Una Noche Sin Luna ✅

By MJ-Frost

3.5K 443 67

|| C O M P L E T A || Cuando menos lo esperas, el destino te puede traer sorpresas a tu vida. Sorpresas que... More

Prólogo
Adelanto
Último adelanto
Especial: un 27 de septiembre del 2022...
01 | Fragancia de pizza al choque
02 | No me llames chica salsa, por favor
03 | Eros se cree Buzz Lightyear
04 | Sí, no soy la «gran» Diane Reynolds
05 | Una tarde de chicas
06 | Un choque con el mesero cogote golpeado resulta mal... otra vez
07 | El ¿infierno? que es la casa Jackson
08 | Creme De La Chips
10 | Soy una doble moral, lo reconozco y lo acepto, ¿Vale?
11 | Unos dejan su marca en deportes, yo la dejo en química avanzada
12 | Eroscito y Didi
13 | Una extraña frase hawaiana que no debo olvidar
14 | Cuatro letras, mucha atención, muerte a Eros
15 | Una imprudente acción
16 | Felicitenme, que me he graduado de la prepa
17 | Los hermanos Jackson
18 | I was Enchanted to meet you...
19 | La nicna de nueva Andalucía
20 | Nervios
21 | Eroscito y Didi: el regreso
22 | ¡Corre, chica salsa, corre!
23 | Pisaste la línea, ¿Cómo te va?
24 | Entre temprano y tarde, prefiero que sea nunca
25 | Beso, beso, mosquito, ¡Plap!
26 | Cumpleaños feliz, me deseo yo a mí
27 | Fiesta, piscina, alcohol y Taylor Swift
28 | Eros no está siendo Eros
29 | Quedarse de palo en el momento menos oportuno es mi especialidad
30 | Baloo, ¿Dónde rayos aprendiste a...?
31 | Cita
32 | Gelato rico con amigos se torna no tan rico después
33 | I hate accidents except when we went from friends to this
34 | El «Eroscito» cobra sentido
35 | Olvidar las cosas a veces no está mal, eh
36 | ¿Quién eres? Intenta no morir buscando la respuesta
37 | Llorar no es malo, es algo que debemos aprender
38 | La historia romántica de Louis Reynolds y Dalia Blake
39 | ¿Celosa, Reynolds?
40 | Ella... ella no es ella. Ella es un... oh
41 | I was Enchanted to meet you...
Epílogo
Agradecimientos
Curiosidades + Fotitos de los personajes
¡¡ANUNCIO SÚPER DUPER IMPORTANTE!!
Extra I

09 | Mi vida sería mejor si fuera la de Baloo

42 7 3
By MJ-Frost

—Metiste la pata, Diane Margaret.

Observo con una mueca como Eros sigue su camino, dudando en si llamarlo para que volviera. Luego ví hacia mí calle, otra vez a Eros que se alejaba poco a poco cabizbajo.

Tenía un debate interno. Una parte de mí decía «¡Ve por él!» la otra, más temerosa de que me regañen por haberme pasado de la hora gritaba acobardada «¡Solo regresa a casa, por favor!»

Y quería hacerle caso a ambas, arreglar mi metida de pata con Eros y estar bien, pero... ¿Por qué quería estar bien con él? No somos amigos y apenas le conozco. Somos literalmente polos opuestos, mientras yo quiero que las cosas sean de una manera, o vayan de alguna forma, él ni siquiera sabía cómo querían que fueran, he incluso que no podría ni hacerlas.

Y es que, ¿Era culpa mía que yo sí tenía una vida planeada y un futuro prometedor?

Mientras que él... ¿Qué? ¿Pasaría su vida pintando y trabajando como un mesero torpe en una pizzería?

Al menos yo sí sabía lo que quería hacer con mi vida. Perdón si él no.

Con esa perspectiva, me di la vuelta y entré a mi calle. Aún me sabía un poco mal el tono que usé con él, sin embargo... ¡Eros se lo buscó! Hacer esa broma fue entrometido, ¡No soy una maniática! ¿Vale? Solo soy estudiosa, ya, es todo.

Me acerqué a paso lento hacia mi casa, sintiendo las palmas de las manos sobre los manubrios sudar un poco. Antes de entrar, miré la hora en mi móvil. Apenas eran las 08:43 pm, no había razón para que mamá me regañara por llegar tarde, si he llegado diecisiete minutos antes.

Guardé mi bicicleta en el cobertizo y subí la escalinata de la entrada, tomé la llave que dejamos papá y yo bajo la maceta y, antes de entrar, despedí un suspiro.

—¡Ya llegué! —anuncié abriendo la puerta y cerrándola con cuidado.

De inmediato, los ladridos de Baloo resonaron por la casa, no pasaron ni diez segundos de que entré cuándo ya mi peludo amigo me estaba saltando encima.

—Hola, amigo —saludé con un tono agudo, acariciando detrás de sus orejas.

Su respuesta fueron ladridos y movimientos de su peluda cola, sus ojos de distintos colores brillaban de emoción al verme.

—¿Me extrañaste? —Baloo ladró—. Claro que me extrañaste, claro que sí.

Papá se asomó desde el inicio del pasillo y me sonrió.

—Oh, hola, Didi. Al fin llegas.

Dejé de darle caricias a Baloo y me acerqué a él para darle un abrazo. Olía a café y donas y un olor parecido a papeles. Papá trabaja en una oficina en el centro como asesor de ventas, a veces le va bien, a veces le va mal. Todo depende del mercado, pero a papá le gusta, por... alguna razón que no entiendo.

Antes de romper el abrazo, dejó un beso sobre mi cabeza. Mis padres siempre han tenido una manía de darme besos en la coronilla de la cabeza, otra cosa que no entiendo.

—Que bien que llegas, tu cena está servida.

Lo seguí hasta la mesa donde ví mi comida tapada frente a la silla donde siempre me siento. Escaneé la sala y la cocina en busca de mamá. No la encontré en ningún lado.

—Calma, tu mamá se está dando una ducha —me había dicho papá cuando notó que la buscaba como loca.

Debo decir que eso me relajó.

Dejé mi bolso, que antes había tomado de la canastilla de mi bicicleta, colgado a un lado de mi asiento. Cuando destapé mi cena, sonreí inhalando el delicioso aroma de espaguetis con albóndigas. La especialidad de papá.

No es que él sea un cocinero experto, algunas comidas le salen bien y otras no tanto, pero lo que jamás le podría salir mal es su perfecto espaguetis con albóndigas. La sazón que le da a la carne es tan única que cuando das un bocado, es inevitable no soltar un suspiro placentero.

Yo podría vivir mi vida comiendo de esto.

—Por favor, papá, nunca pierdas tu don de cocinar esto —le dije, viéndolo sentarse en su silla a mi lado derecho.

Papá se rió y desordenó mi cabello.

—Todos me han pedido lo mismo en algún punto de mi vida, trato de no fallarles.

—Sabes que esto te sale de maravilla —di un mordisco a una albóndiga, mis papilas gustativas disfrutaron el sabor—. No dejes de cocinar esto, Louis.

—Es «papá» para ti, señorita —me reprendió con un tono bromista.

A veces me gusta molestarlo llamándolo por su nombre y papá siempre me tiene la misma respuesta con ese tono divertido. Nos gusta molestarnos y hacernos bromas a tal punto que a veces mamá nos pide que nos comportemos. Y aunque ella se molesta, su enfado no dura tanto cuando papá la suma a la guerra de bromas.

Aún recuerdo aquel verano de cuando tenía trece años, no habíamos podio ir a ningún lugar de vacaciones porque las ventas de papá no habían ido muy bien y mamá estaba buscando un lugar nuevo dónde trabajar luego de algunos problemas en el anterior. La mayor parte del verano traté de mantener los ánimos y esperanzas de que podríamos ir a algún sitio, pero cuando llegamos a los mediados y no me habían dicho nada, me deprimí bastante. Las vacaciones son nuestro momento en familia y no tener eso por primera vez resultó difícil para una Diane de trece años.

Hasta que papá llegó una noche con pistolas de dardos de plástico haciendo una propuesta: jugaríamos un caza la bandera, (que resultó ser un vestido de pijama viejo de mamá) y el que gane, podría ponerle un castigo a los dos perdedores.

Fue lo mejor que pasó ese verano. Y cada noche era un juego diferente, siempre esperaba el momento que llegara papá del trabajo para ver qué nueva locura tenía.

Son tantos momentos lindos y divertidos que comparto con él que bien puedo decir que mi papá es como mi mejor amigo, además de Baloo, y claro, Miguel. Le tengo una gran confianza y es como el intermediario entre la exigencia de mamá y yo. Él es como ese descanso que necesito.

—Sí, claro, Louis —repliqué dando un nuevo bocado.

Papá nada más se rió meneando la cabeza.

Estaba terminando de comer cuando escucho los pasos de mamá bajar la escalera, iba con su pijama, el largo pelo castaño oscuro recogido en una coleta en lo alto de su cabeza y, como siempre, la mirada fija en la pantalla de su móvil con los lentes sobre el puente de la nariz.

—Hola, mamá —saludé notando que ella iba a ir en dirección a la sala y ni me había dicho un pío.

De inmediato alzó la mirada, fijando sus ojos avellana en mí.

—Ay, Diane, perdón, no te había visto —caminó hasta mí para darme un abrazo por atrás y también dejar un beso en la coronilla de mi cabeza.

¿Ven? Es un fetiche raro de ellos.

—¿Qué tal te fue en casa de este amigo tuyo?

A la mención de la palabra «amigo» no pude evitar bajar la mirada, recordando que le había dicho a Eros que no somos amigos.

—¿Pasó algo, cielo? —me miró con las cejas fruncidas, notando mi cambio de humor.

—No, no pasó nada malo. Tranquila —dejé el tenedor a un lado del plato ya vacío—. Estuvo bien, los niños fueron bastante tranquilos.

—¿Y no que necesitaba tu ayuda con urgencia? —volvió su camino a la sala.

—Es un exagerado, cuando llegué todo estaba bien —alcé un poco la voz para que me escuchara—. Pero igual tuve que quedarme a ayudarlo, eran dos niños de seis años, no creo que haya podido solo con ellos. Y no estuvo mal, me divertí bastante —sonreí recordando el juego de los hulas y el cómo Eros fracasó en el intento de enseñarles a Evolet y Jacob.

En serio que él es muy torpe.

—Me alegro que te hayas divertido, Didi —le devuelvo la sonrisa a mamá—. Ahora, deberías ir y darte una ducha, no querrás dormir toda sudada.

Meneé la cabeza. No, me daba asco, también era incómodo.

—Déjalo, yo iré a lavar los platos —me dijo papá, tomando mi plato vacío y yéndose a la cocina.

Yo fui hacia mí habitación, antes de cerrar la puerta, Baloo se coló por el pequeño espacio y dió un salto a mi cama, haciéndose bolita en la esquina donde suele dormirse.

Suspiré viéndolo, poniendo mis manos sobre mi cintura.

—Que vida tan dura la tuya, eh.

Él solo limitó a menear la cola, como si yo solo le hubiera hecho un cumplido.

Busqué en mi armario algún pijama y también dejé mi bolso colgado en su lugar designado, no sin antes sacar las cosas que tenía dentro. Todo ahí dentro era orden por color y tamaño, o en su defecto: tonalidades. Las prendas que van en gancho siempre tienen que ir así porque si no, cuando la use, serán más arrugas que ropa. Todos mis pantalones están guardados en gavetas en el orden de: largos, cortos, de colores, colores neutros y rasgados. Igual las camisas, están las de manga larga, las de tirantes, los tops. Y con mis zapatos solo van de más grande a más pequeño.

Me había sentido orgullosa cuando llegué a tener ese orden, no me gustaba como lo organizaba mi mamá.

La pijama fue fácil de conseguir ya que tengo un cajón exclusivo para las pijamas. Cuando la tuve en manos, la dejé sobre la cama lejos de Baloo porque al muy malvado le gusta echarse sobre mi ropa.

En cuanto vi sus intenciones antes de irme al baño, lo señalé con mi dedo y entrecerré los ojos en su dirección.

—No, Baloo, ni te atrevas.

Encogido, volvió a echarse en la esquina donde había estado hecho una bolita.

En el baño me tomé mi tiempo. Las duchas de la noche son mis favoritas por varias razones, me relajan, me refrescan y no duermo acalorada, y también se llevan toda la suciedad del día.

Amo las duchas en la noche.

Unos quince minutos después estoy volviendo a mi habitación completamente relajada. Para su suerte, Baloo seguía echado en la esquina de la cama, me siguió con los ojos hasta que me detuve frente a él.

—Privacidad, amigo —fueron todas las palabras que usé para que él bajara de un salto de la cama y saliera a esperar al pasillo.

¿Qué? Es un perro macho, quién sabe lo que puede pasar por su cabeza.

Me vestí con el pijama que había elegido: de pantalones largos y holgados y una camiseta de tirantes azul clara que tiene de estampado el dibujo de una llama. Me había parecido muy tierna cuando la compré.

Mientras desenredaba mi cabello frente al tocador, escuché los chillidos de Baloo y como rasguñaba la puerta.

—Pasa, Baloo —exclamé. De inmediato escuché el sonido del picaporte abrirse, Baloo volvió a brincar a mi cama.

Cuando lo adoptamos, le enseñé un truco que había visto en internet: el de abrir una puerta. No fue fácil, requirió de muchos premios y repintar mi puerta, pero ahora ya no necesito dejar de hacer mis cosas para ir a abrirle cuando él quiere dormitar en mi cuarto.

Me acerqué a la cama, dónde él estaba sentado sobre sus cuartos traseros, jadeando con la lengua afuera.

—Te gusta la comodidad, eh —llevó su cabeza a mi mano, incitandome en darle caricias—. Lo siento, Baloo, tengo tarea que terminar. Tú échate.

Pues que ni dudó en hacerme caso.

Volví a tomar asiento en mi silla frente a mí escritorio, retomando lo que había dejado sin terminar en la tarde. Terminé de delinear las orillas del corazón y pasé a completar la información que le faltaba.

Había vuelto a poner música en mi móvil, iba por la mitad de la oración cuando Wake Me Up de Avicii empezó a sonar. De inmediato mi cerebro pensó en una sola persona: Eros.

—¿Por qué a mí? —murmuré contra mis manos, apoyando mis codos de la superficie del escritorio.

La canción electro seguía sonando y yo volví a pensar en el acontecimiento de hace rato. ¿Por qué tenía que empezar a reproducirse música electrónica en estos momentos? ¡No me hace sentir bien!

Destapé mi rostro y suspiré.

—Es solo música, Diane, solo música. Sigue con tu tarea.

Pero para mí mala suerte, no pude seguir con mi tarea.

Intenté, en serio que intenté seguir escribiendo, es solo que no podía. Me salía mal o escribía lo que no era. Mi mente estaba distraída pensando en lo mala que fui con Eros.

Me repetí muchas veces que él se lo había buscado por confianzudo, con todo y eso, no me convencía de ello. No pude concentrarme, dejé para terminar mañana mi tarea porque si no solo arruinaría más la hoja.

Me eché en la cama y Baloo vino a acurrucarse a mi lado. Su hocico apoyado de mi hombro y sus bonitos ojos pidiendo mimos en silencio.

—Tú no crees que soy una maniática de mis estudios, ¿Verdad?

Claramente no recibí respuestas.

Me quedé un largo rato en mi cama acariciando la cabeza de Baloo, pensando en tantas cosas y a la vez en ninguna. ¿Y qué tal si... Eros en verdad tiene razón? ¿Realmente soy una maniática con respecto a mis estudios? Sí, me gusta ser responsable, tener todo hecho y pulcro, también puede ser que cuando de trabajos escolares en grupo se trata me vuelvo un poco controladora, ¡Pero es por conseguir una nota buena para mí equipo!

Aunque eso no es una excusa para que a veces también sea un poco mala...

No, no, yo no puedo ser así, ¡Soy... responsable! Estudiosa... Me gusta... me gusta el orden y que todo quede perfecto...

Ay, sí soy una maniática.

Doy un suspiro al aire y veo a Baloo, ya había caído en su sueño canino profundo. Y en serio que es profundo, una vez incluso creí que se había muerto.

—Necesito enmendar las cosas, ¿Verdad? —Baloo no me respondió por estar dormido—. Sí, debo hacerlo, pero... ¿Cómo? —sin respuesta—. ¿Lo llamo? ¿Le escribo?

Mi perro despidió una respiración por el hocico, como si quisiera decirme «solo haz lo que quieras y ya, no me importa»

—Que gran apoyo, Baloo.

Ni un pío.

Bueno, ya esto no es normal.

Tras pensarlo un largo, pero muy largo rato, me decidí por escribirle a Eros. Alcancé mi teléfono que había dejado en mi mesita de noche y busqué su número, lo registré como «Mesero cogote golpeado» antes de escribirle.

¡Hola!

Muy original, lo sé.

Esperé, esperé y esperé. Mi mensaje le había llegado, más no lo había visto, me indignó un poco ya que en su chat ponía el «en línea». ¿Me estaba ignorando?

—Pero que rencoroso —murmuré para mí.

Quería pedirle perdón y él me ignoraba, genial.

Me molesté, luego me di una bofetada mental porque está en todas sus razones de molestarse. Entonces volví a sentirme mal.

Estuve a punto de escribirle un extenso mensaje pidiéndole perdón cuando el toque en mi puerta me hizo desviar la mirada hacia allá. Mamá y papá se asomaban en el umbral.

—Hola —les sonreí desde mi posición.

Ambos se rieron suavemente.

—Nos iremos a dormir, cualquier ruido extraño que oigas nos avisas, ¿Vale?

—Vale, está bien. Descansen.

—Descansa, cielo —dijo mamá, dándome un guiño de ojo divertido.

—Duerme bonito, Didi —papá en cambio hizo como si me apuntara y disparara.

Fingí como si una bala imaginaria me hubiera dado.

—Adiós —les dije antes de que saliera de mi habitación.

Cuando volví a ver la pantalla, seguía sin tener respuesta de Eros, su última conexión era de hace dos minutos.

Me he ganado la ley del hielo del mesero cogote golpeado.

-

—¿A quién buscas, Didi? —me preguntó Zharick con las cejas castañas pelirrojas fruncidas.

Dejé de mirar el pasillo para ver a mi mejor amiga, sus ojos verdes, un par de tonos más claros que los míos, me observan con curiosidad.

—A nadie.

—Por favor, Diane, te conozco, eres muy obvia.

Que a ella nunca podré mentirle.

—La lié ayer con Eros —su ceño vuelve a fruncirse—. Le dije algo muy malo, me siento mal por haberlo tratado así, quiero enmendar las cosas.

—¿Pero qué le dijiste?

Le relaté a Zharick lo que pasó ayer cuando Eros me acompañó hacia mi casa, su expresión en un inicio reflejaba emoción y luego, cuando llegué a la parte donde le dije a Eros que no éramos amigos, su cara cambió a un «Te voy a dar un guantazo»

Y es que me lo merezco.

—Eres imbécil, Diane.

—Lo sé, y de verdad que me siento mal. Por eso lo estoy buscando, quiero pedirle perdón.

—Bueno... esta puede ser tu oportunidad —informó, viendo detrás de mí.

Giré la cabeza, Eros venía por el pasillo en compañía de su amigo el rubio, Christopher, vaya, primera vez que lo veo por los pasillo, que raro. Cómo siempre, Eros con su característica sonrisa simpática que le hace ver los hoyuelos.

Miré a Zharick, que parecía estar desinteresada, pero conocerla de años me hizo aprender detalles pequeños en ella: apretaba su puño a un costado y las alas de su nariz tenían ligeros movimientos. Ver a Christopher la puso nerviosa.

—¿Todo bien? —cuestioné.

Asintió aún viendo a dónde Eros y su amigo.

—Sí, todo bien. Soluciona tu problema con Jackson.

Aún medio dudosa, lo llamé:

—¡Hey, Eros!

Sus ojos pasaron a verme, le regalé una sonrisa en conjunto con una sacudida de mi mano. La suya se volvió más pequeña y como respuesta solo me dió un asentimiento con la cabeza, ¡Solo eso!

Estaba indignada.

—La cosa está grave —comentó Zharick.

No había que dudarlo, estoy segura que ahora debe de odiarme. No quería ganarme su odio, solo quería... alejarlo un poco. Su personalidad grita a los cuatro vientos «¡Extrovertido hasta por los poros!» mientras que yo... sí, puedo ser conversadora, animada y claro, me invento unas cosas que una vez casi nos llevan a la comisaría con unos amigos, pero solo es con mi gente de confianza, cuando se trata de alguien nuevo soy bastante reservada hasta que estoy cómoda. Eros no, él está cómodo con todo el mundo, hace amigos con facilidad y le encanta la atención.

Yo no soy así.

Pero ahora... me supo mal solo recibir su indiferencia. Quería alejarlo y dejarlo solo como un compañero de instituto amable, no que fuera un compañero de instituto que pasa de mí.

—Tienes que disculparte, Diane —Zharick pone su mano en mi hombro, haciendo que deje de ver el camino por el que Eros se fue—. Sí fuiste dura con él, Eros solo a intentado ser amable contigo. No merece algo así.

—Lo sé, prometo solucionarlo.

Ella me regaló una sonrisa, dando un suave apretón a mi hombro.

—Venga, es hora de clases. Ya podrás pensar luego una manera de arreglar las cosas.

Asentí a sus palabras, siguiéndola a nuestra clase de sociología.

En todo el camino, lo único que pude hacer fue reprocharme una y otra vez. Eros me odia, ¡Y tiene todos los motivos para hacerlo! Incluso yo me estoy empezando a odiar un poco.

Cuando la clase empezó, hice todo lo posible por prestar atención, lo hice solo en las partes importantes de la explicación que daba la maestra, de resto, mi mente estaba divagando.

Así pasó en todas las clases restantes de ese día, simplemente no podía prestar la atención necesaria a las palabras de mis profesores. Incluso me llevé un regaño del profesor de idiomas por haberle respondido con un «sí, sí, lo que sea» a su orden de pararme al frente y leer un párrafo de un periódico en francés.

Desde hace tanto no recibía un regaño.

Para cuándo sonó la última campana del día, estaba tan aliviada de que las clases hayan terminado por hoy. Ya mi cerebro no estaba funcionando bien.

En los pasillos me choqué con muchos estudiantes, lo que solo me hizo sentir de mal humor. Hoy no estaba siendo mi día. En la entrada esperé a papá, pero nunca llegó.

Tuve que irme caminando a casa, sola porque a Zharick la había ido a recoger su papá a su hora de salida, que habían sido diez míseros minutos antes que yo.

Cuando llegué a casa, solo dejé mi mochila sobre la mesa y me tiré en el sofá, Baloo se subió a mi espalda y empezó a olisquearme y lamer detrás de mí oreja, causandome algunas risas.

—Tú siempre sabrás cómo animarme —le dije contra la almohada.

—¡Guau, guau! —ladró volviendo al suelo, apoyándose de sus patitas delanteras de la orilla del sofá.

Acaricié su cabeza.

—¿Qué tal un paseo? —jadeó—. Venga, nos hará bien a los dos.

Busqué su paseador, las bolsas plásticas que siempre llevo conmigo por si me toca recoger sus regalitos y también su pelota favorita. Saqué de mi mochila todos las cosas escolares y guardé las de mi perro.

—Vamos —anuncié, poniéndole el paseador antes de salir de casa.

Yendo al parque le escribí a mis papás que estaría paseando a Baloo por el trayecto de siempre mientras que él iba oliendo todo a su alrededor, arrastrándome consigo con su fuerza canina. Luego de recibir los «okey y vale» de mis papás, conecté mis auriculares y escuchando Happy de Pharrell Williams seguí el camino con Baloo.

Desde que ví la película de Mi Villano Favorito esta canción siempre me pareció perfecta para los paseos con mi perro. Además de que logra subirme un poco los ánimos. En su ritmo animado y tararear la letra es lo único en que me concentro en toda la trayectoria. El camino al parque Joan Lorentz es un poco largo, pero cuando tienes a una mascota que le encanta pasear, no le va a molestar caminar toda esa distancia.

Fueron unos quince minutos que tardamos en llegar, Baloo ya estaba menando la cola con emoción cuando vio el gran campo verde donde siempre jugamos. Visualicé a algunos cachorros que se habían hecho amigos de mi mascota, también a sus dueños con los que puedo decir que mantengo una amistad amena.

—¡Guau, guau, guau! —acto seguido, empezó a dar brincos y giros que terminaron por hacerlo caer a causa del paseador.

Me reí viéndolo levantarse, algo en plan «No a pasado nada, nadie me vio»

—Yo te vi, Baloo, yo te ví.

Solo me ladra, un claro ladrido que pide que le suelte el paseador.

Estuve a punto de hacerlo, cuando un escándalo me hizo levantar la mirada otra vez. Eran muchos ladridos de perros y gritos de una persona. Busqué por todas partes la fuente de tal desastre, por el gran campo verde iba yendo de un lado a otro una camada de al menos ocho perros, todos de distintos tamaños y colores, consigo venían arrastrando a un pobre chico que pedía a gritos que se detuvieran.

Un segundo... Entrecerré los ojos para enfocar mejor mi vista.

—¿Eros? —dije en voz alta cuando reconocí aquella melena color chocolate y expresión de desespero.

—¡Alto, alto! ¡Paren! ¡No, no, los matorrales no! —gritaba el pobre chico que no podía con la fuerza de tantos perros.

¿Cómo es que se metió en esta situación?

—¡Guau, guau! —Ladró Baloo al ver a tantos perros, no sé si emocionado de jugar o buscando una bronca. Me quedo con la primera opción.

Por unos segundos solo soy capaz de quedarme viendo con la cabeza ladeada y mi mayor expresión de confusión como Eros intenta poner control en la manada, fallando en todos sus intentos. No lo veían como un líder, si no más bien un juguete arrastrable. No tardé en deducir quién había iniciado el motín: el San Bernardo, ese sí era el líder.

Baloo volvió a ladrar a mis pies, desesperado por ir a jugar. Creí que ese momento del día podría irme bien, pero pues resultó que si me va mal en un momento, me tiene que ir mal el resto del día.

Baloo se había hartado de esperar por mí, como yo estaba distraída viendo la situación en la que se había metido el mesero cogote golpeado, mi perro aprovechó el agarre flojo en mi extremo de su paseador para salir corriendo.

¡En dirección a ese montón de perrotes!

—¡Baloo, no! —grité yendo tras él. En comparación con esos perros, Baloo no es más que una pulga peluda—. ¡Vuelve aquí, perro malo!

¡Lo harían papilla!

—¡¡Baloo!! —grité con toda mi aguda voz. Ni me hizo caso, siguió corriendo hacia la camada hasta que, en el último momento, dió un giro y se fue hacia el campo a jugar, todos los perros que Eros sostenía también salieron de su agarre, haciéndolo trastabillar.

Yo no me había podido detener, estaba usando todas mis fuerzas para alcanzar a Baloo que no pude hacer la misma vuelta que él.

—¡Cuidado, Eros!

—¿Eh? ¡¡¡Aaahhh!!!

Terminamos chocando, otra vez. ¿Es que acaso así se dan las cosas entre nosotros?

—Auch... —mascullamos al mismo tiempo.

Odio este día, lo odio con todo lo que soy.

Mi corazón palpita acelerado por la carrera que me a hecho hacer el desgraciado de mi perro. También escucho la respiración agitada y los latidos de Eros ya que había caído encima suyo, lo que le debió generar más dolor a él, a mí solo me dolía el impacto.

—En serio tenemos que dejar de hacer esto —dije sin aliento.

—Ah... —suspiró pesado—. No, Dios...

Cómo pude me levanté y le tendí la mano para ayudarlo, Eros estaba todo sudado y ahora con algo de pasto encima, su rostro de matiz rojiza por el cansancio, sobre su cabeza lleva una gorra de Angelo's.

—¿Estás bien? —me preguntó, solo que después frunció el ceño—. Espera, no me digas. Por supuesto que estás bien, caíste sobre mí, quién debería preguntarme si estoy bien, eres tú a mí.

—¿Estás bien?

Largó un suspiro.

—Sí, solo me duele un poco la costilla, de resto estoy bien.

—Me alegra...

Silencio incómodo.

Los perros de su camada y el mío estaban jugando muy tranquilamente en el campo. Sorprendentemente, Baloo se había hecho amigo del San Bernardo.

—Debo de devolver a los perros, nos vemos, Diane.

—Espera, Eros —le atrapé la muñeca antes de que se alejara—. Mira, quiero... disculparme contigo por lo de ayer. No debí hablar así, tampoco decirte eso —miré el agarre de mi mano a su muñeca, ni siquiera la rodea por completo—. Tienes razón, quizá soy un poco... maniática y controladora. Debo trabajar en ello. El punto es que... perdón por hablarte mal —alcé la mirada, su expresión era neutra—, no quise decir que no somos amigos, Eros.

—¿Entonces...?

Suspiré.

—Somos amigos, mesero cogote golpeado.

Una sonrisa apareció en su rostro.

—Estás perdonada, chica salsa —mi remordimiento de conciencia desapareció al escuchar esas palabras—. Ahora que haz dicho que somos amigos, ¿Sí puedo llamarte «Didi»?

Mi expresión se enserió. Le solté la muñeca.

—No.

Eros se encogió de hombros.

—Tenía que intentarlo.

Meneé la cabeza y puse los ojos en blanco, él solo se rió. Puede que después de todo me lleve bien con Eros.

—Y vine por mi pizza también, espero no terminar en un baño de salsa de tomate otra vez.

Eso le sacó una fuerte carcajada.

—Esperamos lo mismo, chica salsa. Esperamos lo mismo —se limpió una lágrima falsa—. Ahora, venga, sé una buena amiga y ayúdame a mandar una camada de perros.

Le di un golpe en el brazo, siguiéndolo hacia el campo donde juegan los animales.

Sí, no me llevaría tan mal con ese chico.

————————————

Nota de las autoras:

¿Qué es esto? ¿Doble actualización en una misma semana? Pues sí, que ya venía siendo hora de tener una de estas.

Además, había que mostrar la siguiente parte del capítulo ocho.

Nos a gustado este capítulo, el momento bastante peculiar dónde estos dos, (más que todo Diane) se empeñan en tener una amistad. ¿Será este el inicio de algo? Solo hay que esperar.

¿Qué opinan del capítulo? ¿Les a gustado? Los estaremos leyendo <3.

Cómo no hay mucho que decir, salvo el que esperamos que hayan disfrutado la lectura, nos retiramos para volver la próxima semana. ¿Un spoiler del siguiente capítulo? Aparece nuestro rubio leonado favorito.

¡Nos vemos!

Besos y abrazos en la cola con choques, camadas de perros y tropezones de Baloo por el paseador.

MJ.
~Jai.

Continue Reading

You'll Also Like

925K 56K 44
Paris Smith siempre ha sido una chica soñadora, talentosa, amante de todo lo que tuviera que ver con la astronomía: las estrellas, los planetas, las...
488K 57.8K 73
Meredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A...
1.4M 109K 127
"¿Quieres Guerra? Tendrás guerra." "¡Esto Es Guerra!" Lo que no sabías de las locuras de todos los Deltas, incluidas las chillonas de las Kappa y los...
11.2K 1.6K 17
"A veces los mas afortunados mueren primero" Tras haber cometido un inmenso error, Dahlia ahora tendrá que enmendarlo con la ayuda de Edric pero no s...