Rodrigo Zacara y el Espejo de...

By victorgayol

738K 41.6K 9.6K

Rodrigo está acostumbrado a que su amigo Óliver le meta en algún lío de vez en cuando, pero jamás hubiera pod... More

1. La Torre del Tormento
2. La salida secreta
3. Un lugar inesperado
4. La huida
5. La fortaleza de Gárador
7. El nombramiento de los escuderos
8. La historia del Rey Garad
9. La premonición
10. La loba herida
11. En la enfermería
12. La carta de Balkar
13. El combate
14. El escondite de Dónegan
15. El torneo
16. La revelación del espejo
17. El traidor
18. El Espejo del Poder

6. El código secreto

31.3K 2K 499
By victorgayol

Rodrigo no escuchó lo siguiente que dijeron los caballeros. Ni siquiera se dio cuenta de que sus pasos se alejaban de la biblioteca. En su cabeza todavía resonaban las palabras de Adara:

"No tiene sentido. Arakaz no tiene ningún heredero"

Pero él sabía la verdad. Arakaz sí que tenía un heredero, y acababa de llegar a Karintia, igual que lo hizo su tatatatarabuelo cientos de años antes. Tenía que encontrar ese libro y averiguar lo que decía la profecía sobre el heredero de Arakaz, pero no podía hacerlo ahora. Sus amigos no podían enterarse de su parentesco con el emperador.

—Vamos, salgamos de aquí antes de que vuelva alguien —dijo Darion.

Los seis salieron de su escondite y comenzaron a bajar las escaleras procurando no hacer mucho ruido. Cuando por fin salieron al patio, se encontraron a Kail y sus amigos esperándoles. Rodrigo ya ni recordaba el motivo por el que habían subido a la biblioteca.

—Ya era hora—dijo uno de ellos—. ¿Pensabais quedaros a vivir ahí arriba?

—Tuvimos que escondernos porque aparecieron Adara y Balkar —respondió Óliver.

—De todas formas no os penséis que somos tontos —dijo Kail—. Sabemos que habéis usado algún truco. Averiguaremos cuál es y os haremos pasar miedo de verdad. Podéis estar seguros.

—Ya me estoy meando de miedo... —dijo Óliver—. Ah, no, espera, que es de risa. ¡Me estoy meando de la risa! ¿Dónde está el servicio?

Sin decir nada más, Rodrigo y sus compañeros se alejaron en busca de un lugar tranquilo donde poder hablar de lo sucedido. Tras dar un par de vueltas se sentaron en la hierba de los jardines, entre unos rosales.

—¿Habéis oído eso, ahí arriba? —dijo Darion, mirando a Óliver y a Rodrigo con ojos brillantes—. ¡Vais a encontrar un arma tan poderosa que podría vencer a Arakaz! Es la mejor noticia que se ha oído en Karintia desde hace siglos. ¡Vais a hacer posible lo que siempre hemos soñado!

—¡Entonces es cierto! —intervino Vega— ¡Habéis venido de otro mundo! Jamás lo hubiera creído.

—Han venido para encontrar el Espejo del Poder —dijo Darion—. Y nosotros haremos todo lo que haga falta para ayudaros.

—Eso nos vendrá bien —dijo Óliver—, porque no podemos derrochar nuestras energías en fregar, ni lavar, ni recoger patatas. Tenemos que reservarlas para encontrar el espejo ese. Nos vendrá bien que nos liberéis de esas arduas tareas.

—¡Pero qué morro tienes! —se rió Aixa—. Pero no cuentes con eso. Además, apuesto a que va a ser Rodrigo el que encuentre el Espejo del Poder. Si lo hicieras tú, podría romperse en cuanto le pusieras tu cara delante.

—Ja, ja. Mira cómo me troncho.

—De todas formas sólo son unas palabras escritas en un libro viejo —dijo Rodrigo—. Ni siquiera sabemos quién las escribió. Tal vez sólo fuera un parlanchín haciéndose pasar por adivino.

—Balkar y Adara parecían tomárselo muy en serio —dijo Aixa—. Ya oíste lo que dijo el maestre. Las profecías de los videntes siempre se cumplen.

—Ya, es que se me hace raro que alguien pueda predecir el futuro. En nuestro mundo los videntes no aciertan ni por qué lado va a salir el sol.

—Pues vete haciéndote a la idea, colega —dijo Óliver—. Uno de nosotros va a encontrar un objeto tan poderoso que el mismísimo Arakaz va a salir corriendo. Me pregunto qué tal me sentará la corona de emperador. A ti no te quedaría bien, tienes la cabeza demasiado grande.

—Y tú demasiado pequeña —respondió Rodrigo—. Tan pequeña que creo que a veces te comprime el cerebro.

— ¡Ja, muy bueno, Rodri! —dijo Óliver, dándole una palmada—. Lo malo es que creo que tienes razón.

—De verdad, espero que sea Rodrigo el que encuentre ese espejo —sentenció Aixa.

—¿Bueno, qué os parece si os sigo enseñando la fortaleza? —propuso Vega—. A lo mejor encontráis el Espejo del Poder escondido en los establos.

—Tengo que darte las gracias, Darion —dijo Noa, cuando empezaron a alejarse de los jardines—. Lo que hiciste en la torre fue genial. Yo nunca me habría atrevido a caminar sobre ese arbotante, aunque la ilusión que creaste parecía tan real que por un momento pensé que si mi doble podía hacerlo, yo también.

—Eso es lo que tienes que pensar siempre —dijo Darion—. Tienes que imaginarte a ti misma consiguiendo todo lo que te propones. No tienes que pensar nunca que no eres capaz.

—Ya, pero una cosa es imaginarlo y otra hacerlo de verdad.

—Tú puedes hacer todo lo que te propongas, Noa —intervino Aixa—. Sólo tienes que darte cuenta de que eres más valiente de lo que piensas.

—Te agradezco los ánimos, Aixa, pero yo sé muy bien que no soy valiente.

—Vale, pero puedes empezar a serlo en cualquier momento, Noa. Cuando pienses algo como "no soy capaz de hacerlo", tienes que apartar esa idea de tu mente y cambiarla por un "¿Por qué no? No hay nada que me lo impida".

—Gracias, Aixa. Te prometo que lo intentaré —respondió Noa.

—Vaya, vaya, así que todo era una ilusión, ¿eh?

Al salir de un pasadizo se habían topado de frente con el grupo de Kail y sus amigos, y por lo visto se habían enterado del truco de Darion.

—Ninguno de vosotros ha tenido el valor de cruzar el arbotante realmente —continuó el chico—. Ya me lo imaginaba. Pero os advierto, la próxima vez vuestros truquitos no os servirán de nada. Habéis intentado engañarme, y eso no lo voy a olvidar.

—¿Qué pasa Kail? —dijo un chico mayor que acababa de aparecer. Era muy alto y musculoso. Rodrigo calculó que tendría unos diecisiete años—. ¿Practicando tu pasatiempo favorito?

— ¿Y tú que sabes cuál es mi pasatiempo favorito? —respondió Kail, arrogante.

—Está muy claro, Kail. Te gusta itimidar a los que son más pequeños que tú.

—Da igual que sean más pequeños —dijo él—. Eso no justifica que sean unos gallinas mentirosos.

—¿Seguro que quieres que sigamos esta conversación, Kail? —dijo el chico mayor, sonriendo maliciosamente—. ¿Quieres que hablemos de cómo eras tú cuando entraste en la fortaleza?

La cara de Kail empezó a enrojecer, con una expresión que transmitía una mezcla de vergüenza y de rabia.

—¡Métete en tus asuntos, Corentín! —dijo, dándose la vuelta—. ¡Venga, vámonos! —añadió, metiendo prisa a sus amigos.

—Eso es lo que tienes que hacer tú, Kail. Meterte en tus asuntos y dejar a los demás en paz —respondió el chico mayor.

Kail y sus amigos siguieron su camino sin decir nada, hasta que desaparecieron detrás de una esquina.

—Yo soy Corentín —dijo el chico, volviéndose hacia ellos—. Espero que ese imbécil no os haya molestado demasiado.

Rodrigo y sus amigos se presentaron y Corentín les fue dando la mano uno a uno.

—Si alguna vez os vuelve a molestar, no dudéis en decírmelo. Estaré encantado de pararle los pies todas las veces que haga falta.

—Oye, ¿Qué es lo que le pasó a Kail cuando entró en la fortaleza? —preguntó Óliver.

—Eso me lo voy a reservar —dijo Corentín, sonriente—. Es un arma muy poderosa. Cada vez que amenazo a Kail con contarlo, hace todo lo que le pido.

—Pero si nos lo cuentas, él no tendría por qué enterarse —insistió Óliver.

—No estés tan seguro. Podría estar escuchándonos en este mismo momento. Tiene el poder de oír desde muy lejos.

—¡Claro! —Dijo Aixa—. Así es como se enteró de nuestro truco. ¡Nos ha estado escuchando!

—Bueno, ahora ya sabéis lo que puede hacer, así que tened cuidado con lo que decís. Además de imbécil, Kail es un chivato.

—Pero entonces... ¡entonces se enterará de todo lo que pasa en la fortaleza! —intervino Óliver.

—No puede escucharlo todo a la vez —explicó Corentín—. Se volvería completamente loco. Su oído mágico sólo puede centrarse en un lugar. Si está escuchando lo que alguien dice en la cocina, no se enterará de lo que pasa en la fragua.

—Ya, claro —respondió Óliver, más aliviado.

—Por cierto, Kail —añadió Corentín—. Como me imagino que nos estarás escuchando ahora, que sepas que si vuelves a molestar a mis nuevos amigos lo contaré todo. Se enterará toda la fortaleza. Tú eliges.

—Eso, y que sepas también que parece que te ha lamido el pelo una vaca —añadió Óliver.

—Bueno, os tengo que dejar —dijo Corentín, todavía riéndose—. Me esperan en la fragua. Hasta pronto, amigos.

—¿Creéis que Kail se habrá enterado de... de lo que escuchamos en la biblioteca? —preguntó Aixa, preocupada.

—No lo creo —respondió Óliver—. No se atrevería a meterse con nosotros si supiera que vamos a...

—¡¡¡Shhhhhhh!!! —Le interrumpió Aixa— ¡Podría estar escuchándonos ahora!

—Ah, claro, tienes razón.

—Vega, ¿No hay una biblioteca o sala de lectura donde podamos estar tranquilos? —preguntó Aixa.

—Sí, tenemos las dos cosas —respondió ella—. La biblioteca de los escuderos está en la sexta planta, y al lado de los dormitorios tenemos una sala de lectura y estudio. ¿Queréis que os la enseñe?

Aixa asintió con la cabeza, guiñándole un ojo a Vega, pero sin embargo respondió:

—Ya la veremos esta noche, cuando subamos a los dormitorios. Ahora podríamos ir a ver la fragua.

—De acuerdo —dijo Vega—. Seguidme.

Rodrigo enseguida se dio cuenta de que realmente Vega les estaba llevando a la sala de lectura, y que lo de la fragua lo habían dicho sólo para despistar a Kail, por si estaba escuchando. Cuando por fin llegaron Aixa buscó unas hojas de papel y unas plumas, lo puso todo sobre una mesa y les indicó que se sentaran.

«Tenemos que inventar un código secreto para poder hablar de nuestros temas sin que Kail pueda entendernos».

Rodrigo se sorprendió al darse cuenta de que Aixa había hablado sin mover los labios. Entonces se dio cuenta de que había escuchado su voz dentro de su propia mente. La chica estaba usando la telepatía para hablar con ellos sin que Kail pudiera oírlos.

«Lo primero que necesitamos es una palabra clave para cuando queramos referirnos al Espejo del Poder. Escribid en los papeles lo que se os ocurra».

Los chicos se miraron unos a otros, todavía un poco sorprendidos por la idea de Aixa. Entonces Óliver cogió su pluma y escribió:

La pesadilla de Arakaz.

«No me parece buena idea» —dijo Aixa en sus mentes—. «Se trata de no dar pistas. Que parezca que estamos hablando de un objeto cualquiera que se nos ha perdido»

Rodrigo cogió su pluma y escribió: cepillo de dientes. Los demás lo leyeron y asistieron con la cabeza.

«También necesitaríamos una palabra para referirnos a Arakaz».

Óliver volvió a coger su pluma y escribió: Carapán.

A todos les hizo gracia el apelativo elegido por Óliver y mostraron su conformidad. Entonces él continuó escribiendo:

Y Kail será Carahuevo.

Esta vez ninguno fue capaz de contener la risa.

«Muy bien» —dijo Aixa—. «También es importante que Carahuevo no se entere de nuestros poderes. Por desgracia ya se ha enterado del de Darion, pero hay que evitar que se entere de los demás. No podemos mencionarlos en ningún momento. Simplemente diremos el poder de Noa, el poder de Óliver... ¿Estáis de acuerdo?».

Los cinco volvieron a asentir con la cabeza.

«Otra cosa. Cuando creamos que nos puede estar escuchando, podemos decir todo al revés para despistarle, como hemos hecho Vega y yo al decir que íbamos a la fragua. Sólo necesitamos una palabra clave para que todos nosotros sepamos que vamos a hablar al revés».

—¡Caramba! —se le escapó a Óliver en voz alta—. Y yo que pensé...

«¡Shhhhh!» —dijo la voz de Aixa—. «Bueno. Esa podría ser la palabra clave: caramba. ¿Qué os parece?»

Justo en ese momento se abrió la puerta y apareció Kail, que se quedó muy sorprendido de verlos allí.

—¡Caramba, Kail! —dijo Óliver—. ¡Qué alegría volver a verte! Precisamente estaba pensando que me tienes que recomendar tu peluquero. Me encanta tu peinado. La verdad es que queda muy bien con tu cara tan... ovalada.

Rodrigo tuvo que morderse los labios para no estallar en carcajadas.

—Os creéis muy valientes, ahora que os protege Corentín, ¿verdad? —Su cara estaba completamente encendida de rabia—. Pues no penséis que esto se va a quedar así.

—No es que nos proteja —dijo Óliver—. Simplemente nos hemos hecho amigos. Parece muy majo. Estoy seguro de que tiene muchas cosas que contar.

Kail fue a responder algo, pero finalmente se tragó sus propias palabras y cerró la puerta de un portazo.

—Vaya, no entiendo por qué se pone así —dijo Óliver, haciéndose el sorprendido—. A lo mejor está celoso porque nos hayamos hecho amigos de Corentín.

Durante un buen rato no pudieron parar de reír. Cada vez que parecía que por fin se tranquilizaban, uno de ellos echaba una carcajada y las risas se contagiaban a todos los demás.

—Bueno, creo que deberíamos bajar al comedor —dijo Noa—. La cena es a las nueve.

Rodrigo estaba muy contento con el grupo que habían formado. Con ellos se sentía a gusto y se lo pasaba bien. Por una parte le gustaría contarles a todos ellos que él era el heredero de Arakaz. A fin de cuentas él no tenía la culpa de nada de lo que hubiera hecho su tatatarabuelo. Sin embargo, otra vocecilla en su interior le decía que no era buena idea. Aunque pudieran entender que él no había hecho nada, ya no le mirarían del mismo modo. De alguna manera, todo el odio que sentían hacia Arakaz se vería reflejado en él. Cuando por fin se convenció de que era mejor mantener su secreto, decidió que sólo podía hablarlo con Óliver, el único que también lo sabía.

—Buenas noches, chicos —dijo Adara, cuando entraron en el comedor—. ¿Qué tal ha ido vuestro primer día?

—Muy bien —respondió Óliver—. Vega y Noa nos han guiado de maravilla, y hemos conocido a gente muy simpática.

—Me alegro mucho —dijo ella—. Aquí tenéis vuestro calendario de tareas para lo que queda de semana.

Rodrigo se hizo un hueco entre las cabezas de sus amigos para echar un vistazo. Era algo parecido a un horario de clase, pero en vez de asignaturas estaba lleno de tareas, como lavadero, cocina, establos, huerto... Parecía que iban a estar muy ocupados.

—Pero... aquí no pone nada de tiro con arco, ni montar a caballo, ni esgrima —se quejó Vega—. Yo pensé que ahora que ya tenemos un grupo podríamos empezar con esas cosas. Todos los demás lo hacen.

—Para uniros a esas clases tenéis que ser escuderos —respondió Adara.

—¿Y cuándo lo seremos? —insistió Vega.

—Si estáis convencidos de que eso es lo que queréis, podemos organizar el nombramiento para la semana que viene.

—Lo estamos —dijo Vega.

—¿Todos?

—Yo no —dijo Noa—. Nunca me han gustado las armas. Creo que sería de más utilidad para otras cosas.

—Por supuesto, cariño —dijo Adara—. ¡Hay algo en especial que te gustaría hacer?

—Me gustaría ser enfermera —dijo rápidamente Noa—. Siempre me ha gustado cuidar de los demás.

—Perfecto —dijo Adara—. Estoy segura de que Mirena estará encantada de tomarte como aprendiz. En cuanto a vosotros, prepararé vuestro nombramiento de escuderos para la semana que viene. Y ahora todos a cenar, que la comida se enfría.

Rodrigo y sus amigos volvieron a ocupar la misma mesa en la que habían conocido a Vega y Noa. Al pensar en ello tuvo una sensación extraña. Parecía como si llevaran meses en la fortaleza, pero sólo habían pasado unas horas. Allí dentro se sentía como si hubiera regresado al internado de San Claudio. Resultaba muy fácil olvidar que se hallaban en un mundo extraño, viviendo en una fortaleza invisible sobre un islote en medio del mar. Ahora le parecía lo más normal del mundo ver a sus compañeros usar sus poderes. Ya no le producía sorpresa escuchar la voz de Aixa dentro de su mente, verse a sí mismo caminando sobre un arco de piedra o que Vega les dijera lo que estaba viendo al otro lado de una pared.

—¿Creéis que el cepillo de dientes estará dentro de la fortaleza? —preguntó Noa.

—¿Qué cepi...? —se extrañó Óliver—. ¡Ah, sí, el cepillo de dientes! No lo creo. Si estuviera aquí, alguien lo habría encontrado ya.

—Pero entonces... ¿Cómo lo vais a encontrar? —preguntó Noa.

—A lo mejor Balkar piensa organizar expediciones de búsqueda y llevaros con ellos —sugirió Darion.

—¡Pero eso sería muy peligroso! —dijo Noa, atemorizada—. Ahí fuera hay...

—Amiguetes de Carapán —concluyó Óliver—. Los hay a miles, pero no me preocupa. Ya oíste lo que dijo el maestre cuando... cuando estuvo en la biblioteca. Nada puede evitar que se cumpla nuestro destino. Ni siquiera Carapán en persona.

—No te confíes, Óliver —dijo Aixa—. La profecía sólo dice que uno de vosotros encontrará el cepillo de dientes, pero no dice nada de lo que puede pasar al otro, ni de lo que ocurrirá después.

—Bueno, estoy seguro de que Balkar, Adara y los demás caballeros saben cómo manejarse ahí fuera —dijo Darion—. A fin de cuentas han rescatado a todos los que estamos aquí.

—Estoy deseando que nos enseñen a defendernos —dijo Vega—. Siempre he querido aprender a manejar el arco. Tengo muy buena puntería. Siempre fui la mejor del pueblo con los dardos.

—¿Sabéis cómo es eso de que te nombren escudero? —preguntó Rodrigo.

—Pues que te lame el pelo una vaca y te vuelves idiota perdido —respondió Óliver.

—¿Lo dices por Carahuevo? —preguntó Darion—. Espero que no nos volvamos como él. Antes que eso prefiero marcharme y enfrentarme a los amiguetes de Carapán, aunque sea yo solo.

—La mayoría de los escuderos son muy majos —dijo Vega—. Ya habéis visto a Corentín.

—Ya, supongo que lo de Carahuevo es por otra cosa —dijo Óliver—. Seguramente se cayó de cabeza al nacer.

—En ese caso es probable que tú termines como él —bromeó Rodrigo.

—¿Por qué la tenéis tomada todos conmigo? —se quejó Óliver, haciéndose el dolido.

—Es que nos lo pones a huevo —se rió Rodrigo.

Cuando los seis se levantaron de la mesa después de haber satisfecho plenamente el hambre de sus estómagos, Balkar se acercó a ellos y pidió a Rodrigo y a Óliver que le acompañaran.

—Os esperamos en la sala de juegos —les dijo Aixa.

Balkar condujo a los dos chicos en sentido contrario al resto de sus amigos. Cuando ya se hubieron alejado un poco comenzó a hablar.

—Me ha dicho Adara que queréis ser nombrados escuderos de nuestra orden. Eso me agrada, amigos. Aunque intentaremos encontrar la forma de llevaros de vuelta a casa me temo que eso puede llevarnos un tiempo, y mientras tanto prefiero que estéis preparados para defenderos de cualquier peligro. Os enseñaremos a manejar el arco y la espada, y también a defenderos sin armas. También os ayudaremos a perfeccionar vuestros poderes. Por cierto, Rodrigo, me ha dicho Adara que todavía no has descubierto el tuyo. ¿Es así?

—Sí, señor —respondió él—. Así es.

—Me gustaría que lo descubrieras pronto para poder ayudarte a controlarlo y perfeccionarlo, igual que haré contigo, Óliver. ¿Sabías que no hace falta que hables para pedirle algo a un animal? Basta con que lo pienses, pero tienes que poner toda tu voluntad en ello.

—Vaya, eso puede servirme para que nadie se dé cuenta de lo que planeo—dijo Óliver.

—Exactamente, amigo. El factor sorpresa puede resultar determinante en un enfrentamiento. Por eso quiero enseñaros a sacar el máximo partido de vuestros poderes y para eso, Rodrigo, necesitamos que descubras el tuyo. Tienes que hacer pruebas. Intentar cosas que te parezcan imposibles como calentar objetos con las manos, mover cosas con la mente, ver en la oscuridad... cualquier cosa que se te ocurra, por extraña que te parezca.

—Haré todo lo posible, señor —respondió Rodrigo.

—Muy bien, pequeño. Una cosa más. Quiero que me contéis cualquier cosa extraña que os ocurra. Si veis algo especial, si encontráis algo fuera de lo normal... no dudéis en contármelo ¿De acuerdo? Por muy ocupado que me veáis, siempre tendré un hueco para vosotros.

Cuando Rodrigo y Óliver prometieron hacerlo, Balkar sonrió afablemente y les deseó una buena noche. Los dos chicos tomaron el camino contrario para ir en busca de sus amigos.

—¿Te has dado cuenta? —dijo Rodrigo—. Quiere que le avisemos si encontramos algo extraño. Está claro que se refiere al espe... al cepillo de dientes.

—¿Crees que Carahuevo puede estar escuchándonos ahora?

—Nunca se sabe —respondió Rodrigo—. Es mejor que nos acostumbremos a usar siempre las palabras en clave.

—¿No tienes curiosidad por saber cuál será tu poder? —preguntó Óliver.

—La verdad es que sí, aunque todavía me cuesta creer que yo también puedo tener uno.

—¡A lo mejor puedes volverte invisible! —sugirió Óliver, entusiasmado—. Venga, inténtalo.

—¿Cómo se intenta volver uno invisible?

—Pues... no sé... Cierra los ojos, aprieta los dientes y cierra los puños, a ver qué pasa.

—Si hago eso lo único que conseguiré será parecer estreñido —se rió Rodrigo.

—Bueno, tú prueba a ver.

—Hay otra cosa de la que quiero que hablemos, Óliver —dijo Rodrigo, que llevaba todo el día esperando un momento para hablar a solas con su amigo—. Supongo que te diste cuenta, cuando estábamos en la biblioteca y Balkar y Adara se pusieron a leer ese... poema... que no llegaron a leer la última estrofa.

—No sé, si tú lo dices... ¿Y qué importa eso?

—Pues importa porque la última estrofa habla sobre el heredero de Carapán.

—Ah, ya entiendo —dijo Óliver—. Y tú crees que el heredero de Carapán puede ser Carahuevo, ¿verdad?

—¡No me lo puedo creer! —saltó Rodrigo—. ¿De verdad no sabes quién es el heredero de Carapán? ¡Carapán es el mismísimo conde Zacara!

—¿Pero qué dices? Me parece que se te ha ido la olla, colega.

—¿No te das cuenta? Darion nos contó que Carapán mandó construir al lado de su palacio una torre que llama Torre del Tormento, donde encierra a sus enemigos hasta que mueren de hambre y de sed ¿Acaso no te suena esa historia? Además, el nombre de Carapán es el mismo que el del conde, escrito al revés.

Óliver se quedó callado un momento, como si estuviera asimilando todo lo que le había dicho.

—Creo que te equivocas, Rodrigo. Si escribes Carapán al revés te sale Naparac.

—¡Me refiero al auténtico nombre de Carapán!

—¡Ah, claro! ¡Es verdad! —exclamó Óliver, con los ojos muy abiertos.

—Además, según Darion hace unos cinco siglos que Carapán apareció en Karintia, y el conde desapareció de la torre allá por el año 1500. ¡La misma torre que nos trajo a nosotros hasta aquí, Óliver! Todo coincide.

—Madre mía, ¡qué pasada! —fue todo lo que Óliver acertó a decir.

—Así que está claro que el heredero de Carapán soy yo, y la última estrofa de esa... de ese poema dice algo sobre mí. Por eso quiero que me acompañes a la torre de la biblioteca. Quiero encontrar ese libro.

—¿Y si nos pillan?

—¿Desde cuándo te ha preocupado a ti eso? —preguntó Rodrigo—. Además, si nos pillan diremos que estamos buscando los dormitorios. A fin de cuentas es nuestro primer día aquí.

Óliver accedió a acompañarle y a los pocos minutos ya estaban los dos subiendo de nuevo las escaleras que llevaban a la biblioteca de los caballeros. Afortunadamente la puerta seguía abierta y enseguida llegaron al departamento de libros antiguos, pero al adentrarse entre las estanterías se encontraron de frente con alguien. Era el caballero Dónegan.

—¿Qué estáis haciendo aquí? —les preguntó.

—Creo que nos hemos perdido —mintió Rodrigo—. Estamos buscando los dormitorios.

—A mí no puedes mentirme, pequeño —dijo el Caballero—. Quiero saber qué veníais a buscar aquí.

—Es que queríamos encontrar un libro —dijo Óliver—. Un libro de historia.

—Veo que no me mientes, pero todavía me ocultas algo. ¿Para qué queríais ese libro?

Los chicos se quedaron en silencio. No querían decir nada de la profecía, pero era inútil inventar una excusa ante el caballero Dónegan.

—¡Chicos! ¿Qué estáis haciendo aquí? —dijo otra voz a su espalda. Era Adara, que acababa de entrar sin que ellos se diesen cuenta.

—Eso mismo les estaba preguntando yo —intervino Dónegan.

—No deberíais estar aquí —sentenció Adara—. Es hora de ir a vuestros dormitorios. Yo os acompañaré.

Rodrigo y Óliver respiraron aliviados al abandonar la biblioteca, y afortunadamente Adara no les hizo más preguntas sobre el asunto. Simplemente creyó que estaban perdidos y les enseñó el camino hasta sus dormitorios.

—No te preocupes —le dijo Óliver a Rodrigo cuando por fin estuvieron solos—. Ya volveremos otro día y buscaremos ese libro.

—No creo que lo encontremos en la biblioteca —respondió él.

—¿Por qué dices eso?

—¿No te diste cuenta de que Dónegan tenía un libro en la mano? —dijo Rodrigo—. Pues conseguí ver el título. Era "Crónicas de la Primera Era".

—Bueno, tal vez le eche un vistazo y lo vuelva a dejar en su sitio —sugirió Óliver.

—No estoy seguro —dijo Rodrigo—. He visto como trataba de esconderlo cuando apareció Adara. Por alguna razón no quería que ella lo viese.


_________________________________________________________________________

SI TE HA GUSTADO EL CAPÍTULO NO TE OLVIDES DE VOTAR Y/O COMENTAR.

UN MILLÓN DE GRACIAS.

Continue Reading

You'll Also Like

4K 386 49
Aquí encontrarás Datos Perturbadores que les hará dudar incluso de su propia existencia. Estaré actualizando diariamente. La portada fue hecha por :...
42.2K 1.5K 26
Hay 25 chistes graciosos y cortos :v
73.5K 5K 29
Alegría y Sofía son las mejores amigas del mundo mundial, pero también son muy diferentes. Esta historia de aventuras y magia comienza cuando la paci...
3K 207 32
Yo tengo un deseo, quiero que mi princesa regresa conmigo porque por mi culpa se quitó la vida. Quiero que regrese por favor- Adrien. Perdí a la únic...