No acercarse a Darek

Bởi MonstruaMayor01

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Meredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla... Xem Thêm

Personajes
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Adelanto
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Carta recibida por Darek
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Adelanto
Conociendo a Darek
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
¿Crees en los monstruos?
Adelanto
Capítulo 24
Capítulo 25
Adelanto
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Dae
Capítulo 30
La chica
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Piano, sangre y amor
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Adelanto
Capítulo 38
Un pasado marcado
Capítulo 39
Ese «te quiero»
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
NOTA
El cerezo
Capítulo 43
Capítulo 44
Ajedrecista
El villano
Capítulo 45
Antes de todo
Capítulo 46
Capítulo 47
Ella
Capítulo 48
Capítulo 49

Capítulo 4

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Bởi MonstruaMayor01

Darek es un chico que hace notar su presencia silenciosa y magnética. También suele generar el rechazo y el temor de quienes lo rodean, pero por otra parte la curiosidad y la fascinación de los que quisieran conocer más de su vida.

Mientras sigue avanzando dentro del salón recorro su rostro y me percato de algo: una herida. Sobre su ceja izquierda se puede vislumbrar una herida que le da un aspecto aún más oscuro. Es una herida pequeña, de unos dos centímetros de largo, que le ha dejado un corte limpio y profundo. Se nota a leguas que es reciente, porque tiene un color rojo vivo. Incluso puedo asegurar que no se ha puesto ningún tipo de cura o desinfectante, lo sé por el hecho de que parece sucia y expuesta.

Me encuentro tan enfrascada en la herida de su cara que no advierto que él camina directo a mi dirección, solo salgo de ensimismamiento cuando él tira su bolso en el piso y se sienta a mi lado. Entonces, mi cuerpo entero se tensa.

Él no parece darse cuenta que yo soy la que está sentada a su lado. Pone sus ojos al frente y de ahí no los aparta. Su perfume fuerte y embriagador, deja un rastro de aroma a su paso y acaba por enredarse en mi olfato.

De golpe, mi corazón comienza a latir con fuerza y aunque busco la forma de calmarme, no lo consigo. Mis manos, que están encima de la mesa que ahora comparto con Darek, se entumecen, como si de pronto no tuviera movilidad en ellas. Mi mente se nubla y se bloquea, sin dejarme pensar con claridad. No puede ser cierto que ahora también tenga que ser compañera de pupitre de Darek, esto ya es demasiado.

Mientras busco la manera de ni siquiera respirar para que el chico a mi lado no note mi presencia, veo que Adán se mete dentro del salón, pero estoy tan nerviosa que no me doy tiempo para admirarlo como se lo merece. Y cuando ya las cosas no podrían ir peor, Darek ladea su cabeza por encima de su hombro y sus par de pupilas se ensartan en mi perfil.

—Otra vez tú —habla con voz fría y distante, ella expresa poco o nada de emoción.

Ahora solo quiero dos cosas: desaparecer o huir.

Atraigo aire hacia mis pulmones para no morir y luego volteo a verlo con una mirada de indiferencia y aburrimiento, casi como si no me estuviera asfixiando por su presencia.

—Yo estaba aquí primero.

Su rostro anguloso y duro, con unos rasgos bien marcados se frunce y arquea sus cejas, mostrando un gesto desafiante.

—Siempre me siento al final —me recuerda —. Siempre ha sido así.

Claro que sé que él se sienta en el fondo, en cada clase lo hace, pero yo no tenía ni la más mínima idea de que él también había elegido está clase, nunca imaginé que me encontraría en el salón de pintura.

—No sabía que ibas a estar aquí...

—Deja de mentir —me interrumpe. Sus ojos, que parecen perforarme el alma se afincan con suma intensidad sobre mi rostro. —Sé que me estás siguiendo.

¿Qué?

De inmediato, niego.

—Claro que no.

Su boca se tuerce en una mueca hostil, y es aquí cuando pienso que desde que lo conozco nunca he visto una sonrisa genuina en ella, siempre sonríe de forma fingida y maliciosa, pero no lo hace con autenticidad.

«¿Nunca ha sido feliz?», me pregunto en una milésima de segundo.

—Estás obsesionada conmigo y será mejor que vayas a un psicólogo para que te ayude.

Sus palabras, esfuman cualquier pensamiento que tenga y me hace abrir los ojos de par en par mientras la incredulidad invade las facciones de mi rostro.

—No estoy...

—Creeme, será mejor que te alejes de mí, porque si no lo haces no tendrás que visitar un psicólogo, terminarás internada en un psiquiátrico.

Entreabro los labios para replicar, pero ni una sola palabra sale de mis labios, ya que el profesor Enrique se presenta en el aula y su llegada hace que todos los que nos hallamos en el salón rodemos la mirada hacia él.

—Buenas tardes, jóvenes estudiantes —nos saluda.

El profesor de pintura es un hombre de unos cuarenta años, de estatura media y complexión delgada. Tiene el pelo castaño y rizado, el cual lleva recogido en una coleta. Sus ojos son verdes y expresivos, en ellos se suele reflejar su estado de ánimo. Tiene una barba de varios días que le da un aspecto desenfadado. Su rostro es alargado y en las comisuras de sus labios se ven arrugas que se acentúan cuando sonríe.

El simpático hombre deja el bolso que cuelga de su hombro en la mesa y nos regala una ancha sonrisa.

—Soy Enrique Brown y seré su profesor de pintura —prosigue el profesor mientras que recorre el salón con sus ojos —. Espero que durante este año nos llevemos bien y podamos aprender sobre todo lo que el arte de la pintura nos ofrece.

Los demás estudiantes escuchan la charla del profesor con atención al mismo tiempo que yo no puedo ignorar que Darek sigue mirándome.

Lo mejor que podría hacer, es pararme e irme a sentar en otra mesa, no obstante, soy una persona demasiado tímida, tanto que si alguien me atropellara le pediría disculpas por haber golpeado su coche con mi cuerpo. Así que no, mi poca ganas de atreverme no es suficiente para cambiarme de pupitre.

—Si gustan vamos a empezar con lo básico y eso es entender un poco mejor qué es la pintura —prosigue el hombre con su clase —, la pintura es una forma de expresión artística que requiere de técnica, creatividad y sensibilidad —se desenvuelve muy bien, pero ni con eso es capaz de hacerme olvidar de que tengo a Darek sentado a la par —. En esta clase pretendo enseñarles los principios básicos de la pintura, como el color, la forma, la luz, la perspectiva y la composición...

No puedo seguir poniendo atención a la explicación del profesor por culpa de la quisquillosa mirada de Darek, tengo que volverme y mirarlo de vuelta.

—¿Qué tanto me ves? —le pregunto en un siseo. No quiero que el profesor piense que no me importa su clase.

Me siento nerviosa y vulnerable bajo su escrutinio, y es que sus ojos ámbar son demasiado profundos, ellos me hacen cuestionarme e inquietarme a la vez.

—Aléjate de mí —masculla en un tono grave y estremecedor, tanto que es como si el suelo debajo de mis pies temblara con su voz.

No entiendo porque me ha pedido tantas veces que me aleje de él, eso quiera o no, me causa intriga. De verdad que si pudiera alejarme de él, lo haría, pero ya para este punto es imposible, porque aún por encima de mi voluntad debo tenerlo de compañero de viaje en el bus, así que no nos queda otra alternativa que acostumbrarnos a la compañía del otro.

Sin tener ánimos de seguir discutiendo, ni soportando más la vehemencia de su mirada regreso mis ojos al frente de la clase y los poso en el hombre que se encarga de impartir sus conocimientos.

Por unos buenos minutos me olvido de la presencia de Darek y me centro en escuchar al profesor Enrique, sin embargo, eso se acaba cuando siento que él se mueve a mi lado y al mirarlo de refilón me percato de que una pequeña parte de la cicatriz de su antebrazo queda expuesta. Me remuevo en mi asiento para así lograr verla mejor. Aunque no puedo verla toda lo que alcanzo a visualizar es una cicatriz como de una quemadura, ella se ve abultada y tiene un color más oscuro de la piel que la circunda.

Se dice que esa cicatriz se la provocó en el accidente donde murieron sus padres, también he llegado a escuchar que fue en un incendio que hubo en la casa de la familia Steiner, y hasta se ha rumorado que él mismo se le produjo con la finalidad de llevar una marca para siempre en su piel; esta última es absurda, puesto que, Darek siempre usa suéteres o camisas de mangas largas para no dejarse ver tal cicatriz, es por esta misma razón que nadie a logrado verla más allá de un par de centímetro.

Yo creo que el tatuaje que tiene en su cuello se lo hizo para borrar los rastros de esa misma cicatriz. No lo sé, Darek es un misterio andante.

Darek se da cuenta de que la manga de su suéter se ha subido un poco y la baja hasta el ras de su muñeca. Esto me hace tornar la vista al profesor.

«Basta, Meredith», me regaño mentalemnte y decido que voy a prestar atención a la clase.

Con el paso del tiempo me he enfocado tanto en la clase de pintura que la explicación del profesor pronto me enciende el alma, escucharlo hablar sobre algunas pinturas famosas, sus autores, los contextos históricos de cada una de ellas y el significado tan potente que hay detrás de cada pincelada es magnífico. Sin darme cuenta ya casi se han ido las dos horas de clase y yo no quiero que esto acabe.

—Bueno, por hoy nuestra clase ha terminado —anuncia el hombre de barba con la satisfacción cubriéndole el rostro —. Como tarea les voy a pedir que para la semana que viene me traigan un boceta hecho por ustedes de algo o alguien que les inspire. Pueden usar un lápiz, un carboncillo o una pluma y pueden elegir el tamaño y el formato del papel que deseen. —Se guinda la tira del bolso en el hombro y agrega: —La calificación final de todos los trabajo será dividida entre mi persona y cada uno de sus compañeros de pupitre, esto quiere decir que el compañero que eligieron hoy como acompañante de pupitre dará la mitad de la calificación de cada tarea asignada. Con esto quiero fomentar el compañerismo en mi clase.

No puede ser. Esto tiene que ser una jodida broma.

El profesor se retira, dando por terminada sus dos horas de clase y yo no consigo salir de la sorpresa que me he llevado al escuchar las últimas palabras que salieron de su boca. Ahora, y como si ya no fuera suficiente, también Darek dará la mitad de mi calificación. En serio que esto tiene que ser una broma de mal gusto.

—No esperes que te dé buenas calificaciones, así pintes como el jodido Da Vinci mi calificación hacia ti siempre será un menos uno —escupe el chico a mi lado, como si estuviera leyendo mis pensamientos. Acto seguido, se levanta, cuelga el bolso en su hombro y se marcha del aula.

Dios mío, eliminame, porque iluminarme ya no me sirve de nada.

◇◆◇

—¡Estoy cansada de lo mismo, mamá! —Los gritos de Laia son tan estridentes que se entremeten en mis oídos. Escucharla tan alterada y dolida me hace un nudo en la garganta, así que paso saliva y sigo con lo que estoy haciendo —¡Cada vez estás peor! ¡Ya esto ha sido suficiente!

Desde hace un año Laia no vive con nosotros, por culpa de las adicciones de mamá y la falta de empatía de papá por todo esta situación ella decidió irse a vivir a una habitación aparte de todo el caos que hay en esta casa. Pero no por eso ha dejado de venir a visitar a mamá y a papá. Supongo que está así de afectada por el hecho de que mamá ha empeorado, al igual que ella, yo me siento muy dolida por el deterioro de mamá.

—¡Sal de mi oficina, Laia! —le responde de vuelta mamá.

Cojo una bolsa de plástico y dentro meto un sándwich de jamón y queso, una manzana y una botella de agua. Es lo único que mi mente planeó llevar de desayuno, agregándole a esto que no tengo ni tiempo ni ganas de preparar nada más. Cierro la bolsa y la guardo en mi mochila. Miro la hora en la pantalla de mi móvil y noto que faltan solo diez minutos para que el bus pase por la parada escolar. Tengo que irme ya si no quiero perder el día de clase.

Me pongo un suéter que me cubra del frío de la mañana, agarro las llaves de la casa y me dirijo a la habitación, donde siguen discutiendo mi madre y mi hermana. Tan pronto tiro de la puerta de la oficina Laia, que viene como una fiera se detiene y me mira.

—Quiero que te vengas a vivir conmigo, no puedo permitir que sigas en este ambiente.

No me sorprende escucharla decir esto, en más de una ocasión me ha pedido que me vaya con ella y siempre le he contestado que no, que no quiero dejar a mamá sola.

Alterno la mirada entre ella y mamá y niego con la cabeza.

—No me iré de aquí, Laia.

Ella imita mis movimientos al negar, pero su negación está plagada de desesperación.

—Mer, no quiero que...

—Estoy bien, Lai, estoy bien.

No creo que Laia sea egoísta por haberse mudado, después de todo lo hizo por su bienestar, pero yo no puedo, no puedo abandonar a mamá así me haga sufrir con su trato. La amo tanto que no me importa que me haga daño, no sé si esto esté bien, lo que sí sé es que estaré con ella hasta que sea ella misma la que me pida marcharme de su vida.

—Meredi...

—Me voy, el bus me va a dejar. Adiós.

Me encamino a la puerta de la casa y apenas pongo un paso afuera, suspiro. Por una parte me siento aliviada por haber dejado detrás de mis espaldas tan tenso y agobiante ambiente, pero a la vez me pregunto si algún día mamá recapacitará y se dará cuenta que está perdiendo su vida. Pero tras dar un par de pasos dejo de pensar en eso, y me concentro en llegar a tiempo a la parada. A diferencia de ayer, hoy la parada está el doble de llena, a mi parecer es un martirio viajar de ida junto a mi no tan agradables compañeros, porque sí, hay algunos que son muy amigables, pero hay otros que de verdad sacan de quicio y la mayoría de los que sacan de quicio solían llegar a la preparatoria en sus propios auto, o en su defecto, en los de sus padres.

Transcurren unos dos minutos y escucho una voz que me hace poner los ojos en blanco.

—El conductor del autobús será que se quedó dormido. —La voz que habla es la de Leticia. Dios, Leticia es la chica más insoportable que he conocido en mi vida, y no exagero. —Como si ya no tuviésemos suficiente con viajar todos juntos, además el viejo se tarda.

Una de las chicas que la acompaña le da la razón. Tras esta corta conversación el bus se estaciona en la parada y todos nos disponemos a subirnos en él. Busco con la mira el asiento que debo ocupar, y me encuentro con una escena que me deja helada. Adán está sentado en uno de los asientos del medio, sin embargo, él no está solo Alison se ubica a su lado, aunque eso no es lo peor, lo peor es que se están besando. Tal escena me detiene el corazón en seco. Mi cerebro no puede procesarlo.

«¿Desde cuándo son...novios?»

Siento como si un millón de agujas me estuvieran pinchando el corazón.

—¡Oye, pedazo de excremento, muévete! —dice Leticia detrás de mí.

Me las arreglo para llegar a mi asiento, pero mis piernas temblorosas casi me hacen caer al sentarme. Ni siquiera me doy cuenta cuando dejo mi mochila en el asiento vacío de al lado. Sin saber muy bien qué hacer, muevo la mirada hacia la ventana y contemplo el paisaje que pasa al exterior. Quiero escapar de aquí, no quiero estar en el mismo lugar que el chico que me gusta desde hace años usa para besar a otra chica.

Siento que el bus hace otra parada, pero yo sigo con la atención puesta en la ventanilla, sumida en mis pensamientos. No pasa ni un minuto cuando una potente voz me hace volver a mi realidad.

—Quita tu bolso.

Vuelvo a ver a la persona que me habla, en eso me encuentro con los ojos ámbar de Darek, no obstante, hoy no tiene ningún efecto en mí, estoy tan triste que lo que hago es agarrar mi bolso y apoyarlo en mi regazo.

El chico alto, intimidante y misterioso toma asiento a mi lado.

De pronto, mi vista se nubla por dos par de lágrimas que busco contener, pero al no hacerlo ellas terminan deslizándose por mis mejillas. Me siento muy estúpida en este instante, yo tenía la esperanza de este año sí poder aunque sea tener una cita con Adán, ya eso no va a ocurrir.

Leticia que se le ha asignado el asiento detrás de mí parece escuchar un torpe sollozo que, involuntariamente, escapa de mis labios.

—¿Estás llorando, querida Meredith? —pregunta, alzándose de su asiento y asomando su redonda cara por encima del respaldo del mío.

Con el dorso de mi mano enjuago las lágrimas de mi rostro y niego.

—No, no estoy llorando.

Una carcajada estalla de su garganta.

—Claro que estás llorando. ¿Qué te ha pasado? ¿Tu novio te dejó por otra más bonita que tú?

Su cruel comentario no hace más que provocar más lágrimas encharcando mis ojos.

—Yo... no —la voz se me corta una y otra vez.

—¡Escuchen, Meredith está llorando por no poder encontrar un novio! —se burla en voz alta para que todos en el autobús sepan que estoy llorando como boba.

Me siento humillada, vulnerable y tonta, porque no puedo ni siquiera controlar mis emociones. A mi alrededor, las risas y murmullos comienzan a oírse y en mis ojos las gotas no paran de brotar. Nunca podría haber imaginado lo próximo que ocurre. Darek se coloca de pie, él le dirige una mirada escalofriante a Leticia, que la hace enmudecer al instante. Aparto las lágrimas y regreso a verlo. La mirada que le dedica a la chica que hace un momento se reía de mí, es fría y dura, tanto que parece lanzar dagas.

—Si sigues burlándote de ella sabrás de mí —le advierte con el semblante impregnado de una amenaza velada que transmite miedo. —Y esto es para todos los que están en este autobús —agrega, deslizado sus ojos por todo el vehículo.    

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