๐‘๐š๐š๐›๐ญ๐š | Maitake Week 2...

By AndreaNightmares

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๐‘๐š๐š๐›๐ญ๐š | Conexiรณn emocional รบnica y especial que puede existir entre dos almas. #mitakeweek2023 โ€ขMaiTak... More

Datos de la week
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๐ˆ ๐ง ๐ฆ ๐š ๐ซ ๐ฌ ๐ข ๐› ๐ฅ ๐ž
๐‘ ๐ž ๐ฌ ๐ข ๐ฅ ๐ข ๐ž ๐ง ๐œ ๐ข ๐š
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By AndreaNightmares





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Trouvaille|Un descubrimiento valioso, o un hallazgo afortunado; algo encantador descubierto por casualidad.


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Día lunes: Universo alternativo. 

Línea del inicio del manga: Takemichi y Mikey nunca se conocieron en el pasado. No hay ningún viaje en el tiempo. 

Numero de palabras: 8500.

Mención de parejas secundarias: Inui y Koko.

Advertencias: Violencia y insultos. 


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—Detente aquí —ordenó a su chofer cuando miró que a unos metros vendían su postre favorito.

—¿Cuántos necesita?

—Yo iré.

—Per-

—Nunca pedí tu opinión —abrió la puerta del auto y salió. Se colocó detrás de un azabache que esperaba su orden.

—Gracias —agradeció mientras abría su billetera y pagaba aquel dulce.

Casi no había dinero en aquella billetera. Solo un billete y monedas.

—10 taiyakis —pidió.

—En seguida.

El rubio miró con curiosidad como aquel azabache les entregó el postre recién comprado a dos niños con ropas desgastadas y sucias. Ambos infantes abrazaron al peli-negro.

Aquellos niños estaban realmente sucios ¿A él no le importaba ensuciar su ropa?

Observo como el chico sonreía y les devolvía el abrazo. Revolvió los cabellos contrarios y se despidió de ambos animadamente.

No entendió nada.

¿Por qué ese chico había gastado su dinero en esos niños?

¿Por qué parecía no haberle importado el haberse ensuciado?

¿Por qué había dado algo sin esperar algo a cambio?


.


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Se había vuelto rutuna ir a aquel puesto de taiyakis todas las noches. Al principio fue porque casualmente le quedaba de camino a su residencia y el sabor de aquellos postres le recordó a los buenos años que llegó a tener en su vida; aquel sabor cálido y hogareño era difícil de encontrar en su vida actual.

Después de unas noches sus razones de detenerse en ese lugar fueron cambiando. La hora a la que él se detenía a comprar era justo cuando aquel azabache terminaba su turno en la tienda de enfrente, donde rentaban DVD's.

Aquel sujeto le generaba muchas preguntas. Nunca entendía porque ayudaba a la gente sin esperar nada a cambio, había visto en algunas ocasiones como su jefa le gritaba solamente por haber olvidado guardar un DVD.

¿Por qué si tenía una vida de mierda ayudaba a otras personas?

Había visto como las pocas monedas que le quedaban se las daba a personas que vivían en la calle.

Acariciaba a perros y gatos callejeros sin importarle si eran agresivos o estaban sucios.

Si había botellas rotas en el suelo las recogía y colocaba en una bolsa para dejarlas en la basura.

Era frustrante no poder entenderlo.

Y le molestaba ponerle tanta atención a ese chico.

Pero se entretenía bastante; Aquel azabache era impredecible.

Su vida era monótona y aburrida. Las noches se habían vuelto los momentos más interesantes gracias a aquellos dorayakis y ese azabache.

Tal vez podría entretenerse con él por unos días...

—Koko —llamó al azabache. —Necesito una nueva tarjeta de crédito.

—¿Qué? —dejó de hablar con su pareja de cabellos rubios para mirarlo con la ceja alzada. —¿Una tarjeta?

—Sí y lo más rápido que puedas.

—¿Se podría saber para qué? —lo miro con sus ojos entrecerrados. —O mejor dicho ¿Para quién?

—Es para un experimento.

La pareja se miró a los ojos.

¿Estará drogado?

—¿Se la dará a alguien? —el de tatuaje asintió. —Jefe usted... ¿Tiene algún problema legal? ¿Lo están extorsionando? —obtuvo una negación en respuesta.

—¡Espera! ¡Espera! —el experto en inversiones agitó sus manos en señal de nerviosismo. —¿Acaso es para una amante?

—Ya lo dije: Es para un experimento —repitió rodando los ojos. —Haré transferencias con mi dinero personal.

—Per-

—No hay problema alguno si todo será con mi dinero ¿No? Ahora ve y haz lo que te pedí —interrumpió ya molesto mientras se alejaba de la pareja para ir a su vehículo y entrar en el. —Al puesto de taiyakis —le ordenó al chofer.

—Como ordene.

—Ese idiota —lo insultó cuando ya estaba lo suficiente lejos como para escucharlo. —¿Tendrá una amante? —miró al oji-verde a su lado.

—Al jefe no le importan esas cosas —ambos comenzaron a caminar de regreso al edificio. —El dijo que era para un experimento... Y también dijo que todo sería con su dinero.

—Experimento... suena a problemas —suspiró con cansancio. Presionó un botón para llamar el ascensor. —Prepárate para cualquier problema legal cariño —miró a su pareja con burla.

—Idiota —justo cuando lo insulto sonó un timbre y las puertas frente a ellos se abrieron. —Ojalá Mikey le regale miles de dólares a una amante.

—Eres malvado —presionó el ultimo botón que lo llevaría al piso más alto del edificio. —¿Te gustaría tener una cita conmigo en nuestra oficina?

—¿Frente al ventanal con una manta encima para despertar con el amanecer?

—Esos eran exactamente mis planes.

Ambos sonrieron mientras tomaban sus manos.

—Acepto.


.


.


.


—Esta es la tarjeta que me pediste —dejó la tarjeta en el escritorio del rubio oji-negro que no tardó en tomarla entre sus manos. —Tu teléfono ya tiene la aplicación donde podrás ver cuánto dinero tiene la tarjeta.

—De acuerdo —volvió a dejar la tarjeta en su escritorio para acercársela al azabache. —Deposita quinientos dólares en la tarjeta, me la entregaras para ponerla en un sobre y te mandaré una dirección para que la entregues.*

—¿Quinientos dólares? —frunció el ceño. Sinceramente pensaba que sería mucho más. —Inupi es tu culpa —acusó a su pareja.

—¿De Inui?/¿Mía? —Hablaron ambos rubios al mismo tiempo sin entender.

—Ayer deseaste que Mikey le regalara dinero a una mujer solamente para fastidiarme —le recordó a su pareja. —Y se cumplió, es tu culpa.

—No es para ninguna mujer —rodó los ojos fastidiado. —Ya te lo había dicho, es un experimento muy interesante.

—Jefe con todo respeto ¿Podría contarnos un poco más de ese "experimento"?

—Si el idiota que tienes como pareja se apresura con lo que pedí puedo considerarlo —no necesitaba considerar nada puesto que ya tenia planeado contarles sus planes. Después de todo aquella pareja eran los pocos amigos que le quedaban en su vida.

—Ya escuchaste al jefe, vámonos.

—Per- ¡Mierda, Inupi! —se quejó en un grito al sentir un pisotón en uno de sus pies. —¡Tus tacones duelen!

—Con su permiso, nos retiramos jefe —se despidió mientras tomaba del cuello a su novio y lo jalaba hacia la salida.

—No entiendo porque aún no se han casado esos dos —murmuró mientras sacaba una carpeta escondida entre varios papeles de negocios.

Frunció el ceño al no sentir mucho contenido dentro de ella. La abrió y lo primero que observó fue una foto.

Enorme sonrisa y ojos azules.

¿Aquellos ojos eran reales?

—No hay mucha información —se quejó en un murmuro.

Abandonó la escuela por problemas personales, fue un estudiante normal, se mudó antes de cumplir la mayoría de edad lejos de sus padres, tuvo muchos trabajos (se sorprendió al ver la extensa lista), no tenía antecedentes y su historial médico indicaba una vida normal sin cirugías o enfermedades graves.

Realmente parecía alguien normal.

Pero no lo era.

No podía ser normal si llamo tanto su atención.

La puerta de su oficina fue tocada.

—Ya terminé —habló el azabache detrás de la puerta.

—Entra —le permitió. Lo miro con burla cuando vio que cojeaba. —¿Esa pequeña pisada te hizo tanto daño? Te estas oxidando Koko.

—Los tacones de Inupi son como una aguja —se defendió. —Tantos años a su lado y aun no sé cómo puede caminar, correr y pelear con eso puesto —miró hacia abajo para ver el calzado de su pareja. Unos brillantes tacones rojos con diez centímetros de tacón.

—Deja de exagerar —pidió el oji-verde. —No son tan altos.

Los otros dos presentes tenían que verlo con el mentón alzado para verlo a los ojos. Inui ya era más alto que ambos y agregando los centímetros que ganaba gracias a los tacones les provocaba dolores de cuello por su altura.

—Ya transferí de tu cuenta quinientos dólares a la tarjeta —le paso el objeto mencionado. —¿Ahora si nos contaras sobre tu experimento?

—No le pueden decir a nadie sobre esto, ni siquiera a Kisaki —les advirtió mientras tomaba la tarjeta para meterla en un sobre que ya tenía preparado. —Si lo hacen les cortaré la lengua.

—Tan amable como siempre.

—Este chico —les mostro la foto que venía en la carpeta. —Es mi experimento.

—Pues es... —la pareja no sabía que decir.

—No puedes tocar la foto —amenazó con su mirada al azabache que estaba a punto de tomar la fotografía para verla más de cerca.

—De acuerdo, de acuerdo no tocare —se burló mientras levantaba sus dos brazos. —Se ve como alguien común.

—Me gustan sus ojos —opinó el más alto al ver ponerle más atención a la imagen impresa. —¿Son reales? Pueden ser pupilentes o algún filtro.

—No sé si es el verdadero color de sus ojos.

—¿Nunca lo has visto? —preguntó la pareja al mismo tiempo.

—Solo en las noches, trabaja en una tienda de renta de DVD's frente a un puesto de taiyakis —respondió mientras escribía una pequeña nota. —No lo he podido ver bien.

—Genial le vas a regalar a un chico que no conoces quinientos dólares —aplaudió el experto en el manejo del dinero. —¿Cuál es tu gran experimento?

—No logro entenderlo —comenzó a contarles. —Siempre ayuda a otras personas y da lo poco que tiene sin esperar nada a cambio.

—Se escucha como una buena persona —sonrió el oji-verde.

—Eso no responde a mi pregunta —se quejó el azabache.

—Quiero ver que hace cuando de un día a otro comienza a tener dinero en sus manos —cerró el sobre y antes de entregarlo lo miró.

—¿Qué harás si se pudre por el dinero? —al de delineado también comenzó a interesarle un poco aquel experimento.

—Lo dejare —se encogió de hombros.

—¿Y si no lo hace? —el oji-verde obtuvo rápidamente la atención. —¿Y si no cae ante la tentación? ¿O usa el dinero para ayudar a otros? ¿Qué harás?

—Seguir observando de lejos —su ceño se frunció. —No puedo meterme en su vida.

—Tendremos cuidado al dejar la carta —prometió el de cicatriz.

—Mas les vale —le entregó el sobre al azabache. —Ya les mandé la dirección, usen un auto que los haga pasar desapercibidos.

—De acuerdo —la pareja estaba a punto de salir, pero el azabache recordó un detalle. —¿Cómo se llama el chico?

—Hanagaki.

—Su nombre.

—Takemitchy.


.


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.


Esta tarjeta será tuya y lo que sea depositado en ella también.

No tengas miedo Takemitchy.

¿¡Como no iba a tener miedo!?

Literalmente alguien le había dejado una tarjeta de crédito y esa persona sabia su nombre y donde vivía.

Tal vez había sido un error ¿No? Después de todo no era el único Takemichi Hanagaki del mundo.

Sí, tal vez fue eso.

En el sobre venia otra nota, con instrucciones sobre cómo usar la aplicación del banco y poder enlazar la tarjeta de manera digital.

Con curiosidad siguió los pasos y en poco tiempo pudo la cantidad que tenía la tarjeta.

Santa mierda...

¡Podría vivir un mes con ese dinero!

Pero no lo haría.

No lo usaría.

No era suyo, no se lo había ganado.

En un día libre iría al banco para que lo ayuden a devolverle la tarjeta a su dueño. Seguramente se trataba de un error y no quería meterse en problemas, miró su calendario y decidió que día ir.


.


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Lo sacaron del banco.

¡Lo habían echado!

Aun incrédulo miró de nuevo las puertas por donde lo habían prácticamente obligado a pasar para sacarlo.

La señorita que lo atendió se puso rápidamente nerviosa al ver la información de la tarjeta y llamó a su superior sin dejarle decir nada. El hombre le ofreció disculpas, mencionó que no podía ayudarlo y pidió amablemente que se retirara sin más.

Él sin entender nada quiso exigir información. Solo logró que alguien de seguridad lo escoltara hasta la puerta (No lo habían amenazado, pero se intimido al ver un tipo tan grande y alto) y solo logró salir con mas dudas que respuestas.

Solo una respuesta se le fue respondida: No era un error. La tarjeta era para él y no para otro Takemichi Hanagaki.

Oh mierda ¿Estaba metido en algún problema y él no sabía?

Comenzó a caminar hacia la estación mientras recordaba ¿Qué diablos había hecho en las ultimas semanas?

No encontró nada fuera de lo común en sus rutinas. De su departamento al trabajo y del trabajo a su casa.

Trabajaba en una tienda de DVD's así que hablaba con muchas personas al día. De todo tipo.

Odiaba ser prejuicioso, pero muchas veces su instinto de supervivencia le impedía pensar y hablar con normalidad cuando tipos de apariencia peligrosa se acercaban a preguntarle sobre algún DVD ¿Tal vez alguno de ellos fue?

De acuerdo, se estaba yendo por las ramas.

En primer lugar ¿Por qué alguien le daría una tarjeta de crédito?

No era alguien especial, era un fracasado en todos los sentidos.

Su único talento es resolver acertijos en tiempo récord.

Seguramente era una trampa, si, era lo más seguro.

Algún truco sucio para endeudar a las personas. Les dan una tarjeta, hacen que se gasten el dinero y después el dueño pide un reembolso con todo y intereses.

¿Aquello era posible? Sinceramente no tenía idea, nunca había tenido una tarjeta de crédito.

No quería arriesgarse, simplemente ignoraría la tarjeta.

Justamente cuando pensó en aquello una notificación en su teléfono interrumpió sus pensamientos.

Oh mierda... otra transferencia.

¡¿Otros quinientos dólares?!

Que aterrador.

Y tentador.


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—No se si querer al chico u odiarlo —confesó el azabache mientras miraba la hoja en su mano.

—¿Por qué? —le cuestionó su pareja sin lograr comprenderlo.

—No ha gastado el dinero —respondió el rubio desde su escritorio. —Nada.

—¿Nada?

—Nada —respondió con el ceño fruncido el amante del dinero. —Ni siquiera lo ha ocupado para transporte o en una sopa instantánea. Incluso fue al banco para intentar devolverla ¿Puedes creerlo? Me siento ofendido.

—¿Prefieres que gaste el dinero? —cuestionó el oji-verde.

—Repito: No se si quererlo u odiarlo —recordó sus palabras. —¿Qué piensas hacer Mikey?

El mencionado miró su teléfono con el ceño fruncido. La cantidad que había depositado en aquella tarjeta durante unas semanas era el suficiente para que el oji-azul se buscará una mejor vida.

Lo había mandado a seguir en esas ultimas semanas.

Al principio fue curiosidad, una persona que no hacia daño a nadie debía de recibir el mismo trato ¿No?

Que injusta era la vida con aquel azabache.

Su casera era una mierda de persona en todo sentido. Según sus informantes ella amenazaba constantemente al Hanagaki con correrlo por la simple razón de tener el televisor en volumen alto (En realidad la culpa era de las paredes delgadas como papel) y ahí estaba el oji-azul disculpándose con todo y reverencia con aquella mujer. Casi suplicándole perdón.

Sus vecinos eran personas mayores que le exigían respeto, le pedían al azabache para que les comprara cosas en las tiendas de conveniencia, tirar las basuras y hacer favores de todo tipo sin recibir ni siquiera un agradecimiento.

Y por último estaban los niños que jugaban por los alrededores.

Malditos mocosos, ojalá su pelota explote.

Esos demonios sabían que el Hanagaki nunca les haría daño y se aprovechaban de aquello. Lo molestaban cada que lo veían haciendo alguna travesura y huyendo para culparlo a él, también lo asustaban por las noches fingiendo ser espíritus en pena o simplemente siguiéndolo para atormentarlo con el miedo de ser asaltado.

Aquellos niños harán muchas cosas ilegales en el futuro.

Lo dice su instinto.

¿Y que hace Takemitchy? Sigue con su vida, ayudando, dando lo poco que tiene, disculpándose y devolviéndole la sonrisa a quienes le sonreían.

Le parecía realmente injusto.

Y le enojaba muchísimo.

—Quiero tenerlo y darle todo lo que se merece.

La pareja lo miró incrédula. Sin creerse lo que había dicho.

—Pero no puedo —pasó sus dedos por sus cabellos rubios. —No puedo tenerlo a mi lado y cuando intento darle algo sin acercarme a él simplemente no lo acepta.

—Jefe a usted... —su pareja le advirtió con la mirada que no hiciera la pregunta que presentía que haría. —¿Le gusta ese chico? —el azabache golpeó con la palma de su mano su frente.

—Aun no lo tengo claro —fue sincero. Había pensado en aquella pregunta durante muchas noches, no era normal su interés en ese oji-azul y lo sabía perfectamente. —Me siento extraño cuando se trata de él, pero aún no me queda claro si solo es curiosidad e interés o algo más.

Nunca se enamoro o gusto de alguien durante toda su vida.

Solo se había interesado en personas por el físico y aquello rondaba solamente lo sexual. Era un joven adulto y era completamente normal tener necesidades de ese tipo y querer satisfacerlas.

Fueron muchos años donde ignoró sus sentimientos, su vida rutinaria lo hizo encerrarse y rodearse de las mismas emociones una y otra vez. Hace unas semanas el sentimiento de curiosidad por el oji-azul comenzó a desencadenar otras emociones que hace años no sentía.

Claramente estaba confundido.

No podía decir que le gustaba aquel azabache.

Pero tampoco lo negaría. 


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El rubio comenzó a prepararse para un día de trabajo. Se sentó en su escritorio y miró sus actividades del día junto a papeles que debía leer y firmar.

Miró en dirección a la puerta cuando comenzó a escuchar los sonidos repetitivos de unos tacones acercándose cada vez más. Esperó que tocaran su puerta y pidieran permiso para entrar, pero solo obtuvo a la pareja invadiendo su oficina sin preguntar.

—¡Mikey!

—Les he dicho muchas veces que toquen la maldita puerta.

—¡Es sobre el chico! —el azabache le entregó una hoja. —¡Al fin usó el dinero!

—¿De verdad? —olvidó rápidamente su molestia por la invasión y tomó lo que el del delineado le había entregado. —¿Qué compró?

—Nada.

—¿Ah? —su ceño se frunció al comenzar a leer.

—El chico hizo una transferencia —habló el oji-verde.

—¿A quién? —dejo la hoja de lado frustrado. Solo habían sido unos cuantos dólares los que se habían restado de la cuenta.

—Investigue eso —el más alto ya presentía que su jefe le pediría todos los detalles. —Según las personas que contrataste para seguir a Takemichi-

—Takemitchy —corrigió.

—Takemitchy tuvo un problema con su casera esta mañana —comenzó a contar. —Al parecer hoy debía pagar la renta de su departamento, pero no tenía dinero. La única opción que le quedó fue transferirle a la mujer.

—Ya veo... —el de tatuaje en el cuello se quedó pensativo por unos momentos. —Supongo que eso es un avance.

—Considerando que ya lleva casi dos meses con dinero que él normalmente ganaría en un año y que no lo ha tocado hasta hoy —habló el azabache. —Sí, es un gran avance.

—Ojalá tome mas confianza ahora —deseó el de cicatriz.

—Oye, oye no nos apresuremos cariño —intentó calmar a su pareja. —Dejemos que el chico vaya a su ritmo.

—¿A su ritmo? Si esperamos tanto tiempo el apocalipsis llegará primero —se quejó.

—Que así sea.

—Mi paciencia no es eterna —reclamó el rubio.

—Lo felicito por ser tan paciente jefe.

—Me sorprende que no nos hayas ordenado secuestrarlo y traértelo —confesó el azabache.

El rubio se quedó en silencio.

Mentiría si dijera que no pensó en pedir aquello.


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Su puerta fue abierta sin permiso al siguiente día.

Miró esperanzado a la pareja.

—¿Gastó dinero de nuevo?

—No, regresó el dinero.

—¿¡Qué!? —se levantó de su silla y arrebato la hoja que traía el azabache. En efecto, la cantidad había regresado a ser la misma.

—¡Devolvió todo! —el de delineado no podía creérselo. —Olvida aquel "avance" de ayer.

—En cuanto le dieron su pago en su trabajo fue a depositar el dinero en la tarjeta —habló el de cicatriz.

—Maldición —pasó sus manos por su rostro. Podía sentir como su paciencia estaba a punto de acabarse.

—También investigue mas el problema de ayer —retomó aquel tema. —Uno de los investigadores les hizo unas preguntas a los vecinos y ellos dijeron que la casera había amenazado con gritos al chico. Asegurándole que si no le pagaba la renta en ese momento lo obligaría a abandonar el departamento y dejarlo dormir en la calle. Takemitchy hizo la transferencia por las amenazas y hubo algo que le sucedió de camino al trabajo.

—¿Qué le paso?

—Tuvo un ataque de ansiedad y pánico. Eso fue lo que dedujeron los investigadores al ver su comportamiento.

De acuerdo. Ya había llegado a su límite.

—Tráiganlo.

—¿Qu-

—Llévenlo a uno de nuestros hoteles, a una habitación de vigilancia —comenzó a ordenarles mientras preparaba unos papeles. —Hagan que se sienta cómodo y eviten asustarlo. Yo tengo varias reuniones a las que asistir y cuando termine iré a verlo.

—De acuerdo —la pareja sabia que algún día recibirían aquella orden. Conocían a su jefe después de todo.

—Si se atreven a tratarlo sin cuidado les cortare las manos —amenazó antes de azotar la puerta e irse.

—Vaya... ese chico si que termino con toda su paciencia.

—A mí me sorprende que se haya tardado tanto —confesó en un suspiro el azabache. —Preparemos la habitación de vigilancia para el chico. Le gustan los acertijos ¿No?

—De verdad piensas atenderlo bien —se burló.

—Si el jefe me apunta mis manos no tendré donde poner mi anillo de compromiso cariño —le sonrió.


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El oji-azul suspiró de cansancio cuando al fin su jornada de trabajo había terminado. Últimamente se sentía muy cansado, en su próximo día libre dormiría todo lo que se le permitiese.

Se despidió de la gerente y cruzó por las puertas del establecimiento. Dio un pequeño salto junto a un gritillo cuando se encontró con dos hombres justo en la entrada.

—Mierda ya lo asustamos —escuchó maldecir al azabache. —Y justo iba a decirle que no se asustara. 

—Te dije que era mejor esperarlo afuera de su casa —habló el de cicatriz.

—D-Disculpen, pero ya cerramos —habló mientras les sonreía. —Pueden volver mañana a partir de las nueve de la mañana.

—No venimos a rentar una película Takemitchy —negó el más alto en una sonrisa.

—¿Takemitchy? —no entendió. —Perdonen si los ofendo, pero ¿Los conozco?

—Me presento, mi nombre es Koko —se presentó el de delineador. —Y él es mi pareja.

—Mi nombre es Inui, pero dime Inupi —le ofreció su mano para estrecharla.

—Hanagaki Takemichi, es un gusto —aceptó el apretón de manos.

—Queremos hablar contigo sobre algo ¿Podemos acompañarte a tu casa? —propuso el de ojos negros.

—¿He causado algún problema? —no tardó en mostrar preocupación. —¿Los molesté? Si es así les juro que no fue mi inten-

—Tranquilo chico, tranquilo —se burló el azabache. —Solamente vamos a hablar ¿Esta bien? No te asustes o me cortaran las manos.

—¿¡Cortar!?

—Koko lo asustas —reprendió el oji-verde. —No le tomes importancia a las palabras de este idiota Takemitchy. Solamente hablaremos contigo ¿De acuerdo?

—Esta bien —los tres comenzaron a caminar. El de ojos zafiro miró con curiosidad hacia abajo cuando escuchó los sonidos de aquel alto calzado. —Que geniales tacones.

—Gracias —sonrió ante el alago.

—¿No es difícil caminar? —ahora entendía porque ese hombre se miraba tan alto.

—Llevo años usándolos, se volvió algo normal.

—Es increíble —sonrió mientras miraba como el rubio caminaba sin problemas.

—Lo genial son tus ojos —notó aquello mientras sus miradas se encontraban. —No creí que fueran reales, nunca había unos tan azules.

—Gracias —se avergonzó por aquellas palabras.

—De acuerdo, comenzaré con el motivo de nuestra visita —habló el azabache. —Seré directo, nuestro jefe quiere verte.

—¿Jefe? —cuestionó en voz alta sin entender. —¿Por qué?

—Solo quiere hacerte unas preguntas —respondió. —No queremos obligarte a que nos acompañes, pero el quiere hablar contigo.

—Entendemos que es muy extraño que dos hombres aparezcan de la nada y te pidan que los acompañes —el de cicatriz lo comprendió. —Debes sentirte muy inseguro, nadie te asegura que estarás a salvo con nosotros.

—Pero en verdad necesitamos que nos acompañes —si no llevaban al oji-azul con su jefe rubio llovería sangre y no quería que fuera la suya o la de su pareja. —Puedes tomar medidas, como avisarle a alguien que llame a la policía si no das señales de vida después de 5 horas, has visto nuestras caras y sabes nuestros nombres. Es lo suficiente para que la policía nos identifique si nos delatas.

—Además de que si hubiéramos querido hacerte daño ya lo habríamos hecho —confesó el de altas plataformas. —Te llevaremos a un hotel para que nuestro jefe hable contigo y al terminar con la plática te traeremos de regreso sin ningún rasguño.

—Y podrás aprovechar para devolverle la tarjeta si no la quieres —añadió su pareja.

—¿¡Eh!? —aquello lo sorprendió. —¿¡Él es quien me dio la tarjeta!? —los contrarios asintieron. —¿Por qué?

—Tendrás que preguntárselo a él —el azabache sonrió juguetón. —Y bien Takemitchy ¿Qué dices? ¿Aceptas?

El oji-azul desvió la mirada para pensar. Era verdad que, si ya lo tenían en la mira desde que tenia la tarjeta era más rápido hacerle daño y ya, no tenia a personas que se preocuparan por él lo suficiente como para declararlo como desaparecido.

También le habían dado la oportunidad de mandar un mensaje para sentirse mas seguro. Si en verdad quisieran secuestrarlo pudieron haberlo hecho y ahorrarse el hablar con él y proponerle aquellas cosas. Además quería preguntar porque demonios había recibido aquella tarjeta de crédito, era una duda que no lo dejaba dormir por las noches.

—De acuerdo, iré.

Después de todo no tenia mucho que perder.


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.


—Tu esperaras en esta habitación.

A la mierda.

¡Parecía la habitación de un castillo! 

Era 5 veces más grande que el lugar que alquilaba.

—Increíble —susurró mientras sus ojos se paseaban por cada rincón del lugar. —Parece una suite.

—Es una suite —sonrió el azabache. —La mejor de todas.

—Puedes hacer lo que quieras, no te preocupes por nada —le comunicó rápidamente al oji-azul. —Nuestro jefe está en una reunión, no tardará en llegar.

—Y justo por eso tenemos que irnos —mencionó el de ojos negros mirando su brillante reloj de muñeca.

—¿No se quedarán? —el Hanagaki no quería quedarse solo en ese lugar tan grande.

—Vendremos por ti para llevarte a tu hogar cuando termines de hablar con nuestro jefe —avisó el de cicatriz. —Mientras ustedes hablan no se nos permite quedarnos.

—En la mesa hay una tableta con una aplicación sobre acertijos —comenzó a señalar mientras junto a su pareja se acercaba a la puerta para salir. —Y también hay comida. No morirás del aburrimiento ni de la comida.

—¿Acertijos? —miró la mesa con sus ojos brillantes. Había todo tipo de platillos que casualmente compartían un ingrediente principal —O-Oigan ¿Cómo sabían que me gustan los acertijos y las papas?

—¡Diviértete Takemitchy! —la puerta se cerró. Que miedo.

Se paseó por la habitación y miró el enorme ventanal que mostraba a la ciudad brillante y el cielo oscuro.

Era hermosa, nunca la había visto desde un lugar tan... alto.

Perfecto, acaba de recordar su vértigo por las alturas.

Se alejó rápidamente del ventanal. Sintió ganas de llorar por no poder admirar aquella hermosa vista más tiempo, pero su miedo en esos momentos fue más grande. Se encontraba en un lugar que no conocía, traído por unas personas que había conocido esa misma noche pero que ellos parecían saber hasta su color favorito.

Estaba de los nervios, pero necesitaba respuestas.

Curioso y ansioso por los acertijos se sentó en una de las sillas del comedor para dedicarse a resolverlos. Miró la comida y con todo el dolor de su estómago decidió no comer ni tomar nada mientras se encontraba en ese lugar.

No confiaba en ese lugar.

Aun.


 ──── • ⋅◈⋅ • ────


—¿Qué hace Takemitchy? —entró el rubio a la habitación llena de pantallas donde se encontraba la pareja.

—Buenas noches jefe ¿Cómo le fue en sus reuniones? —habló en tono sarcástico el azabache. —Nosotros estamos muy bien gracias por preguntar, ya cenamos.

—Déjate de idioteces ¿Lo trataron bien?

—¡Lo tratamos perfectamente! No hubo necesidad de secuestrarlo —presumió. —Vino por voluntad propia.

—Yo le preguntaré eso —solo creería en las palabras de aquel oji-azul. —¿Qué hace? —preguntó de nuevo al verlo por las cámaras concentrado en aquel aparato.

—Resolviendo acertijos —le respondió el mas alto. —Ese sonido —esperó unos segundos y una especie de pitido se escuchó. —Se escucha cada que él resuelve uno.

—¿De verdad? Es genial —en los pocos momentos que llevaba en la habitación aquel sonido se había escuchado repetidas veces.

—Ya ve a hablar con él —lo apresuró el de delineador. —Los acertijos de la aplicación no son ilimitados, casi se los termina por estar esperándote.

—De acuerdo... Pero no puede verme.

—¿Ah? —la pareja lo miró incrédula.

—No permitan que nadie pase por el pasillo —les ordenó antes de salir por la puerta.

—Nos hace traerlo ¿Y no hablará con él cara a cara? —frustrado se pasó las manos por su cara. —Necesito un aumento, no me pagan lo suficiente.


──── • ⋅◈⋅ • ────


El oji-negro entró al pasillo y comprobó que no hubiera nadie presente. Aquel hotel era de su propiedad, uno de sus negocios legales que le servían para cubrir los que no lo eran.

Era un lugar seguro.

Se acercó a la puerta y sus manos comenzaron a picar de las ansias, suspiró y toco la puerta. Gracias al silencio pudo escuchar los pasos apresurados que se acercaron a la puerta, la persona al otro lado de la puerta intento abrirla.

—No puedes abrirla —le comunicó. —Funciona con tarjeta y permiso.

—... ¿Estoy encerrado?

De acuerdo, mal comienzo.

—No te asustes por favor —se apresuró a decir. —Después de hablar podrás irte, lo prometo.

—Entiendo señor emm...

—Mikey. Solo dime Mikey.

—De acuerdo Mikey-kun —su voz salió suave. Temerosa. —Creo que no hace falta decirte mi nombre.

—Crees bien Takemitchy —sonrió. —¿Te trataron bien Inui y Koko? ¿Estas bien? ¿Necesitas algo?

—E-Eh —tartamudeó. Tardó unos segundos en calmarse para lograr responder. —M-Me trataron bien, fueron muy amables y los acertijos fueron divertidos.

—Me alegra —tal vez recomenzaría a la pareja con algún día libre. —Se que esto debe ser muy raro para ti ¿No? Seguramente estas muy nervioso y me disculpo por hacerte pasar por esto.

—N-No negare que esto es raro y que e-estoy algo nervioso.

Mentira, estaba muy nervioso. Comenzó a sudar y temblar desde que comenzaron a hablar, agradecía completamente que no estuvieran hablando cara a cara porque seguramente ya se habría desmayado.

—Lo comprendo... ¿Quieres hacerme una pregunta para que te sientas mejor?

El de ojos azules parpadeo y miró la puerta con confusión.

—¿Disculpe?

—Puedes preguntarme las dudas que seguramente has tenido durante estos dos meses. Es lo justo —le concedió aquello.

—P-Pues —tardó unos segundos en entender aquellas palabras. Estaba tan nervioso que sus pensamientos estaban totalmente desordenados.

—Tomate tu tiempo, no tengo prisa —quiso tranquilizar al escuchar varios tartamudeos y murmullos.

—E-Esta bien —respiro varias veces para intentar tranquilizarse. Se sentó en el suelo para apoyar su espalda en la puerta.

Mikey pudo sentirlo.

Tan cerca, separados solamente por aquella puerta.

—¿P-Por qué me diste la tarjeta? —inició por aquella pregunta. Fue la que más se había repetido en su mente. —Nunca lo entendí y sigo sin hacerlo —confesó mientras se abrazaba a sus rodillas.

—Fue un experimento.

—¿E-Experimento? —comenzó a temblar de nuevo.

—Suena mal, pero yo nunca haría algo que te hiciera daño —dijo rápidamente. —Comencé a mandarte dinero para saber tu reacción. Se que eres una persona a la que no le sobra dinero y aun así una noche le compraste comida a unos niños.

—¿Niños? —murmuró.

—¿Crees que lo que tú haces lo hace cualquier persona? —no espero respuesta. —Ayudar a otros, ser amable, dar lo poco que a veces te sobra ¿Eso te parece poco?

—S-Solo es algo normal —nunca le había tomado tanta importancia a lo que hacía. Ayudar era correcto y nunca se sintió más persona que otras por aquello.

—Si fuera algo normal o común todas las personas lo harían ¿No? —cuestionó. —Pero no lo hacen. Otra cosa normal que muchos si harían es gastar el dinero que te he regalado.

—¿Regalado?

—Claro ¿Lo dije en la nota no? Esa tarjeta es tuya y el dinero que hay en ella también —le recordó.

—P-Pensé que era alguna trampa —confesó.

—Ahora que sabes que no se trata de ninguna trampa ¿Gastaras el dinero?

—No —se negó. —Y-Yo solo gasto el dinero que me gano.

—¿Y crees que el dinero que te dado no lo mereces? —no entendía nada. —Trabajas desde la mañana hasta la media noche.

—Y recibo mi pago.

—Un pago que no es suficiente —dio su opinión con el ceño fruncido. —Mereces más. Has hecho y haces mucho, pero recibes poco.

—En algún momento se me regresará todo lo que he hecho —suspiró mientras le repetía lo que él se decía todos los días. —Solo tengo que esperar.

—Yo intente dártelo, pero no lo aceptaste —se quejó. —No te entiendo, pero quise y quiero hacerlo. Por eso quise hablar contigo.

—¿Q-Qué quiere saber? —su duda ya había sido respondida. Estaba listo para escuchar la contraria.

—¿Por qué lo haces? —al fin pudo preguntar aquello. —¿Por qué ayudas y no esperas algo a cambio?

—Ayudo porque eso me hace sentir bien —respondió en una pequeña sonrisa. —No espero algo a cambio porque no es necesario, con un "Gracias" es suficiente.

—Pero no todos te agradecen —recordó con amargura.

—No tiene caso pensar esas personas. Prefiero recordar en los que me dan las gracias y simplemente olvidar los que no —le restó importancia.

—Supongo que te entiendo un poco más —se contentó de aquello. —De acuerdo, tu turno.

—¿Mi turno?

—Sí ¿No tienes más preguntas?

—O-Oh si —no sabía que iban por turnos. —Mmm... ¿P-Por qué no puedo verte?

—Es peligroso —suspiró. —El solo hablar contigo ahora te pone en peligro, soy un egoísta.

—¿D-De que hablas? ¿Por qué es peligroso Mikey-kun?

—Tengo negocios legales e ilegales —respondió con la verdad. —Hay enemigos que buscaran cualquier cosa para perjudicarme y si se enteran de que perteneces en mi vida no dudaran en buscarte.

—¿M-Me secuestraran?

—Tuve muchas precauciones antes de traerte aquí —comunicó intentando tranquilizarlo. —Así que tranquilo, yo me encargare de tu seguridad.

—Ya veo —cuando su cuerpo se relajó soltó un bostezo involuntario.

—Mañana trabajas ¿No? —se levantó al recibir una respuesta afirmativa. —Lo menos que quiero es quitarte tus pocas horas de sueño.

—P-Pero es tu turno —imitó la acción de ponerse de pie.

—Mi duda más grande ya la respondiste al hablar conmigo —miró la puerta. —Gracias por haber aceptado hablar conmigo Takemitchy. Perdona haberte asustado y por ponerte en peligro.

—No te preocupes, estoy bien —de igual manera sus ojos se dirigieron a la puerta. —¿Q-Qué pasara con la tarjeta? La traigo conmigo, puedo dártela.

—Es tuya, puedes hacer con ella lo que quieras Takemitchy —le sonrió a la puerta. —Me gusto hablar contigo, pero no volveré a ponerte en peligro.

—Gracias por preocuparte por mi Mikey-kun —imitó la acción del contrario.

—Llamaré a Inupi y a Koko para que te lleven a tu casa y puedas descansar, de seguro estas cansado —el contrario no discutió aquello. —Suerte Takemitchy, piensa más en ti.

—Cuídate Mikey-kun —lo despidió.

El oji-negro se alejó de aquella puerta y se dirigió hasta donde la pareja se encontraba.

—¿Ya terminaron? Vaya, pensé que hablarían hasta que amaneciera —confesó el azabache mientras se levantaba de su asiento.

—Acompañen a Takemitchy a su casa, está cansado y mañana debe trabajar —les ordeno. —Y mañana no vengan a la oficina, tómense el día libre.

La pareja se miró para confirmar si lo que habían escuchado había sido una ilusión o una verdad.

—Ese chico definitivamente no es normal.

—Hace milagros.

—Si no se van ahora cambiare de opinión —amenazó.

—¡Buenas noches! —gritó antes de irse.

—Le agradezco el día libre —el de cicatriz hizo una reverencia y se fue a seguir a su pareja.

Cuando quedó a solas miró las cámaras para apreciar los últimos momentos del oji-azul en aquella habitación. Sonrió cuando lo vio comer una papa frita de la mesa para después salir de la suite en compañía de la pareja. 


.


.


.


Los días que pasaban se convirtieron en semanas y las semanas en meses. El oji-negro había cumplido con su palabra de no volver a poner al azabache en peligro, no habían vuelto a escucharse.

Aun así, las ansias de ambos por conocerse más que aparecieron y aumentaron en las primeras semanas después de su platica en el hotel no cesó. El rubio impaciente le mandó un teléfono viejo y seguro en el cual agregó solamente su número telefónico.

Ambos habían intercambiado mensajes diariamente durante 3 meses.

Los dos comenzaban su día deseándose los buenos días, durante el resto del día el de tatuaje le contaba sobre sus juntas de trabajo horriblemente aburridas y el azabache hablaba de clientes problemáticos. Se preguntaban tres veces al día que comían y al finalizar el día se daban las buenas noches.

Estaban realmente cómodos. El oji-azul ya no escribía con sus dedos temblando algún mensaje o brincaba del susto cuando recibía uno. Al contrario, actualmente mandaba mensajes con una sonrisa y sin sobrepensar en exceso; siempre ansioso de recibir uno nuevo.

Por otra parte, el rubio con tanto tiempo para pensar pudo aclarar sus sentimientos. Los latidos acelerados de su corazón al intercambiar mensajes con el azabache le hicieron más fácil comprender todo.

Takemitchy le gustaba.

Era una atracción diferente a otras que había sentido. Sus atracciones siempre fueron no mas que solo el físico o deseo sexual hacia personas que conoció en alguna parte de su vida y que con rapidez olvidó por ser solamente algo temporal.

Lo que sentía no era temporal.

Con cada día que pasaba aquella atracción evolucionaba, no tenia ninguna señal de irse.

Ahora que sus sentimientos estaban aclarados quería ver al azabache de nuevo. Necesitaba verlo, escucharlo y hablar cara a cara; le frustraba saber que no podía hacerlo.

Quería demasiado al oji-azul

Lo suficiente para no querer ponerlo en peligro.

—Adelante —permitió al escuchar los toques en la puerta. —¿Qué necesitan? —le cuestionó a la pareja.

—Venimos a darte el reporte de Takemitchy diario —le comunicó el azabache mientras su alta pareja caminaba hasta estar detrás del rubio.

—¿Qué te pasa? —preguntó extrañado por la actitud del de cicatriz.

—No hay armas a su alcance —le comunicó a su pareja mientras regresaba a su lado.

—De acuerdo —el oji-negro suspiró y miro a su jefe. —Han secuestrado a Takemitchy.

Se quedo petrificado.

Había olvidado como respirar.

—Nos han informado que hace unos minutos Takemitchy estaba inconsciente en brazos de una persona a la cual aún no identificamos —comenzó a dar los detalles el oji-verde. —Esa persona lo subió a un auto y nuestros hombres los han estado siguiendo, mandamos un dron para seguirlos desde las alturas y evitar perderlo.

—Si pierden de vista ese auto juro que mataré a todos —amenazó mientras se levantaba de su silla. —¡Miren las cámaras de seguridad de la ciudad! Sigan a esos malditos en la tierra y en el cielo —furioso dio una patada en su escritorio, logrando romperlo.

—Están saliendo de la ciudad —le comunicó el azabache mientras tocaba el micrófono de su oreja. —Dicen que el hombre que llevaba a Takemitchy fue identificado, es Kakucho.

—Esos idiotas —murmuró molesto mientras salía de su oficina seguido de la pareja. —¿Cómo se han enterado de Takemitchy?

—No sabemos, siempre que fuimos a verlo cuidamos que nadie nos siguiera —confesó el azabache. —El dron que nos seguía nunca capto algo raro a los alrededores.

—Creemos que tal vez alguien nos vio entrar con él al hotel y desde ese día comenzaron a seguirlo —dio su opinión el más alto. —Es la única razón que encontramos.

—Mierda.

Había sido su culpa.

El oji-azul ahora estaba en peligro de muerte por su egoísmo.

—Ya tienen listo un auto para que nos lleve al lugar —le informó el azabache. —Los hombres ya están armados y se dirigen al lugar.

—No dejen que esta información llegue a oídos de Kisaki.

—En algún momento se entrará.

—Pero no hoy —frunció el ceño. —No quiero lidiar con él hasta no estar seguro de que Takemitchy está a salvo.

—¿Cuál es el plan Mikey? —le cuestionó el azabache.

—Ir y hacer cualquier cosa para salvar a Takemitchy —comunicó. —Y matar a South —agregó.

—Que gran plan de éxito —murmuró el de delineador mientras los tres salían del elevador.

El de cabellos y ojos negros solo esperaba que aquel oji-azul estuviera bien.

De lo contrario la vida de todos estaría en peligro.


.


.


.


Varios autos se detuvieron frente a una gran construcción de lámina a mitad de la carretera. Rápidamente hombres armados al verlos los apuntaron con sus armas.

—Vaya... la información era cierta —habló el de ojo carmín. —Ese chico de verdad es importante.

—¿Dónde está? —cuestionó el rubio cuando bajó del vehículo. —Si han derramado una gota de su sangre juró por mi propia vida que los mataré.

El de ojo blanco tragó saliva.

—Solo tú puedes entrar Mikey —dijo al ver como la pareja estaba decidido a acompañar al oji-negro.

—¿Estas idiota? No dejaremos que Mikey entré en ese lugar solo —el azabache se negó a aquella petición y siguió avanzando. Se detuvo al sentir un arma tocando sus cabellos.

—Quítale esa asquerosa arma de encima —el oji-verde no tardó en actuar y rozó con una afilada navaja el cuello del que amenazaba con quitarle la vida a su pareja.

Todos actuaron y sacaron sus armas, esperando atentos el primer disparo.

—Iré —le avisó a la pareja. —Puedo cuidarme solo.

—¡Pueden emboscarte! —se quejó el oji-negro mientras era jalado por su pareja para permanecer a su lado.

—No me importa, iré por Takemitchy —les avisó mientras comenzaba a adentrarse a aquella construcción.

Al entrar miró a varios hombres que no le quitaron la mirada de encima en cuanto cruzó por la puerta. Su mirada viajó por cada rincón del lugar para ubicar a aquel oji-azul.

—¡Mikey! ¡Al fin llegaste! —lo saludó el líder.

—¿Dónde está?

—Justo aquí —sonriente se hizo a un lado.

Ahí estaba el azabache.

Atado a una silla, con un pedazo de cinta cubriendo su boca y rastros de lágrimas en sus cansados ojos. Cuando sus miradas se encontraron aquellos zafiros se abrieron con rapidez, comenzó a forcejear y a intentar hablar.

Estaba feliz de verlo aún con vida, pero un detalle llamó su atención.

Había un maldito cuchillo clavado en una de las manos del atado, la sangre escurría por la silla y no era la única herida. Su rostro tenía hematomas de distintos colores y la ropa estaba sucia y rota.

¿Por qué la vida le hacía tanto daño a ese chico?

—Dame una buena razón para no matarte ahora mismo —exigió mientras notaba como todos a su alrededor se acercaban poco a poco a él.

—Oh vamos ¿De verdad te molestaste tanto porque quise ver a tu nuevo juguete? —comenzó a reír mientras jalaba los cabellos azabaches para jugar con su cabeza. —Por un momento pensé que mis hombres se habían equivocado al traerme un bueno para nada.

—Suéltalo —ordenó mientras comenzaba a noquear todos los que intentaban darle un golpe. —¿Por qué lo trajiste?

—Quería matarte —le respondió. —Te invite para hacerlo muchas veces y siempre me ignoraste ¡Y mírate ahora! —dio una gran carcajada. —¡Me traje a este chico y no tardaste ni una hora en llegar! Lo tenías bien oculto Mikey.

—Ya me tienes aquí, libéralo.

—Eso lo harás tu —miró al azabache y sonrió. —Tendrás que llegar a él para llevártelo, pero antes tendrás que pelear conmigo. Después de matarte a ti me llevare al chico como trofeo y lo matare cuando me aburra.

—El único que morirá hoy serás tú —el brillo en sus ojos que había regresado en los últimos meses comenzó a desaparecer. 

—Debo admitir que el chico es resistente —se burló mientras daba ligeros golpes en las mejillas del oji-azul. —Aguantó varios de mis golpes y sigue consiente. Aunque es ruidoso —se quejó. —Tuve que callarlo. —golpeó la cinta que cubría la boca del azabache. —No hacía más que llorar y hacer preguntas ¿Por qué estas interesado en él? ¿Es bueno en la cama acaso? Tendré que probarlo —sintió satisfacción al ver pánico en aquellos zafiros.

—Eres un- —cuando se dispuso a ir corriendo en dirección al más alto recibió un puñetazo.

—Para llegar al jefe necesitas pelear conmigo primero—el de ojo carmín le dio otro golpe. —¿Qué sucede? ¡Pelea!

—¿Tú también quieres morir?

Preguntó, pero no espero respuesta.

Lanzó una patada directo a la cabeza contraria para arrebatarle el conocimiento. Pateó de nuevo el cuerpo inconsciente para quitarlo de su camino y seguir caminando.

—¡Corre Mikey! —gritó con gran euforia. —¿¡No estas emocionado!?

El rubio lo ignoro y siguió en dirección a él.

—¡Haré que te emociones más! —sonriendo le quitó la cinta al azabache. Tomó un arma y le disparó en el pie izquierdo para recibir un grito lleno de dolor. —¿¡Esto es suficient-

Una patada lo lanzó lejos del oji-azul.

—¿M-Mikey? —jadeó al conectar la mirada con aquellos orbes vacíos.

Ese no era Mikey.

No al que él conocía.

—Te liberaré Takemitchy —le dio la espalda para dirigirse al de ojos amarillos. —Pero primero necesito ocuparme de este maldito. 

—¡E-Espera! ¡Mikey! —soltó un grito y lágrimas cuando intentó moverse. El cuchillo clavado en su mano y el reciente disparo dolían un infierno. —¡Mikey vas a matarlo!

—Es lo que quiero —respondió mientras seguía golpeando una y otra vez a aquel hombre.

—¡Mikey tú no eres un monstruo! —lloró al ver que al fin el oji-negro se había detenido. —N-No eres igual a ellos. D-Deja de manchar tus manos c-con sangre y solo vámonos.

—Takemitchy... —susurró mientras miraba sus manos inundadas de aquel liquido rojo.

¿Qué diablos estaba haciendo?

¿Acaso estaba priorizando golpear a un cadáver en lugar de atender al oji-azul?

Era un idiota.

—¡Takemitchy! —corrió en su dirección y comenzó a desatarlo. Se detuvo al ver aquella arma blanca clavada. —Mierda —maldijo en un susurro.

—Hazlo —ambos se miraron. —Que sea rápido —cerró sus ojos y esperó el dolor que no tardó en llegar. Al intentar reprimir su grito se mordió su labio, la sangre no tardo en escurrir de aquella área.

—Te cargaré —avisó mientras rompía su camisa y usaba la tela para vendar aquella herida.

—P-Puedo caminar.

—No era una pregunta —lo alzó con facilidad y caminó en dirección a la salida.

Takemitchy jadeo al ver hombres en el suelo y a muchísimos de pie.

—¡Hemos ganado jefe! —gritaron todos mientras agachaban sus cabezas.

—Buen trabajo.

—¡Tardaste demasiado! ¡Estábamos a punto de entrar! —se quejó el de delineador. Su semblante cambió al ver el estado del de orbes azules. —Te ves horrible chico.

—Al menos sigues vivo —intentó animar el oji-verde.

—Dejen de decir idioteces ¡Nos vamos! —gritó para que todos entraran en los autos y se retiraran. —Tenemos que atender a Takemitchy —le comunicó a la pareja al entrar al vehículo con cuidado de no lastimar al hombre que traía en brazos.

—Lo sabemos —se quejó el experto en el manejo del dinero. —Los médicos ya nos están esperando.

El silenció en el auto era incomodo.

La pareja intercambió miradas.

—Un gusto verte de nuevo Takemitchy —saludó el de cicatriz mientras desviaba la mirada del camino para ver al mencionado gracias al espejo. —Es agradable ver tus ojos de nuevo.

—Yo los extrañe a ambos —le sonrió a la pareja. Comenzó a sentir nervios cuando sintió la intensa mirada del rubio a su lado. —¿S-Sucede algo Mikey-kun?

—Tus ojos —murmuró. —Son azules de verdad. Es increíble.

—No puede ser —el azabache de ojos negros se frotó el puente de su nariz. Estresado. —¿Apenas se dio cuenta?

—Al parecer sí —le respondió su pareja en su susurro al ver a las dos personas de atrás no quitarse la mirada de encima.


.


.


.


—Perdóname —pidió mientras se sentaba frente a la cama donde el azabache reposaba. —Perdón por condenar tu vida, Takemitchy.

—¿De que hablas Mikey-kun? —no entendió, pero aun así sonrió. —¿Te refieres a esto? —señaló su cuerpo vendado. —Esto se curará Mikey-kun, no tengo nada que perdonarte.

—No solo por eso —suspiró mientras miraba aquellos ojos azules. —Todos saben de ti.

—¿Eh?

—Ese tipo les contó a sus aliados sobre ti antes de llevarte —comenzó a explicar. —Mis enemigos saben que eres mi punto débil.

—¿Y-Yo? —sus mejillas se tiñeron de rojo.

—Sí Takemitchy —sonrió un poco al ver aquella reacción. —Todos ellos están buscándote y no puedes esconderte aquí, te encontrarán en seguida. Solo tienes dos opciones.

—¿Y cuales son?

—La primera es irte a vivir a otro continente —respondió. —Yo me encargaré de todo, buscaré un lugar seguro, una casa, contrataré una persona de confianza que te enseñe el idioma del lugar; no necesitas trabajar, pero conociéndote querrás hacerlo y yo puedo usar mis contactos y conseguirt-

—¡No quiero irme! —se apresuró a hablar. —P-Perdón por interrumpirte Mikey-kun pero no quiero esa opción.

—De acuerdo. La otra opción es que te quedes a mi lado.

—¿Quedarme contigo?

—Aun si te vas al otro lado del mundo eso no garantiza tu seguridad —se sinceró. —Pero que te quedes a mi lado es más seguro, ya no tiene caso alejarte de mí. Lo que más temía que sucediera pasó y no voy a permitir que pase de nuevo.

—Si me quedo contigo ¿Qué tendré que hacer?

—¿Ah? —ahora el confundido era el rubio.

—Koko se encarga del dinero ¿No? —el oji-negro aun sin entender asintió. —Inupi de la seguridad —recibió otra respuesta afirmativa. —Yo no sé hacer nada Mikey-kun, no te seré útil.

Suspiró al ver que el de tatuaje seguía sin comprenderlo.

—No se cocinar.

—Ya tengo alguien que hace eso.

—Odio hacer la limpieza.

—También tengo a personas que se encargan de eso.

—Tampoco se pelear.

—Mis hombres si saben.

—Ni disparar.

—Puedo enseñarte si quieres.

—¿Solo tendré que estar a tu lado?

El rubio frunció el ceño.

Aquel tono no le había gustado.

—No lo hagas sonar como si fueras un adorno Takemitchy —le reprendió. —Quiero que me acompañes y me regañes.

—¿Regañarte?

—Me regañaste cuando amenace al doctor que te hizo llorar con romperle la mano —se quejó.

—Me puso alcohol en las heridas Mikey-kun, dolió, pero era necesario.

—Te hizo llorar.

—Mikey.

—¿Ves? Me regañas —hizo una mueca mientras desviaba la mirada.

—¿Ese será mi trabajo? ¿Regañarte? —sonrió enternecido.

—Y otra cosa.

—¿Cuál?

—Que nunca te vayas.

La maquina que detectaba los latidos del oji-azul comenzó a resonar una y otra vez.

Mikey al ver aquello soltó una risilla.

—Tranquilízate Takemitchy —se burló.

—S-Sí quiero.

—¿Eh?

—Quiero quedarme a tu lado Mikey-kun —aceptó mientras jugueteaba con sus dedos.

—Takemitchy —lo llamó y él se levantó. —Juro cuidarte y darte todo lo que mereces. No es una pregunta. —aquello ultimo lo dijo rápidamente al ver que el azabache estaba a punto de replicar.

El herido bufó, pero sonrió.

—En ese caso yo juro que te regañare Mikey-kun —las sonrisas de ambos no desaparecían de sus rostros. —Y nunca me iré de tu lado.

—Haces que mis mejillas duelan Takemitchy —se quejó.

—¿Yo?

—Sí, me haces sonreír tanto que se me acalambran mis mejillas. Eres malo. 



════════════════

¡Hola! 

Primero que nada una gran disculpa por todos los errores que seguramente encontraron en el one shot. 

Pensar en este día fue tremendo. Tuve que buscar por todos lados y ver de nuevo el primer episodio para intentar saber como eran las cosas antes de que Takemichi viajara en el tiempo. También busqué que clase de vida tenia Mikey en esta línea temporal y quienes eran sus "amigos". 

Necesitaba saber quienes eran aliados de Mikey. 

La historia se trataba de esto, un Mikey mandando gente a investigar a Takemichi y que le informaran de todo. 

Obviamente no iba a poner a Kisaki. Necesitaba otro. 

¿Recuerdan la escena donde Naoto esta en un pizarrón con muchas fotos explicándole a Takemichi sobre Mikey, la ToMan, su hermana y los viajes en el tiempo? 

Bueno, ahí se ven Inui y Koko. 

Se ven sus cabellos pero aja, todos conocemos sus melenas como para reconocerlos. 

Mi forma de escribir depende mucho de conversaciones entre personajes. Me ayudó verlos y mucho más que fueran ellos, amo sus personajes por su forma de ser y personalidad. 

También tuve que investigar como funcionan las transferencias, las cosas de los bancos y los yenes. No sabía cuanta cantidad de yenes escribir porque realmente no se su valor. 

Cosa que no sirvió de nada. Preferí escribir la cantidad en Dólares porque creo que es el valor que más se conoce, me refiero a que es mas conocido que cosas puedes comprar con 500 dólares. 

¿Qué se puede comprar con 500 yenes en Japón? 

Ni idea, muy apenas conozco la economía de mi país como para saber si me puedo comprar un chicle con 100 yenes en Japón. 

Y con lo de las transferencias tampoco tenia idea, investigue pero solo me confundí más. Mi nivel de inteligencia es... como la de Baji ¿Captan? Obvio que sí. 

Total, una personita a la cual quiero muchísimo una vez dijo:

"Es un fanfic, no todo tiene que ser perfecto. No te quemes tanto la cabeza y diviértete". 

Esas palabras la tengo tatuada en la mente cada que escribo:) 

Me ha ayudado mucho a no sobrepensar tanto cuando llega el momento de escribir y lo mas importante: divertirme. 

Menos mal que no había limite de palabras porque si no yo hubiera valido madr-

Uno de los talentos de Takemichi es resolver acertijos ¿Sabían? 

Y obviamente también recibir más 50 golpes y levantarse. Eso es tremendo. 

Tengo mucha emoción en leer los weeks de otras personas ¡Ya quiero leerlas! 

Y TAMBIEN ANDO ENTRANDO EN CRISIS PORQUE AUN NO TERMINO LOS ULTIMOS 3 DÍAS DE LA WEEK AYUD- 


Sin mas que decir, tengo que ir a escribir el día cinco.

Nos vemos mañana. 


—Andrea Nightmares. 

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