No acercarse a Darek

By MonstruaMayor01

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Meredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Adelanto
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Carta recibida por Darek
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Adelanto
Conociendo a Darek
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
¿Crees en los monstruos?
Adelanto
Capítulo 24
Capítulo 25
Adelanto
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Dae
Capítulo 30
La chica
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Piano, sangre y amor
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Adelanto
Capítulo 38
Un pasado marcado
Capítulo 39
Ese «te quiero»
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
NOTA
El cerezo
Capítulo 43
Capítulo 44
Ajedrecista
El villano
Capítulo 45
Antes de todo
Capítulo 46
Capítulo 47
Ella
Capítulo 48
Capítulo 49

Capítulo 1

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By MonstruaMayor01

Meredith

Actualidad...

Esta mañana al despertar me sentí más animada que los demás días, no sé si es por lo bonito y soleado que está el cielo, por el hecho de que no tendré que lidiar con los malos comentarios de mi padre o porque hoy por fin veré a Adán. Quizás sea por las tres.

—¿Qué tal te sientes hoy? —se interesa Laia. —Te ves feliz.

Mi hermana mayor puede saber cuando estoy triste y cuando la felicidad condensa mi alma con solo mirarme. Le dirijo una mirada corta para luego poner mi atención en el sandwich que me meto a la boca. Una vez trago el pedazo de pan acompañado de queso y jamón vuelvo a mirarla.

—Me siento bien, muy bien.

Sonríe de lado con ese bonito pigmento rojizo natural de sus labios. Ella es hermosa, con el cabello alisado hasta más abajo de la espalda baja, los ojos de un verde esmeralda, tez clara y bonitas pecas que se acentúan en la parte de su nariz y sus mejillas. Siempre he querido ser tan preciosa como lo es ella, pero la suerte no ha estado a mi favor, terminando siendo la "menos agraciada" de la familia de los Fischer.

—Te va a ir genial hoy —me animó, mientras alarga la mano por encima de la mesa y cubre la mía con ella. Su palabras de aliento me llenan tanto el alma que no pudo evitar una sonrisa. —Vas a ser la mejor de la clase, Mer.

No estoy tan confiada de eso, puesto que desde que cursó el colegio me he esforzado por ser la mejor de la clase y hasta el día de hoy no lo he logrado. Sin embargo, no dejo mi desconfianza en evidencia y hago mi mayor esfuerzo por adquirir una postura erguida.

—Voy a dar lo mejor de mí este año, te lo prometo —digo con determinación y observo cómo su rostro se iluminaba de orgullo.

—Te quiero, Meredith y confío en ti.

Laia hace un año terminó la preparatoria y ahora estudia enfermería en la universidad del pueblo, cuando se graduó le otorgaron un reconocimiento por ser la mejor estudiante y por ser la alumna con más labores sociales realizadas. Mis padres desde que soy muy pequeña le han prestado más atención y amor a ella y para este punto de mi vida veo la razón por la que a mí me han dejado en un segundo plano. Antes tuve muchos problemas con esto, incluso llegué a pensar que ella era la culpable, ahora veo que no; el problema he sido yo que no he seguido su ejemplo.

Me levanto de la silla y sin pensármelo mucho la abrazo, como ella se encuentra sentada su cabeza se apoya en mi estómago y una de sus manos viaja hasta mi espalda donde siento que me da dos palmaditas.

—También te quiero, Lai, eres la mejor hermana del planeta.

Suelta una leve risita que silencia en el instante que se pone de pie y termina con nuestra muestra de cariño.

—Vamos que vas a llegar tarde.

Por suerte hoy ella puede llevarme a la preparatoria, ya que papá salió del pueblo por asuntos de trabajo y mamá... bueno, mamá es un tema en el que prefiero no pensar.

Me apresuro a correr a la cocina, agarro un poco de papel de aluminio y en él enrollo el pedazo de sándwich que no me dió tiempo de comer. Lanzo el sándwich dentro de la mochila que acto seguido guindo en mi hombro. Con el mismo ritmo tomo un sorbo del jugo de naranja que tiene el vaso que descansa en la mesa y así es como salgo de la cocina. Laia atraviesa el umbral primero que yo, por ello me lleva varios pasos de ventaja. Cruzo la sala principal de la casa, llegando entonces a la puerta por la que ya mi hermana ha salido. Tan pronto doy un paso al exterior siento el sol dándome en la cara y tal contacto me hace sonreír.

—¡Meredith, debemos apurarnos! —me recuerda Laia al llegar a la puerta del conductor del coche.

Bajo las escaleras del porche lo más rápido que puedo, para luego rodear el auto y meterme dentro, deslizándome en el asiento del copiloto soy libre de soltar un suspiro hondo. Me saco el bolso desde detrás de mi espalda y lo acomodo en mi regazo.

—¿Qué hora es?

Laia chequea el reloj de su muñeca.

—Son las ocho de la mañana, Mer.

«Dios, tengo diez minutos para llegar», pienso.

Hoy por ser el primer día de clases nos han permitido llegar a las 8:10 de la mañana, ya los demás días el horario será mucho más rígido, por ende debo estar en el instituto a las 6.

Laia enciende el motor y maniobra un poco para salir del pequeño aparcamiento que tenemos en casa. Conduce en silencio sin desviar ni un solo segundo su vista de la carretera. Cuando toma el desvío que nos introduce a la calle que antecede a la nuestra me quedo embelesada con el caserón que pertenece a la familia Steiner. Es la casa más grande de todo el pueblo, es tan lujosa que hay un portero vigilando la entrada, el jardín delantero es tan exotico que con los años no han hecho más que ampliar su terreno, aun y cuando está rodeado por altas muros el jardín sigue destacando junto a la vivienda que parece ser de cuatro pisos, digo "parece" porque nunca he entrado a esa casa, una vez, siendo muy niña pude llegar hasta el jardín delantero, pero nada más. Tres coches de alta gama se hallan aparcados en la entrada de la casa y uno que otro trabajador se encargan de regar los tantas plantas que tienen. Estoy tan metida en lo que veo que giro la cabeza para no romper el contacto visual con la propiedad, solo regreso a mirar al frente cuando ya se me es imposible volverme más.

—Es hermosa —comenta Laia.

Asiento.

—Creo que la palabra hermosa le queda pequeña.

No es raro que esa sea la casa más lujosa del pueblo, ya que pertenece a la familia que toma cualquier tipo de decisión aquí. Así ha sido por más de tres décadas y eso no ha cambiado, creo que eso ha sido porque a pesar de todo han sabido llevar la estabilidad de cada persona que aquí reside (aunque claro, también se han aprovechado de eso). Ellos son una familia bastante numerosa, sin embargo, hay uno que destaca entre todos, ese es Darek, destaca por una razón, el misterio que hay en torno a sus padres y el porqué fue criado por sus abuelos. Nadie en el pueblo lo sabe y pocos preguntan por eso, a los que lo han hecho no les ha ido nada bien.

Sin ganas de seguir pensando en Darek sacudo la cabeza y otra persona se apodera de mis pensamientos: Adán. Adán ha sido mi amor platónico por más de tres años, desde los catorce me he dedicado a admirarlo desde lejos, sin tener la valentía de hablarle sobre mis sentimientos hacia él, eso va a cambiar este años, por fin quiero confesarle cuánto me gusta y ver qué tiene él para decir. Este será el año que suelte mis miedos.

Mi hermana detiene el coche afuera de las instalaciones del instituto y la veo ladear su cabeza por encima de su hombro, sus ojos pronto se clavan en mi rostro.

—Suerte en tu primer día de clases, Meredith.

Aprisiono mis manos en el bolso, le echo una breve ojeada y planto un beso en su mejilla.

—Adiós, hermanita.

Me bajo del vehículo. En cuanto estoy afuera me arreglo las tiras del bolso en ambos hombros y me despido de Laila, está vez al mover mi mano en el espejo retrovisor, con esto ella entiende que estoy lista para enfrentar este día sola y comienza a conducir por la larga pista que debe tomar para retornar a casa. Mantengo mi mirada enfrascada en el vehículo hasta que desaparece de mi campo visual, estoy preparada para darme la vuelta y comenzar a caminar a la entrada de la preparatoria en el instante que siento que alguien me toca el hombro con el dedo; esa manera de saludar es solo de una persona.

—Éber, cara de rata. —Así lo saludo antes de arquear mi cuerpo y clavarle la mirada en sus ojos azules.

Hace todo lo posible por reprimir una carcajada, mas le es imposible y rie, en respuesta a mi saludo besa mi cabeza a la vez que niega.

—Meredith, cara de tortuga. —Tras su saludo para nada cariñoso camina, plantándose frente de mí y me hace un examen visual —. Te ves tan mal como siempre.

—Vete a la mierda, Keller.

A Éber lo conozco hace más o menos dos años, hemos construido una amistad bastante sólida, pero no es para nada cariñosa ni afectiva. Nuestra forma de demostrarnos cariño es insultándonos y haciendo chistes sobre nuestros defectos. Pese a esto, no lo cambiaría por nada del mundo (si alguien me ofrece un millón de dólares lo pensaría).

Viro sobre mis talones emprendiendo la caminata que me conduce a la entrada de la escuela. Éber me sigue el paso, aunque él se entretiene saludando a uno que otro estudiante, yo no soy muy sociable que digamos, así que tengo dos amigos, Éber y Abril.

—¿Has visto a Abril? —inquiero al fijarme que mi amigo me alcanza de vuelta.

—No. Estoy seguro que ya está en el salón, sabes que es medio... nerd.

Definitivamente, Abril es muy aplicada, es de esas chicas que llega veinte minutos antes para asegurarse de que todo esté bien y no llegar ni con un solo segundo de retraso.

—Es aplicada —corrijo yo.

Pone los ojos en blanco.

—Es aplicada —me imita con nada de gracia.

Los pasillos del instituto están abarrotados de estudiantes que buscan a sus amigos con anchas sonrisas en sus labios, uno que otro ignora su alrededor con auriculares encajados en las oídos y una minoría tiene cara de pocos amigos, sin voltear a ver a nadie y solo siguiendo su camino. Éber y yo atravesamos a la multitud recibiendo empujones, codazos y uno que otro insulto.

—Parecen putos animales —se queja mi amigo a penas logramos conseguir un lugar menos concurrido. —Ya extrañaba esta locura —comenta al final.

Ruedo mis ojos hacia él con un gesto irónico cubriéndome el rostro.

—Decídete, Keller.

—No me llames así.

Keller es su apellido, pero él lo odia porque su padre lo abandonó siendo un niño y a mí me encanta sacarle la piedra al recordarle que su padre fue a comprar cigarrillos y nunca volvió.

—¿Qué pasa, Keller? —Hago hincapié en su apellido.

Sabe que no voy a parar, por ende se resigna y sonríe.

—No pasa nada, chica que está enamorada sola.

Auch, eso dolió.

Claro que Éber sabe que Adán me gusta, lo supo una vez que estando con un poco de alcohol en mis venas se me salió, y desde ese día no ha parado de burlarse de mí.

—No te vuelvo a llamar por tu apellido si tú no vuelves a decir eso —propongo.

Sonríe y mueve sus cejas pobladas hacia abajo para hacerme ver que le gusta haberme ganado. Al final estira su mano hacia mi cuerpo y yo la estrecho.

—Es un trato —dice, agitando nuestras manos de arriba abajo.

De pronto el pasillo se queda en mutis, todos arrastran sus mirada a alguien en específico y eso provoca una gran curiosidad en la boca de mi estómago por lo cual yo me incorporo para poder mirar al inicio del pasillo.

Darek aparece delante de todos y ahora entiendo porque ha llamado la atención; su cabello ahora va teñido de gris; un gris ceniza, este le cae por todo la frente, sus ojos color ámbar son tan intenso que al pasearlos por una que otra persona ellas terminan por apartarse de su camino. La forma de sus cejas es ascendente, esto le da un gesto de dureza mucho más marcado, tiene la frente corta y la barbilla cuadrada. Todo esto es llamativo, pero su gran estatura y los tatuajes que se dejan ver en su cuello son los que terminan de darle ese aspecto de chico rudo. Un suéter ancho, con un patalón negro y botas de cordones son las prendas que lo visten. El recorrido que transita por el largo pasillo es uno de total imponencia, en ningún momento baja la mirada y no se para a saludar a absolutamente nadie.

—Se ha tenido el pelo —un susurro por parte de una chica a nuestro lado llega a mi oído.

—Y se ve más atractivo —le contesta la chica que la acompaña.

Apenas desaparece en el cruce del pasillo todos retoman sus conversaciones, yo en cambio, me pongo a pensar en esa regla que tengo en mi vida: no acercarse a Darek; y es que, la mayoría de los estudiantes temen estar cerca de él, he llegado a escuchar tantos rumores que se dicen de este chico que cualquiera decidiría mejor mantenerlo a raya. Incluso se le han atribuido varias desapariciones que se han dado en el pueblo, la verdad es que yo no considero que haya llegado a ese extremo, pero al fin de cuenta no lo conozco y no puedo asegurar nada.

Éber y yo continuamos nuestro camino con dirección al salón donde veremos nuestra primera clase del nuevo año escolar. Por suerte la asignatura que nos espera es biología y yo amo con todo mi ser esa materia.

—¡Meeeer! —Abril se alza y corre hacia mí, abrazándome. Yo le devuelvo el saludo con el mismo afecto.

—Hola, Abril —digo a la vez que la presiono más contra mi cuerpo.

Abril es la persona más dulce y amable que conozco, la primera vez que hablamos lo hicimos porque no tenía compañero de trabajo para realizar un taller y ella sin pensarlo se ofreció a ser mi compañera, desde entonces hemos sido grandes amigas.

—Te he extrañado muchísimo —admite tan pronto retrocede. Noto cómo sus pupilas me escanean y al parecer le gusta como me veo ya que su rostro se va iluminando —. Te ves preciosa.

—Deja de mentir, cuatro —interviene Éber con toda la intención de sacarme la piedra.

Éber se ha acostumbrado a llamar a Abril por el sobrenombre de «cuatro», esto porque abril es el cuarto mes del año y para él es lo más creativo que ha ideado. Me tengo que morder la lengua para no soltar su apellido en un tono burlesco, pero ya prometí no hacerlo y yo nunca rompo mis promesas.

—No le hagas caso, Mar, Éber solo está enamorado de ti en secreto —comenta Abril, acto seguido enreda sus manos con las mías y hace que la mire a sus bonitos ojos color avellana. Acerca su rostro al mío y entonces susurra: —Adán ya ha llegado.

En automático mi mirada se mueve entre los tantos rostros que hay en el aula, pero es cuando encuentro el rostro del chico que he admirado desde la distancia que pongo toda mi atención en él. Adán es un chico rubio que roza las característica albinas, de ojos azules, que exhiben llamaradas de picardía. De facciones acentuadas y de un aspecto extraordinario, que van acompañadas por una frecuente sonrisa de labios bermejos y ligeramente sombreados, que dejan al descubierto su blanquísima dentadura, da a su semblante un aire profundamente simpático, pero netamente humano. Mi estómago se agita con solo verlo.

—Hoy le diré —mascullo.

Abril da dos saltitos en el lugar.

—No sabes cuanto he esperado esto. —Hace una pausa —¿Cuándo se lo dirás?

Regreso a ver a mi amiga y no puedo creer lo que estoy apunto de decir.

—Se lo diré esta tarde en el bus escolar.

El corazón me va a mil por hora en cada palabra que suelto.

La felicidad posee cada línea del rostro de Abril, así que sin poder contenerse me hala hacia su cuerpo y me da un fugaz abrazo.

—Vas a ver que todo va ir bien —me anima.

Me lo pensé muchísimo antes de decidir que se lo diría en el bus escolar, pero creo que es el mejor momento del día para confesarle cuánto me gusta. Por normas del instituto todos los estudiantes deben volver a sus hogares en el transporte escolar es por ello que este año hice todo lo humanamente posible por quedar junto a él, Éber el año pasado estuvo sentado junto a él y fue él el que me cedió su asiento para cumplir mi cometido. Eso siempre se lo agradeceré.

Es tarde al volver a casa por fin dejaré en libertad mis sentimientos y aunque me asusta no podría estar más feliz de mi decisión.

◇◆◇

Los estudiantes buscan sus respectivos asientos mientras que el motor del autobús ruge.

Hay dos opciones: sale bien o termino con el corazón roto.

En mi mente repaso una y otra vez lo que le diré a Adán.

«Me has gustado desde hace mucho tiempo, te he admirado desde lejos y hoy me atrevo a decirte que quisiera saber si tú tal vez quisieras salir conmigo»

Estoy tan nerviosa que sin darme cuenta mis piernas empiezan a moverse de arriba hacia abajo, mientras jugueteo con mis dedos. Ya estoy dentro del autobús del colegio, ya no hay vuelta atrás así que debo tragarme todo el miedo, el nerviosismo y la angustia que se ata la garganta.

Adán todavía no se ha subido al bus, quizás por eso estoy tan nerviosa, por el tiempo que cada vez se alarga más.

En busca de calmar las palpitaciones de mi corazón que se van acrecentando en cada segundo dirijo mi mirada hacia la ventana que tengo a un lado, contemplando el exterior. No pasan ni dos minutos en el instante que percibo que alguien se sienta a mi lado y todo en mi interior se torna un verdadero desastre. Mantengo mis ojos aferrados afuera, pero noto como la respiración se me agita y es como si la adrenalina corriera por mis venas. En un acto desesperado cierro mis ojos con todas mis fuerzas y enderezo la cabeza.

—Me gustas —suelto con el corazón en la boca —, me gustas... desde hace mucho tiempo y me gustaría preguntarte...¿si te gustaría salir conmigo?

Lo he dicho, Dios mío, lo he dicho, con los ojos cerrados, pero lo he dicho. No hay respuesta por parte de Adán, es por esto que trago grueso y abro los ojos, en cuanto giro la cabeza todo se detiene. Darek Steiner es la persona que está sentada a mi lado.  

◇◆◇◆◇◆

NOTA DE AUTORA:

NUEVA NOVELA, AAAAAAHH

Meredith se ha metido en la boca del loboo.

Debo aclarar que esta historia comenzará en sí el tres de junio, pero quise adelantarles algo para que vayan conociendo a los personajes.

Gracias por acompañarme una vez más en mis alocadas historias. Lxs amo.

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