Besos en Guerra ©

By dayzaccardi

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"Solo físico. Beneficios. Cero sentimientos. Y ya" Regla uno: si una mujer ingresa al sistema será aniquilada... More

💋⚔️
ANTES DE LEER
⁰ Viento Negro
¹ Mushu
² El entrenador
³ Chat privado
⁴ Juego sucio
⁵ Yin Yang
⁶ El refugiado
⁷ Levántate, si puedes
⁸ Jugando con fuego
⁹ Tenemos un trato
¹⁰ Hola, ¿tú eres...?
¹¹ Apretados
¹² Vacío
¹³ Besame
¹⁴ Juguemos
¹⁵ Dibujos
¹⁶ Acurrucados
¹⁷ Ansiedad
¹⁸ Ultimátum
¹⁹ Las minas
²⁰ Debajo de ti (y de la lluvia)
²¹ Amigo
²³ Capitán
²⁴ Tú
²⁵ Quédate
²⁶ Mensaje
²⁷ Verdades a la luz
²⁸ Otro amor
²⁹ Quererte
³⁰ Contigo
³¹ Adiós
³² Sueños oscuros
³³ Fregadero
³⁴ ¿Quién es?
³⁵ Personaje secundario
³⁶ Cobarde
³⁷ Decisión
³⁸ Error del sistema
³⁹ Auxilio
⁴⁰ Caos
FINAL 1/2
FINAL 2/2
EPÍLOGO
¿BEG EN FÍSICO?

²² Sueños nublados

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By dayzaccardi

"Ya no sé disimular, te amo y 
no te puedo hablar.
Tu recuerdo no se va, 
no se va, no se va"

~Morat

Zayn

Cuatro de la mañana.

En la puerta de la chatarra, bajando.

Caras de dormidos, pero cargados con armamento hasta en las nalgas.

No puedo creer que estemos a punto de salir de la caravana y que Blair siga haciendo como si no existo. ¿Tan mal la hice sentir? Joder. Me siento la peor persona del universo, pero hasta que no termine nuestra expedición, no hablaré con ella de lo sucedido. No necesito más distracciones de las que ya me está causando. Horas atrás, cuando debería haber estado pensando en la mejor forma de entrar a las minas, solo tenía a ella en mi cabeza; y bueno, y a ese estúpido Mushu que, al parecer, también sabe que es mujer. Me caga que no me lo haya dicho antes.

Creí que era el único que lo sabía.

―Nos separaremos al llegar para que la búsqueda sea más... óptima ―les explico mostrándoles el mapa que dibujé unos días atrás―. Los grupos serán los siguientes: Mushu junto a Pipa, Grillo y Samuel conmigo.

Todos mueven la cabeza dándome aprobación. La de pelo azul lo hace dubitativa, como si estuviera desconectada de todo cada vez que yo hablo. Quiero decirle algo, tengo la intención de hacerlo justo cuando él me interrumpe:

―¿Hola? ―reproduce Gafitas, triste.

Me había olvidado realmente de su existencia.

―Tú puedes quedarte en la entrada de las minas, si quieres ―esta es mi forma de decir de una manera sutil "solo te traje aquí para usarte como rehén".

Observa mi mapa como si aquello le aterrara, se acomoda sus gafas, tembloroso y, al notar que mi mandíbula se tensa porque no lo veo muy convencido, asiente rápido con la cabeza, sumiso.

Genial, ahora solo falta caminar las cuadras que nos restan para no hacer ruido con la caravana y...

―No lo dejaremos solo para que nos proteja el trasero ―Y cuando no, Blair reportándose siempre en los peores momentos.

Aprieto los dientes.

―¿Tienes una mejor idea? ―escupo ya aturdido. No estoy acostumbrado a que me cuestionen mis planes y órdenes. Yo soy el capitán. Yo tengo el puto mando. Una niñata no me lo puede quitar así porque sí.

Parece irritarle mi comportamiento, lo percibo por la forma en la que se truena los dedos. Da la impresión que quiere partirme la nariz. Y probablemente así sea.

―¿Alguna idea que no implique dejar a nuestro amigo abandonado para que lo maten? ¡Sí, Zayn! ¡Tengo muchas!

Es un chico perro, ni si quiera sabe hablar.

Maldita niña caprichosa.

Quiero insultarla, pero verla tan metida en su papel de Samuel, me vuelve loco.

―Dilas ―vacilo― si quieres que yo, tu jodido capitán, las acepte.

Voltea los ojos.

―Oye, Zayn, creo que sería mejor si... ―empieza a defenderla Mushu.

Blair tapa su boca y avanza hacia mí, empoderada.

―Se quedará conmigo, y si no le apetece, capitán, seré yo el que se quedará en la entrada solo ―hace énfasis en el "solo".

No es idiota, sabe cómo jugar con mis sentimientos.

―Caminen ―mascullo cerrando el mapa, seco.

__⚔__

Llegamos a nuestra ubicación.

Ya estamos debajo de las minas.

Entramos sigilosos por la parte trasera.

Y por si se lo preguntan, Mushu y Pipa han optado por entrar por la entrada principal, y detrás de mí, vienen: Blair sosteniendo a Gafitas de la mano como si fuera un niño pequeño y Grillo, alumbrando el camino con sus linternas. Sí, el refugiado vino. No me pregunten cómo accedí, solo lo hice y ya. Con cara de culo, pero lo hice.

Cuando ingresamos, nos encontramos rodeados de una atmósfera densa y opresiva, permeada por un aroma a tierra húmeda y rocas antiguas. La iluminación escasa aumenta la sensación de intriga y desconcierto, haciendo que uno de nuestros pasos sean cautelosos y temblorosos.

A medida que nos adentramos en las profundidades de estas minas, nos enfrentamos a una serie de pasadizos laberínticos y galerías estrechas, que nos hacen sentir como si estuviéramos siendo observados por fuerzas desconocidas. Los ecos inquietantes de nuestros propios pasos resonando a nuestro alrededor y el sonido distante de gotas de agua que caen crean una atmósfera sobrecogedora y llena de incertidumbre, cosa que hace que—cada dos segundos— me precipite y recargue mi arma ladeando la cabeza, buscando algún refugiado al cual asesinar.

Me sorprende que aún no nos hayamos cruzado con ninguno, pero teniendo en cuenta lo que Henry me explicó antes de llegar, ellos duermen plácidamente a estas horas de la mañana y ni siquiera tienen guardianes en las entradas, pues nadie se atreve a cruzarlas, o al menos no hasta ahora. Cuenta la leyenda que no sales vivo si lo haces.

A través de la tenue luz de nuestras linternas, se pueden vislumbrar sombras y figuras en las paredes de las rocas, alimentando nuestra imaginación y desencadenando preguntas sobre quiénes podrían haber dejado esas marcas allí.

―Oh, por Dios, miren eso ―susurra Blair con rapidez.

Suelta a Gafitas, lo engancha en el brazo de Grillo y alumbra desde lejos lo que parece ser una puerta. Se adelanta de su posición y pasa por delante de mí, emocionada, tanto que no parece que le aterrase nada de lo que estamos viviendo.

Correteo un poco para alcanzarla y tiro de su brazo hacia atrás.

―Que parte de "quédate detrás de mi espalda" no has oído ―gruño cerca de su rostro cuando pretende quejarse de mi agarre.

Achina sus ojos.

―No eres mi padre ―dice y de un movimiento sorprendente se suelta de agarre―. Permiso.

―No, claro que no lo soy, soy tu capitá...

Me callo al verla. Acaba de patear la jodida puerta y tirarla al suelo dejando en descubierto una habitación totalmente blanca. Las partículas de polvo salen hacia todos los lados, causándome picazón en la nariz. ¿Es idiota? ¿Cuándo se me cruzó por la puta cabeza que la idea de traer a una mujer a la expedición más importante del año era una buena idea?

Respira hondo, apoya su pierna en el suelo y me hace una reverencia, vacilona.

―Despejado ―aclara y sonríe―. Patada ultimátum, para los novatos ―me lanza una mirada de arriba abajo como si yo fuera ese novato que menciona.

¿Qué cojones...?

―Capitán, ¿da la orden para que ingresemos? ―inquiere Grillo con respeto.

El refugiado niega con la cabeza muchas veces seguidas. Como siga así le va a agarrar un problema en la cervical, no me cabe ninguna duda. Blair me contempla ansiosa, esperando mi sí, y al encontrarse con mi rostro lleno de perplejidad, decide ir a la defensa de su propio plan, moviéndome de mis casillas, como desde que llegó:

―No he tirado una puerta para nada ―luce ofendida.

―No. No sé qué hay allí. No es la ruta que debemos seguir. No estamos preparados para...

―Claro, que raro de usted, siempre haciendo las cosas por la mitad como un cobarde ―Abro los ojos de par en par al oír aquello venir de ella. ¿Eso fue una indirecta? ¿De verdad cree que puede tratarme de esa forma? Será maldita. Ya verá lo que soy capaz de hacer―. Oh, no iba en serio. A veces no hay que tomarse las cosas tan a pecho, rubito.

Aprieto la mandíbula.

―He dicho que no me llames así.

Empuja un poco mi pecho y se adentra a la habitación fuera de ningún tipo de cuestionamiento.

―Capitán, usted cree que deberíamos entrar a... ―me vuelve a preguntar mi mano derecha.

Suspiro, tenso, furioso, enojado con esa mujer y, sin pensarlo dos veces, la sigo.

Blair

Apenas entro en la habitación solo veo blanco, lo segundo es tecnología. ¿Quién diría que hay esto debajo de la mina? Cápsulas grises cuelgan del enorme techo, el hecho de que tienen escaleras adheridas a lo que parece que es su entrada a dentro de ellas no me da buena espina. Parece que no son solo decorativas.

Zayn y Grillo analizan todo, cautelosos. Cualquier movimiento en falso podría delatarnos.

―Genial, Sam. Que puntería. Has roto justo la puerta que da a las habitaciones ―susurra Zayn cargando su arma con el mismo porte perfecto de siempre―. Felicidades.

Y cuando escucho un ronquido proveniente de una de las cápsulas, lo compruebo. Pienso que esas cosas deben tener la mejor tecnología del universo, pues di un golpe con mucho ruido, debería haberlos despertado. ¿O quizás no?

―Seguro nos saquearon nuestros aparatos electrónicos para hacer esto ―dice en voz más baja Grillo a su espalda.

Mushu niega con la cabeza, irritado, por alguna razón que desconozco.

No sé qué están esperando, pero yo solo saco mi arma del bolsillo y miro hacia delante para seguir caminando por el sitio como una buena refugiada impostora. ¿Qué es eso de quedarnos aquí plantados esperando a que nos descubran y nos hagan pedacitos? Hay que ser más astutos, hombres.

Avanzo.

Y él me detiene.

―¿De dónde cojones sacaste eso? ―me regaña en un cuchicheo para nada bonito mirando mi arma. Me toma de la muñeca con fuerza y me la intenta arrebatar, pero para su sorpresa, no lo consigue.

Puede que no haya ido solo a limpiar nunca el desastre de aquel día cuando le tiré todas las armas a Zayn al suelo. Puede que lo que pasó realmente fue que solo opté por robarle, bueno, mejor dicho pedirle prestado por una señal del universo, un arma mejor. Y puede que sea esa que no le gustaba que toque, esa que era su favorita. Esa que decía: Si no sabes que hacer, ante la duda, dispara.

―¿La historia larga o la corta? ―murmuro despacito, sonriéndole para amortiguar esa mirada de asesino serial que me acaba de clavar.

Lo conozco tanto que siento su enojo hasta en mis venas. Sin embargo, ambos sabemos que no es el mejor sitio para discutir, cualquier cosa podría ponernos en peligro de un segundo a otro. Creo que es por eso que ahora está abriendo la boca para señalarme lo siguiente que debo hacer:

―Camina.

Y eso hago.

Camino.

Me sorprende que el lugar tenga tanta tecnología y que estén tan poco preparados para una entradera. Pero bueno, todos duermen a estas horas, es difícil que tengan guardias en cada momento del día si nadie en años se atrevió a desafiar la leyenda. Según Zayn, en nuestra última charla reflexiva nocturna sobre el asunto, antes tenían y utilizaban un montón de seguridad, pero al ver que solo les hacía gastar recursos ya que nunca iba nadie a atacarlos, la disminuyeron todos esos rayos láser a alguna que otra cámara. Sospecho que por eso el rubio va tan lento, observa todo con mucha precaución y no deja de mirar las esquinas de las habitaciones.

―¿Qué es esto? ―cuestiona Grillo que viene detrás nuestro haciendo referencia a todas las placas que hay en las paredes.

Me perturba el hecho de que esta vez en el techo, en vez de colgar cápsulas, cuelgan cruces.

¿Acaso son tumbas de los refugiados que murieron en las guerras?

Cada una de ellas se asemeja a un cajón y tiene un nombre diferente: Marcos Lister, Lisa Monter, India Millions, Willy Francis, Xiant Oust, Lidia Leicront, Maximiliano Prieto, Celeste Ríos y... Bueno, qué más da. Esas son solo las que puedo leer porque el maldito rubio ya me está arrastrando hacia otra habitación como si fuera un trapo de piso. La última pregunta que me hago es: ¿Qué guardarán allí dentro? ¿Sus cuerpos? ¿Sus pertenencias? ¿O sus huesitos?

Algo me dice que nunca tendré respuesta.

Huelo el característico olor a menta que desprende el perfume del capitán cuando me adelanta siguiendo el paso.

La próxima habitación me da unas vibras mucho más sombrías que las del resto. En ella solo hay una enorme mesa con dos cosas: unas gafas y lo que parecen ser... ¿herramientas? No lo sé, no me entero mucho de esas cosas, pero al parecer Zayn sí, ya está ojeando todo como si aquello le diera pistas de cómo prepararse para la guerra. Pobre inocentillo.

―¿Qué mira, rubito? ―juego con el apodo.

Suspira.

―Si no quieres que te perfore el ojo con un clavo, procura no llamarme nunca más así, ¿sí?

Asiento volteando los ojos y me dedico a caminar hacia otra habitación, si el rubio se va a quedar mirando las herramientas todo el día, me moriré del aburrimiento. Necesito más acción. Ni Grillo ni Gafitas me siguen, eso me da cierta tranquilidad. Basta de fingir ser un hombre por un rato, ya puedo volver a mi postura de antes: un poco encorvada y desprolija.

Miro hacia delante.

¿Es en serio?

¿Esta puerta solo da a un maldito pasillo?

Pues tocará investigar un poco.

Sin ningún tipo de temor, avanzo hacia mi objetivo: el final del pasillo celeste hospital en donde, como en todos lados, hay una puerta. Pero no parece ser la misma puerta fácil de abrir como las otras, esta es de metal, de metal y de más metal. Dudo que la pueda abrir con facilidad. La idea de "de algo hay que morir" es mi mejor amiga en estas instancias, aunque tampoco soy tan tonta de ir cantando por el pasillo. Es más, creo acabo de sorprenderme por lo silenciosa que fui en todo el recorrido hasta llegar aquí donde estoy ahora.

Tomo su manija, y como era de esperar, no, no abre.

Muerdo mi labio, frustrada.

Me hubiera gustado haberme encontrado con algo que sorprenda al gilipollas de Zayn para luego refregárselo en el medio de la cara por una semana y sentirme una chica con alto coeficiente intelectual.

Largo un poco el aire que retuve segundos atrás esperándome que hubiera lo peor detrás de esta puerta y bajo el arma, enojada conmigo misma, dispuesta a dar unos pasos y a volver con el equipo cuando lo escucho:

―No van a saber cómo defenderse ―dictamina un tipo del otro lado. Al parecer la puerta es muy fuerte pero las paredes... las paredes son de hoja de calcar, estoy segura que con una patada la puedo derribar. Se oye todo. Y esa es una de las razones por las cuales ahora estoy pegada a una de los paneles que dan a aquella habitación de la puerta metálica. Cada dato vale oro―. No se lo imaginan. Ellos no saben para nada el material que realmente tenemos ni el que les quitamos para que sea imposible su defensa. Tus sueños son solo especulaciones, chica. Debes dejar de despertarme a estas horas de la mañana.

―¿Y qué dices del chico que sale en ellos? ¿Es parte de los virulentos también? ―la otra voz suena suave, diría que tierna, pero no lo es. Es simplemente la voz de una mujer que no parece haber pegado un ojo en toda la noche.

¿Virulentos? ¿Qué clase de persona utiliza esa terminación en pleno 2018?

―Son sueños, cariño ―el hombre dice eso con tanto agotamiento que parece habérselo repetido ya más de una vez―. No pasará nada, ahora ve a tu cápsula y recuerda avisarme si ocurre otra vez por un tema de actualización. ¿Bien?

―La ciencia dice que no puedes soñar con personas que no conoces. ―Vale, ahora su voz parece más enojada. Mucho más enojada.

―La ciencia no lo es todo ―se defiende el otro― y si lo fuera, tú no estarías aquí por razones muy obvias, ¿no crees?

Casi veo como la muchacha se frustra y llena de impotencia deja al refugiado tirado en el piso, de un golpe en su vientre. Pero como ya es imaginación mía, no se los puedo asegurar al cien por ciento.

Sonrío comenzando a caminar hacia el grupo al darme cuenta de que al menos sí sirvo para algo, tengo información para el equipo y... Jolines, ¿qué hace Zayn, Grillo y Gafitas mirándome desde la otra punta cómo si tuviera a un refugiado apuntándome con un arma detrás de mi espalda?

Grillo me apunta con el arma.

Zayn también lo hace.

Gafitas se esconde detrás de su espalda, asustadísimo.

Y ahí lo entiendo.

Sí.

Lo tengo.

Y definitivamente está detrás de mi jodida espalda.

Querías acción, pues ahí la tienes.

Ja.

Todos sus rostros lucen pálidos y aterrados, pero el del rubio, jodeerr, el del rubio larga humo por donde se lo mire. Está enojadísimo y muy espantado aunque no lo admita nunca en su vida. Parece ser el más afectado. Me pondría a contarles lo atractivo que se ve apuntando al tipo que me quiere matar en este preciso instante, pero creo que sería un abuso de texto sabiendo que debería concentrarme más el hecho de que, hay posibilidad de que muera, ¿no?

¿Qué se supone que debo narrar?

¿Cómo me siento? Segura de mí misma.

¿Cómo se ven ellos? Cagados hasta las patas.

¿Cómo se ve él? Él se ve tan...

―Tócala y te mato ―escupe como si yo fuera su mejor amiga de toda la vida, y al segundo carraspea su garganta y se corrige―: Tócalo y te mato.

―¿Qué carajos están buscando? ―el hombre que está a mi espalda parece querer devorarlos. Mi equipo no tiene respuesta―. Les he preguntado algo, ¡¿Qué carajos están buscando?! ―vuelve a gritar en mi oído, su mal aliento invade mis fosas nasales y justo cuando se me ocurre la idea de pegarle en los huevos con una patada invertida, su arma golpea mi sien más fuerte de lo que creí que se podía hacer nunca. 

Hay que tener los cojones para hacer eso sabiendo que hay dos personas apuntándote y tú estás solo. Esperen, ¿lo está?

Un pequeño hilo de sangre comienza a descender desde mi sien, hasta llegar a mi mejilla. Quizás, si no llegaba a fluir, mis ojos no se hubieran puesto a llorisquear como lo están haciendo ahora. El rubio, al notar mi reacción y mi dolor al verme haciendo la mayor fuerza del universo para no perder la vista, tensa todo su cuerpo, me observa con cierta preocupación y sin ningún tipo de piedad aprieta el gatillo.

Suena el disparo.

Y como fue Zayn el que disparó, es con evidencia que fue justo en el medio de su cabeza.

El hombre cae al suelo, lo sé por el ruido de su arma, que ahora se halla a un lado de mis pies.

Todo mi alrededor parece borroso, pero ni el rubio ni la alarma perturbadora ―que se asemeja a la de la purga― que acaba de empezar a sonar me impide agarrar el arma cargada de aquel refugiado que se encuentra en el piso para colocármela en el pantalón y poder estar más equipada.

¿En qué momento el capitán me subió a sus brazos y por qué no lo recuerdo? ¿Tan mal me hizo el golpe?

―Joder ―maldice mirándome, mientras corre por el pasillo conmigo entre sus enormes brazos―. Sí que te ha hecho mierda.

Genial.

Mi cabeza cada vez me duele más, solo oigo puros disparos, siento el olor tan particular a las treperas, oigo la alarma y mi panorama es solo el techo del lugar moviéndose cada vez más rápido, veloz. Hay tantas puertas que estoy segura de que el rubio está perdido, y eso dice en otras palabras que todos lo estamos.

No necesito ver a la perfección para notar que los refugiados aparecen por todos los putos lados. Sus pasos se oyen a la par de los disparos, las recargas de las armas y las órdenes nerviosas e impulsivas de Zayn hacia Grillo que solo consisten en: dispara.

Poco a poco, cuando mi mareo se comienza a desvanecer, veo como el rubio le dispara en un brazo a un refugiado y este parece seguir persiguiéndolo como si el dolor fuera inexistente. Trago con dificultad al notar que de su brazo sale prácticamente un litro de sangre y él ni si quiera se mosquea.

Los refugiados cada vez son más, debemos hacer algo para obstruirles el camino o nos quedaremos sin balas. Quiero decirlo en voz alta, pero el golpe más todo lo que estoy pensando en la actualidad me hace estar casi en un estado de shock, tan pero tan grande que las palabras no salen de mi boca. Entonces señalo, señalo como puedo lo que me parece ―de lejos― la habitación de los cajones donde, según mi sospecha, meten a refugiados muertos.

Zayn sonríe bajo toda su respiración entrecortada y abre su boca para agradecerme a pesar de las circunstancias:

―Gracias, capullo.

Corre más rápido agarrándome con una mayor fuerza hasta llegar al sitio, una vez allí, cierra la puerta luego de que Grillo y Gafitas, que luce como un niño pequeño perdido en un parque de atracciones, se esconde detrás de él, usándolo como escudo.

Los refugiados que nos venían persiguiendo hace más de cinco minutos, ensangrentados, golpean la puerta, queriendo derribarla. Sin embargo, Zayn solo quiere llegar hacia el otro lado, a la habitación de las cápsulas, así que sigue avanzando sin soltarme. Grillo le sigue el paso y también se adelanta.

Al llegar a la habitación tan deseada, el cuerpo del capitán choca con el de otra persona. Ambos recargan el arma, pero por suerte, no hace falta disparar.

―Tranquilo, viejo ―dice Pipa levantando la mano que le queda libre. Parece estar tan apresurado que ni siquiera nota que estoy herida en sus brazos―. Escuchamos estallidos y vinimos a su rescate. La caravana está en la puerta con Mushu. Debemos huir. Los refugiados parecen reproducirse y...

―Tranquilo, ya cerramos la puerta donde está el resto, si nos vamos ya no nos llegarán a encontrar ―es lo que termina contestando Zayn, seguro.

―¿Hablas de esa puerta que se está abriendo detrás de ti que tiene un hombre ensangrentado en el cuadradito de la ventana?

Yo niego con la cabeza como si él estuviera bromeando, y el capitán, al darse la vuelta, se encuentra con Gafitas tocando un botón por accidente ubicado en la pared que dice "open".

Una avalancha de refugiados se nos aproximan, pasan por encima de Gafitas como si fuera una alfombra roja y, el rubio, para no ponerme en peligro y poder combatir mejor, me lanza a un costado de la habitación. Mi cuerpo se estremece al hacer contacto con el piso, pero también sabe que si él no lo hacía, ya estaría muerta.

Por suerte, aún las cápsulas están cerradas, al parecer cancelan muy bien el sonido de los que están allí adentro.

Desde el piso, veo como los refugiados lanzan sus flechas de treperas hacia Pipa y Zayn, y ambos les disparan sin parar. Bajando a uno por uno. Esquivando cada flecha. Y recibiendo algún que otro golpe de los que se les acercan a combatir mano a mano. Esos son trabajo fácil para mi entrenador. Los noquea fácilmente haciendo una pila de ellos similar a una pequeña montaña.

Una vez de terminar con la tanda más cercana, Zayn me toma de la mano y me guía a la salida rápido, pero yo no pienso irme sin Gafitas. No si sé que él se quedó en esta tortura.

―Suéltame ―le suplico―. Yo no me iré sin él.

―Él pertenece aquí. No puedes arriesgarte a volver allí otra vez. No te lo permitiré porque yo...

No me queda otra opción que pegarle en los huevos e irme corriendo a la sala, otra vez. Rogger se retuerce como si me hubiera pasado de la fuerza, y puede que lo haya hecho.

Lo siento, cariñito, me debía asegurar de que no me persiguieras.

Una vez sin el rubio con el rollo sobreprotector, me tranquilizo al ver a Gafitas en el suelo, con sus gafas rotas, lastimado, pero vivo. Aún no parece venir la nueva tanda de refugiados a por mí. Es por eso que lo tomo en mis brazos de una forma similar a la que usó Zayn hizo conmigo a pesar de todo el dolor físico que eso me conlleva, y justo cuando quiero alcanzar al resto, veo una flecha de una trepera rozar mi cabello e impactar contra una de las paredes.

Veloz.

Penetrante.

Olor a veneno ronda en la atmósfera.

Bajo un poco la mirada.

Como no se me ocurra que hacer en menos de dos milésimas de segundos, estoy muerta.

El arma de Zayn brilla desde mi bolsillo especial para cargar armamento de esta clase de lo bien cuidada que está.

Y recuerdo: "si no sabes que hacer, ante la duda, dispara"

Sin pensarlo dos veces.

Giro de un salto.

Apunto su cabeza.

Y apreto el gatillo.

Lo demás, es solo dolor.

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