SALVANDO MR SKI LOUNGE

由 cristipiccola

27.8K 1.2K 573

Nicole Maybank es la mejor patinadora de la isla con un pie en las próximas olimpiadas. Connell es el mejor j... 更多

𝑷𝑳𝑨𝒀𝑳𝑰𝑺𝑻
𝑷𝑹𝑶𝑳𝑶𝑮𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑼𝑵𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑶𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑪𝑼𝑨𝑻𝑹𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑪𝑰𝑵𝑪𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑺𝑬𝑰𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑺𝑰𝑬𝑻𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑶𝑪𝑯𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝒁
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑶𝑵𝑪𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑶𝑪𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑪𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑪𝑨𝑻𝑶𝑹𝑪𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑸𝑼𝑰𝑵𝑪𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑺𝑬𝑰𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑺𝑰𝑬𝑻𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑶𝑪𝑯𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑫𝑶𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑻𝑹𝑬𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑪𝑼𝑨𝑻𝑹𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑪𝑰𝑵𝑪𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑺𝑬𝑰𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑺𝑰𝑬𝑻𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑶𝑪𝑯𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨 𝒀 𝑼𝑵𝑶
𝑬𝑷𝑰𝑳𝑶𝑮𝑶
𝑨𝑮𝑹𝑨𝑫𝑬𝑪𝑰𝑴𝑰𝑬𝑵𝑻𝑶𝑺

𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑼𝑵𝑶

613 30 7
由 cristipiccola

"𝙽𝚒𝚌𝚑𝚘𝚕𝚊𝚜 𝙼𝚊𝚢𝚋𝚊𝚗𝚔 𝙷𝚊𝚛𝚍𝚢"

CONNELL HOLLANDER

—¡No encuentro mi monedero! —exclama Nicole, sacando una vez más todas las cosas que llevaba en el bolso que ha traído al viaje.

La llamada del señor Maybank había cambiado completamente de dirección nuestro planes. Según la rubia de los cabellos rizados —y de lo que yo me había podido enterar porque cuando coge carrerilla al hablar no hay quien entienda lo que dice—, Siena se ha puesto de parto hace una hora y media y, aunque su padre le ha dicho en que no hay ningún tipo de problema y que puede estar tranquila, Nicole ha empezado a comportarse como si estuviéramos ante una alerta por tornado. Lleva quince minutos recorriendo la habitación medio desnuda, mientras coge todo lo que ella cree que es suyo y que debe estar cuanto antes metido en la maleta y diciendo que tenemos que darnos prisa en encontrar un billete de ferry lo más pronto posible.

Y yo..., bueno, yo estoy aquí, sentado en una de las sillas que tiene la habitación en la que estamos, con los pantalones a medio poner e intentando relajarme porque, a diferencia de ella, no he conseguido que se me baje la erección. No cuando sigue paseándose medio desnuda de un lado a otro y recordando constantemente todas las cosas que le hubiera gustado hacer si no le hubiera llamado su padre en un momento tan crucial para nuestra relación.

Y soy muy feliz, lo juro que lo soy, porque estoy seguro de que, en cuanto se le bajen los niveles de estrés que la tienen recorriendo la habitación como si se hubiera metido un chute de estasis, será consciente de todo lo que esta soltando por toda esa boquita y se pondrá coloradísima porque ella no es una persona que vaya hablando del sexo tan abiertamente como lo esta haciendo ahora mismo.

Aun así, no puedo parar de mirarla y de pensar en lo afortunado que soy por estar presenciando este momento. Aunque se haya pintado a Nicole muchas veces de inalcanzable, como lo han hecho conmigo, no es más que una chica de veintiún años a la que le apasiona el patinaje sobre hielo, el batido de chocolate y que lo vive todo al máximo porque así es ella. No puedo parar de pensar en lo afortunado que soy por haberla encontrado aquella tarde en el vestuario de chicos, aunque, siendo sinceros, me encontró ella a mí. Y ahora, estoy aquí sentado, viéndola corretear de un lado a otro y a punto de presenciar junto a ella uno de los momentos más importantes de su vida.

—¡Connell, por Dios! ¡¿Has encontrado los billetes?! —Nicole viene a mi como un toro embravecido y se para delante con los brazos cruzados y el pelo revuelto por estar toqueteándoselo todo el rato mientras recoge.

—¿Qué? —pregunto, totalmente ido de lo que estoy viviendo en esta habitación.

—Que si has encontrado algún billete para las próximas horas.

—¡Ah, sí! —sacudo la cabeza y me incorporo un poco para centrarme bien en la conversación que estamos teniendo—. Sale uno en media hora —informo, despreocupado. Los ojos de Nicole se abren con brusquedad y sus brazos caen inertes a los laterales de su cuerpo.

—¿Como?

—Que sale uno en medi...

—¡Connell! —Nicole me da la espalda y vuelve junto a la cama para seguir guardando las cosas como si fuera una máquina escacharrada—. ¿Cuándo pensabas avisarme? ¿Estabas esperando a que llegara la hora exacta para decirme:. Oh, Nicole, por si no te lo he dicho, nuestro ferry sale dentro de cinco minutos y nosotros seguimos aquí en nuestra habitación?

—Yo...

—Si no nos damos prisa vamos a perder el ferry que nos lleva a casa y tendremos que esperar un par de horas más a que salga el siguiente, porque, que hayas encontrado ese ha tenido que ser un milagro que no va a repetirse dos veces seguidas. Lo que hará que a las tres horas de viaje que nos quedan después para volver a casa, se le sumen el retraso que hemos presenciado del barco y eso llevará a que me pierda el nacimiento de mi hermano y no pueda estar junto a mi madre en uno de los momentos más emocionantes y aterradores de su vida. Papá se enfadará conmigo y me quitará del testamento para poner al tío John B y no volverá a dirigirme la palabra por haberle fallado en un momento tan importante para la familia. Yo no podré vivir sabiendo que no estuve presente en el nacimiento de mi hermano y eso repercutirá en mi carrera como patinadora, acabaré bajando de rango con el paso del tiempo y ya no habrá solución porque tú​​ pensarás que no sé afrontar los momentos importantes y yo me quedaré sola, siendo un triste recuerdo de lo que pude haber sido y no fui —el pecho de Nicole subía y bajaba con rapidez mientras sus ojos se cristalizan.

Dejo el teléfono en la mesita que tengo justo al lado y me acerco a ella. Coloco mis manos en sus mejillas y la obligo a mirarme. Esta, no quiere mantenerme la mirada. Se siente avergonzada, nerviosa y siente que está perdiendo el control de la situación. Pero, de lo que no parece darse cuenta, es de que no está sola. Estoy aquí con ella y no pienso dejarla sola ante toda esta nueva experiencia y toda esta acumulación de emociones que está sintiendo.

—Oye, oye, reina del hielo. ¿Qué tal si nos relajamos un poco y volvemos con nuestra misión en unos minutos? —Nicole centra su mirada azul en mí, no muy convencida.

—El ferry sale en media hora, si lo perdemos, llegaremos a Outer Banks muy tarde y no puedo...

—Oye, lo entiendo, ¿vale? Lo entiendo perfectamente, pero, ¿recuerdas lo que te ha dicho tu padre? —ella asiente—. ¿El qué?

—Que no tenía que preocuparme por nada.

—Exacto. Tu madre va a estar bien, ¿vale? Tu padre está con ella y seguramente tus tíos también, así que no va a pasar nada. Sé lo importante que es esto para ti, pero necesito que mantengas la calma porque estás a punto de tener un ataque —Nicole se lleva las manos a la cara, quitándose las posibles lágrimas que amenazaban con escaparse de sus ojos.

—Lo siento muchísimo —sus manos se colocan sobre las mías y veo como su mirada cambia del nerviosismo al arrepentimiento—. Joder, me he olvidado por completo que estábamos celebrando por tu cumpleaños, a punto de follar y no me he parado a pensar en como podría estar afectándote todo esto —una risotada se me escapa y Nicole me mira con el ceño fruncido—. ¿Qué te hace tanta gracia?

—Acabas de decir follar. Tú. Por Dios —no puedo evitarlo y estallo en carcajadas.

—¿Qué? ¿No soy demasiado machito como para poder decir este tipo de palabras? —eso hace que me ría aún más.

—Es que eres demasiado correcta.

—Eso no tiene ningún tipo de sentido.

—Gracias por apreciar que estábamos a punto de follar. Si no lo estuvieras recordando desde que te ha llamado tu padre, creo que se me habría olvidado —Nicole se separa de mí y me da un pequeño golpe en el brazo—. Parece que te ha dejado bastante impactada.

—Cállate. Eres odioso —yo intento contener el ataque de risa que me está dando, mientras Nicole recoge todo lo que queda encima de la cama y me taladra con la mirada de vez en cuando.

—¿Tienes pensado ponerte el resto de la ropa que te he quitado o vas a seguir pregonando por ahí que casi follamos?

—Estoy a esto —coloca su delgada mano delante de mí y con el pulgar y el índice, me representa un pequeño hueco—, de dejarte aquí solo y sin coche.

—No serías capaz —le reto, acercándome a ella y rodeando su cintura con mis brazos.

—No me tienes, capitán —sonrío de lado y, antes de dejarla escapar, dejo un suave beso sobre sus labios. El cuerpo de Nicole se destensa bajo el mío y eso me hace sentir más tranquilo.

—¿Mejor? —ella asiente.

—Lo siento.

—Deja de pedir disculpas.

—Me he alterado demasiado.

—Lo entiendo. Es normal —ella asiente de nuevo—. Tenemos veinte minutos para llegar al ferry, ¿crees que nos dará tiempo? —el cuerpo de Nicole vuelve a tensarse bajo mis brazos.

—¡¿Veinte minutos?!





Si alguien se esperaba que el viaje de vuelta fuera tranquilo, os aseguro que no. Nicole salió corriendo escaleras abajo a encender el coche y guardar todas las cosas que llevábamos, mientras yo devolvía las llaves y le hacía un breve resumen a la amable señora de la recepción del por qué no nos íbamos a poder quedar los días que le habíamos dicho apenas unas horas antes. Casi perdemos el ferry. No porque yo me hubiera entretenido hablando con la señora, claro que no, sino porque mi chica se había olvidado del teléfono móvil y ahora no se acordaba de donde lo había metido porque, ¡sorpresa!, no era capaz de hacer las cosas con calma y una a una.

Así que casi tuvimos que pasar el límite de velocidad en algunas calles para poder llegar a la hora exacta a la que salía el ferry sin tener ningún tipo de inconveniente. Cuando cogimos milagrosamente el ferry, las tres horas de vuelta a casa fueron un completo caos. Si estaba como una moto dentro de aquellas cuatro paredes que a mí​ me se me habían hecho pequeñas, no os podéis imaginar lo que estaba liando en un metro cuadrado que es lo que ocupaba su asiento de copiloto. Le doy ocho vueltas al mapa. Ocho contadas, os lo juro. Abrió la guantera un par de veces buscando el cargador de mi móvil, porque me iba a quedar sin batería y lo necesitábamos para poner el GPS, hasta que se dio cuenta de que no estaba metido ahí, sino detrás de su asiento en un bolsillo que traía el mismo.​ Cuando lo conecto justo antes de que se apagara, pensé que ya había acabado todo ese caos que tenía montado, pero no, aún quedaba todavía un poco más del espec​táculo que me estaba ofreciendo. Si es así en todas las competiciones de patinaje que tenía que disputar, bendita sea la paciencia con la que mi hermana ha sido bendecida en cuanto llegó a este mundo.

—Oye, Nicole, ¿puedes dejar de enviar mensajes a tu madre por un momento? Estamos en una misión de alta velocidad aquí —dije, en un tono divertido.

—¡Dios, lo siento! —exclamó en un gruñido, guardando su móvil en el bolso que tenía sobre las piernas—.​ ​Solo quería asegurarme de que mi madre estaba bien. Pero tienes razón, debemos enfocarnos en llegar a casa cuanto antes.

Negué con la cabeza y coloqué mi mano sobre su pierna para transmitirle tranquilidad. Estoy seguro que dentro de su cabeza estaban sonando todas las alarmas que pueden existir cuando se avecina un peligro. El silencio nos envolvió y noté como el ambiente se relajaba durante unos efímeros minutos.

—Gira a la derecha en el próximo semáforo... no, espera, era a la izquierda. ¡Ah, no! ¡Era a la derecha! ¡Espera!

—¡Nicole, estamos en medio de la autopista! ¿¡Dó​nde se supone que tengo que girar!?

—¡¿Y a mí​ que me cuentas?! ¡Es donde me está mandando el maldito cacharro este!

—Creo que necesitamos un sistema de navegación más confiable, o, mejor dicho, un copiloto más confiable porque creo que no tienes ni idea de a dónde nos estás llevando.

—¡Odio ser copiloto, lo sabes!

—Yo no sabía nada, pensé que eras buena orientá​ndote. Se supone que te vas con tu padre por ahí a surfear, deberías saber moverte por toda la isla.

—¿Yo que voy a saber? Te recuerdo que me pierdo por los pasillos del pabellón y llevo más de tres años patinando ahí. Esto es culpa tuya. Sabias mis antecedentes.

—Disculpe, señorita. No tenía ni idea de que íbamos a hacer un viaje sorpresa por mi cumpleaños y que yo iba a ser el encargado de conducir a un sitio donde no he puesto un pie en mi vida —respondo con ironía.

Nicole y yo nos sostenemos la mirada durante unos segundos con el rostro totalmente serio. Ninguno de los dos dice nada. Estamos tan nerviosos, que creo que estamos un poco saturados de toda la situación. Nicole es la primera en la que se le escapa una risita. Rápidamente se tapa la mano con la boca, pero no puede contener otra risa que viene acompañada de otra y otra, hasta acabar partiéndose de la risa. Yo, lejos de pensar que está​ como una puta cabra, me encuentro acompañando sus carcajadas.

—Lo siento, estoy pagando todo mi estrés contigo —dice, después de recuperarse de las carcajadas.

—No te preocupes, reina del hielo. Estamos juntos en esto. Ya verás como encontramos una gasolinera y podemos poner un poco en orden ese GPS que parece que se está riendo de nosotros.​

—Esto va a ser una buena anécdota para cuando tengamos a nuestro primer hijo —sus palabras me sorprenden, pero también me hacen ilusión y sonreír.

—Pues espero que nuestro hijo tenga mejores dotes para la orientación, porque, como salga igualito a ti, creo que nunca llegaremos a nuestros destinos.

Son cerca de las ocho de la mañana cuando conseguimos llegar a la sala de espera del hospital de maternidad de la isla. Hemos estado casi media hora buscando aparcamiento y, cuando hemos conseguido uno, ha sido tan complicado aparcar que he estado a punto de dejar el coche en mitad de la carretera y salir corriendo hacia el hospital dándome exactamente igual si me ponen una multa. No voy hacer ningún tipo de comentario al respecto sobre como Nicole se ha tomado que hayamos tardado tanto en encontrar un sitio y, mucho menos, en lo lento que he sido a la hora de aparcar porque he sido incapaz de meter el coche a la primera en el hueco.

A diferencia del parking, el hospital está completamente vacío. En la sala de espera es donde más gente hay, pero tampoco puedo observar demasiado porque no estamos más de cinco minutos allí. Subimos las escaleras con prisas hasta la cuarta planta, donde a Siena le han dado una habitación. Nicole está tensa y emocionada, cosa que hace que esté sorprendentemente callada durante todo el trayecto hacia la habitación.

Los tíos de Nicole son los primeros en vernos entrar. El castaño sonríe con burla al ver a su sobrina entrar con la cara colorada por culpa de la vergüenza. La mujer que la acompaña, dirige la mirada hacia donde, el que creo que es su pareja, está mirando.

—¡Menos mal que ya estáis aquí! —exclama la morena haciendo aspavientos con los brazos, acercándose a nosotros antes de envolver en sus brazos a la rubia—. Juro que paso cinco minutos más con tu padre, me tiro por la ventana de la habitación.

—Pues no lo entiendo, se supone que es la segunda vez que hace esto —Nicole se aparta de su tía y se gira hacia mí—. Tía Kie, este es Connell —la morena me mira con los ojos entrecerrados, como si intentara averiguar qué es lo que estoy pensando en estos momentos. Segundo después dirige la mirada a su sobrina, levanta las cejas y sonríe.

—Anda que tú eres tonta también. Se te ha pegado de tu madre —Kie le da un golpecito en el hombro y a Nicole se le pone la cara colorada.

—Por Dios, tía Kie, no digas esas cosas delante de él —murmura la rubia, llevándose las manos a la cara.

—Encantada de conocerte, Connell. Nicole nos ha hablado muy bien de ti y en ninguna se ha equivocado —Kie me abraza y, cuando se separa, me guiña el ojo.

—Igualmente, Kie.

—¡Pero mira quien se ha dignado a aparecer! —el hombre castaño que nos había visto entrar, se acerca a Nicole y engancha su brazo por encima de los hombros de ella—. Parece que tu hermano ha sido más rápido que tú.

—Ja, ja, ja, ja. Muy gracioso —Nicole rueda los ojos y se cruza de brazos bajo la sonrisa burlona de su tío.

—Y además vienes con regalo y todo —los ojos del tío de Nicole pasan de ella a mí con rapidez—. ¡Pope, mira que está aquí! ¡Tenemos una nueva ofrenda para la familia! —otro chico aparece detrás del trio que tengo delante con el ceño levemente fruncido. ¿Por qué todo el mundo es tan desconfiado en esta familia.

—Soy Connell, es un placer conocerlos —extiendo mi mano y, durante unos segundos, temo que nadie me la estreche, pero, eso no sucede porque el castaño es el primero en lanzarse a por ella.

—¡Bienvenido a la familia! Soy John B. Sentaros, JJ estará a punto de salir y podréis entrar a ver a Siena.

—¿Vosotros habéis podido verla? —pregunto con interés.

—Sí, unos minutos. Están los dos bien, qué es lo importante. Cuando lo veas se te va a caer la baba —responde John B.

—Es mucho más mono que Nicole cuando nació —añade Pope.

—Os estoy oyendo —interviene la rubia.

—Pues te pediría que tuvieras un poco de respeto. No se deben escuchar conversaciones ajenas, Nini —dice su tío John en un falso tono de molestia. Su apodo me hace sonreír y me giro para ver a mi chica.

—¿Nini?

—Es una larga historia.

—Es la mejor historia del mundo —rebate John B.

—Que no vas a contar ahora porque no viene a cuento.

—Claro que viene a cuento. Es el primer secreto que debe saber de nosotros.

—Ni se te ocurra, tío John —le advierte Nicole.

—Por favor, no me digas que te sientes celosa porque tu hermano te ha robado el protagonismo.

—No tengo tres años.

—¿Quién será ahora el favorito de papá y mamá? —continúa con la burla su tío Pope.

—Deberá pelear ahora para que continúe siendo mi favorita —le sigue el juego John B.

—¡Hey, cariño! Ya estás aquí —la voz del señor Maybank interrumpe la pequeña disputa que tío y sobrina estaban teniendo.

Nicole se acerca con rapidez a su padre y lo envuelve en un abrazo. El señor Maybank parece cansado y feliz. Más feliz que cansado, pero el pelo revuelto y la sudadera remangada nos chivatea que ha sido una noche dura e intensa. Los dos comienzan a hablar sobre lo que ha pasado en las últimas horas y yo aprovecho para sentarme en una de las sillas que hay en el pasillo. Aunque no he sentido la tensión y los nervios que Nicole ha sentido desde que su padre la llamó, siento todo el cuerpo entumecido. Entre las casi diez horas de viaje y que apenas hemos podido dormir más de dos horas seguidas, siento que en cualquier momento me voy a caer al suelo y no me voy a despertar en los próximos dos días.

—¡Connell! —la voz del señor Maybank hace que levante la mirada del suelo—. ¿Nos acompañas?

—Eh..., sí, claro —me levanto de la silla y, para mi sorpresa, el señor Maybank pasa uno de sus brazos por encima de mis hombros.

—Gracias por devolverla sin ningún rasguño —me agradece en un murmullo para que su hija, que acaba de entrar en la habitación, no nos oiga.

—Le dije que era muy buen conductor, señor —el señor Maybank sonríe y me da un leve apretón en el hombro.

—JJ. Llámame JJ —estoy a punto de agradecerle a JJ el buen recibimiento que me ha hecho toda la familia, cuando John B se mete entre nosotros.

—Ya era hora, rubiales. Todavía puedo escucharte decir que no te fiabas ni un pelo de nuestro chico del hockey.

—No digas tonterías —JJ rueda los ojos, pero sonríe de forma juguetona.

—¿Qué pasa? ¿No quieres que ahora descubra que Connell se va a convertir en tu hijo favorito? Que hipócrita eres, tu mujer acaba de dar a luz a tu segundo hijo y tú ya estás buscándote a otro.

—Me he dado cuenta que es un chico de fiar. Aunque espero que la caja de condones siga intacta —siento como las mejillas se me ponen coloradas y John B empieza a reírse a carcajadas.

—Puede estar tranquilo, señor —John B sigue riéndose y el señor Maybank le tapa la boca a este.

—Quieres callarte, nos van a echar de aquí.

Para mi suerte, Nicole se asoma por la puerta de la habitación y me pide con un gesto de cabeza que entre. A diferencia del jaleo que hay en el pasillo, en el interior de la habitación reina el silencio. Cuando cierro la puerta detrás de mí, los ojos de Siena se centran en mí. Está algo ojerosa, pero la ilusión baña su rostro. A su lado, Nicole está sentada en un sillón viejo azul con su hermano pequeño en brazos. Un pellizco en el estomago me hace cosquillas al ver a la rubia con un bebé en brazos.

—¿Cómo está? —pregunto algo cohibido a la madre de la chica. Esta, con una sonrisa, se incorpora un poco y me invita a sentarme a su lado en la cama.

—Todo perfecto —me responde. Los dos miramos a Nicole, que está completamente ensimismada con el bebé.

—¿Quieres cogerlo? —me pregunta Nicole.

Algo nervioso, extiendo los brazos hasta ella. Con cuidado, me deja un bebé minúsculo y dormido sobre mis brazos. Creo que es la primera vez que cojo un bebé en mi vida. No recuerdo haber sentido esta sensación nunca. Durante unos segundos, el bebé se revuelve inquieto, pero no llora. Mi cuerpo se destensa poco a poco al notar que no le estoy haciendo daño y que no le incomoda estar en mis brazos. Aunque intente apartar la mirada de él, me es imposible. Es tan pequeñito y da tanta paz verlo ahí dormido, que no puedo mirar otra cosa. ¿Es así como me voy a sentir cuando sea padre en algún momento de mi vida?

—¿Cómo se llama? —pregunto en un susurro.

—Nicholas —responde Siena, acercándose a mí y acariciando la cara de su hijo—. Nicholas Maybank Hardy.

❄❄❄❄❄❄

Nicole me ha pedido que me quede a dormir esta noche en su casa. Después del día que llevábamos, no me apetecía tener que volver a coger el coche y moverme hasta mi casa, así que le agradezco que me haya invitado a dormir. Sus padres van a continuar un par de días más en el hospital simplemente para asegurarse de que todo está bien. JJ se ha ido hace un cuarto de hora y ahora estamos los dos sentados en el porche terminando de comer la pizza que hemos pedido. La noche está despejada y hemos tenido que cogernos las sudaderas a pesar de empezar a estar en la época en que el calor comienza a hacerse presente.

—Estoy agotada —murmura Nicole, estirándose y apoyando su cabeza en mi hombro justo después. Yo envuelvo su cuerpo con uno de mis brazos y la pego a mi—. Ha sido un día lleno de emociones.

—Todavía sigo sorprendido por el aguante que tienes. No me creo que hayas sobrevivido a los ¿quince? ¿veinte? ataques de histeria que has sufrido desde esta madrugada —Nicole se ríe y me da un leve empujón.

—No ha sido para tanto —yo alzo las cejas sorprendido.

—¿Qué no ha sido para tanto? —pregunto con ironía.

—Bueno, quizás sí que me haya pasado un poco —termina confesando, después de unos minutos en silencio. Los dos acabamos riéndonos.

—Gracias por permitirme estar en este momento tan especial para ti.

—Gracias a ti por acompañarme y por haber aguantado todos mis arrebatos.

—Siempre voy a estar aquí, reina del hielo.

—¿Lo dices en serio?

—Claro. Si no estoy, ¿cómo voy a ponerme a fardar delante de mi hermana de a cuantos eventos importantes he asistido contigo y ella no?

—¡Oye! Eso ha sonado super cruel.

—Eso es que no la has oído durante cuatro años reírse en mi cara de todas las cosas que ella hacía contigo y yo no podía.

—No me lo puedo creer —dice Nicole entre carcajadas—. No te preocupes, el lunes cuando la vea la pondré en su sitio.

—Eso, nena, defiéndeme —dejo un beso cerca de la comisura de sus labios y sonrío. Creo que ahora mismo soy la persona mas feliz del mundo.

—¿Vamos a mi habitación? —pregunta Nicole, después de dejar un beso cargado de claras intenciones.

—¿A tu habitación? —casi me sale un gallo de los nervios.

—Tenemos algo pendiente que resolver, capitán.

Nicole se pone de pie y se apoya en el marco de la puerta de la entrada, mientras me indica con el dedo índice de su mano que me acerque. No he entrado en la casa, cuando ya me estoy quitando la parte de arriba de mi ropa. 

----------------------------------------

¡Hola, hola! ¿Qué tal? Ya estoy por aquí de nuevoooooooo. He de confesaros que tras este capítulo tengo todas las emociones a flor de piel. Creo que es uno de los capítulos que más he disfrutado escribiendo. En él me he emocionado, me he reído (muchísimo) y me ha hecho sentir el corazón calentito cuando he visto de nuevo a todos los integrantes de punto de marea reunidos en una sala de hospital porque Siena iba a dar a luz. Me he teletransportado al segundo extra que escribí sobre ellos y me siento por una parte triste, pero otra muy feliz de poder seguir recurriendo a ellos siempre que quiera. 

¿Qué os ha parecido? Amigas, yo no he podido parar de reírme, de verdad. Espero que al menos os haya sacado unas sonrisas, porque reírme yo de mis propios chistes va a hacerme quedar como una pirada, que lo estoy, pero tampoco hay que fardar de ello jajajajajajaj. ¿Qué me decís de mi Connell? Mira es que se me cae la baba con él, os lo juro. Sin que se entere JJ, Connell es mi favoritísimo de siempre, el rubio va a tener que pelear mucho para volver a recuperar su puesto número uno. ¡YA TENEMOS UN MINI SIENA EN LA HISTORIA!

Todo dicho y hecho por hoy, nos vemos en unos días con un nuevo capítulo. Disculpad una vez más la tardanza, pero estoy de exámenes finales y se me hace muy difícil sacar un ratito para poder escribir, pero os prometo que cuando lo saco, intento sacar el máximo partido. Gracias por todo el apoyo que está recibiendo la historia, sois las mejores. Os leo por comentarios como siempre :)

Os quiere, Cris. 

继续阅读

You'll Also Like

10.8K 588 26
Julieth Prat la mejor de su generación y la promesa del patinaje artístico. Junto a su hermano Math Prat se están preparando para los mundiales de es...
4K 725 10
Seokjin era de una familia religiosa de una pequeño pueblo rodeado de árboles. Había vivido de manera tranquila toda su vida hasta que los Min volvie...
2.1K 198 37
Felipa Cambeiro es raptada cada cierto tiempo, porque es alguien... importante. Pero ¿y si este último rapto tuviese otro sentido, uno que conllevarí...
18.2K 990 102
Una foto en Instagram, ¿Podría cambiarlo todo? Si, claro que podría. Daily Doff y Jack Avery son un claro ejemplo... Pero ¿De qué? De una historia...