decay โ”โ” daryl dixon

By -poisxn

6.3K 685 96

DECAY | en donde una pequeรฑa familia rota se ve obligada a luchar si quiere sobrevivir ... More

decay
epigraph & mixtape
graphic gallery
graphic gallery ii
act i
i. house of memories
ii. priorities
iii. bittersweet reunions
v. graveyard

iv. dead weight

271 55 5
By -poisxn












capítulo cuatro,
( dead weight )













            OCTAVIA DIXON SE SENTÍA TRISTE. ¿CÓMO ERA JUSTO QUE un montón de imbéciles dejara a su tío esposado en una tubería en medio de una ciudad infestada y su padre sea el que deba ir a buscarlo? Bueno, la respuesta es que no era justo, por supuesto. Y que ella sufriera el complejo de Casandra tampoco lo era. Sabía que algo malo sucedería, podía sentirlo en sus huesos, cada uno de ellos gritando por un alivio que no vendría. Pero ahí entraba el complejo de Casandra: era ignorada.

Así que tomó el diario que guardaba en su mochila y escribió en él con trazos oscuros y profundos que amenazaban con atravesar la hoja.

Día 72 desde el comienzo
Sé que algo va a suceder. Aunque no lo crean. Nunca lo hacen. Me miran y solo ven a una niña tratando de llamar la atención.
LOS ADULTOS SON ESTÚPIDOS Y LOS ODIO.
Lo peor es que después no voy a poder decir "lo sabía" o "les dije", porque entonces va a ser muy tarde y probablemente alguien salga herido. ¡Aunque no sé lo que va a suceder!
Shane se rió cuando lo dije. LO ODIO. Ojalá cuando vuelva el tío Merle le robe todo lo que tenga. Entonces YO voy a reírme de él.
Y papá no está bien porque el nuevo adulto idiota dejó al tío Merle en atlanta. Espero que no le pase nada.
Espero que todos estemos bien...

No recordaba el momento exacto en que había comenzado a escribir en diarios. Probablemente un día solo había agarrado un cuaderno viejo y usado y había comenzado a escribir en él. Había dejado dos completos de entradas en su casa y a veces lamentaba no tenerlos con ella, aunque no fuera a releerlos. Sentía haber dejado atrás una parte de sí misma. Una parte muy vulnerable y cruda que cualquiera podía leer si los encontraba. Le hacía sentir incómoda cada vez que lo pensaba.

Guardó el cuaderno dentro de su mochila con el resto de sus pertenencias, y abandonó la carpa en busca de su padre. En cualquier momento partirían hacia Atlanta y debía despedirlo. Aunque odiaba las despedidas.

Se acercó a él con pasos lentos que podrían resultar tímidos si su padre no la conociera. Podía notar el enojo en sus labios fruncidos. En la manera que evitaba su mirada y se concentraba en cada paso que daba. Daryl dejó las flechas que preparaba a un lado y esperó a que Octavia se detuviera enfrente suyo y se dignara a hablar.

—No quiero que vayas —admitió en voz queda.

—Estaré bien, O. Lo sabes.

—¿Puedo ir contigo?

Daryl soltó un suspiro cuando lo observó con aquellos grandes ojos celestes recubiertos por largas pestañas. Suspiró porque Octavia sabía malditamente bien que aquella mirada era suficiente para que él accediera a lo que le pidiera. Pero esta vez no podía permitirle que fuera con él. No cuando hacerlo solo la ponía en peligro. Y, a decir verdad, odiaba decirle que no.

—No esta vez, O. Tal vez la próxima.

Octavia desvió su mirada a un lado, más allá de los árboles. Más allá de todo lo que pudiera abarcar su vista. Porque nada importaba cuando lo único que quería ver era el estado de la ciudad. Si lo decía en voz alta solo dirían que era el deseo de una niña ingenua que realmente no sabía lo que estaba diciendo. Pero lo sabía. Tenía curiosidad. ¿Qué había pasado con las ciudades ahora que todos los vivos las habían abandonado? ¿Cómo se veían las calles desiertas? ¿Los edificios ya se encontraban en decadencia? ¿Y qué había de los sitios donde habían caído las bombas?

—Mientes. Tampoco iré contigo la próxima.

—Oye, dije que tal vez la próxima vez podría considerarlo.

Octavia negó con su cabeza mientras retrocedía. Tampoco lo consideraría. Era una niña atrapada en un mundo que ya ni siquiera le pertenecía a los adultos. No había lugar para ella allí. Las lágrimas retenidas hicieron arder sus ojos y su garganta e hizo todo el esfuerzo posible para no dejarlas caer. Solo empeoraría la situación. Solo la harían parecer la niña que todos creían que era. Y tenía que demostrarles lo contrario.

—Pero no lo harás. Como sea.

Comenzó a alejarse a zancadas e ignoró los llamados de su padre. Podía sentir las uñas mal cortadas clavarse en las palmas de sus manos. La opresión en el pecho por no largar el sollozo atorado. Pero ya no podía comportarse como una niña.

—Octavia, no me ignores.

Daryl la alcanzó y tomó su hombro con una mano. Pero ella solo se la sacudió de encima. Porque si se daba la vuelta y lo veía, temía largarse a llorar.

—De acuerdo, como quieras. Yo me largo.

Octavia dió dos pasos más y entonces se detuvo. Giró sobre sus talones con la intención de despedirse, de darle un último abrazo y hacerle prometer que volvería sano y salvo. Pero Daryl ya se alejaba y hacia el camión y la verdad era que no podía permitir que marchara creyendo que estaba enojada con él. Porque no lo estaba y no estaba segura de que fuera una posibilidad.

—Espera.

Daryl se detuvo y Octavia corrió hacia él. Cuando el hombre terminó de girar, la niña se abalanzó sobre él y estuvo a punto de perder el equilibrio. Pero se plantó sobre sus pies y la abrazó por los hombros. Sus labios se alzaron de manera imperceptible en una sonrisa.

—Promete que volverás.

—Volveré, O. Lo prometo. Siempre volveré.

Y Octavia le creyó. Porque aquel era su padre y si no volvía no sabría que hacer consigo misma.























            LA TARDE LLEGÓ CON UN SOL ABRASADOR QUE HACÍA CORRER las gotas de transpiración por sus cuerpos al hacer cualquier tipo de trabajo, ya fuera cortar leña o colgar ropa. Hacía horas que parte del grupo había marchado hacia Atlanta y los campistas restantes intentaban ocupar su día con trabajos que los distrajera de la preocupación que surcaba sus mentes. Cada uno de ellos, incluso los más chicos, comprendían el peligro al que se estaban exponiendo y solo les quedaba esperar su regreso.

Eleanor descubrió que practicar con su arco era una buena manera de concentrarse y olvidarse del mundo. No era buena con él, de hecho era bastante mala, pero sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que sus balas se acabasen y sus armas quedaran inservibles, incluso si conseguían traer de vuelta el bolso con armas que Rick había dejado caer en Atlanta.

Además, era un arma silenciosa que le permitiría cazar sin atraer a los depredadores. Los infectados no eran los únicos por los que tendrían que preocuparse si los científicos no encontraban una manera de revertir la situación. Los osos, lobos y demás animales serían libres con la falta de humanos y no solo se los encontrarían por el bosque, sino también en las ciudades, en busca de presas frescas. Y Eleanor no pensaba ser una de sus presas.

Daryl había sido quien le insistió en que tuviera un arco, incluso años antes de que llegara Octavia a sus vidas. La ballesta era más práctica, pero también más pesada y tosca, un arma que para ella resultaría un problema y que incluso podría ponerla en peligro si era la única que tenía. En caso de quedarse sin flechas, Daryl podía blandirla y aplastar algunos cráneos, pero Eleanor apenas era capaz de levantarla.

A su lado, Octavia se encontraba tan concentrada como ella. Respiración acompasada y arco y flecha en alto. Contrario a su madre, su puntería resultaba certera nueve de las diez veces que disparaba. Sin duda, era su arma predilecta. Sabía usar pistolas y rifles gracias a su abuela, que le había hecho prometer que sería un secreto entre ambas, y prefería evitarlas. Eran demasiado ruidosos y sacudían todo su cuerpo cada vez que disparaba. Eligiría el arco cada vez que tuviera la opción.

Ni madre ni hija se salvaron del calor del sol georgiano. Podían sentir el sudor corriendo por sus espaldas y acumularse debajo de sus axilas, incluso en la base de sus nucas sin importar que sus cabellos se encontraran recogidos.

Eleanor bajó su arco luego de haber soltado una flecha. De las diez que había disparado, aquella fue solo la quinta que acertó en el blanco que había dibujado sobre el árbol utilizando un crayon blanco de Octavia. Su hija, por el contrario, había acertado nueve de las diez.

—Definitivamente tendré que seguir practicando —murmuró Eleanor atravesando el arco en su espalda—. ¿Qué dices si bajamos al lago a refrescarnos?

Octavia soltó la onceava flecha y, una vez más, le dio al centro.

—Por favor, si, muero de calor.

La madre rodó sus ojos ante el dramatismo de su hija y se acercó al árbol para recuperar las flechas que quedaron clavadas. Octavia la imitó y luego se encargaron de levantar las del suelo, cinco contra una. Si hubiera sido una competencia, resultaba fácil distinguir a la vencedora.

Tras guardar las flechas en sus respectivos carcaj, el dúo comenzó a descender en busca de la frescura del lago. Había una leve brisa que poco efecto hacía en sus acaloradas y sudorosas pieles, pero Eleanor notó que sí podía verse el efecto del sol sobre ella.

Octavia vestía una musculosa, como ella, y la piel de sus hombros había adquirido un tinte tan rojizo como su frente y mejillas. En Eleanor, el rojo era prominente sobre su pecho, y estaba segura que también en su rostro. Llevaba un short, sin importarle que el crecimiento de sus pelos fuera prominente en sus piernas, y sus muslos también adquirían un tono rosado. Aunque hiciera calor deberían usar otro tipo de ropa o quemarían demasiado sus pieles. Hacía días que se había acabado el protector que Jane había llevado.

—O, cuando volvamos al campamento deberás ponerte una remera manga larga y tu gorro. Tu piel se está quemando. ¿Te arde?

—Uh, no —masculló restándole importancia al encogerse de hombros—. Al menos no todavía. Tú también estás roja.

—Demonios. ¿Recuerdas haber visto aloe vera?

—Nop. Pero puede ser que la abuela tenga crema.

—Eso espero.

Pronto se encontraron a la orilla del lago, donde las mujeres del grupo lavaban la ropa y Shane jugaba con Carl en el agua. Eleanor tuvo que contenerse de rodar sus ojos.

—¡Octi! —gritó Carl, atrayendo la atención de ambas—. ¡Estamos cazando ranas, en plural! ¿Quieres venir?

Antes de responderle, la niña alzó su mirada a su madre, sus ojos brillosos con exaltación y una sonrisa en sus labios. No era necesario que hiciera la pregunta para que su madre supiera lo que quería, eso era obvio. Su mirada se encontró con Shane en otra pregunta silenciosa y él asintió con su cabeza para darle a entender que estaría bien bajo su cuidado. Eleanor le creyó a pesar de sus diferencias.

—Dame el arco y el carcaj y ve, vamos.

Octavia se apresuró a descolgarse ambos artefactos y en cuanto su madre los tomó corrió hacia el lago sin importarle que las gotas le salpicaran, agradeciendo el efecto refrescante.

Eleanor sacudió su mano en el aire luego de que Jacqui la saludara y dejó sus pertenencias sobre las piedras de la orilla antes de acercarse al cuerpo de agua. Se detuvo antes de que sus zapatillas se mojaran, más se arrodilló permitiendo que sus piernas lo hicieran. Juntó sus manos, las ahuecó y sumergió, para después acercar su rostro y verter el agua sobre él. Un suspiro escapó entre sus labios ante la sensación, intentando no pensar en Daryl para poder concentrarse en el momento presente. Estar separados no significaba que no se preocupara por él.

Permitió que su vista vagara sobre la tranquila superficie del cuerpo de agua mientras se mantenía de rodillas y el agua las mojaba. Tenía la sensación de que no podrían quedarse en la cantera por mucho tiempo más. La distancia hacia la ciudad era muy corta y pronto más infectados hallarían el camino hacia allí. Solo era cuestión de tiempo y debían irse antes de que se les acabara.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos, sin embargo, al oír voces que se alzaban desde el grupo de mujeres. Ed se les había acercado y Andrea se encontraba de pie frente a él.

—Ed, te diré algo, si no te gusta como se te lava, eres bienvenido a hacerlo tú mismo. Ten.

Andrea tenía una remera entre sus manos. La hizo un bollo y se la arrojó al rostro del hombre. Pero Ed era un hombre sin escrúpulos que le arrojó la remera de vuelta.

—No es mi trabajo señorita.

Amy tomó el brazo de su hermana en un intento por detenerla, pero había tenido suficiente con él, sentado todo el día sin contribuir en lo más mínimo, dejando que su mujer sea la única que aporte. Y, por las noches, lejos de las miradas atentas del resto, le pegaba a ella y su hija solo porque podía.

Eleanor recogió los arcos con su mandíbula tensa, sus dientes tan apretados entre sí que estaba segura de poder partirlos. No era una persona violenta, a menos que la situación lo ameritara, y sin duda aquella lo hacía. Ed necesitaba que alguien le diera una paliza para que entendiera que ya no podía seguir saliéndose con la suya. Allí había gente que quería a Carol y se preocupaba también por Sophia y no permitirían que las siguiera atormentando. Merecían liberarse de él.

—¿Cuál es tu trabajo, Ed? —inquirió Andrea con irritación—. ¿Sentarte en tu trasero y fumar cigarrillos?

—Bueno, seguro no es sentarme a escuchar a una perra engreída que habla inteligentemente. Te diré algo. —Ed dirigió su mirada a Carol—. Ven. Nos vamos.

Carol se puso en pie con la intención de hacer lo que le pedía, porque sino luego tendría que enfrentarse a la furia de su pesada mano contra alguna parte de su cuerpo, y sus crueles palabras que a veces ella misma comenzaba a creer.

—No creo que ella deba ir a ningún lado contigo, Ed —dijo Andrea.

—Y yo digo que es algo que no te importa. Ven ya. Me escuchaste.

—Carol.

—Andrea, por favor. No importa.

Carol parecía estar al borde del llanto mientras intentaba apartar con suavidad a Andrea a un lado. Nunca antes tantas personas, tantas mujeres, se habían preocupado por ella de aquella manera.

—Oye, no te creas que no te tiraré de un golpe porque eres una vagina universitaria, ¿de acuerdo?

Andre jadeó con incredulidad ante la amenaza, enfrente de todas aquellas mujeres como testigo. Eleanor se colocó junto a ella y frente al hombre, su mirada entornada. No era violenta, pero estaba preparada para defender a la pobre mujer y a su pobre hija, dominadas por un cerdo que no las merecía.

—¿Acaso no eres todo un hombre, Ed? —inquirió Eleanor con sorna—. Mírate, amenazando mujeres con pegarles porque no te hacen caso. ¿Acaso no eres el más rudo de todos los hombres?

De ser posible, la mirada de él se oscureció aún más. Era justo lo que le faltaba. Otra mujer que lo fastidiaba. Tendría que enseñarles una lección a cada una de ellas si continuaban interfiriendo en su camino.

—Vete por donde viniste o también tendré que tirarte de un golpe —dijo Ed entre dientes antes de pasar su mirada a Carol—. Ahora, o vienes ya, o lo lamentarás después.

—¿Para que pueda aparecer con moretones frescos más tarde, Ed? —inquirió Jacqui con furia—. Si, los vimos.

Ed rió sin gracia alguna, maravillado porque un montón de mujeres intentaran interferir en su matrimonio. Pero ninguna de ellas se estaba riendo. De hecho, todas estaban preparadas para hacer lo que debieron hacer tiempo: defender a Carol y apartarla de su lado.

—No te metas en esto. ¡Ven ya! ¿Sabes qué? No es asunto de nadie. No quieren empujar al toro, ¿entienden? Terminé de hablar. Ven.

La mano de él se cerró con fuerza alrededor del brazo de su esposa, procurando dejar marcas para que todos las vieran de una vez y entendieran que Carol era su propiedad. Ella y su hija les pertenecían y podía hacer lo que quisiera con ellas. Nadie tenía más derecho sobre ellas que él.

—No, no. Carol no tienes que...

—¡Tú no me dices qué! ¡Yo te digo qué!

El rostro de Carol giró cuando la mano de su esposo impactó contra su mejilla. Andrea fue la primera en reaccionar y darle un empujón, un jadeo de incredulidad escapando de lo más hondo de su ser. A su lado, Jacqui intentó ponerse entre ambos para que Ed no volviera a pegarle a ninguna. Pero el hombre estaba demasiado violento y ceder ante él solo podría acabar de una manera: Carol muerta. Tal vez no aquel día, tal vez tampoco la semana siguiente, pero eventualmente. Y Eleanor no dejaría que pase.

Tomó el cuchillo de su cintura y lo colocó entre sus ojos, tan cerca que si los cerraba cortaría sus pestañas. Instintivamente el hombre retrocedió y Eleanor avanzó. No le dejaría poner distancia entre ambos o le daría la oportunidad de atacarla también a ella.

—Oye...

—¡No! ¡Ahora es cuando te callas! —exclamó Eleanor—. No me importa quien carajo seas, pero si le vuelves a poner una mano encima a ella, a tu hija o alguien más, te cortaré como a un maldito cerdo. ¿Me entiendes, desgraciado?

Con las manos alzadas a ambos lados de su cabeza, Ed solo pudo tragar en seco. Había visto cuando atacó a Shane, el cuchillo sobre su garganta y el filo sobre su delicada piel, y le creía. Pero no podía permitir que ella se diera cuenta que tenía alguna clase de control sobre él. Él era un hombre que no se arrodillaba ante ninguna mujer. Era más hombre que Shane. A él no lo podía amenazar tan fácil.

Ed dio un manozato para tomar su muñeca y apartar el cuchillo de su rostro, pero Eleanor sabía que lo intentaría. Lo había leído en su mirada. Su ego era demasiado grande para ceder ante ella, ante una mujer.

Eleanor se movió a un lado antes de que pueda tocarla, deslizando su cuchillo por su brazo y rasgando su remera. La sangre brotó, él gimió de dolor y antes de que pueda volver a atacar apareció Shane. Lo tomó por detrás y lo arrojó a un lado. Ed rodó hasta detenerse pero Shane no le dio tiempo a reaccionar. Se abalanzó sobre el hombre caído y comenzó a darle una trompada detrás de la otra.

Eleanor notó que Octavia había seguido a Shane, pero Matt estaba a su lado y tomaba su mano. Su mirada se encontraba entornada y Eleanor estaba segura de que hubiera sido él quien le pegara a Ed si Shane no hubiera sido más rápido.

Resultaba violento el sonido de la piel contra piel. Carne sobre carne. Huesos contra huesos. La sangre del rostro mezclándose con la de sus nudillos abiertos. Rojo. Rojo. Rojo. Era una cascada de trompadas que comenzaba a fracturar los huesos del rostro del hombre.

Las mujeres comenzaron a gritarle que se detuviera, los sollozos de Carol presentes en cada pedido mientras llamaba a Ed y le pedía perdón, pero Shane parecía que no se detendría. Matt se acercó por detrás, lo tomó por los hombros y lo empujó a un lado. El hombre se puso en pie en seguida, su rostro ensombrecido buscando otra pelea, pero se calmó al notar que él tenía sus manos alzadas en rendición. Entonces sintió el dolor palpitante de su mano. Entornando su mirada volvió la vista a Ed.

—Si vuelves a poner tus manos sobre tu esposa, tu hija, o alguien en este campamento, la próxima vez Matt no será capaz de detenerme.































author's note !

se que estoy escribiendo la temp 1 muy rápido, pero no es tan importante en la historia. es más bien introductorio a los personajes. la temp 2 si va a ser importante para la relación de el y daryl ♥

amamos a eleanor, que mujer <3

espero que les esté gustando ❤️

Continue Reading

You'll Also Like

484K 67K 43
Una sola noche. Dos mujeres lesbianas. ยฟUn embarazo? ยกImposible!
7.4K 859 20
โno me llames niรฑa, no me llames bebรฉโž. เผ„ เผ„donde delancey scott intenta sobrevivir en la ciudad del crimen y saldar las deudas que tiene con Oz el...
7.2K 875 4
El no es bueno, no es malo, el solo mantiene el equilibrio
35.7K 4.4K 34
๐€๐ง๐ ๐ข๐Ÿ ๐ˆ ๐จ๐ง๐ฅ๐ฒ ๐œ๐จ๐ฎ๐ฅ๐ ๐Œ๐š๐ค๐ž ๐š ๐๐ž๐š๐ฅ ๐ฐ๐ข๐ญ๐ก ๐†๐จ๐ ๐€๐ง๐ ๐ ๐ž๐ญ ๐ก๐ข๐ฆ ๐ญ๐จ ๐ฌ๐ฐ๐š๐ฉ ๐จ๐ฎ๐ซ ๐ฉ๐ฅ๐š๐œ๐ž๐ฌ Joel miller x oc hbo...