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By xElsyLight

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「 ᴇʟ ᴀʀᴏᴍᴀ ᴅᴇ ʟᴀ sᴀɴɢʀᴇ 」



Cuándo a nuestras espaldas dejamos lo poco de la arena que compone el desierto, el bosque nos recibe con los brazos abiertos al igual que el aliento frío que emana de su interior. Entonces, pienso en qué Haymitch no debía de saber de este nuevo camino porque ahora la crema que se suponía que nos iba a proteger del calor no sirve para nada. Ahora el frío nos cala los huesos incluso tras haber traspasado solo el principio de este, y muerdo mis labios con fuerza. Madi aprieta más su agarre en mi mano y noto un pequeño temblor provenir de este.

Trato de no enfurecerme demasiado con la crueldad del Capitolio y dando una minuciosa vista a mi alrededor, comprendo que no se trata ni de un bosque ni de una tundra lo que surge de repente. Es jungla, sin lugar a dudas. 

No tengo ni idea de cómo sé diferenciar los paisajes verdosos de esta manera, pero debo agradecer a mis padres por relatarme algo sobre el tema y por mi familiaridad con este tipo de lugares en mis viajes en solitario a la hora de cazar en mi viejo distrito. Por supuesto, no voy a quitarle mérito a los anteriores Juegos, que de vez en cuando han mostrado un poco de este paisaje.

La mayor parte de estos árboles, de todas maneras, no me son familiares. Tienen troncos lisos y pocas ramas. La tierra que pisamos es muy negra y esponjosa; Rose se queja cuándo sus pies se hunden en la tierra. Varias enredaderas se nos envuelven en los zapatos y cuesta un poco apartarnos de ellas.

En el interior de la jungla, no hay sol alguno que ilumine nuestro camino, aunque sí he notado esas cámaras voladoras que pretenden mantenerse ocultas fijas en nuestro andar y en nuestros movimientos. Me ponen algo nervioso, pero prefiero centrarme en lo que tengo enfrente.

Se respira bastante humedad, aunque siendo sincero es algo a lo que estoy acostumbrado. Es sabido que en nuestro distrito nuestro estilo de vida es muy deplorable; de todas maneras, comienzo a sentir sequedad y se me empieza a escurrir un sudor frío por la parte trasera de mi cuello. Aquello me descoloca porque no sé que puedo esperar.

De todas maneras, sigo liderando el camino y soltando la mano de Madi, abro paso entre la densa vegetación con un machete prestado por cortesía de Jace. Es bastante pesado, pero tras varios movimientos se hace más fácil controlarlo. Sorpresivamente, mi segundo es un chico con el que apenas he hablado un par de veces. Si no me equivoco...

—¿Eres Winston, verdad? —Este asiente mientras se aferra a las mangas de su mochila con fuerza.

Sin poder evitarlo le dedico una larga mirada a su cuerpo, y sé que no va a durar mucho. Es delgado, pero del tipo atlético. Poca musculatura y grandes bolsas bajo los ojos, cansancio probablemente. Su mata de cabello oscuro está toda enmarañada y la verdad, al igual que todos, esta hecho un asco.

Sin embargo, algo que me sorprende es esa mirada que coloca en su rostro, es como... si tuviera esperanza. Probablemente deseando que toda esta tortura termine al fin.

—Sí. —Dando una vista a su alrededor, algo cohibido, me dice—: ¿Crees que podremos salir de aquí todos con vida? 

Muerdo mi lengua para evitar decirle que es completamente imposible, sobre todo para chicos como él, así que dándole una ligera sonrisa, trato de tranquilizarle.

—Haré todo lo que esté en mi mano para sacaros de aquí, ¿vale, Winston? —Su mirada se vuelve de repente más brillosa, y me siento culpable por mentirle en la cara.

Retomamos la caminata en silencio, atravesando varios tramos más, hasta que obviamente por culpa de una cuesta empinada y el frío que nos atraviesa de parte a parte, no tardamos mucho en quedarnos sin aliento. Jace nos ordena a qué descansemos, y me da la impresión de que cuándo me mira quiere mi conformismo; no sé porque me lo pide si, de alguna manera, él se ha vuelto el líder del grupo. Pero lo hago de todas formas, y así, nos detenemos.

Dejo que la espesa brisa me refresque las mejillas mientras cargo sobre mis piernas a una helada y adormilada Madi. Jace se sienta a mi lado, y veo de soslayo como Rose e Isabelle comienzan a sacar unas mantas de sus mochilas con el fin de cubrirse. Por mi parte decido no hacerlo y más bien pasar la que tengo hacia Madi; nunca he sufrido mucho por los temporales de baja temperatura, y realmente la ropa que llevo me es suficiente... al menos, por el momento.

 —¿Cuánto crees que debamos seguir avanzando? —pregunta muy seriamente Dayana, mientras se acomoda la trenza y hace deslumbrar su sedosa cabellera blanquecina.

Vincent no le quita ojo, pero siento que no es ése tipo de mirada de flechazo, más bien..., Simplemente atenta. De todas maneras, ella espera una respuesta y no tardo en dársela.

—Supongo que hasta dejar esta tundra atrás. No estoy seguro, pero creo que eso es lo que buscan que hagamos. —Asiente con una expresión pensativa y al momento continua—. ¿En dónde crees que pueda estar el grupo B?

Entonces recuerdo que el día en que nos separaron, ella tuvo que alejarse de la chica muy parecida a ella. Sin embargo, hundo los hombros sin saber qué decirle.

Isabell comienza a sacar un poco de su cecina, y cuando la miramos todos, frunce el ceño molesta. Su coleta oscura se ve incluso más larga que cuándo abandonamos las instalaciones del Capitolio.

—¿Qué? Tengo hambre, y la verdad es que no tengo idea de cuánto nos va a durar esta paz ni de si tendré tiempo de comer después. —Al darnos una respuesta bastante razonable, Jace nos dice que hagamos lo mismo.

Me toca entonces despertar a una somnolienta Madi, para que coma. Sorpresivamente, abandona el lugar conmigo para acercarse a Rose. Ella la recibe con una amplia sonrisa; pero yo veo más que eso, y noto sus ojos cansados. Eso hace que suelte un sonoro suspiro mientras comienzo a masticar un poco de manzana.

Unos segundos después, Jace se sienta a mi lado, codeando mi brazo izquierdo. Trato de no poner los ojos en blanco y le miro sin saber qué quiere de mi ahora.

—¿Qué pasa?

Su mirada cambia, quizás a una más asertiva, y cuando la comisura de sus labios se eleva, ya sé a donde quiere llegar. Trato de terminar la manzana lentamente para evitar responderle.

—Newt, eso es lo que pasa. ¿Supongo bien al pensar en qué te ha aliviado verle con vida? —Parece que me lee como un libro abierto y sólo quiero golpearle porque incluso sin decir nada, ya sabe lo que pienso.

Sigue molestando un poco más, consiguiendo que el grupito que nos rodea se sienta algo más cómodo y así poder distraerse del viento frio que pretende consumirnos con ella. Sin embargo, justo cuando ya me está tocando los huevos, recuerdo algo que me hace quedarme helado.

Según Janson, me había jurado que Newt había muerto a manos del chico del tres, y haciendo memoria, recuerdo que un chico de cabellera castaña se mantenía cerca suyo con un semblante bastante preocupado, y que, por supuesto, Newt seguía con vida, entonces... Me hace comprender que la estúpida rata me había mentido.

—¡Me ha tomado por tonto! —Mi repentino grito asusta a todos, a excepción de Jace que parecen no sorprenderle este tipo de cosas.

Mirándome intensamente, Rose me pregunta de quién hablo.

—De Janson. Juro que la próxima vez que lo vea, lo mato. —No me importa qué pueda estar escuchando mis palabras ni mucho menos el resto del mundo que me observa.

Después de eso, seguimos comienzo raciones proporcionadas en silencio, al menos hasta que Madi comienza a cabecear en brazos de Rose, quien la acuna suavemente. No tarda la chica de cabello pelirrojo soltar esa idea que se le pasa por la cabeza y que resulta algo obvia.

—Llevamos caminando desde hace un buen rato antes, y aun no sabemos cuánto puede quedarnos..., ¿Podríamos descansar aquí? —Lo suelta con un tono dudoso, como si supiese que vamos a desechar su idea.

Aún así, muerdo mis labios y masajeo mis rodillas, dedicándole una rápida mirada a Jace. Este muerde una de sus uñas, y ladea la cabeza devolviéndome la mirada.  

—¿Qué opinas? —me pregunta, y suavemente digo lo que mejor me parece.

—Creo que... podríamos continuar solo un poco, y después ya descansar. No me gusta la idea de que permanezcamos tan cerca de la entrada. —Todos comienzan a asentir, dándome la razón.

Jace secunda la idea, sacando un machete de reserva de su mochila. Nos dice que nos seguirá por la retaguardia, y me indica que siga yo liderando la fila. Sin más, nos preparamos para ponernos en marcha.

Ya todos listos, antes de empezar, se deja escuchar la voz de Isabelle que ahora ha brindado su manta a Rose.

—¿Y si nos encontramos otra de esas paredes que lanzan electrocuciones como antes? —Muestra su duda, dando alusión a lo acontecido antes.

Jace muerde el interior de su mejilla y me suelta que debería usar algo para evitar cruzarnos con algo así. Le digo que no tengo nada a mano y menos que nos dure toda la travesía, pero al momento. Vincent coloca su capucha oscura sobre su cabeza y me pasa una bolsita llena de lo que parecen ser piedras. 

—Puedes usar estas. —Aunque no muestra ninguna sonrisa, sé que lo hace con buenas intenciones. Y así, el problema queda solucionado.

Madi queda a cargo de Rose e Isa, y yo dirijo el camino haciendo de vez en cuando varios desvíos por algunos muros invisibles y electrocutados que encontramos al frente.



Nos detenemos, probablemente una hora después, solo hemos estado rodeados del viento frío, de los ruidos extraños de esta jungla y de la agobiante sensación de estar siendo observados. Sin embargo, finalmente dejo caer el arma al suelo, cansado. Los demás caen detrás de mi con forzosas respiraciones e incluso Jace sujeta su cadera, encorvando la espalda.

—Descansemos, chicos. Hemos hecho bastante por hoy. —Sin decir nada más, nos preparamos para pasar la noche.

Así que sin decir nada más, todos nos arrinconamos en una especie de circulo mal hecho, acomodándonos lo mejor posible y cubriéndonos todo lo posible con las mantas de seda, pero como aprendimos en nuestros distintos distritos, todo a mano por si la situación ameritaba huir del lugar. Vincent se ofrece a hacer la primera guardia, y yo se lo permito porque soy consciente de que hasta el momento quizás no se ha sentido de utilidad. Jace no interviene y me da a entender que está de acuerdo; además, es el primero en acostarse boca arriba listo para dormir un buen trecho. Aunque veo la forma en la que tiembla por el frío, parece aguantarlo.

Yo me tumbo al lado de Rose que sostienen entre sus brazos a una dormida Madi. Le digo a Vincent que me despierte cuándo se canse, y a pesar de que no tengo la aprobación de Jace, pienso en que estaría de acuerdo. Sin embargo y a pesar de lo que quería, me despierto unas cuantas horas después, alertado por lo que parecen ser campanadas: ¡tan, tan!

No es exactamente como las que tocan en el Edificio de Justicia en Año Nuevo, aunque se parecen lo bastante como para reconocerlas. A excepción de Vincent, todos duermen plácidamente. Vicent está alerta y sujetando en alto su propio machete; descubre que me he despertado y después, las campanadas se detienen.

—He contado doce —dice. Sus ojos claros están abiertos, atentos y alerta.

Asiento, doce. ¿Qué significa? ¿Una por cada distrito? Quizá, pero ¿por qué? La mayor parte de los muchos otros distritos han venido de camino hacia aquí. 

—¿Crees que significa algo? ¿Algún mensaje oculto? 

Incluso aunque quiera darle una respuesta satisfactoria, no puedo. No tengo la menor idea de qué es lo que se les está pasando por la cabeza a los que se ocupan de ponernos obstáculos en los juegos. Como siempre, solo buscan marearnos.

—Ni idea —respondo, realmente sin saber qué más decirle.

Esperamos que suceda algo más, sin embargo, lo único que verdaderamente nos sorprende es algo que vemos a lo lejos: un deslumbrante relámpago que golpea un árbol altísimo y después se convierte en tormenta eléctrica. Supongo que indica que va a llover, pero en todo caso no sería una fuente de agua para nosotros porque tenemos varias reservas.

—Tomo el revelo, Vincent. Sé que es más pronto de lo normal, pero no creo poder volver a dormir. —Parece querer vacilar, pero sé que está cansado como los demás.

No tarda en acomodarse al lado de Dayana, a una prudente distancia, y aun sosteniendo su machete, se sumerge en un sueño algo inquieto. 

Tomando una profunda respiración, me siento en modo indio sujetando mi arma y contemplo la jungla, que es verde y pálida a la luz de la luna, fantasmagórica. Al cabo de una hora aproximadamente cesan los relámpagos y oigo llegar la lluvia, que salpica las hojas a algunos cientos de metros de nosotros. Sigo esperando a que llegue hasta aquí, pero no lo hace. Obviamente, tiene que ser por los del Capitolio y aquellos que manejan esto.

El sonido de un cañón me sorprende, aunque no afecta mucho a mis compañeros dormidos. No tiene sentido despertarlos por esto, otro vencedor muerto. Quiero creer que se trata de uno del grupo B, y no del grupo de Newt. De solo pensar en la idea de que este sea herido e incluso estando aquí, no ser capaz de defenderle, me quema los huesos. Sacudiendo mi cabeza, me doy golpeteos en el pecho, justo encima del corazón, queriendo que los alocados aleteos se detengan. El frío parece aumentar por momentos, pero todavía es soportable.

La esquiva lluvia se para de repente, como la tormenta del año pasado en la arena. Momentos después de haberse detenido, siento que algo en el aire cambia y me viene un olor a sangre; por alguna razón y por tantos años ayudando a la pobre Sae a cortar la carne y por mis propias cacerías, se me hace inconfundible. Me levanto muy despacio y dando una vista a mi espalda, me doy cuenta de que todos siguen plenamente dormidos, sobre todo Madi quien sonríe entre sueños. Me dolería despertarles y asustarles por algo que realmente no sea nada, así que en silencio, me adelanto persiguiendo ese olor a metal que comienza con más fuerza a subirme por la nariz.

Trato de no alejarme demasiado y las ramas de los árboles me golpean suavemente, como si me advirtieran no seguir adelante. No les hago caso y prosigo. Un poco más lejos, finalmente sosteniendo mi arma en lo alto y notando como mi brazo se tensa con más presión de la normal, veo que algo cae a mis pies: una especie de ardilla despedazada y chorreando sangre.

La sensación de peligro me nace de repente, e intentando ver más allá de la niebla que se ha alzado, trato de mantener la calma. Me digo que esta se trata de otra de mis muchas cacerías del bosque y consigo no tropezar al dar unos pasos hacia adelante, hacia aquellos matorrales que esconden al causante de esta.

Agudizando un poco la vista y sintiendo mi corazón en la garganta, finalmente algo se asoma de aquel verde congelado y es un morro blanco. Me alejo varios pasos al identificar de que se trata al momento, y al saber con certeza que no puedo hacer nada contra aquello, ni en sueños.

Ha salido de los matorrales y la escasez de luna que brilla en aquel cielo ilumina su pelaje blanco e impoluto. Es un lobo, un maldito lobo de ojos azules y enorme.

Abre sus fauces contra mi, me está gruñendo, y en sus colmillos descuelga sangre de la ardilla de antes.

—Tranquilo, no voy a hacerte daño. —Recuerdo que una vez el padre de Newt me dijo que si llegaba la oportunidad de encontrarme con algún animal salvaje, siempre tenía que aparentar no ser más fuerte que él y mostrar debilidad.

Yo recuerdo haberle dicho que si así no sería como lanzar un cartel que pusiese "Cómeme", pero él me respondió que todas las criaturas son inteligentes. No lo entendí en su momento, pero al arrodillarme y al apartar el arma, para mi fue muy clara la forma en la que desciende su rostro como concediéndome el beneficio de la duda. Termino por lanzar el arma varios metros lejos de mi, y en ese momento miré directamente a esos ojos azules, profundos y misteriosos. Por alguna extraña razón, siento que su mirada analizadora me recuerda a alguien y después, sale corriendo al interior de la jungla, mucho más allá de lo que podremos llegar nosotros en varios días.

Aquello ha sido lo más raro que me ha pasado desde lo que sentí cuando Newt fue elegido como tributo. Sin embargo, no deseoso de estar más tiempo apartado de mis amigos, recupero mi arma, vuelvo con los demás y a mi posición. 

Todo permanece en un inusitado y aterrador silencio durante un buen rato, sin embargo, cuándo ya estoy apunto de despertar a Isa para la siguiente guardia para descansar un poco, por alguna razón Madi se ha despertado porque al pasar por su lado, descubro sus ojos abiertos y muy atentos mirando hacia arriba. Me agacho a su lado y aprovechando que se ha liberado de los brazos cálidos de Rose, le pregunto:

—¿Qué ocurre, Madi? ¿No puedes dormir? —Y a pesar de que susurra para no despertar a los demás con su voz aniñada, lo oigo alto y claro.

—Monos. —Hace un vago gesto hacia arriba con la barbilla.

Aquello hace que se me congelen las venas, pero levanto la mirada y veo a un par de lo que, supongo, serán monos. Nunca había visto un mono de verdad, aunque sí debo de haber visto alguna imagen, o alguno en los juegos, porque, cuando veo los animales, ésa es la primera palabra que me viene a la cabeza. Creo que éstos tienen pelaje naranja, aunque resulta difícil decirlo, y son la mitad de grandes que un humano adulto.

Monos y humanos nos observamos en silencio durante un rato y no entiendo cómo no he podido darme cuenta antes de la masa de cuerpos cálidos que, probablemente, habrían estado encima nuestra desde hace rato. No hace falta que charlen, ni que griten; me basta con el conjunto de sus respiraciones. Toco el brazo de Madi, quien se incorpora lentamente, como si nada estuviese pasando y sostiene en sus manitas un cuchillo de caza.

Yo no puedo evitar preguntarme cómo se habrían apostado de una manera tan silenciosa, o quizás, me digo mentalmente, que no lo habían hecho. Quizás al estar tan concentrados en recuperarnos de la caminata y de mi encuentro con aquel lobo de pelaje blanco como la nieve, no habíamos podido darnos cuenta. Me siento impotente al haber fallado a mi equipo. ¿No se suponía que era un buen superviviente? 

Dando una vista lenta a los demás alrededores, descubro que no son cinco, ni diez, sino decenas de monos subidos a las ramas de los árboles de la jungla. Esta multitud no augura nada bueno.

Inconscientemente, me he ido acercando a Jace para darle una ligera sacudida. Se despereza suavemente y bosteza, mientras afianzo mi agarre en mi machete. Este me mira molesto, sin saber porqué lo he levantado antes de la hora, pero le hablo indiscretamente y entiende que algo va mal.

—Jace —digo, con toda la tranquilidad del mundo—. Necesito que me ayudes con una cosa. —menciono, en tono relajado—. Levanta la vista muy despacio. 

—Vale —responde, como si nada. Empieza a alzar la vista y, nervioso, pronto los atisba a todos. Veo como traga grueso y sacudiendo una de sus manos en su pantalón, se coloca la mochila en la espalda. Después, mirándome, nos damos la señal compartida para ir despertando a los restantes. 

Ambos nos movemos por los alrededores, pero sin quitar de vez en cuando la mirada de los monos que aparentemente no pretenden hacer nada todavía. Madi se ocupa de despertar a Rose e Isa. Jace intenta ser silencioso, pero no es mejor que yo en ese aspecto. Literalmente he vivido en bosques como estos desde pequeño, sé moverme mejor que nadie. Pero obviamente, lo está haciendo lo mejor que puede. Los monos todavía no se mueven.

Cuando ya estamos todos al completo despiertos, nos reunimos en un circulo, en donde Jace y yo tratamos de hacer que el resto mantenga la calma. Veo a Winston sosteniendo una hoz y aunque intenta aparentar ser más fuerte, está temblando. Aun así, me siento orgulloso de que realmente nadie de los supervivientes parezca querer quedarse atrás. Nos echamos hacia adelante, en busca de alejarnos de aquellas bestias, pero entonces sucede.

Cuando de soslayo, veo que Dayana alza la vista un segundo (que hasta ese momento no se había atrevido a verles), es como si hubiese activado una bomba. Los monos estallan en una chillona masa de pelaje naranja y caen sobre ella. Nunca había visto a ningún animal moverse tan deprisa ni tampoco nada semejante antes. Se deslizan por las ramas como si estuviesen engrasadas, saltan distancias imposibles de árbol en árbol con los colmillos fuera, las plumas del cuello levantadas y las uñas saliéndoles disparadas de los dedos como si fuesen navajas de muelle. Y sus gritos, son tan ensordecedores que siento que me sangran las orejas. Puede que no esté muy familiarizada con los monos, pero los animales de verdad no actúan así.

Solo suelto una palabra que nos alerta a todos para salir de aquella masa cálida de animales salvajes.

—¡Corred! —grito, mientras tratamos de meternos corriendo en la zona de los árboles.

Mientras lo hacemos, siento la llamada de la muerte tras nuestra espalda. Aun así, cuándo Vincent me tira una arco con flechas, sé que tengo que aprovechar todas las flechas, y lo hago.

A la espeluznante luz nocturna derribo a un mono tras otro, apuntando a ojos, corazones y cuellos, de modo que cada acierto suponga una muerte. Sin embargo, no bastaría sin Jace y Vincent a mi lado, que son los más fuertes. Atraviesan a esas bestias como si fuesen papel y los lazan como basura a los lados. Aquello parece asustar a los demás, porque se vuelven más agresivos.

Veo de soslayo que Isa se las arregla bastante bien con su látigo y como Rose trata de defender a una Madi que demuestra su conocimiento con el uso del cuchillo. Noto uñas en la pierna y en la espalda antes de que alguien derribe al atacante. Ha sido Dayana, quién sostiene en lo alto un hacha de gran tamaño. Nos observamos unos segundos, le agradezco silenciosamente con esta y seguimos machacando a esas bestias. El aroma de la sangre y el hedor a rancio de los monos nos rodea. 

Jace, Vincent y yo nos colocamos formando un triángulo, con unos cuantos metros de distancia entre los demás y dándonos la espalda. Parece que hemos pensando en que lo mejor es que al quedarnos atrás, seremos una mejor defensa para los demás. 

Sin embargo, e me cae el alma a los pies cuando saco la última flecha. Entonces recuerdo que Rose tiene otro carcaj y que no está disparando, sino cortando con una espada a lo loco. Yo también he sacado el mío, pero los monos son más rápidos y saltan adelante y atrás tan deprisa que no me dan tiempo a reaccionar.

—¡Rose, tus flechas, lánzamelas! —Ella se vuelve para ver que necesito y aprovechando que acaba de deshacerse de uno que amenazaba con cortarle la garganta, empieza a descolgarse el carcaj del hombro cuando sucede: un mono salta de un árbol y aterriza en su pecho

 No tengo flechas, no puedo disparar.

Oigo el golpe del arma de Vincent golpear a otro de esos monos y cómo rápidamente deshace nuestro triángulo para ir hacia la chica de cabellos rojos que arden como el fuego. Desde la distancia y a pesar de que con mi machete sigo peleado, veo cómo ella grita sin ser capaz de defenderse. Sostiene entre sus manos las fauces del mono. 

Isa ahora se reúne con Madi, al ver que no tiene protección. Veo su rostro apenado y sé que aunque quiere, sabe que no puede ir hacia su amiga. Sin embargo, incluso sintiendo que una de las bestias me da un arañazo feo en la pierna derecha, me siento aliviado de ver cómo Vincent llega hasta ella tras deshacerse de los animales que se interponían en su camino, para clavar su arma en la cabeza del animal. Su sangre brota encima de la chica pelirroja y él la ayuda a levantarse con la respiración agitada. Veo que su rostro decorado con ligeras pecas está manchado de sangre fresca y de lágrimas todavía húmedas. Veo cómo salta a los brazos de Vincent, asustada, y como él acaricia su cabeza con movimientos circulares y suaves.

Vaya, pienso, no me esperaba una reacción tan humana por parte de él. 

Aún sorprendido por aquello, estoy realmente feliz de que le haya salvado la vida.

—¡Venga, vamos! —grita Isa, jadeando de rabia, e instando a que sigamos corriendo al ver el camino libre. Rose me pasa las flechas y no tarda en ser la primera en seguir a su amiga.

No tiene que decirlo dos veces cuándo todos los demás las seguimos por detrás. Tratamos de mantener un ritmo a pesar de ver cómo los monos nos persiguen encima de las ramas de los árboles y saltando de vez en cuando en nosotros. Veo caer a varios de mis amigos, como Jaqueline, como Brandon, y en ese momento me doy cuenta de que no puedo protegerlos a todos aunque quiera.

—¡Mierda! —Me había centrado tanto en mi mismo y en los que escapaban por delante, que se me había olvidado cuidar a los que me acompañaban.

Jace cae al suelo, quejándose con fuerza y sujetando su pierna izquierda. Veo que le golpea en el rostro al mono que lo muerde y este se aleja solo unos pasos para prepararse y saltar de nuevo. Le lanzo uno de mis cuchillos de reserva entre sus ojos, y la sangre salta por todos lados.

Me acerco corriendo a mi amigo, mientras le digo a Vincent (que después de separarse de Rose, había regresado con nosotros), que cuide a los demás. Mi voz se rompe y el cansancio hace mella en mi cuerpo. Jace tiene los ojos cerrados, le duele mucho y dando una vista a su pierna me doy cuenta del agujero de mordiscos que tiene. No puede caminar, aquella verdad me cae como un balde de agua fría. 

Sin embargo, al ver que tenemos enemigos cerca y que somos los últimos que quedamos por detrás, disparo unas cuantas flechas para aligerarnos el camino. Después, veo su expresión dolida, y sé que se siente impotente al verse inútil y como un peso muerto. Yo le regalo una sonrisa amable, tratando de que vea que no me importa y de que lo voy a ayudar aunque sea lo último que haga.

Por eso, lo cargo sobre mis hombros, y ayudándome con su pierna buena, tratamos de correr lo más rápido posible aunque sentimos el aliento de la muerte en nuestra espalda, algo me dice que no saldremos de esta. Los monos nos acechan por detrás, y aunque pienso en que van a saltar sobre nosotros, no lo hacen. El resto del grupo, sorpresivamente, ha llegado al final de las lindes de la jungla y algo extraño aparece..., después de tantos días aquí dentro, sin peligros ni salidas, allí hay una. Mi equipo no lo piensa dos veces al salir, y yo me doy prisa para alcanzarlos.

Jace muerde sus labios inferiores con fuerza, y sé que está aguantado por mi.

—Vamos, podemos hacerlo, Jace. —Intento darle ánimos, y de alguna manera, aunque veo que está sobreesforzándose, seguimos con el mismo paso de antes.

Juro que si salimos de esta, no volveré a meterme con él.

Dando una vista hacia arriba, veo que los monos se retiran, se suben más arriba de los árboles y se pierden en la jungla, como si alguna voz inaudible los llamara. Probablemente la voz de un Vigilante que les dice que ya basta. No pienso más en ello y a trompicones, justo en la linde final, Jace se cae. No puede más.

Intento sacudirle, ver si la herida a ido a peor, pero está inconsciente. Tiene los ojos cerrados y no reacciona; inevitablemente, esa imagen me recuerda al momento en el que descubrí a mis padres muertos, y siento que la bilis me sube por la garganta. De repente me siento cansado, como si todas las heridas causadas por esas bestias llegasen ahora todas de golpe..., Me duele la cabeza y aún así, al ver que no queda rastro del resto en el final de la jungla, me insto a seguir. Aunque me duela y aunque solo quiera tirarme al suelo y rendirme.

No tengo idea de a dónde nos llevará esto, de si habrá una salida al final de esto, de si podré volver a ver a Newt, pero... No puedo rendirme hasta al menos tener una respuesta a todo eso.

De nuevo, sostengo a Jace de las axilas y tiro de él hasta el cansancio. Obviamente ahora pesa más por estar inconsciente, pero no voy a dejarle atrás. Nunca dejaré a nadie atrás, me prometo mientras siento que algo me llama hacia atrás. Sé lo que es: la ansía de rendirme. La ignoro y finalmente, consigo llegar hasta el final del camino.

Una gran luz me ilumina y me ciega. De pronto me veo recogido por unos brazos fuertes que me auxilian y veo cómo suena un disparo en el aire. Tengo la necesidad de agacharme para protegerme, y miro a Jace para ver si ha sido el quién lo ha recibido, pero no. Unos hombres enmascarados lo están colocando en una de esas camillas de mediqueros, auxiliándolo.

Por el rabillo del ojo, en el suelo y árido del desierto, descubro que se trata de una de esas cámaras de vigilancia del Capitolio, está destrozada. Miro al momento al hombre que me arrastra con los demás, que parecen estar esperando en un punto limpio a más profundidad del desierto y alejados de aquella locura de jungla salvaje. Y cuando me reúno con los demás, Jace llega en la camilla con ruedas. El hombre que me sujetaba antes habla.

—Por fin hemos conseguido vencer al Capitolio, ahora nos iremos a un lugar seguro, chicos. No tendréis que jugar más a esto. Sois libre a partir de ahora y formáis parte de la resistencia. —No sé si es por estar cansado, pero noto una voz segura y quiero creerlo. Pero en el fondo, no puedo.

—¿A dónde nos vais a llevar? —pregunta una Rose, que carga a una inconsciente Madi. Tengo que saber qué le pasa, pero me pesan los ojos.

—¿Significa esto que se acabaron los Quincuagésimo Quintos Juegos? ¿Qué pasa con nuestra familia, podremos verles? —La voz de Dayana suena acusadora, y es comprensible su duda.

Todos tenemos una expresión de confusión muy parecida, porque parece salido de una película. Sin embargo, el hombre se quita la máscara y muestra una expresión lamentable y confianzuda.

—Todas las preguntas llegarán a su hora, ahora tenemos que irnos a nuestro refugio antes de que los del Capitolio nos sigan la pista —anuncia, y al momento salen tres cámaras más que vienen en dirección a nosotros y otros tres disparos salen hacia ellas.

Resulta muy desconcertante como parecen haber salido de la nada, pero pienso en los jóvenes del distrito, que hablaban y cuchicheaban sobre una especie de revolución que se alzaba. Pero me costaba mucho creer que de verdad ahora, en este momento, hubieran decidido resurgir de las cenizas. Además, ¿resultaba que aquello de la jungla era sólo una vivencia de un día? Todo es muy extraño. No obstante, no hay tiempo para pensar en nada más.

En el aire viene una especie de vehículo volador con una hélice enorme en el techo; viene con potencia, y el hombre nos dice dos cosas: que es un helicóptero, y que nos cubramos las orejas. Tiene razón al ver cómo parece callarse todo con su motor. El viento se alza al descender ante nosotros, y todos nos miramos con miedo en los ojos. De todas formas, y a pesar de mostrarnos reacios a irnos con personas desconocidas y sin prueba alguna que demuestre que son rebeldes en serio, Vincent habla con una voz bastante amable y tranquila.

—Es la mejor opción que tenemos, chicos. —Observo a todo mi grupo, cansados, dolientes, bastante reducidos y..., Asiento lentamente.

Es lo único que necesitan para ir subiendo y mi señal para dejarme caer de rodillas. No siento mi cuerpo, solo que el hombre de antes me ayuda a alcanzar el helicóptero y lo ultimo que recuerdo antes de caer en la negrura de mi mente, es en la forma en la que Jace recibe primeros auxilios y en cómo estira, aparentemente ahora despierto, su mano hacia mi. Quiero cogerla, pero no puedo. No puedo darme cuenta de nada más que mi propia mente desvaneciéndose.

N/A → ¡ Aquí tienen una nueva actualización, habitantes ! Espero y les haya gustado mucho este capitulo porque es el más largo que he hecho desde hace bastante. Estoy muy contenta porque este finalmente dará paso ya casi a la recta final del libro, algo que todos llevamos esperando bastante. ¡Sigan conmigo hasta el final, amores!

Se despide xElsyLight.

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