CONTRAATAQUE ━━ pablo gavi

By mxrcem

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¡ 🔵🔴CONTRAATAQUE 𓂃 ะ
━━━━ ¿quién es ainhoa luján?
↬área gráfica
oo. social media
oi. capítulo uno
oii. capítulo dos
oiii. capítulo tres
ov. capítulo cinco
ovi. social media
ovii. capítulo siete
oviii. social media
oix. capítulo nueve
ox. capítulo diez
oxi. capítulo once
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oxiii. capítulo trece
oxiv. capítulo catorce
oxv. social media
oxvi. capítulo dieciséis
oxvii. capítulo diecisiete
xxviii. capítulo dieciocho
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xxiii. capítulo veintitrés
xxiv. social media
xxv. capítulo veinticinco
xxvi. capítulo veintiséis
xxvii. capítulo veintisiete
xxviii. capítulo veintiocho
xxix. capítulo veintinueve
xxx. social media
» etra: la estrategia equivocada
» extra: feliz sant jordi

oiv. capítulo cuatro

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By mxrcem



La frustración invadió a Fer al darse cuenta de que había dejado escapar la oportunidad de confesarle sus sentimientos a Ainhoa. ¿Volvería a tener una ocasión tan perfecta como esa? Se le ocurrió entonces un plan para alargar el tiempo que estarían juntos.

―Oye, Noa―le propuso con una sonrisa forzada―. ¿Te apetece ir a mi casa? Pedri ya habrá regresado de su entrenamiento y estará encantado de verte.

Ainhoa sonrió con entusiasmo. Le fascinaba la idea de pasar la tarde con su mejor amigo. El mundial de Qatar les había robado mucho tiempo juntos en los últimos meses. Además, le atraía la posibilidad de estar más cerca de Fer, aunque no tuviera claro qué sentía por él.

―Claro, me parece estupendo―respondió―. Vamos a tu casa.

Fer sintió un alivio al escuchar su respuesta y se apresuró a saldar la cuenta del café. Salieron del local y caminaron hacia su coche, intercambiando comentarios banales, pero con una corriente eléctrica que vibraba entre ellos. Ambos eran conscientes de que en la cafetería habían dejado algo más que el dinero: una conversación inconclusa que los atormentaba.

Al llegar a la casa de Fer, este le abrió la puerta con una sonrisa y la invitó a entrar. Ainhoa cruzó el umbral y se quedó petrificada al ver quiénes ocupaban el salón. Allí estaban, junto a Pedri, sobre el sofá, Gavi, Eric García y la tal Gaia con la que Ainhoa casi se lía a tortas en la fiesta. Los tres la miraron con la misma sorpresa que ella.

Ainhoa no sabía a cuál odiaba más. Si a la hermanita del machista de Piqué, que era una engreída y una vergüenza para las mujeres. García, un donjuán sin escrúpulos ni respeto. O el arrogante de Gavi, que esa misma mañana había tenido el descaro de pedirle una disculpa por un lío que él había provocado.

El sonido de los narradores del Fifa le taladró los oídos. Había bolsas de patatas vacías sobre la mesa y mandos de consola enchufados al televisor.

―Fer, Ainhoa―los saludó Pedri con una sonrisa forzada, levantándose de un salto―. Qué alegría que vinieras, Noa.

―Sí―replicó ella con sequedad―. La alegría es toda mía.

Luego fulminó con la mirada a los demás. Gaia le devolvió una sonrisa burlona.

―Vaya, Ainhoa, qué sorpresa verte por aquí. Pensaba que estarías ocupada dando lecciones de moral y ética a los pobres ignorantes que no piensan como tú.

Ainhoa sintió un torrente de rabia y de humillación al escuchar esas palabras. Quería escapar de allí, pero no iba a darle el placer a esa petarda de verla huir. Así que se armó de valor y le respondió con ironía.

―Qué ingeniosa eres, minion. ¿No te cansas de soltar sandeces? ¿O es que te aburres tanto con estos dos que necesitas provocarme para entretenerte?―preguntó, señalando con desdén a Gavi y Eric.

Los dos aludidos se tensaron y miraron a Pedri, esperando su reacción. Este se quedó helado, sin saber qué hacer. Por un lado, quería defender a Ainhoa, que era la invitada de su hermano y su amiga. Por otro lado, no quería enfadar a sus compañeros de equipo, con los que tenía que convivir y trabajar. Se mordió el labio, buscando una forma de apaciguar los ánimos.

―Vamos, chicas, no os peleéis―dijo con voz conciliadora―. No hay motivo para discutir. Estamos aquí para pasar un buen rato, ¿no?

―Claro que sí, Pedro―dijo Gaia con falsa dulzura―. Pero es que tu amiguita parece que no entiende el concepto de diversión. Siempre está tan amargada y tan enfadada con el mundo…

―No estoy amargada ni enfadada―replicó Ainhoa con firmeza―. Estoy indignada y harta de aguantar las tonterías de gente como tú, que se cree superior a los demás por tener dinero o fama o un apellido conocido. Y más cuando se trata de un apellido manchado y corrupto.

―No tengo la culpa de ser tan popular, guapa―espetó Gaia, levantándose del sofá y acercándose a Ainhoa con actitud desafiante―. Además, ¿tú qué sabes de mí? ¿Qué sabes de mi familia o de mis problemas? ¿Qué sabes de lo que he tenido que pasar para llegar hasta aquí?

―No me interesa saber nada de ti―contestó Ainhoa, sin retroceder ni un milímetro―. Solo sé que eres una nepobaby y una aprovechada que consigue trabajo gracias a los contactos del misógino de tu hermano.

Las dos chicas se quedaron mirándose fijamente, como dos leonas dispuestas a saltarse a la yugular. Pedri, Gavi y Eric se pusieron en medio, tratando de separarlas.

―¡Basta ya!―gritó Pedri―. ¡Esto es una locura! ¡No podemos seguir así!

―Tienes razón, Pedri―afirmó Gavi con voz serena, pero con cierta amargura en su tono―. Esto no tiene caso. Lo mejor será que nos marchemos y dejemos a Fer y a Noa terminar su cita en paz.

―Sí, mejor nos vamos―dijo García, cogiendo su chaqueta y su móvil―. Esto se ha puesto muy feo.

Gaia los miró con incredulidad y luego volvió a mirar a Ainhoa con odio.

―¿Por qué tenemos que marcharnos nosotros?―inquirió indignada―. Fuimos los primeros en llegar aquí. Que se largue ella si tanto le incomoda nuestra presencia.

―No me lo tienes que pedir dos veces ―dijo Ainhoa con desprecio ―. Me voy encantada de dejaros solos en vuestra burbuja de superficialidad e hipocresía.

Dio media vuelta en dirección a la puerta, dispuesta a dejar atrás aquella situación tan incómoda y humillante. Pero antes de que pudiera hacerlo, Fer la detuvo y le dijo con voz suave:

―Noa, no te vayas. No tienes por qué irte.

Ella lo miró con sorpresa y confusión.

―Fer, déjame ir. No quiero estar aquí. No quiero estar con ellos

―Por favor. Estoy seguro de que todos podemos pasar un buen rato si nos proponemos dejar de lado nuestras diferencias. Ya somos mayorcitos, ¿no? Podemos ser civilizados y respetuosos.

―Fer, no me pidas eso. Es imposible que pueda pasar más de cinco minutos con ellos después de todo lo que me han hecho y me han dicho. No puedo soportarlos ―replicó con frustración.

―Noa, te lo pido por favor. Quédate conmigo. Quédate con nosotros. Os invito a todos a quedarse toda la tarde para cenar y pasar tiempo juntos. Podemos jugar al Fifa, o ver una película, o lo que queráis. Lo importante es que nos divirtamos y nos conozcamos mejor

Ainhoa lo miró con incredulidad. ¿Estaba hablando en serio? ¿De verdad quería que se quedara toda la tarde con aquella panda de impresentables? ¿No se daba cuenta de que era una idea terrible?

Pero antes de que pudiera decir nada, Gavi intervino con voz sensata:

―Fer, creo que no es una buena idea. No creo que sea el mejor momento para intentar una convivencia forzada entre personas que claramente no se soportan. Creo que lo mejor será que nos vayamos y dejemos que tú y Noa habléis tranquilamente. Quizás otro día podamos intentarlo de nuevo, cuando las cosas se hayan calmado.

Ainhoa lo observó asombrada de que por una vez coincidieran en algo.

―No hay que esperar a otro día. Hoy es el día perfecto para intentarlo. Estamos todos aquí, tenemos tiempo libre, tenemos comida y bebida, tenemos entretenimiento. ¿Qué más se puede pedir? ―insistió Fer con ilusión.

―Tío, no seas cabezota. No puedes obligarnos a quedarnos si no queremos. Y creo que ninguno de nosotros quiere quedarse. Ni siquiera Noa, que ya te ha dicho que se quiere ir.

―No os estoy obligando a nada, Gavi. Solo os estoy invitando a pasar un buen rato conmigo y con mi hermano. Y estoy seguro de que ella también quiere quedarse, ¿verdad, Noa? ―Fer le lanzó otra vez una mirada suplicante.

Ainhoa se sintió atrapada entre la espada y la pared. Una parte de ella quería irse de allí lo antes posible y olvidarse de todo aquello. Pero la otra, no quería decepcionar a Fer, que era su amigo y que parecía tener buenas intenciones. Se mordió el labio, buscando una forma de salir de aquel dilema.

―Fer, yo… ―balbuceó, sin saber qué decir.

―Venga, Noa, di que sí. Di que te quedas con nosotros. Di que quieres pasar un buen rato conmigo y con mis amigos.

Ainhoa lo miró a los ojos y vio el cariño y la esperanza en ellos. Sintió un nudo en la garganta y unas ganas locas de abrazarlo. Pero se contuvo y le dijo con voz temblorosa:

―Yo… está bien. Me quedo.

Fer se alegró al escuchar su respuesta y la abrazó con fuerza.

―¡Gracias, Noa! ¡Eres la mejor! ¡Vas a ver cómo nos lo vamos a pasar genial! ―exclamó con entusiasmo.

Luego se dirigió a los demás con una sonrisa triunfal.

―¿Lo veis? Noa se queda. Así que vosotros también os quedáis. Vamos, no pongáis esa cara. Será divertido. Os lo prometo.

Gaia, Gavi y Eric se miraron entre ellos con resignación y asintieron con la cabeza.

―Está bien―dijeron al unísono.

Fer les dio las gracias y los invitó a sentarse en el sofá. Luego fue a la cocina a preparar algo de comer y de beber para todos. Ainhoa se quedó allí, rodeada de gente que la odiaba y que ella odiaba. Se preguntó si había hecho lo correcto al quedarse o si había cometido un grave error.

A pesar del mal comienzo, la tarde fue mejorando con el paso de las horas. Todos pusieron de su parte para pasarlo bien y dejar de lado sus preocupaciones. Se entretuvieron con el Fifa, se rieron con una película de comedia y se dieron un festín de pizza y refrescos. Ainhoa no pudo evitar fijarse en cómo Gaia y Pedri se lanzaban miradas cómplices, cosa que le fastidió ya que no le hacía gracia que su mejor amigo se liara con una chica tan insoportable como esa. Pero se calló y no hizo ningún comentario, pensando que quizás solo era cosa suya.

En un momento dado, después de la cena, Gaia sugirió que hicieran algo más divertido y les propuso jugar a reto o verdad. A Ainhoa le sonó a juego infantil, pero Fer se mostró entusiasmado con la idea y no tuvo más opción que acceder. Se acomodaron en círculo en el salón y comenzaron a jugar. Al principio, los retos y las verdades fueron sencillos y divertidos, pero poco a poco se fueron haciendo más osados y picantes.

―A ver, Luján, te toca a ti ―dijo Eric con una sonrisa malvada―. ¿Qué prefieres: reto o verdad?

―Reto ―respondió Ainhoa sin dudar.

―Muy bien, muy bien. Me gusta tu valentía ―la felicitó Eric con fingida admiración―. Pues el reto que te pongo es… encerrarte con Gavi en el cuarto de limpieza durante diez minutos ―sentenció con voz triunfal.

Ainhoa bufó con rabia. Estaba segura de que García lo había hecho adrede porque sabía lo mal que se llevaba con Gavi.

―¿Qué? ¿Estás de broma? ―preguntó con incredulidad.

―No, no estoy de broma ―respondió Eric con seriedad―. Es el reto que te he puesto y tienes que cumplirlo. O acaso ¿te vas a echar atrás?

Ainhoa miró a su alrededor y captó las miradas de los demás. Fer la seguía con curiosidad, Pedri con nerviosismo, García con malicia y Gaia con enfado. Al notar el ceño fruncido de esta última, se dio cuenta de que a ella tampoco le agradaba aquel reto. ¿Tanto le molestaba que estuviera a solas con su amiguito?

―No me voy a echar atrás―contestó finalmente con orgullo, desafiando a Gaia con la mirada―. Pero me parece un reto ridículo y sin sentido.

―Pues a mí me parece un reto muy divertido e interesante ―añadió Eric con picardía―. ¿Y tú qué dices, Gavi? ¿Aceptas el reto?

Gavi miró a Ainhoa con desconfianza y luego a Gaia con duda. No le hacía ninguna gracia encerrarse con ella, pero tampoco quería quedar como un cobarde o como un desleal.

―Sí, acepto el reto ―respondió con resignación.

Gaia no pudo contener su disgusto y soltó un resoplido.

―¿En serio? ¿Vas a encerrarte con esa? Pero si no la aguantas. Si siempre te está criticando y molestando.

―Lo sé, lo sé. Pero es el reto que me han puesto y tengo que cumplirlo.

―Pues venga, al cuarto de limpieza los dos ―los apremió Eric con emoción

Los dos se pusieron de pie y caminaron hacia su destino, seguidos por las miradas de los demás.



Ainhoa y Gavi entraron en el cuarto de limpieza y cerraron la puerta tras ellos. Era un espacio diminuto y sombrío, lleno de escobas, fregonas, cubos y productos de limpieza. No había ventanas ni muebles. Solo una bombilla titilante colgando del techo que iluminaba tenuemente el lugar. El aire estaba viciado de polvo y olía a lejía. Sentían el frío del suelo de cemento bajo sus pies.

―Bueno, pues aquí estamos ―dijo Gavi con sarcasmo, dejando caer su chaqueta en el suelo como si fuera un trapo viejo.

―Sí, aquí estamos ―repitió Ainhoa con sequedad, apoyando su espalda contra la puerta.

Se quedaron en silencio, mirando al suelo o a las paredes, evitando verse el uno al otro. El tiempo pasaba lentamente y se hacía cada vez más incómodo. Podían oír las risas y los comentarios de los demás desde el otro lado de la puerta. Se sentían aislados y atrapados como ratones en una jaula.

―¿Qué hacemos? ―preguntó Gavi al cabo de un rato, rompiendo el silencio con voz ronca.

―No lo sé ―respondió ella encogiéndose de hombros―. No hay mucho que hacer aquí.

―Podríamos hablar.

―¿De qué?

―No sé, de cualquier cosa. De fútbol, de música, de política…

― ¿De política? ¿En serio? ¿Quieres que hablemos de política? ―preguntó Ainhoa con sorna, mirándolo por primera vez a los ojos con una ceja levantada.

―Bueno, no sé. Es un tema que suele generar debate.

―Si, claro. Un debate muy civilizado y respetuoso entre tú y yo―rió con sarcasmo y un tono agudo.

―Vale, vale. Olvídalo. No hablemos de política ―bufó Gavi con resignación, apartando la mirada. Tampoco quería discutir con ella. No valía la pena.

―Ni de fútbol, ni de música, ni de nada. No tenemos nada de qué hablar.

―Pues entonces ¿qué hacemos? ¿Nos quedamos aquí contemplando las fregonas?―dijo Gavi, empezando a desesperarse y golpeando el suelo con el pie.

―Pues sí. Eso es lo que hacemos. Nos quedamos aquí en silencio hasta que se acabe el tiempo.

―Qué rollo.

―Qué le vamos a hacer.

Los dos se sentaron en el suelo, cada uno en una esquina opuesta del cuarto. Se miraban de reojo, con gesto de fastidio y desdén. No podían creer que tuvieran que pasar diez minutos encerrados allí, sin nada que hacer ni decir.

De repente, se escuchó un ruido en la puerta. Era Eric, que había venido a burlarse de ellos.

―¿Qué tal la parejita? ¿Ya os habéis besado? ―preguntó con una sonrisa maliciosa.

―Déjanos en paz, Eric ―respondió Ainhoa con irritación.

―Venga, no seas aguafiestas. Estáis solos, nadie os ve. Podéis aprovechar para daros un poco de cariño.

―Vete un poquito a la porra, tío―replicó Gavi con enfado.

―Bueno, bueno, no os pongáis así. Solo era una broma. Pero ya sabéis lo que dicen: del odio al amor solo hay un paso.

―Pues nosotros vamos a dar un paso atrás ―dijo Ainhoa con sarcasmo.

―Sí, y otro más ―añadió Gavi con ironía.

―Vale, vale. Ya me voy. Pero recordad: el tiempo corre. Os quedan siete minutos para cumplir el reto ―les recordó Eric antes de cerrar la puerta y dejarlos de nuevo en la penumbra.

Ainhoa y Gavi suspiraron aliviados al verlo marcharse. No soportaban sus bromas pesadas ni sus insinuaciones. Se sentían incómodos y molestos por la situación. Se miraron con recelo y volvieron a apartar la vista.

―Mantente lo más lejos posible de mí ―dijo Ainhoa con frialdad.

―Como si quisiera tocarte ―respondió Gavi con desprecio.

―Seguro preferirías tocar a tu amiguita.

― ¿Celosa, Noa? Deberías liberar esa tensión sexual que tienes, que es mala para la salud ―dijo Gavi con sarcasmo.

Ainhoa se ruborizó y se mordió el labio. Tenía que admitir que Gavi era muy guapo, pero su carácter le resultaba insoportable. Era prepotente, creído y machista. No tenía nada que ver con ella. Lo odiaba y ni siquiera su cara bonita iba a cambiar eso.

―No seas idiota.

Gavi quiso tentarla un poco. Se acercó despacio a ella, arrastrando los pies por el suelo. Ainhoa lo miró con asombro y desconfianza. No sabía qué buscaba.

―¿Qué haces? ―preguntó con voz nerviosa.

―Nada, solo quiero comprobar algo ―contestó él con una media sonrisa.

―¿Comprobar qué? ―replicó ella, retrocediendo hasta topar con la puerta.

―Comprobar si de verdad son idioteces―afirmó él, atrapándola entre su cuerpo y la madera―. Comprobar si de verdad no estás celosa.

―¿Celosa? ¿De quién?
―preguntó, tratando de ocultar su nerviosismo.

―De mi amiguita, como tú la llamas. De Gaia.

―No estoy celosa de nadie. Y menos de esa minion―espetó ella, notando el aliento de él en su boca.

―¿No? Pues lo parece. Parece que te fastidia que pase más tiempo con ella y no contigo.

―No me fastidia nada. Me da lo mismo lo que hagas con tu vida. Y no quiero que te diviertas conmigo. No me gustas, Gavi. Me caes fatal.

―¿Segura? Porque yo creo que sí te gusto. Y mucho. Y que todo ese rencor hacia mí es porque en realidad te mueres por besarme. Y eso te cabrea―dijo él, acortando cada vez más la distancia entre sus bocas.

―¿Estás loco? No quiero besarte. Quiero que te apartes de mí.

―¿Y por qué te pones tan nerviosa entonces? ¿Por qué te ruborizas y te muerdes el labio? ¿Por qué no puedes apartar la mirada? ―preguntó él, agarrándole las manos y acercándolas a su pecho.

―No me pongo nerviosa por ti. Me pongo nerviosa por esta situación tan ridícula. Por estar aquí atrapada contigo, malgastando el tiempo. Por tener que soportar tus tonterías y tus provocaciones―dijo ella, forcejeando para liberarse.

―Venga, Noa. No seas tan cabezota. Reconoce que sientes algo por mí. Algo más que rencor ―presionó Gavi, sonriendo con picardía.

―No siento nada por ti. Nada positivo, al menos. ¿Ves cómo eres un machista? Estás violando mi espacio personal y no me respetas.

El rostro de Gavi se tensó y sus ojos se oscurecieron.

―Yo te respeto mucho, Ainhoa―se alejó de ella de golpe, como si le quemara. Recogió su chaqueta del suelo y se la echó por encima con gesto irritado―. Más de lo que tú misma sabes. Será mejor que nos larguemos de aquí cuanto antes. Y luego actuamos como si nada hubiera pasado.

Abrió la puerta y se marchó de la habitación sin volver la vista.

―Es lo más inteligente que has dicho en mucho tiempo ―convino ella, tratando de dominar su voz.

Lo siguió hacia la salida, sin atreverse a mirarlo. Pero en su interior, algo se removió. Algo que no quería admitir.

A Gavi le había dolido que ella lo tachara de machista. Se había separado de ella con una expresión de dolor. ¿Qué había en sus ojos cuando le dijo que la respetaba mucho? Ainhoa se sintió más confusa y asustada que nunca.









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