—Los que deseen quedarse para entrenar y cultivarse, son todos bienvenidos a quedarse. Solo espero que sepan que sus madres posiblemente no se queden aquí aunque ustedes lo estén.

—Sí, Mi Señor—respondieron algunos, inclinándose hacia adelante.

Su hijo Huojian se mordió el labio inferior, a su lado Mingfen se mantenía de pie, al parecer decidido a cultivar el camino justo.

Sin más distracciones, Luo Binghe se marchó y se encaminó a hablar con su asesor para que reuniera a todas sus esposas y concubinas.

Era hora de deshacerse de su harén.

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

—Binghe—llamó Shen Jiu mientras jugaban una partida de weiqi—, ¿alguna vez entrenaste a alguno de tus hijos?

La pregunta tomó desprevenido a Luo Binghe, y fue por eso que colocó su ficha negra en un lugar que no debió.

—No, nunca entrené a ninguno. ¿Por qué?

—Bueno, en ese caso no puedo culparte por la pobre técnica de camuflaje que tus hijos tienen. Deben pensar que no me doy cuenta de que están cerca, viendo a mis niñas entrenar.

Oh, sí. Desde que Luo Binghe se deshizo de su harén y envió a muchas de sus mujeres fuera del palacio, algunos de sus hijos se quedaron y decidieron que lo mejor que podían hacer era espiar las clases de Shen Jiu. Sus hijas, sobre todo, estudiaban a la distancia, fuera del bosque de bambú, empleando cualquier método para escuchar las enseñanzas de Shen Jiu y aprender las técnicas de espada. Algunas incluso querían aprender las técnicas de guqin o pintura que veían usar a las cinco discípulas de Shen Jiu.

Todos parecían interesados en aprender con Shen Jiu, pero el mismo Shen Jiu no estaba interesado en enseñarles. No sabía si porque eran hijos de Luo Binghe o porque no sabía que habían metido sus madres en su cabeza durante su crianza. Posiblemente un poco de ambas. En todo caso, no permitía que ellos ingresaran y por eso, todos estudiaban fuera de la matriz.

Algunos de sus hijos, como Huojian, se habían ido con su madre al Palacio de Invierno. Otros terminaron en palacios cercanos, solo unas dos docenas aproximadamente se quedaron para ser cultivadores justos. Mingfen era uno de ellos. Su hijo con Liu Mingyan había optado por quedarse en el palacio para cultivar bajo las enseñanzas de Shen Jiu. Su madre no se vio feliz con su decisión, alegando que ese hombre había asesinado a su tío. Mingfen no se inmutó y simplemente le respondió que la muerte del tío Liu Qingge no era algo que le afectara, después de todo jamás conoció a su tío y no tuvo ningún tipo de cariño por él, por los que los lazos de odio que ella tenía con Shen Jiu, eran exclusivamente de ella. A pesar de esto, Liu Mingyan aceptó y se marchó, dispuesta a seguir con su camino de cultivo lejos del palacio donde residía Luo Binghe.

—Están interesados en aprender de ti—dijo frunciendo el ceño al ver su error durante la partida—. No puedes culparlos por mirar a la distancia e intentar aprender algo de lo que enseñas.

—No estoy interesado en tener más discípulos que los que ya tengo—dijo Shen Jiu, colocando una ficha blanca en el tablero—. Ni siquiera consideré ser maestro otra vez. El único motivo por el cual les estoy enseñando a las niñas es porque algún día deberán salir solas del palacio y solo espero que tengan las herramientas justas para defenderse. Nada más.

Sí, si salían solas iban a necesitarlo. La vida fuera del territorio donde estaba el palacio de Luo Binghe era un caos constante. Encontrarse en una situación de vida o muerte era casi una rutina.

—¿No te interesa volver a enseñar? Se te da bien.

—No se me dio tan bien en el pasado—dijo Shen Jiu, dedicándole una mirada significativa—. Posiblemente las cosas sean diferentes ahora que he aprendido de mis errores. Pero la verdad, no sé si valga la pena enseñar de nuevo.

—¿Algún motivo?—intentando solucionar su error anterior, Luo Binghe colocó una ficha negra en una mejor posición.

Pero el error ya había sido cometido.

—Siento que sería un insulto, luego de todo lo que hice. Eso no...me hace sentir muy cómodo.

Luo Binghe asintió, quedándose en silencio mientras veía a Shen Jiu colocar una ficha blanca. Tomó una ficha negra y la observó, antes de colocarla en un lugar que creía indicado.

—Por supuesto, todo es decisión de Shen Jiu, pero este emperador cree que sería bueno si decide retomar el camino de la enseñanza. Quizás lo consideres un insulto, pero este emperador cree que podría tomarlo como una forma de pagar por los errores que cometió—su dedo repiqueteó en la mesa, frunciendo el ceño cuando Shen Jiu colocó una ficha blanca en el tablero—. Pero, repito, esto es decisión de Shen Jiu.

Shen Jiu se quedó en silencio, viendo su próximo movimiento. Luo Binghe lo pensó durante un largo tiempo, pero al final se rindió y dejó la ficha en la mesa. Sea como sea, ya había perdido la partida. Alargarla solo sería innecesario.

—¿Jugarás otra partida?—preguntó Shen Jiu.

Binghe negó y se levantó.

—Lo siento, tengo otras cosas que solucionar.

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

Fue luego de ocho meses, que Shen Jiu aceptó entrenar a sus hijos. Los primeros tres meses, no los mezcló con sus cinco niñas, enseñándoles en el jardín fuera del bosque de bambú. Sus hijos obedecieron y fueron respetuosos con su nuevo maestro. Sus actitudes fueron tan buenas que Shen Jiu permitió que las cinco niñas, que ya no eran niñas a pesar de que siguiera llamándolas así, compartieran el entrenamiento con ellos.

Pero solo el entrenamiento. Todavía no confiaba en que ellas se quedaran a solas con los hijos de Luo Binghe. Y Binghe entendía esa desconfianza. Sin embargo, no le importaba. Estaba tan feliz de ver a Shen Jiu enseñar de nuevo que simplemente le daba lo mismo si desconfiaba de su linaje o no.

Ver a Shen Jiu enseñar de nuevo era sin dudas una maravilla. La forma elegante y refinada con la que instruía era claramente algo que no había podido sacarse de sus años enseñando en Qing Jing. Aunque ninguno lo llamaba shizun. En su lugar, Shen Jiu pidió que lo llamaran laoshi. Solo las cinco muchachas que eran como sus hermanas lo llamaban gege, incluso durante las clases, dejando el lao Shen muy atrás en el recuerdo.

Luo Binghe continuó hablando con Shen Jiu y manteniéndolo como su estratega. Aunque ahora cumpliera también el papel de maestro de sus hijos. Pero era más un método que usaba para hacer algo en el día y expiar pecados.

Esa noche, mientras estaba en su estudio, suspiró de cansancio. Principio de mes muchas veces se llenaba de tanto papeleo que Luo Binghe se encontraba deseando quemar todo y dejarlo de lado. Pero los impuestos recaudados que le llegaban, los pedidos y los registros eran algo que debía analizar si quería mantener el control en su enorme territorio.

Pero eso no quería decir que fuera menos tedioso.

—Mierda, odio esto—dijo reposando su frente sobre la madera pulida de su escritorio.

Toc toc toc.

Se quedó callado, fingiendo estar muerto. Con suerte, sus asesores no le traerían más papeles o le informarían de alguna reunión. Si creían que estaba lo suficientemente muerto quizás y hasta le daban un descanso de un día.

Toc toc toc.

Shh, solo debía seguir fingiendo. Un poco más.

Click.

Ah mierda, ¿ya no podía tener un descanso en paz? Si no atendía la puerta, entonces era porque no quería más trabajo o quizás porque estaba muerto. ¡Déjenlo fingir estar muerto en paz!

—Lian-er no mintió al decir que tenías tanto trabajo hasta la muerte—dijo Shen Jiu.

Su voz, en su estudio, fue tan surreal que alzó la cabeza para saber si no era una ilusión creada por su cansancio. Pero no, no lo era.

—Shen Jiu, ¿ha pasado algo como para que vengas hasta aquí?

Que Shen Jiu lo buscara en su estudio era muy extraño. Demasiado. Si no se estaba cayendo el cielo entonces Luo Binghe no sabía que desastre estaba pasando.

O quizás solo exageraba.

—¿No te dije que Lian-er me dijo que estabas atestado hasta la cabeza de trabajo? Estaba preocupada de que perdieras el control si no descansabas lo suficiente. Ya bastante mal te vio esta mañana, cuando te cruzó en el pasillo—explicó Shen Jiu acercándose a él—. Dijo que parecías un espíritu en pena que no puede llegar al círculo de la reencarnación. Yo pensé que exageraba, pero la verdad es que no lo hizo. ¿Has dormido algo?

Luo Binghe volvió a apoyar su frente contra el escritorio.

—Solo unas cuatro horas.

—Es suficiente.

—En una semana.

—Eres un cultivador, dormir no es necesario.

—Sin meditar un solo minuto.

—Ah... tienes suerte de no tener una desviación de qi, mocoso estúpido—suspiró Shen Jiu.

Sus pasos sonaron por el estudio, rodeando su escritorio hasta estar a su lado. Su mano tomó su muñeca y lo jaló. Binghe alzó la mirada, desconcertado por el repentino contacto.

—¿Shen Jiu?

—Ven, tienes que descansar un poco antes de que hagas explotar el palacio.

Extrañado, pero intrigado por la petición, Luo Binghe siguió a Shen Jiu. Ya no lo sostenía de la muñeca, pero no era necesario teniendo en cuenta que sabía cuál era el mensaje. Caminaron por el largo pasillo, pasando puerta tras puerta hasta llegar a la habitación del emperador. Shen Jiu se giró a mirarlo entonces, cruzándose de brazos.

—Eh... ¿quieres que me acueste a dormir? ¿Teniendo todavía tanto trabajo?

—Yo me encargaré de eso, tú duerme.

—Pero esos papeles solo pueden ser firmados por mí.

—Usas un sello para firmarlo, cualquiera puede usarlo en tu lugar para firmar esos papeles—Shen Jiu rodó los ojos antes de señalar con su pulgar la puerta—. Entra ahora antes de que Lian-er se preocupe más por ti.

Luo Binghe bufó, pero cuando estuvo a solas en sus aposentos sonrió. En verdad necesitaba un descanso.

Al otro día, al levantarse con el sueño renovado, vio todos los papeles que debió revisar el día anterior en una pila y sellados. Cuando los revisó descubrió que todo había sido hecho correctamente y no tenía nada que preocuparse por los papeles que le llegaran ese día.

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

Cuando el papeleo mermó, cuatro días después, Luo Binghe consideró hacer una cena especial para agradecerle a Shen Jiu por su ayuda aquel día. Con el sueño renovado, tratar con los papeles no fue complicado e incluso pudo hacerlo más rápido para tomarse un tiempo para meditar. Preparó la cena y la llevó al comedor más pequeño de su palacio, luego de enviar a un mensajero para que fuera por Shen Jiu.

Miró la comida puesta en la larga mesa como para quince personas y creyó que el lugar era exageradamente inmenso para una comida para dos. Demasiado ostentoso y resultaba bastante raro e incómodo. Mucho espacio solo para dos.

La última vez que Luo Binghe había hecho algo así, el espacio no le había importado porque al final había terminado follando con su futura esposa en la mesa. Ahora, solamente comería con Shen Jiu.

Tal vez hubiera sido mejor llevar la comida a los aposentos de su estratega.

—¿Luo Binghe?—llamó Shen Jiu y Binghe se giró— ¿Me llamaste para cenar?

—Bueno...sí. Solo quería agradecerte por tu ayuda del otro día. En verdad necesitaba descansar.

Shen Jiu se acercó a la mesa, viendo la comida puesta sobre ella. Binghe solo movió los dedos, ansioso por el silencio de su estratega.

—Creo que es una buena forma de retribuirme—dijo sentándose a la derecha de Binghe.

Luo sonrió y se sentó también, tomando sus palillos para agarrar algo de la carne que había asado.

Para romper el silencio, Luo Binghe habló sobre los entrenamientos que vio en el jardín fuera del bosque de bambú. Todos sus hijos estaban aprendiendo la técnica de Qing Jing, de la antigua Cang Qiong. Verlo en su palacio, luego de lo que había pasado entre él y Shen Jiu, era casi como un sueño. O una pesadilla, dependiendo de a que Luo Binghe se le preguntara. Era sin duda extraño, pero le resultaba reconfortante la tranquilidad que había adquirido su palacio luego de que sus esposas se hubieran ido y solo quedaran sus hijos. Era como un nuevo lugar, un sitio que nunca antes había disfrutado.

Shen Jiu le contó sobre los avances de sus hijos, llamándolos por sus nombres y alegando que tenían talento para el cultivo justo a pesar de que algunos de ellos podían dedicarse al cultivo demoniaco. Le confesó haberles preguntado por qué no seguían el camino demoniaco, y todos ellos le respondieron lo mismo: no querían seguir ese camino porque no se sentían cómodos con eso. Algunos tenían feos recuerdos de los demonios, incluso si ninguno de ellos les hizo daño por ser hijos del emperador. Pero de igual manera, no se sentían bien cultivándose en ese camino.

Fue al final de la cena, cuando todo fue consumido, que Luo Binghe hizo una petición.

—¿Te molestaría acompañarme un rato más?

Pensó que Shen Jiu lo rechazaría. Que le diría que ya quería irse a sus aposentos.

No fue el caso.

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

Terminaron en el balcón de los aposentos del emperador. El balcón era inmenso y tenía una hermosa vista hacia el amplio jardín dividido en dos: por un lado estaba el bosque de bambú y por el otro un común bosque lleno de árboles de todo tipo. Ambos terminaron ahí, apoyados contra el barandal de piedra del balcón, mirando las estrellas en el cielo.

—¿Por qué ya no usas un abanico?—preguntó Luo Binghe tras un momento de contemplación.

—No es necesario ocultar mis expresiones, solo por eso—contestó Shen Jiu, sus ojos perdidos en el cielo nocturno—. Te siento diferente. No pareces la pequeña bestia que conocí.

Luo Binghe sonrió. El apodo que antes le había causado tanto odio y rechazo, ahora no le daba más que risa.

—Al igual que tú, aprendí de mis errores. Creo que por eso me siento más tranquilo de lo que estaba antes. Incluso XinMo ya no puede controlarme como antes.

—Así que ya no eres el emperador loco de un reino de horror—Luo Binghe rio, Shen Jiu sonrió tranquilamente, la broma no había sido del todo una mentira—. Es mejor así. Tus hijos me contaron la cantidad de quejas que tenías que manejar a diario solo por eso.

—Hm—Binghe sonrió, apoyándose en la baranda de piedra para mirar el bosque—, aunque lo que ellos no saben es que la mitad de esas quejas era por culpa de algunas mujeres de mi harén. Sha Hualing o la Señorita de Palacio eran muy revoltosas, no te imaginas la cantidad de problemas que me dieron.

—Eso te pasa por promiscuo, ¿una esposa no era suficiente?

—No puedes culparme por ser un idiota, todos lo hemos sido alguna vez.

—Sí, pero al menos yo no me casé con tantas personas. De solo pensarlo me cansa, tantas esposas y concubinas que requieren atención, ¿cómo lidiabas con eso?—Shen Jiu se apoyó también, mirando el bosque a su lado.

—La verdad, ni yo lo sé—sus dedos golpearon la piedra tres veces antes de volver a hablar—. Tú ibas a casarte con una de ellas. Qiu Haitang, si no recuerdo mal.

—Sí, fue así.

Binghe volvió a golpear sus dedos contra la piedra un par de veces antes de hablar.

—Tengo entendido que fuiste un sirviente y que los Qiu te eligieron para ser el prometido de su única hija. En ese momento no me importaba ahondar más en eso, solo quería hundirte a ti. Pero ahora que estoy más tranquilo, lo he pensado y he llegado a la conclusión de que es extraño. ¿Por qué una familia como ellos casaría a su única hija con un sirviente?

Shen Jiu frunció el ceño, sus ojos perdidos en algún punto del bosque de bambú. Luo Binghe esperó pacientemente a una respuesta, mientras alzaba su mirada para contar las estrellas del cielo.

—Su hermano no quería que se fuera de casa. Era demasiado posesivo con ella—respondió Shen Jiu, Binghe lo miró—. Por eso consideró que lo mejor sería casarla conmigo. No solo ella se quedaría para siempre en casa con él, sino que tendría un esposo al que Qiu Jianluo se aseguraría de controlar como quisiera. Ella amaba a su hermano, pero ella no sabía lo retorcido y enfermo que su hermano estaba.

—Recuerdo que ella siempre contaba que su hermano era un hombre dulce y atento que te enseñó a leer y escribir.

—Ella claramente no lo conocía—Shen Jiu rio sin gracia—. Ese hombre era una mierda. Se merecía ser asesinado.

Binghe no sabía si preguntar o no, pero si quería respuestas era lo que tenía que hacer. Estaba en Shen Jiu responderle o no.

—¿Por qué lo odiabas tanto? ¿Qué te hizo?

Hubo un momento de silencio, Binghe no dijo nada, volvió a contar las estrellas mientras esperaba a la respuesta de Shen Jiu. Independientemente cual fuera, iba a aceptarla. Si no quería hablar de su pasado, entonces lo aceptaría y esperaría a que el hombre se sintiera cómodo de confesarle algunas cosas.

—No fui muy diferente a él—habló Shen Jiu, Binghe siguió mirando el cielo—. No te traté muy diferente a como él me trataba. Pero sí hubo una gran diferencia...Yo al menos no abusé sexualmente de ti.

Hubo una pequeña renuencia a decir eso, Luo Binghe lo notó, pero Shen Jiu de todas maneras lo dijo. Admitió haber sido abusado sexualmente por Qiu Jianluo, el hermano mayor de Qiu Haitang, el hombre dulce y atento que le enseñó a un pobre sirviente a leer y escribir.

Qiu Jianluo claramente se merecía morir. Su hermana en verdad no tenía ni idea de con quién estaba viviendo. Un hombre capaz de hacerle eso a... ¿cuánto le dijo Qiu Haitang que tenía Shen Jiu en ese momento? ¿Doce, trece años? ¡Hacerle eso a un joven de esa edad, era sin dudas inaceptable!

No solo eso, también había sido golpeado y degradado. Una tortura de ese calibre, ¿no llevaría a una venganza segura?

Binghe frunció el ceño, sus dedos golpeando de nuevo la piedra.

—Se merecía morir—dijo mientras seguía golpeando la piedra—. Un hombre así es tan...Es mejor que ya no esté aquí.

—Ya está muerto. Lleva muchos años estándolo, ya no es nada que merezca la pena. Es mejor que solo viva en los recuerdos de Haitang como el hombre dulce y atento que ella creyó que era. Descubrir la verdad solo la arruinará. No es tan fuerte como para soportarla—Shen Jiu se encogió de hombros—. Y tampoco tengo la paciencia para decírsela. Mientras eso no regrese a molestarme, no es nada que valga mi tiempo.

Binghe asintió, sin mirarlo. Solamente se concentró en ver las estrellas y pensar en que si Haitang hubiera sabido la verdad, posiblemente hubiera ayudado a Shen Jiu a escapar. Ella lo apreciaba mucho y con su corazón puro e inocente, seguramente buscaría una manera de que él fuera feliz. Así tuviera que dejar ir a su prometido lejos de su hogar e ir en contra de su propia familia.

Quizás algún día ella se enteraría de la verdad. O quizás seguiría insistiendo con que Shen Jiu no era más que un desagradecido que debía vivir toda su vida encerrado, pudriéndose en prisión. Si eso algún día llegaba a pasar, personalmente Luo Binghe se encargaría de ella.

Aceptaba que fuera ignorante de la situación, pero sentenciar a un hombre por la tortura sufrida por otro, era injusto. Qiu Jianluo había sido el verdadero monstruo todo este tiempo y gracias a él, Shen Jiu fue un monstruo también.

Un monstruo que crio a otro que fue su perdición.

Al final, todo era una cadena. Una cadena que Luo Binghe decidió cortar.

—¿Alguna vez te conté sobre la historia de Polis que se conoce en el reino demoniaco?—preguntó de repente Binghe.

Seguir con ese tema era simplemente absurdo. No se arreglaría nada del pasado y, además, solo abriría viejas heridas en Shen Jiu.

Shen Jiu sonrió, dándose media vuelta para sentarse en el ancho barandal de piedra del balcón. Luo Binghe se acercó a él, apoyándose cerca de su costado para evitar que fuera a caerse. Aunque una caída de esa altura no mataría a un cultivador como él. Pero el solo instinto lo hizo reaccionar.

—¿Hay una historia de eso en el mundo demoniaco?

—Hay historias de todo tipo en el mundo demoniaco.

Shen Jiu sonrió suavemente, su mirada viajando al bosque debajo de ellos y subiendo hacia el cielo.

—¿Debo lanzarte una moneda para que comiences a contar la historia o qué?

Binghe rio y, mientras contaba la leyenda de Polis, señalando la estrella cada tanto en el cielo y señalando otras para complementar su narración, sintió que las noches podían ser realmente hermosas.

Mucho más que si uno estaba revolcándose desnudo entre sábanas de seda con alguien más.

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

Como esa noche, hubo otras más. Luego de que Shen Jiu lo ayudara con los papeles de su reino, siguió entrando al estudio y brindándole su ayuda en algunos asuntos que agobiaban a Binghe. Algunas veces no hacían ningún tipo de comentario, o bueno, al inicio no lo hacían, concentrados en el trabajo. Pero cuando el trabajo no era tanto, Binghe se permitía perder un poco el tiempo con Shen Jiu, hablando de cosas que no eran importantes en absoluto pero que, en ese momento, era digno de una discusión.

—No puedo creer que no te guste el cilantro—había comentado Binghe cuando Shen Jiu le dijo que no podía soportar esa hierba en específico.

—No lo creas—dijo Shen Jiu, acomodando una pila de papeles que estaban sobre el escritorio de Binghe.

—Pero es que tiene buen gusto, condimenta bien algunas comidas.

—¿Y? No me gusta.

—Tu paladar es raro.

—Tú lo eres.

Y la discusión seguía hasta que encontraban otro tema de conversación diferente y dejaban de lado el cilantro y cualquier otra cosa de la que habían estado hablando.

Algunas veces, cuando no discutían, simplemente comentaban sobre algo que habían leído o escuchado. Muchas veces hablaban sobre los chismes que los sirvientes llevaban de pasillo en pasillo. Ellos eran una enorme fuente de información distorsionada de la cual les encantaba hablar. En especial cuando el chisme estaba relacionado con ellos. Siempre que iban a sacar el tema, ambos empezaban de la misma manera: No sabía que habías hecho (inserte chisme de los sirvientes). Entonces hablaban por horas, o bueno, a veces una hora por el trabajo. Pero hablaban mucho y compartían tantos chismes que se preguntaban de dónde sacarían tantos los sirvientes.

Binghe dejó los tanghulu a un lado para que el caramelo se endureciera. Había tenido antojo de algo dulce y, sabiendo que el tanghulu era del agrado de Shen Jiu, hizo unos cuantos para llevar a sus aposentos cuando fuera por la partida de weiqi planificada para esa tarde, luego de las clases. Todos estaban en el jardín, cultivando o practicando pintura, no recordaba bien qué tocaba ese día, pero todos estaban ocupados. Solo el emperador estaba en la cocina, preparando unos tanghulu para comer esa tarde mientras jugaba weiqi con su estratega.

—Mi Señor—dijo un sirviente ingresando a la cocina—, el señor Lang Laohu lo está buscando.

Lang Laohu, uno de sus funcionarios políticos de los territorios del este. Su reunión estaba pautada para mañana en la tarde, no pensó que llegaría ese día a querer adelantar la reunión.

Saliendo de la cocina, se dirigió al salón donde el alto hombre canoso esperaba por él. Sin mostrar su fastidio por arruinar sus planes del día, Luo Binghe le sonrió y se dispuso a escucharlo.

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

—Y entonces me dijo que si no aportaba el peso de un jabalí en oro, entonces el pueblo iba a morir de hambre. ¡Pero no le falta comida! ¡Yo lo sé muy bien! Mobei-jun fue a las tierras del este hace unos días y no parecía un pueblo al borde del colapso como él me lo detalló—contó Binghe, colocando descuidadamente una ficha en el tablero de weiqi.

Al final, tuvieron que retrasar tres horas la reunión, solo porque a uno de sus funcionarios le pareció bien ir a molestarlo solo para pedirle dinero. Estaba seguro que se había esparcido el rumor de que su estado mental había mejorado, de lo contrario no podía explicar cómo fue que un funcionario político se atrevió a ir hasta su palacio antes de lo pautado y solo para mendigar dinero para sus propios bolsillos.

—¡Todos esos viejos solo quieren engordar sus propios bolsillos!—se quejó, cruzándose de brazos.

Frente a él, Shen Jiu se mantenía tranquilo, colocando una pieza blanca al tablero y tomando su tanghulu a medio comer.

—Tal vez tengas que hacer un cambio de funcionarios, ¿cuántos más anhelan el puesto y son menos problemáticos que este? Solo reemplázalo y ya—aconsejó Shen Jiu y mordió su tanghulu.

—Lo haces sonar tan fácil, pero no lo es.

—¿Cómo no? Eres el emperador, solo debes decir: tú, fuera del puesto; tú, entra. Y ya está, tendrás un cambio efectivo.

Binghe rio, la idea de imaginarse de esa manera, diciendo esas mismas líneas, para cambiar a sus funcionaros políticos era hilarante. Si fuera así de sencillo, simplemente lo hubiera hecho hace tiempo. Pero Lang Laohu tenía muchas personas de las tierras del este que lo apoyaban. Tenía muchos seguidores que no se verían felices si lo cambiaban y ponían a otro. Y lo que menos quería en ese momento era volver a conquistar algo a la fuerza. Todo el esfuerzo que Shen Jiu puso para que se ganara a la gente sin necesidad de la fuerza bruta y la intimidación sería en vano. Después de todo, la gente tiende a recordar siempre lo peor de su vida a las cosas buenas que pasaron.

—Es un gran plan, completamente efectivo, digno del estratega del emperador—se burló amistosamente.

Shen Jiu rodó los ojos, pero no se veía molesto.

—Sin mí, serías un desastre en tus conquistas. Yo te salvé de seguir siendo un emperador sádico y loco. De nada. Ah, y te gané. Por quejarte tanto pusiste fichas en cualquier lado. Tu derrota fue tan patética que no la contaré.

—¿Ya perdí?—preguntó viendo el tablero.

Y sí, había perdido. Genial, se distrajo tanto quejándose que al final perdió sin pena ni gloria. Debió haberse concentrado en la partida y no en quejarse de Lang Laohu y su ambición.

—Sí, ¿no lo acabo de decir? Perdiste de manera tan patética que haremos de cuenta que esta partida jamás existió.

Binghe bufó y tomó un tanghulu para comerlo mientras veía a Shen Jiu colocar las fichas blancas y las fichas negras en sus respectivos cuencos, despejando el tablero. Maldito viejo, si fuera el mismo emperador sádico y loco ese viejo no se hubiera atrevido nunca a pedirle algo así.

¿Quién lo mandaba a ser emperador?

—¿Podemos seguir jugando otro día? Hoy realmente no creo poder concentrarme.

Shen Jiu lo miró y asintió, dejando a un lado el tablero de weiqi. Tomó cada pieza y la llevó a un cajón de un mueble en sus aposentos, el lugar donde siempre guardaba su weiqi. Luo Binghe suspiró y cerró los ojos, dejando descuidadamente el palito del tanghulu ya comido en el plato.

Por un momento pensó que tal vez solo había sido cosa de una vez, después de todo le dejó bien en claro a Lang Laohu que si volvía a molestarlo con mentiras, entonces habría consecuencias. No necesitaba detallar las consecuencias, por algún motivo, las personas tendían a imaginarse cosas muchos peores de las que a Luo Binghe se le ocurrían. Bien, tenía buenas formas de torturar a alguien, pero eso no quería decir que siempre estuviera pensando en eso o malgastara una buena idea en alguien que no lo merecía.

Abrió los ojos lentamente cuando escuchó una suave melodía de guqin llenar el ambiente. Shen Jiu había reemplazado el weiqi con el guqin y estaba tocando una melodía tranquila, algo suave y relajante. Hizo que el corazón de Luo Binghe se sintiera en paz y pudiera dejar de pensar en ese funcionario que solamente le había agriado el día con su presencia.

La melodía del instrumento siguió sonando por unos cuantos minutos, notas lentas y suaves, una canción que Luo Binghe no conocía pero que le gustaba. Era como escuchar el cantar de las aves en el bosque de bambú, volando entre ellos y agitando sus hojas. El sol en lo alto, calentando la piel, pero no demasiado. Una brisa fresca agitando el cabello, un césped suave sirviendo de asiento. Era como ir a otro mundo, un lugar solo para él, un lugar donde estaría en paz.

Shen Jiu dejó de tocar y Luo Binghe sonrió, su mente más tranquila que antes.

Ninguno dijo nada luego de eso, inmersos en un cómodo silencio. El guqin siguió sobre la mesa y Shen Jiu lo tocó de vez en cuando, cambiando la melodía.

Binghe solo cerró los ojos y disfrutó de cada nota del guqin.

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

Había noches, como esta, en las que Luo Binghe no conciliaba el sueño. A pesar de su habilidad con los sueños y todo lo que podía hacer, no era capaz algunas veces de dormir. Podría hacerlo, pero incluso en sus propios sueños era incapaz de deshacerse de los pensamientos que lo atormentaban. Oh, bueno, no eran cosas malas, pero sí eran problemas que debía resolver. A veces, como emperador, tenía tantas cosas de las cuales hacerse cargo que solamente quería arrojarse al suelo y llorar desconsoladamente. Shen Jiu vio sus problemas y decidió ayudarlo a lidiar con ellos, pero por más planes que hicieran sería imposible que lograran solucionar algo. Los demonios que rondaban los pueblos no entendían por las buenas y, para controlarlos, uno necesitaba imponerse y golpearlos. Mano dura era lo que se necesitaba para adiestrar a los demonios. En especial aquellos debiluchos que se creían poderosos solamente porque tenían el ego por el suelo y querían aparentar más de lo que eran.

En estas ocasiones, se arrepentía de haber juntado ambos mundos. Al final, destruir ambos mundos para hacer uno solo, no había sido la decisión más acertada. Maldito Binghe del pasado, era un idiota. Solamente se complicó las cosas a sí mismo, todo por sus rencores con los humanos y cultivadores que fueron una mierda con él.

Si tan solo no se hubiera dejado llevar, no estaría teniendo estos problemas ahora mismo y seguramente viviría más tranquilo. Sin embargo, su realización llegó un poco tarde y ahora no le quedaba otra más que aceptar las consecuencias de sus decisiones.

Salió de la cama, cuyas sábanas estaban hechas un desastre de tanto moverse de un lado a otro, y salió de su cuarto con su túnica interior desarreglada y su cabello revuelto. Caminó por los pasillos, buscando realizar un paseo que lo distrajera y le permitiera conciliar el sueño. Solo esperaba que ese paseo no le tomara toda la noche.

Los pasillos del palacio estaban silenciosos y apenas iluminados. Sus hijos debían estar durmiendo luego de un día duro de entrenamiento. Todos cultivaban y se esforzaban por lograr los movimientos elegantes del pico Qing Jing que Shen Jiu les enseñaba. Las cinco niñas que había llevado con él ayudaban a sus hijos con algunos movimientos que ellas ya conocían. Aunque no eran específicamente buenas con la espada y se les daba mejor la música o la pintura, de igual manera tenían una habilidad decente que les permitiría defenderse de los demonios molestos que rondaban en las aldeas, atormentando a todos los que vivían por esas tierras.

Pensó en ir a la cocina para prepararse un té, algo que lo ayudara a relajarse y dormir. Pero entonces consideró que sería una estupidez así que siguió caminando. Un té no le haría olvidar todos los problemas con los que tenía que lidiar. A menos que fuera un té con Flores del Olvido Eterno, pero en ese caso no recordaría ni quién era. Aunque gracias a su sangre de demonio celestial apenas y le haría efecto. Como mucho se olvidaría de todo por quince minutos y luego sería el mismo sufrimiento de tener que lidiar con problemas con los que no quería lidiar.

Si sus hijos en verdad querían ser emperadores era solo porque no tenían idea con lo que debían lidiar. De saberlo realmente ninguno de ellos hubiera nunca anhelado su lugar en el trono. No serían tan estúpidos.

Pasos se acercaban por el pasillo y, cuando estuvo más cerca, vio que no se trataba de un sirviente, como creyó en un inicio, sino de Shen Jiu. El hombre estaba con una sencilla túnica interior, apenas con un calzado cómodo para caminar por el pasillo. Binghe se extrañó de verlo despierto y pensó que, quizás, algo había ocurrido con alguna de las cinco muchachas. Se apresuró a llegar a él, para preguntarle si estaba todo bien, cuando Shen Jiu se adelantó.

—Sí, no estaba tan equivocado al final de cuentas—dijo él suspirando y cruzándose de brazos.

—¿Qué?

—Imaginé que estarías despierto. Han pasado tantas cosas en estos días y tenías tanto con lo que lidiar que imaginé que estarías despierto. No es la primera vez que te pasa, de todas formas.

Oh.

Así que... ¿Shen Jiu estaba despierto por él?

Algo en el pecho de Luo Binghe se calentó agradablemente. Tan cálido y bonito.

—Sí, hay cosas que no puedo sacarme de la cabeza.

—¿Quieres hablar de eso?

¿Serviría de algo hablar sobre lo que lo atormentaba? No solucionaría nada.

Pero, quizás, le vendría bien hablar con alguien sobre los problemas que no abandonaban su mente.

Fueron al balcón inmenso en sus aposentos, donde se podía ver el bosque dividido y todas las estrellas del cielo. Binghe amaba ese lugar, amaba su vista y la paz que se respiraba, sobre todo de noche.

Cuando se apoyaron contra el barandal de piedra, Binghe dejó ir todo. Habló de los problemas que se estaban desarrollando, algo que no era desconocido para su estratega. Habló de su infelicidad por haber unido los dos mundos, de su estupidez y de que se había dejado llevar, buscando destruir los dos mundos que lo habían destruido a él. Habló de cómo odiaba tener que lidiar con eso, odiando a los demonios por ser tan salvajes e incivilizados, por no ser capaces de adecuarse a los humanos y vivir en paz. Los odiaba porque complicaban su trabajo y no hacía que pensara en otra cosa que no fuera matarlos. Los odiaba porque estaban matando y perjudicando humanos inocentes, niños que se llenaban de rencor al ser tan cruelmente usados por esas criaturas asquerosas. Niñas usadas como esposas a la fuerza, violándolas solo para asegurarse su descendencia, asesinándolas cuando sus hijos no eran lo que esperaban. Había tantos demonios horribles, tantos demonios retorcidos que dejaban al emperador como un santo al lado de ellos.

Luo Binghe no se preocupó por ser educado, simplemente dijo todo sin preocuparse en formalidades, con insultos incluidos. Insultos que no sabía si Shen Jiu habría escuchado alguna vez. Tantos insultos y obscenidades que si alguna mujer lo escuchaba, se sonrojaría furiosamente. Incluso un hombre podría tener dificultades para no sonrojarse. Shen Jiu era una gran excepción, manteniendo un rostro sereno mientras miraba hacia los dos bosques, concentrado en lo que el emperador le decía.

Cuando terminó de desahogarse, solo en ese momento, Shen Jiu dijo algo.

—Si tanto odias a esos demonios, ¿por qué no vuelves a separar los mundos?

Binghe rio, una risita nasal que no era de diversión.

—¿Crees que es sencillo?

—Uniste dos mundos, ¿por qué no separarlos?

—Unirlos era más simple.

—Matarme también y sin embargo elegiste el camino más complicado. Tal vez no sea sencillo, pero tampoco creo que sea imposible. Gobernar un mundo de humanos sería sin dudas menos dolor de cabeza para ti que gobernar un mundo donde demonios y humanos deben compartir territorios—suspirando, Shen Jiu se sentó en el barandal de piedra, sus piernas colgando en el vacío—. Solo piénsalo, ¿no sería lo mejor para ti? Para mí o para las niñas da igual, mientras estemos en tu territorio entonces estaremos a salvo. Y sé que si algún día salen será cuando sean lo suficientemente fuertes como para lidiar con el mundo de afuera. Pero tú pareces estar al borde del colapso solo por tener que lidiar con esos demonios.

—Tal vez porque lo estoy.

—Si lo estás, entonces busca una forma de separar los mundos. Hazte cargo del humano y deja el demoniaco a manos de tus subordinados. ¿No era Mobei-jun un rey? Lo hará bien sin duda alguna.

Binghe bajó la mirada y lo pensó. Separar los mundos no sería tan simple como la vez que los juntó. Los mundos humanos y demoniaco eran muy diferentes y seguramente ocurrirían muchos cambios en los territorios. Se romperían montañas, se destruirían tierras, y probablemente muchos podrían morir. Los demonios le daban igual, si algunos o todos morían, sinceramente lo tenía sin cuidado. Eran los humanos los que creía más valiosos.

Dio unos pasos al costado, más cerca del cuerpo de Shen Jiu, y apoyó su mejilla en el costado de su hombro. Shen Jiu se lo permitió, dejando que se quedara apoyado a su lado mientras miraban hacia los dos bosques.

—¿Me ayudarás?—preguntó, su mano atrapando un trozo de la manga de Shen Jiu.

Shen Jiu se giró para mirarlo a los ojos.

—Lo haré.

∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞•∞

No fue un trabajo sencillo. Tanto Luo Binghe como Shen Jiu trabajaron codo a codo para idear el plan de separar ambos mundos. Tuvieron que hablar con varias personas, bueno, no muchas, pero hubo un par que tuvieron que ser incluidas en esto. Mobei-jun fue una de ellas y dos de sus hijos, uno de ellos hijo de Sha Hualing. Los niños serían aprendices de Mobei-jun y lo ayudarían a lidiar con el reino demoniaco una vez que este se separara, con permiso incluido de tener sus propios territorios y protegerlos correctamente para que los demonios no causaran demasiados problemas. Fueron advertidos, explícitamente, de que si no lograban cumplir con su propósito o serían destituidos o asesinados, dependiendo de la gravedad de sus errores. Ninguno de ellos parecía dispuesto a traicionarlo luego de eso.

Mobei-jun no se vio en desacuerdo con tener el reino demoniaco de nuevo en su control, sobre todo sus tierras del norte. Su territorio se había destruido con la fusión, pero con esta separación las iba a recuperar. Lo único que quedaba era que reconstruyera su castillo, pero no creía que eso le llevara demasiado tiempo.

Tuvieron que hablar con muchos generales, en especial con generales que habían vivido desde antes de la fusión. Sus tareas habían sido buscar territorios que no habrían sufrido cambios con la fusión. Los que no sufrieron daños con la fusión entonces, con la separación, no sufrirían nada tampoco y no debería preocuparse por los daños en esas zonas. El día de la separación, evacuaría a los humanos a esos lugares, en compañía de sus ejércitos para que los protegieran mientras la separación tenía espacio.

Tuvieron meses puliendo detalles y buscando alternativas en caso de que no se encontraran zonas sin cambios. Habló con sus hijos, quienes se ofrecieron a ayudar a evacuar a los humanos y protegerlos junto con el ejército de Luo Binghe. Las cinco niñas que habían ido con Shen Jiu también se ofrecieron a ayudar, pero Shen Jiu se negó a que dejaran el palacio.

Al final, luego de once meses, Luo Binghe consiguió llegar al día de la separación. Para eso, él debería tener el control de XinMo y estar en su mejor forma posible. La espada tomaría mucha energía, tanta que posiblemente quedaría agotado luego. La separación no sería como la unión, la energía que requeriría sería una cantidad abrumadora. Sería más caótico que la unión.

Para su suerte, los humanos habían sido evacuados a los terrenos que sus generales hallaron. Terrenos sin cambios que no sufrirían más que los temblores de cuando los mundos se separaran.

Shen Jiu lo había acompañado hacia la montaña Zhonglin, lugar donde llevaría a cabo la separación. Las cinco niñas se habían quedado en el palacio, erigiendo una matriz en caso de que su palacio se viera perjudicado y comenzara a caerse a pedazos.

Tomó aire y exhaló. Miró a Shen Jiu, quien se mantenía a unos pocos metros de distancia.

—Yo... ¿y si algo sale mal y al final no logró separar los mundos?—preguntó mientras sentía a XinMo vibrar emocionada.

Shen Jiu suspiró y se acercó a él.

—Planeamos por once meses esto, ¿en serio crees que no podrás?—preguntó elevando una ceja.

Luo Binghe tomó su mano, apretándola en un intento de buscar seguridad.

—Pero solo lo hicimos basándonos en si podría hacerlo. Nunca fue del todo seguro.

—¿Qué es lo peor que puede pasar? Seguir todo como hasta ahora, quizás, pero no puede haber nada peor. Si te jode tanto, bien podemos implementar un plan de emergencia y matar a todos los demonios existentes para que el emperador deje de sentirse sofocado—dijo Shen Jiu, apretando su mano de vuelta—. Vamos, tienes que hacerlo. Si no sale bien, me tienes aquí para ayudarte a lidiar con el desastre.

Binghe miró los bonitos ojos bicolor de Shen Jiu y retomó la confianza que había perdido. Se inclinó hacia adelante y apoyó su frente sobre el hombro de Shen durante unos segundos antes de levantarse y soltarlo para llevar a cabo el plan.

XinMo vibró en su mano, con tal fuerza y energía que la espada maldita parecía a punto de crear una masacre. Su hoja negra y delgada se alzó hacia el cielo, la punta apuntando al sol, y entonces, Luo Binghe dejó fluir su energía, indicándole a la espada con la que estaba conectado qué era lo que tenía que hacer.

Igual que siempre, XinMo comenzó a hablarlo, intentando convencerlo de abandonar este plan, de continuar con ambos mundos unidos y permitir que los demonios continuaran atormentando a los humanos. Su voz era fuerte y retumbaba en los oídos de Luo Binghe. Era insoportable tener siempre una espada que esperaba que hiciera lo que ella quería. No quería hacer nada de eso.

Pero esta vez no iba a controlarlo. No ahora que su propósito era fuerte y tenía a alguien apoyándolo. El calor de la mano de Shen Jiu permaneció en la suya y eso le dio la fuerza para enviar la voz de XinMo a un rincón de su mente y continuar con el plan que habían ideado.

El suelo tembló con demasiada fuerza, las montañas se partieron y el cielo vibró. El mundo se estaba separando. La tierra se agrietó, largos surcos por donde cayeron todo lo que estaba encima. Árboles comenzaron a desaparecer, quedando solo los verdes típicos del mundo humano. Montañas enteras desaparecieron, trozos de piedra que caían a un inmenso abismo. Un viento abrumador azotaba todo a su paso, desprendiendo casas y árboles. Llevándose todo hasta el inmenso abismo.

Todo fue sin dudas un completo caos.

Un caos que duró diez horas.

Cuando todo terminó, Luo Binghe se dio cuenta que comenzaba a anochecer. El cielo comenzaba a tornarse de colores pasteles mientras el sol se escondía. Colores suaves y llenos de vida. Un cielo de verdad, no con tonos rojizos infernales.

Binghe no recordaba un atardecer tan hermoso como el que estaba presenciando. ¿Cuánto tiempo pasó de la última vez que vio un cielo así?

Pasos sonaron detrás. Ramitas rompiéndose, el olor a roble y flores silvestres volando con una suave brisa.

—Lo lograste—dijo Shen Jiu, mirando el atardecer también—. Todo se ve tan hermoso.

Binghe giró su cabeza para observar al hombre a su lado. El hombre que se quedó para apoyarlo y ayudarlo, luego de pasar meses a su lado planificando este momento. Un hombre fuerte y hermoso, con unos ojos filosos y bicolores que brillaban con la luz del atardecer. Un brillo anaranjado le daba en el rostro, una luz que resaltaba con una gran maravilla toda su belleza.

Se sintió embelesado por el hombre a su lado y se preguntó si habría alguna manera de pagarle por su ayuda.

—Shen Jiu—llamó y el hombre a su lado se giró para verlo—, ¿le permitirías a este emperador darte un abrazo?

—¿Algún motivo?

—Solo estoy feliz.

Shen Jiu suspiró y abrió sus brazos, rodando los ojos como si se resignara a aceptarlo. Binghe rio y lo abrazó, estrechándolo entre sus brazos, sintiendo su calor y los brazos ajenos envolverse en su torso. Su rostro se ocultó en el cuello ajeno, sintiendo una suave esencia de flores. Shen Jiu siempre olía a flores. A Binghe le gustaba eso.

—Además, así me puedes sostener cuando las piernas cedan por el cansancio—agregó Binghe mientras seguía aferrándose a Shen Jiu.

—Te dejaré caer, no lo dudes.

—No, no seas cruel—lloriqueó, pasando su nariz por el hombro de Shen Jiu y apretándolo un poco más.

Shen Jiu resopló con molestia, pero sabía que no lo estaba sintiendo. No estaba enojado. Solo le gustaba molestar a Binghe.

—Pequeña bestia tonta—murmuró y Binghe podría jurar que sonreía.

Sonrió, en ese momento todo se sentía tan...bien.

Realmente era muy feliz.  


Había pensado esta historia y llevaba días trabajando en ella. Realmente amo esta pareja y quiero hacer mi contribución para que haya más historias lindas y sanas de ellos.

Son un total de tres capitulos. El siguiente lo subiré el miércoles que viene, lo mismo del tercero. Serán subidos con una semana de diferencia cada uno. Ya están terminados pero consideré mejor subirlos con tiempo de diferencia.

Nos vemos el miércoles que viene! 

Continue lendo

Você também vai gostar

16.2K 1.5K 8
Arruinaba todo lo que su mano tocaba... Sabía que sería lo mismo con Lan Xichen. Esta historia ha sido elegida para los Wattys 2019.
156K 4.2K 30
la tipica historia de universos viendo otros universos atraves de pantallas flotantes que aparecerán en sus mundos aunque también agregare otras cosa...
26.9K 5.9K 11
Shen Yuan, a comparación de su hermano mayor, tiene una constitución débil. Sus sueños de acompañar a su hermano a estudiar cultivación en Cang Qiong...
182K 15.3K 35
|𝐀𝐑𝐓𝐈𝐒𝐓𝐒 𝐋𝐎𝐕𝐄| «El amor es el arte de crear por la sensación misma, sin esperar nada a cambio,más allá del placer mismo del acto creativo...