El Secreto del Agua

By OrlandoCordero2022

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Marko fue forjador fortuito de un extraño secreto. Bosnio de nacimiento, húngaro de crianza, alemán por impos... More

Lemberg
Legado
Lapsos
Mitos
Katja
El Relato de Marko, Folio I
Katja Kinslenya
La Señora
El Relato de Marko Folio III
Sol de Invierno
El Relato de Marko, Folio IV
Katja y Viktor
El Relato de Marko, Folio V
Augustus y Katja
El relato de Marko, Folio VI
El Ansía de Sangre
Mahoma y La Montaña
Conversatorio
La Muerte de Leila
Epílogo - La Princesa de la Colina

El Relato de Marko, Folio II

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By OrlandoCordero2022

Marcos Julio, continuó la traducción:

"Luego de la primera guerra mundial. Cómo debes saber. Austria y Hungría, se separaron. El imperio se desmoronó y surgieron varios países. Yo, obvio, opté por quedarme en Hungría. No tenía profesión alguna, así que decidí permanecer en el ejército. Allí descubrí ser buen jinete, me entusiasmé con la caballería y entré en la escuela de oficiales."

"No lo voy a negar me obsesioné con el tema de los vampiros. Alternaba mis ocupaciones militares con largas horas en bibliotecas. Pero no había mucho que encontrar. Más de lo mismo, mitos y leyendas. Eso me frustró mucho. Pregunté a escritores, expertos, aprendices y gente común. Solo me decían lo que ya todos creían saber. En un abrir y cerrar de ojos se fue el tiempo y hasta yo me aburrí del tema y dejé de indagar. En 1922 conocí a tu abuela, fue amor a primera vista, nos casamos y olvidé el asunto vampírico, si existían o no ya me daba igual. En el ejército me convertí en instructor, con el grado de sargento. No avancé más en la escuela de oficiales, sin embargo, todo iba bien, tuvimos nuestro primer hijo en 1923. Tu tío, Marko II, a quien no conociste y por el cual te nombraron, yo diría que, por mí, pero tu padre nunca me dio crédito en eso. En fin... No pasaron cosas relevantes, derivadas al tema que nos atañe en los años subsiguientes. En 1933 nació tu padre, Timeo, nombre que él luego cambió a Timoteo, así como cambió el tuyo de Marko III a Marcos Julio. En ese año fue que pasó algo significativo. Estaba en una taberna. Ya algo bebido y alguien, no recuerdo quien. Nombró algo sobre los vampiros y nos empeñamos en una ruidosa discusión acerca de lo que cada quien sabía del tema. Se burlaron de mí cuando conté la historia de Katja y Augustus. Ya me encontraba a punto de pelear con los borrachines, cuando un oficial alemán intervino. ¿Qué diablos hacía ese Nazi allí? Me llevó a un rincón y de allí a un cubículo privado."

-¿Qué sabe usted de los vampiros? -me preguntó en un húngaro tosco y de fuerte acento.

-¿Quién pregunta? -le dije de forma altanera.

-Mi nombre y mi rango no importa por los momentos. Lo que importa es que escuché la discusión. Me interesa oír su historia, aunque me gustaría que estuviese usted sobrio.

-Cuando usted quiera. Sargento, Marko Jarkovic, instructor de caballería, 14ava. Brigada de húsares. Me puede encontrar en el cuartel de Budapest.

-Lo buscare entonces.

-¿Por qué no hablar ahorita mismo? No estoy borracho.

-¡Oh! ¡No, no, no! Si lo está. Yo bebí unas copas para relajarme, sentirme bien. Usted, mi amigo, se bebió hasta la cubeta. Usted no bebé para divertirse. Bebe para olvidar. Eso fue lo que me motivó a acercarme.

"Lo miré fijo a los ojos. O al menos eso intenté. Por más petulante que se mostrara era cierto, tenía razón, estaba yo borracho y me tambaleaba un poco; bueno, mucho en realidad. Apenas si podía pensar. Y con esa visión borrosa que iba yo a estar mirándolo fijo. Es más, todavía no tengo idea de cómo recuerdo ese encuentro. Seguro estoy rellenando espacios y colocando más o menos lo que creo que ocurrió, la conversación, etc."

"Al pasar unos días se presentó en el cuartel. Solicitando mí presencia. Al principio no lo identifiqué, ni recordaba haberlo conocido, pero luego de hablar un rato recordé parte del asunto."

-Usted dice que me cree - inquirí.

-No se trata de creer o no. Es más sencillo que eso. La creencia no es requerida.

-¿Entonces de qué se trata?

-Que mi convicción es irrelevante. Me importa es la suya. ¿Está usted convencido de lo que aseguró en el bar aquella noche?

-Estaba borracho, pero mis palabras eran ciertas. Además, no soy un hombre afecto a las mentiras.

-Sólo los borrachos y los niños dicen la verdad -aseveró el oficial.

-¡Vaya! ¡Primera persona que me cree! -exclamé agradecido.

-Ya le dije, no es una cuestión de creer. Sí usted, está tan convencido del asunto que hasta en el estado de inconsciencia parcial que se hallaba esa noche pudo hilvanar una idea tras otra sin contradecirse. Luchar, pelear, defender esa idea a pesar de las burlas y descreimientos. Entonces vale la pena, al menos para mí, conocer mejor la historia y, en lo posible, verificar sus hechos.

-Me deja usted sorprendido.

-Más que usted a mí lo dudo -dijo sonriendo.

"Era una sonrisa genuina, autocomplaciente y maligna. Aquel oficial alemán no se burlaba. De verdad estaba interesado. Fuimos al comedor de la brigada, almorzamos, le conté todas las peripecias que ya tú has leído hasta ahora, con la excepción de la parte de los mitos y verdades. En aquel momento no tenía una idea clara de que eran esos seres. Por alguna razón me rehusaba a llamarlos vampiros, era muy burdo y simplista llamarlos así."

"Él me escuchó con detenimiento, casi sin decir nada. Yo, nervioso, pensando en que no me creía, paré de hablar."

-¿Por qué para? Continúe...

-Como usted no dice nada... -respondí, dubitativo.

-No quise interrumpir.

-¿Entonces, si me cree?

-No dije eso.

-No entiendo. ¿Me cree o no me cree? -le pregunté, intrigado.

-Como ya le dije mi convicción no es necesaria. Necesito la suya. Creo que dice la verdad. Usted vivió unas experiencias y lo que percibió o entendió de todo lo sucedido es su verdad. Ahora que toda esa percepción sea verdadera es otra cosa. Podría usted estar engañándose a sí mismo. La mente es una cosa curiosa, cómo enfrenta a situaciones traumáticas o de peligro. Dado que su convicción es tan fuerte, me motiva a hacerle una propuesta -explicó el oficial.

-¿Qué propone?

-Estoy interesado en esos temas de lo oculto. Corroborar viejos mitos y saber si lo son o se basan en verdades. Estoy organizando un equipo, de carácter internacional, con ese propósito. Algunos con vivencias como la suya, otros muy voluntariosos y algunos totalmente escépticos. La incredulidad, la voluntad y la disciplina son tan importantes como la convicción. Es parte del equilibrio, la mayoría son militares, salvó una excepción. ¿Le gustaría formar parte de ese grupo?

-¿Pero con qué intención?

-Ya le dije: por ahora, indagar sobre los mitos. Analizar si son ciertos o falsos, intercambiar información, impresiones. De vez en cuando hacer trabajo de campo. Cosas así...

-Y qué papel jugaría yo en un grupo como el que me comenta. La verdad que no estoy viendo el beneficio, la utilidad del mismo.

-Beneficios... No le puedo asegurar mucho. Solo obtendrá lo que usted mismo busque y claro el apoyo incondicional de todo el grupo. Eso incluye una compensación económica. No será mucha, no una cantidad exorbitante, sin embargo, estoy seguro que alguna utilidad podrá usted conseguirle.

-No lo sé. No termino de convencerme.

-Supongo que es lógico. Hagamos algo, estaré en Hungría unos días más. Estoy acá por razones diplomáticas, en búsqueda de ciertos acuerdos de cooperación militar y económica entre nuestros países. Nada demasiado grande ni llamativo. Es un primer estrechar de manos. Yo aproveché la ocasión para colarme, por decirlo de una manera, en la comitiva e indagar cuestiones que le atañen al grupo. Y miré que usted y su historia son un gran hallazgo.

"El tipo sonaba sincero. Todo mi ser me decía que rechazara la oferta, pero mi boca expresó aceptación. En el momento no lo entendí, luego, al conocerlo mejor supe de una extraña característica que poseía el referido oficial. Por ahora lo llamaré un "don de convencimiento" ya que en realidad no hay basamento científico para sus habilidades. En fin..."

"Mantuvimos comunicación por correo, de manera casi exclusiva. Llamadas telefónicas: solo las necesarias y en su mayoría de carácter inocuo. De la noche a la mañana y sin que hubiere previa intencionalidad de mi parte en el asunto, fui ascendido a sub teniente y me asignaron a servir de enlace y contacto militar con la Alemania Nazi. Y, como puedes imaginar, el oficial contacto por la parte alemana era el misterioso coronel Rahl. Que así se llamaba. Entonces viajé varias veces a Alemania, sosteníamos reuniones. Tenía yo, a un joven cabo, asignado como secretario quien se encargaba de llevar registro de las reuniones y acuerdos, pero no le dábamos participación en los temas de ocultismo, leyendas y fantasmas. Le despachaba ordenes o permisos, para que estuviera ausente durante esas tertulias."

"Poco o nada supe, por mucho tiempo, de los otros miembros del grupo. Solo nombres y números. Recién los conocí en el año 37, y no a todos, solo a una parte del pelotón. Pues así nos llamaba 'cariñosamente' el coronel Ralh."

"Sucedió que, uno de los miembros, conocido como Jans, el checo. Había identificado a un posible vampiro en una lejana montaña en Rutenia. Y fuimos convocados a realizar un trabajo de campo. Llegamos de diversos puntos hasta Kosice, de allí, en camión partimos a nuestro destino, Uzhgorod, ciudad que nos permitía acercarnos a unas formaciones montañosas, donde estaba la referida ubicación, cerca de la frontera con Polonia. La comitiva estaba formada por el coronel Ralh, luego estaba un sargento de apellido Grubber, alemán, de rostro huraño y de mirada apagada, era difícil saber si existía algún pensamiento entre esas dos cejas. El coronel, lo presentó como su chofer, agregando que también era piloto de avión, pero más que eso, parecía un mayordomo. Estaba siempre al lado de su jefe, como una sombra, sin decir nada y apenas mover los ojos. Jans, eran un tipo alto, de rostro anguloso, cabello largo y desaliñado, con un viejo sombrero. En realidad, parecía un sujeto sacado de la jungla. De checo tenía poco o nada, solo el apodo, que denotaba su nacionalidad. También estaban dos hermanos, austríacos, de nombres algo extraños para su país de origen, Dominic y Donald. Bastante jóvenes y risueños, altos, rubios a más no poder, eran más arios que todos los demás juntos. Y de hecho todos los participantes eran altos, el único pequeño era el coronel, que no medía más de 1:70, quizá menos, mientras que el promedio de altura del heterogéneo grupo sobrepasaba los 1:80. Tres soldados alemanes de las SS, sin su uniforme, claro está, cerraban el cuadro. De ellos recuerdo sólo los apellidos, Hoffman, Taube y Schwartz. Y por supuesto, mi persona.

La actividad que realizábamos no era oficial. Nadie llegó con alguna excusa diplomática. Solo éramos un grupo de excursionistas curiosos. Ninguno estaba uniformado, vestimos como paisanos para procurar pasar desapercibidos. Las armas y el equipo fueron procurados por Jans. El inventario: cuatro revólveres, una pistola, una escopeta y una carabina. Eso quería decir que uno de nosotros iría desarmado. Cosa que no preocupó al coronel.

-Yo no soy soldado, repartan las armas entre ustedes, la carabina será para Grubber, es un excelente tirador. En sus manos será más efectiva -coordinó el coronel.

Aquello me extrañó sobremanera. Él, me lo había comentado alguna vez. Todos en el grupo tenían entrenamiento o experiencia militar, excepto uno. No se me había pasado por la mente que fuese él. ¿Cómo ostentaba ese rango de coronel de las SS? ¿Cómo lo obtuvo? Era algo misterioso el director de aquella pequeña cruzada transcarpática.

El cuartel general, por llamarlo de alguna manera, era un granero abandonado, cerca de un pueblo ubicado en el piedemonte. Allí se trazó un esbozo del plan. Ascenderíamos la montaña. Según Jans la choza del sospechoso estaba ubicada a unos 800 metros de altura, cerca de dos horas de caminata desde donde nos encontrábamos. La pista sobre la existencia de nuestro objetivo, surgió de leyendas acerca de un vampiro que cazaba en la zona. Como cualquier otro mito, Jans, lo investigó y resultó que los lugareños atribuían a este señor, un ermitaño que vivía en el monte, la culpabilidad de los hechos. Testimonios muy poco confiables, a decir verdad, hablaban de una serie de muertes acaecidas en los pueblos aledaños desde hacía ya muchos años. Un anciano, entrevistado por Jans, dijo que el ermitaño ya tenía muchos años viviendo en la montaña cuando su abuelo era niño. Otros dijeron que lo habían visto convertirse en murciélago, que tenía un lobo amaestrado, con el cual cazaba a sus víctimas, que era el mismísimo Drácula venido desde Snagov y cosas por el estilo. Las autoridades y la policía muy poco se habían ocupado de la cuestión. Con semejantes acusaciones es comprensible que desestimaran el asunto. En fin, el plan consistía en, primero, contactar al sospechoso, si era posible hablar con él y corroborar si era solo un viejo amargado que ahuyentaba a los campesinos con historias de monstruos o si de verdad era un vampiro. La opinión general del grupo era que todo iba a resultar falso, como había ocurrido en otras operaciones. Pues resulta que esta no era la primera investigación de campo que realizaba el grupo, era solo la primera en que yo participaba. Segundo objetivo: si el sujeto resultaba positivo, secuestrarlo para llevarlo hasta Alemania, para ello el coronel tenía ya preparado un plan de fuga en avión. Un Fiesseler Fi156 "Storch" que estaba preparado para el despegue desde una ubicación oculta. Donde esperaba la otra parte del grupo, otros 8 hombres. Aprovechando un claro, el cual era apropiado para el aterrizaje y despegue de dicho avión. Yo no lo entendí en el momento, ese tipo de avión no era muy conocido, hacía poco que había sido puesto en servicio y no conocía sus capacidades para despegar y aterrizar en terrenos cortos. Según para despegar solo necesitaba 60 metros de pista y para aterrizar 30. Una maravilla."

"Iniciamos la ascensión a pie muy temprano, eran las cuatro de la mañana. Jans guiaba la comitiva, seguido de cerca por Grubber, luego el coronel, mi persona, los dos austriacos y cerraban la columna los soldados de las SS. La verdad no fue difícil. La montaña que escalábamos no era tan escarpada. Aparte del pueblito al pie de la montaña, desde donde partimos, no hallamos más rastros humanos en el camino. Que tampoco era que existía un sendero para seguir. Avanzábamos por el descampado con buen ritmo y buen clima. Aprovechando la soledad, los soldados, el coronel y Grubber, sacaron unas gorras y chaquetas militares de sus mochilas y se las colocaron, además de unos guantes de cuero negro. Fue algo gracioso, lo hicieron de una manera coordinada y sin que nadie dijera nada. Actuaron como un solo hombre. Así mismo hicieron con las armas, las inspeccionaron, comprobando carga, tipo, peso. Chequearon las miras. Jans le dio la carabina Máuser 98 a Grubber, los revólveres era tres Nagant M1895 y un Webley Mk IV, la pistola: una Máuser C96 y la escopeta: una Winchester Modelo 1912. Eran armas antiguas, pero de muy buenas prestaciones. Aparte de esas armas también teníamos cada uno, excepto el coronel, cuchillos y/o puñales. Grubber sacó un par de guantes extra y me los lanzó, También me dio el arma que me correspondía, el revólver Webley, de fabricación británica. Yo atrapé los susodichos guantes, pero no me los coloqué, me pareció innecesario y a la vez un poco ridículo. El arma me la coloqué en el cinto."

"Luego de tres horas de caminata observamos una cabaña. No se veía muy acogedora. A primera vista parecía abandonada, era una desidia exagerada, casi estimulada a propósito. Se encontraba oculta tras unos arbustos, en la cima de una loma prominente. El pasto estaba alto, había un cierto desorden, en lo que podríamos llamar jardín. Algunas herramientas, un pequeño caballo de madera, restos de comida y basura. Pero lo dicho, no estaba abandonada, una vez rodeada la loma, vimos a un hombre con un hacha, cortando leña. En respuesta a una señal de Grubber, los tres soldados se desplegaron con sigilo. Sin embargo, no fue suficiente, el hombre, casi de inmediato notó nuestra presencia. Dejó de cortar la leña y sin esperar que el grupo se acercara más, se dirigió hacia la puerta de la cabaña, hacha en mano, sin perder de vista nuestros pasos. Era evidente que iba a entrar. El coronel vio que la diplomacia no era ya una opción viable, así que le gritó "detenlo" a Grubber. Éste, sin perder un décimo de tiempo, disparó a discreción sobre el hombre. El primer disparo dio en una de las piernas. El sujeto tropezó, pero no cayó. Siguió moviéndose. El segundo disparo le dio en el brazo izquierdo, el tercero y el cuarto fallaron el blanco, pero el quinto le dio de lleno en la espalda. En su costado derecho. Al fin cayó, casi enseguida se puso de pie y moviéndose con dificultades, cojeando y sangrando, entró a la casa aprovechando que el sargento recargaba la carabina. El hacha, al caer el hombre, rodó por la ladera, hacia el lado contrario. Desapareciendo de nuestra vista. Yo no sabía muy bien qué hacer y no recibí más instrucciones que la de avanzar. En cambio, ellos actuaban engranados. Opté por quedarme cerca del coronel. Éste, impávido, caminaba sin apresurar el paso hacia la cabaña. Para cuando llegamos, ya todos estaban allí, rodeando la casa, formando un perímetro para que el sujeto no escapara. Jans le gritó que se rindiera, sus heridas serían tratadas, pues había un médico en el grupo. El silencio fue la única respuesta. Rahl le hizo señas para que no dijera más. No valía la pena, ya la diplomacia había sido desechada con el uso de la fuerza. Sin embargo, de la choza se dejó oír una voz lastimera. Ninguno de los presentes entendió la frase."

-Parece ruso o bielorruso -comentó Jans.

-Yo creo que es rusino. No en vano estamos en Rutenia -observó el coronel.

-¿Alguien habla ruso? -pregunté.

"Todos negaron con la cabeza excepto Grubber que, carabina al hombro, apuntaba mientras escudriñaba el exterior de la cabaña. Creí que aquello revelaba que Grubber sabía hablar ruso. Y así, se lo indiqué al coronel. Éste sonrió.

-Grubber es mudo, pero igual no conoce el idioma ruso -aclaró.

"¡Vaya! No me había percatado de ello. Luego supe que una herida en la cabeza, sufrida en los disturbios callejeros que dominaron las calles alemanas durante el periodo de la República de Weimar, había causado que perdiera el habla. Grubber había pertenecido a las SA y cuando las mismas fueron disueltas pasó a formar parte de las SS."

"Como nadie hablaba ruso, se intentaron otros idiomas. Jans, le habló en checo, no hubo respuesta; le habló en alemán no hubo respuesta; el coronel me hizo una seña, le hablé en magyar, mismo resultado."

-¡Necesitamos un lingüista en el grupo! - exclamó el coronel -al diablo con la diplomacia, hay que entrar a la fuerza amigos -agregó.

"Todos asintieron, yo incluido. Estudiamos brevemente la situación. La cabaña no tenía ventanas, era lógico, un vampiro no quiere luz solar en su casa. Había unas pequeñas ventilas, distribuidas aquí y allá, eso no servía para entrar. La única opción viable era la puerta, porque la chimenea era diminuta, apenas podría entrar un palomo, no digamos ya un hombre. Tomando en cuenta todos esos factores dispusimos del tronco que el hombre había estado cortando cuando irrumpimos. Jans, Hoffman, Schwartz, por un lado, Dominic, Donald, Taube, por el otro, lo levantaron y usaron a manera de ariete. Grubber estaba atento a la puerta, carabina al hombro, yo igual, alerta, con el revólver Webley preparado. El coronel, por toda arma tenía un diccionario ruso-alemán en el cual buscaba palabras."

"Los chicos comenzaron su faena de derribar la puerta. Esta se sacudía con cada embate, vaya que era resistente. No habían propinado más de tres golpes cuando notamos humo escapando por las rendijas. Un incendio se estaba desatando en la parte interna, iniciado por el propio dueño. Se redobló el esfuerzo y los postigos empezaron a ceder a medida que el humo también era más abundante. Gritos, empezaron a oírse desde el interior, de nuevo, no entendimos nada. El coronel buscó en el diccionario, luego de unos segundos arrojó, rabioso, el pequeño libro contra la puerta. 'Malditos sean los rusos y su estúpido idioma' exclamó. Como si fuese el empujón que faltaba, la entrada, cedió y Grubber, entró por la abertura, seguido por mi persona. Los demás hicieron lo propio, soltaron el tronco y cuchillos en mano penetraron en el incendio. La visión que encontramos fue espeluznante, el sujeto se hallaba prendido en llamas, gritaba de manera horrorosa mientras trataba de esparcir el fuego en la cabaña. Aquella antorcha humana se movía de un lado a otro, tocando las paredes, los muebles y todo aquello que pudiese ser combustible."

-¡Apáguenlo! -gritó el coronel -¡sáquenlo de la cabaña!

"Yo fui el primero en atraparlo, lo tomé de un brazo, no pude sostener el agarre, me quemé las manos. Me arrepentí entonces de no haber usado los guantes. Razón tenían todos de usarlos. El único necio en no colocárselos fui yo. Grubber y Jans lo tomaron entonces y con mucho esfuerzo lo sacaron de la cabaña. Una vez afuera, tuvieron que prescindir de los guantes y las chaquetas, se habían prendido en fuego. El coronel cubrió con su chaqueta al hombre. Las llamas no se apagaron de manera inmediata pero luego de un rato lograron controlarlas. Yo me aparté, el coronel en cuanto pudo me atendió, me colocó ungüento y vendó mis manos. Schwartz y Hoffman salieron de la cabaña cargando un baúl. Dominic y Donald también escaparon del fuego y traían a rastras al soldado Taube. Al parecer había perdido el conocimiento al inhalar exceso de humo. Eso nos pareció al principio. Cuando observamos bien, estaba sangrando en uno de sus costados. Aquello me extrañó sobremanera. ¿En qué momento recibió esa herida? Me hallaba pensando en esa cuestión cuando un agudo grito llamó mi atención. Lo que a todas vistas era un chiquillo, salió corriendo de la cabaña, su ropa se hallaba envuelta en llamas. Mientras corría se fue quitando la misma, así que al final se encontró desnudo, eso no evitó que se quemara. Era una cosa desagradable de ver, su piel era una mezcla de manchas negras de hollín y el rojo de su carne viva. El cabello había desaparecido casi al completo, el poco que le quedaba estaba chamuscado, en general se encontraba muy quemado. Una cosa terminó por dilucidar las dudas de la herida de Taube. El niño llevaba un cuchillo en la mano derecha y este tenía manchas de sangre. Sin pensarlo y mucho menos decir algo, Grubber lo abatió de un disparo. El coronel y yo corrimos hasta donde había caído. Estaba horrorizado y molesto. El sargento era un gatillo alegre, mira que dispararle a un niño.

Llegué hasta el infante, primero que el coronel, este me indicó que lo llevara hasta donde se encontraba su mochila. Quise hacerlo, pero mis manos se hallaban quemadas, así que lo hizo él mismo. Nos congregamos todos en donde se hallaban los heridos, la casa se quemaba a nuestras espaldas. Taube presentaba una herida en su costado derecho; el niño quemaduras de un 60 por ciento de su cuerpo, aparte del balazo en la cabeza. Por increíble que pareciera estaba vivo. El sujeto sospechoso de actividades vampíricas estaba peor, tenía tres heridas de bala y su cuerpo se hallaba quemado más allá del 90 por cierto y sus quemaduras eran de segundo y tercer grado. ¿Cómo era posible que todavía estuviera vivo ese ser? Se escuchó otro disparo, de nuevo Grubber accionaba el gatillo. Esta vez contra el candado que resguardaba al baúl. Lo abrieron de una patada, el coronel sonrió y exclamó: '¡Qué maravilla, mira lo que está aquí!' Metió sus manos y sacó un extraño aparato."

-Es una máquina de transfusión de sangre, ya no se usa, esta es muy antigua. Nunca había visto uno de estos modelos más que en fotos e ilustraciones de libros -estalló jubiloso.

"En seguida, Grubber, soltó la carabina, se arremangó la camisa y comenzó a asistir al coronel en su faena de doctor. Quien primero detuvo la hemorragia del soldado."

-Taube es prioridad -afirmó.

"Luego conectó la maquina al chico con Taube y comenzó a bombear. Aquello me pareció monstruoso, pero nada dije. Estaban siendo prácticos, pero nada humanos. Razón tenía Nietzsche cuando escribió 'Ten cuidado cuando cazas monstruos de no convertirte en uno también.' El Coronel, hizo lo propio con el hombre de la cabaña, obedeciendo una seña, Grubber le alargó uno de sus brazos. Le transfundió sangre al sujeto. El resto del pelotón combatió el incendió, antes de que se propagase más, pues ya estaba prendiendo un árbol contiguo. Con mucho trabajo lo lograron controlar cerca del mediodía. Exhaustos se sentaron en la hierba a comer, el sujeto y Taube estaban vivos, el chico no lo logró, en realidad nunca fue atendido. Lo dejaron morir. Mientras ellos combatían el fuego, Grubber cavó un hoyo y depositó el pequeño cuerpo. Al menos tuvo la decencia de sepultarlo. Reposamos un rato, necesario era recuperar fuerzas para iniciar el descenso con dos heridos. Había una sola camilla, una plegable. Esa la dispusieron para el sujeto. Taube había recuperado el conocimiento, pero no se hallaba al cien por ciento como para enfrentar la bajada. Grubber, se lo echó a la espalda, era hora de bajar. Dominic y Donald se hicieron con el traslado del sujeto, este fue cubierto con una gruesa manta gris y maniatado para que no intentase escapar. Cómo medida extra también le fue suministrado un sedante, no faltaba más ser precavido. Uno, al ver la magnitud de las quemaduras no entendía cómo podía seguir con vida. La única explicación posible era que sí, era un vampiro. Habíamos tenido éxito. Si podíamos llamar éxito a tan descomunal desastre."

"Ya atardecía cuando llegamos al campo de aterrizaje. Nos esperaba la otra escuadra del grupo. La cigüeña se hallaba encendida y abastecida. Grubber, se puso tras los controles del avión. El sujeto fue colocado en el asiento trasero. El coronel se iría en otro transporte. La cigüeña era un aeroplano biplaza. Y así, en un abrir y cerrar de ojos, Grubber inició el despegue, el Fiesseler Fi156, apodado como "la cigüeña" levantó vuelo y se perdió en el horizonte. Y así terminó aquella aventura, mi primer trabajo de campo con el grupo. Nos separamos. Cada uno tomó rumbo a su país de origen, a su hogar, a un inmerecido descanso."

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