"I can't help but repeat myself I know it's not your fault"
Era otro día más y no había señales de que el grupo con el que Daryl salió tuviera retorno. Jess estaba muy preocupada sobre el paradero de ellos. Por otro lado, Rick y Carol también habían salido y no habían regresado. Con Hershel, Glenn y Sasha en cuarentena y Carl en aislamiento, solo Maggie y Jess estaban custodiando las rejas para advertir si alguno de los dos grupos volvía.
No era mala, pero Jess ansiaba cuanto antes que el grupo de Daryl viniera primero. Las medicinas y el bienestar de los demás era el alivio más grande que pudieran tener en este momento. Y el ver el rostro de él tan solo una vez más era lo que más quería.
Mientras mataban a los caminantes de los alrededores, percibieron que un auto se acercaba. En cuanto fueron a abrirle la puerta, percibieron algo raro en el vehículo.
Rick salía del auto, pero Carol no estaba.
Primero se aseguraron de que las entradas estuvieran bien cerradas y luego se acercaron a cuestionar a Rick por el paradero de Carol. El hombre comenzó a preguntar sobre el bienestar de sus hijos y evitaba cualquier pregunta referida a la mujer.
—Rick, ¿acaso Carol...? —Temía terminar la oración siquiera.
—No, no, nada de eso. Ella está bien, pero tuvo que irse. —La respuesta parecía una especie de adivinanza—. Fue ella la que asesinó a Karen y a David.
Ambas mujeres se miraron la una a la otra, sin poder creer lo que estaban oyendo. La tierna Carol había matado tan cruelmente a aquellas personas, y Rick la abandona a su suerte con provisiones y un auto para que Tyreese no la vea. A Jess no le gustó mucho esto último.
Ante las miradas cómplices de ambas, Rick les cuestionó si hubieran hecho lo mismo en su lugar. Maggie respondió que tenía razones para echarla, pero que ella nunca podría haberlo hecho.
—Yo no —respondió Jess con una mala cara—. Cometiste un error.
—¿Error? ¿El echar a una mujer que tuvo la sangre fría de asesinar de esa forma a dos personas enfermas?
—Tú lo dijiste: "Enfermas". Karen y David estaban infectados.
—Jessica, eso no se justifica. Es asesinato —presionó el hombre.
—¿Acaso es diferente a cuando mataste a Shane? —declaró muy segura de sí. El golpe fue bajo, Rick no contestó—. Cometiste un error. Carol es un gran miembro del grupo. Daryl no te lo perdonará, y yo tampoco.
Sentenció sus palabras como una declaración y se fue sin decir nada más. No estaba tan enojada por el que haya abandonado a Carol, sino por haberle hecho recordar a la situación de Shane. Aunque tenía razón en una cosa: Daryl no se lo perdonaría.
Se había pasado la tarde pensando en ello. Desde que llegó Rick y tuvieron esa disconformidad, no volvieron a hablar; estaban alejados el uno del otro. Cada vez que recordaba aquellos comentarios en contra de Carol, le hervía la sangre. Quería correr y buscarla, realmente quería hacerlo.
Cuando creyó que estaba demasiado sumida en sus pensamientos como para oír cosas fuera de su mente, escuchó un disparo proveniente del pabellón en donde Hershel se encontraba. Desde lo lejos, vio como Maggie corrió hacia el pabellón, así que la siguió; de haber sido Rick, no estaba segura de que haría lo mismo.
El pabellón fue tomado completamente por caminantes. Estaban por todos lados. Maggie tenía un hacha y planeaba romper la cerradura que había en la puerta principal, pero era obvio que una puerta con cerradura en una cárcel era imposible de romper.
Rodearon el pabellón y llegaron a la ventana en donde hacían las visitas.
—¡Aléjate, Maggie! —advirtió Jessica antes de sacar el arma y jalar el gatillo con la mirilla en la ventana.
Así fue como entraron. Creyeron que entrar sería más fácil que atravesar todo el pabellón para llegar a Hershel y Glenn, quienes eran los más importantes del grupo, pero tan pronto como entraron, se dieron cuenta que ya estaba limpio casi en su totalidad.
Hershel batallaba con uno de ellos en un alambre y Maggie dijo que se encargaría de ello. Para ganar tiempo, Jessica subió al segundo piso para ver que estuvieran todos a salvo. A su paso, se encontró con gente convertida en caminante. Por fortuna, los habían matado antes de que siguieran arruinando las cosas.
En una celda, encontró a los niños esperando salir. Jessica los tranquilizó y dijo que se quedaran ahí hasta que todo estuviera bien. Más adelante, en una de las celdas, halló a Glenn convulsionando y escupiendo sangre de su boca. Entró en desesperación y, como pudo, lo tomó del cuello y lo volteó para que no se ahogara con su sangre.
En cuanto Hershel llegó con un tubo, Maggie se alteró al ver el estado del muchacho. Jess tuvo que mirar para otro lado para no vomitar al ver introducirle aquel tubo.
Cuando terminó, y Glenn comenzó a respirar por sus propios medios, Jess le cedió su lugar a Maggie para que esté cerca de su marido y ella fue a liberar a los niños y estar con ellos en todo momento. Estaban bien.
Fue cuestión de segundos para que el grupo que debía traer la medicina regresara. Se puso feliz de que llegaran a salvo, pero aún más cuando supo que ningún miembro moriría.
Ya era de noche. Después de vigilar de que todo estuviera tranquilo, Hershel le dijo (en realidad, la obligó) a Jess que descansara, aunque fueran cuatro horas. No podía seguir despierta ni un segundo más; se balanceaba del sueño, y él lo sabía.
Así que le hizo caso. No recordó dónde y cuándo se había dormido, pero lo hizo. Ahora todo estaba bien, el grupo estaba a salvo de la gripe.
Al otro día, se despertó en otro lugar y en otra posición. Alguien la había movido, pero realmente no recordaba sentir o escuchar algo o alguien que lo hubiera causado. Al despabilarse, decidió ir a visitar a Marion, pero no estaba segura de que pudiera entrar, así que recurrió a Hershel.
—Te diría que descansaras un poco más y que te tranquilices, pero sé que eso no va contigo —sonrió, e hizo reír a la castaña—. Te recomiendo que uses un tapabocas o algo que se le parezca.
—Gracias. Otra cosa, antes de que se me olvide... —se volvió—. Sybil necesita estirar las piernas un poco. Era algo que hacíamos siempre, por pedido de su hija. Ella estaba en el pabellón A.
—Comprendo. —No dijo nada por un largo tiempo—. Supongo que no tiene nada de malo que tenga una tranquila caminata matutina.
Jessica agradeció nuevamente, pero antes de irse, fue detenida por el anciano. Esperó atenta a lo que él le tenía para decir.
—No era tu deber ayudar a Glenn, y aún así lo hiciste —dijo—. Arriesgaste tu vida por esa gente y fuiste capaz de no dormir para cuidar a los niños. Pocas personas tienen esa fortaleza, ¿sabes?
—Bueno, un día alguien me dijo que era demasiado buena para este mundo —sonrió.
—Rick, ¿no es cierto? —rió al notar lo obvio que sonaba—. Pues, tiene razón. Eres muy buena, y muy valiente —concordó—. Estoy muy orgulloso de ti.
Lo vio. Juraba ver a su padre reflejado en Hershel ahora mismo. Bastó un comentario para recordar lo buen hombre que había sido en sus días con vida, y para saber que Hershel era el tipo de persona que su padre era; el tipo de persona que veía bondad en los demás, incluso si estas no lo veían por sí mismas.
Lo abrazó, y las lágrimas salieron por sí solas. El calor y cariño que emanaba de su cuerpo era inexplicable, era uno de los hombres más buenos que había conocido en aquel pútrido mundo.
No quería verse muy intensa, así que se alejó y agradeció todo. Él le sonrió y avisó que estaría con Michonne sacando los cadáveres y quemándolos lejos de allí. En cuanto se despidieron, ella corrió a ver a Marion.
—¡Jessie! —gritó ella en cuanto la vió y la abrazó.
—Hola, linda. ¿Cómo te encuentras?
—Hice algunos amigos aquí —contó feliz—. Oí disparos cerca, ¿todo está bien?
—Nada de qué preocuparse —tranquilizó—. Quiero que me hagas un favor, ¿sí? Ten.
Jessica le dió su mochila azul marino que había llevado todo este tiempo en la espalda. Recordaba que muchos le preguntaban porqué la llevaba siempre, y recordaba haberla dejado de llevar por encontrarse en un lugar para vivir, tal vez para siempre.
—¿Tu mochila? —preguntó confundida la pequeña—. Pero siempre la llevas.
—No más, linda —sonrió—. Eres como una hermana para mí, así que quiero que tengas esto. Yo no la necesitaré más. Cuando crezcas (porque crecerás) y quieras salir a explorar (porque querrás hacerlo), quiero que tengas algo que llevar contigo.
No era una despedida, era un obsequio. Marion abrazó a la mujer y le agradeció. Jess le dijo que podría poner sus libros de dibujo, peluches y cosas que le gustaran. A la niña le agradó la idea.
En cuanto se fue a su celda, Jess fue a ver a Sybil y sacarla del encierro. La llevó del brazo todo el tiempo hasta que salieron al patio. La sentó allí para buscarle la comida.
Disfrutaba de su compañía. Le parecía que si la ayudaba, sería como estar ayudando a su madre después de tanto tiempo. Y era amable; no era brusca o quejumbrosa. Las personas calladas eran las mejores, en su opinión.
Cuando se dió vuelta para dirigirse al banco en donde estaba, percibió que ella se había levantado y estaba a un metro alejada del punto en donde la había dejado. Se sintió feliz de que pudiera caminar; un poco, pero podía. Luego se preocupó; podía lastimarse si no lo hacía sin ayuda.
—Ten cuidado, Sybil. Debes ir despacio —comentó a centímetros de ella.
Pensó que con su dulce aviso, se daría la vuelta para verla. Y fue tal cual lo que hizo.
Se giró, la miró con una mirada irreconocible y la tomó fuertemente del cabello.
Al inicio, Jess estaba conmocionada. No tenía ni idea de lo que estaba pasando ni lo que la anciana había hecho con esa rapidez, pero en cuanto se dió cuenta, comenzó a gritar su nombre en un tono fuerte.
—¡Sybil, soy yo, Jessica! —Intentó tomar su brazo para calmarla, pero la mujer apretó su agarre a su cabello. Reconoció que esta vez le había dolido—. ¡Detente!
—La cabra que te dio su fruto te matará. —Hablaba. No sabía lo que eso significaba, pero Sybil estaba hablando—. La sustituta sabrá quien en verdad eres. —continuó la anciana.
—¡Auxilio! —gritó Jess, desesperada.
—Y el sucesor que tanto amor tuvo —hizo una pausa para acercarse a su rostro— arderá en el mismísimo infierno.
En un movimiento rápido, Jessica sacó su cuchillo de su funda y se lo clavó en el brazo que sostenía su cabello. En cuanto la soltó, cayó al suelo y su cuchillo se separó de ella por el impacto. Estaba a dos metros de la mujer que la había atacado y esta se lamentaba por su brazo ahora sangrante.
Al darse la vuelta para ver a su atacante, Jess temió, y en cuanto comenzó a caminar a paso lento hacia ella, la joven se arrastraba en reversa en busca de algo que pudiera utilizar para detenerla.
Sybil se encontraba a una distancia cercana antes de que una bala desconocida impactara en su cabeza.
No podía pensar, ni siquiera sabía quién había disparado, incluso teniéndolo al frente suyo. Estaba bloqueada. Muchas preguntas la cegaban.
"¿Qué había sucedido?", "¿Por qué reaccionó así?", "¿Qué hizo mal?", "¿Sybil se volvió loca?", "¿Ella seguía viva?, "¿Qué era lo que había dicho?"
Las palabras que salían de la boca del hombre que había salvado su vida no se podían oír por todo el ruido de su cabeza. Se oía turbio. Por un momento, no supo diferenciar si no podía escuchar o era ella la que lo impedía.
—Está conmocionada —oyó una voz gruesa. Seguido de eso, vio la figura de Daryl cerca del cuerpo de Sybil—. ¿Jess?
Pestañeó unas cuantas veces antes de mirar al hombre frente a ella. Rick la había tomado del brazo para intentar hacerla reaccionar, su mano derecha aún con la posesión del arma disparada.
—¿Qué sucedió? —preguntó lento, aunque a Jess le pareció lo contrario.
Su cerebro funcionaba lento. No podía hablar: al hacerlo, tartamudeaba. Cuando veía el cuerpo, era peor; le costaba respirar, sentía que se asfixiaba. Estaba pasando por una crisis. Rick la abrazó, intentando tranquilizarla.
Lo siguiente que supo fue que la llevaron al pabellón de dónde había salido. Vio que Marion estaba allí y trató de estar bien para la pequeña. Los adultos debían hacer algo, por lo que la dejarían ahí hasta que se recupere.
"Todo está bien", repetía en su cabeza.
Todo está bien.