Unknown [Fred Weasley]

By giiselarc07

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La vida de Erin esconde un oscuro secreto, una mentira que la persigue. En un mundo de magia y oscuridad, don... More

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By giiselarc07

Hogwarts era un colegio que a la par de precioso era inmenso. Erin había perdido la cuenta de cuántas veces se había extraviado intentando ir de una de las aulas a otra. Por estar desorientada casi se pierde Cuidado de Criaturas Mágicas, algo inaceptable teniendo en cuenta lo mucho que disfrutaba de dicha asignatura.

Llegó algo sofocada a la clase a causa de haber ido casi corriendo. Por desgracia, Lucie había elegido estudiar unas asignaturas optativas diferentes a Erin, así que no tenía a su amiga para darle apoyo en el bochorno de llegar tarde a clase. Cogió aire profundamente para calmar su respiración y llamó a la puerta antes de abrirla.

Todos los alumnos, que estaban ya sentados en sus respectivos pupitres, giraron su cabeza hacia ella. Había estudiantes de las tres escuelas en el aula, y de todas las casas de Hogwarts también. A diferencia de las asignaturas troncales, las cuales eran con sus respectivas escuelas y casas, las optativas se estudiaban con todos los alumnos mezclados.

-Siento llegar tarde, profesor. -la sangre subía hacia las mejillas de la rubia mientras buscaba con la mirada una silla libre.

Para su suerte, un asiento libre se encontraba al lado de Alex. Erin no sabía que tenían esa clase juntas, así que se sintió aliviada de al menos tener a una cara conocida cerca.

-No pasa nada, siéntate. -el profesor, el cual era de dimensiones descomunales, sonrió amable.- Entiendo que debe ser difícil para los nuevos encontrar los caminos correctos para ir a clase. Hogwarts es como un laberinto cuando no estás acostumbrado. Además, aún no habíamos empezado.

Erin agradeció al profesor y se sentó al lado de Alex, pasando sus manos por la falda azul de su uniforme para dejarla lo más presentable posible.

La morena le sonrió como saludo, cosa que ella imitó.

-Bueno chicos y chicas. -Habló el instructor de la asignatura, dando una palmada para llamar la atención de todos en el aula.- Para los que no me conozcáis mi nombre es Rubeus Hagrid, guardabosques y amo de llaves de Hogwarts. Seré vuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas este año.

Erin no podía parar de pensar en el colosal tamaño del hombre que se encontraba frente a ella. No era la primera vez que veía a alguien enorme, a Madame Maxime no le hacía competencia nadie, pero no se esperaba para nada que alguien tan gigante y con casi todo su rostro cubierto por su cabello y barba pudiera causarle ternura.

Su forma de hablar y mirada eran tan amables y sus movimientos tan patosos que pensó de inmediato que era muy entrañable.

-¿Tenéis todos vuestros libros? ¿El monstruoso libro de los monstruos y animales fantásticos y dónde encontrarlos?

Todos los alumnos respondieron que sí a coro, sacando sus libros de sus bolsas junto a pergaminos, tinta y plumas.

Así la clase dió por empezada.

Los cursos de Cuidado de Criaturas Mágicas se dividen en clases prácticas y teóricas, siendo las prácticas una vez a la semana. El profesor Hagrid explicó a su vez que cuando fuese turno de una clase práctica se reunirían a las afueras del castillo en su mayoría de veces.

-En este curso comenzaremos a hablar sobre las criaturas XXXX, ya que las XXX y las XX ya las habéis visto estos últimos años. Aún así, veremos algunas criaturas XXX en las clases prácticas. ¿Alguien sabe lo que significa que una criatura es XXXX?

Erin sin esperar un momento levantó la mano, segura de su respuesta.

-Son criaturas peligrosas, señor. Se requiere maestría y conocimientos especiales para su manejo.

-¡Correcto, señorita...

-Erin Herrera, señor.

-Señorita Herrera. -Hagrid pareció poner tanto empeño en pronunciar correctamente el nombre de la extranjera que a Erin le dio pena corregir el acento de su profesor.

Alex río un poco al escuchar que en vez de Herrera el profesor había pronunciado algo similar a erera.

-No le voy a corregir. -le susurró Erin en español, también soltando una ligera carcajada.- Me cae demasiado bien, tengo la impresión de que lloraría si le digo que lo ha dicho mal.

-¿Hagrid? Seguro que lloraría.

-Bien, chicos y chicas. Hoy comenzaremos hablando de los Abraxan.

La clase pasó mil veces más rápido para Erin que cualquiera que tuvo ese día. Hagrid era un gran profesor con pasión y amor por lo que explicaba, y lo más importante, sabía transmitirlo a sus alumnos.

Alex esperó a Erin mientras ella guardaba las cosas dentro de su bolsa.

-Menudo rollo de clase. -Dijo un chico poniéndose entre Alex y Erin, con un suspiro. Alguien idéntico a él se colocó al otro lado de la Slytherin. Erin reconoció de inmediato a los gemelos. Los había conocido el día anterior y esta vez agradeció llevar el uniforme de Beauxbatons en vez de el traje de, como uno de ellos dijo, pavo real.

-Solo te ha parecido aburrida porque pensabas que Hagrid nos traería un dragón a clase para que lo acariciases o algo así. El año pasado os pasó lo mismo. Y el anterior. Ah, y el anterior también. -Alex le sonrió con sorna al pelirrojo. La rubia aún no sabía decir quién era quién.

-Podría traernos dragones. -dijo el otro hermano- Sabemos bastante de ellos.

-No, Charlie sabe de dragones. -la morena hizo énfasis en el nombre.- Vosotros no sabéis una mierda.

-¡Es lo mismo, Alex! ¡Es nuestro hermano!

-No traerán dragones a clase. -dijo Erin, participando en la conversación y llamando la atención de los dos hermanos.

-¿Cómo estás tan segura? -El chico que estaba a la izquierda de Alex habló, levantando una ceja.

-Porque los dragones son criaturas XXXXX.

-¿Y eso significa que... -Los gemelos dejaron de caminar, haciendo frenar a las chicas un par de pasos por delante de ellos. Erin y Alex se giraron, quedando en frente de los pelirrojos.

-Mortales. imposibles de domesticar o entrenar, eso significa. A no ser que queráis morir descuartizados, devorados o quemados vivos nunca podríais acercaros a un dragón.

Los gemelos se miraron entre ellos, para luego mirar a la rubia fijamente. Parecía que hablaban por telepatía. Erin se preguntó si eran de ese tipo de gemelos que se terminaban mutuamente las frases.

-Eres una corta rollos, -Habló el de la derecha, poniendo las manos en sus bolillos.- pero eres guapa. ¿Cómo te llamas?

La pregunta sorprendió a Erin aunque no de forma grata. Se había presentado a los dos pelirrojos la noche anterior y había dicho su nombre delante de toda la clase, ¿cómo no sabía quién era? Erin no sabía decir si él era Fred o George, ya que no sabía diferenciarlos. Pero lo que sí conocía eran los nombres de los dos.

Erin no fue la única impactada por la pregunta. Su hermano se llevó una mano a la frente en forma de exasperación. Alex negó, suspirando.

-Fred, eres tontísimo. -Erin tomó nota. El que no se enteraba de nada era Fred. -Literalmente ayer se presentó y hoy ha dicho su nombre en clase.

Fred se acercó a Erin, agachándose para quedar a su altura y mirarla fijamente a los ojos. Frunció el ceño como forzando a su cabeza a recordar quién era la rubia. Erin se alejó un poco con el ceño también fruncido pero por confusión.

El pelirrojo reincorporó de golpe chasqueando sus dedos y con una amplia sonrisa.

-¡Tú eres la que iba de pavo real!

-¡No era un pavo real! -Erin bufó cruzándose de brazos. Ya bastante odiaba el traje como para que ahora se rieran de ella.

-Vamos, no te pongas así. Los pavos reales son bonitos, como tú. -Fred le guiñó un ojo a la rubia dejando salir a la luz su naturaleza coqueta. Su hermano, que por lógica debía ser George, observaba la conversación con una sonrisa graciosa. Tanto él como Alex parecían más que acostumbrados a este tipo de situaciones.

Erin sólo suspiró y rodó los ojos. Se giró hacia Alex para hablar con ella.

-Voy a llegar tarde a mi siguiente clase. Nos vemos luego en el gran comedor.

-Hasta luego, Erin.

-¿De mí no te despides, pavo real? -Erin escuchó a Fred exclamar mientras ella se alejaba por los pasillos intentando descifrar dónde estaba su nueva clase, pero decidió ignorarlo.

Nada interesante pasó después de Cuidado de Criaturas Mágicas. Comparada con esa asignatura, a Erin las demás clases le sabían un poco.

...

Esa noche, a la hora de cenar, Erin se volvió a sentar en la mesa de Slytherin con Alex. Lucie había conocido a unas chicas de Hufflepuff con las que había hecho muy buenas migas y había decidido sentarse con ellas para cenar. El gran comedor estaba más alterado de lo usual, ya que esa misma noche iban a presentar al famoso juez que determinaría los campeones del Torneo.

La rubia, mientras cenaba y hablaba animadamente con Alex y Blaise, fijó su mirada en la mesa en la que estaban sentados todos los docentes y la señaló. Ludo Bagman estaba sentado al otro lado del profesor Karkarov, en tanto que el señor Crouch ocupaba el asiento que había al lado de Madame Maxime.

-¿Qué hacen aquí?-preguntó Blaise sorprendido.

-Son los que han organizado el Torneo de los tres magos, ¿no? -repuso Alex.- Supongo que querían estar presentes en la inauguración.

Una vez terminó la cena y quedaron limpios los platos de oro, Dumbledore se levantó. Todos en el Gran Comedor parecían emocionados y nerviosos.

-Ha llegado el momento. -anunció Dumbledore, sonriendo a la multitud de rostros levantados hacia él.- El Torneo de los tres magos va a dar comienzo. Me gustaría pronunciar unas palabras para explicar algunas cosas antes de que traigan el cofre...

-¿El qué? -murmuró Erin.

Alex se encogió de hombros.

-... sólo para aclarar en qué consiste el procedimiento que vamos a seguir. Pero antes, para aquellos que no los conocéis, permitidme que os presente al señor Bartemius Crouch, director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional, -hubo un asomo de aplauso cortés- y al señor Ludo Bagman, director del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.

Aplaudieron mucho más a Bagman que a Crouch, tal vez a causa de su fama como golpeador de quidditch, o tal vez simplemente porque tenía un aspecto mucho más simpático. Bagman agradeció los aplausos con un gesto de la mano, mientras que Bartemius Crouch no saludó ni sonrió al ser presentado. Su bigote de cepillo y la raya del pelo, tan recta, resultaban muy raros junto al pelo y la barba de Dumbledore, que eran largos y blancos.

-Los señores Bagman y Crouch han trabajado sin descanso durante estos últimos meses en los preparativos del Torneo de los tres magos, -continuó Dumbledore- y estarán conmigo, con el profesor Karkarov y con Madame Maxime en el tribunal que juzgará los esfuerzos de los campeones.

A la mención de la palabra «campeones», la atención de los alumnos aumentó aún más. Quizá Dumbledore percibió el repentino silencio, porque sonrió mientras decía:

-Señor Filch, si tiene usted la bondad de traer el cofre...

Un hombre de aspecto bastantre vulgar y repugnante, el cual debía ser Filch, había pasado inadvertido pero permanecía atento en un apartado rincón del Gran Comedor. Se acercó a Dumbledore con una gran caja de madera con joyas incrustadas. Parecía extraordinariamente vieja. Un alumno de primer año que estaba sentado junto a ellos se puso de pie sobre la silla para ver bien, pero era tan pequeño que su cabeza apenas sobresalía de las demás.

-Los señores Crouch y Bagman han examinado ya las instrucciones para las pruebas que los campeones tendrán que afrontar, -dijo Dumbledore mientras Filch colocaba con cuidado el cofre en la mesa, ante él- y han dispuesto todos los preparativos necesarios para ellas. Habrá tres pruebas, espaciadas en el curso escolar, que medirán a los campeones en muchos aspectos diferentes: sus habilidades mágicas, su osadía, sus dotes de deducción y, por supuesto, su capacidad para sortear el peligro.

Ante esta última palabra, en el Gran Comedor se hizo un silencio tan absoluto que nadie parecía respirar.

-Como todos sabéis, en el Torneo compiten tres campeones, -continuó Dumbledore con tranquilidad- uno por cada colegio participante. Se puntuará la perfección con que lleven a cabo cada una de las pruebas y el campeón que después de la tercera tarea haya obtenido la puntuación más alta se alzará con la Copa de los Tres Magos. Los campeones serán elegidos por un juez imparcial: el cáliz de fuego.

Dumbledore sacó la varita mágica y golpeó con ella tres veces en la parte superior del cofre. La tapa se levantó lentamente con un crujido. Dumbledore introdujo una mano para sacar un gran cáliz de madera toscamente tallada. No habría llamado la atención de no ser porque estaba lleno hasta el borde de unas temblorosas llamas de color blanco azulado.

Dumbledore cerró el cofre y con cuidado colocó el cáliz sobre la tapa, para que todos los presentes pudieran verlo bien.

-Todo el que quiera proponerse para campeón tiene que escribir su nombre y el de su colegio en un trozo de pergamino con letra bien clara, y echarlo al cáliz. -explicó Dumbledore- Los aspirantes a campeones disponen de cuarenta-y-ocho horas para hacerlo. Dentro de un par de noches, festividad de Halloween, el cáliz nos devolverá los nombres de los tres campeones a los que haya considerado más dignos de representar a sus colegios. Esta misma noche el cáliz quedará expuesto en el vestíbulo, accesible a todos aquellos que quieran competir.

-Para asegurarme de que ningún estudiante menor de edad sucumbe a la tentación, -prosiguió Dumbledore- trazaré una raya de edad alrededor del cáliz de fuego una vez que lo hayamos colocado en el vestíbulo. No podrá cruzar la línea nadie que no haya cumplido los diecisiete años.

-Por último, quiero recalcar a todos los que estén pensando en competir que hay que meditar muy bien antes de entrar en el Torneo. Cuando el cáliz de fuego haya seleccionado a un campeón, él o ella estarán obligados a continuar en el Torneo hasta el final. Al echar vuestro nombre en el cáliz de fuego estáis firmando un contrato mágico de tipo vinculante. Una vez convertido en campeón, nadie puede arrepentirse. Así que debéis estar muy seguros antes de ofrecer vuestra candidatura. Y ahora me parece que ya es hora de ir a la cama. Buenas noches a todos.

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