Resplandor entre Tinieblas

By WingzemonX

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La Dra. Matilda Honey ha dedicado toda su vida a ayudar a los niños, especialmente a aquellos con el "Resplan... More

Capítulo 01. El Sujeto
Capítulo 02. Vengo aquí para ayudarte
Capítulo 03. De una naturaleza diferente
Capítulo 04. Demasiado peligrosa
Capítulo 05. Evelyn
Capítulo 06. La Huérfana
Capítulo 07. Mi mejor intento
Capítulo 08. Un horrible presentimiento
Capítulo 09. Mátala
Capítulo 10. ¿Fue la niña?
Capítulo 11. Adiós, Emily
Capítulo 12. Avancemos con Cautela
Capítulo 13. Un Poco de Sentido
Capítulo 14. Imagen de Niña Buena
Capítulo 15. ¿Nos vamos?
Capítulo 16. ¿Qué está ocurriendo?
Capítulo 17. Su nuevo mejor amigo
Capítulo 18. El Detective de los Muertos
Capítulo 19. Ojos Muertos
Capítulo 20. ¿Trabajamos juntos?
Capítulo 21. Respira... sólo respira
Capítulo 22. Un Milagro
Capítulo 23. Entre Amigos
Capítulo 24. Carrie White
Capítulo 25. Todo será diferente
Capítulo 26. Plan de Acción
Capítulo 27. Sin Pesadillas
Capítulo 28. Abra
Capítulo 29. Cosas Malas
Capítulo 30. Yo mismo
Capítulo 31. El Monstruo
Capítulo 32. Mi Niño Valiente
Capítulo 33. Has despertado mi curiosidad
Capítulo 34. Tenerte miedo a ti mismo
Capítulo 35. Él aún la busca
Capítulo 36. Un poco de aire
Capítulo 37. Algo está pasando
Capítulo 38. Ya no puedes detenerme
Capítulo 39. El Baile Negro
Capítulo 40. Usted me lo prometió
Capítulo 41. No me detendré
Capítulo 42. Mira lo que hice
Capítulo 43. Tuviste suerte esta vez
Capítulo 44. No estoy bien
Capítulo 45. ¿Qué haremos ahora?
Capítulo 46. Ningún lugar a dónde ir
Capítulo 47. Buenas amigas
Capítulo 48. Tío Dan
Capítulo 49. Lo mejor es dejarlos ir
Capítulo 50. Bobbi
Capítulo 51. Tu última misión
Capítulo 52. Una leal sierva
Capítulo 53. Hacia el sur
Capítulo 54. Pagar por los pecados de otros
Capítulo 55. Un Iluminado de Dios
Capítulo 56. Se viene una batalla
Capítulo 57. Ya estás en casa
Capítulo 58. Calcinarlo vivo
Capítulo 59. Ayudar a alguien que me necesita
Capítulo 60. No enloquezcas
Capítulo 61. Ven conmigo
Capítulo 62. Vamos por él
Capítulo 63. Una pequeña bendición
Capítulo 64. Santa Engracia
Capítulo 65. Ann Thorn
Capítulo 66. Amor y fe
Capítulo 67. La quinta tragedia
Capítulo 68. Yo siempre le he pertenecido
Capítulo 69. La Caja
Capítulo 70. Lote Diez
Capítulo 71. Andy
Capítulo 72. Hola otra vez
Capítulo 73. Oscuro y maligno
Capítulo 74. Nosotros perduramos
Capítulo 75. El castigo que merecemos
Capítulo 76. Maldigo el momento
Capítulo 77. Juntos y Vivos
Capítulo 78. Mami
Capítulo 79. ¿Qué demonios eres?
Capítulo 80. Últimas lágrimas
Capítulo 81. Inspector de Milagros
Capítulo 82. Orden Papal 13118
Capítulo 83. Protector de la Paz
Capítulo 84. Quizás era demasiado
Capítulo 85. Su queja está anotada
Capítulo 86. Gorrión Blanco
Capítulo 87. El plan ha cambiado
Capítulo 88. Tenemos confirmación
Capítulo 89. No la abandonaré
Capítulo 90. Noche de Fiesta
Capítulo 91. No hay que preocuparse por nada
Capítulo 92. Así como lo hace Dios
Capítulo 93. Se te pasará
Capítulo 94. Rosemary Reilly
Capítulo 95. Yo soy su madre
Capítulo 96. No debes titubear
Capítulo 97. Reunidos como una familia unida
Capítulo 98. Un trato
Capítulo 99. Un tonto que se cree héroe
Capítulo 100. Soy Samara Morgan
Capítulo 101. Gran Huida
EXTRAS 1: Memes y Cómics (Parte 1)
EXTRAS 1: Memes y Cómics (Parte 2)
EXTRAS 1: Memes y Cómics (Parte 3)
Capítulo 102. Un regalo para su más leal servidor
Capítulo 103. Inconcluso
Capítulo 104. Un lugar seguro
Capítulo 105. Volver a casa
Capítulo 106. Nuestra única oportunidad
Capítulo 107. Al fin nos conocemos de frente
Capítulo 108. Terminar la misión
Capítulo 109. Fuego de Venganza
Capítulo 110. Objetivo Asegurado
Capítulo 111. Mi poder es mío
Capítulo 112. Si lo deseas con la suficiente fuerza
Capítulo 113. Terminar con este sueño
Capítulo 114. Código 266
Capítulo 115. El Príncipe de Chicago
Capítulo 116. Una buena persona
Capítulo 117. Somos Familia
Capítulo 118. Un mero fantasma
Capítulo 119. Bienvenida al Nido
Capítulo 120. Confirmar o enterrar sospechas
Capítulo 121. Mucho de qué hablar
Capítulo 122. Encargarnos de otras cosas
Capítulo 123. Era mi hermana
Capítulo 124. No Ha Terminado
Capítulo 125. Lo que tengo es fe
Capítulo 126. Haré que valga la pena
Capítulo 127. Primera Cita
Capítulo 128. Levántate y Anda
Capítulo 129. Una chica tan bonita como yo
Capítulo 130. Eres extraordinario
Capítulo 131. Resentimientos
Capítulo 132. Una verdad más simple
Capítulo 133. Yo no necesito nada
Capítulo 134. En lo que tú quieras
Capítulo 135. Me necesitas
Capítulo 136. Miedo Irracional
Capítulo 137. Eli
Capítulo 138. Duelo a Muerte
Capítulo 139. Adiós, estúpida mocosa
Capítulo 140. Algo viejo y destructivo
Capítulo 141. Nuevo Truco
Capítulo 142. VPX-01
Capítulo 144. Base Secreta
Capítulo 145. Lo que se esconde en su interior
Capítulo 146. Sólo queda esperar
Capítulo 147. El Lucero de la Mañana ha Salido
Capítulo 148. Ataque a Traición
Capítulo 149. La Destrucción del DIC
Capítulo 150. Combate en dos frentes
Capítulo 151. Una pesadilla hecha de realidad
Capítulo 152. Destrucción Fascinante
Capítulo 153. Las Ruinas del Nido

Capítulo 143. Propiedad Privada

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By WingzemonX

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 143.
Propiedad Privada

La travesía de Cody Hobson y Lucy para descubrir el misterioso paradero de Lisa Mathews, había resultado más extenuante y agotador de lo que ha Cody le hubiera gustado. Para empezar, Lucy no aceptó subirse a un avión, sino que en su lugar prefirió que recorrieran todo el largo camino desde Dakota del Norte hasta Maine a bordo de su New Beetle, un viaje que en situaciones normales tomaría al menos unas treinta horas; en su caso, Cody intuía que serían afortunados si sólo les tomaba eso.

—Cómo ya te dije, no tengo aún una idea clara de dónde está ese sitio —le había explicado Lucy con una calma que parecía casi robótica, estando sentados ambos en la sala de ella, bebiendo cada uno una taza de té—. En estos momentos sólo tengo la dirección a la que debemos ir desde este punto en el que estoy ahora. Y conforme nos vayamos acercando al lugar, poco a poco, es probable que la ubicación exacta se vuelva más clara en mi cabeza. Pero para poder lograrlo, necesito ir avanzando a mi ritmo, siguiendo la brújula que tengo en mi cabeza. Si me subo a un avión y cambió en un santiamén mi punto de referencia de una forma tan abrupta, lo más probable es que pierda por completo mi rumbo, y no te puedo asegurar que lo pueda recuperar. He hecho esto muchas veces, y conozco bien cómo funcionan mis habilidades de rastreo. Te aseguro que no sólo es la mejor forma, sino la única.

Cody se mantuvo escéptico ante tal explicación. No estaba seguro qué tanto de aquello era cierto, y qué tanto era que simplemente le daba miedo subirse a un avión. Como fuera, no le quedó más que aceptar a regañadientes. Después de todo, sabía bien que sin Lucy no sería capaz de encontrar a Lisa.

El viaje por carretera resultó en efecto largo y cansado. Tuvieron que parar algunas noches para descansar en alguna ciudad o pueblo de paso. A veces en algún motel (haciendo Cody uso de sus pastillas mágicas para dormir y prevenir cualquier pesadillas indeseada), y a veces simplemente estacionando su vehículo en algún área de descanso.

A pesar de que Cody no acostumbraba conducir muy seguido, y menos en carretera, no le quedó más remedio que turnarse con Lucy para hacerlo, no sólo para que ambos estuvieran más descansados, sino para que su compañera pudiera calibrar mejor la "brújula que tenía en su cabeza" para asegurarse de que iban por el camino correcto, y no hubiera surgido algún cambio en el paradero de Lisa. Hasta el final, la poca información que tenían los seguía dirigiendo hacia Maine.

En un momento durante el último tramo del viaje, pasaron bastante cerca de Boston, y Cody se preguntó si acaso Matilda ya habría vuelto a su casa. Lo más probable era que no. La última vez que se vieron en Oregón, ella se dirigía hacia Los Ángeles para descansar la herida de su hombro en casa de su madre, así que lo más seguro era que optara por quedarse allá hasta después de Acción de Gracias. Igual se sintió tentado a llamarla, sólo para hablar con ella y saber cómo seguía, pero desistió al último momento.

«De seguro si se le dijera lo que estoy haciendo, me daría un discurso entero para convencerme de que diera media vuelta y me regresara a casa»

Y el sólo hecho de sacar él mismo esa conclusión debería bastar para que tomara la decisión de hacerlo por su propia cuenta, pero no fue así. El sentimiento apremiante de que algo no estaba bien con toda la partida tan repentina de Lisa pudo más que su sentido común.

Cody pensó que una vez que llegaran a Maine, todo lo demás sería mucho más simple. Sin embargo, para su mala suerte no fue así. Al estar ya tan cerca del punto que Lucy había logrado detectar en el mapa, sólo le confirmaba que en efecto "algo" la bloqueaba. Pero no todo estaba perdido, y sorprendentemente Lucy se mantenía optimista. Estaba convencida de que podrían dar con el sitio correcto... a su tiempo.

Comenzaron a prácticamente cada día recorrer cada carretera y camino alterno de Maine, y poco a poco Lucy sentía que podía ir ubicando con más claridad hacia donde tenían que ir. Hasta ahora todo parecía indicar que tenían que ir hacia el norte; ¿qué tanto?, eso sólo el tiempo lo diría, y ciertamente esa última parte estaba tomando bastante más tiempo del que cualquiera de los dos hubiera querido. Aunque Lucy parecía bastante tranquila al respecto.

—¿Segura que puedes tomarte más días libres del trabajo? —preguntó Cody en algún momento mientras conducían por una carretera secundaria, rodeados de un paraje boscoso.

—Soy freelancer —se explicó Lucy—. Significa que no trabajo formalmente para una empresa, sino que lo hago por proyecto. Ellos me contactan directamente, y...

—Sé lo que freelancer significa —le cortó Cody, algo abrupto.

—Sí, bueno... al final tengo mayor flexibilidad con mis horarios y días libres. Antes de irnos entregué el último trabajo que tenía pendiente, así que estaré bien si me ausento un par de días más.

«Si es que esto en verdad dura sólo un par de días más» pensó Cody con desgano.

—¿Qué hay de ti? —preguntó Lucy con curiosidad—. ¿Puede el profesor de biología seguirse ausentando por más tiempo?

—Para eso están los profesores suplentes —respondió Cody con tono burlón—. Dije que tenía una emergencia familiar, y que necesitaba ausentarme un par de semanas.

—Qué mentiroso.

—Oye, no es precisamente... una mentira.

—Si no estás casado con la Srta. Mathews, no es legalmente tu familia. Y ni siquiera sabes si realmente hay una emergencia. Así que sí... eres un mentiroso.

Cody no estaba seguro si lo decía en broma o en serio, pero decidió mejor sólo reír como respuesta. A pesar de todos esos días que llevaba conviviendo con la rastreadora, seguía sin lograr acostumbrarse del todo a ella. Las cosas que decía o hacía le resultaban inusuales, aunque no tan ajenas en realidad. Había visto conductas parecidas en algunos de sus alumnos antes, y al menos uno de ellos se había comprobado que estaba dentro del espectro. No sabía si era el caso de Lucy, y tampoco sintió correcto el preguntarlo. Pero como fuera, de lo que estaba seguro es que era una persona "especial" en más de un sentido.

Esa noche durmieron en su vehículo a un lado de la carretera solitaria, al pie de los árboles. Lucy no tuvo reparó en señalar lo peligroso que esto era, y cómo un asesino podría simplemente acercarse a ellos en la oscuridad y dispararles a través del cristal mientras dormían, y no había mucho que pudieran hacer para evitarlo. Por suerte aquella idea no provocó que Cody tuviera alguna pesadilla esa noche, y no hubo nadie cerca para ver las imágenes de sus sueños que muy seguramente pintaron el páramo mientras dormía.

Fue justo al día siguiente en el que dieron con el área que tanto habían buscado.

Temprano en la mañana se dirigieron al norte, Cody al volante, mientras Lucy, sentada en el asiento del copiloto, se concentraba con sus ojos cerrados en percibir su entorno, y los lentes de Lisa bien sujetos entre sus manos. El cielo estaba despejado, y no habían visto ni un sólo vehículo por la zona desde que comenzaron el día. Pasó quizás una hora sin que Lucy diera ninguna instrucción a Cody, más allá de que sólo siguiera conduciendo sin desviarse.

De pronto, Lucy abrió sus ojos grandes como platos y soltó al aire un estridente:

—¡Detente!

Cody reaccionó asustado por el exabrupto, y pisó a fondo el freno. Las llantas rechinaron, y el vehículo se descontroló un poco, quedando al final ladeado a mitad del camino. Por suerte no venía ni un vehículo. Cody se giró hacia ella, agitado por la conmoción. Pero antes de que pudiera preguntarle qué pasaba, Lucy se quitó el cinturón de seguridad, salió apresurada del vehículo y comenzó correr con apuro algunos metros más adelante. Cody se apresuró a bajarse para ir detrás de ella.

Lucy se paró firme a mitad de la carretera y comenzó a girar lentamente, recorriendo su vista por todo su alrededor. Lo único que había en toda dirección eran árboles y más árboles, altos y frondosos. Estaban en una parte elevada cerca de las montañas. Todo se sentía muy silencioso y casi desolado. El suelo de asfalto sobre el que se encontraban, y la señalética a un lado del camino, eran las únicas muestras de civilización a la redonda.

—Lucy, ¿qué ocurre? —le cuestionó Cody con preocupación.

La rastreadora siguió en silencio, contemplando reflexiva a todas direcciones. Sus dedos se encontraban aferrados a los anteojos de Lisa, hasta casi estar a punto de romperlos. Tras unos minutos, respingó con violencia y centró su atención en un punto en específico.

—Es por ahí —indicó con firmeza, señalando con un dedo hacia los árboles—. O eso creo...

Cody miró con aprensión hacia donde ella señalaba.

—¿Estás segura?

—No, por eso dije "eso creo" —respondió Lucy con ligera irritación—. Pero es la sensación más fuerte que he tenido hasta ahora.

Cody avanzó con apuro en la dirección que Lucy le indicaba. Bajó de la carretera, pisando la gravilla con la suela de sus zapatos, e inspeccionó entre los arbustos y los troncos que bordeaban el camino. A sus oídos sólo llegaron los sonidos de agua corriendo, el revoloteó de algunas aves, y el crujido de las ramas de los árboles al ser agitadas por el viento. Un paisaje bastante pacífico a simple vista, y aun así no le transmitía en lo absoluto dicha sensación.

—Creo que hay un camino de tierra más adelante —escuchó que Lucy comentaba a sus espaldas. Al girarse, vio que la rastreadora había avanzado más por la carretera, y sostenía su teléfono celular con una mano, intercalando su mirada entre la pantalla y el frente—. Debe ser uno privado pues no aparece en el GPS.

—Veamos a dónde nos lleva, entonces —indicó Cody con convicción, y de inmediato regresó hacia al vehículo. Esperaba que Lucy le respondiera alguna negativa a la propuesta, pero para su sorpresa no mencionó nada. Sólo se subió de regreso al asiento del copiloto, y se colocó rápidamente el cinturón de seguridad.

Ya ambos a bordo y listos, se pusieron en camino tomando el camino adyacente que Lucy había encontrado, que los introdujo por el bosque, hasta que todo lo que podían ver a su alrededor eran árboles, y apenas un poco del cielo azul sobre ellos. Tuvieron que avanzar con cuidado, pues el camino irregular y algo inhóspito puso a prueba al pequeño vehículo de Lucy. Cody temía que se fuera a quedar estancado en cualquier momento, o que alguna llanta se ponchara, pero pareció aguantar lo suficiente.

Luego de una media hora de lento avance, el camino topó abruptamente con una barda de malla de apariencia descuidada y vieja, con un cartel oxidado que mostraba en letras grandes y rojas:

PROPIEDAD PRIVADA

NO ENTRAR

Cody detuvo el vehículo frente a la barda, y ambos bajaron del vehículo y se aproximaron a ésta.

—Parece que hasta aquí llegamos —señaló Lucy, al tiempo que observaba con curiosidad el cartel.

—¿El lugar que buscamos está más adelante? —preguntó Cody, pensativo.

Lucy se encogió de hombros.

—Segura, segura, no lo estoy. Pero... supongo que hay una forma de verificarlo.

Cody quiso preguntarle cuál era esa forma, pero entonces Lucy se acercó hacia la barda y colocó rápidamente sus dedos contra la malla. El profesor se sobresaltó un poco, temeroso de que estuviera electrificada o algo así, pero por suerte no pareció ser el caso.

Lucy cerró sus ojos, respiró hondo, estrujó los anteojos de Lisa con su otra mano, e intentó entonces extender su mente hacia el frente, en la dirección fija a la que su brújula interna le señalaba, hacia donde estaba convencida que Lisa Mathews se había ido. Sin embargo, no logró avanzar mucho más de donde se encontraba, pues en cuanto intentó ver qué o quién se encontraba más allá de esa barda, sufrió el equivalente psíquico de estrellarse de narices contra una pared. Y, de hecho, su cuerpo reaccionó como si físicamente eso fuera justo lo que le ocurrió, y se precipitó de sopetón hacia atrás, hasta incluso caer de sentón a tierra.

—¿Estás bien? —susurró Cody acongojado, y rápidamente se agachó a su lado para ayudarla a levantarse.

—Es aquí —respondo Lucy con asombrosa calma, mientras él la ayudaba a pararse. No parecía haberle perturbado su caída en lo absoluto—. Ese punto ciego al que mis poderes no pueden entrar, es justo detrás de esta barda. O unos metros más delante de ella, para ser exactos.

Cody desvió su mirada inquisitiva hacia el páramo boscoso que se extendía del otro lado de la barda. A simple vista no había nada extraño, excepto una cosa de la que Cody no fue consciente hasta ese momento. Esos sonidos propios de la naturaleza que había captado anteriormente, en ese punto habían desaparecido por completo. El viento, el agua, los animales... nada de eso parecía estar presente. Lo que los rodeaba era un casi sepulcral silencio.

«¿Qué lugar es éste?» pensó intrigado, y por supuesto preocupado por la idea de que Lisa hubiera ido a un sitio así.

—¿Qué hacemos ahora? —le preguntó Lucy, al parecer más curiosa que preocupada.

Sin responderle, Cody se apartó de ella y volvió al vehículo, en específico a la parte trasera en dónde traían un par de mochilas de acampado que habían adquirido días atrás con comida, agua, y varias herramientas de supervivencia; quizás más de las necesarias, pues el vendedor en cuestión claramente les vio cara de que no sabían con exactitud qué ocuparían, y claro que aprovechó la ocasión para vender de más. Cody se colocó la mochila en la espalda y caminó de nuevo hacia la barda.

—¿Quieres traspasar la cerca de propiedad privada? —le preguntó Lucy incrédula. Y al momento siguiente, pudo ver cómo Cody comenzaba a intentar escalar la malla con sus manos y pies—. Oh, sí lo harás.

—No tienes que seguirme —indicó Cody con seriedad mientras escalaba—. Entenderé si quieres volver.

Lucy pareció vacilar un instante, pero luego se dirigió también hacia su vehículo, tomando la otra mochila.

—Ya llegué hasta aquí —concluyó con simpleza, y se apresuró a seguir los pasos de su acompañante mientras se colocaba también su mochila a los hombros—. Pero ayúdame, ¿sí?

Cody le extendió una mano desde su posición más elevada para jalarla y darle un poco más de impulso. No fue tan sencillo, pues en realidad ninguno de los dos era precisamente muy fuerte, pero entre ambos lograron de alguna forma saltar la oxidada y vieja cerca, sin que ninguno se cortara o tuviera que preocuparse por el tétanos. Sin embargo, aunque su escalada fue más o menos aceptable, su descenso al otro lado fue más una caída menos solemne. Por suerte ninguno salió demasiado herido, y tras limpiarse un poco sus pantalones, pudieron alzarse y comenzar a andar siguiendo los vestigios de lo que claramente en algún momento fue un sendero.

—Debo admitir que me sorprende que hayas querido venir hasta aquí, Lucy —bromeó Cody, intentando aligerar un poco el ambiente mientras avanzaban con paso prudente—. Espero no ofenderte, pero no me pareces del tipo... bueno, aventurero.

—Usted tampoco es precisamente Indiana Jones, profesor Hobson —señaló Lucy con ligera tosquedad.

—Definitivamente no lo soy —masculló Cody—. Pero necesito saber que Lisa está bien.

—Y yo en verdad quiero saber qué es lo que se oculta aquí que puede mantenerme alejada de esta forma —añadió Lucy, algo abstraída—. Me resulta preocupante, ¿sabes? Desde niña siempre he podido ver y oír lo que ocurre en prácticamente cualquier sitio que yo quiera. Se podría decir que no estoy acostumbrada a que se me cierren las puertas. Aunque no sabría decir si la curiosidad vale en realidad una intrusión como ésta.

—Aún puedes volver.

Lucy se encogió de hombros.

—¿Qué es un arresto por invadir propiedad privada entre amigos?

—¿Ahora ya somos amigos?

—¿Quién dice que hablaba de ti?

Cody rio divertido. De nuevo no sabía si aquello era una broma o no, pero prefería pensar que sí.

Ambos siguieron andando por el camino, sin tener claro con qué exactamente se encontrarían más adelante.

— — — —

Un par de kilómetros más adentro del punto por el cual Lucy y Cody ingresaron, se alzaba la alta montaña que componía las instalaciones del Nido. Y para esas horas, la actividad regular de sus ocupantes ya estaba más que empezada.

Como de costumbre, el despertador de Gorrión Blanco la sacudió violentamente de su sueño esa mañana, haciéndola estremecerse y sentarse de golpe en su cama. Sin embargo, a pesar de lo impetuoso de su despertar, su siguiente acto fue quedarse totalmente quieta, ida con su mirada fija en la pantalla plana postrada en el muro delante de ella, en donde lograba vagamente captar la silueta de su propio reflejo, gracias a la leve luz de la lámpara de buró a su lado.

Y así se quedó un rato, quieta y contemplando a la nada, con su cerebro intentando arrancar como el testarudo motor de una lancha, sin mucho éxito. Cuando al fin logró reaccionar, extendió su mano derecha a tientas hacia el buró hasta poder presionar con sus dedos el despertador y así hacer que su estridente sonido cesara al fin. El silencio que le siguió resultó más agitador para ella que el estrepitoso retumbar que la había levantado.

Tras lograr desperezarse lo suficiente para levantarse de la cama, se retiró sus ropas de dormir y se atavió con uno de sus atuendos de entrenamiento, pues su intención siguiente era ir un rato al gimnasio como lo había estado haciendo cada mañana de los últimos días.

Justo como le habían ordenado, Gorrión Blanco tomó como descanso los días siguientes a su misión en Los Ángeles, para así poder recuperar fuerzas. En ese tiempo no había hecho en realidad gran cosa, más allá de leer algunos de los libros disponibles en la pequeña biblioteca de la base, ver algunas películas en el catálogo restringido que se podía acceder desde el televisor de su cuarto, además de caminar y recorrer la base (al menos las partes que tenía permitido ver). Y claro, ir al gimnasio a hacer un poco de ejercicio, aunque le habían indicado que no se excediera demasiado.

Todas aquellas actividades más mundanas en general le eran entretenidas, además de novedosas. Aun así, no lograban hacer que su mente se despejara por completo de las preocupaciones que la acosaban. No estaba segura de si aquel descanso le estaba sirviendo o no. De entrada, no sabía cómo se suponía que debía sentirse. A la mañana siguiente de volver a la base, ella creía ya sentirse bien; un poco débil, pero bien en general. Y no sentía que ese estado hubiera mejorado o empeorado desde entonces.

Y lo peor era que las extrañas visiones que había tenido en aquel pent-house en llamas, no habían desparecido tampoco. No habían sido tan frecuentes, ni tampoco tan vividas y violentas como las de aquel momento. Se presentaban más que nada como pequeños destellos que le llegaban de golpe sin avisar, a mitad de una película o mientras caminaba por algún pasillo. No duraban más que unos cuantos segundos, y entre ellos lograba ver fugazmente rostros y lugares que no le resultaban conocidos. Pero eran más comunes los sonidos: gritos, risas, música, frases que por sí sola no tenían ningún sentido y, en especial, nombres que Gorrión Blanco no lograba captar o entender por completo, pero aun así identificaba que eso eran. Y había uno que parecía repetirse más que los otros, pero a sus oídos llegaba como un sonido incomprensible; como mera estática.

No había comentado con nadie más acerca de esto desde la conversación que tuvo con la Dra. Mathews hace unos días. Lo que ésta había comentado sobre que podrían ser partes de su memoria perdida, ciertamente la había intrigado e interesado. Y temía que si se lo decía al Dr. Shepherd o a alguien más que las seguía teniendo, harían algo para suprimirlas. Y de ser así, no podría obtener de ellas las pocas pistas que pudieran darle. Quizás era un poco irresponsable de su parte, pero al menos de momento lo prefería así.

Además de aquel nombre que no lograba captar enteramente, había podido identificar algunas cosas que se repetían en sus visiones: los pasillos, salones, gimnasio, alberca y demás locaciones de lo que parecía ser una escuela; un crucifijo, o más específico la cara de Jesús en la cruz, demacrada y sangrante, con sus penetrantes ojos mirándola fijamente; una combinación de rostros borrosos, sonidos dispersos, risas, y fuego... el fuego solía estar muy presente, envolviéndola por completo en todas direcciones. No sabía qué tanto de eso era real y qué tanto lo estaba creando su propia cabeza. Pero tenía esperanza en que, igual que las piezas de un rompecabezas, si lograba encontrar la forma de hacer que todas encajaran, cobrarían sentido.

Antes de salir de su habitación, se recogió su cabello rubio en una cola hacia atrás de su cabeza, y se inspeccionó detenidamente en el espejo. Esto no resultaba muy sencillo, pues ciertamente no se consideraba muy fan de su propio reflejo. Si quizás se le permitiera usar un poco de maquillaje o algo similar. Aunque... no recordaba si acaso era algo que solía hacer antes de despertar de su coma. De hecho, esa idea se le había pegado más por los libros y películas que había visto en esos días, pero a ella el concepto le resultaba un tanto ajeno.

«Quizás por mi trabajo como soldado nunca acostumbré usar maquillaje» concluyó mientras se observaba su rostro, siendo más consciente de las marcas y granos presentes en él, en especial en el área de su frente y nariz. Pero si era así, deseaba en esos momentos que no fuera el caso. Pues, de hecho, había otro motivo por el que había optado por ir cada uno de sus días de descanso al gimnasio, y que no tenía que ver exactamente con un deseo de mantenerse sana y en forma. Y ese motivo tenía nombre y apellido: Francis Schur.

El sargento había sido realmente amable con ella desde que despertó, y la había cuidado a cada paso de su recuperación, sin mencionar que le había salvado la vida durante la última misión. Y había además estado a su lado todo el camino de regreso a la base en el avión y los helicópteros, sujetando su mano y hablándole para mantenerla tranquila y despierta.

Era atento, caballeroso y muy apuesto... Gorrión Blanco no podía evitar preguntarse si sus atenciones eran sólo por su trabajo, o si había algo más. Después de todo, en las películas que había visto siempre que un chico se portaba así con una chica, era porque le interesaba como algo más que una compañera o amiga. Y el comenzar a sopesar esa posibilidad hacía que su corazón entero se agitara debajo de su pecho. Y el que cada mañana pudiera verlo en el gimnasio, con sus ropas de entrenamiento firmemente ajustadas a sus marcados músculos, su rostro sudoroso y respiración agitada... no ayudaba tampoco a calmar el temblor en su pecho. Y esa mañana no fue la excepción.

Al llegar al gimnasio, Gorrión Blanco divisó a Francis en el área de pesas, de espaldas sobre un banco de entrenamiento, mientras subía y bajaba lentamente con sus brazos una pesada barra desde su pecho hasta lo alto, exhalando lentamente con cada esfuerzo. Su vista estaba fija en el techo, aunque de seguro su mente estaba totalmente concentrada en el ejercicio. Esa profunda seriedad de su rostro perlado lo hacía ver aún más atractivo.

Gorrión Blanco respiró hondo, pasó una mano distraída por su cabello y avanzó en dirección del soldado con una dulce sonrisa.

—Buenos días, sargento —masculló despacio, parándose a su lado. Francis se mantuvo enfocado en su ejercicio, pero igual le respondió.

—Buenos días, Gorrión Blanco. ¿Cómo te sientes?

—Muy bien, gracias por preguntar. Creo que hoy también me ejercitaré un poco.

—Adelante. Si necesitas algo avísame.

—Es muy amable, gracias.

Se dirigió entonces a la estantería donde se encontraban las pesas, tomando dos de tamaño mediano. Se suponía que no eran de hecho tan pesadas, pero sólo una resultaba bastante para sus brazos delgados, y casi la jalaron por completo contra el suelo. Lo ideal sería tomar de las más pequeñas, pero lo que menos quería era parecer una debilucha frente a Francis. Así que, haciendo un poco de trampa, se apoyaba un poco en su telequinesis para poder alzar y bajar ambas pesas, haciendo que el proceso se volviera mucho más sencillo. Quizás no era justo, pero... de cierta forma ejercitaba también su telequinesis, así que, ¿por qué no?

Se paró entonces no muy lejos del banco de Francis y comenzó con sus series con una pesa en cada mano. Le resultaba curioso como con sus brazos le era tan complicado levantar una de esas, pero con su telequinesis no parecían pesar casi nada; sentía que incluso podría arrojar una de esas por todo ese espacio como si fuera una simple pelota, y quizás la arrojaría mejor que a una verdadera pelota. ¿Qué determinaría esa diferencia?

Miró de reojo hacia Francis. Éste continuaba totalmente enfocado en lo suyo.

—Y... ¿cuándo cree que tendremos nuestra siguiente misión, sargento? —pronunció Gorrión Blanco de pronto, intentando llamar un poco su atención.

—No te precipites —pronunció Francis, notándose en su voz el esfuerzo que involucraba para él levantar la pesa—. De momento debes enfocarte únicamente en recuperarte.

—Lo sé, lo sé. Es sólo que no me gustaría quedarme tanto tiempo más encerrada. Fue divertido viajar hasta allá y luchar... los dos juntos, ¿no?

Francis no respondió de inmediato. Permaneció callado casi un minuto entero, y luego apoyó la pesa en el reposabarras y se sentó. Respiraba agitado, y pasó una mano por sus cabellos húmedos.

—Cinco personas murieron en esa misión, Gorrión Blanco —murmuró Francis, no sonando del todo como una reprimenda pero sí bastante cerca—. Decir que fue divertido no es apropiado.

La muchacha se sobresaltó, un poco sorprendida por el comentario, aunque también apenada.

—Lo siento —murmuró cabizbaja—. Tiene razón. Es sólo que... creo que hicimos un buen equipo allá, y me gustaría que se repitiera.

—Es probable que no nos toque volver a trabajar juntos en el campo —soltó el Sgto. Schur de pronto, tomando a Gorrión Blanco totalmente por sorpresa.

—¿Qué?, ¿por qué no? —exclamó sorprendida, olvidándose por unos instantes de sostener las pesas con su telequinesis, haciendo que sus brazos fueran jalados abruptamente hacia abajo, lo que la hizo apresurarse a recuperar la compostura y volverlas a alzar—. ¿Hice algo incorrecto?

Francis se había parado para ese momento del banco y pasaba una toalla por su cabeza y rostro para limpiarse el sudor.

—En lo absoluto —indicó, negando con la cabeza—. Pero mi responsabilidad primordial es la seguridad del Nido, por lo que no suelo salir a misiones fuera de la base. Lo de la otra noche fue un caso especial, que dudo se vuelva a repetir pronto.

—Entiendo —masculló Gorrión Blanco despacio, decepcionada—. Será un poco raro no tenerlo cerca para cuidarme la espalda, pero supongo que debí de haber hecho varias misiones así... antes de caer en coma, ¿no?

Alzó su mirada hacia él, esperando algún tipo de respuesta, aunque ésta no llegó. Francis le daba la espalda mientras se seguía secando, y Gorrión Blanco tuvo una vista casi directa de sus hombros anchos, sus gruesos brazos al descubierto, y la forma fornida de su espalda con la tela de su angosta camiseta gris pegada a su cuerpo.

Gorrión Blanco se mordió ligeramente el labio inferior, y se atrevió a avanzar un poco más en su dirección, hasta pararse a menos de un metro detrás de él.

—Al menos... podremos vernos seguido aquí en la base, ¿verdad? —indicó con una tímida sonrisa—. Quisiera que pudiéramos pasar un poco más de...

Sus palabras fueron cortadas de tajo en cuanto a su mente llegó abruptamente uno de esos destellos repentinos, yendo y viniendo como el parpadeo de la luz de alerta de un semáforo. En un momento se encontraba en ese gimnasio, rodeado del equipo de ejercicio, los espejos y demás accesorios, y al siguiente se encontraba de pie frente a una casa, de color blanco, con hierba crecida en la parte superior. Conforme un flashazo iba o venía, la casa se acercaba más o, más bien, ella se acercaba a la casa.

Gorrión Blanco soltó un alarido al aire, y las pesas se soltaron abruptamente de sus manos, precipitándose al suelo y creando un sonido estridente al golpearlo. Llevó sus manos a su cabeza, sintiendo de pronto un dolor punzante en ésta, y su cuerpo se dobló ligeramente hacia el frente. Apretó los ojos con fuerza, y al abrirlos de nuevo la visión de la casa a la que se dirigía, y de la acera por la que caminaba, se hicieron presentes y se quedaron ahí más tiempo que antes. Sí, ella caminaba hacia esa casa, esa casa que por primera vez le resultó familiar... pero no le provocaba precisamente una sensación agradable.

Pero entonces su atención se desvió a algo más; al otro lado de la calle, a una camioneta azul que se había estacionado frente a la casa, y al chico alto y moreno de chaqueta azul y blanca que se había bajado de ella y comenzado a caminar hacia la entrada.

Gorrión Blanco sintió como su corazón se aceleraba con aprensión, e instintivamente sus pies comenzaron a moverse con mayor apuro para interceptarlo.

—¡¿Qué haces aquí?! —pronunció una voz (¿su voz?) casi aterrada.

El chico se volteó a verla. No lograba distinguir su rostro con claridad; toda su imagen entera era como una masa deforme que se movía, y de la que lograba captar por momentos sólo pequeños pedazos. Aun así, creyó percibir que la miraba y le ofrecía una sonrisa; una cándida y hermosa sonrisa.

—Qué suerte encontrarte —comentó aquella persona con entusiasmo—. ¿No vas a invitarme a pasar?

—¡Claro que no! —respondió Gorrión Blanco con severidad, y se paró rápidamente delante de él, interponiéndose entre aquel muchacho y la casa blanca a sus espaldas. Aquella figura era más alta que ella; casi igual que el Sgto. Schur le parecía—. ¿Qué quieres? Debes irte.

La mirada de la chica se turnaba entre el chico y la calle, preocupada de... ¿de qué exactamente? ¿De qué alguien los viera? Pero... ¿quién? ¿Quién le provocaba esa sensación de pavor que casi hacía que se le cerrara la garganta?

—Directo al grano, ¿eh? —masculló el chico entre risas, y en un momento su voz le pareció extrañamente parecida a la de Francis, pero también a otras más mezcladas—. Ya sabes porque estoy aquí. Es sobre el baile.

—Ya te lo dije, no... no puedo —masculló Gorrión Blanco nerviosa, con un ojo puesto en él y otro en un vehículo que se acercaba por la calle.

—Lo sé, pero esperaba que quizás podrías haber cambiado de opinión.

Gorrión Blanco no respondió. Su atención se fijó en el vehículo, temerosa de que se detuviera delante de ellos, o girara para meterse en el camino de la cochera. Pero en su lugar siguió de largo y se alejó. Esto le ayudó a respirar con mayor normalidad.

Se giró entonces de regreso al muchacho de pie delante de ella, y por primera vez logró distinguir claramente su rostro, pero... era el del Sgto. Schur. Sus serios ojos azules, sus cabellos rubios en corte militar, su rostro de facciones toscas, su cuerpo fornido y grueso... sólo que aquella chaqueta de equipo deportivo no parecía concordar. Todo ese escenario a su alrededor no parecía ser el correcto.

—¿Por qué haces esto? —pronunció Gorrión Blanco con cierta reticencia—. ¿Qué es lo que quieres?

—Lo único que quiero es llevarte al baile —respondió aquel chico, y aunque los labios que se movían eran los de Francis, su voz era la de alguien más.

Gorrión Blanco negó frenética con su cabeza.

—Tienes que irte —insistió, pero él se mantuvo firme en su sitio.

—No me iré hasta que me digas que sí —declaró el muchacho, esbozando una amplia y juguetona sonrisa. Una expresión que definitivamente nunca había visto en el rostro del sargento, pero que la hizo simplemente estremecerse, y sonreírle de regreso—. Gorrión Blanco —pronunció de pronto, su voz sonando de repente abrumadoramente diferente—. ¡Gorrión Blanco!

Sintió en ese momento como la tomaba de los brazos y la agitaba un poco. Los flashazos volvieron a bombardearle la cabeza un par de veces más, pero al final el escenario ante ella volvió de nuevo a ser el gimnasio del Nido, y el chico delante de ella era el Sgto. Schur, pero vistiendo sus ropas de entrenamiento, y con la misma expresión seria de siempre, aunque cargando en esos momentos una marcada preocupación mientras la observaba.

—Gorrión Blanco —repitió con tono más calmado—. ¿Estás bien? Mírame, ¿me escuchas?

Sí, lo escuchaba claramente.

—Estoy bien —le respondió despacio, y hasta ese momento notó que le faltaba el aliento y que su respiración se había acelerado, intentando jalar algo de aire a sus pulmones lo mejor que le era posible.

—¿Qué fue lo que pasó? —cuestionó Francis con temor—. ¿Fue otra visión?

—Eso creo —respondió Gorrión Blanco con extraña tranquilidad. Se volteó a verlo directamente a sus ojos azules, y una pequeña sonrisita alegre se dibujó en sus delgados labios—. Perdón por preocuparte —murmuró de pronto en voz baja, al tiempo que extendía sus brazos hacia él, rodeándole el cuello lentamente. Francis pareció desconcertado por esto—. Siempre has sido muy bueno conmigo. No sé qué haría sin ti para cuidarme...

Y en ese momento jaló a Francis hacia ella, al tiempo que extendía su rostro hacia él, cerrando los ojos y dirigiendo sus labios sin menor espera hacia los del apuesto soldado. Sin embargo, antes de que ese anhelado beso fuera al fin sellado, sintió como el Sgto. Schur se resistía a su acercamiento, y además como con sus manos en sus brazos la hacía un poco para atrás, apartándola con sólo un poco de brusquedad.

Gorrión Blanco abrió de nuevo los ojos, confusa, y se encontró de frente con el rostro serio como piedra de Francis, aunque debajo de éste logró percibir cierta... aversión brotar de él, hacia ella.

—No, Gorrión Blanco —murmuró despacio, apartando sus manos de ella y dando un paso hacia atrás—. Me temo que has... malinterpretado las cosas.

—¿Mal... interpretado? —masculló la muchacha despacio, como si la palabra le resultara desconocida—. Yo creía que usted... ¿Es que... no le gusto? —susurró, asomándose algo de desesperación en su voz. Sus dedos se dirigieron por sí solos hacia su fleco, intentando nerviosa bajarlo como si quisiera cubrirse el rostro con él—. ¿Tan fea soy...?

—No se trata de eso —se apresuró Francis a pronunciar con firmeza—. Yo... no puedo explicártelo, pero hay cosas que no entiendes.

—No, no lo entiendo, ¡no lo entiendo! —exclamó con fuerza de golpe, girándose hacia un lado.

Francis notó en ese momento como los espejos del lugar temblaron un poco, y las pesas que Gorrión Blanco había soltado, aún en el suelo, se agitaron un poco. Aquello provocó que por mero reflejo diera un paso atrás, y todos sus sentidos se pusieran en alerta ante el inminente peligro.

—¿Por qué te has portado tan amable conmigo? —cuestionó Carrie, su voz casi quebrándose—. ¿Por qué me has hecho sentir así?

—Gorrión Blanco, cálmate... —musitó Francis con el tono más calmado que le fue posible.

—¡No quiero calmarme! —exclamó la chica con furia, girándose de lleno hacia él, y de nuevo todo se sintió como si temblara de golpe. En la mirada de Gorrión Blanco se percibía una profunda ira que Francis no había visto en ella... desde aquella noche en el quirófano—. Si no te gusto, ¡¿por qué me invitaste al estúpido baile?!

Como respuesta a su ferviente cuestionamiento, las pesas en el suelo salieron volando como proyectiles hacia un lado, estrellándose de lleno contra dos de los espejos, rompiéndolos en pedazos al instante. Fragmentos de vidrio volaron por el aire, y Francis se apresuró a cubrirse el rostro con los brazos. Sintió alguno de ellos picándole la piel, pero ninguno le provocó ningún daño aparente.

Una vez que logró recuperarse, miró de nuevo a Gorrión Blanco. Ésta lo observaba aún con la rabia apoderada de su expresión entera, y respiraba agitadamente. Francis consideró rápidamente sus opciones, y qué tan viable sería alcanzarla y neutralizarla como lo había hecho en el quirófano. A simple vista parecía poco viable, pues sabía muy bien que antes de que pudiera acercársele lo suficiente, ella fácilmente podría empujarlo a un lado con su telequinesis, y bien podría no salir bien librado del golpe.

Sin embargo, no tuvo que tomar el riesgo, pues poco a poco el enojo que la había invadido pareció menguar, aunque no precisamente siendo remplazado por calma.

—¿Qué? —masculló Gorrión Blanco, girándose hacia un lado y sujetando su cabeza con una mano—. ¿Qué fue lo que dije...? ¿Baile? ¿Qué... baile?

¿Por qué había dicho eso? No le encontraba sentido, aunque... en esa visión, aquel chico dijo también algo de un baile, ¿no es cierto? ¿Quién era esa persona? ¿De qué baile estaban hablando...?

Sin que fuera del todo consciente, sus pies comenzaron a moverse por sí solos hacia la salida del gimnasio con relativo apuro.

—Gorrión Blanco —pronunció Francis con cautela, extendiendo una mano para intentar detenerla del brazo.

—¡No me toques! —exclamó la chica con fuerza un instante antes de que sus dedos la alcanzaran. Francis sintió al instante como tu su cuerpo se paralizaba, como oprimido de cada extremidad por una gruesa cuerda invisible.

Aquello duró unos cuantos segundos, en los que el sargento ciertamente se sintió nervioso. Estaba totalmente a su merced, y ella podría hacer con él lo que quisiera a continuación. Por suerte, aquello pareció ser más un acto reflejo que un verdadero deseo de hostilidad hacia él, pues al momento en el que se volvió consciente de lo que estaba haciendo, Gorrión Blanco lo soltó.

—Yo... lo siento —murmuró la muchacha, apenada—. Yo sólo...

Su lengua se trabó, incapaz de completar su frase, así que sólo se dio media vuelta y comenzó a andar hacia la salida con el mismo apuro de antes. Y esta vez Francis no hizo intento alguno de seguirla.

Gorrión Blanco avanzó por el pasillo sin rumbo fijo, sólo queriendo alejarse lo más posible de aquel sitio. Sin embargo, su cabeza le daba vueltas, y sentía que sus piernas le temblaban un poco, por lo que su huida resultaba más complicada de lo que le gustaría. Tras unos minutos, además, otra visión la golpeó de pronto, haciéndola detenerse y doblarse de dolor como la vez anterior.

—¿Qué me está pasando...? —soltó al aire, asemejando demasiado a un gemido de dolor.

Y al momento en que pudo incorporarse y alzar de nuevo su mirada al frente, de nuevo ya no vio el mismo sitio en el que se encontraba hace un momento. El pasillo había desaparecido, y en su lugar lo que veía era... árboles, césped, el cielo azul, y más allá una calle iluminada por el brillante sol de la tarde.

Se dio cuenta además de que se encontraba sentada en lo que parecía ser una banca de madera. ¿Era acaso un parque?

—No puedo decidir por ti, ****** —pronunció una voz a su lado, jalando su atención. Se dio cuenta en ese momento que no estaba sola en la banca. Había alguien sentad a su lado, que igual se mostraba ante ella como una silueta sin forma fija, pero le pareció que era una mujer; su voz al menos así le sonaba—. Tú debes de elegir si quieres o no aceptar esa invitación. Sólo puedo decirte que no debes tenerle miedo a tomar riesgos. La vida está llena de ellos, y si te quebrantas ante todos, puedes perderte de ver muchas cosas hermosas.

Gorrión Blanco entornó un poco los ojos, intentando ver a aquella persona con mayor claridad. Y poco a poco logró descifrar la forma que se ocultaba entre toda esa neblina metal que la rodeaba. Y el rostro que se asomó desde el otro lado, fue sorpresivamente el de la Dra. Lisa Mathews, que la miraba a través de sus grandes anteojos, y le sonreía. Aun así, la voz que provenía de ella no se parecía a la suya, y tampoco le resultaba conocida.

—Y, sobre todo, debes dejar de permitir que tu madre te impida poder disfrutar de dichas cosas. Te lo dije antes, pero tarde o temprano tendrás que aprender a volar sin ella. Será todo mejor para ti cuando logres hacerlo.

«¿Mi madre?» pensó Gorrión Blanco desconcertada, agachando su cabeza hacia sus propios pies, que vestían unos botines gastados, asomándose de debajo de la larga falda de su vestido. Y por algún motivo, pensar en la idea de su madre, la oprimió el pecho tan fuerte que se le dificultó respirar. Aun así, escuchó como su propia voz pronunciaba, con una inusual alegría en ella:

—Creo que... aceptaré... Creo que iré al baile...

De nuevo un baile. ¿Qué baile era ese y por qué todo el mundo hablaba de él? O, más bien, ¿por qué ella seguía recordando cosas sobre un baile...?

Sintió que la mano de aquella mujer se posaba en su hombro, y Gorrión Blanco alzó por reflejo su mirada de nuevo en su dirección. El rostro que la miraba en esa ocasión, sin embargo, no era más el de Lisa, sino el de una mujer de cabello castaño y ojos azules que ella nunca había visto antes... ¿o sí? Quien quiera que fuera, le esbozó una pequeña sonrisa, y pronunció despacio y claro:

—Sé que la pasarás muy bien... Carrie...

Sintió como si la hubieran empujado con violencia hacia atrás, y su espalda terminó chocando contra la pared detrás de ella. Sus ojos pelones bien abiertos estaban fijos al frente de ella, que volvía a ser el mismo pasillo del Nido en el que se había encontrado hace un momento. Ningún rastro de aquel parque o de la mujer que estaba sentada con ella. Sin embargo, las palabras que había pronunciado se quedaron muy bien marcadas en ella, en especial esa última; ese nombre...

—¿Carrie? —pronunció despacio con voz ausente, y hacerlo le causó una singular sensación de familiaridad, incluso de nostalgia—. Carrie... —repitió una vez más, sintiéndolo aún más natural que antes.

Ese nombre... ¿acaso era...?

— — — —

En un extremo casi contrario al camino que Cody y Lucy habían tomado para adentrarse al bosque, un camper Peugeot Rocket One, comprado de segunda, se abrió paso por un camino rocoso e irregular en desuso, ayudado por sus grandes llantas todo terreno, aplastando arbustos y maleza a su paso, y ahuyentando a algunos ciervos y pájaros. El vehículo se detuvo entre los árboles, a unos quince metros de la misma reja oxidada y vieja que rodeaba toda aquella inmensa área. Desde ese punto, el vehículo se mantenía bastante oculto de la vista de cualquiera, incluso de alguien que se parara al otro lado del cercado y mirara en esa dirección. La pintura de tonos verdes, similares a los colores del camuflaje de un cazador, ayudaba mucho a lograr ese efecto.

Sentada ante el volante de la casa rodante, Mabel la Doncella apagó el motor y contempló pensativa la cerca, pero en especial el terreno que se extendía detrás de ella.

Las cosas habían mejorado para ella desde su escape de Los Ángeles, pero no por ello se habían vuelto más tranquilas. Siguiendo las instrucciones que Verónica le había dado, logró salir de la ciudad oculta en la caja de carga de un tráiler de Thorn Industries, que la había llevado a salvo hasta Las Vegas. Ahí se bajó antes de que el camión entrara a la ciudad, y siguió en teoría por su cuenta. Para el conductor, Jacob, o cualquier persona dentro de Thorn que pudiera haberse enterado de aquel extraño movimiento, ahí concluía sus asuntos con la misteriosa fugitiva. Sin embargo, eso no concluía los asuntos de ésta con la tal Verónica Selvaggio. Después de todo, ambas habían hecho un trato, y una de ellas ya había cumplido su parte.

Por supuesto, Mabel había considerado seriamente no respetar su palabra y aprovechar que ya estaba a salvo para perderse y seguir su propio camino. Sin embargo, sin entender aún si Thorn estaba o no detrás de las acciones de esta chica, de momento obedecerla parecía el accionar más seguro. O al menos eso se repetía que era su principal motivo, pues en el fondo sabía que había algo más, que aún no sabía como descifrar. Algo que se derivaba de los recuerdos de Rose, que habían llegado a ella al momento de terminar de su consumir su vapor.

Aún no tenía claro cómo funcionaba aquello. Se suponía que además de sus poderes y fuerza, ahora tenía varios de los conocimientos y recuerdos que en alguna ocasión pertenecieron a la antigua cabecilla del Nudo Verdadero, o al menos varios de ellos. Sin embargo, no había aprendido bien cómo acceder o hacer uso de todos ellos. Y en el caso de este asunto con la tal Verónica y el sitio al que la estaba mandando, tenía el presentimiento de que Rose sabía algo que tenía que ver con todo eso. ¿Qué con exactitud?, no tenía idea. Pero lo que fuera, era algo importante que necesitaba comprender, y esa había sido su mayor motivación para seguirle el juego a esa paleta.

Tomó del asiento del copiloto un par de binoculares de largo alcance, y los usó para enfocar su mirada en el frente, intentando divisar algo del terreno más allá de la cerca. No logró ver nada en especial, más que árboles que cubrían toda la vista. Ningún movimiento aparente o algo fuera de lo común.

Salió entonces del vehículo y se dirigió a la parte trasera, en donde usando una escalera ahí instalada se montó hasta la parte superior. Se acostó pecho a tierra contra el techo de la camioneta, y utilizó de nuevo los binoculares, obteniendo un resultado similar. No parecía haber ningún edificio ni nada construido por el hombre en las cercanías, salvo claro esa barda de malla.

Mabel resopló y dejó los binoculares a un lado. Respiró hondo, cerró los ojos, y aunque supuso que el resultado sería el mismo de las veces anteriores, intentó enfocarse y extender su mente más allá de su ubicación actual, intentando detectar cualquier presencia o mente a su alrededor, en especial al frente más allá del límite de aquella cerca. Similar a como le pasó a Lucy, no logró avanzar demasiado antes de ser repelida hacia atrás como la patada directa de un caballo en la cara. Abrió de nuevo los ojos, y pasó rápidamente el dorso de una mano por la nariz. El efecto físico de aquello fue de hecho más intenso que antes, tanto que incluso un poco de sangre le brotó de la nariz.

Lo que fuera que se escondiera en ese sitio, no era capaz de verlo con sus poderes. Y era más que evidente que no era una coincidencia que justamente la hubiera hecho ir hasta ese sitio en específico.

Estando aún recostada sobre el techo del vehículo, introdujo su mano en el bolsillo de su pantalón, y sacó de éste aquel teléfono con el que se había estado comunicando con su extraña benefactora. Marcó entonces el teléfono listado como V.S. y lo colocó en altavoz delante de ella.

—Al fin llegaste, ¿eh? Justo a tiempo —masculló la juguetona voz de Verónica al otro lado de la línea, sin preocuparse mucho por saludar siquiera. Pero estaba bien, pues Mabel tampoco tenía interés en hacerlo.

—¿Qué demonios es este sitio? —exclamó, claramente molesta—. ¿Por qué no puedo proyectarme o ver más allá de este punto?

—Esa es una buena pregunta —murmuró Verónica, reflexiva—. No estoy segura si sea por algo natural de esas montañas o por alguna de las curiosidades que el DIC esconde en su sótano; yo creo que es lo segundo. Pero lo que sea, no deja que ningún tipo de proyección psíquica entre en el área, o salga. Imagínate, es como un gran punto ciego en tu habilidad de proyección y rastreo, querida Doncella. Los secretos que podrían esconderse de ti en ese lugar. Pero bueno, no tendrás mucho tiempo de explorarlo, pues necesito que entres, busques lo que necesito, y salgas lo antes posible.

—Sobrestimas de lo que soy capaz —carraspeó Mabel, levantándose y dirigiéndose a las escaleras para bajar del techo—. Estás hablando de que me infiltre en una jodida base militar a robar aún no sé qué.

—No te preocupes, dentro de poco habrá una pequeña distracción que te facilitará las cosas. Pero dependerá de ti aprovecharla como se debe.

Mabel había ya plantado sus pies en tierra en cuánto Verónica mencionó aquello, y ciertamente la desconcertó un poco.

—¿Qué distracción? —inquirió con marcadas reservas.

—Lo sabrás cuando la veas —respondió Mabel con voz risueña, y frustrantemente enigmática—. Mientras tanto, prepárate para tu excursión, deja el camper en dónde estás, y salta la barda. Necesito que te vayas encaminando en la dirección que te indiqué lo más discreta posible. ¿Crees poder hacerlo?

—¿Con quién crees que estás hablando?

—Sí, porque lo que hiciste aquí en el hospital fue muy discreto.

—Esa fue tu maldita culpa —exclamó la Doncella con irritación.

—¿Para qué seguir culpándonos una a otra por cosas pasadas? Hay que ver hacia el futuro, ¿no estás de acuerdo?

Mabel no respondió nada, pero sus labios se movieron en la forma de una clara maldición silenciosa. Abrió en ese momento las puertas traseras del camper, dejando a la vista el área de carga con todo lo que ahí traía, resaltando enormemente una larga maleta negra.

Colocó el teléfono aún en altavoz en la alfombra de la cajuela y abrió el zíper de la maleta. En el interior se encontraba un largo rifle de asalto, municiones, granadas, un par de cuchillos de caza... todo lo mejor que el dinero de las cuentas del Nudo Verdadero podían comprar, incluyendo ese nuevo camper. Una ventaja de que los números y contraseñas de cada una de las cuentas fuera uno de los recuerdos que más vívidamente vinieron a ella del vapor de Rose, así que ese no sería más un problema para ella.

Adicional a las armas, había traído consigo también un traje militar de asalto color negro, por lo que empezó rápidamente a quitarse ahí mismo de pie a mitad del bosque su atuendo de aventurera campista, para vestirse más acorde a lo que se ocuparía a continuación. Eso incluía botas de combate de suela gruesa, guantes de cuero, una bufanda, chaleco antibalas y demás instrumentos que en el Nudo le habían enseñado a usar, pero que nunca había ocupado tan directamente, pues su mayor protección casi siempre había sido el camuflarse como persona corriente.

—Pero dejemos las bromas de lado, que necesito que me escuches con mucha atención —pronunció en alto la voz de Verónica por el altavoz del teléfono mientras Mabel se alistaba—. Una vez que cruces a esa área, la señal de tu teléfono dejará también de funcionar, así que no podré comunicarme contigo de nuevo hasta que salgas. Por lo que será muy, muy importantes que memorices las instrucciones que te voy a dar y las sigas al pie de la letra. ¿Está claro?

—Muy claro, paleta —murmuró Mabel con seriedad, mientras se abrochaba los pantalones, y luego se sentó para colocarse las botas—. Y que a ti te quede claro que éste será el único favor que te haré, y luego de eso estaremos a mano. Y no quiero volver a saber de ti otra vez. ¿Entendido?

—Entendido —respondió Verónica con simpleza—. Pero tengo el presentimiento de que no será así.

—¿A qué te refieres?

—Hablaremos de eso una vez que salgas con mis paquetes —masculló Verónica, de nuevo con esa irritable voz que intentaba ser ambigua—. Ahora cállate y escúchame con atención. Esto es lo que harás, paso por paso. Haz algo fuera del lugar, y estarás muerta, y eso complicará las cosas para mí más de lo que quiero.

Mabel terminó de atarse con firmeza las agujetas de sus botas. Se puso de pie, y se tomó un momento para inspeccionar el rifle, a armarlo verificando que cada parte estuviera bien, y a colocarle un cargador completo. Sentir el peso del arma en sus manos le resultaba tranquilizador. Aunque sabía que en esos momentos la mayor arma que tenía estaba en su cabeza. En especial ahora que contaba con el impulso que le había dado el vapor de Rose.

—Bien, habla de una maldita vez —sentenció con dureza, volteando de reojo hacia el teléfono—. ¿Qué es lo que tengo que hacer?

FIN DEL CAPÍTULO 143

Notas del Autor:

¿Se acuerdan de Cody y Lucy? Espero que sí porque no veíamos a ninguno desde el Capítulo 86, pero ya los tenemos aquí de regreso. Y no de la mejor manera, pues están por meterse a la boca del lobo, y no serán los únicos. ¿Qué está por ocurrir en el Nido? Lo veremos dentro de poco, así que estén pendientes del siguiente capítulo.

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