¿Conocéis esa sensación de saber que empieza algo en tu vida que te va a suponer un reto?
Pues justo sentí eso cuando me enteré de que Ainhoa volvía a casa y que encima esta vez era para quedarse.
De alguna forma, es una más de la familia y, sin embargo, nunca fui capaz de verla con buenos ojos.
Y eso que sé que mi padre, a pesar de ser un trozo de pan blandito, no suele meter en su vida y mucho menos en su familia y en su casa, a nadie que le provoque una pizca de desconfianza.
Pero también es verdad que Ainhoa llevaba metida en casa desde que tenía 10 años y después, por circunstancias que nunca me quedaron demasiado claras, fue yendo y viniendo hasta el día de hoy. Y claro, supongo que en esos tiempos la gente puede cambiar ¿no?. El caso es que había algo en ella que no me gustaba, y de ahí no iba a bajarme nadie.
Hice acto de presencia en su recibimiento porque mi tía Marta insistió mucho, pero después no pensaba quedarme a la cena para hacer el paripé y para escuchar como nos contaba lo bien que le había ido todo en Holliwood y trabajando en super producciones en estos últimos años.
Así que quedé con Paolo para hacer lo de siempre hasta la hora en la que nos íbamos a encontrar con Chema y Luci en el Chelsea.
Y sí, lo de siempre era irnos a su casa, ensayar alguno de sus bailes y después acabar en la cama, o en la ducha.
— Has estado como distraída ¿no? — Soltó aún jadeando mientras se secaba viendo como yo salía buscaba una toalla para mí.
— Pues no, he estado como siempre.
— No me lo ha parecido. De hecho hay algo de lo que no te has dado cuenta — Dijo socarrón. — Era una sorpresa que esperaba que vieras por ti misma, pero tendré que enseñártela yo.
— ¿Qué dices? ¿Qué sorpresa?
Él levantó su brazo y se acercó a mí. Allí pude ver unas letras debajo de su axila. Me acerque para leer bien.
— ¿De verdad, Paolo? — Yo no sabía dónde meterme. — ¿Cómo se te ocurre tatuarte mi nombre?
— Porque me parece una palabra muy bonita y un nombre precioso, y porque quiero que estés siempre en mi piel. — Me agarró para volver a besarme.
— Estás loco.
— Por ti.
— Anda, vístete que vamos a llegar tarde como siempre.
— Pero si siempre llegamos tarde por tu culpa.
— Bueno, deja de discutírmelo todo.
— Tú estás muy rara hoy...
— Es por lo de Ainhoa, supongo. No me hace gracia que vaya a vivir con nosotros.
— ¿Qué Ainhoa?
Le miré achicando los ojos, y eso era mala señal.
— ¿Me lo estás preguntando de verdad?
— Sí.
— Estuve ayer hablándote de ella media hora, Paolo.
— ¿Ayer?
— Sí, ayer, mientras veías el fútbol — Le estampé la toalla del pelo en el pecho. — Eres más señoro que mi padre.
— Ay, es que si me hablas mientras veo la tele no retengo, mi amor. A ver, cuéntame, quien es Ainhoa.
— Ainhoa Arminza, la actriz.
— ¿Cómo? — Abrió los ojos como platos. — ¿La actriz que acaba de rodar la nueva de Marvel está en tu casa?
— Sí.
— Pero... pero... pero... ¡Luz!
— ¿Qué? Esa actriz que acaba de rodar la nueva de Marvel ha pasado los veranos conmigo desde que somos enanas.
— Cuéntame más, por dios... — Se sentó en el váter atento. — ¿Es igual de guapa en persona? ¿Me la presentas?
— Sí, es muy guapa. — Yo crucé los brazos y me apoyé en la ducha. — Es perfecta y siempre lo ha sido.
— Uy... ahí percibo un poquito de rencor y de ¿envidia? No parece que le tengas mucho cariño.
— Es raro.
— Se la ve muy seria ¿no?
— Sí, siempre ha sido muy prudente y muy callada. — Dije con rencor.— Es increíble como pasaba desapercibida de todas partes y luego ha conseguido tantísimo como actriz.
— ¿De qué la conocéis? No es del pueblo ¿no?
— No, mi padre y su madre eran muy amigos, como hermanos, vaya. Su madre era actriz también y enfermó cuando Ainhoa era muy pequeña y murió poco después. Eso es lo único que me decía mi padre cada vez que yo le preguntaba que por qué pasaba aquí los veranos.
— ¿Y su padre?
— No lo conoce.
— Osea, que no tiene familia.
— Que yo sepa no... — Me quedé pensativa. — Bueno, el novio de su madre estuvo cuidándola un tiempo me parece, pero no sé que relación tienen ahora.
— Pero bueno, supongo que de niñas eráis amigas ¿no?
— ¿Amigas? — Reí sarcástica. — No. Nunca la dejé entrar en mi grupo.
— Vamos, que le hacías bullying.
— ¡No! bueno... a ver... — carraspeé mientras me ponía la camiseta. — A lo mejor un poco. — Miré a Paolo apretando el gesto. — Sí, si le hacía bullying, sí. — Suspiré. — De hecho siempre jugaba sola por mi culpa y si no llega a ser por mi tía, lo habría pasado fatal. Bueno, fatal ya lo pasó, y creo que no solo por mí, porque estaba siempre triste. Pero lo habría pasado peor si no llega a ser por Marta. — Dije recapitulando aquellos veranos. — No me siento orgullosa, pero es que le tenía muchos celos y ya se sabe que los celos en los niños son incontrolabes
— ¿Por qué le tenías celos?
— Pues entre otras muchas cosas porque yo veía a mi padre poquísimo y cada vez que venía al pueblo de vacaciones tenía que compartirlo con ella. Y él siempre la ha querido como una hija y le hacía mucho caso. Y yo no lo entendía y eso hacía que se acabara llevando con ella mejor que conmigo.
— Ya...
— De hecho eso es algo que sigue pasando.
— Osea, que le sigues teniendo celos.
— No, ya no soy una niña. Y repito que no me siento nada orgullosa de habérselo hecho pasar tan mal. Incluso de adolescente fui bastante cabrona con ella. Era rarísima y no quería ni acercarse a los tíos, y claro... eso era carne de bullying también. — Suspiré intentando asimilar una vez más que fui una adolescente bastante imbécil.— Menos mal que nunca se enteraron mis padres.
— ¿Tú tía Marta sabía que dejabas a Ainhoa sola y no se lo contaba a tus padres?
— Al tiempo lo hablé con ella y me dijo que me entendía. Que entendía mis celos y que nada, y mucho menos una bronca de mis padres, iba a hacer que de repente quisiera a Ainhoa muchísimo y la dejara ser mi amiga de la noche a la mañana. Así que ella se encargó de cuidarla y de llevarla con sus amigas que, aunque le sacaban unos años, siempre congeniaron muy bien.
— Y entonces ¿Qué te pasa ahora con ella?
— No me fío de ella. — Volví al presente y se me pasó esa lástima que sentía por ella cada vez que hablábamos de la niñez.— Han pasado cosas que jamás... — Suspiré. — Bueno mira, vámonos que no quiero seguir hablando de ella.
— ¿No me vas a contar las cosas que han pasado?
— No, que llegamos tarde.
— Jolín.
Justo esa sensación extraña que se me quedaba en el cuerpo siempre que hablaba de ella es a lo que me refiero con lo de que su presencia me suponía un reto.
La desconfianza, el rencor, el sentir que era como una hermana impuesta a la que no conocía de nada y a la que nunca conseguí querer... ¿culpa? no lo sé, pero odiaba sentirme así.
Tenerla en casa ya me tenía de los nervios y eso que estaba recién llegada. Nada pintaba bien para mi carácter en aquellos días, pero al final se trataba de eso, un reto.
— Hola Luz. — Al llegar al Chelsea Julio se me acercó. — Mañana voy al teatro a primera hora a mirar lo de los peines, díselo a tu madre.
— Yo se lo digo, Julio, gracias.
Sí, era un pueblo de cuento, todos o casi todos los habitantes, o nos dedicábamos o nos implicábamos de lleno en el teatro.
— Así veo a Ainhoa que me muero de ganas.
— Sí. — Solté sin intención de continuar con el tema. — Ponme un tercio, por fa.
— Ahora mismo te lo llevo a la mesa de tus amigos. — Cabeceó señalando la mesa de al lado del escenario, la de siempre.
— Otro para mí, Julio. — Añadió Paolo que venía detrás mía.
— Oído.
Me acerqué despacio a la mesa de mis amigos observando, como siempre, el ambiente que se cocía por allí.
— Hola, chicos.
— Hola — Dijeron al unísono. Ellos eran una pareja consolidada para todo y lo demostraban hasta sin darse cuenta. — ¿Qué tal? — Dijo Chema solo con un tono jocoso.
— Bien, igual que esta mañana cuando nos hemos visto, Chema — Reí.
— Hombre, igual no creo.
Ya le estaba temiendo a que de nuevo saliera el tema de marras.
— Pues dime tú que ha podido pasarme de interesante en unas horas.
— Que yo sepa esta mañana tu novio no se había hecho un tatuaje con tu nombre.
— Ah, es eso... — bufé. — y no es mi novio.
— Le ha dado igual — Dijo Paolo.
— Tía ¿Cómo va a darte igual? es un detalle precioso.
— No me parece un tema de conversación apropiado para tratar con mis amigos, la verdad. Y más con él delante.
— Si me ponen el partido podéis hablar de mí lo que queráis que os aseguro que no me enteraré. — Paolo bromeaba mucho con sus detalles de heterazo y no sabía hasta que punto podían bajarme mi interés por él.
— No hace falta que lo jures.
— Oye, me ha dicho Alicia que ha vuelto Ainhoa ¿Es verdad?
— Sí — Ya estaba tardando en salir el tema. — Ha venido para preparar la obra de Mérida del año que viene.
— Vamos, que se queda aquí a vivir...
— Sí.
— ¿Y como estás tú?
— ¿Yo? Bien ¿Por?
— No sé, nunca te ha gustado que ande por aquí — Levantó una ceja. — No ha vuelto a venir desde aquella vez ¿no?
— No, lleva tres años sin venir.
— Pocos me parecen, quedó tan en vergüenza que no sé como se ha atrevido a volver.
— Bueno, la gente tampoco se enteró de todo.
— Tía, esto es un pueblo, aquí todo el mundo se entera de todo.
— Sí, pero la que salió peor parada fui yo.
— Bueno, o él — Rio con fuerza. — ¿Sabes algo?
— No, pero supongo que ya no están.
— Pues si que ha vuelto a mal sitio con el rabo entre las piernas. — Bufó y bebió de su vino. — ¿Y tus padres no dicen nada?
— Mi padre siempre la defiende y no le da importancia, pero siento que oculta algo. Y a mi madre como él no le gustaba para mí, dice que todo pasa por algo.
— Yo no sé como tu familia puede quererla tanto. — La conversación paralela que tenían Paolo y Chema paró y escuchaban atentos la nuestra. — De verdad que no me lo explico, con lo inteligentes que son.
— Pues yo si me lo explico. — Añadió Chema. — Lo que pasa es que Javier ante todo es un productor con recursos, y siendo honestos, Ainhoa es muy buena. Actúa, canta, baila... es un filón para cualquier obra del festival y eso os va a dar prestigio.
— El festival ya tiene prestigio suficiente sin ella, — Dije con la ceja levantada. — Y si piensas que mi familia es así, no los conoces de nada.
En ese momento Ainhoa y Marta aparecieron en el Chelsea. El bar se quedó en un silencio de película del Oeste y a la mayoría de los tíos era casi imposible cerrarles la boca.
— ¿Qué os pasa? — Gritó mi tía mientras Ainhoa salía del bar incómoda. — ¿Habéis visto un fantasma o qué? Venga todos a beber y a cotillear que es lo que mejor se os da hacer en este pueblo.
Marta salió también del bar y observé como todos los allí presentes hablaban de lo mismo. No sé si lo hacían porque había vuelto una celebrity y habían pasado de verla en la tele a paseando por Llerena, porque recordaron la última vez que estuvo en ese bar o simplemente porque ella estaba increíblemente guapa. Porque puedo tenerla entre ceja y ceja, pero es que la tía, era increíblemente guapa...