—Wow, menuda casa —dijo Lea mientras sus hijos correteaban por todo el apartamento de Ivory jugando con Kyle.
—Es una casa estupenda —dijo tímidamente Oker.
Solo había vuelto una vez a casa de su amiga para recoger sus escasas pertenencias.
La beta se dejó caer contra el mullido sofá y miró a su alrededor, apreciando las calidades del lugar. Oker se sintió levemente cohibido, todo aquello no era suyo, era de Ivory y sabía de dónde habían venido Lea y él.
—¡Me gusta! —sentenció su amiga sonriendo y Oker la correspondió con otra sonrisa—. La casa está muy bien, pero ¿y tú? ¿Cómo estás?
Oker suspiró, ¿cómo estaba?
—No recuerdo haber sido tan feliz en mi vida. —Y era completamente verdad.
Tanto que le daba terror que algo malo sucediera, siempre sentía la ansiedad de que ocurriera algo y lo lanzara todo por los aires.
—¿Qué pasa, cariño? —Se echó hacia delante para tomar la mano de Oker.
El contacto de su amiga hizo que Oker comenzara a llorar. Ella rápidamente se levantó de su asiento para colocarse a su lado y abrazarle.
—¿Tengo que cortar pelotas alfas? —preguntó ella y aquello le hizo reír en mitad de su llanto.
—No, para nada, me gustan mucho esas pelotas alfas —dijo Oker con una risita.
Lea también rio.
—¿Tienes miedo de que te despiertes del sueño? —A veces le sorprendía la conexión que podía tener con Lea, no corría por su venas la misma sangre, pero le conocía como si fuera su madre, su hermana mayor, su familia.
Él asintió, y ella le besó la cabeza.
—Te mereces todo lo bueno que te está pasando —le dijo ella, y Oker aspiró el suave olor tan familiar de la beta, relajándose.
—El alfa que me tendió la trampa está en la cárcel.
Lea volvió a su asiento y recogió la taza para llevársela a los labios.
—Bien, ¿no? —contestó ella.
—Mi padre alfa, también.
Ambos se miraron, no habían hablado tanto de la antigua familia de Oker, le dolía demasiado, pero ella sabía todo el dolor del rechazo, del abandono.
—Lo siento, cariño, tienen lo que se merecen.
Oker asintió, no encontraba en su corazón ningún tipo de pena por su padre, había acabado con su socio y el coste había sido él mismo.
Su padre omega se había puesto en contacto con él, ahora dirigía las empresas Montgomery, y eso sí que era un hecho insólito. Un omega al frente de una corporación tan importante era prácticamente imposible.
Había invitado a Lea no solo por el gusto de ver a su amiga, sino porque tenía una propuesta para ella.
Su padre le había abierto una cuenta donde había depositado una cantidad obscena de dinero, una compensación ante sus ojos por todo el daño hecho. Oker no quería ese dinero, aún no había encontrado trabajo, pero no iba a dejarse comprar, no de ese modo tan burdo.
—No puedo aceptarlo —le dijo Lea cuando Oker le propuso cederle una gran suma de ese dinero, otra parte iría a la asociación.
—No quiero ese dinero, Lea, no con lo que significa —le confesó Oker—. Si lo uso en Kyle y en mí es como darles la razón a ellos, decirles que con dinero todo se compra.
—Pues dónalo todo a la asociación —dijo ella.
—Yo quiero que tengas una casa mejor, que mis sobrinos tengas una habitación para cada uno, y que por una vez no tengas que coger cuatro trabajos para mantenerlos.
Lea miró a sus hijos que ahora estaban haciendo un desastre en la cocina.
—Pero...
—Me diste todo cuando no tenía nada, aunque te lo quitases a ti y a ellos —dijo fervientemente Oker—. A mí, que no me conocías de nada, es lo mínimo, déjame hacerlo, por favor.
Lea no tenía más palabras, y cuando ella se quedaba sin palabras era que estaba sobrepasada, fue el momento de abrazarla.
Ella no había tenido una vida fácil, si alguien se merecía que las cosas le fueran bien, sin duda era ella y estaba en su mano ayudarla ahora.
No tardaron en encontrar una casa en un barrio mejor, les ayudó con la mudanza, a decorarla, una montar una estantería para todas sus tazas con muchos huecos para las nuevas que vendrían.
Cuando Oker volvió a casa, Ivory y Kyle les estaba esperando.
Ivory había aceptado que aquello necesitaba hacerlo él, que estaría bien, aún sabiendo cuánto le costaba separarse de Oker.
Kyle le enseñó lo que habían estado haciendo, un pastel de chocolate desastroso, pero que él comió con ganas.
¿Era eso tener su propia familia, su propio lugar? La sensación calma de llegar a un hogar donde le estarían siempre recibiendo con los brazos abierto.
Le gustaba mucho la sensación, muchísimo.
También le gustaba lo que ocurría cuando dormían a Kyle, cuando se quedaban ellos dos a solas.
Ω
Ivory sentía como las manos pequeñas de Oker le acariciaban, se había convertido en el pasatiempo preferido de su omega, y porque negarlo, también en el suyo.
Sus besos, sus caricias, era todo suyo, y Oker lo comprendía.
Suyo todo el tiempo, siempre que él quisiera. Disponible para él, y Oker hacía buen uso de su alfa.
La mano de Ivory subía y bajaba por la espalda de Oker acariciándole mientras este estaba sentado sobre él a horcajadas lamiendo su cuello.
Ese punto tan delicado, tan íntimo, y que era el favorito de Oker.
Lo miró todo ojos azules llenos de lo que ya sabía era el deseo del omega, a ese punto había momentos donde este se recluía en sí mismo, donde la misma caricia a veces provocaba una cosa y otras otras.
Pero Ivory iba haciéndose experto en su lenguaje no verbal, en determinar cuando Oker quería más y cuando un abrazo de feromonas era todo lo que necesitaba.
—Mi celo se acerca —le dijo, Oker había seguido tomando los supresores.
—¿Cómo quieres pasarlo? —preguntó Ivory.
Él nunca había estado con un omega en celo, y recordaba aún cuando este había iniciado en Oker y la resistencia que necesitó para contenerse.
—No lo sé. —Le miró dubitativo.
—No tienes porqué dejar de tomarlos, está bien.
—Me gustaría saber qué es pasar el celo con alguien a quien amo.
Ivory le acarició, sabía todo lo que estaba ligado al celo, lo que significaba para Oker.
Su momento más vulnerable fue usado para castigarlo a él y a su familia, pero también entendía lo que quería decir.
Si no volvía a vivirlo, ese momento siempre sería de los alfas que lo violaron, siempre sería de otros y Oker no sería dueño de algo que por naturaleza era suyo. Suyo para compartirlo con quien él quisiera.
Y también estaba el tema de los cachorros.
—Quiero pasarlo contigo —dijo tras un tiempo en silencio.
El corazón de Ivory galopó en su pecho. Y se dio cuenta de que quizás el que no estuviera preparado para ese momento fuera él.
Si alguien ha recibido una herencia obscenamente grande y no sabe qué hacer con ella yo me ofrezco como voluntaria para tener una parte, de verdad, haría el gran sacrificio.
Menudo final de capítulo ¿no?
(Lo dice la que lo ha escrito XD, perdonadme, ha sido una semana muy estresante laboralmente)
En fin, ¿dramas de final de historia? Siempre, amores, siempre.
Hasta el lunes.
Besos
Sara