The Proposal

By caferegui

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Muy pronto su reputación de playgirl sería cosa del pasado... Lauren Jauregui necesitaba una esposa, una muje... More

Palabras...
Capitulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capitulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capitulo 19
Capítulo 20
Capitulo 21
Capítulo 22

Capítulo 5

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By caferegui

Otro callejón sin salida.

Camila intentó no arrastrar los pies mientras seguía a Lauren hasta el coche. Había tenido esperanzas de seguir los pasos de su madre esa noche, pero Sinuhe nunca había estado en la casa de los Ainsley. Al menos, en aquella casa.

Estaba tan decepcionada que casi no se dio cuenta de que Lauren había tomado su mano. Caliente, firme, eléctrica.

Había sido muy atenta durante toda la noche, apretando su mano, tomándola por la cintura como si fuera algo normal... Camila no había tardado mucho en darse cuenta de que todo estaba ensayado para convencer a los invitados de que eran una pareja. Y, sin embargo, no había contado una sola mentira ni hecho un gesto inapropiado.

Aunque le disgustaba la situación, tenía que enfrentarse con los hechos. Ser un peón en el juego de Lauren tenía sus beneficios. Ella era la única desconocida en la fiesta pero, al ser la acompañante de Lauren Jauregui, había sido recibida en el círculo de su madre por la misma gente que se había negado a hablar con ella unos meses antes. Gente que, casi con toda seguridad, había conocido a Sinuhe Cabello.

Había hecho más progresos esa noche que en varias semanas llamando a puertas y buscando en todos los periódicos de la época. Aún no tenía las respuestas que quería porque era demasiado pronto para preguntar sin arriesgarse a un rechazo, pero mientras estuviera con Lauren podía empezar a hacer contactos.

Mientras Lauren abría la puerta del coche, Camila se dio la vuelta para estudiar la ostentosa mansión.

—¿Me estás diciendo que los Ainsley tiraron una casa preciosa y construyeron una nueva sobre el mismo solar?

—Eso es. Hace cinco años.

—¿Por qué?

Camila se volvió hacia Lauren y se dio cuenta de que ella estaba mucho más cerca que antes. Un solo paso, y estarían una en brazos de la otra. Con la práctica que tenía seguro que besaba de maravilla...

«No, nada de besos, aléjate».

Pero no podía hacerlo. Atrapada entre el coche y su cuerpo, no podía escapar. Camila se obligó a sí misma a apartar la mirada de sus labios y respiró profundamente para llevar aire a sus pulmones.

—En el sur de Florida ya no queda prácticamente ningún terreno por vender y, sin embargo, hay mucho dinero. Así que es normal que la gente tire su casa para construir otra más grande o más moderna. A veces es necesaria una reforma total debido a los huracanes, pero en este caso Helene sólo quería una reforma que aumentase el valor de la propiedad.

Camila la miró, alarmada.

—Tú no habrás hecho lo mismo con la casa de Sunset, ¿verdad?

—No, es la estructura original. ¿Por qué?

«Tranquilízate, Camila».

—No, por nada. Me encanta la historia de estas viejas mansiones. Estamos cerca de tu casa, ¿no? Podrías enseñármela.

Lauren se quedó pensando durante tanto rato que Camila creyó que iba a negarse.

—Sí, claro. Esta semana no hay nadie alojado allí.

Cuando subió al coche estaba tan emocionada que apenas podía permanecer quieta.

Después de atravesar una avenida flanqueada por palmeras, Lauren detuvo el coche frente a una verja de hierro forjado y sacó un mando de la guantera.

Camila tenía un nudo en la garganta mientras el coche subía por el camino de piedra que terminaba en una entrada circular con una bonita fuente en el centro. La casa era de estilo mediterráneo, con un garaje de cuatro coches a la izquierda, ventanas de arco, columnas, un porche que daba la vuelta a toda la casa...

La casa de su madre biológica. Su corazón latía con tal violencia que tuvo que disimular mientras bajaba del coche. Le habría gustado verla a la luz del día, pero...

—Es preciosa —murmuró.

—Como te dije, ha sido una buena inversión. Cuando me apetezca venderla valdrá más del doble.

—¿Vas a venderla? —exclamó ella, asustada.

—Cuando me ofrezcan el precio que quiero —contestó Lauren.

Camila se secó las manos sudorosas en la falda del sencillo vestido negro mientras subía los escalones del porche. ¿Cuántas veces habría hecho lo mismo su madre?, se preguntó.Una vez en el interior, Lauren pulsó un código de seguridad convenientemente escondido detrás de un espejo y le hizo un gesto para que la siguiera. Pero Camila no podía moverse. Una extraña parálisis se había apoderado de ella. Estaba tan cerca de descubrir la verdad... tan cerca del diario, de las respuestas... Si estaban allí.

Pero, ¿y si no le gustaba lo que había escrito en esos diarios? ¿Y si su madre no había sido una buena persona? ¿Y si había muerto de una terrible enfermedad genética? ¿Y si ella había heredado alguna falta, algún defecto de carácter que la hiciera indeseable?Pero su padre y Susan la habían querido, ¿no? Quizá. Sus padres habían mentido sobre tantas cosas que Camila ya no sabía qué era verdad y qué no.

—¿Camila?

—¿Eh? Ah, perdona. Es que esta casa es tan lujosa... No se parece nada al edificio militar en el que crecí.

—Eso no parecía molestarte en casa de los Ainsley.

—Imagino que estaba demasiado nerviosa saludando a tanta gente. Es que... no salgo mucho últimamente.

Estaban en una entrada de forma circular y techos altísimos que terminaba en una escalera de mármol. ¿Habría subido su madre esa escalera intentando no hacer ruido por la noche? ¿La vena salvaje que la había metido a ella en tantos líos cuando era adolescente habría sido una herencia de Sinuhe? Desde luego, no la había heredado de su padre, un militar estricto, ni aprendido de su madre adoptiva, una santa que jamás levantaba la voz por muy insoportable que se pusiera.

—¿Quieres que te haga el tour de diez dólares? —sonrió Lauren—. Si no tienes dinero en efectivo, acepto todo tipo de pago.

Ella se aclaró la garganta.

—Muy graciosa. Pero sí, me gustaría ver la casa.

Pero lo mejor sería entrar allí sin Lauren. Tal vez pudiera convencerla para que le diese una llave...

—¿Cuántos dormitorios tiene?

—Seis dormitorios y siete baños y medio, más la zona de los empleados sobre el garaje.

¡Seis dormitorios! Tardaría horas en explorarlos todos y buscar tablas sueltas en el suelo de los vestidores... eso si los vestidores no estaban llenos de muebles o algo así.

—Es una casa estupenda para formar una familia.

Su madre había crecido allí, hija única según lo que había descubierto. Y había vuelto a casa después de un solo semestre en Vassar, la famosa y exclusiva universidad para señoritas. ¿Se habría llevado los diarios? ¿Los habría vuelto a guardar en el vestidor?

—Ven, sígueme.

—¿Has hecho algún cambio desde que la compraste?

—Además de las cañerías y la instalación eléctrica, no. Los antiguos propietarios sabían cómo conservar bien una propiedad. Incluso compré algunos de los muebles en la subasta.

Camila tropezó mientras observaba una librería de roble. El lujo de aquella mansión era increíble, pero Lauren la llevaba de habitación en habitación a toda prisa. Le habría gustado pedirle que fuera más despacio para fijarse en todos los detalles, para preguntar qué muebles habían sido de los Estrabao...¿Se habría sentado su madre en aquel sofá de seda o frente a aquel escritorio? Pero Lauren no paró hasta que llegaron a un porche cerrado en el que cabrían tres apartamentos como el suyo. A la izquierda podía ver una pista de tenis y, frente a ella, una lujosa motora atracada en un muelle.

—Bueno, ya está. ¿Nos vamos?

—¿No vas a enseñarme el piso de arriba?

Lauren levantó una mano para acariciar su cara y la sorpresa la dejó inmóvil. Y, a juzgar por la rápida respiración de Lauren, ella también sentía algo. De repente, el aire se volvió húmedo y pesado.

—Si quieres llevarme a la cama, antes vas a tener que aceptar mi propuesta de matrimonio.

Camila se mordió los labios. No podía enamorarse de Lauren Jauregui. Había dejado atrás a las chicas malas y las relaciones vacías hacía mucho tiempo. Y aunque Lauren llevaba ropa de diseño en lugar de vaqueros gastados, seguía siendo una seductora.

Y ya había pasado por eso.

Tentador, pero tabú para Camila.

Pero necesitaba tener acceso a aquella casa. Había perdido a su padre y su propia identidad once meses antes y, posiblemente, había dañado su relación con su madre para siempre. Si quería una oportunidad de rehacer su vida tenía que averiguar quién era. Quién era de verdad, no la historia que le habían contado desde que nació.

Y sólo había una manera de hacer eso.

Camila se dio la vuelta para acercarse al ventanal desde el que podía ver las luces de las casas al otro lado de la isla.

—Muy bien —dijo por fin.

—¿Qué?

Ella se giró para mirarla a los ojos.

—Me casaré contigo. Pero sólo si vivimos aquí.

—Pero tengo un ático que está a cien metros del club...

—¿Se te ha ocurrido pensar que vivir en una casa en lugar de en un ático daría una apariencia de madurez?

Lauren asintió con la cabeza.

—Sí, tienes razón.

—Y no pienso dejar mi trabajo.

—Camila, no tendrás que trabajar...

—Pero es que me gusta hacerlo. Y no me acostaré contigo.

—Tendrás tu propio dormitorio.

—No, Lauren, quiero decir que nada de sexo. Sé que tú puedes mantener relaciones con una persona a la que no amas, pero yo no.

Ya no. Recordaba demasiado bien lo angustiada que se había sentido después. Había querido herir a su padre con ese comportamiento, pero sólo había conseguido hacerse daño a sí misma.

—Me haré todo tipo de pruebas, si eso es lo que te preocupa...

—No, no es por eso. Si hay que creer los rumores sobre las legiones de mujeres con las que te has acostado estaría muy bien, pero...

—¿Legiones?

—No eres conocida por ser discreta sobre tus conquistas, Lauren.

—No ha habido legiones.

—¿Cuántas?

—Eso no es asunto tuyo.

—Lo es cuando intentas convencerme para que me acueste contigo.

Lauren vaciló un momento antes de encogerse de hombros.

—No lo sé.

—¿No las has contado o es que son demasiadas?

—¿Con cuántos mujeres te has acostado tú?

Camila recordó su vergonzoso pasado. Había desperdiciado parte de su juventud buscando maneras de retar a su padre y no estaba orgullosa de ello. Entonces era una rebelde, pero estaba reformada. Prácticamente se había convertido en una monja.

—Si tú no tienes que contestar, yo tampoco.

—¿Y qué voy a hacer para... aliviarme?

A Camila se le ocurrían diez maneras de ayudarla a hacer eso, pero se mordió la lengua.

—Eso depende de que seas diestra o zurda.

—¿Y tú?

—Yo sé cuidar de mí misma.

Lauren empezó a pasear por la habitación.

—Muy bien, de acuerdo. ¿Tienes el pasaporte en regla?

—Pues sí. ¿Por qué?

—Le diré a Dinah que se encargue de todo. Mani y ella pueden organizar una boda rápida en Cuba. ¿Eso te parece bien o necesitas un circo?

Mani... Camila tardó un momento en recordar quién era. Normani Kordei era la hija ilegítima de Michael Jauregui... o eso decían las revistas. Y, aunque no la conocía, se sentía en cierto modo unida a ella. Ahora era la propietaria del hotel Jauregui Grand-Cuba y recientemente se había comprometido con Dinah Jane Hansen, la abogada de Lauren... si había que creer los rumores de los empleados del club.

—No quiero una boda escandalosa. Pero, ¿por qué en Cuba?

—Si nos casáramos en Miami mi familia tendría que acudir a la ceremonia y los medios de comunicación no nos dejarían en paz.

Evitar a los medios y a la familia Jauregui seguramente sería buena idea, pensó ella.

—Una boda tranquila en Cuba me parece bien. Además, nunca he estado allí.

—Nos quedaremos unos cuantos días... de luna de miel.

¿Luna de miel?

—No voy a cambiar de opinión sobre el asunto del sexo, Lauren.

—Pero es importante que actuemos como si fuéramos una pareja de verdad. Una pareja enamorada que se ha escapado a Cuba para casarse. Si este matrimonio no parece real, no servirá de nada, así que tendremos una luna de miel.

—¿Ser presidenta de la Cámara de Comercio es tan importante para ti?

—Lo que es importante es lo que significa la nominación.

—¿Por qué?

—Es algo personal —Lauren miró su reloj—. Si nos vamos ahora podremos pasar por el club para recoger los papeles.

«Algo personal».

Los secretos no eran la mejor manera de empezar un matrimonio... temporal o no. Pero Camila no dijo nada porque también ella tenía secretos.

Había cosas que no se podían compartir por vergüenza.

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¡Hola a todos! Como dije por twitter, no tengo ni idea donde deje el celular del computador y por ende, cuando se descargue este cacharro no podré prenderlo hasta que encuentre su cargador y no creo que pueda encontrarlo, ni siquiera buscarlo mañana.

Como sea, Camila ya le dijo que sí a la propuesta de Lauren ¿Ahora que seguirá? ¿Vendra más secretos? ¿El matrimonio alguien se opondrá en medio de la ceremonia como una novela mexicana? ¿Utilizara Lauren la mano derecha o la izquierda? Ahr no, ya saben que amo leerlos y me gusta saber su opinión. Hasta la próxima.


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