A veces la vida se me hace enorme
y la veo desde la perspectiva de un bicho.
Avanzar en el día a día se me hace un mundo,
pero con paciencia alcanzo lo que me digo.
Y aunque suela guiarme por los sueños,
siempre levanto la cabeza y dejo de mirarme el ombligo.
Pero nunca está de más pensar en uno mismo.
Pese a que me tropiece con mis propios cordones,
paro un momento y me los ato,
las veces que haga falta y jamás me rindo.
También apago la voz de mi cabeza que habla y habla,
para así por fin ser yo y no una máscara.
Ya es hora de que salga de mi escondrijo
y me coma el mundo como un bicho
que ha aprendido y ha crecido.