Bandolera

By JeseeD1004

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Una Bandolera que le dan por la cabeza y termina perdiendo en su propio juego. Unas risas + algo de drama More

Bandolera
Génesis
Pride
Ben Wa
Desmadre
Postres
Luces. Cámara. Acción
Date Cuanta Amiga
Margaritas
Reagruparse
Parker
Cliff Edge
Ensalada
Honor
Gatas
Sorpresas
La Intensidad Bolleril
La Despedida
Abrázame, Ámame, Tócame...
La Bandolera
Extra

Hay que joderse

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By JeseeD1004







-¿Estás lista para lo que viene? – Preguntó Luisita a una Amelia que la miraba de reojo silenciosamente.

-La intensidad amiga. – Bufó la morena.

-Bueno las lesbianas saben un poco mucho de eso, ¿no? – Soltó una risita.

-No sé, a mi me gustan otro tiempo de intensidades, que quieres que te diga. –

-Bueno que da igual. – Sacudió la mano. – ¿Le vas tú o le voy yo? –

-¿Arriba o abajo? – Amelia le dedicó una miradita llena de picardía antes de echarse a reír.

-Arriba siempre. – La rubia le respondió con chulería.

-Mmmm i know. – Movió las cejas de arriba abajo y Luisita le sonrió de lado. – Pero que no te engañes eh. – Levantó el dedo índice para enfatizar.

-Hombre claro que no, no es la posición sino lo que hagas en ella. – Le guiñó el ojo.

Amelia asintió con orgullo. – Me encanta que lo tengas claro. – Se inclinó a ella susurrándole. – Vamos a ello. – Se alejó con un suspiro pesado.





Se acabó la canción y los ojos de la rubia se abrieron, su pecho subía y bajaba rápidamente por razones diferentes, había pánico allí, la expresión propia de cuando te das cuenta de lo que has hecho y se te dibuja el arrepentimiento multiplicado a diez veces más.

Amelia soltó sus mejillas y como si de una liberación se tratase, Luisita retrocedió asustada empezándose a agobiarse, agachó la mirada y salió de allí como alma que lleva el diablo dejando a una Amelia aun con el hormigueo de aquel beso aún en los labios.

Las amigas se acercaron a una Amelia plantada allí como si sus pies estuvieran fijos en el piso de esa discoteca. – Pero mujer, ¿qué haces parada ahí todavía? – Prácticamente le gritó Marina que iba un poco perjudicada por los shots.

-¡¿Amelia?! – Andrea chasqueó los dedos en su rostro como para sacarla del trance. – Espabila chica, has algo. –

-Amelia, es ahora o nunca. – Alina puso las manos en los hombros de su amiga logrando que la mirara.

Y aquello último parecía haber hecho el truco, Amelia espabiló rápidamente y recuperó el aliento que parecía haber perdido por unos segundos allí. Asintió y salió corriendo de prisa fuera del local, miró calle arriba y calle abajo y no había señales de la rubia, sacó su teléfono rogando a que su amiga al menos le diera la oportunidad de una conversación, pero sabía que era probable. Conocía a Luisita lo suficiente como para saber que en momentos de agobio se aislaba de todo hasta sentirse lista para afrontar lo que sea que fuera la situación.

Y así fue, el teléfono de Luisita fue directa al buzón de mensajes, lo intentó dos veces más en vano y tuvo el mismo resultado mientras iba caminando y mirando a ver si la encontraba por allí todavía, pero nada, no hubo forma.

Se decidió a volver al hotel, le envió un mensaje rápido a las demás para no preocuparlas y que volvieran cuando quisieran, el nudo en la garganta la acompañó todo el camino de vuelta dándole vueltas a la cabeza todo lo que había ocurrido y la intensidad de aquel baile que terminó por desata todo lo que había desatado.

Al llegar al hotel nerviosamente hizo el camino a la habitación de su amiga, pero nuevamente se había encontrado sin respuestas puesto que la rubia no estaba allí, resignada se fue a su habitación, se quitó la ropa y se metió a la ducha.

Luisita por su parte, al verse de frente con una realidad que ya no podía ocultar no tuvo otra reacción que no fuera el pánico absoluto, había salido de aquella discoteca como si estuviera bajo fuego y literalmente su piel ardía, se abrazó a sí misma mientras caminaba apresuradamente calle abajo con los pensamientos y las sensaciones por todas partes.

Había besado a su mejor amiga el día antes de su boda, cerraba los ojos y estos le ardían en la angustia reprimida, ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? Ella se había besado con Amelia innumerables veces, para nadie era eso un secreto y hasta mucho más que eso, pero aquel beso fue diferente y ella lo sabía, no era el típico beso que te das con tu amiga por las risas, tampoco era un beso basado en la atracción y el calentón como ya les había pasado antes y el detalle no menor era que ella estaba a horas de ir al altar y casarse con otra persona.

Podría decir que ese beso no significaba nada, pero se estaría mintiendo a sí misma, si que significaba y solo por el simple hecho de ser Amelia, su mejor amiga y su viejo crush incompleto. Ese que fantaseas que suceda, pero te quedas a medias, no por ella, porque ella deseo por mucho tiempo durante su época universitaria que Amelia renunciara a la soltería y se diera cuenta de que ella estaba allí, siempre estuvo allí, y sí que lo hizo, Amelia conoció a Parker, esa mujer mayor y casada que disfrutó de ella a su antojo y luego simplemente se fue.

Amelia no volvió a ser la misma después de Parker, ya no era que fuera una soltera empedernida, era que directamente se había entregado a la putería y aunque a ella al principio le causaba cierto resquemor terminó por habituarse y seguir adelante con su vida y su amistad que era tan verdadera como los sentimientos que pensaba tenía enterrados muy dentro de ella y todo porque sabía que Amelia no cambiaría.

Había pasado tantos años siendo su amiga, conocía sus líneas de ligue, su picardía, su forma de ganarse las personas, sobre todo a las mujeres con cero esfuerzos, ella era en toda regla una Bandolera y al final se había vuelto de cierta forma inmune a esos encantos de su amiga por su salud mental más que nada, tanto así que en ocasiones la ayudaba a conseguir chicas, rollos de una noche mientras salían de copas y no pasaba nada.

Fue lo que les permitió ser tan unidas durante tanto tiempo, amigas en toda regla, no había nada de lo que ellas no pudieran hablar, nada les avergonzaba delante de la otra, no había tapujos, ni secretos, ni cosas sin decir, con la honestidad siempre por bandera con una tensión sexual no resuelta añadida que solo le daba algo de picor a esa amistad un poco extraña que pocos entendían.

Ella se había enamorado un día sí y otro también y aunque era más de las que se tiraba de cabeza y sin casco no se arrepentía de quebrarse en más de una ocasión, sentía que eran esos quebraderos los que realmente le hacían crecer y aprender de sí misma, además de que limitarse a no sentir, para ella, es como morir estando vivo y era bajo esa misma premisa que se había lanzado una vez más con Sofía, quien era un pan de Dios, alguien que a diferencia de sus ex novios la trataba con ternura, la hacia su prioridad, le escuchaba y le abrazaba cuando sentía que sus inseguridades le ganaban, como el miedo a ser insuficiente.

Estuvo caminando horas con la cabeza dándole vueltas casi mareándola, las copas que habían estado ingiriendo no ayudaban en nada, había sentido su teléfono vibrar en algún momento, pero no hizo caso, necesitaba pensar, necesitaba silencio para acomodar sus ideas, pero esas ideas eran como uno de esos tableros en los que si mueves una ficha se desacomodan tres, así que empezaba a cansarse no solo de estar caminando a la deriva.

Levantó la vista dándose cuenta de lo lejos que estaba así que decidió regresar al hotel, necesitaba ducharse y resolver de alguna forma el enjambre que tenía en la cabeza.

Al llegar allí pensó en sí sería prudente subir hasta la habitación de su amiga y hablar sobre lo que había ocurrido, pero rechazó la idea de momento, subió en cambio a su habitación y se metió a la ducha mirándose primero en el espejo viendo todo su maquillaje siendo un desastre.

Amelia caminaba como un animal enjaulado dentro de su habitación mientras se secaba el cabello con una toalla, a pesar de su ducha, el cuerpo aun le vibraba tras todo lo ocurrido y es que pocas personas habían sido capaces de generarle todo lo que su mejor amiga lograba a veces con solo mirarla.

Se sentía tonta por pensar que sentía demasiado, que aquello que le hacia erizar la piel y acelerar el pulso era simple exageración, pero la verdad es que había pasado tanto tiempo sin permitirse siquiera sentir todo aquello que quizás tenía las sensaciones adormecidas; así que cuando finalmente descubrió y admitió sus sentimientos por la rubia fue como si todas esas sensaciones represadas salieran juntas y en estampida.

O simplemente estaba realmente enamorada y así era como se sentía.

Ya no necesitaba sobre analizar las cosas cuando las tenía bastante claras... Aunque se moría de miedo. Había estado creando todo este plan con sus amigas para impedir la boda de Luisita con aquella nueva chica que ni siquiera se había puesto a pensar en lo que significaría para ella que Luisita dijera que sí a estar con ella.

Contrario a lo que todo el mundo pensaba sobre su miedo a abandonar los caminos del zorreísmo y a dejar su soltería eterna, lo que realmente temía era volver a sentir tanto y quedarse con todo eso allí sin poder sacarlo o pero, sacarlo y que no fuera suficiente, ella no tenía ni puta idea de lo que era estar en pareja, no tenía limites ninguno, era amante de sus espacios en solitario, no era para nada romántica, contraria a como sabía era Luisita, era más bien una guarra que a todo le buscaba el doble sentido y pocas cosas como su trabajo se tomaba en serio.

¿Qué podía ella ofrecerle a una Luisita idealista del amor? Y ¿Cómo podría ella confiar?

Su cabeza echaba humo de tanto pensar.

Y Luisita luego de su ducha estaba igual, sentía que se volvería loca si seguía dándoles vuelta a las cosas sin hablarlo con quien realmente debería estar hablando de ello. Así que en un momento de valentía se calzó y salió de su habitación.

Amelia tiró la toalla en la cama, apretó los puños y suspirando pesadamente se decidió, estaba por calzarse cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta.

En dos grandes pasos llegó a abrir con la ilusión de encontrar a su rubia detrás de la puerta, pero la sorpresa se apoderó de sus facciones al encontrarse con el hecho de que no solo no era Luisita sino alguien que definitivamente era la última persona que pensaba encontrarse en su puerta.

-¿Pero tú que haces aquí? – Preguntó ella frunciendo el ceño.

-He venido para la boda, ¿no es obvio? –

-Me refiero aquí en mi puerta. – Amelia aclaró aún sosteniendo la puerta abierta.

-Tú y yo tenemos un asunto pendiente, Bandolera. –

Amelia puso los ojos en blanco. – Tú y yo no tenemos nada, mucho menos un asunto pendiente... Y no me llames así. –

La mujer se rió. – Oh sí, ya escuché por allí que te quieres reformar, un poco dudoso si me preguntas. – Entrecerró los ojos con una sonrisa ladina. – Quien es, no deja de ser nunca. –

-Por fortuna no te he preguntado. – Amelia respondió con molestia. – Y ahora si me disculpas, tengo cosas que hacer, así que te invito a irte. – La morena se alejó de la puerta para buscar de nuevo sus zapatos e ir en busca de su amiga.

La mujer tomó aquello como una invitación para terminar de entrar en la habitación de la de rizos. – Fuiste una gilipollas conmigo, ¿lo sabes verdad? – La siguió con la mirada.

Amelia sin darse vuelta le respondió. – María en serio no tengo tiempo para esto ahora, he sido grosera porque tu lo eres conmigo. –

-No hablo de ahora, me refiero a cuando te acostaste conmigo y no solo me ghosteaste sino que ni siquiera me reconociste cuando Luisita nos presentó e intentaste volver a ligar conmigo. – La hermana de Luisita se acercaba a ella. – Como si fuera un simple rollo más del montón. –

-Es porque lo fuiste. – Amelia se dio vuelta mirándola sin remordimiento alguno, María la miró con incredulidad. – Perdona, pero no creo que quieras que te mienta, estaba en la mierda porque mi pseudo novia me había dejado para volver con su marido, me emborraché y me enrollé con la primera que vi. – Se encogió de hombros. – No hay nada raro allí, lo raro aquí es que sigas guardándome rencor después de tanto tiempo, te pedí disculpas y pasé página, pensaba que habías hecho lo mismo. –

María sonrió de lado. – Oh Amelia, lo que me molesta no es lo que hiciste, en realidad estoy molesta conmigo mismo. – Amelia la miró sin entender. – Porque me quedé con ganas de más. –

-¿Es que acaso no has follado desde entonces? Con razón vives tan amargada. – Amelia hizo una mueca.

María se rió. – Eres idiota. –

-Y tú una loca, sal de mi habitación. –

-No quiero. – María terminó por recortar distancias agarrándola por los hombros lanzándola a la cama.

-¿Pero qué coño? ¡¿Qué haces?! – Amelia intentó quitársela de encima, pero los huesudos dedos de la mujer se aferraron a sus muñecas por encima de la cabeza. – María, joder que te has metido. – Ahora que la tenía más cerca pudo darse cuenta de sus pupilas dilatadas, los ojos achinados y algo enrojecidos. – ¡Suéltame! –

-No será para tanto, es un rollo más tú lo has dicho. – Volvió a reírse, se inclinó hacia ella y besó su mejilla ya que Amelia apartó la cara.

-No quiero enrollarme contigo, ese es el asunto. – Amelia la miró. – En serio, suéltame o se me va a olvidar que eres la hermana de Luisi. –

-Por mi bien. – María volvió a reírse intentando besarla de nuevo.

De pronto alguien llamó a la puerta que aún seguía abierta. – ¿Amelia? –

María al escuchar la tercera voz soltó sus manos y Amelia se sentó en la cama como pudo con el peso de la mujer sobre su regazo y cuando vio quien estaba en la puerta sus ojos se abrieron tanto que bien podrían haber salido de sus zócalos. – Luisi. –

La rubia vio aquella escena, su hermana sentada en el regazo de Amelia, su lápiz labial regado por sus mejillas y en su mente sumó dos más dos. Que tonta había sido. Se dio media vuelta y cerró la puerta tras ella.

Amelia entró en pánico. – ¡Carajo! Quítate de encima puta loca. – Tiró a María a un lado con fuerza excesiva. – ¡Luisi, espera! – Gritó intentando ponerse de pie, pero de nuevo se tropezó con las piernas de María que caía con un golpe seco en el suelo y se quejaba del dolor en el culo por la caída. – Desde luego hay que joderse. – Salió como pudo del desorden de piernas y casi que gateando llegó a la puerta. – ¡Luisi! – Llamó de nuevo de nuevo cuando el ascensor se cerraba.

Oh pero aquello no se iba a quedar allí, esta vez Luisita no huiría y menos después de lo que sabía que su mente se estaba imaginando, corrió hasta el final del pasillo y encontró las escaleras de emergencia, casi se cae en dos ocasiones por esos escalones tan estrechos, pero logró sobrevivir tres tramos de escaleras ya que la habitación de Luisita estaba tres pisos por debajo de la suya.

Cuando finalmente llegó a su piso la vio salir del ascensor y entrar rápidamente a su habitación y cerrar la puerta con fuerza. Corrió descalza hasta aquella puerta y respiró profundo. – Luisi. – Se relamió los labios. – Luisi, abre la puerta. –

-Vete Amelia, por favor. – Dijo Luisita desde el otro lado de la puerta con ganas de llorar.

-No es lo que crees. – Amelia se apresuró en decir. – Flor, por favor, hablemos. – Se pegó a la puerta esperando alguna respuesta, pero no hubo una así que siguió hablando. – Ella vino a mi habitación, estaba por salir y venir aquí para que hablásemos y entonces ella llegó y ... -

-Y se tiró encima, ¿no? – Luisita dijo con ironía. – Sí, se bien cómo funciona Amelia. –

La morena cerró los ojos. – No es así, tienes que creerme. –

-Si ibas a tirarte a mi hermana hubieras al menos esperado a después de la boda o al menos no me hubieras besado a mi primero, sabes. –

Amelia golpeó la puerta con enojo. – Que yo no me quiero tirar a tu hermana. – Prácticamente gritó frustrada. – Ya sé que no es que tenga la mejor reputación, pero sabes muy bien que tu hermana no me interesa en absoluto. Abre la puerta, por favor. – Le pidió más serenamente.

-No. – Negó mirando al suelo.

-¿No? – Amelia miraba aquella puerta con desesperación.

-Lo mejor es que te vayas a tu habitación Amelia. –

-No voy a irme sin que hablemos de esto, Luisita, tenemos muchas cosas de las que hablar. –

-Amelia, por favor. –

-Al menos dime a qué fuiste a mi habitación. – La morena puso ambas manos en el marco de la puerta, apoyando la frente en ésta.

-Amelia...

-Dime, respóndeme por favor y me iré. –

Luisita se acercó también en la puerta y apoyó la frente en ella desde el otro lado, se tapó la boca como conteniendo todas esas emociones.

-Dime, dime para que fuiste a mi habitación. – Pidió de nuevo Amelia en vox baja. – Luisi, por favor. –

-Fui a hablar de lo que pasó antes, en la discoteca. – Finalmente respondió con algo de dificultad.

Amelia soltó el aire que llevaba sin saber contenido y sus ojos se encharcaron. – Vale, hablemos entonces, abre la puerta. –

-No Amelia, no creo que sea una buena idea. –

-No me seas cobarde ahora. –

-No lo estoy siendo cobarde. – Se defendió Luisita. – Solo intento protegerme, Amelia. –

Amelia frunció el ceño. – ¿De mí? –

Luisita negó con la cabeza a pesar de que no podía verla. – De todo lo que estoy sintiendo ahora mismo. –

Amelia al escucharla decir aquello se alejó de la puerta con el pecho que le subía y bajaba, respiró profundo mirando al techo y negó con angustia y desesperación por darse a entender. Era ahora o nunca.

Volvió a caminar a la puerta cerrada intentando llegar a ella a través de la madera, podía sentir las palabras en su garganta al igual que el nudo en el estómago. – Estoy enamorada de ti, Luisita. – Pero lo dijo, finalmente se lo había dicho. – Estoy enamorada de ti. – Repitió con más seguridad esta vez y esperó.

Luisita se cubrió la boca con fuerza, con los ojos como platos llenos de lágrimas, entonces empezó a negar. No era posible. – No es cierto. – Respondió con la voz entrecortada.

-Lo es, flor. – Amelia asintió con la cabeza gacha.

-No es cierto. – Repitió Luisita negando. – Estás haciendo esto porque estás asustada. – Se sorbió la nariz.

Amelia lucía confundida. – Pues claro que estoy asustada, joder, esta mierda es nueva para mí. –

-No, me refiero a que tienes miedo a que todo cambie cuando me vaya. – Refutó Luisita. – Por eso estás haciendo todo esto hoy de todos los días posibles, Amelia. –

La morena negaba con incredulidad. – Te equivocas. –

-Y ya te lo he dicho, nada va a cambiar, seguiremos siendo las mismas...

-Pero ¡¿es que acaso no lo ves?! – Medio gritó frustrada. – Que yo ya no soy la misma, Luisita, que nada va a ser igual después de hoy porque yo he cambiado, yo no soy la misma hace tiempo y tu de todas las personas deberías haberte dado cuenta. –

-¿Qué se supone que es lo que no veo? –

-Lo idiotamente enamorada que estoy de ti. – Le repitió sin ninguna duda en su tono, pero entonces su labio inferior empezó a temblar, se recostó en la puerta hasta quedar sentada en el suelo con la espalda recostada. – Lo he estado desde hace mucho tiempo solo que no había sido capaz de darme cuenta. –

-¿Y te has dado cuenta hoy? – Preguntó Luisita con escepticismo mientras ella también deslizaba su espalda por la puerta hasta quedar sentada. Quedando espalda con espalda con una puerta de madera de por medio.

-No. – Amelia susurró a la puerta. – Lo he sabido desde que te fuiste y he estado intentando decírtelo desde que volviste, pero regresaste con ella. – Dijo a su pesar en referencia a Sofia. – Y a mi se me rompió algo aquí dentro. –

Luisita se llevó las manos a la cabeza con lágrimas rodando por sus mejillas. – No puedes decirme estas cosas, Amelia. –

-Lo sé. – Sonrió con tristeza.

-Que me caso mañana. – Le recordó y se recordó a sí misma.

Amelia se limpió la mejilla también asintiendo. – Lo sé. – Respondió muy a su pesar. – Y te pido perdón porque lo que menos quiero es ponerte en esta posición. – Apretó los puños en frustración. – Pero ya no he podido aguantarlo más, sentía que me ahogaba. –

Luisita del otro lado se limpiaba la cara en vano porque con cada lágrima que derramaba unas nuevas caían, no decía nada, no sabía que decir en realidad. Todo aquello era demasiado.

Amelia esperó una respuesta que no vino nunca, así que siguió hablando. – No quiero acostarme con María ni con nadie, tengo meses en celibato que ya parezco yo una monja. – Dijo con una risita tratando de aligerar un poco el ambiente y Luisita correspondió su risa.

-Eso si que es poco usual. – Fue lo que dijo en voz baja.

-Te lo he dicho, he cambiado. – Amelia apoyó la cabeza en la puerta. – Pero puedo entender que, aunque yo lo haya hecho no significa que tu lo hicieras conmigo. – Tragó el grueso nudo de su garganta. – Y supongo que tendré que aceptar que seas feliz con otra persona que no sea yo, aunque me duela, porque me duele. – Volvió a tragar con dificultad para mantener su voz y sus palabras ecuánime.

Con cada palabra de su mejor amiga, más lágrimas silenciosas resbalaban ya libremente por su cara. – Es verdad que tengo miedo. – Admitió Amelia. – Tengo miedo a perderte y no verte nunca más. – Se retorcía su estómago de solo pensarlo, siguió escuchando el discurso de Amelia. – Y puedo ser tu amiga... eventualmente, si eso es lo que quieres, porque prefiero eso a no tenerte en mi vida, tu solo dame tiempo, vale, solo necesito algo de tiempo para hacerme a la idea. –

Amelia ahora escuchaba como Luisita lloraba del otro lado. – No llores, Luisi, por favor. – Le pidió con la voz entrecortada ella misma. – Te deseo la felicidad más grande del mundo, te mereces todo lo bueno que pueda pasarte y Sofia. – Se atragantó. – Sofia parece que es perfecta, se ve buena chica, cuando me has escuchado decir eso de alguno de tus exes, ¿eh? – Rió con tristeza.

Luisita desde el otro lado de la puerta la escuchaba atenta con el corazón apretado y deseaba abrir esa puerta y poder abrazarla, pero algo la frenaba y si alguien como Amelia se merecía algo bueno era no llegar a ella dividida.

Amelia no sabía cuánto tiempo llevaba allí sentada, el culo empezaba a adormecerse y estaba totalmente drenada, toda la adrenalina finalmente se había dispersado y ahora solo estaba agotada de todo en general. – Te quiero Luisita y te voy a querer siempre. – Dijo en un tono bajito casi arrastrando las palabras por el cansancio.

Se puso de pie, miró su puerta por última vez y se fue. Era lo mejor para ella y para Luisita.

Al final sabía que pasara lo que pasara estarían bien porque sabían que se tenían la una a la otra de cualquier forma que fuera. 







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Que llorera 🥴

Se nos acaba la Bandolera mi gente, próximo capítulo nos vamos de matricidio. Espero me acompañen

Gracias por estar
Alejandra ❤️




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