BLOODY DANGER¹ | Daryl Dixon

By Sunflower_fdt

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𝗕𝗟𝗢𝗢𝗗𝗬 𝗗𝗔𝗡𝗚𝗘𝗥 | "El miedo es algo poderoso, pero el amor... no tiene límites de riesgo" Horror, m... More

Introducción
Capítulo I ━ La calma antes de la tormenta
Capítulo II ━ Reflexiona
Capítulo III ━ Decidir
Capítulo IV ━ Lidiar con la verdad
Capítulo V ━ En peligro
Capítulo VI ━ Los que están aquí
Capítulo VII ━ Recuerdos
Capítulo VIII ━ Madre
Capítulo IX ━ Extraños
Capítulo X ━ Saber cuando uno se equivoca
Capítulo XI ━ Esperar al último momento
Capítulo XII ━ Vivir
Capítulo XIII ━ Nuestras vidas
Capítulo XIV ━ Largo día
Capítulo XV ━ Todos tenemos deberes
Capítulo XVI ━ Estar bien
Capítulo XVII ━ Cansada
Capítulo XVIII ━ Jessica
Capítulo XIX ━ Marion
Capítulo XX ━ Daryl
Capítulo XXI ━ Carol
Capítulo XXII ━ Todos
Capítulo XXIII ━ A cualquier precio
Capítulo XXIV ━ Indefensas
Capítulo XXV ━ Esperar a que todo termine
Capítulo XXVI ━ El mundo en el que vivimos
Capítulo XXVII ━ Lo que somos ahora
Capítulo XXVIII ━ Sinceros actos de humanidad
Capítulo XXIX ━ Pros y contras
Capítulo XXX ━ Madurez
Capítulo XXXI ━ Almuerzo o cena
Capítulo XXXII ━ Permitirse explotar
Capítulo XXXIII ━ Suerte
Capítulo XXXV ━ Frustraciones
Capítulo XXXVI ━ Un antes y un después
Capítulo XXXVII ━ Verdades
Capítulo XXXVIII ━ Miedo a vivir
Capítulo XXXIX ━ Reputación
Capítulo XL ━ Las personas que cambian
Capítulo XLI ━ Estamos todos bien
Capítulo XLII ━ Papá
Capítulo XLIII ━ Cómodo silencio
Capítulo XLIV ━ Monstruo
Capítulo XLV ━ No siempre es como quieres
Agradecimientos

Capítulo XXXIV ━ Responsabilidad

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By Sunflower_fdt

"I'm fired up, and tired of the way that things have been"



Hacía tiempo que Sam estaba esperando en las escaleras de la casa, y Marion ya se había cansado de tenerlo siempre atormentando a Carol para que le haga galletas. Sabía que a ella no le gustaba verlo, y entendía lo que había sucedido con su padre, pero eso no le daba el derecho de que Carol estuviera cargando con él todo el tiempo.

Sin embargo, la verdadera razón por la que a Marion le disgustaba ver a ese niño era porque era un cobarde ante las situaciones fuertes. Siempre corría a las faldas de su madre o de Carol, dependiendo de quién estuviera más cerca. Lo estuvo cuando Rick tuvo aquel brote psicótico; en cambio ella no. Marion se quedó apartada y solo quiso acercarse a Jess por haberla visto sin apoyo cuando aún necesitaba las muletas.

Cuando Carol se dirigió a él, no se vio muy compasiva. Ella entró a la cocina y Marion decidió salir para sacarlo de la casa y que fuera con su madre. Ella debía estar pasando un mal momento, y el niño estaba en la puerta de una casa en la que nadie lo quería.

—¿Por qué sigues aquí? —preguntó directa—. Carol te ha dicho que te fueras.

—No puedes echarme. ¿No ves que estoy triste? —se excusó.

—¿Crees que la tristeza impide que ocurran cosas a tu alrededor? —dijo con un rostro fruncido—. Cuando mi papá murió, no tuve tiempo de ponerme triste porque estábamos pasando por una enfermedad que requirió cuarentena. ¿Crees que esa enfermedad se detuvo porque estaba triste?

—Aquí no hay una enfermedad —contestó el pequeño—. Si lo hubiera, ya estaríamos muertos.

—Como tu padre —dijo ya de mal humor. Sam estaba a punto de llorar—. Vete de mi casa si no quieres terminar igual.

—¿Por qué eres tan mala? —se paró frente a ella—. Eres igual a Carol.

—El día que entiendas que eso es bueno, madurarás. Hasta entonces —Señaló hacia una dirección—, lárgate.

Sabía que estaba siendo dura, pero no quería encariñarse con nadie más y terminar lastimada después. Eso pasó con su padre, con Beth, con Noah. Ya no quería llorar más o pensar que su familia regresaría para luego darse cuenta de que fallecieron lejos de casa. Estaba cansada de ello.

Decidió acompañar a Carl a dar un paseo con Judith unos minutos después. Le agradaba Carl; era más grande que ella, pero podía sentir que la entendía a la perfección, y a veces le daba consejos para manejar sus sentimientos. Como ambos habían sido chicos sobrevivientes y habían vivido las mismas cosas, sabía de lo que estaba hablando.

—No deberías ser tan mala con él —recomendó ante su gran problema—. Fue golpeado por su padre y luego este murió, su madre está de luto y su hermano no le habla.

—Entonces convence a Ron para que no se comporte como un idiota con él —dijo sincera—. ¿Por qué debemos encargarnos nosotros de él cuando tiene un hermano?

—Ron es... complicado. Necesita un poco de tiempo para procesar la muerte de su padre —explicó despacio.

Y justo cuando lo nombraron, lo vieron junto a Enid, tal vez confiando todo su dolor en ella. Cuando ambos vieron que se abrazaron, decidieron continuar el paseo.

—Yo no lo ví muy ocupado —comentó de mala gana. Al parecer las palabras de Marion eran más filosas que las propias navajas en sus botines.






Cuando regresaron del paseo, Carl fue a acostar a Judith y Marion miraba a Carol cómo hacía la comida. Sabía que si no la molestaba, a ella no le molestaría su presencia. Le gustaba compartir momentos con ella, pero extrañaba mucho que le enseñara sobre las defensas, como solían hacerlo en la prisión.

—¿Cuándo nos enseñarás a defendernos de nuevo, Carol? —se le escapó preguntar.

—No podemos ahora, Marion —decía mientras ponía el tiempo determinado en el reloj para sacar la bandeja—. Ya estamos demasiado perseguidos por lo que hizo Rick como para ahora planear hacer eso a escondidas.

Marion siempre llevaba su mochila consigo, como Beth solía decirle sobre Jess cuando la conoció. La verdad era que nunca podría saber cuándo podría necesitar su cuchillo para salvar la vida de alguien o la de ella misma, así que siempre la cargaba en sus hombros.

Tenía escondida el arma en uno de los bolsillos secretos de la mochila (uno que había encontrado cuando estaban en el granero minutos antes de que conocieran a Aaron), y se alegró mucho de poder ocultarlo cuando comenzaron a sacar las armas en su llegada a Alexandría.

El grito de una de las amigas de Carol la trajo de vuelta a este mundo, percibiendo que alguien había atravesado su cabeza con un machete. Carol se llevó a la niña para que se escondiera, pero Marion insistía en querer pelear.

—¡Marion, no! Estás a mi cargo, y eso implica mantenerte con vida —explicó—. Quédate aquí. No te muevas.

La había dejado a cargo de Carl, quien con arma en mano, inspeccionaba el perímetro para que nadie pudiera entrar. Cuando vio que Enid entraba por la puerta y que Carl le indicó que lo ayudara a cuidar la casa, Marion se enojó.

—¿Por qué está ella aquí? —susurró con tono enojado.

—Es mi amiga. Ahora mismo necesitamos estar todos juntos —le dijo tranquilo—. Además, tenemos las llaves. Ellos nunca podrán entrar a ningún lado.

Y de pronto, a Marion se le ocurrió una idea.

—Yo las cuidaré —las tomó—. Estarás muy ocupado con esa arma. Iré arriba a cuidar a Judith.

Subió las escaleras, pero en lugar de dirigirse a la habitación en donde Jud dormía, se desvió hacia su habitación en busca de alguna manta oscura que cubriera su mochila y su cabello. En cuanto todo esto pasara, juró cortárselo porque ya no le gustaba largo.

En cuanto se la puso encima, abrió la ventana y bajó cautelosamente, tratando de que la caída no fuera tan sonora como para alertar a esas personas. Vio la sangre, el fuego, los asesinatos, pero ya nada de ello la asustaba; ahora ella tenía las llaves y podía dirigirse a la armería a sacar un arma de allí.

En su camino, encontró algunos cadáveres de los hombres que atacaron Alexandria, y podía notar que lo único que tenían en común era una "W" en sus frentes dibujada con sangre. Estaba obligada a disfrazarse como uno de ellos para pasar desapercibida, por lo que tomó un poco de sangre y dibujó eso mismo en su frente reflejándose en un charco de sangre.

Cuando llegó a la armería, sacó tres armas y las guardó en el bolsillo secreto de su mochila, pero antes de poder cerrarla sintió un empujón en su espalda, dejándola en el suelo. Tuvo que reaccionar rápido antes de que la mataran, por lo que sacó el cuchillo y apuntó hacia la persona encapuchada, pero la voz de la persona bajo el disfraz le resultó conocida.

—¡Marion, soy yo! —Carol se quitó el paño que le cubría la cara—. ¿Qué haces aquí? Te dije que no salieras de la casa, ¡eres mí responsabilidad!

—Sacaré armas para defenderme y cerraré la armería. —Le mostró las llaves que tenía en mano, su compañera las cogió—. Soy responsable de mí misma, Carol. Lo demostré en la prisión, lo hice en el hospital y lo seguiré haciendo hasta ahora.

En lugar de contestar, clavó un cuchillo en la cabeza de la mujer violenta que había herido para luego acercarse a la puerta en donde se oían sollozos y abrirla, dejando ver a una Olivia muy asustada. Carol le dijo a Marion que guardara las armas que fueran necesarias mientras ella hablaba con Olivia.

—¿La niña se quedará conmigo? —preguntó ella.

Marion le rogó a Carol con una mirada que le permitiera valerse por sí misma hasta que todo terminara.

—Ella vendrá conmigo —contestó finalmente—. Y ya no es una niña.

Al salir, Carol le disparó a uno de aquellos tipos que había sido atrapado y entregó a cada uno de sus compañeros de la comunidad que encontraba un arma para luego correr junto a Marion.

—Está bien, antes de seguir, quiero que me escuches: primero, debes obedecer lo que te diré de ahora en adelante; segundo —Le entregó un arma—, si ves a uno, le disparas en la cabeza sin importar qué; y tercero... —suspiró antes de proseguir—, ten mucho cuidado.

Marion aceptó los términos de Carol y ambas tomaron caminos separados. Marion veía a alguien desconocido acercarse hacia ella, así que no dudó en pegarle un tiro en la cabeza sin duda alguna, sonriendo al ver que no le había errado. Este tipo de adrenalina era la que extrañaba a pesar del sufrimiento que podía causar.

Con cuchillo en mano y arma en la otra, Marion estaba preparada para cualquier imprevisto. Pero de su costado, uno la atrapó del cuello con tal presión que casi no podía respirar.

—¡Eres una niñita muy peligrosa! —comentó este—. Tranquila, no te mataré. Soy solo un amigo.

Y de pronto, esas palabras le recordaron a Bruce, el oficial que le había dado una paleta y que tan sospechosamente se había acercado a ella. No pudo explicar en qué momento cambió su semblante, pero sí supo que cuando tomó su cuchillo de mango de plata y lo clavó en su garganta para abrirla de lado a lado se imaginó que se lo hacía a aquel hombre.

Se lo apartó de encima cuando cayó y se levantó para después recoger la pistola.

—Ya no soy una niñita —corrigió para luego dispararle en la cabeza y seguir su camino.






Los gritos dejaron de oírse, y con ello la calma invadió a Alexandría. Marion ahora caminaba hacia su casa, sin preocupación alguna más que esperar a que Jessica volviera para contarle todo lo que había sucedido. En las escaleras se encontró a Carol, así que solo permaneció parada frente a ella, mirándola.

—Estoy bien —dijo la mujer, quitando su capucha—. ¿Esa sangre...?

—No es mía. Él intentó atacarme, pero estoy bien —explicó la pequeña—. El muerto es él.

Marion vio que Carol estaba llorando, no sabía si era por lo ocurrido o por el papel que tuvo que tener en todo esto a pesar de su juventud. La abrazó para apoyarla en esto, pero no soltó ni una lágrima. Ella ya estaba satisfecha con lo que había hecho.

Todas las experiencias de su pasado la hicieron la chica que es ahora, y le agradaba ver que Carol entendiera que era responsable de sí misma, independientemente de su edad o lo inocente que aparente ser.

—Me cortaré el pelo —reveló en el silencio— como tú.

La confesión la tomó por sorpresa, pero la mayor decidió hacer caso omiso a lo que dijera y la llevó a la casa, en donde Carl estaba preocupado por su paradero. Carol la obligó a bañarse para sacarse toda esa suciedad y, mientras lo hacía, ella estaría hablando con Carl.

Marion dejaba que el agua recorriera todo su cuerpo; no se movía para nada, solo veía la sangre caer desde su cuerpo hasta la bañera. Le causaba impresión cómo es que el ser humano pudiera tener tanta sangre y le bastó con solo saber que ahora solo tenía la que hacía funcionar su cuerpo.

Cuando terminó de bañarse, tomó la manta que había usado para camuflarse y la puso para lavar. Podía haberla tirado a la basura, o salir y quemarla junto a los tantos incendios en la comunidad, pero ella decidió ponerla en el cesto de la ropa sucia para ser lavado y guardado en el mismo lugar en el que pertenecía.

Eso solo significaba una cosa para ella. Si la tiraba, se rehusaba a usarla y si la quemaba, significaba que todo había acabado. Sin embargo, no estaba de acuerdo con ninguna de ellas, así que lavarla para luego guardarla solo significaba que estaba segura de que en el futuro lo necesitaría de nuevo.

Su sentido de la responsabilidad conllevaba a no solo protegerse a sí misma, sino salir a defender a los que no pueden, y aquí en Alexandria había muchas de esas personas.

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