Almas Perdidas III (La guerra)

بواسطة Ariana_Godoy

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Tercer libro en la trilogía Almas Perdidas. المزيد

Prefacio
CAPÍTULO I
CAPÍTULO II
CAPÍTULO III
CAPÍTULO V
CAPÍTULO VI
CAPÍTULO VII
CAPÍTULO VIII
CAPÍTULO IX
CAPÍTULO X
CAPÍTULO XI

CAPÍTULO IV

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بواسطة Ariana_Godoy

CAPÍTULO IV

MORGAN VON BUZTEN

Esto es peor y más profundo de lo que pensé.

No puedo ver nada porque mis ojos están vendados, pero sé que estamos bajo tierra, reconozco el olor y la humedad después de haber vivido en túneles por décadas con mi clan. Olfateo, intentando buscar el aroma de los seres que nos cruzamos al pasar: humanos, Vampiros convertidos, Purasangres. Lo que me confirma que en este grupo rebelde están involucradas casi todas las especies, lo que no entiendo es como Ethos terminó siendo su líder.

La mano que me sostiene del brazo me jala a un lado y después de adentrarnos en algún lugar me suelta. Mi silencio me permite evaluar la situación, escuchar y estar atenta para notar cualquier detalle. Ethos no ha querido escucharme en lo absoluto, así que intentar hacerle entender estar fuera de mis planes por ahora. Me desatan la venda y parpadeo, escaneando mis alrededores. Estoy en una celda, sus paredes de rocas grises y lo helado que está el ambiente apunta a que estamos al norte del Territorio sobrenatural... ¿Morten quizás?

El Purasangre que me ha traído aquí me observa por un rato y me tomo mi tiempo evaluando su uniforme azul y la insignia que porta: Una estrella de siete puntas en la parte frontal izquierda. Es la primera vez que veo algo así.

—¿De verdad eres tú? —pregunta, sus ojos oscuros fijos en mí.

No digo nada porque no tengo la energía para ello. Ojeo mis manos atadas frente a mí con la energía de Ethos y la línea que sube y me rodea el cuello. He sido encadenada por el único ser que puede hacerlo.

—¿De verdad alguien tan... frágil...? —El Purasangre luce confundido—. ¿Alguien como tú... hizo la Purificación?

Sonrío porque este tipo de suposiciones ya no me sorprenden. Sin importar cuanta armadura lleve o la magnitud de mi poder siempre habrán descerebrados como él, que me darán una sola mirada y asumirán que soy indefensa, frágil, etc.

—Libérame de estas cadenas y te mostraré lo frágil que soy.

Él bufa, se da la media vuelta y se va, no sin antes cerrar la celda.

Exhalo una gran bocanada de aire y me siento en el frío suelo, agotada. Las cadenas de Ethos me debilitan de una manera rápida. Sé que es cuestión de tiempo para que Nea informe a todos de lo que ha pasado y que se cree un caos en el reino, ¿podrán encontrarme? ¿He cometido un error? En la desesperación del momento, no me puse a pensar en lo que podría pasar. Si mi clan, o los otros Purificadores vienen aquí, todos estarán en peligro porque la única criatura capaz de eliminarnos como si nada está aquí. No puedo permitir que nada les pase, mi bienestar no está por encima de ellos, al contrario, haría cualquier cosa por mantenerlos a salvo.

Haría cualquier cosa por ti...

La voz de Shadow aparece en mi mente y arrugo las cejas porque muy pocas veces lo recuerdo por mi misma, casi siempre que él invade en mi mente es por que alguien más lo menciona. Supongo que he pensado en él por la similitud entre nuestra determinación por mantener a salvo a los seres que amamos.

Llega a mi mente la imagen de estar sentada sobre él, besándolo con pasión, y se me acorta la respiración. ¿Qué ha sido eso? ¿Un recuerdo? ¿Qué está pasando? La cabeza me palpita, una pequeña punzada cruza mi frente y es como si algo estuviera bloqueado.

Su cabello negro se ondeaba con el viento a un lado, sus ojos rojos brillaban con intensidad, fijos sobre mí. La palidez de su piel resaltaba entre el negro de su ropa: El Rey insurgente.

Parpadeo y me sostengo el pecho. Su mirada... es la primera vez que lo recuerdo y tiene un efecto en mí. Una extraña sensación de anhelo me recorre y la confusión solo crece.

Su voz...

Me llamo Shadow, no lo olvides de nuevo, Morgan.

Jadeo un poco, porque la presión en mi cabeza se está liberando.

Yo también te amo y por eso quiero que seas feliz. —Es su murmullo mientras pone su puño sobre su pecho—. Tanri tya ferpe.

«Ahora y siempre».

Alzo la mirada y me encuentro a Ethos de pie al otro lado de las rejas. No estoy acostumbrada a la frialdad de su expresión, porque, aunque él no fue la persona más expresiva en su otra vida, tampoco fue alguien frío. Él parece notar la confusión en mi rostro porque habla:

—Es mi energía.

—¿Qué?

—Mi energía disuelve cualquier bloqueo mental.

Otra punzada.

—Haría lo que fuera por ti, hoy y siempre.

—¿Puedes soportar el dolor?

Mi respiración se vuelve pesada mientras intento asimilar las emociones que me envuelven.

—¿Qué me estás haciendo?

Ethos sacude la cabeza.

—No soy yo, alguien bloqueo algo en tu mente y mi energía lo está liberando.

—¿Liberando? ¿De qué—Ah! —Mi pecho duele y cierro los ojos, intentando resistir, cuando los abro, todo mi alrededor se ha vuelto borroso. La voz de Shadow me rodea, hace eco en mi mente como si una puerta de recuerdos se abriera, destrozando todo a su paso.

Él entierra el rostro en mi pecho, como si estuviera muy agotado.

—Fente... Jaie hatem.

«Finalmente estoy en casa».

Me sostengo la cara, limpio mis ojos, intentando ver mejor.

—¡Para! ¡Para! —Le grito a Ethos porque la agonía está invadiendo mi pecho, he empezado a sentir un vacío que no sentía antes de esto.

—Jaie draerisk, Morgan —Te amo, Morgan—. Tanri tya ferpe.

Los recuerdos me abruman y agrietan partes de mi corazón que creí sanas, partes que no dolían y que ahora se están rompiendo, avivando un montón de heridas.

Necesito que me olvides.

—¿Dónde está el Rey Insurgente, Morgan? —La pregunta de Ethos suena lejana—. Respóndeme.

No te estoy dando una opción: vas a olvidarme, es lo último que puedo hacer por ti.

Y mi mente va de vuelta a las Tierras malditas, recordando, viviendo y pasando por todo otra vez como si fuera un teatro doloroso. Puedo verlo ahí de pie, al borde del agujero donde descansa ahora, vivo su despedida, sus besos, sus lágrimas sangrientas.

Mi Shadow... mi Purasangre.... mi Purificador... mi Rey insurgente... ¿qué hiciste? ¿Es que tenías que sacrificar todo hasta el final? Me hiciste olvidar este amor tan profundo, ¿crees que es lo justo? Nuestro amor merece ser recordado, así duela y arda y lágrimas rueden por mis mejillas al saber que estás ahí inconsciente, al sentir la impotencia recorriendo cada fibra de mi ser. Lo que vivimos merece ser recordado, Shadow. Tú lo mereces. No eres solo un Rey o un Purificador, eres mi alma gemela, un buen padre y el ser menos egoísta que he conocido. Siempre dándolo todo por los demás.

¿Cómo pudiste hacerme olvidar?

Mis ojos se humedecen, porque finalmente puedo sentir la tristeza y el dolor que su ausencia me causa. Y ahora entiendo tantas cosas: Estos diecisiete años, he logrado vivir en paz, pero no he sido feliz, porque cada momento de alegría se sentía extraño, una parte de mí se sentía vacía y no entendía por que o de donde venía esa sensación... provenía de esto... de los recuerdos que yacían bloqueados en mi memoria.

Lágrimas ruedan por mis mejillas, porque recordarlo me deja sin aliento, y la agonía me abruma.

—¿Dónde está? —Ethos repite su pregunta y me trae de vuelta a la realidad.

Recuerdo a una versión pequeña de mí, llorando y las palabras de Shadow:

¿Qué dijimos sobre las lágrimas?

Son dolorosas, pero nunca eternas.

Casi puedo sentirlo a mi lado, apoyándome. No puedo romperme ahora, no puedo dejarme consumir por este dolor así que levanto mis manos atadas y torpemente me limpio las mejillas para mirar a Ethos a la cara. Y me doy cuenta de que Ethos no sabe lo que ha pasado con Shadow. Este chico frente a mí ha crecido con otra familia, no tiene ni idea del sacrificio que él hizo por nosotros.

—¿Por qué te lo diría? —pregunto.

—Puedes decírmelo o puedo obligarte a hacerlo. —Su amenaza es clara y directa, no está alardeando.

—¿Por qué quieres saberlo? —Él no dice nada, así que intento desviar su atención—. ¿Por qué me has traído aquí?

—Necesitamos tu sangre.

Arrugo las cejas.

—¿Para qué?

Ethos sonríe con malicia.

—¿Crees que voy a decírtelo?

Alguien aparece a su lado, es un humano joven, vestido con ropas azules y trae varias jeringas y envases en una bandeja. Me hundo más contra la pared porque no sé que planean hacer con mi sangre, pero sé que no será algo que nos beneficie.

—No me toques. —Advierto, ojeando la bandeja cuando el chico entra.

Ethos alza la mano y extiende sus dedos, hilos de su energía se desprenden de las puntas y viajan hacia mí, conectándose con las ataduras de mis manos y mi cuello. Me obliga a arrodillarme y a mantenerme quieta.

—Ethos, no hagas esto —murmuro, viendo como el humano prepara la jeringa—. Te he dicho que hay mucho que no recuerdas, que—

—Silencio —ordena y el collar de energía alrededor de mi cuello se aprieta, cortándome el aire—. No me interesa escucharlo.

Afloja la atadura en mi cuello y toso, estremeciéndome.

—Tiene que estar quieta —dice el humano de forma automática. Y Ethos usa su energía para obligarme a ofrecer la parte interior de mis brazos, aún atada. Y el chico usa la jeringa, empezando a extraer mi sangre. Mi mirada cae sobre Ethos y el dolor en mi pecho crece porque no puedo creer que alguien que quise tanto, alguien que hizo tanto por nosotros, que nos amó lo suficiente para sacrificarse, ahora esté dejando que un humano me use para quien sabe que experimento.

—¿Dónde creciste? —Me atrevo a preguntar y Ethos ladea la cabeza.

—Haces preguntas estúpidas.

—¿En el Territorio sobrenatural? —Indago, buscando una reacción—. ¿En el Territorio humano?

Ethos se tensa y encuentro la respuesta, él creció con ellos, pero eso no tiene sentido. ¿Por qué nacería al otro lado de los Escudos Gulch? ¿Por qué no apareció en el claro de las Tierras malditas esta vez? Si se crio con los humanos, lo más probable es que su objetivo con las rebeliones sea algo en lo que está trabajando junto a ellos.

—¿Estás con los humanos? —pregunto y Ethos suspira de forma cansina, sin decir nada. El humano rompe el silencio:

—Él es—

—No. —Ethos lo interrumpe—. No respondas ninguna de sus preguntas, ella es el enemigo.

—Mis disculpas, su—señor. —Se corrige rápidamente el humano.

Me congelo, ¿Su...? ¿Su majestad?

—Eres... ¿el rey humano? —digo, sorprendida.

—He terminado —dice el humano con rapidez antes de salir disparado de la celda como si huyera de un castigo. Ethos baja la mano, cortando los hilos de energía que usó para mantenerme quieta durante la extracción. Me pongo de pie.

—¿Por qué estás tan interesada en mí? —Él entra en la celda y retrocedo un poco porque no me gusta sentirme vulnerable, y estas malditas ataduras me limitan.

—Ya lo he dicho.

—Ah, claro, todas esas mentiras de que he vivido otra vida, una que no recuerdo y en la que éramos una familia, ¿no? —Él pasa un brazo por encima de mi hombro, poniendo su mano contra la pared rocosa detrás de mí, su rostro está tan cerca que puedo detallar las facciones infantiles que aún conserva.

Mi Ethos, mi chico de ojos de colores diferentes que crie con tanto amor.

—No son mentiras.

—¿Y qué rol tenía yo en esta familia retorcida? —bromea y su índice traza el borde de mi cara—. ¿Era tu amante? —Hago un gesto de repulsión y él baja la mano—. ¿Tu hijo adoptivo?

—Sí, eras... eres un hijo más para mí, Ethos.

—¿Un hijo más? —Su atención se enfoca en esa palabra—. No hay registro de que tú y el Rey insurgente tengan hijos.

Ah, maldita sea. Hemos mantenido oculta la existencia de mis hijos. El pánico se apodera de mí y me apresuro a responder:

—No, no los tenemos.

Ethos se inclina aún más, sus ojos indagando en los míos.

—Estás mintiendo.

—No.

—Así que hay príncipes o princesas por ahí corriendo en The Blackness.

—No, estás equivocado.

Ethos empieza a atar cabos y maldigo internamente porque olvidé lo inteligente que es.

—La chica... la que sentí en tu memoria... ¿Nea? ¿Es tu hija?

—No, estás asumiendo cosas que no son.

—En tu lógica sin sentido... ¿ella es mi hermana adoptiva? —Él parece pensar por un largo rato—. Pero en los recuerdos falsos que me compartiste, parecía algo más, no parecíamos tener un lazo de hermanos.

Porque no lo tenían.

Nea y Ethos compartían un lazo profundo desde que estaban pequeños y se vieron por primera vez: Son almas gemelas. De hecho, Ethos le propuso matrimonio cuando tenía diez años y tuve que sentarme con ellos a explicarles porque no se podían casar a esa edad.

— No sabía que la Reina creciente estuviera loca. —Se burla y retira el brazo y para enderezarse—. ¿La Purificación te dañó la cabeza?

Me tense por completo porque Ethos sabía sobre la Purificación, se supone que nadie debería recordarlo, que nadie debería saberlo y si él lo sabe... ¿los humanos también? Esto es muy malo.

—¿Qué? —Ethos sonríe—. ¿Cómo lo sé?

—¿Los humanos lo saben? —Tengo que preguntar.

—¿Y qué sí lo saben? Todos deberían saberlo, ¿quién eres tú para decidir quien vive y quien no? Tu especie debe ser exterminada.

Ahí está... el objetivo original de la creación de Ethos se mantiene en esta versión de él. Quizás por eso, él nació del otro lado de los Escudos Gulch, para que su objetivo y sus ideales fueran radicalizados por la humanidad sin que ninguno de nosotros pudiera intervenir. Nos creímos haber burlado a la naturaleza, pero parece que ella solo cambió de estrategia.

Ethos levanta la cara como si percibiera algo y de pronto, sonríe con malicia.

—Así que ella cumplió su parte del trato.

—¿Qué trato?

—Sígueme —ordena, saliendo de la celda y le sigo.

Emergemos a la claridad de la salida de la cueva y giramos a la derecha, hacia el bosque cubierto por completo de nieve. Tenía razón, estamos en el norte del Territorio sobrenatural Y entonces la siento: la presencia de mi hija. Una mezcla de pánico y alivio me recorren al verla: Nea está de pie en un claro, copos de nieve caen a su alrededor, sus ropas carmesíes portan la rosa decadente al lado izquierdo. Esos ojos rojos que heredó de su padre parecen destacar más entre todo el blanco de la nieve a su alrededor. La tranquilidad de mi hija me desconcierta, no luce como si hubiera luchado o peleado para llegar aquí, sus ropas intactas, su rostro inexpresivo como si intentara mantener una fachada distinta a su naturaleza frente a Ethos porque la Nea que conozco ya estaría abrazándome. Ella sabe que no nos conviene que él sepa que ella es mi hija. Me adelanto y me detengo a unos cuantos pasos de ella.

Trato...

Ethos mencionó un trato, ¿con ella? ¿Un intercambio, quizás?

—¿Estás bien? —pregunta y asiento.

La mirada de Nea cae sobre la presencia detrás de mí. Mi hija lucha por no mostrarse afectada, pero la conozco y noto el ligero cambio en sus ojos, como se enrojecen un poco antes de que ella tome una respiración profunda que aparta las lágrimas.

—Ethos —dice con firmeza.

Echo un vistazo por encima del hombro al chico detrás de mí.

—Tú... —responde Ethos—. Sigues sin decírmelo, ¿qué eres exactamente? —Su pregunta desvela su curiosidad por saber que criatura es Nea, confirmando que no la recuerda, ni le hace sentir nada verla.

—¿No recuerdas nada? —pregunta ella, su voz un poco rota. Quizás esperaba que, al verse cara a cara, él recordaría algo.

Y quiero decirle que es normal, que este chico ha crecido con otra familia, con otros ideales, pero no puedo. Ella tiene que darse cuenta por si sola, no hay nada que pueda decir para aliviar el dolor de un amor unilateral porque él no la recuerda.

Ethos extiende su mano, mirándola a los ojos.

—Ven a mí.

—Nea. —Mi tono cambia—. ¿Qué has hecho?

Ella me sonríe, intentando calmarme.

—Es un intercambio, The Blackness te necesita, yo me las ingeniaré.

No, esto es malo, muy malo.

—No, Nea, él no es el mismo Ethos que conociste, no es—

—¡Ya lo sé! —Su grito me sorprende, porque suena dolida—. Pero The Blackness te necesita, Shade ha cometido un error, volveré a ti, te lo prometo.

—Nea...

Ella me pasa por un lado y camina hacia él.

—Transpórtala de regreso, es tu parte del trato. —Exige.

Me giro hacia ellos y Nea me da una sonrisa de boca cerrada.

Vyr hatem, makter —susurra.

Ve a casa, madre.

—Nea, no—Quiero protestar, pero Ethos ya ha extendido su mano hacia mí. Las ataduras caen al suelo y antes de que pueda hacer algo, me desvanezco en el aire por completo.

Y dejo a mi hija con el chico de ojos fríos que podría ser nuestro fin.  


#


Nota de la autora:  Ay Ethos, chamo, ¿en qué andas metido tú?

En la vida, yo soy el humano que le sacó sangre a Morgan porque vivo para cometer errores JAJAJA

Also, Nea, baby... ¿qué parte de que Ethos no es el mismo no entiendes wey? Es que te gusta la mala vida. 

Also... Natur... no creas que nos olvidamos de ti, el epílogo del libro dos vive gratis en mi mente. DONDE ANDAS! SOSPECHOSOOOOOO.

Y donde andará el Dios de la oscuridad, por que todo se fue a la mier- por SU CULPA. Porque estaba 'aburrido' el igualado. 

A ver, teorías time, check.

Muakatela,

Ariana G. 

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