Resplandor entre Tinieblas

By WingzemonX

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La Dra. Matilda Honey ha dedicado toda su vida a ayudar a los niños, especialmente a aquellos con el "Resplan... More

Capítulo 01. El Sujeto
Capítulo 02. Vengo aquí para ayudarte
Capítulo 03. De una naturaleza diferente
Capítulo 04. Demasiado peligrosa
Capítulo 05. Evelyn
Capítulo 06. La Huérfana
Capítulo 07. Mi mejor intento
Capítulo 08. Un horrible presentimiento
Capítulo 09. Mátala
Capítulo 10. ¿Fue la niña?
Capítulo 11. Adiós, Emily
Capítulo 12. Avancemos con Cautela
Capítulo 13. Un Poco de Sentido
Capítulo 14. Imagen de Niña Buena
Capítulo 15. ¿Nos vamos?
Capítulo 16. ¿Qué está ocurriendo?
Capítulo 17. Su nuevo mejor amigo
Capítulo 18. El Detective de los Muertos
Capítulo 19. Ojos Muertos
Capítulo 20. ¿Trabajamos juntos?
Capítulo 21. Respira... sólo respira
Capítulo 22. Un Milagro
Capítulo 23. Entre Amigos
Capítulo 24. Carrie White
Capítulo 25. Todo será diferente
Capítulo 26. Plan de Acción
Capítulo 27. Sin Pesadillas
Capítulo 28. Abra
Capítulo 29. Cosas Malas
Capítulo 30. Yo mismo
Capítulo 31. El Monstruo
Capítulo 32. Mi Niño Valiente
Capítulo 33. Has despertado mi curiosidad
Capítulo 34. Tenerte miedo a ti mismo
Capítulo 35. Él aún la busca
Capítulo 36. Un poco de aire
Capítulo 37. Algo está pasando
Capítulo 38. Ya no puedes detenerme
Capítulo 39. El Baile Negro
Capítulo 40. Usted me lo prometió
Capítulo 41. No me detendré
Capítulo 42. Mira lo que hice
Capítulo 43. Tuviste suerte esta vez
Capítulo 44. No estoy bien
Capítulo 45. ¿Qué haremos ahora?
Capítulo 46. Ningún lugar a dónde ir
Capítulo 47. Buenas amigas
Capítulo 48. Tío Dan
Capítulo 49. Lo mejor es dejarlos ir
Capítulo 50. Bobbi
Capítulo 51. Tu última misión
Capítulo 52. Una leal sierva
Capítulo 53. Hacia el sur
Capítulo 54. Pagar por los pecados de otros
Capítulo 55. Un Iluminado de Dios
Capítulo 56. Se viene una batalla
Capítulo 57. Ya estás en casa
Capítulo 58. Calcinarlo vivo
Capítulo 59. Ayudar a alguien que me necesita
Capítulo 60. No enloquezcas
Capítulo 61. Ven conmigo
Capítulo 62. Vamos por él
Capítulo 63. Una pequeña bendición
Capítulo 64. Santa Engracia
Capítulo 65. Ann Thorn
Capítulo 66. Amor y fe
Capítulo 67. La quinta tragedia
Capítulo 68. Yo siempre le he pertenecido
Capítulo 69. La Caja
Capítulo 70. Lote Diez
Capítulo 71. Andy
Capítulo 72. Hola otra vez
Capítulo 73. Oscuro y maligno
Capítulo 74. Nosotros perduramos
Capítulo 75. El castigo que merecemos
Capítulo 76. Maldigo el momento
Capítulo 77. Juntos y Vivos
Capítulo 78. Mami
Capítulo 79. ¿Qué demonios eres?
Capítulo 80. Últimas lágrimas
Capítulo 81. Inspector de Milagros
Capítulo 82. Orden Papal 13118
Capítulo 83. Protector de la Paz
Capítulo 84. Quizás era demasiado
Capítulo 85. Su queja está anotada
Capítulo 86. Gorrión Blanco
Capítulo 87. El plan ha cambiado
Capítulo 88. Tenemos confirmación
Capítulo 89. No la abandonaré
Capítulo 90. Noche de Fiesta
Capítulo 91. No hay que preocuparse por nada
Capítulo 92. Así como lo hace Dios
Capítulo 93. Se te pasará
Capítulo 94. Rosemary Reilly
Capítulo 95. Yo soy su madre
Capítulo 96. No debes titubear
Capítulo 97. Reunidos como una familia unida
Capítulo 98. Un trato
Capítulo 99. Un tonto que se cree héroe
Capítulo 100. Soy Samara Morgan
Capítulo 101. Gran Huida
EXTRAS 1: Memes y Cómics (Parte 1)
EXTRAS 1: Memes y Cómics (Parte 2)
EXTRAS 1: Memes y Cómics (Parte 3)
Capítulo 102. Un regalo para su más leal servidor
Capítulo 103. Inconcluso
Capítulo 104. Un lugar seguro
Capítulo 105. Volver a casa
Capítulo 106. Nuestra única oportunidad
Capítulo 107. Al fin nos conocemos de frente
Capítulo 108. Terminar la misión
Capítulo 109. Fuego de Venganza
Capítulo 110. Objetivo Asegurado
Capítulo 111. Mi poder es mío
Capítulo 112. Si lo deseas con la suficiente fuerza
Capítulo 113. Terminar con este sueño
Capítulo 114. Código 266
Capítulo 115. El Príncipe de Chicago
Capítulo 116. Una buena persona
Capítulo 117. Somos Familia
Capítulo 118. Un mero fantasma
Capítulo 119. Bienvenida al Nido
Capítulo 120. Confirmar o enterrar sospechas
Capítulo 121. Mucho de qué hablar
Capítulo 122. Encargarnos de otras cosas
Capítulo 123. Era mi hermana
Capítulo 124. No Ha Terminado
Capítulo 125. Lo que tengo es fe
Capítulo 126. Haré que valga la pena
Capítulo 127. Primera Cita
Capítulo 128. Levántate y Anda
Capítulo 129. Una chica tan bonita como yo
Capítulo 130. Eres extraordinario
Capítulo 131. Resentimientos
Capítulo 132. Una verdad más simple
Capítulo 133. Yo no necesito nada
Capítulo 134. En lo que tú quieras
Capítulo 135. Me necesitas
Capítulo 136. Miedo Irracional
Capítulo 137. Eli
Capítulo 138. Duelo a Muerte
Capítulo 139. Adiós, estúpida mocosa
Capítulo 141. Nuevo Truco
Capítulo 142. VPX-01
Capítulo 143. Propiedad Privada
Capítulo 144. Base Secreta
Capítulo 145. Lo que se esconde en su interior
Capítulo 146. Sólo queda esperar
Capítulo 147. El Lucero de la Mañana ha Salido
Capítulo 148. Ataque a Traición
Capítulo 149. La Destrucción del DIC
Capítulo 150. Combate en dos frentes
Capítulo 151. Una pesadilla hecha de realidad
Capítulo 152. Destrucción Fascinante

Capítulo 140. Algo viejo y destructivo

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By WingzemonX

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 140.
Algo viejo y destructivo

Esther en verdad dudaba de que Eli le permitiera llevarla de nuevo a la otra habitación de forma tan cooperativa, mucho menos que dejaría que la amarrara de nuevo a la llave de la tina. Para su sorpresa, la niña vampiro resultó bastante obediente en el viaje de regreso. De nuevo la cubrió con el mismo cobertor y caminaron con cuidado por el pasillo. Esther estaba tan absorta en sus pensamientos, que se le olvidó por completo la idea de quitarle el cobertor de encima para que se hiciera cenizas de una buena vez. Y aunque lo hubiera recordado, para ese punto ya se le habían quitado significativamente las ganas de hacerlo.

Esa niña, criatura o lo que fuera, resultaba realmente enigmática. Había pasado de querer hacerla pedazos la noche anterior, a ser sumamente sumisa. Incluso, una vez que estuvieron en el baño del cuarto 304, Eli se metió por sí sola al interior de la tina y se recostó en ésta. Luego además extendió sus manos en dirección a la llave, esperando paciente a que Esther hiciera lo que tuviera que hacer. Por supuesto, para Esther era difícil no pensar que estaba sopesando aún algún tipo de plan para apuñarla por la espalda en cuanto se diera la vuelta, así que no bajaba la guardia ni un instante.

—¿Qué harás ahora? —le preguntó Eli en tono casual mientras Esther le ataba de nuevo las muñecas.

—¿Acaso te importa? —le respondió Esther toscamente, aunque luego de tan sólo unos cuantos segundos igual le dio una respuesta—. Me largaré de aquí, por supuesto.

—¿Y tu amiga?

—Tendré que dejarla atrás —añadió Esther sin menor titubeo—. No hay mucho que pueda hacer por ella, ¿o sí? Supongo que le dejaré una nota. Y si despierta y decide seguirme, convertida en vampiro o no, ya será su decisión.

—¿Y qué harás conmigo? —cuestionó Eli a continuación con seriedad.

Esther detuvo su nudo a medio hacer y la miró de reojo. No había temor en su expresión al preguntar aquello, ni siquiera curiosidad. Parecía en realidad bastante indiferente a lo que Esther pudiera responderle.

—¿Qué crees tú que debería hacer contigo? —le contestó con tono retador.

Eli desvió sus ojos ligeramente hacia un lado.

—No lo sé —susurró con voz apacible—. Pero debes saber que si me dejas con vida, en cuanto el sol se meta me liberaré de estas sogas, e iré a la habitación a lado para matar a tu amiga. Se haya convertido o no.

Aquello tomó a Esther ligeramente desprevenida. No había captado el menor temblor o duda en su voz al pronunciar aquello. De hecho, lo había hecho con una soltura y naturalidad dignas de simplemente haber comentado como se encontraba el clima afuera.

Una pequeña risilla divertida se escapó abruptamente de los labios de Esther.

—Al menos nadie te puede acusar de no ser honesta —señaló al tiempo que continuaba con el nudo—. Dejaré que eso lo arreglen entre ustedes; de pequeña diablo a pequeña chupasangre. Pero lo que me interesaría saber es, si luego de hacer eso, piensas perseguirme a mí.

Eli se giró lentamente a mirarla de nuevo. Ligera incertidumbre adornaba su mirada.

—Para vengarte, me refiero —aclaró Esther con una sonrisilla burlona—. Por lo de... Oskar, ¿cierto?

Eli no respondió. Se quedó quieta, observándola fijamente sin siquiera parpadear, pero ninguna palabra surgió de ella. Quizás en el fondo tampoco estuviera del todo segura de qué haría con exactitud al respecto.

Terminado de sujetar firmemente las muñecas de Eli en su sitio, Esther se apartó de la tina y se sentó sobre la tapa cerrada de la taza del baño. Rebuscó en uno de los bolsillos de su chaqueta, extrayendo de éste la cajetilla que la había estado acompañando en todo el día. Ya no quedaban muchos cigarrillos, pero se permitió tomar uno en ese momento y colocarlo entre sus labios.

—¿Gustas? —le preguntó a su acompañante en la tina, extendiéndole la cajetilla. Ésta negó lentamente con la cabeza.

Esther entonces guardó de regreso la cajetilla y sacó en su lugar el encendedor, prendiendo la punta del cigarrillo. Aspiró, sostuvo, y luego soltó una densa nube de humo sobre su cabeza. Tras unos instantes de relajante silencio, preguntó:

—¿Puedo preguntarte por qué quieres matar tan decididamente a la Bella Durmiente de al lado? Ahora que tu apuesto amigo está muerto, una pensaría que te vendría bien la compañía de alguien. En especial si es... pues, como tú.

—No sabes nada —contestó Eli con algo de rudeza en su voz. Al parecer el comentario la había molestado de alguna forma, y no fue capaz de ocultarlo como todo lo demás.

—Pues ilústrame —insistió Esther, agitando un poco la mano con la que sujetaba su cigarrillo. Eli la observó en silencio—. ¿O qué? ¿Tienes algo mejor que hacer esta tarde?

La niña en la tina permaneció en silencio unos segundos más, quizás pensando en si valía la pena responderle o no, o qué historia lamentable y triste podía contarle para que Esther se apiadara más de ella. Cualquiera que fuera su razonamiento, al final se acomodó lo mejor que su postura actual le permitió (al menos ahora no tenía los tobillos atados) y habló al fin.

—Yo me alimento por necesidad, y nada más —señaló con firmeza en su voz—. A diferencia de otros que son como yo, incluyendo quien me infectó a mí, nunca he deseado en lo absoluto hacer que más personas sean como yo. He visto como la infección afecta a muchos, incluso a aquellos que son buenos de verdad. Sé lo que dicen sobre los que son como yo; que somos muertos vivientes, como zombis o algo así. Yo nunca me he sentido así, pero... a veces sí pareciera como si la persona a la que muerdo en verdad muriera, y en su lugar esa... cosa que les transmito tomara por completo el control de sus cuerpos. Habla como ellos, actúa como ellos, pero es sólo una máscara. Se vuelven monstruos con disfraces de personas. Y lo que menos deseo es que existan más seres así en este mundo.

Esther la escuchó con moderada fascinación, mientras cada tanto tomaba una bocanada de su cigarrillo. Se sintió tentada a cuestionarle si acaso eso no aplicaba para ella misma, pero se contuvo. En lugar de eso, hizo la segunda pregunta más importante que se le vino a la mente.

—¿Es por eso que nunca convertiste al tal Oskar?

Eli giró su cabeza por completo hacia ella. Era evidente lo mucho que escucharla pronunciar aquel nombre la alteraba. Tras unos instantes pareció tranquilizarse, y logró hablar con la misma moderación de antes.

—Hace mucho le pregunté si acaso él deseaba ser como yo —murmuró.

—¿Y qué te dijo? —preguntó Esther, curiosa.

—Que deseaba estar a mi lado, pero no ser lo mismo que yo. Y respeté ese deseo hasta el último momento.

«Eso explica por qué le rompiste el cuello de esa forma» concluyó Esther, algo divertida, recordando la nada agradable escena de la noche anterior.

—Si ser lo que eres es tan horrible, ¿por qué no te has suicidado? —inquirió Esther, casi acusadora—. Si entiendo bien, bastaría con que dieras unos pasos hacia el patio y listo, ¿no es cierto?

Eli miró hacia el techo, pensativa.

—Muchos me han preguntado lo mismo, y nunca estoy segura de qué debería responder exactamente. Supongo que simplemente mi deseo de vivir aún no se ha apagado.

Su mirada se ensombreció en ese momento, mientras contemplaba en el techo algo que quizás no estaba ahí en realidad.

—Aunque cada día mantenerlo encendido se vuelve más difícil —pronunció con voz apagada, como un simple lamento al aire.

Esther no pudo evitar suspirar abatida.

—Entiendo el sentimiento —susurró despacio más para sí misma. Pegó entonces su cigarrillo contra la suela de su bota para apagarlo, y lanzó el resto de lo que quedaba a la papelera del baño—. ¿Existe alguna cura?

—¿Qué dices? —susurró Eli confunda, girando de nuevo su atención hacia ella.

—A tu... estado, me refiero —aclaró Esther—. ¿Hay algo que pudiera curarte? ¿A ti o... a Lily?

—¿No crees que si conociera alguna cura hace mucho que la hubiera usado?

—¿Las has buscado, al menos?

—He recorrido este mundo por mucho más tiempo del que crees. He visto muchas cosas, muchas personas, y muchas criaturas. No hay cura para lo que soy.

Eli hizo una pequeña pausa, y entonces añadió:

—Y dudo que la haya para lo que tú eres.

Esther la miró inquisitiva, atraída por ese súbito comentario.

—¿Y tú qué sabes sobre lo que soy? —exclamó con sequedad—. ¿Has visto a alguien más como yo antes, acaso?

—Sí —respondió Eli rápidamente, tomando por sorpresa a Esther—. Gitanos —indicó—. O al menos en el otro continente fingían serlo. Así como tú, tenían apariencias humanas, eran fuertes y resistentes, y se alimentaban directamente de la vida de los que asesinaban. Sin embargo, su fuente primordial de alimento era muy limitada. Llegaron a mí creyendo que podía servirles para ese fin, pero cuando se dieron cuenta de lo que soy, supieron que no les serviría y me dejaron en paz.

El asombro e interés inicial de Esther disminuyó al escuchar la descripción que le proporcionaba. No tuvo mucho problema es reconocer que debía referirse a los "verdaderos", o como fuera que se llamaban en realidad lo que eran Mabel y su novio. En otras palabras, nada nuevo o que no supiera. Aunque sí hubo algo interesante en lo que Eli acababa de decir. Esos sujetos habían ido directamente por ella creyendo que podía servirles de alimento. Si eso era cierto, sólo podía significar una cosa.

—Así que, ¿tú también tienes el resplandor? —preguntó Esther con curiosidad. Eli la miró confundida, arrugando un poco el entrecejo—. ¿Así es como hiciste el truco del beso hace rato?

—No sé a qué te refieres con esa palabra —indicó Eli—. Pero lo del beso... no lo sé. Siempre he podido ver y sentir cosas, pero se acrecentó aún más tras mi infección.

—Entiendo —asintió Esther lentamente. Podría contarle sobre lo que sabía al respecto, pero en realidad no era mucho. Y, además, no era como que tuviera muchas ganas de hacerle ese favor—. Conocí hace poco a un par de esos individuos que mencionas —comentó en su lugar, volviendo al tema de los verdaderos—. Creí que podrían darme alguna pista sobre lo que soy en este momento, pero no obtuve muchos frutos de eso. Aunque éramos similares, al parecer no somos lo mismo. Como tú y yo, supongo.

Eli no hizo algún comentario al respecto, pero su rostro pareció indicar que la entendía, de cierta forma.

—¿Cómo fue que te convertiste? —preguntó la niña en la tina tras un rato—. Tengo entendido que ellos tienen que pasar por un ritual, y no siempre sale bien.

—Ningún ritual ni nada así de interesante —negó Esther, divertida—. En resumen, se suponía que había muerto; literalmente me rompieron el cuello de una patada. Pero de repente desperté y ya era así. Ignoro cómo fue que pasó.

—¿Morir te hizo cambiar? —inquirió Eli, curiosa.

—Es una forma de decirlo.

Eli desvió su mirada hacia un lado, y en su expresión Esther notó que se le había ocurrido alguna idea, o mínimo se había acordado de algo.

—¿Qué? —preguntó con brusquedad.

Eli negó con la cabeza.

—No sé si sea lo mismo. Pero en ocasiones, la infección puede mantenerse como dormida en algunas personas, y se activa... justo cuando mueren —explicó con voz pensativa, incluso un poco sombría para el gusto de Esther—. Tal vez, lo que sea que te convirtió en lo que eres, ya estaba en ti desde mucho antes, pero se activó hasta el momento en que tu cuerpo murió.

—¿Qué ya estaba en mí? —repitió Esther, y al instante soltó un sonora risotada—. Absurdo. Te aseguro que nunca ningún vampiro o cosa parecida me mordió o infectó; lo recordaría muy bien. Nunca hubo nada raro o sobrenatural en mí. Mi vida, hasta este momento... siempre había sido bastante mundana.

—¿Y tu apariencia? —soltó Eli de pronto, tomando a Esther un poco desprevenida.

—¿Qué pasa con ella?

—Sé qué tienes mucha más edad de la que aparentas, ¿o no?

—¿Y tú? —exclamó Esther a la defensiva, pero Eli ignoró su comentario.

—¿Siempre has sido así? —insistió la vampiro.

—Sí, chica lista —contestó Esther exasperada, parándose de la taza casi de un salto—. Pero no es nada sobrenatural ni mágico, y tiene un nombre tan poco interesante como "Hipopituitarismo". Es un desorden hormonal, por si te interesa. Mi cuerpo no es el de una niña en realidad, sólo es... un poco...

Calló de golpe, y se viró hacia otro lado, casi dándole por completo la espalda a la tina. Le sorprendió darse cuenta de que había hablado de su condición de forma tan directa, aceptándola tan abiertamente. Incluso había usado ese nombre que tantas veces había oído a la gente, en especial doctores, usar al referirse a ella, pero que no recordaba siquiera haber intentado pronunciarlo como era debido hasta ese momento. Era como si no hablar de ello lo hiciera desaparecer bajo la alfombra, y así no tener que aceptar que había algo "defectuoso" en ella, por más que los médicos y psiquiatras intentaran convencerla de que no era el caso. Pero, ¿cómo no sentirlo cuando su padre y todo el mundo le recordaba constantemente lo que era? En especial el hecho de que nunca sería una "verdadera" mujer. No como la que siempre había soñado ser.

Sintió sus emociones explotar en su pecho, y por reflejo pasó una mano por la comisura de su ojo, de nuevo en busca de alguna lágrima amenazando con hacerse presente. Y de nuevo, no hubo ninguna como tal.

No podía dejarse engullir por eso en esos momentos. En comparación con el desastre con el que estaba lidiando, ese tema carecía de importancia inmediata. Debía enfocarse en el siguiente paso, no en lamentaciones en las que no tenía control absoluto.

—¿Y de eso tienes certeza? —escuchó de pronto que Eli pronunciaba, jalando de nuevo su atención—. ¿O es lo que otras personas te dijeron?

—¿De qué hablas? —susurró Esther, algo perdida.

Eli la contempló fijamente con seriedad.

—Otra cosa que he visto a lo largo de mi vida, es como la gente acostumbra ponerle nombres complicados a cosas que no entiende, pero intenta aun así explicar. Quizás eso fue lo que pasó contigo, ¿no lo has pensado?

Esther entornó los ojos con suspicacia, observando a la criatura en la tina. ¿Estaba insinuando lo que creía? ¿Que su condición podría no ser lo que los médicos habían supuesto sino... algo más? ¿Algo que había estado desde siempre en ella y no se había dado cuenta?

El sólo considerar esa opción la hacía sentir rara, incómoda. Como si estuviera desnuda y expuesta, y todos pudieran ver cada una de sus cicatrices e imperfecciones; y no sólo en su cuerpo, si no más adentro aún.

¿Podría ser cierto...?

—Si fuera tú me daría prisa en irme —comentó Eli, sacándola de su ensimismamiento. Notó entonces que la vampiro miraba en dirección a la ventana, aún escondida tras el cobertor de la cama—. Por aquí anochece muy temprano por estas fechas.

Esther miró en dirección a la ventana por mero reflejo, pero gracias al cobertor fue incapaz de ver con claridad si en efecto la luz del exterior ya había menguado o no. Pero lo cierto era que no estaba segura de cuánto había estado ahí perdiendo el tiempo, así que era mejor que en efecto comenzara a moverse de una buena vez.

—Gracias por la interesante charla —murmuró como despedida mientras se dirigía a la salida del cuarto. Eli la observó en silencio desde la tina.

— — — —

Lily corría despavorida, abriéndose paso como le era posible entre la densa neblina que apenas le permitía ver más allá de su nariz, y arrastrando sus pies por el agua que la cubría hasta las pantorrillas. Su pecho le dolía cada vez que intentaba inhalar aunque fuera un poco de aire, casi como si la apuñalaran desde adentro al hacerlo. Para ese punto no tenía idea de cuánto tiempo había pasado encerrada en ese lugar tan extraño, oscuro, húmedo y sofocante, pero había sido el suficiente para empezar a sentir que sus pocas fuerzas la abandonaban.

Aunque, ciertamente, "encerrada" no era la palabra más adecuada, considerando que no había barrotes, candados, ni siquiera paredes que la detuvieran. Sólo esa densa neblina a donde quiera que volteara, y en cualquier dirección a la que caminara, que la hacía sentir que en realidad no avanzaba en lo absoluto. O esa agua espesa y fría que le retenía sus pies como pesados grilletes.

Y claro, también estaban... esas cosas. Esos monstruos negros y enormes que la habían estado persiguiendo desde el inicio de esa pesadilla. Uno era alargado como una serpiente, el otro corpulento y enorme como un gran lobo. Incluso aunque en ese instante no los viera, se sentía invadida por la agobiante sensación de que estaban ahí, persiguiéndola en la neblina; acercándose, acechándola, pero manteniendo siempre su distancia como si esperaran el momento en que estuviera más descuidada para saltarle encima. Y esa idea era fuertemente alimentada por los repentinos rugidos y fuertes golpeteos que rompían la quietud de aquel sitio, y le arrancaban cualquier deseo de detenerse o de siquiera mirar atrás.

¿Cómo había llegado ahí? No tenía idea.

¿Qué era lo último que recordaba? Le resultaba bastante complicado de descifrar.

Esther y ella habían arribado a aquel extraño hotel. Ambas habían discutido, Lily había salido al patio de juegos, se había cruzado con... ¿con quién? Luego había vuelto a la habitación y... ¿qué había ocurrido después? Tenía flashazos de imágenes y sonidos cruzándole por la cabeza, pero nada concreto o claro. Era como acabar de despertar de un sueño, e intentar de alguna forma recordar de qué se trataba.

«¿Pero cuál es el sueño y cuál es la realidad en este caso?»

Como fuera, lo siguiente que tenía claro era que había despertado ahí, sola en ese extraño sitio, a excepción de esas dos horribles criaturas. Y se la había pasado todo ese tiempo huyendo, sin detenerse ni un instante, y aún seguía siendo incapaz de encontrar algo, cualquier cosa o persona...

Las piernas de Lily al fin le fallaron por el cansancio, y terminaron por tropezarse una con la otra. El cuerpo de la niña se precipitó hacia el frente, y se sumergió con un ruidoso chapuzón. De un instante a otro se encontró envuelta por completo por el agua helada. Rápidamente comenzó a patalear y lanzar manotazos, intentando salir a la superficie lo más rápido que pudiera, pues había sido poseída por la horrible sensación de que si no lo hacía de inmediato... jamás podría volver a salir.

Logró entonces apoyar sus manos y rodillas en el fondo lodoso, y sacar su cabeza por completo. Comenzó a toser con fuerza, escupiendo algo de aquella agua sucia que le había entrado a la boca, al tiempo que intentaba jalar aire de nuevo, con todo el dolor que esto significaba para ella.

Su cabello largo y mojado se encontraba pegado a su rostro, por lo que intentó retirarlo desesperadamente con una mano. Una vez que estuvo lo suficientemente calmada para abrir sus ojos y mirar al frente, pudo darse cuenta de que algo había cambiado. Delante a ella, a unos cuántos centímetros, algo se había erguido: dos piernas, enfundadas en unos jeans y botas, que se perdían en el agua. Las piernas de una persona que se acababa de parar repentinamente justo delante de ella, resaltando entre todo ese escenario hasta ese momento desolado.

—Cuidado, enana —pronunció una voz risueña, que obligó a Lily a alzar su mirada rápidamente y encarar a aquel extraño. Sin embargo, cuando su rostro se volvió apreciable, a pesar de la neblina, se dio cuenta de que en realidad no era ningún extraño.

—¿Emily? —pronunció Lily incrédula al reconocer el rostro redondo, ojos claros y el cabello rubio de su antigua trabajadora social, por no mencionar madre adoptiva temporal. Ésta le sonrió ampliamente con entusiasmo, incluso permitiéndose mostrar parte de sus dientes blancos y brillantes. Usaba un gorro tejido a juego con la bufanda que rodeaba su cuello, y una chaqueta de piel café en cuyos bolsillos escondía sus manos.

—Quizás esto sea un sueño, pero creo que igual te dolerá mucho si te lastimas —comentó la mujer rubia, extendiendo una mano hacia ella para ayudarla a levantarse. Lily la rechazó por completo, y se paró rápidamente por su cuenta. Sus ropas estaban empapadas y le pesaban.

—¿Qué haces aquí? —le cuestionó con dureza, mientras la observaba con desconfianza. Ella no debería estar ahí, ni en ningún otro sitio en realidad. Tendría que estar postrada a la camilla de algún hospital, sumida en una pesadilla eterna de la que no podría nunca despertar, quizás con su mano esposada al barandal acusada de intento de homicidio contra una inocente menor.

Emily, o más bien aquella imagen que tenía su forma, rio divertida por su pregunta y se encogió de hombros.

—Dímelo tú —indicó con tono acusador—. Éste es tu sueño, pequeña.

Lily abrió sus ojos grandes, sorprendida.

—¿Esto es un sueño? —susurró despacio, agachando un poco la mirada. En cuanto pronunció esas palabras, pudo percatarse rápidamente de lo lógico que esa deducción era en realidad, y lo sin sentido de que no lo hubiera pensado ella por sí sola.

—Bueno, sí y no —susurró Emily con voz enigmática—. Creo que es un poco más complicado que eso, como todo lo que se deriva de tus malvados poderes, me parece. Es como si te estuvieras provocando una ilusión a ti misma. Qué loco, ¿no?

Lily la observó un tanto confundida por ese extraño comentario.

«¿Cómo si me estuviera provocando una ilusión a mí misma?» pensó, algo incrédula. «¿Yo misma me metí en esto? ¿Por qué haría algo como eso?»

Mientras meditaba sobre tan insólita afirmación, una vez más aquellos estridentes sonidos retumbaron a sus espaldas, pero en esta ocasión los sintió bastante más cerca... y más cerca... y más cerca...

—Ahora —pronunció la visión con forma de Emily, señalando hacia el frente—, esos dos sí que son algo "parecido" a reales.

Un escalofrío recorrió enteramente la espalda de Lily. Y aunque hasta ese punto había evitado lo más posible voltear a mirar hacia atrás, ya no pudo hacerlo más, y su cuello por mero reflejo se giró, clavando sus ojos en la enorme figura alargada y oscura que se erguía entre la neblina, y sintió a su vez como los brillantes ojos rojos de la criatura se posaban fijos en ella.

Lily chilló de la impresión, retrocedió un paso, y luego cayó se sentón de regreso al agua. Antes de que pudiera siquiera intentar reincorporarse, la enorme serpiente se precipitó hacia ella, con sus fauces bien abiertas y dispuestas a engullirla de un sólo bocado. Lily retrocedió torpemente, estando aún sentada en el fondo, pero era obvio que no podría alejarse lo suficiente antes de que la alcanzara. Era casi seguro que esos afilados y letales colmillos se cerrarían en torno a ella.

Sin embargo, a último momento, el cuerpo de la serpiente se hizo hacia atrás, y luego cayó precipitada al agua, a unos cuantos centímetros de los pies de Lily. Ésta observó aquello perpleja, pero al levantar su mirada un poco más hacia el frente, logró ver lo que había ocurrido. La otra criatura, el enorme lobo de sombras, jalaba la cola de la serpiente, apretándola entre sus letales fauces. La serpiente se incorporó, se giró hacia el lobo y soltó un alarido casi doloroso al aire, antes de lanzarse en contra de su contrincante para apretar su mandíbula en torno a su cuello. El lobo gimoteó y cayó de costado al agua. Ambas criaturas comenzaron entonces a forcejear y revolcarse.

Lily no tuvo deseo alguno de quedarse más tiempo a ver en qué terminaba todo aquello. Como pudo se puso rápidamente de pie y emprendió la huida de nuevo haciendo acopio de todas las remotas fuerzas que le quedaban en su pequeño cuerpo. Huyó lo más rápido que sus pies arrastrándose y hundiéndose en el lodo y el agua se lo permitieron. Estaba tan cansada, tan adolorida, que tras un rato no pudo avanzar más y cayó de rodillas, hundiendo éstas en el lodo. Respiraba agitadamente. Los sonidos de la pelea entre ambos monstruos se oían más lejanos, pero no lo suficiente...

—Esto es divertido —rio con entusiasmo la voz de Emily a su lado. Al girarse, la vio de cuclillas, bastante tranquila, observándola con una amplia sonrisa burlona—. ¿Te acuerdas cuando jugamos carreritas corriendo alrededor del estanque de los patos? Ya sabes, el de aquel parque. Oye, ¿crees acaso que esto sea el mismo estanque? Te dijeron claramente que no te metieras, niña traviesa.

Al tiempo que pronunciaba esa última frase, Emily tomó un poco de agua con su mano, y se la arrojó a la cara a la niña. Lily pasó su antebrazo contra su rostro, limpiándose con molestia.

—¡¿Qué demonios son esas cosas?! —exclamó Lily en alto, exigiendo una respuesta.

Emily se encogió de hombros.

—La serpiente que quiere comerte, no tengo idea —le respondió con simpleza—. Pero el lobo que lucha con ella y te defiende...

Emily alzó su mirada al cielo, y colocó un dedo contra su barbilla, adoptando una postura reflexiva.

—¿Qué fue lo que tu padre me dijo esa vez que fui a visitarlo al manicomio? Bueno, no a mí, sino a la verdadera Emily. Pero igual tú estabas escuchando, ¿lo recuerdas? ¿Cómo era lo que dijo...?

Sus palabras se interrumpieron cuando un rugido más proveniente de la criatura con forma de serpiente retumbó hasta los cielos, y su figura alargada se hizo de nuevo presente entre la neblina.

—Uy, ahí viene —señaló Emily con tono risueño.

Lily maldijo por lo bajo y se forzó a ponerse de pie y volver a correr. Aquel lobo debió de haber intervenido para detener a la serpiente, pues a pesar de avanzar tan lento, de alguna forma logró dejarla atrás.

Comenzó entonces a sentir que el agua que detenía sus pies se hacía menos, y sus pisadas se volvían más firmes, hasta que al fin sintió que pisaba tierra seca. Había logrado al fin salir de ese estanque, o lo que fuera. Una vez fuera, no perdió el tiempo y empezó a correr despavorida aprovechando que ahora podía moverse con mayor libertad. No tardó mucho en divisar como una serie de árboles y arbustos se materializaba ante ella entre el vapor blanco que la envolvía. Y sin dudarlo demasiado, se lanzó detrás de ellos, escondiendo su cuerpo detrás de aquel follaje.

Se sentó contra el suelo, y apoyó su espalda contra el tronco de un árbol. Su corazón estaba enloquecido, y el cuerpo entero le dolía. No estaba del todo segura, y eso lo tenía claro. Pero al menos esperaba que ese escueto escondite le permitiera tomarse aunque fuera unos cuantos segundos para recobrar el aliento.

—Ah, ya me acordé —pronunció abruptamente la voz de Emily a su diestra, asustándola. Lily se sobresaltó y se giró rápidamente, divisando de inmediato la imagen de la trabajadora social, de cuclillas justo a su lado—. Lo que dijo tu padre, me refiero. Él dijo:

Y en ese instante, Lily escuchó claramente como las siguientes palabras que surgieron de la boca de Emily, lo hicieron con la voz exacta de Edward Sullivan; su padre...

Dicen que cuando uno nace, se le otorga un alma eterna; la parte de uno que sigue viviendo, que reencarna. La maldad que esa niña tiene dentro, eso no salió de nosotros. Ya estaba ahí, en ella. Desde el momento en que nació, ella traía "algo" consigo. Algo más viejo, y destructivo. El alma de un demonio...

Emily rio divertida al terminar su cita. Lo siguiente que dijo, sonó de nuevo con su voz convencional.

—Bueno, te presento a tu "algo" —declaró ferviente, extendiendo su mano en la dirección en la que habían venido—. Tu verdadero ser, pequeña.

Lily asomó escuetamente su vista desde atrás del árbol y por encima de los arbustos. La figura negra y enorme de la segunda criatura se hizo cada vez más presente conforme avanzaba lentamente en la dirección que se encontraban.

—¿Mi verdadero ser es un maldito lobo gigante? —inquirió Lily, incrédula.

—No me mires a mí —respondió Emily encogiéndose de hombros—. Tú eres quien le dio esa forma; ésta es tu cabeza, ¿recuerdas?

Eso seguía sin entenderlo del todo. ¿Ella había creado todo eso? ¿Pero esas dos criaturas eran reales? ¿Cómo algo de todo eso podía tener sentido?

De pronto, el enorme lobo giró por completo su cabeza en su dirección, y Lily pudo sentir como sus grandes ojos rojos se posaban en ella. Y al instante siguiente, se lanzó rápidamente en su dirección. Lily reaccionó, retrocediendo rápidamente. La enorme bestia intentó abrirse paso entre los árboles y arbustos, agitando sus garras y sus fauces. Fueron esos pequeños obstáculos los que le permitieron a Lily huir antes de que la alcanzaran.

Emily había dicho que el lobo la defendía, pero tal parecía que no era del todo el caso. Si acaso evitaba que la serpiente la alcanzara, lo más seguro es que era únicamente porque quería ser él quien la devorara primero.

—¡¿Qué demonios quieren de mí?! —preguntó exaltada mientras corría entre los árboles a su paso. Volteó de soslayo hacia un lado, y no le extrañó ver a Emily corriendo también, aunque con expresión bastante más relajada.

—Bueno, verás... Yo soy sólo un simple personaje más en este sueño, así que supongo que mi opinión no es muy relevante. Pero, si me lo preguntas...

Se giró en ese momento hacia atrás, y por mero reflejo Lily hizo lo mismo. Lograron ver como la serpiente había alcanzado al lobo, envolviéndolo en su cuerpo y tirándolo al suelo, justo antes de desaparecer de nuevo en la niebla.

—Me parece que esos dos se están poniendo de acuerdo sobre quién se quedará contigo —continuó Emily—. Y creo que están teniendo problemas para llegar a un consenso. Qué emocionante, ¿verdad? Me pregunto quién ganará. ¿A quién le apuestas?

Lily no respondió, y simplemente continuó avanzando. No importaba cuál de esas dos criaturas ganara. Lo más seguro era que ella sería la perdedora de todas las formas.

— — — —

Tras tomarse un momento para descansar y volver a comer algo (tendría que conseguir pronto algo mejor que cacahuates y frituras de máquina expendedora), Esther reanudó su partida. Antes de irse, se tomó un momento para escribir la nota que le había comentado a Eli que haría por si acaso Lily lograba despertar, y la dejó en el buró a lado de la cama. La nota decía simplemente:

Seguiré mi camino hacia donde habíamos dicho. Si sobrevives, puedes seguirme, volver a tu casa, o hacer lo que quieras.

E.

Tenía que ser lo más ambigua posible sobre a dónde se dirigía, en el caso de que alguien más leyera la nota. Como fuera, lo que pasara en ese sitio de ahí en adelante ya no le correspondería.

Vestida y con su maleta en mano, se dirigió ahora sí hacia la carretera. Al echar un vistazo al cielo, se dio cuenta de que Eli no bromeaba con lo de que ahí anochecía pronto. No estaba aún oscuro, pero igualmente las densas nubes hacían que se percibiera aún más tarde de lo que realmente era. Era mejor que se moviera.

No tenía un plan claro en mente. De momento sólo caminar en dirección a la ciudad, buscar alguna parada de autobús, y subirse al primero que pasara sin importar en realidad a dónde se dirigiera. Aún tenía su disfraz de Jessica, su identificación falsa y bastante dinero. Esperaba que todo eso le alcanzara para al menos el siguiente tramo de su viaje, cuya conclusión se percibía incluso más borrosa que antes.

Todos los planes que se encontraba haciendo en su cabeza, se vieron ligeramente frustrados justo al llegar al frente del hotel. Pues en cuanto posó su mirada en la carretera, vio cómo se acercaba por ésta rápidamente un vehículo blanco y negro, con sirenas en su techo... Un auto de policía.

Esther se detuvo en seco en su sitio, contemplando expectante el vehículo. Y su impresión fue aún más cuando notó que el auto reducía su velocidad y giraba justo para entrar al estacionamiento frontal del hotel, parándose a apenas unos metros de donde ella estaba parada.

«¡Mierda!» pensó atónita.

¿Qué hacía la policía ahí? ¿Alguien los había mandado a llamar? ¿Quizás alguien había oído algún disparo? ¿El hombre que había venido más temprano había reportado que algo sospechoso ocurría en aquel sitio? ¿O la había reconocido como la mujer con apariencia de niña que salía en las noticias?

La mente de Esther se nubló por tantas posibilidades, pero tuvo la claridad suficiente para girarse en sus pies, y comenzar entonces a andar, aunque en la dirección contraria a la ciudad. No pudo avanzar demasiado antes que a sus espaldas se escuchara la puerta del vehículo abrirse, seguida después por una voz grave pero serena:

—Hey, pequeña.

Esther se detuvo de nuevo. Soltó una maldición silenciosa, y lentamente se giró. De la patrulla se había bajado un hombre alto, enfundado en un traje beige de policía y una chaqueta negra. Su cabeza se encontraba un poco calva, aunque a los lados sobresalía algo de cabello rojizo y rizado, del mismo tono del abundante bigote sobre su labio superior. Portaba un par de anteojos gruesos y cuadrados.

—Buenas tardes —le saludó con un tono jovial, a juego con su sonrisa. Aquello destanteó un poco a Esther. No parecía la actitud de un oficial a punto de arrestarla; ni siquiera tenía la mano cerca de su arma—. ¿Te estás hospedando aquí?

Esther vaciló unos momentos antes de lograr contestar. Consideró por un momento fingir que no hablaba el idioma como lo había hecho con el visitante de más temprano, pero tratándose ahora de un policía temió que aquello le llamara aún más la atención sobre ella.

—Sí —respondió escuetamente, pero cuidando que su tono fuera el de una linda niña, a lo mucho un tanto impresionada y nerviosa de ver a un hombre desconocido, aunque éste fuera un policía.

El oficial de bigote miró con curiosidad a su alrededor.

—¿Y tus padres? —preguntó con tono aún amable, aunque cauto.

—En su cuarto —respondió Esther por mero reflejo. Si acaso el oficial pedía hablar con ellos, podía guiarlo al cuarto 304 y ahí podía encargarse de él más fácilmente de ser necesario. O incluso quizás Eli pudiera hacerlo por ella, y de paso agradecerle por conseguirle algo de comida.

El policía pareció reflexivo un rato. Mientras observaba hacia la carretera, un único vehículo pasó rápidamente ante ellos, y una vez que se alejó todo volvió al silencio y quietud de hace un rato.

—¿Y tú andas por aquí sola? —le preguntó de pronto, no acusador pero sí un poco consternado.

Esther se encogió de hombros.

—Sólo quería pasear un poco.

—Está bien —asintió el oficial—. Pero no te alejes mucho, ¿está bien? Y no cruces la calle, que es peligroso.

—Sí, gracias —exclamó Esther con tono alegre, ofreciéndole al oficial una de sus sonrisas más dulces. Ésta pareció ser contagiosa, pues el hombre le sonrió también. Y con un pequeño ademán de despedida, asintió y se giró sobre sus pies, dirigiéndose ahora hacia la puerta principal del establecimiento.

¿Qué hacía exactamente ese oficial ahí? Parecía bastante calmado para haber recibido alguna llamada de emergencia. Dudaba que se fuera a hospedar, así que... ¿pasaba sólo a revisar que todo estaba bien? Pues no tardaría mucho en darse cuenta de que no era el caso, en especial porque al momento en el que intentó abrir la puerta de cristal hacia adentro, verificó que ésta se encontraba cerrada.

El desconcierto fue evidente en su mirada y postura. Se inclinó entonces pegando un poco su rostro contra el vidrio, intentando ver hacia el interior. ¿Podría notar desde ahí el evidente desorden que Esther había dejado en la recepción? Evidencia más que clara de que alguien había estado esculcando las cosas.

Esther se obligó a reaccionar, y se giró rápidamente en la dirección en la que pensaba irse. Caminó presurosa, pero el movimiento evidentemente hizo que su presencia estuviera de nuevo presente en la mente del policía.

—Oye —pronunció el oficial en alto, obligándola a detenerse de nuevo—. ¿Sabes en dónde está el gerente?

—¿Quién? —susurró Esther despacio, girándose.

—El gerente —repitió el policía, apuntando con su pulgar hacia la puerta de cristal—. Cabello negro, barba, alto.

Esther permaneció en silencio, vacilante sobre cómo responder aquello. Y esa duda al parecer fue más que evidente en su expresión, pues el oficial se le aproximó, observándola cuidadosamente. Esther se fijó en cómo su mano derecha se posaba en su cinturón, muy cerca de su pistola enfundada. ¿Sólo la colocaba ahí por comodidad? ¿O había comenzado a sospechar?

—¿Todo está bien, pequeña? —preguntó el oficial con seriedad.

—Sí, claro —susurró Esther en voz baja, esbozando de nuevo una dulce sonrisa. Aun así, sus pies comenzaron a moverse sutilmente hacia atrás, preparándose para salir corriendo en cualquier momento—. Yo sólo iba a...

Y en ese momento, la puerta de la recepción se abrió abruptamente, y tanto Esther como el oficial de policía se giraron al mismo tiempo en dicha dirección. Una persona, de pie en el umbral, los miraba a través del cristal de sus anteojos, y una sonrisa contenta se asomaba de entre la perfectamente bien recortada barba oscura.

—Hey, sheriff —pronunció aquella persona, alzando una mano a modo de saludo—. Qué sorpresa verlo por aquí.

Esther sintió como todo su cuerpo se paralizaba como piedra, y un largo escalofrío la sacudió por completo en cuanto sus ojos se posaron en aquella persona.

«¿Qué mierda...?» pensó totalmente atónita, mientras su mente intentaba procesar por completo lo que veía.

Owen, u Oskar, de pie a unos metros de ella, entero, respirando, hablando... Su mismo cabello, su misma barba, sus mismos anteojos, su misma voz... Incluso la misma ropa de la noche anterior, aunque su chamarra cerrada cubría por completo su torso (¿y de paso los agujeros de bala en éste?). Estaba justo y como lo vieron en el momento que llegaron la noche anterior, como si no hubiera ocurrido nada fuera de lo normal después de ese primer encuentro. Y, por un instante, la propia Esther se cuestionó si acaso no había sido así.

¿Cómo era eso posible? Ella recordaba claramente haber subido su cuerpo inerte a duras penas a la carretilla, y haberlo arrastrado con ella hacia la bodega. Incluso cuando buscaba la gasolina, recordaba haber visto aún su cuerpo ahí en una esquina... ¿o no?

—Owen, buenas tardes —pronunció el oficial con entusiasmo, aproximándose hacia él con paso confiado. Su voz hizo que Esther reaccionara, aunque no lo suficiente para poder ordenarle a sus piernas que se movieran—. Por un momento creí que no estabas.

—Sí, lo siento —dijo Owen (o quién quiera que fuera esa persona) retirándose sus anteojos para limpiaron con un paño—. Estaba revisando unas cosas atrás. ¿Está todo bien?

Una vez limpios, se colocó de nuevo sus lentes frente a sus ojos. En ese momento giró su cabeza un poco hacia un lado, y su mirada se fijó inevitablemente en Esther. Ésta se estremeció de golpe, sintiendo que su respiración se cortaba de un tajo.

—Ah, Jessica —pronunció risueño, haciendo justo después el ademán con una mano para indicarle que se aproximara—. Ven aquí, pequeña. Déjame presentarte.

Esther se quedó quieta en su sitio, sin dar un paso ni para atrás ni para adelante. ¿Le estaba hablando a ella? ¿Entonces él era real? ¿Y estaba ella en verdad ahí de pie...?

Owen y el oficial la observaron, esperando a que se moviera, pero Esther siguió inmóvil como estatua.

—Anda, acércate —exclamó Owen, divertido—. No seas tímida. No me hagas ir por ti —añadió con un tono que intentaba al parecer ser juguetón, pero cuya amenaza implícita Esther logró captar bastante bien.

Si se trataba de un vampiro, ¿podría en efecto ir tras de ella si salía corriendo? El sol no se había metido aún, pero estaba muy nublado. Además, él estaba parado en el umbral, en un punto más adentro del edificio que afuera, y en donde el toldo sobre la puerta evitaba que el poco sol del exterior lo tocara. Pero a Eli incluso el sólo estar ligeramente expuesta parecía lastimarle.

¿Quizás le afectaba diferente por ser nuevo? ¿O quizás no era un vampiro sino otra cosa?

No sabía qué hacer. Su mente se volvió una vorágine de pensamientos, ideas, y miedos. Y esa mirada intensa con la que aquel hombre la observaba, inevitablemente se sintió de nuevo como aquella jovencita indefensa y débil, deseosa de hacer todo lo que su papá le decía con tal de complacerlo, sin cuestionárselo, a sabiendas de que él tenía su vida, y todo su ser, en sus manos. Así que comenzó entonces a caminar, pero no para huir sino que se aproximó lentamente en dirección a Owen. Pasó delante del oficial sin siquiera mirarlo, y se paró justo a un lado del gerente.

—Eso es —pronunció Owen como felicitación, y colocó en ese momento una mano contra la noche de la mujer. Aunque por delante se veía como un pequeño gesto cariñoso, Esther pudo sentir como sus dedos se presionaban apenas lo suficiente para causarle dolor. Se forzó a soportarlo, intentando que dicha sensación no se hiciera apreciable en su expresión—. Ella es Jessica, mi sobrina —explicó Owen, sonando bastante convincente—. Llegó de visita hace poco. Saluda el Sheriff Estefan.

—Encantado de conocerte, Jessica —murmuró el oficial, extendiendo una mano hacia ella a modo de saludo.

Esther contempló en silencio la mano, y los segundos que tardó en decidirse a estrechársela bastaron para que Owen decidiera apretar un poco más sus dedos contra su cuello, causándole otro respingo de dolor.

—Igualmente —musitó Esther despacio, disimulada. Extendió su mano, estrechando levemente la del policía.

—Discúlpela, es muy tímida —indicó Owen, riendo—. Pero dígame, ¿en qué puedo servirle?

—Nada en especial —indicó el oficial Estefan, centrando su atención de nuevo en el gerente del hotel—. Sólo pasaba por aquí y vine a ver si todo estaba bien, ya que no te vimos en la reunión del ayuntamiento esta tarde.

—¡Ah!, ¡claro! —exclamó Owen, chocando una mano contra su frente—. Qué estúpido soy, se me borró por completo de la cabeza. Lo siento, sheriff. Llegaron nuevos insumos, así que me puse a hacer el inventario y... creo que perdí la noción del tiempo.

—Descuida, yo lo entiendo —aclaró el oficial, agitando una mano en el aire restándole importancia—. Igual quién más te extrañó fue la Sra. Anderson —comentó de pronto con un tono claramente pícaro—. Estuvo preguntando mucho por ti, si tú me entiendes.

Dicho ese comentario, se permitió reír por lo bajo, y darle a Owen un par de palmadas en su brazo con complicidad. El hombre de barba y anteojos le respondió con una sonrisa un tanto más disimulada.

Esther observaba todo eso en absoluto silencio. ¿En serio ese imbécil policía no se daba cuenta de que algo raro estaba pasando ahí? ¿No veía nada extraño en ese individuo o en cómo la estaba tomando? ¿O acaso lo tenía embrujado de alguna forma? Aquello resultaba ciertamente frustrante, además de preocupante...

—Creo que sí —susurró Owen despacio—. Me encargaré de visitarla más al rato.

—Adelante —asintió Estefan—. Ella podrá darte un resumen de la reunión. Pero bueno, ya no los entretengo más. Con su permiso. Señorita —se despidió de Esther, seguido de un cortés asentimiento de su cabeza.

Esther se puso tensa al ver que se disponía a irse, temerosa de lo que podría ocurrir a continuación una vez que ese individuo ya no estuviera.

—¡¿No quiere quedarse a cenar?! —exclamó en alto, tomando por sorpresa a los dos hombres. El policía se detuvo y se giró de nuevo hacia ellos, un tanto confundido por la repentina invitación.

Owen observó de reojo a Esther. Su ferviente enojo por el comentario se volvió bastante apreciable para ella, pero al instante siguiente hizo que su expresión entera se transformara al momento de girarse de nuevo hacia el oficial.

—Sí, por supuesto, sheriff —pronunció Owen con tono jovial—. Quédese, estaba justo por empezar a preparar la cena. Debe estar hambriento. Yo definitivamente lo estoy...

Al pronunciar aquello, sus dedos se cerraron más contra el cuello de Esther, y ésta sintió como incluso una de sus uñas le arañaba la piel.

El sheriff pareció ponderar un poco en el ofrecimiento antes de responder.

—Gracias por la invitación, pero todavía me faltan un par de horas para terminar mi turno. Y mi esposa me matará si no llegó a cenar —comentó por último, seguida de una risa burlona que Owen secundó.

—No queremos eso —indicó el gerente, jocoso—. Será en otra ocasión, entonces.

—Por supuesto —asintió el sheriff, y de nuevo pareció más dispuesto a retirarse.

—¿Me da un paseo en su patrulla, señor? —espetó Esther, esperanzada—. Nunca he subido a una...

Sus palabras se cortaron cuando la mano de Owen se movió de su cuello a su hombro, apretujándolo con tanta fuerza entre sus dedos que Esther pensó por un momento que le había roto algo. Aunque no fuera el caso, el dolor fue suficiente para imposibilitarle volver a hablar por un rato.

—Perdónela, por favor —se disculpó Owen, aparentemente apenado.

—Descuida —pronunció el oficial algo distraído mientras caminaba a su patrulla—. La siguiente vez, ¿de acuerdo?

Sin más, se subió al vehículo, y un rato después éste salía de reversa del estacionamiento en dirección a la carretera. Esther sólo pudo quedarse de pie en el umbral de la puerta, observando cómo se alejaba rápidamente por el camino. Owen incluso se atrevió a agitar una mano en el aire, con un cortés y gesto de despedida.

Una vez que la patrulla se perdió en la distancia, la actuación terminó y Owen dejó salir de inmediato su verdadero rostro; uno para nada agradable.

Sin decir nada, jaló a Esther hacia adentro de la recepción, y la empujó con increíble fuerza, tirándola al suelo sin que la mujer pudiera oponer la menor resistencia. Su cuerpo delgado se deslizó por el piso, hasta chocar de espaldas contra el mueble de recepción. Cuando logró sentarse y mirar al frente, bastante aturdida, vio como Owen cerraba de nuevo la puerta de cristal con llave.

—Jessica, o cómo te llames —pronunció Owen despacio, al tiempo que se giraba lentamente hacia ella. Esther notó como sus ojos habían tomado esa apariencia más bestial, como los que había visto en Eli. Pero no era sólo eso; su expresión, su postura, incluso en tono de su voz... todo era totalmente distinto al hombre que había conocido el día anterior—. Creo que tenemos que hablar —indicó con seriedad, comenzando a avanzar con paso lento hacia ella—. ¿No estás de acuerdo?

Esther no le respondió. No era que realmente tuviera algo que pudiera contestarle a ese nuevo y desconocido monstruo que se erguía ante ella.

FIN DEL CAPÍTULO 140

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