En los jardines del alma florece un amor,
entre un emperador y su amado señor.
Un lazo eterno, en sueños se forjó,
un amor prohibido, en secreto se ocultó.
El emperador, con corazón valiente,
anhelaba a su esposo, su fuego ardiente.
En cada suspiro, en cada mirada,
se desvanecía el dolor de la madrugada.
Bajo la luna, sus almas se encontraron,
en un reino de ensueño, donde se amaron.
Entre susurros y caricias, un pacto sellaron,
prometiendo amor eterno, que nunca se quebraron.
El emperador, con sus versos de pasión,
escribió mil poemas, en su corazón.
Cada palabra, un tributo al amor inmortal,
que en la eternidad, nunca dejaría de brillar.
A pesar de la muerte, su unión persistió,
en los recuerdos y en cada canción que entonó.
El emperador, con lágrimas en sus ojos,
recordaba a su amado, en cada despojo.
El viento susurraba su nombre en la brisa,
el emperador sonreía, su amor no se desvanece.
A través del tiempo, su historia se eterniza,
el amor de un emperador y su difunto príncipe.
Que en los anales de la historia quede escrito,
el amor inmortal, sin importar lo prohibido.
Que su legado inspire a todos a amar sin miedo,
como el emperador amó a su esposo querido.
Así termina mi poema, con amor y emoción,
una historia de un emperador y su pasión.
Que el recuerdo de su amor perdure por siempre,
en los corazones de aquellos que creen.