No acercarse a Darek

By MonstruaMayor01

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Meredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Adelanto
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Carta recibida por Darek
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Adelanto
Conociendo a Darek
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
¿Crees en los monstruos?
Adelanto
Capítulo 24
Capítulo 25
Adelanto
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Dae
Capítulo 30
La chica
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Piano, sangre y amor
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Adelanto
Capítulo 38
Un pasado marcado
Capítulo 39
Ese «te quiero»
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
NOTA
El cerezo
Capítulo 43
Capítulo 44
Ajedrecista
El villano
Capítulo 45
Antes de todo
Capítulo 46
Capítulo 47
Ella
Capítulo 48

Capítulo 7

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By MonstruaMayor01

—Vamos a ir a la fiesta de este fin de semana —Éber no dice esto como una pregunta, lo hace como una afirmación.

El camino a nuestros casilleros es corto, pero eso no le impide idear un plan para este fin de semana en el que, cabe destacar, ni Abril ni yo hemos participado.

—Mi padre no me dejará —responde Abril mientras juguetea con la tira de su bolso.

—El mío tampoco —me uno yo.

Papá volverá el viernes, por ende no tengo permiso de ir a ningún lugar.

Éber frena sus pasos con la intención de que volteemos a verlo. Eso es justo lo que hacemos. Su cara pasa de la alegría al disgusto en un santiamén.

—Siempre me abandonan. Esta vez no será así.

La seguridad que relampaguea en cada palabra que suelta me hace pensar que esta vez sí logrará convencernos.

Abril inclina un poco la cabeza al tiempo que sus cejas se arrugan.

—¿Qué pretendes? Que escapemos de casa —lo último le impregna algo de burla.

Los ojos de nuestro amigo se abren con gran entusiasmo al instante que abre sus brazos.

—Exacto, Cuatro, exacto.

Abril no tarda en negar.

—Estaba jugando, Éber.

Sin prestarle demasiada atención a lo que le ha respondido Abril, él se acerca a nosotras y pasa una mano por mi hombros y una por el hombro de Abril. Nos obliga a retomar la marcha de nuestros pasos.

—Eso es justo lo que vamos a hacer —anuncia sin soltarnos —, ustedes se van escapar de sus casas para ir a la fiesta y yo las cuidaré.

No puedo evitar rodar los ojos.

—Éber...

—Por Dios, chicas, no pretendan hacer creer que no se mueren por ir a esas fiestas —me interrumpe con un tono cargado de reproche —. Además de que esta fiesta la realizará Damien...

—¿Y eso qué? —inquiere Abril.

—Damien es el nieto favorito de Gerardo Steiner. Si vamos a esa fiesta podremos descubrir cosas.

Damien Steele Steiner, es el único hijo de la hija mayor del primer mandatario de este pueblo. Él es mayor que Darek por un año, así que este año comenzó su vida universitaria y, claro que lo está cursando en la exclusiva universidad del pueblo Willowbrook, la cual queda al otro lado de la preparatoria. Hace un año lo veíamos siempre porque también estudiaba aquí, pero ahora, en lo que va de este año no le he visto la cara ni una sola vez. Lo que más puedo destacar de él son las tantas perforaciones que tiene por todo el cuerpo y lo atrayente que puede llegar a ser su carismática personalidad.

—Éber, tú quieres que esa familia te desaparezca —dice Abril al sacarse su mano del hombro y detenerse para mirarlo de frente. De repente, un extraño brillo surca el iris color avellana de sus ojos, entonces agrega: —pero en algo tienes razón, si me da curiosidad asistir a esas fiestas.

Casi se me cae la quijada al suelo por lo impresionada que me deja su confesión. Abril es una chica muy tranquila, nunca imaginé que quisiera asistir a una de esas fiestas.

El chico que todavía tiene su mano presionada en mi hombro, la retira para así poder poner toda su atención en Abril, afinca tanto la mirada en el rostro de ella que por un momento creo que sus ojos saldrán de sus cuencas. Él ha quedado tan asombrado como yo.

—¿En serio?

Abril se guarda un mechón de cabello detrás de la oreja y se encoge de hombros.

—Siempre hablan de ellas, me da curiosidad.

Nos tenemos que tomar un rato para procesar que la chica aplicada y callada que hemos conocido por años, ahora nos admita que ha querido conocer el "territorio sin ley" que se desata en cada una de las fiestas que organizan los jóvenes de esta institución.

Claro que Éber no va a desaprovechar esta oportunidad, así que zarandea la cabeza y sonríe de oreja a oreja.

—Viste, todo está a nuestro favor. —Me regresa a ver por una fracción de segundo para luego clavar sus pupilas en Abril —. Ustedes quieren ir, yo quiero ir y la fiesta espera por nosotros...

—Yo no he dicho que quiero ir —esta vez soy yo la que lo interrumpe.

La mirada que me lanza es tan escrutadora que me causa gracia.

—Tú quieres ir, Mer, repítelo en tu cabeza una y otra vez, y vas a ver que vas a querer ir. Todo en esta vida es mental.

Niego a la vez que una sonrisa se pinta en mis labios.

Con él no se puede ganar una.

—Por una vez que asistamos a esas fiestas no tiene nada de malo —agrega Abril, dirigiéndose a mí.

Puede que tenga razón. Es una simple fiesta.

El ademán que se adueña de mi postura y me cubre la expresión deja en evidencia que estoy cediendo al plan de Éber.

—Es cierto, si vamos es solo para pasar un momento diferente.

—Exacto —nos apoya Éber con la emoción brotando de sus poros.

Abril asiente

—Además de que nunca hemos ido a ninguna.

Eso es muy cierto, Abril y yo en todos los años que llevamos estudiando no hemos ido ni a una sola fiesta, cada semana se organiza una diferente y nosotras no nos atrevemos a ni siquiera asomarnos por el lugar. Nuestras vidas han sido apacibles y rutinarias, sin sentir necesidad de buscar emociones fuera de los límites ya impuestos. Sin embargo, la propuesta de Éber y la confesión de Abril han hecho que algo cambie.

No sé porqué, pero algo en mi interior parece haberse encendido, de repente, una rafaga de emoción me recorre el cuerpo.

Pestañeo, antes de mover la vista hacia Éber, que espera impaciente por una respuesta definitiva.

—Vamos a ir a esa fiesta.

Él levanta los brazos al aire y veo una sonrisa enorme en su cara.

—¡Si! —Me abraza como si celebrara haber ganado la lotería —. No se arrepentirán, la pasaremos genial.

Un hormigueo se instala en mi estómago. Tal vez él tenga razón y esa noche sea inolvidable.

Abril reanuda la caminata que emprendemos a nuestros casilleros. Éber y yo le pisamos los talones.

El casillero de Éber queda un pasillo antes del de nosotras, es por esto que él se desvía hacia el camino que conduce a su casillero.

—¡Nos vemos afuera! —dice en voz alta ya estando a unos cuantos pasos de distancia.

Apresuro la marcha para poder ir a la par de mi amiga. Tras uno minutos ya estamos frente a nuestros casilleros. El de Abril queda a cuatro recuadros del mío.

Ya arreglada delante del cerrojo, saco la llave de mi mochila y la introduzco en la ranura. Luego giro el dial a la derecha hasta el número 17, a la izquierda hasta el 9 y de nuevo a la derecha hasta el 4. Escucho el clic que indica que el mecanismo se ha abierto y tiro de la puerta. Pero apenas tengo acceso a mi casillero una hoja cae desde dentro. De inmediato, dirijo mi mirada hacia la carta y noto que la hoja es color rojo, me agacho para recoger el pedazo de papel y al ya tenerlo entre mis manos lo giro para ver si hay algo escrito en él, efectivamente, hay algo en la parte de enfrente del papel, pero no son letras, es el dibujo de un peón, sí la pieza de del juego del ajedrez. Por ningún lado hay remitente. Sonrío al pensar que esto es una broma de Éber, a él le encanta el ajedrez. Aunque muy en el fondo, me resulta extraño que me haya dejado esto aquí, a él no le gusta hacer cartas.

Entonces, decido abrir la carta para descubrir su contenido. Dentro encuentro una hoja de papel doblada a la mitad con una pequeña nota escrita a computadora. Mi curiosidad aumenta cada vez más. Comienzo a leer el mensaje de manera frenética, intentando descifrar quién ha sido la persona que le ha parecido gracioso esto.

Querida Meredith, espero que estés lista para un nuevo desafío. La vida es como un juego de ajedrez, y cada movimiento que haces tiene un propósito. En el tablero de la vida, tú eres un peón, pero recuerda que, aunque puedas ser pequeña, tienes el potencial para llegar a ser reina. Descubre tus habilidades y desbloquea tu verdadero potencial. Estaré observando tus movimientos. Buena suerte.

Quedo perpleja al leer esas palabras.

¿Qué significa esto?

Permanezco mirando el dibujo del peón de ajedrez y la nota una y otra vez, en busca de encontrar alguna respuesta. No creo que esto lo haya escrito Éber.

¿Acaso hay alguien siguiéndome de cerca, interesado en mis acciones?

Mi mente comienza a divagar sin ningún control.

«¿Esto es una broma pesada?

¿Solo yo he recibido una carta como esta?

¿Estoy en peligro?»

Un nudo se va apretando en mi estómago y mis manos tiemblan un poco. Este mensaje enigmático parece contar con un propósito más allá de lo aparente.

—¿Estás lista para irnos, Mer? —pregunta Abril tan pronto se recarga en el casillero de al lado del mío.

Me sobresalto, pero disimulo mostrándole una sonrisa.

—Sí, voy a guardar... —Al abrir mi mochila aprovecho de guardar la misteriosa carta y saco uno de los libros que guardardo en el casillero en el casillero —. Ya estoy casi lista.

Escucho que ella suelta un suspiro.

—Había una carta en mi casillero. —No puede contener una risa incrédula. —Tiene el dibujo de un alfil.

Detengo cualquier movimiento que estoy haciendo ipso facto. Una sensación de claustrofobia se presenta en mi pecho mientras sus palabras llegan a mi oído.

—¿Qué? —casi no encuentro voz.

Despega su brazo de la metálica puerta del casillero y alza sus hombros para acto seguido sacar una carta color amarillo desde su bolsillo.

—Encontré esto en mi casillero.

—¿La leiste?

Cabecea en una negación.

—No. Seguro es una broma de Éber.

Cierro la puerta de mi casillero de un portazo y le arrebato la carta. Una vez mis ojos examinan el dibujo me doy cuenta de lo esmerado que ha sido trazada cada línea. Se muestra una figura en forma de cilindro invertido con una base más ancha en la parte inferior. La figura se estrecha gradualmente hacia la parte superior, donde se encuentra la cápsula puntiaguda.

Con la inquietud tenazándome las tripas, abro el sobre y saco la carta. Esta no está escrita a computadora, está escrita con una caligrafía a puño y letra muy bien cuidada. Procedo a leer:

Querida, Abril, pocas veces has salido de tu zona de confort, tal y como lo hace el alfil en el tablero de juego, pero hay algo impresionante con esta pieza. El alfil, aunque restringido por su movimiento en diagonal, también tiene un gran poder y capacidad para superar obstáculos. Ahora eres tú la que debe utilizar su inteligencia y fuerza para tomar decisiones calculadas y luchar por no no morir en el intento. Estaré observando tus movimientos. Buena suerte.

Por ningún lado hay alguna firma. No hay rastro de la persona que ha dejado estás cartas.

Mis ojos están abiertos de par en par.

—Mer, seguro fue Éber el que envió eso —ella busca tranquilizarme

Tengo que respirar hondo un par de veces para no dejarme vencer por los nervios. Me meto en la cabeza que Éber nos dará una respuesta a esto y decido no hacerme falsas ideas en la cabeza.

—Sí, seguro él ha sido quien ha dejado esa carta.

No le comento nada de la carta que yo he encontrado, por una razón que no concibo, opto por callar.

—Vamos, el autobús te va a dejar.

En el transcurso de la caminata que hacemos para llegar afuera de la preparatoria, me voy diciendo mentalmente que Éber nos dará una respuesta, que él nos dirá que solo estaba jugando con nosotras y todo esto quedará en el olvido. Vislumbro a nuestro amigo sentado en unas de las pocas bancas que hay, ha tendido su bolso a un lado para guardar un lugar para nosotras.

—Hasta que por fin —nos reprocha.

—No somos tan rápidas como tú, Flash —le responde Abril. Sin decir nada más aparta el bolso de Éber y se sienta a un lado de él. —Tú me enviaste esa carta, ¿cierto? No es gracioso. Ya sabes que no me gusta el ajedrez.

Al principio él arquea una ceja al tiempo que sus ojos se abren más de lo habitual para captar mejor las palabras que han salido de la boca de Abril y luego los entrecierra en un gesto de duda.

—¿También recibiste una carta? —Mueve una de sus manos al bolsillo delantero de su bolso y saca una carta, es color azul y una torre yace dibujada enfrente del papel. Nos mira sin poder comprender —. Encontré esta carta en mi casillero. Pensé que ustedes estaban jugando conmigo.

El gesto de Abril cambia, convirtiéndose en uno repleto de duda.

—Deja de jugar con esas cosas, Éber.

—No estoy jugando. —Agita la mano donde sostiene la carta —. Recibí esto y no tengo idea de quién lo dejó en mi casillero.

—¿Qué dice? —investigo con un torbellino de escalofríos recorriendo mi cuerpo.

Con mi pregunta él abre el sobre, saca la carta y la estira. Empieza a leer.

—Querido, Éber, te saludo con gran regocijo, eres una pieza clave para este juego, capaz de dar jaque mate con un solo movimiento. Eres una de las torres, por ende, la estrategia debe estar de tu lado. Te debes mover con seguridad por el tablero de la vida, avanzando o retrocediendo, girado a la izquierda o a la derecha, según lo requiera la jugada —recita cada palabra con contundencia, pero para este punto debe hacer una pausa —. Y recuerda siempre buscar la mejor posición para defender a tu rey. Espero que logres explotar la fortaleza que ocultas. Estaré observando tus movimientos. Buena suerte.

—¿Qué mierda? —susurra Abril.

—También recibí una —suelto sin poder ocultarlo más.

El par de pupilas de ambos me ensartan.

—¿Qué pieza tiene tu carta? —Abril habla de inmediato.

—Un peón.

Justo en este momento el primer bus se estaciona en la parada y con esto la bola de estudiantes que deben subir en el vehículo se aproximan a la puerta.

—Esto está muy raro —admite Éber. Sigue sosteniendo la carta como si se aferrara a ella.

—Tengo que irme, pero los llamaré apenas llegué a casa —digo antes de ponerme a caminar con dirección al autobús.

—¡Cuidate mucho, Mer! —exclama Abril.

Una vez me subo al bus, me escabullo hasta el asiento que se me ha otorgado y noto que ya Darek se halla sentado en su lugar. Para mi suerte, tiene los oídos obstaculizados por el par de casco de sus audífonos, con la cabeza apoyada en el respaldo de su asiento y los ojos cerrados. Hay un solo problema en todo esto: debo pedirle que me de un lugar para poder acomodarme en mi asiento.

«Ay, no»

Dudando brevemente, hago como que voy a tocar su hombro para llamar su atención, no obstante, algo me frena en el acto: el color ámbar de sus ojos. Antes de que yo pueda hacer algo, sus ojos se abren y sin decir nada gira su piernas para que yo pueda entrar.

No tardo ni cinco segundos en estar acomodada en mi asiento. Espero no pasar ni una sola mirada más con el chico que tengo a mi lado, no después de que esta mañana me pidiera mantener mi distancia.

Me concentro en el paisaje que comienza a desfilar detrás de la ventanilla a la que voy pegada para así hacer el viaje mucho más llevadero. Sin embargo, esto se ve afectado cuando la pierna de Darek me roza la parte de arriba de la rodilla. De forma automática, me giro hacia él y noto como el sol de la tarde que se filtra por la ventana le ilumina el rostro, pero ha vuelto a la postura de antes, con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en en la parte trasera de su asiento.

Me muerdo el labio inferior, luchando por contener las palabras que pican en la punta de mi lengua. Regreso la mirada a la ventana y muevo un poco mis piernas para que así, me deje de tocar, pero él continúa acercándose.

«Pero, ¿qué mierda le sucede?»

Estoy lista para pedirle que deje de tocarme. Entonces, con la rabia hirviendo en mi interior, me vuelvo y toda esa seguridad de antes desaparece. Su mirada ardiente choca con la mía. Con solo adentrarme en la profundidad de su mirada me quedo atrapada en lo intensa que es.

Darek no es el tipo peligroso que lleva una chaqueta de cuero o que fuma en todos los lugares que pisa, sino más bien el tipo que provoca que tu corazón sufra un mini infarto con tan solo mirarte fijamente.

Con un tono de voz rudo y amenazante, suelta una pregunta que me deja congelada en el sitio:

—¿Por qué dejaste una carta en mi casillero? 

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