Gojo Satoru nunca ha experimentado la incertidumbre.
Jamás, en sus diecisiete años de vida, ha estado en una situación crítica que le requiriera utilizar una cuarta parte de su poder. Ni siquiera creciendo en el clan Gojo, donde ocurrían aberraciones en el nombre de la hechicería, se ha sentido inquieto.
Por eso, cuando días atrás, una nueva y extraña sensación se instala en su corazón y sistema, decide ignorarla.
Tiene el presentimiento de que algo grande está por suceder, pero no le da importancia. Conoce el mundo de los hechiceros como la palma de su mano, de igual manera que conoce las consecuencias de proteger a los civiles de las maldiciones.
Quiere divertirse, pero al mismo tiempo, salir con sus amigos le da igual. Es un maleducado, escucha decir, pero lo encuentra bien mientras hablen de él.
Después de todo, la única opinión medianamente interesante es la de su mejor amigo, e incluso a veces la rechaza.
Ignora sus más oscuros pensamientos porque sabe que rebuscar en memorias pasadas termina con la mente de las personas. Entonces se da la tarea de disfrutar esa primavera como ninguna otra, en compañía del único que considera su rival digno.
─Te encontré, Suguru ─dice apenas llega a su lado, cerrando la sombrilla en su mano debido a la repentina lluvia del camino.
─Me encontraste, Satoru ─responde él. Y por un fugaz momento, pudo ver su reflejo en la oscuridad de su mirada.
Entonces quiso creer que estarían bien. Después de todo, eran los más fuertes.