El Carnicero del Zodiaco (EN...

By Jota-King

1K 230 563

Primera entrega. Una seguidilla de asesinatos perturban a la ciudad de "El Calvario". Las víctimas son mutila... More

Notas del autor.
Prefacio.
El enfermo de los Marmolejo Tapia.
Cuerpo sin alma.
El despertar de una bestia.
La decisión de Dante.
El Toro de Creta.
Símbolo.
Protocolo.
Bajo sospecha.
Perla Azul.
En la penumbra.
Fuego cruzado.
Frustración.
Los gemelos Mamani.
Hojas secas.
Negras ovejas.
Eslabón perdido.
Piedras en el camino.
Cruce de miradas.
Horas de incertidumbre.
Oscuro amanecer.
Hasta siempre amigo.
El carnicero del zodiaco.
Huellas al descubierto.
Condena del pasado.
En lo profundo del bosque.
Una delgada línea.
El cangrejo se tiñe de rojo.
Epístola.
El último adiós.
Amor en evidencia.
Desde las sombras.
Catarsis.
Una luz al final del túnel.
La fábrica.
Plan B.

Recogiendo trozos del pasado.

11 2 0
By Jota-King

La tarde estaba tibia y el cielo amenazante cuando llegaron al pequeño hospital. Gran parte de la mañana fue dedicado en instruir a la joven Leticia sobre el caso que debían resolver. Los jóvenes sargentos se entrevistaban con la persona encargada del recinto para recabar la información que necesitaban respecto a los Marmolejo Tapia. Tras una espera de poco más de media hora, finalmente eran atendidos por dicha persona. Un hombre de mediana edad, alto y de cabellos dorados, dueño de una voz profunda, quien quedaba atónito ante la belleza de la joven policía.

—Recuerdo muy bien ese último día en que los vi —comenzaba su relato el médico tras recibirlos en su oficina—, llegaron aquí con Cayetano, el hijo mayor. Traía una horrible herida en una de sus extremidades.

—¿Puede describirnos esa herida? —le consultaba la joven Leticia, mirándolo directo a los ojos.

—Una gran mordedura en su brazo izquierdo, fue tal la violencia y fuerza ejercida que le desprendieron un trozo de carne.

—Provocada por algún animal me imagino —intervenía Meza.

—Fue lo que pensamos al principio, y lo que declaró en su minuto el padre del joven. Pero mientras lo operábamos descartamos esa posibilidad, era claro que la lesión fue provocada por un ser humano.

—Debe ser el mismo que atacó al joven Mamani —murmuraba Meza—. ¿Tendrá el expediente de ese caso? Necesitamos todo lo referente a los Marmolejo Tapia.

—No puedo entregarles así como así esa información, de no ser que traigan una orden de un juez para ello. Pero pueden hablar con la policía local, ya que el padre fue detenido en esa ocasión.

—¿Detenido, bajo qué cargos? —indagaba en esta ocasión el sargento, observando con incomodidad que el médico no le quitaba la vista de encima a su compañera.

—No solo Cayetano estaba afectado por aquella mordedura que le significó una cirugía de urgencia, la madre también tenía heridas visibles, atribuidas por el padre al forcejeo que sostuvo la mujer para liberar a su hijo del ataque de un perro callejero. Sin embargo, el hombre venía aún bajo los efectos del alcohol, por lo que se procedió a hacer la denuncia por presunta violencia intrafamiliar.

—Por favor, haga lo posible por tener toda la documentación de los Marmolejo Tapia a la mano, pronto volveremos con una orden del juez, muchas gracias por su tiempo. ¿Nos vamos compañera? —la voz del sargento sonaba un tanto molesta.

—Haré lo posible por reunir toda la documentación que necesitan, mientras traigan consigo esa orden, no tengo problema alguno en entregárselas. ¿Puedo preguntar a qué se debe que la requieran?

—Estamos tras los pasos de un asesino en serie, y al parecer se conecta de algún modo con los Marmolejo Tapia. Pero si no tenemos acceso al historial médico de la familia —al notar aquella mirada de su parte, coqueteaba un tanto con el médico, lanzándole a la vez el anzuelo que esperaba rindiera frutos—, no podremos saber a ciencia cierta qué tan segura es la información que tenemos por el momento. Sería de mucha ayuda si tuviéramos acceso a esos documentos lo antes posible, pero como dijo, necesitamos la autorización de un juez para ello.

—Lo que me describe es grave. Siendo así, olviden esa orden y vuelvan mañana como a esta hora. Me encargaré personalmente de hacerles una copia de los expedientes.

—Muchas gracias por su ayuda doctor —Leticia le extendía la mano en agradecimiento, dándole una sonrisa un tanto candente y una mirada coqueta, poniéndolo un tanto nervioso y sonrojado a la vez—, los familiares de las víctimas le agradecerán su ayuda.

—Pierda cuidado señorita.

Al volver a la patrulla, Meza consultaba en el GPS el lugar donde se ubicaba la estación de policía cercana para dirigirse al lugar en busca de respuestas, teniendo una pequeña charla con su compañera, pues no le parecía prudente el que dijera que estaban tras los pasos de un asesino en serie. Aquello era algo que el teniente no quería divulgar.

—Según el GPS, la estación se encuentra a quince minutos de aquí —mencionaba con voz fría.

—Pues en marcha compañero —se ajustaba el cinturón de seguridad del vehículo, queriendo darle un pequeño golpe en el hombro, pero no había la confianza aún para ello.

—Creo que fue imprudente de tu parte el que mencionaras el motivo de nuestra visita —le decía finalmente.

—¿Lo crees así? —con extrañeza lo miraba, pues no esperaba esa reacción de su parte.

—Debemos tener el máximo de cuidado al investigar este caso, y considero que no es prudente gritar a los cuatro vientos que estamos tras los pasos de un asesino en serie, y menos vincularlo con los Marmolejo Tapia. No solo la sociedad tiene los ojos puestos sobre nosotros, también los periodistas, las autoridades y en especial, los familiares de las víctimas. El doctorcito ese puede hablar más de la cuenta, y no queremos que la población se altere más de lo debido. De por sí la prensa hace bastante por tenerlos sumidos en el miedo con información errónea.

—Entiendo lo que me dices, y lo primordial que es capturar a este asesino, sobre todo cuando tenemos el calendario en nuestra contra, pero si no le dábamos una respuesta válida y contundente, perderíamos el tiempo en esperar la orden de un juez para tener acceso a los documentos que necesitamos, y más si consideras lo que tardarían en recopilar la información.

—Puede ser, pero es el conducto regular que debemos seguir —le recordaba.

—¡Ay vamos, ahora me dirás que mi actuación no rindió frutos! —campaneaba la cabeza brindándole una sonrisa.

Meza se quedaba silente unos segundos, pues la respuesta de su compañera era válida, y por lo demás, tendrían acceso a la documentación que necesitaban con suma urgencia, por lo que la jugada de su compañera les hacía ganar tiempo. Era evidente que Leticia tenía un punto a su favor, y uno muy importante. Sabía sacarle el máximo provecho a sus atributos físicos. Aunque también pensaba en que si lo hubiese acompañado el teniente, con total seguridad ya tendrían los documentos en las manos. De todas maneras, esperar un día no sería tanta pérdida de tiempo si la información que recibirían les sería útil.

—Pues el doctorcito ese no te quitaba la vista de encima —mascullaba, dejando notar en sus palabras lo molesto que estaba por la situación.

—¡Admítelo, tienes suerte de tenerme de compañera! —expresaba risueña mientras dibujaba nuevamente aquella sonrisa avasalladora.

—Después de todo, creo que tienes razón —admitía tras considerar que el tenerla en el equipo, con ese desplante y atributos físicos que saltaban a la vista, sería un punto a favor de la investigación—, si con una sonrisa conseguiste los documentos que necesitábamos, no me imagino qué otra cosa eres capaz de lograr.

—Todo a su tiempo compañero, poco a poco nos iremos conociendo.

—Hablando de ir, es hora de irnos a la jefatura para ver qué obtenemos.

—¡Pues andando entonces, el volante lo tienes tú!

Minutos más tarde se hallaban en la pequeña estación de policía, donde para sorpresa del sargento Meza, se encontraba con un antiguo compañero que junto a él había ingresado a la fuerza policial, cuando apenas eran unos cadetes, y quien llevaba alrededor de tres años trabajando en la estación. Aunque a diferencia suya, su compañero por lo visto seguía siendo un patrullero, lo que lamentó profundamente, pues se notaba que tenía potencial.

Quizás la personalidad histriónica que lo caracterizaba le jugó en contra, además de que tenía la mala costumbre de decir cosas fuera de lugar. Ambos se quedaron mirando por unos segundos, como terminando de reconocerse, hasta que por fin caminaron el uno hacia el otro, como dos niños que llevaban años sin verse.

­­—¿Osvaldo, eres tú, Osvaldo Meza?

—¿Lara, Roberto Lara? ¡Qué sorpresa encontrarte aquí! —llenos de júbilo se daban un fuerte abrazo ante la mirada de sorpresa de más de alguno, incluyendo Leticia.

—¿Qué te trae por estos lados? —lo tomaba por los hombros mirándolo de pies a cabeza.

—Un caso en particular mi amigo, ¡rayos, no tenía idea que estabas aquí! ¡Ah, por cierto, mi compañera!

—Leticia Garza, un gusto —le estrechaba la mano por cortesía, pues no le había dado una buena primera impresión.

—¡Pues el gusto es todo mío señorita, y no lo pienso compartir con nadie! ¿Solo compañeros de trabajo me imagino —le giñaba el ojo al señalarlos—, o hay algo más aquí?

—No empieces con eso. Por lo visto no has cambiado en nada.

—¡Tranquilo hombre, tranquilo, solo estoy tanteando el terreno, uno nunca sabe con lo que se puede encontrar, o con quien se puede encontrar!

—¡Tú no pierdes oportunidad, pero aquí pierdes tu tiempo, así que mejor será que te controles amigo!

—Estamos aquí en busca de información referente a un caso en especial —la joven tomaba una postura seria al mirarlo, poniendo sus manos en su cintura, mostrando molestia por sus dichos.

—Pues usted dirá señorita, si en algo puedo ayudarles —Lara notaba que la jugarreta no le funcionaba con la compañera de su amigo, por lo que rápidamente cambiaba su trato hacia ella, aunque mucho no duraría—, soy todo oídos.

—Jacinto Marmolejo —citaba Meza.

—Pobre hombre, fue horrible lo que le pasó. Aunque debo decir que no era un pan de Dios ese tipo, pero no merecía morir de esa forma, y mucho menos su esposa.

—Sabemos que estuvo detenido aquí el día en que su hijo mayor fue operado de urgencia hace unos años atrás —continuaba sin titubear la joven agente—, y necesitamos esa información.

—¿Para algo en especial? —le movía las cejas luego de observarla de pies a cabeza, deteniendo por unos segundos la mirada sobre los pechos de la joven sin disimulo alguno, lo que la enfurecía más.

—Estamos tras los pasos de un asesino en serie —expresaba el sargento, viendo como su compañera movía la cabeza de un lado a otro y desviaba la mirada, claramente ofuscada—, tú comenzaste a divulgarlo con el doctorcito ese, ¿ya se te olvidó?

—¿Tú también comenzarás con estupideces, igual que tu amigo?

—Como que noto que el ambiente está un poco denso entre ustedes. Una mala vibra en el aire o un grado de estrés, lo que podría resolver con un buen masaje.

—¿Nos ayudará con la información que necesitamos, o seguirá de payaso?

—Lo que tiene de hermosa tu compañera lo tiene de pesada —llevaba hacia tras sus manos, entrelazando sus dedos.

—Escucha Roberto, necesitamos todo lo referente a ese sujeto, Jacinto Marmolejo, todo lo que nos puedas dar de él y de su familia.

—No es mucho mi amigo, pero veré lo que puedo hacer por ustedes.

—Y date prisa, si eres tan amable —ironizaba la joven.

—De acuerdo preciosura —le cerraba un ojo y movía los labios como si le lanzara un beso, dando media vuelta y perdiéndose por un pasillo.

—¡Tu amigo es un idiota! —reclamaba al cruzarse de brazos y viéndolo alejarse.

—Pues espero que ese idiota nos dé lo que necesitamos.

—¡Si no lo hace te juro que le daré un puñetazo!

—No es mala persona, es un tanto, bueno...

—¡Imbécil! —le interrumpía ella.

A varios kilómetros de ahí, el teniente terminaba de empadronar a varios lugareños del sector, quienes describían a Jacinto Marmolejo como una persona un tanto difícil de tratar después de caer en el alcohol, pero que mantenía buenas relaciones con sus vecinos, exceptuando eso sí, a Sebastián Creta, quien por años intentó comprar sus malogradas tierras. Lo que significaba la primera conexión real entre ambas familias y un motivo para querer deshacerse de él, alimentando sus sospechas sobre los desaparecidos hijos del matrimonio.

En cuanto a Adela Tapia, la esposa de Jacinto, era descrita como una mujer sumisa y de pocas palabras, retraída y alejada de la gente, dejando en claro que antes que su esposo sucumbiera al alcohol, la mujer no era así, por el contrario, siempre se mostraba alegre y cercana a sus vecinos, excepto una temporada en que la mujer prácticamente no era vista por nadie. Uno de los lugareños aseguraba que la mujer estuvo alrededor de seis meses sin siquiera salir de la granja.

Los hijos de la pareja eran recordados con cierta tristeza, pues varios constataban que Jacinto los maltrataba casi todos los días durante los últimos años, precisamente cuando el hombre se había vuelto un alcohólico. Por cualquier motivo se desquitaba no solo con ellos, también con la mujer. Pero como era de esperar, nadie se metía en aquella relación para intentar defenderlos, por temor a represalias por parte de Jacinto.

Uno de los entrevistados era un hombre de avanzada edad de nombre Juan López, quien le mencionaba que al llegar a la granja en busca de huevos y leche, en más de una ocasión fue testigo de los castigos ejercidos por Jacinto hacia su familia, pero que por miedo jamás lo había denunciado. Además, el propio Jacinto se encargaba sutilmente de amedrentarlo para que guardara silencio. Estas declaraciones le hacían pensar que tal vez fueron los propios hijos quienes le dieron muerte a su padre, pero, ¿matar a su madre también? ¿Producto de un daño colateral acaso?

El teniente llegaba a las afueras de lo que fue la granja de los Marmolejo Tapia con mucha información nueva y que debía procesar lo antes posible. Tras estacionar y descender de su vehículo, se quedaba por unos segundos observando el lugar. La antigua casa de dos pisos apenas se sostenía en pie, y en las afueras, muy cerca de la entrada principal, yacía una vieja silla de madera, de la cual colgaban unos trozos de tela que estaban amarrados en los apoya brazos.

Cuando le fue asignado este caso, no pudo darle la atención que ameritaba, pues se encontraba resolviendo otros dos casos, por lo que durante la investigación que se había llevado a cabo, jamás había visitado el lugar, por lo que memorizaba en detalle cada cosa que sus ojos veían, esperando encontrar algo que le ayudase a resolverlo. Y cuando por fin creía contar con el tiempo para dedicarse a él, aquel desconocido carnicero hizo su aparición.

Se arrepentía del tiempo perdido. Quizás si hubiese estado más presente en la investigación el escenario sería distinto, llegando incluso a pensar en que si los hijos del malogrado matrimonio hubieran sido encontrados, aquel desconocido carnicero no hubiese tenido oportunidad de ver la luz, Sebastián Creta, los gemelos Mamani y el cabo Rojas seguirían vivos, y el cabo González no estaría hospitalizado.

Se sentía culpable de todo ello, por lo que debía llegar al fondo del asunto, descubrir si en verdad aquel carnicero era unos de los hijos de los Marmolejo Tapia, o en su defecto, alguien más que los estaba suplantando para cubrir sus huellas, lo que también podía ser una probabilidad, dado que el paradero de los jóvenes seguía siendo uno de los grandes misterios que envolvían tan extraño caso. Probablemente compartían el mismo final de sus padres, y sus cuerpos enterrados en algún lugar esperaban ser encontrados.

Luego de observar en detención el frontis de la casa, desviaba su mirada, deteniéndose justo donde yacían los restos quemados de la pequeña bodega de madera con la que antiguamente contaba la casa, emplazada a unos metros de distancia, y que lucía tal cual como en una de las fotografías que sobrevivió del expediente. No le prestó mucha atención, pues lo que buscaba era asegurarse que la propiedad estaba realmente como lucía, en completo abandono.

Solo por precaución desenfundaba su arma de servicio, dirigiendo sus pasos hacia la parte posterior del inmueble, donde se encontraba el viejo gallinero que a simple vista no mostraba nada inusual, sin embargo, le llamaba la atención algo que había tras la casa, un viejo trozo de tronco enterrado, el cual tenía amarrada una cadena corroída por el óxido.

—¿Un perro quizás —pensó mirando con atención el sitio—, será que aquí amarraban al perro que vio el testigo? Pero no veo excremento del animal, esto es raro. No creo que fuesen tan pulcros en mantener limpio aquí, el gallinero es un asco.

Descartó esa idea al acercarse y examinar la cadena, pues no solo estaba corroída en su totalidad, ya que en diferentes secciones sus eslabones se encontraban prácticamente sepultados en la tierra. Eso sí, notó que el último eslabón de la cadena aún portaba un viejo candado que extrañamente estaba abierto, lo que claramente era signo de que llevaba años en esa posición, sin ser tocada en lo absoluto. Optó por remover con cuidado la cadena para llevársela para que en detalle fuese examinada en el laboratorio.

Deambuló por el sector en total sigilo, buscando evidencia que le indicara que el lugar no era visitado por alguien, y fuera de un montón de latas de cerveza empolvadas, de las que tomaba una con un pañuelo y la guardaba con cuidado de no tocarla, no encontró nada inusual. Todo indicaba que nadie había caminado por el lugar en largo tiempo. Al volver hacia el frente de la casa se dio cuenta que había pasado por alto algo que no vio en principio; huellas de un vehículo que no era el suyo.

—¿Y esto? —se agachó para verlas más de cerca, encendiendo una linterna para tener algo más de luz, pues la noche se estaba dejando caer—. El patrón del dibujo no concuerda con las huellas de las patrullas. Latas de cerveza y huellas de neumático en la tierra. ¿Será que alguien usa esta casa como refugio? Tendré que inspeccionar el interior.

Mucho no le costaría ingresar porque la puerta de acceso ya no existía, así como casi la totalidad del mobiliario en su interior. Luego de revisar la planta baja, subía por la vieja escalera hasta el segundo piso, donde se emplazaban las habitaciones, llegando en primera instancia a la que compartía el matrimonio. En el lugar solo se encontraba una cama matrimonial con aparentes manchas de sangre en su colchón, un viejo velador a un costado, y en un rincón una vieja cómoda donde seguramente guardaban ropa.

En otro rincón se apreciaba una puerta, la que con precaución y con su arma empuñada abría, notando que se trataba de un gran armario completamente vacío. No había indicio alguno que el inmueble fuese ocupado dada la cantidad de polvo en todos lados. Avanzó hasta la segunda habitación donde solo encontraba dos viejas camas a mal traer, las que ni colchón tenían.

—¡Malditos ladrones, no dejaron nada aquí!

De pronto sentía un pequeño sonido, y al acercarse a una de las ventanas de la habitación veía que poco a poco algo de lluvia se dejaba caer. Fue ahí cuando a lo lejos notaba la presencia de una inusual nube de humo que de entre los árboles lejanos ascendía, por lo que decidió investigar de qué se trataba.

Continue Reading

You'll Also Like

85.9K 6.4K 22
Si caminas yo contigo, porque tus alegrías y tristezas son las mías Yaoi Sasunaru
41.8K 2.9K 34
Antes llamada: Chica tímida ante los ojos de los demás... No, no, no, eso ya pasó. Acabó el tiempo y regresó aquella personalidad que había perdido...
3.9K 310 7
La llave de Dios siempre ha sido buscada por el Cielo y el Infierno, y ahora, después de mucho tiempo, ha recaído en las manos de un simple humano. ...
1.6K 88 57
nunca pensamos que nuestra vida cambiaría de un día para otro y el amor nos hará este Apocalipsis más interesante