Nosotros Nunca [YA A LA VENTA]

By srtaflequis

65.7K 2.9K 298

«Nosotros Nunca» ya está disponible en PAPEL y puede ser vuestro 💫 esto es una primera versión de la histori... More

Nota de autora
1
2
El monstruo de las pesadillas (1)
4
El monstruo de las pesadillas (2)
5
6
El monstruo de las pesadillas (3)
7
8
El monstruo de las pesadillas (4)
9
10
El monstruo de las pesadillas (5)
11
12
El monstruo de las pesadillas (6)
13
14
El monstruo de las pesadillas (7)
15
16
El monstruo de las pesadillas (8)
17
17. 1
18
El monstruo de las pesadillas (9)
19
20
El monstruo de las pesadillas (10)
21
22
23
El monstruo de las pesadillas (11)
24
25
26
27
El monstruo de las pesadillas (12)
28
29
El monstruo de las pesadillas (13)
30
31
El monstruo de las pesadillas (14)
32
33
34
FINAL

3

1.3K 120 3
By srtaflequis

Natalia.

—¿Sabes que usar el móvil durante un vuelo sin poner el modo avión aumenta las posibilidades de que suframos un accidente aéreo?

—Sí —respondo, con los ojos cerrados. Presiono el botón de apagado del móvil—. ¿Y tú sabías que mirar lo que hace otra persona en su móvil atenta contra su privacidad?

—No me gustaría morir. Tengo muchas cosas por hacer, muchos sueños por cumplir...

De forma automática, ladeo la cabeza hacia la izquierda y lo observo con detenimiento. Dylan tiene los ojos cerrados. Me gustaría preguntarle acerca de sus sueños, indagar en ellos, saber cuáles son. ¿Qué tantas cosas le quedan por hacer en la vida? Opto por no decir nada, no creo que quiera seguir hablando conmigo ni... compartir con una desconocida sus inquietudes, gustos y aficiones.

Su chaqueta de cuero cubre sus piernas y parte de la mía. Me fijo en la ajustada y oscura camiseta que se adhiere a la perfección al torso, en la pulsera plateada que rodea su muñeca, en los cuatro anillos que cubren sus dedos y en la cadena que cae sobre su cuello. Tiene un tatuaje en el brazo. Es una serpiente y se parece mucho a la que tengo tatuada en la cadera. Me intereso por descubrir los secretos de su cuerpo. En el otro brazo asoma una enredadera con rosas de color rojo. Son bonitas y una de ellas le da un aire a la que tengo tatuada en las costillas. La mía está sin colorear. Prometí que la llenaría de color el día que volviera a creer en el concepto de amar como arte abstracto.

Quedan cuarenta minutos para que dé comienzo el aterrizaje y estoy empezando a ponerme nerviosa. Me da miedo volar, bueno, más bien pánico, en el vuelo de Madrid a Los Ángeles tuve que pedirle tres chupitos se cualquier botella de alcohol capaz de hacerte olvidar. Viajar al lado de Dylan me transmite cierta seguridad. Él parece tranquilo, no creo que lo estuviera si algo en el avión funcionara de forma incorrecta, pero justo en el momento en el que me decido a abrir el paquete de galletas de chocolate que me regaló Zack justo antes de subir al avión, atravesamos una tormenta y comienzas las turbulencias.

Por megafonía las azafatas ordenan, con mucha calma, que abrochemos los cinturones de seguridad y permanezcamos en nuestro asiento. Decido quitarme los auriculares. Todos los pasajeros siguen las indicaciones sin rechistar. Me giro hacia Dylan para buscar el cinturón y cuando doy con él, me topo con su mirada de vuelta. Sus ojos me sonríen.

—¿Ves como era peligroso el modo avión?

—No ha sido mi culpa —mascullo.

—Yo no he dicho eso —se excusa—. Lo que no entiendo es ¿Quién decide prestarle atención al móvil pudiendo disfrutar de la experiencia que es volar al completo? Puedes estar cuatro horas aislada del mundo. Solo tú, tu música y el cielo.

—No me gusta volar —me limito a decir.

—¿Tienes miedo? —pregunta, con el rostro serio. No sé si detrás vendrá esa típica frase con la que se mofe de mí por tenerle miedo a volar, pero al ver que no respondo, solo pienso, rodea mi brazo por debajo del mío y, sobre el reposabrazos entrelaza su mano con la mía—. No sé si servirá con ayuda, pero en caso de morir, no lo haremos solos.

No me da tiempo a reaccionar. Sin respuesta por mi parte, bajo la cabeza hasta nuestras manos, que permanecen juntas como nunca antes había visto a dos personas. No estoy acostumbrada al contacto físico, la barrera de acero que interpuse el primer día que el monstruo de las pesadillas me puso una mano encima agrupa a todo el mundo. Me dan miedo los abrazos, los besos, las caricias, las muestras de cariño... mi cuerpo se tensa cuando alguien se acerca más de lo normal. He tenido que hacer un esfuerzo inhumano para no desmayarme cuando Agus no se decidía a apartar su mano de mi hombro. Y de repente estoy atada a un desconocido, pero siendo más libre que ninguna otra vez.

Dylan me da un apretón en la mano para captar mi atención y siento la palma de su mano sobre la mía. La fuerza de sus dedos. La fría plata de los anillos sobre mi piel. Su dedo pulgar acariciando en círculos el dorso de mi mano. Las yemas transmitiendo la energía de su cuerpo. El fuego de su interior, que cada vez cubre más terreno.

—¿Todo bien? —pregunta, apretando mi mano una vez más.

—Sí.

Mejor que nunca.

Asiento rápidamente con la cabeza y aparto la mirada.

Durante los minutos que permanecemos en silencio mientras las azafatas dan indicaciones e informan que hemos dejado la tormenta atrás, Dylan y yo permanecemos unidos. La tempestad ha pasado, pero no quiero abandonar el refugio aunque la calma haya llegado a mí. Quiero quedarme aquí hasta que toquemos suelo firme, que sus dedos sigan moviéndose entre los míos manejando la duda, pero agarrando mi mano con seguridad. Espero que no quiera soltarme, todavía no. Es demasiado pronto.

—Dylan ¿me harías un favor? —le digo, tras meditar la decisión en silencio. Él asiente con la cabeza. No parece sorprendido, sino expectante ante lo que sea que quiero pedirle—. ¿Podrías leer unos mensajes por mí?

—¿Por qué no quieres leerlos tú?

Cojo el móvil y se lo doy desbloqueado.

No me suelta la mano, utiliza la otra para agarrar el teléfono.

—Es el primer chat.

Dylan asiente con la cabeza una sola vez y clava sus ojos en la pantalla. Frunce el ceño.

—¿Quién es Tyler?

—¿Siempre eres tan preguntón? —él no responde—. Es un amigo.

—Ya —se limita a decir, irónico.

Devuelve la vista al móvil y observo como se mete en el chat. Hay muchos mensajes, pero no alcanzo a leer ninguno. Mejor. No quiero hacerlo. Me basta con saber si mi vida corre peligro o, de lo contrario, podría aterrizar en Vancouver con la total seguridad de que al poner un pie en tierra firme, él seguirá tan lejos como lo está ahora en mi cabeza.

—Pero ¿Qué cojones? —masculla Dylan, sin levantar la vista del móvil. A los pocos segundos parece haber terminado de leer todo, porque me mira con los ojos muy abiertos—. Esta mierda es denunciable.

—No quiero saber lo que ponen —me apresuro a decir—. Solo dime una cosa ¿Puedo estar tranquila? O... —en mi garganta se forma un nudo que me impide continuar hablando. Tengo que tragar saliva de forma gruesa para poder añadir—: ¿Debería preocuparme?

—¿Desde cuando los amigos parecen enemigos?

—Dylan, responde mi pregunta. Por favor.

—No tiene ningún derecho de hablarte así —dice, con dureza.

—Ni tú de meterte en mi vida.

Dylan resopla por lo bajo y baja la mirada hasta el móvil. Yo también lo hago, pero aparto rápido la mirada. Dylan hace algo en el móvil, pero no siento ningún interés por descubrir de qué se trata.

—Si no te importa hacerme un último favor... Borra ese chat.

—En caso de que esta persona lleve a cabo las amenazas, esto es una prueba. Cualquier policía se mataría por tenerlas en sus manos y llevarle preso —le miro, con el rostro muy serio. Él entiende que debe de hacerlo. Debe borrar los mensajes—. ¿Es tu novio? —pregunta, en un murmuro—. No quiero saberlo por cotilleo, pero si es así... El amor no debería de sonar como lo hacen sus palabras. En el amor no debe de haber muertes.

—Nadie va a morir por amor, Dylan.

En todo caso, él mataría al amor, para así acabar conmigo.

—¿De verdad no quieres saber el contenido de esos mensajes?

—¿De qué me servirá eso? Solo quiero saber si estoy en peligro.

Dylan coge aire profundamente y lo suelta de golpe.

—Si esa persona está lejos no deberías preocuparte, si estuviera cerca estarías en una situación muy complicada.

—Gracias —digo finalmente.

Observo nuestras manos. Siguen unidas, pero ya no lo hacemos con la misma fuerza que antes. Antes de que pueda soltarme, tira de mi mano en busca de mi atención, acerca su boca a mi oído y murmura:

—Lo que hablemos entre nosotros no tiene porqué saberlo nadie. Tu secreto está a salvo conmigo y espero que los míos puedan estar contigo. Pero... será mejor que no le digas a ese cabrón que has pasado parte del vuelo agarrada de la mano de un desconocido.

Siento el corazón reducirse a cenizas. No lo ha quemado, pero está ardiendo. Me hundo en el asiento y clavo la mirada en el respaldo del de delante. La visión se vuelve borrosa ¿Estoy a punto de llorar? No puedo hacerlo. No puede verme así. Y no puedo huir. Ahora mi única escapatoria es salir ilesa de esta situación y para ello tengo que hacer que la culpa que vive en mi interior se difumina cual nube entre la tormenta.

Dylan tiene razón. Si Tyler se entera que estoy en un avión de la mano de un desconocido vendrá a Vancouver nadando, si fuera necesario. Hará lo imposible por verme infeliz. Hará lo que esté en su mano para que vuelva a los brazos que nunca me tuvieron, pero que tuvieron la fuerza suficiente para retener mi alma a su lado. No puedo poner a Dylan en peligro.

—Perdona ¿Te has referido a ti y a mí como nosotros? —inquiero, con el ceño fruncido. Dylan parece desubicado. No le doy tiempo para contestar—. ¿Desde cuándo tú y yo somos... nosotros?

Su mirada se oscurece y muerde su labio inferior con fuerza durante unos segundos. A medida que pasa el tiempo, su labio vuelve a su forma natural, pero algo ha cambiado en él. Su forma de mirar. Esa pequeña sonrisa burlona. La mueca chulesca.

—Nosotros. Tú y yo. El avión. Los pasajeros en OFF. La señora de enfrente. El niño de detrás de mí que lleva dando patadas todo el viaje —aclara, conteniendo una sonrisa chulesca—. ¿Es que en tu cabeza nosotros no es más que la palabra que mejor nos define?

Me libero de su mano.

—Vete a la mierda —mascullo.

—Flequillitos, dame un respiro —está pidiendo a gritos que le tire la botella de agua por encima—. Es cuestión de tiempo que tú y yo dejemos de ser dos desconocidos para ser eso, nosotros

Continue Reading

You'll Also Like

346K 8.5K 46
(F/N) (L/N) is said to be old as Remnant itself, that is if you believe him and look passed his ten-year-old appearance. Truth is, he had his powers...
36.8K 1.1K 189
☆⋆。 Various x Reader [ + more ] °‧★ ♡₊˚ Gender neutral, Male + Female Reader 🎤・₊✧ .𖥔 ݁ ˖ Second person POV [ + more ] ...
2.5K 186 13
I'm a straightforward girl. I see what I like and I take it. It's been the same when I was little and it's still the same now. So when I went out clu...
7.4M 205K 22
It's not everyday that you get asked by a multi-billionaire man to marry his son. One day when Abrielle Caldwell was having the worst day of her life...